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Yeiron Alzate Quintero

I Filosofía
Antropología Filosófica

LA CONCIENCIA

El hombre dentro de su complejidad en la cual está constituido presenta muchas


características que lo hacen ser lo que es. Para algunas personas no existe una
diferencia substancial y profunda que determine, sin lugar a dudas, el límite de la
animalidad que separa a todos estos seres instintivos del hombre. La
característica que crea este abismo infranqueable que impide, y lo hará siempre,
que estás dos especies se confundan es la conciencia que posee el hombre. Es el
ser humano el único ser vivo que sabe que existe. Que se reconoce como un ente
existente en medio de un mundo, con una constitución intrincada con diversas
dimensiones únicas en su naturaleza. La conciencia es la que permite “darme
cuenta de que rio, o de que lloro, de que estoy conociendo o de que estoy
amando, es decir, permitirme ser consciente de mi propia existencia” 1. A lo largo
de la historia muchos filósofos se han detenido a reflexionar sobre la conciencia,
percibiéndola desde sus diferentes puntos de vista, dando lugar así a una amplia
gama de concepciones de acerca de la conciencia a lo largo del tiempo.

San Agustín de Hipona fue uno de los primeros filósofos en tener como objeto de
estudio la interioridad de sí mismo. En sus reflexiones no habló de la conciencia
en sentido estricto refiriéndose a este concepto como tal, sino que se centró en la
necesidad que debe tener el hombre del interiorismo en sí mismo para encontrar
la verdad, pero principalmente para encontrarse con Dios. “¡Tarde te amé,
hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y he aquí que estabas dentro y
yo fuera, y fuera te buscaba yo”2. Agustín fue fuertemente influenciado por Plotino.
Este “predica la necesidad de retirarnos al interior de nosotros mismos,
apartándonos de la cosas exteriores para hallar en nuestra alma la verdad” 3. Su
reflexión sobre el interior de sí mismo se vio motivada principalmente por la
inquietud religiosa, donde tenía su corazón inquieto por encontrar a Dios y saciar
1
BURGOS, Juan. Antropología: Una guía para el existencia. España: Palabra. 2013. p. 200.
2
SAN AGUSTIN. Las confesiones. Libro I, capítulo 1.
3
REALE, Giovanni y ANTISERI, Darío. Historia del pensamiento filosófico y científico. Antigüedad y
Edad Media. España: Herder. 1988. p. 382.
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así su sed. De igual manera, San Agustín es el precursor del planteamiento que
posteriormente desarrollará Descartes sobre conciencia de la existencia de sí.
“Porque si me engaño ya soy; pues el que realmente no es, tampoco puede
engañarse, y, por consiguiente, ya soy si me engaño” 4. El santo de Hipona plantea
que es capaz de ser consciente de su existencia en virtud del error en que puede
llegar a caer, es decir por medio de su capacidad racional.

Siglos después, René Descartes planteó la certeza fundamental cogito ergo sum
“Observando que esta verdad: «yo pienso, luego soy» es tan firme y segura que
las más extravagantes suposiciones que los escépticos no son capaces de
conmoverla, juzgué que podía recibirla, sin escrúpulo, como el principio de la
filosofía que andaba buscando” 5. Descartes adquiere la conciencia de su
existencia por medio de su capacidad racional, ya que esta le resulta como lo
único evidente y donde cabe duda de ningún tipo, siendo su razón la evidencia de
su existencia. Es el intelecto el que permite la duda, y así, dudando de todo, el
hombre es consciente de que verdaderamente existe. “Así pues, soy una cosa
verdadera, y en verdad existente; pero ¿qué cosa? Lo he dicho. Una cosa que
piensa”6. Tanto así lo considera Descartes que define al hombre una res cogitans,
es decir, una cosa que piensa. Es la razonabilidad del hombre la que le otorga a
este la conciencia sobre sí mismo. Él llega a la conciencia de la verdad por medio
de aquellas cosas que son absolutamente indudables, estas necesariamente
deben ser claras y distintas. “Las reglas del método de investigación (…) se basan
en la certeza adquirida de que nuestro «yo» o la conciencia propia como realidad
pensante se presenta con los rasgos de la claridad y la distinción” 7.

Immanuel Kant introduce la apercepción trascendental, el yo pienso, como el


momento supremo de la analítica de los conceptos. Este yo pienso es la unidad

4
SAN AGUSTÍN. La ciudad de Dios. Libro XI, capítulo 26.
5
DESCARTES, Rene. Discurso del método. España: Gredos. 1981. p. 124.
6
DESCARTES, Rene. Meditaciones metafísicas. España: Gredos. 1971. p. 173.
7
REALE, Giovanni y ANTISERI, Darío. Historia del pensamiento filosófico y científico. Del
humanismo a Kant. España: Herder. 1988. p. 320.
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suprema hacia donde se dirigen las doce categorías que propone Kant, doce
modos que tiene el pensamiento para unificar lo múltiple, que en otras palabras es
la unidad de la conciencia, o autoconciencia, que posee el hombre. Esta
conciencia que tiene el hombre está siempre en proyección hacia afuera de sí. A
su vez, está conciencia unificadora se distingue entre la conciencia empírica y la
conciencia trascendental. “La primera pertenece al mundo fenoménico; su unidad
solo puede ser proporcionada por las síntesis llevadas a cabo mediante las
intuiciones del espacio y el tiempo y los conceptos del entendimiento. La segunda
es la posibilidad de la unificación de toda la conciencia empírica y, por lo tanto, de
su identidad –y en último término, la posibilidad de todo conocimiento” 8. Así pues,
en la conciliación de ambas conciencias, el hombre adquiere conocimiento, es
decir conciencia de la realidad que lo rodea.

Hegel planteaba que la reflexión sobre sí mismo por parte del espíritu es el
movimiento propio de este; allí el espíritu es el objeto y, a la vez, el sujeto de la
conciencia. A la vez, en la dinámica natural que presenta el espíritu humano está
siempre presente la relación con la realidad. Para él es fundamental la relación
entre Yo y el objeto sin embargo, estos se encuentran separados completamente.
Es por ello que Hegel se da a la tarea de tratar de acortar el abismo que separa a
estas dos realidades, haciendo que se encuentren en un punto medio. En el
itinerario fenomenológico, este pensador, busca desplegar la conciencia, o
espíritu, sobre la realidad, relacionando íntimamente estos conceptos. Las tres
primeras etapas de este itinerario planteado por Hegel son la conciencia, la
autoconciencia y la razón. La conciencia se refiere a la contemplación y
reconocimiento del mundo como algo separado, distinto e independiente del
espíritu sujeto de esta acción, reconociendo un Yo aparte del mundo; la
autoconciencia es la conciencia que adquiere conciencia de sí misma en su
singularidad, es decir en las características que la hacen ser particular. Es la
conciencia que se reconoce como particular, con sus respectivas cualidades que
8
FERRATER, José. Diccionario de filosofía. Tomo I. Argentina: Sudamericana. 1971. p. 323.
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la hacen ser ella. En este grado se puede dar la conciencia infeliz, que es la que
presenta aquel espíritu que se encuentra completamente alienado, puesto que, su
mirada y fin último se encuentra puesto en algo completamente inalcanzable, esto
a raíz del concepto de trascendentalidad que le han hecho creer que está en su
naturaleza y su ser. Afirma el pensador que esta es la conciencia propia y que
caracteriza al cristianismo, en donde todos los creyentes están sacados de sí
mismos para ser encaminados hacia una dudosa realidad trascendental conocida
como Dios; finalmente, la razón, es simplemente la autoconciencia que abre su
panorama, asumiendo su singularidad pero pasando ahora a la universalidad de sí
mismo en su generalidad.

Edmund Husserl hablaba de la conciencia como algo relacionado íntimamente con


la intencionalidad de esta, es decir “es el hecho de que la conciencia siempre
tiende hacia algo, hacia el objeto. La intencionalidad es la relación dinámica entre
la conciencia y su objeto”9. La conciencia está siempre en apertura, en apertura
hacia algo en concreto. Esta, al igual que en Hegel, es una conciencia de relación
entre el Yo y el objeto.

Al igual que Husserl, Jean Paul Sartre también habla de la intencionalidad de la


conciencia, donde esta se dirige hacia algo ajeno a sí misma y no se reduce a ella.
“La conciencia es la que da significado al mundo” 10. Esta conciencia que se
proyecta hacia el mundo, le da un significado a este, pues este carece de todo tipo
de sentido, a menos que el hombre se lo quiera dar. En términos sartreanos, la
conciencia acaba con la absurdidad inherente del mundo, al esta darle un sentido
según su parecer. En este sentido, la intencionalidad de la conciencia de Sartre se
diferencia de la de Husserl porque la del primero se presenta como libertad,
puesto que el hombre decide, según su criterio, darle el sentido que desee a las
cosas del mundo. El hombre también puede poseer una conciencia desgraciada

9
COELLO, Claudio. Husserl. La fenomenología. España: Alhambra. 1989. p. 14.
10
GAJATE, José. Historia de la filosofía. El existencialismo: Heidegger, Ponty, Sartre. Colombia: El
búho. 2003. p. 27.
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donde el sujeto se reconoce como lo que es, un ser destinado a la muerte, el


fracaso y la desgracia. “El hombre es una pasión inútil” 11. Cuando el hombre
adquiere conciencia de esta realidad constitutiva de su ser puede decidir la
manera de proceder valiéndose de su libertad, tratando de huir de dicha realidad y
refugiándose en mitos, Dios por ejemplo, que aparentemente aliviarán tales
sentimientos existencialistas, o si la afronta con entereza para hacerse y
desarrollarse a sí mismo, llevándose a sí mismo a ser un hombre íntegro en su
máxima expresión. “El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe,
sino tal como él se quiere (…) El hombre no es otra cosa que lo que él se hace” 12.

El segundo sentido en que se toma la conciencia es relacionada con la moralidad,


donde esta es “la capacidad del espíritu humano para conocer los valores,
preceptos y leyes morales, y designa la aplicación de éstos al obrar propio
inmediato”13. El origen de esta ha sido motivo de debate y en consecuencia de
ello, se han generado diversas teorías sobre su origen y la manera en que llegó a
estar en el hombre. Se ha planteado que la conciencia moral es de carácter
innata, donde esta está presente en el hombre desde siempre, al igual que
determinadas características intelectuales naturales. Así pues, se habla de un
innatismo moral. Este, a su vez, se compone desde dos visiones, donde una
corresponde a una conciencia moral que se ha tenido siempre de una forma
efectiva, y otra donde esta es algo que se encuentra en potencia, es decir que se
tiene la posibilidad de poseer, siempre y cuando el desarrollo de esta se dé en el
ambiente adecuado. Se ha dicho también que la conciencia moral es adquirida,
por medio de la educación de las potencias morales naturales del hombre. El
desarrollo y también el contenido de esta varía según el entorno y demás factores
que influyen directamente en la persona. Otra posición dice que esta conciencia
moral es puesta en el hombre por una entidad divina, es decir que esta es
teónoma, puesto que Dios deposita en el alma del hombre la chispa de la
11
SARTRE, Jean-Paul. El ser y la nada. Argentina: Iberoamericana. 1954. p. 377.
12
SARTRE, Jean-Paul. El existencialismo es un humanismo. España: Orbis. 1985. p. 60.
13
BRUGGER, Walter. Diccionario de filosofía. España: Herder. 1953. p. 68.
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conciencia (scintillae conscientiae) que dicta si el acto es justo o no. También se


ha dicho que la conciencia es de fuente humana, donde los hombres mismos la
han creado y la han implantado en todos los hombres. Otro planteamiento dice
que esta conciencia moral puede ser irracional o irracional. Esta pertenece a una u
otra de estas dos categorías en virtud de si a la hora de realizar los juicios
valorativos, se lleva a cabo un proceso analítico y racional, para así darle una
moralidad a lo que sucede en el mundo. La conciencia moral de procedencia
personal o impersonal se conjuga con las ya mencionadas, donde se tiene en
cuenta si esta surge del sujeto mismo o no. Finalmente, se dice también que la
conciencia moral puede ser auténtica o inauténtica, Esta se clasifica así en virtud
de que dicho juicio sea congruente con lo que piensa en realidad el sujeto, o solo
realiza tal valoración según parámetros y criterios ajenos de sí mismo.

Evidentemente la conciencia ha sido el concepto que ha dado paso a una amplía


reflexión, y de la cual no se ha llegado, ni se llegará, a un consenso, puesto que
esta, al ser parte del hombre, posee ya un carácter de suma complejidad. Aún
hoy, en la realidad, la conciencia sigue siendo motivo de controversia, puesto que
en el hombre actual que se ha visto deformada completamente, como es el caso
de la conciencia moral, e incluso suprimida, como es el caso de la conciencia
reflexiva, ya que hoy por hoy la reflexión es algo que se ha visto desechado
completamente, olvidando que esta es la manera más auténtica de ser libre en
una sociedad que facilita que sus miembros sean seres hipnotizados que
simplemente hacen las cosas sin preguntarse por qué lo hacen.

REFERENCIAS
Yeiron Alzate Quintero
I Filosofía
Antropología Filosófica

BRUGGER, Walter. Diccionario de filosofía. España: Herder. 1953.

BURGOS, Juan. Antropología: Una guía para el existencia. España: Palabra.


2013.

COELLO, Claudio. Husserl. La fenomenología. España: Alhambra. 1989.

DESCARTES, Rene. Discurso del método. España: Gredos. 1981.

DESCARTES, Rene. Meditaciones metafísicas. España: Gredos. 1971.

FERRATER, José. Diccionario de filosofía. Tomo I. Argentina: Sudamericana.


1971.

GAJATE, José. Historia de la filosofía. El existencialismo: Heidegger, Ponty,


Sartre. Colombia: El búho. 2003.

REALE, Giovanni y ANTISERI, Darío. Historia del pensamiento filosófico y


científico. Del humanismo a Kant. España: Herder. 1988.

REALE, Giovanni y ANTISERI, Darío. Historia del pensamiento filosófico y


científico. Antigüedad y Edad Media. España: Herder. 1988.
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Antropología Filosófica

SAN AGUSTÍN. La ciudad de Dios. Libro XI, capítulo 26.

SAN AGUSTIN. Las confesiones. Libro I, capítulo 1.

SARTRE, Jean-Paul. El existencialismo es un humanismo. España: Orbis. 1985.

SARTRE, Jean-Paul. El ser y la nada. Argentina: Iberoamericana. 1954.

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