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- Paga con palabras, si la transmutación que sufren por la operación analítica las eleva a
su efecto de interpretación;
- Paga con su persona, en cuanto que, diga lo que diga, la presta como soporte a los
fenómenos singulares que el análisis ha descubierto en la transferencia,
- Paga con lo que hay de esencial en su juicio más íntimo, para mezclarse en una acción
que va al corazón del ser (en el análisis no puede involucrar su propio ser)
Los que pretenden contentarse simplemente con la eficacia del análisis, afirman que el
analista cura menos por lo que dice y hace que por lo que es. Se ha tomado al
psicoanálisis como una situación de dos donde el “yo-fuerte” del analista domestica al “yo-
débil” del paciente. Estas consideraciones constituyen desviaciones y las mostramos para
que, a partir de las dificultades que plantea proceder así, tengamos los temas de nuestra
ruta. Otro error del analista es interpretar a partir de la contratransferencia (lo que siente el
propio analista) lo que es seguro es que los sentimientos del analista sólo tienen un lugar
posible en este juego, el del muerto (no mostrar los sentimientos) y que si se le reanima,
el juego se prosigue sin que se sepa quién lo conduce. Por eso el analista es menos libre
en su estrategia que en su táctica. El analista es aún menos libre en aquello que domina
estrategia y táctica: a saber, su política, en la cual haría mejor en ubicarse por su carencia
de ser que por su ser. Para decir las cosas de otra manera: su acción sobre el paciente se
le escapa junto con la idea que se hace de ella, si no vuelve a tomar su punto de partida
en aquello por lo cual ésta es posible, si no retiene la paradoja en lo que tiene de
desmembrado, para revisar en el principio la estructura por donde toda acción interviene
en la realidad. La interpretación del analista va a ser recibida como proveniente de la
persona que la transferencia supone que es, el analista aceptará aprovecharse de ese
error a condición de que interprete ese efecto, si no fuera así el psicoanálisis quedaría
reducido a una sugestión grosera.
(Freud pasa revista del estado de su terapia y dice): Hemos formulado la tarea médica de
este modo: llevar al enfermo de neurosis a tomar noticia de las mociones reprimidas, esas
mociones inconscientes que subsisten en él, poniendo par ello en descubierto las
resistencias que en su interior se oponen a tales ampliaciones de su saber sobre su
propia persona. ¿Descubrir esas resistencias garantizará también su superación? No
siempre. Pero esperamos alcanzar esa meta aprovechando la transferencia del paciente
sobre la persona del médico. En otro lugar he aclarado las constelaciones dinámicas del
nuevo conflicto a través del cual guiamos al enfermo y con el cual hemos remplazado al
anterior conflicto patológico. Por el momento no sabría modificar nada de lo ya dicho.
Hemos llamado psicoanálisis al trabajo por cuyo intermedio llevamos a la conciencia del
enfermo lo anímico reprimido en él. ¿Por qué “análisis”? Significa desintegración,
descomposición. Es como el trabajo que hace el químico con las sustancias naturales en
el laboratorio. Los síntomas y exteriorizaciones patológicas del paciente son de naturaleza
compuesta, porque en su fundamento último, los elementos de esa composición están
formados por motivos, mociones pulsionales. Sobre esos motivos elementales el enfermo
no sabe nada. Le informamos cómo están compuestas esas formaciones anímicas tan
complejas, y reconducimos los síntomas a las mociones pulsionales que los motivan. Así
hace el químico cuando separa la sustancia básica, el elemento químico. Así también con
las exteriorizaciones anímicas no patológicas, le mostramos que su motivación está dada
por otros motivos pulsionales que él desconoce.
Esta comparación puede darnos una nueva orientación en nuestra terapia. Se nos ha
dicho que tras el análisis de la vida anímica enferma debe seguir su síntesis, la restitución
de lo que la división (análisis) ha destruido, digamos. La comparación con el análisis
químico tiene un límite, por el hecho de que en la vida anímica enfrentamos aspiraciones
sometidas a una compulsión de unificar y reunir. Si logramos descomponer un síntoma,
librar de cierta trama a una moción pulsional, ella no permanecerá aislada: enseguida se
insertará en una trama nueva. La psicosíntesis se produce en el analizado sin nuestra
intervención, de manera automática e inevitable. Creamos sus condiciones mediante la
descomposición de los síntomas y la cancelación de las resistencias.
Acotamos nuestra tarea terapéutica por medio de estos dos contenidos: hacer conciente
lo reprimido y poner en descubierto las resistencias. En ello somos activos. Pero
¿debemos dejar luego al enfermo librado a sí mismo, que se arregle solo con las
resistencias que le mostramos? ¿Debemos prestarle auxilio? Opino que esta clase de
actividad en el médico que aplica el tratamiento analítico está enteramente justificada.
Aquí se abre un nuevo campo para la técnica analítica, cuyo principal principio es: En la
medida de lo posible, la cura analítica debe ejecutarse en un estado de privación, de
abstinencia. No me refiero con esto a la privación de una necesidad cualquiera, ni a la
abstención de comercio sexual. Se trata de algo relacionado a la dinámica de la
contracción de la enfermedad y el restablecimiento. A saber:
El peligro amenaza desde dos lados. El primer peligro consiste en que el paciente se
empeña en procurarse en remplazo de sus síntomas nuevas satisfacciones sustitutivas,
que ahora no van acompañadas de padecimiento. Se vale para esto de la desplazabilidad
de la libido parcialmente liberada para investir las más diversas actividades, hábitos,
elevándolos a la condición de satisfacciones sustitutivas. Encuentra estos desvíos
nuevos, por donde se escurre la energía necesaria para la cura, y los mantiene en
secreto. La tarea es pesquisarlos uno por uno y pedirle que renuncie a ellos, por inocente
que parezca en sí misma la actividad productora de satisfacción. En estas situaciones la
actividad del médico debe exteriorizarse en una enérgica intervención contra las
satisfacciones sustitutivas.
En cuanto al segundo peligro que amenaza a la fuerza pulsional del análisis, es más fácil
de prevenir. El enfermo busca la satisfacción sustitutiva sobre todo en la cura misma,
dentro de la relación de transferencia con el médico, y hasta puede querer resarcirse por
este camino todas las renuncias que se le imponen en los demás campos. Sin duda es
preciso consentirle algo, pero no demasiado. En la cura analítica es preciso evitar la
malcrianza. Al enfermo tienen que restarle muchos deseos incumplidos de su relación con
el médico. Lo adecuado es denegarle aquellas satisfacciones que más intensamente
desea y que presenta con más urgencia.
Un último tipo de actividad es inteligir que las variadas formas de enfermedad que
tratamos no pueden tramitarse mediante una misma técnica. Por ejemplo, nuestra técnica
creció en el tratamiento de la histeria, pero las fobias nos obligan a sobrepasar la
conducta que observamos hasta el presente: no podrá dominar una fobia quien aguarde
hasta que el enfermo se deje mover por el análisis a resignarla: el nunca aportará al
análisis el material indispensable para la solución convincente de la fobia, hay que
proceder de otra manera.
Por último, con relación a la enorme miseria neurótica que hay en el mundo, lo que
podemos resolver es ínfimo desde el punto de vista cuantitativo. Las condiciones de
nuestra existencia nos restringen a los estratos superiores y pudientes de nuestra
sociedad. Nada podemos hacer a favor de las vastas capas populares cuyo sufrimiento
neurótico es más grave. Se crearán entonces sanatorios o lugares de consulta a los que
se asignarán médicos con formación psicoanalítica, quienes volverán más productivos a
hombres que de otro modo se dedicarían a la bebida. Estos tratamientos serán gratuitos.
Puede pasar mucho tiempo hasta que el Estado sienta como obligatorios estos deberes.
Cuando esto suceda, deberemos adecuar nuestra técnica a las nuevas condiciones. Nos
veremos precisados a buscar para nuestras doctrinas teóricas la expresión más simple e
intuitiva. Entenderemos que el pobre esta menos dispuesto que el rico a renunciar a su
neurosis, porque no le seduce la dura vida que le espera, y además la condición de
enfermo amerita la asistencia social. Cualquiera sea la forma de esta psicoterapia para el
pueblo, no cabe duda de que sus ingredientes más eficaces e importantes seguirán
siendo los que se tomen del psicoanálisis riguroso, ajeno a todo partidismo.
Ferenzci comienza hablando de los esfuerzos por hacer accesible a otros la técnica que
utiliza habitualmente en su psicoanálisis. Desde que Freud publica sus “consejos sobre la
técnica psicoanalítica” se poseen los primeros elementos de una investigación metódica
sobre el psiquismo. Así, cualquiera puede acceder a las insospechadas profundidades de
la vida psíquica de los demás, sean sanos o enfermos. El análisis de los actos frustrados
de la vida diaria de los sueños, y sobre todo de las asociaciones libres, los permitirá
aprender de sus semejantes muchas cosas que anteriormente sólo eran capaces de
captar algunos seres excepcionales.
Esta transformación del “arte del conocimiento humano” en una especie de oficio, será
mal recibida por artistas y escritores, porque se ven invadidos en su campo de trabajo, y,
luego de que se interesaron por el psicoanálisis, ahora lo ven como un método de trabajo
mecánico y poco seductor. Esta antipatía no sorprende porque la ciencia es, en efecto
una desilusión progresiva. Acá o en otro oficio, habrá siempre artistas excepcionales de
quienes esperamos el hallazgo de progresos y nuevas perspectivas.
Cuando se habla de una técnica psicológica al margen del análisis del psiquismo, éstos
son los métodos de laboratorios psicológicos. Esta “psicotécnica” está de moda. Pero en
el análisis se trata de algo más importante: de captar la tópica, la dinámica y la economía
del funcionamiento psíquico sin los laboratorios, pero con una pretensión de certidumbre
creciente, y sobre todo con una capacidad de rendimiento superior.
- hacer presentes las asociaciones posibles del paciente, que éste no percibe aún, para
adivinar sus pensamientos estancados y sus tendencias que son para él inconcientes, y
Nos será fácil una comunicación oportuna. Uno de los resultados principales del P.A. es
enseñar a soportar un sufrimiento. Sin embargo, una presión inoportuna a este respecto,
si no tiene tacto, dará al paciente la excusa de escapar de nuestra influencia.
Estas medidas pueden hacer aparecer el análisis como “bondadoso”, a los ojos del
paciente, pero las raíces de esto son intelectuales. Sin embargo, está justificada esta
impresión del paciente, porque no hay diferencias entre el tacto que se nos exige y la
obligación moral de no hacer a otro lo que no se quiere recibir de los demás.
Conviene concebir al análisis como un proceso evolutivo que se desarrolla ante nuestros
ojos, más que como el trabajo de un arquitecto que intenta realizar un plan preconcebido.
No se le debe prometer al paciente más que esto: si se somete al proceso, sabrá mucho
más sobre sí mismo, y si llega hasta el final, se adaptará mejor a las dificultades de la
vida, con una repartición de energía más oportuna. Podemos decirle que no conocemos
un tratamiento de los problemas psiconeuróticos y de carácter que sea el mejor y más
radical. No le ocultaremos que existen otros métodos que ofrecen expectativas de
curación más rápidas y seguras.
- Si el paciente nos dice que no cree en nuestro método, le explicaremos que nuestra
técnica renuncia a una confianza anticipada: el paciente sólo debe creernos si la
experiencia de su curación se lo autoriza. También debemos decir que dejamos la
responsabilidad de un eventual fracaso del tratamiento, atribuyéndola a la impaciencia del
enfermo, y que debemos dejar al paciente que decida en estas condiciones aceptar el
riesgo que supone la cura. Si no aclaramos todo esto desde el principio, se ofrece a la
resistencia del paciente un conjunto de armas temible, que pronto usará contra los
objetivos de la cura y contra nosotros.
- Si el paciente nos pregunta si la cura puede durar dos, tres, cinco o diez años, le
diremos que “todo es posible.” “Aunque un análisis de diez años equivale a un fracaso. No
podemos prometer un resultado cierto, así que sólo recordamos que casi siempre basta
con períodos más cortos. Pero si usted cree que los médicos desean hacer pronósticos
favorables, mejor considere esta cura como una experiencia arriesgada, que le costará
esfuerzo, tiempo y dinero; y si a pesar de todo usted desea desarrollar esta experiencia
con nosotros, deberá hacerla depende de su capacidad de sufrimiento. Reflexione antes
de empezar.”
- Si el paciente nos pregunta “cree usted doctor que su cura me ayudará eficazmente” no
debemos responder “sí”, es preferible decirle al paciente que ni siquiera el elogio de la
cura puede hacer desaparecer la sospecha secreta del paciente respecto a que el médico
es un hombre de negocios y quiere vender su método, su mercancía.
- Si el paciente pregunta “no cree usted, doctor, que su método podría perjudicarme?” Le
podemos preguntar su profesión y señalarle que en cualquier trabajo es preciso confiar en
el hombre que conoce su oficio, aunque no puedan excluirse definitivamente posibles
decepciones.
Toda esta preparación pesimista corresponde a las exigencias de la regla “sentir con.”
No hay nada más perjudicial para el análisis que una actitud de maestro de escuela o de
medico autoritario. Nuestras interpretaciones deben tener el carácter de una proposición
más que el de una afirmación cierta, no sólo para no irritar al paciente, sino porque
podemos efectivamente equivocarnos. La modestia del analista no es una actitud
aprendida, sino más bien la expresión de la aceptación de los limites de nuestro saber.
Cualquier impaciencia por parte del médico cuesta al enfermo tiempo y dinero, y al
médico una sobrecarga de trabajo.
Acepto como mía la expresión “elasticidad de la técnica analítica.” Hay que ceder a las
ocurrencias de un paciente como si se tratara de un hilo extensible, pero sin abandonar la
atracción en la dirección de las propias opiniones, mientras la ausencia de consistencia de
una u otra de estas posiciones no quede plenamente demostrada.
Una regla importante del análisis consiste en economizar interpretaciones. No decir nada
superfluo en general. El fanatismo de la interpretación forma parte de las enfermedades
iniciales del analista.
La opinión que mantuve al principio (de que siempre era el paciente quien podía ser
activo) me llevo a constatar que debemos contentarnos con interpretar las tendencias a la
actuación -ocultadas x el paciente- para apoyar los intentos de superar las inhibiciones
neuróticas, sin aconsejar medidas coercitivas, reglas de comportamiento, o prohibiciones.
Si somos pacientes, el paciente terminara preguntándonos si puede aventurarse en una
tentativa (por ej. rebasar una construcción fóbica). O sea, le corresponde al paciente
determinar, o al menos indicar, el momento de la actividad. Estas tentativas provocan
variaciones de tensión en los sistemas psíquicos, y son un instrumento de la técnica
analítica al lado de las asociaciones.
Parece retornar una forma especial del trabajo de revisión. Pienso en la revisión de las
experiencias vividas durante el tratamiento analítico. Paulatinamente el análisis se
convierte en un fragmento de la historia del paciente, y él lo repasa antes de separarse de
nosotros, cuando desvía su mirada del análisis para dirigirla hacia las implicaciones reales
de la vida.
La única base fiable de una buena técnica analítica es el análisis finalizado del analista.
En un analista bien analizado, los procesos de “sentir con” y de evaluación, se
desenvolverán no en el inconciente, sino en el preconciente. Por último, en cuanto a lo
dicho sobre el Super Ego, mi combate va contra la parte inconciente del super ego,
inconciente y por ello influenciable. No tengo nada que objetar a que un hombre normal
conserve en su preconciente modelos positivos y negativos.
Luego las asociaciones liberes eran un recurso ideal para el estudio sistemático del
pasado del paciente. Siguió un periodo en que la reconstrucción genética del desarrollo
de la personalidad convirtiéndose en el objetivo de la terapia. Sin embargo, gradualmente
fue apreciándose cada vez más la importancia de las experiencias emocionales del
paciente en relación transferencial con el psicoanalista. El factor eficaz terapéutico no es
el recordar, sino el revivir las experiencias traumáticas en la transferencia.
La actitud del terapeuta hacia el paciente fue explorada también. Freud concebía neutral
al papel del analista. Para esta psicoterapia breve la personalidad del analista y sus
reacciones, a pesar de sus esfuerzos por permanecer impersonal, influyen en el curso del
tratamiento. El paciente siente esas reacciones, pero a menudo las interpreta mal, de
acuerdo con sus propias necesidades emocionales. Las investigaciones de Chicago
presentan particular atención a la mutua relacion emocional entre paciente y medico; el
concepto de experiencia emocional correctiva del paciente como factor central en el
tratamiento psicoanalítico ha evolucionado.
La esencia de esta teoría puede resumirse así: la condición neurótica es el resultado del
fracaso del yo en el cumplimiento de su función, consistente en encontrar gratificación
para las necesidades subjetivas, de un modo que mantenga la armonía entre los diversos
aspectos de la personalidad y el ambiente. Esa función de mediación entre necesidades y
deseos parcial o conflictuales y su adaptación a las condiciones ambientales son
problemas de integración.
La función integradora fue sometida por French a un estudio que trato de evaluar sus
variaciones cuantitativas. Así la facultad integradora varia de una persona a otra, y en la
misma persona sufre la influencia de diferentes factores. La excesiva intensidad de una
necesidad emocional, por ejemplo, interfiere con la integración efectiva.
Las emociones intensas y apremiantes tienden a buscar una gratificación inmediata y por
lo tanto interfieren con la función integradora efectiva. Las motivaciones de escasa
intensidad también pueden disminuir la facultad integradora. La ansiedad según su
intensidad, puede favorecer o paralizar la función integradora.
Otro factor que interfiere con la conducta adaptativa se relaciona con el mecanismo
básico de la represión.
Así las experiencias emocionales durante la terapia tendrán una influencia correctiva, cuto
resultado será la eliminación de las represiones. El paciente será capaz de encarar lo que
antes se encontraba reprimido a causa de la censura paterna.
I. Freud
Estos cuatro principios que sostienen la práctica a partir de su articulación con los
conceptos mayores de la teoría: inconsciente, sexualidad, represión, pulsión. Asimismo
hay que cumplir la regla analítica fundamental: la asociación libre por parte del paciente, y
la atención parejamente flotante por parte del analista.
El psicoanálisis exige una condición ética: el analista debe despojarse de aquello que lo
hace persona, por ende desestima que este sea un maestro de vida o un hacedor de
planes/programas de vida. Debe siempre dejarse sorprender por el relato del analizante,
para poder captar así lo que hay de singular en ese decir.
Con respecto a cómo concluye o debiera concluir un análisis, Freud se ha ocupado de ello
en diversos escritos:
Tal y como lo expresa en “nuevos caminos de la terapia analítica”: “no se debe educar al
enfermo para que se asemeje a nosotros, sino para que se libere y consume su propio
ser”. El analista debe limitarse a intentar que el analizante encuentro en el análisis aquello
tan propio, que lo hace desemejante a cualquiera. Plantearía entonces un movimiento de
tres tiempos:
En uno de sus textos, Freud dice que para el tratamiento no puede plantearse otra meta
que la del restablecimiento de la capacidad de rendimiento y goce.No especifica quién, ni
cómo, no habla de modelos ni de metas, porque eso sería plantear un ideal, y el
psicoanálisis denuncia a los ideales. Lo único que aclara es que hay que restablecer, o
sea que hay un obstáculo que ha interferido o bloqueado el movimiento libidinal, hay
estancamiento libidinal.
Freud realiza un pasaje desde lo que consideraba un fin terapéutico (curación de los
síntomas) a otra instancia en la cual habría un fin propiamente analítico, para lo cual es
necesario que el análisis aborde una estructura inconsciente, dando como resultado
menos repetición, menos sujeción a la fantasmática inconsciente.
En este texto de 1918, Freud reflexiona sobre la aparición de los “nuevos síntomas”, en el
contexto de finalización de la primera guerra mundial. En este escrito hay tres cuestiones
principales:
b) Por un lado, dirá que son opiniones que provienen del prejuicio, que considera que las
neurosis serían enfermedades menores, livianas, artificiales y no verdaderas; sobre todo
teniendo en cuenta el contexto en el que escribía Freud. Por otro lado, ya se anticipaba a
una situación social que hace de la ideología de la eficiencia el valor supremo, y advertía
el peligro de subsumir el psicoanálisis al estilo de vida norteamericano, resaltando
siempre que se trata de un tratamiento del deseo inconsciente.
Otra de sus propuestas es la mutualidad. Implica que durante algunos momentos del
trabajo analítico, el analista puede ubicarse en un plano de similitud con el analizante,
como un modo de que este último experimente que el analista padece como él y por él.
Es importante resaltar que estos aportes técnicos de Ferenczi siempre fueron pensados
en relación a la posibilidad de hacer una clínica del fin del análisis, no a inventar una
terapéutica que valga por sí misma. Propone la “elasticidad de la técnica analítica” y la
explica en estos términos: “ceder a las tendencias del paciente, como si se tratara de un
hilo extensible”. Reconoce la regla básica de la asociación libre, pero propone más
actividad, sin embargo, la iniciativa es del paciente, y es él quién decide.
1. El yo adquiere una relevancia teórica tal, que acaba por dejar en segundo plano otros
conceptos freudianos tales como Inconsciente, sexualidad, repetición, transferencia,
pulsión, etc.
2. Se organiza una práctica que se orienta a partir de los límites y posibilidades del yo
5. Teoría de las relaciones objetales: plantean que el objeto es hallable, y que una vez
hallado completa y satisface las necesidades del individuo.
Consistía en leer al psicoanálisis freudiano desde la dupla sujeto/objeto, a tal punto, que
dejaban por fuera al Complejo de Edipo. Según esta teoría, la neurosis estaría causada
por la fijación libidinal a objetos parciales, que traen como consecuencia un síntoma, es
decir, una detención en el desarrollo de la “personalidad”, lo cual da lugar a una relación
neurótica, fragmentada, y distorsionada con la realidad. A estos planteos subyace la
suposición de que existe un desarrollo normal, que posibilita pasar del objeto parte al
objeto todo, en una relación de libertad y autonomía.
c) Ese agujero, o falta freudiana, es resultado de la pérdida de ese objeto primordial, y ello
posibilita que aparezcan objetos separables del cuerpo como objetos parciales de la
pulsión parcial
Por otro lado, la escuela inglesa tiene una teoría del objeto “de la solución”. Hay un pasaje
desde una elección de objeto parcial a una elección de objeto total, gracias a la
maduración biológica y psicológica. Se trata de un objeto único e integrado, del amor
genital/maduro/adulto.
2. Dualismo psicológico: se trata siempre de dos sujetos, el niño y su madre, donde esta
última completa y colma todas las necesidades del niño.
Es importante contrastar con la postura que tiene Freud al respecto: no existe una etapa
genital adulta en la cual la relación con el otro sexo estuviera desprovista de repeticiones
y síntomas, todo lo contrario, se ocupa de demostrar que la relación entre un hombre y
una mujer es siempre sintomática.
b) Psicología del yo
Consideran un yo desligado de las presiones del superyó y del ello. Han explotado unas
frases muy puntuales de Freud al respecto, en donde planteaba al yo como instancia de
síntesis. Pese a ello, destaca claramente que el yo autónomo es una ficción, el yo normal,
como la normalidad en general, es una ficción ideal.
Es cierto que hay ciertas frases que podrían ser contradictorias, pero lo que predomina en
su pensamiento es una idea de yo como obstáculo, como resistencia. Es una instancia
embargada por el narcisismo, y está dañada, fragmentada, escindida.
Anna Freud va a proponer que el análisis debe ser análisis de las resistencias, y que el yo
puede recuperar allí su autonomía, en la medida en que necesite menos energía que
dedicar a defenderse de su inconsciente o de sus pulsiones. La psicología del yo, así
planteada, es una referencia de capital importancia para las psicoterapias psicoanalíticas
y las psicoterapias breves.
2. Autonomía del yo: sostiene que hay factores autónomos en la formación del yo,
compuesto por aparatos de autonomía primaria (percepción, motilidad y memoria), se
trata de aspectos innatos, primitivos y autónomos del conflicto pulsional. Asimismo
plantean una autonomía secundaria, es decir, áreas del yo que si bien surgen del conflicto
con el Ello, han podido sustraerse de la conflictividad y han pasado a cumplir una función
adaptativa para el yo.
Se la define también como compuesta por una “relación real” y por la “alianza de trabajo”.
La primera hace referencia al vínculo entre paciente y terapeuta, y la segunda a la
capacidad de ambos para trabajar conjuntamente según los objetivos acordados. Este es
el modelo considerado en casi cualquier modelo psicoterapéutico, alude al contrato que
establecen paciente y terapeuta respecto de la utilidad del tratamiento y el sentido del
mismo.
Zetzel plantea que es un factor fundamental del tratamiento, que permite distinguir al
paciente su relación real con el analista, de su neurosis de transferencia. Hay implícita la
suposición de porciones del yo relativamente conservadas, relativamente por fuera del
conflicto neurótico. Así, la noción de autonomía yoica cimienta la posibilidad de aliarse en
tratamiento con lo sano del paciente, y así trabajar sobre lo enfermo.
Alexander
Entonces: no hay psicoterapia psicoanalítica breve sin que la teoría del yo ocupe un lugar
central. Se trata de la postulación de una teoría del yo como autónomo, y habilitado para
realizar una alianza terapéutica con los aspectos sanos del mismo, separados de aquellos
dañados y comprometidos en la defensa. Esta alianza permitiría llevar a cabo un
contrato, un acuerdo entre el terapeuta y el yo sano, a partir del cual se organiza un
programa terapéutico con determinados fines u objetivos, los puntos sobre los cuales se
iba a trabajar.
Lo eficaz no será recordar, sino revivir, vivenciar en el aquí y ahora con el analista otro
tipo de relación emocional. Para ello, se ha de mantener una posición ACTIVA en la
transferencia, o sea, la reeducación emocional se tramita mediante la contratransferencia
del analista alexandriano.
Es en esos años en donde surge la ideología de la Salud Mental, es decir, los ideales del
“buen vivir”. Se constituyó en el termómetro ideológico que regula lo normal, allí donde
antes era la política la que debía dar respuestas. Surgen allí las psicoterapias, es decir,
una suma de instrumentos, técnicas, dispositivos, que deben responder con la mayor
rapidez posible a darle solución al malestar de los desadaptados.
Como lo plantea él, surgió una noción del yo absolutamente distinta de la que implica el
equilibrio del conjunto de la teoría de Freud, y que tiende a la re-absorción del saber
analítico en la psicología general. Correlativo a ello, puesto que teoría y praxis van de la
mano, la relación analítica, la dirección de la práctica, modificaron su orientación.
Avanzamos hacia una comprensión más totalizadora del paciente. Los métodos
“tradicionales” (psicoanálisis) resultan insuficientes para resolver problemas concretos y
estos fuerzan un replanteo y búsqueda de nuevos métodos, sobre todo a nivel
institucional. Surgen de la práctica clínica e institucional.
Partiendo de una evaluación del paciente exhaustiva y total, la acción terapéutica recurre
a: Ofrecer un clima permisivo que favorezca la catarsis de sus fantasías, temores, deseo
Favorecer el aprendizaje de la autoevaluación Alentar la asunción de roles que
fortalezcan Ayudarle en la elaboración de un proyecto personal Ejercer una influencia
sobre las pautas de interacción familiar
Los pacientes que obtienen menor beneficio en general son los trastornos psiquiátricos
crónicos. Es más apropiada para cuadros agudos, situaciones de crisis o
descompensaciones. La terapia breve tiene un final abierto con lo cual admite cualquier
tratamiento posterior.
Este concepto tiene origen empírico: el trabajo terapéutico se orienta siempre hacia la
delimitación de un eje o punto nodal de la problemática del paciente. Incluso los pacientes
tienden a tener una focalización de su relato. En general el motivo de consulta se
transforma en el eje motivacional organizador de la tarea. Ligado al motivo de la consulta
se localiza cierto conflicto nuclear exacerbado. La focalización implica trabajar sobre
asociaciones intencionalmente guiadas (no libres). El foco tiene un eje central que es el
motivo de consulta. Esta es una situación que condensa un conjunto de determinaciones,
respetando la situación totalizada tal como se presenta. A partir de aquí es posible
deslindar una zona de componentes de la situación que podemos caracterizar como
aspectos carácterológicos del paciente. También es posible reconocer en la situación
aspectos histórico-genéticos individuales y grupales reactivados. Otra zona integrante de
la situación comprende el momento evolutivo individual y grupal. También una zona de
determinantes concurrentes del contexto social más amplio (condiciones económicas,
laborales, culturales, ideológicas)
Teniendo en cuenta todas estas zonas lo que haremos es reconfigurar una estructura,
construir un modelo de la situación que intente dar cuenta de los dinamismos,
articulaciones, encajes, potenciaciones y oposiciones propios de una totalización. El
concepto de situación en el que convergen las perspectivas dialéctica, materialista y
existencial puede aportar un modelo adecuado capaz de aproximarnos a una totalización
concreta, singular y en movimiento. Aquí hay aportes psicodinámicos, comunicacionales y
psicosociales. El foco como delimitación de una totalidad concreta sintética contiene esta
serie de componentes condensados en la situación estructurada. Reguladores del foco
Diafragmado operacional del foco: en muchos momentos de la tarea no se abarca la
totalidad de los componentes de la situación sino que se concentra por una especie de
diafragmado en alguno de ellos recortando alguna zona particular. La profundidad y
amplitud con que se explore cada zona y la totalidad depende de una serie de factores
reguladores. Desde el paciente y su familia: condiciones de vida culturales,
ocupacionales, geográficas, motivación para el tratamiento Desde el terapeuta y la
institución: esquemas teóricos, recursos técnicos, disponibilidades de personal y
espacios, estilos de supervisión. En cada momento, no obstante, la focalización adquirirá
una amplitud particular.
A lo largo del proceso terapéutico el foco puede ir modificándose. Si cada situación puede
entenderse como una estructura dotada de una organización interna peculiar, entonces es
comprensible que no se la pueda bordar por simple concentración masiva de estímulos
correctores sino en base a una planificación estratégica.
Recibo el llamado de una mujer: “Doctor, ¿Ud. podría darle una consulta a mi marido? Él
no llamaría. Está muy mal y me dijo que si yo me ocupo va”.
Hay quienes dicen que si no llama el paciente no hay que atenderlo, porque debe haber
demanda. No es práctico en salud mental colocar ese slogan siempre. Tiene importancia
saber quien demanda, pero no ponerlo como condición para dar la consulta.
Le doy una hora para los dos días siguientes. Viene a verme un hombre de 46 años, alto,
atlético, rubio, de ojos azules. Es como si no se le notara su altura ni el cuerpo atlético
porque esta como consumiéndose. Esta muy inseguro, le cuesta hablar y en la primera
entrevista tiene la voz temblorosa, de angustia. “Mire, yo en realidad vengo… mi mujer le
pidió la hora porque yo desde el 2 de enero (esto era en marzo) no volví a trabajar”.
Le digo que me cuente cómo es su trabajo. “Yo tengo una sociedad hace 15 años con un
primo de mi mujer y un amigo él. El último par de años se fueron sumando problemas y
decidí no volver. Hubo un cambio de la situación económica, del mercado de discos, hubo
un cambio en las condiciones de comercialización”.
“En un año nos asaltaron 10 veces, y lo más terrible fue el último. Yo llevaba el dinero y
se me cruza un auto con gente armada y no sé que me paso (llora), yo creo que estuve
loco. Acelere el coche, me tiraron, me hirieron el hombro y me podrían haber matado”
(llora).
Esta llorando por la muerte de él, que bien pudo haber ocurrido, y él llora también porque
estuvo loco. Él está desesperado por rodo lo que ocurrió. El asalto fue el 20 de diciembre
y el 2 de enero decidió no ir más.
Empiezo a pensar que me está contando la historia de una fobia, ha tenido una situación
de peligro y la respuesta al impacto traumático fue el desarrollo de una fobia.
Yo hago una intervención diciendo que me parece comprender que me cuenta una
historia donde en dos años ha habido muchos cambios, que él no está tolerando esos
cambios y los peligros que conllevan. “No es solo eso, es que mi padre nos abandono
cuando yo tenía 10 años” (llora).
Él ve una relación causal entre una historia de abandono en su familia y esto que parecía
referirse al balazo.
“Yo tenía más problemas en el trabajo no solamente esto de los asaltos. Cometí errores
muy serios. Estaba a cargo de controlar la parte financiera, que era el pago de deudas por
crédito de bancos. Y no sé que me paso, pero durante 3 meses del año pasado me olvide
de esta tarea. Mi olvido costo como 20.000 dólares”.
Este error lo vamos a escuchar como los errores de Freud, como actos fallidos.
Entonces le pregunto: “En enero dejo de ir, ¿Qué piensa Ud. y sus socios de esta
situación? ¿Qué piensa su mujer? “Ellos no sé, porque no hable más con ellos, mi mujer
dice que yo tengo que trabajar porque sino ¿de qué vamos a vivir?”.
Como el nivel de angustia era muy alto, estaba muy deprimido, le propongo, en la tercera
entrevista, medicarlo y el acepta. Por un tiempo, después se pudo ir suprimiendo la
medicación.
“Mi padre era un hombre de mucho dinero, que tenía una sociedad con su hermana, muy
exitosa. Era una inmobiliaria. Hasta que un día se les ocurrió dedicarse a los caballos de
carrera. Vivian en el hipódromo, empezaron a salir de noche, a salir con mujeres de la
noche. Un día los dos dejaron a sus familias y se fueron con estas mujeres y sus fortunas
a “vivir la noche”. Mi madre se puso muy furiosa y dijo “de esto hombre no se habla nunca
más”. Era una mujer muy sargenta y teníamos que cumplirle en todo. Y así salimos mi
hermana y yo, sometidos, con poco carácter. Después de 5 o 6 años lo vimos algunas
veces, pero la verdad es que no sabemos qué paso. Cuando mi padre apareció había
perdido todo el dinero y tenía un aspecto miserable”.
Edad que tenía el padre cuando pasó todo esto: 45 años. Se abre una serie de
conexiones interesantes: cuando él se olvido de controlar las finanzas de la empresa tenía
45 años. Es posible que haya desarrollado una identificación inconsciente con el loco, por
la que cometió a la misma edad, algún equivalente simbólico de aquella locura (la pérdida
de 20.000 dólares y la locura de escapar cuando estaba rodeado de asaltantes). El tiene
mucho miedo de volver loco, como cuando huyo, pero también a un nivel de identificación
inconsciente, tal vez deseaba volverse loco por el elemento de unión al padre que podía
aportarle seguirlo en su locura.
En la tradición psicoanalítica podríamos dedicar mucha atención a esta historia, pero las
papas queman. Este hombre no concurre al trabajo. No vamos a descuidar esta historia,
pero debemos considerar la situación actual, el está sin trabajar.
Cuando le hago una interpretación no pude pensar conmigo, ¿Qué quiere decir esto? Que
no tiene ningún gesto de insight, que la interpretación no le trae asociaciones.
“Yo sé que mi mujer se está enojando, pero si yo tengo que perder también a mi familia la
perderé. Pero a trabajar no vuelvo”.
Esto es inquietante porque en realidad ahonda la dirección de seguir el camino del padre.
Le pregunto si ha tenido algún sueño, si ha pensado en alguna otra cosa del asunto y las
respuestas son negativas.
Lo único que aporta es: “Mi mujer se está enojando mas conmigo, y me dijo que si no voy
a trabajar se va a separar”. Este hombre está bloqueado, paralizado y tal vez, decido a
mantenerse en el camino del padre. Cuando le señalo e interpreto su actitud negativa,
asiente. Nos confirma que está en actitud negativa.
“¿Uds. no podrían retirarse y recurar el capital?” “No, no podríamos”. ¿Qué se les ocurre
que se puede hacer en este momento?” La mujer dice: “Podría hablar yo con ellos”, y el
marido dice: “No quiero que te metas”. Recuerden la actitud negativa que él sostiene.
Creo que en esta situación el terapeuta debe ser activo.
Entonces digo: “Me parece constructiva la idea de que Ud., señora, hable con los socios.
Ud. se opone pero está en minoría” (como en una asamblea).
La mujer fue a hablar con los socios, tampoco estaban tan enojados como parecía. Ella
les explico que había desarrollado una crisis de angustia y ellos comprendieron. El los
pensaba mas enojados, pero este hombre siempre piensa que los otros son tan negativos
como él. Los socios dijeron que se trate y que cuando pueda concurra a hacer alguna
tarea. Vuelvo a hacer una sesión con él y la mujer y empezamos a pensar cuál podría ser
la tarea. Cuando los socios se enojaron con él porque había cometido ese error
financiero, le habían propuesto un trabajo afuera que era promover ventas de discos en
gasolineras, cosa que le había aterrado porque era en espacios abiertos y el padecía
agorafobia.
Cuando la mujer hablo con los socios le ofrecieron la misma tarea. Pero él dijo que no
podría ir a lugares desconocidos, hablar con gente desconocida, entonces ella se ofreció
a acompañarlo.
Luego de 3 meses le propuso a la mujer que se quede en la casa porque se iba a animar
a ir solo.
Friorini: Este hombre tiene un carácter muy pasivo, siempre pide a otro que lo dirija. Se lo
ha pedido a la mujer, se lo ha pedido a los socios y me lo pide a mí. En las consultas
conmigo es un hombre pasivo, no trabaja con las interpretaciones. Desde el punto de
vista de las transferencias, está repitiendo su relación pasiva con el poder de otro.
Él nos ha contado una historia de una ausencia de padre. También no está mostrando
que ante un padre ausente él se ha identificado con aspectos enfermos del padre. Otra
lectura es que él puede venir a encontrarse conmigo a ver si encuentra alguna función
paterna no enferma y no ausente. Si viniera a encontrar alguna función paterna no
enferma, el vendría portador de alguna diferencia potencial. ¿En qué sentido? En que
cuando se reencontró a medias con ese padre, nunca pudo reencontrarlo. El padre
tampoco se ofreció al reencuentro de ellos.
Instaurar alguna diferencia no quita que va a haber que lidiar con las transferencias. Parte
de la pregunta es cómo podremos abordar las repeticiones de la transferencia, pero
sabiendo que no hay solo eso, que puede haber otros caminos en torno a lo que se repite
como transferencia.
Kesselman: Psicoterapia breve
Hay muchas razones, pero creo que una de las respuestas esenciales es que las
necesidades actuales de masificar la asistencia psicológica son incompatibles con los
tratamientos psicológicos individuales prolongados.
En cuanto a las limitaciones, quiero señalar, las dificultades que se le presentan a los
psicoterapeutas que se rebelan contra el “elitismo”, se proponen masificar la asistencia
psicológica tratando de realizar un camino imposible: “hacer psicoanálisis a todo el
mundo”. Esta salida suele ser la forma en que el psicoterapeuta trata de resolver la
contradicción entre su confianza en la idoneidad de los tratamientos largos y costosos
(como el psicoanálisis) y sus deseos de realizar una psicoterapia optima y
económicamente accesible a todos.
a) No puede evaluar como optimas otras técnicas terapéuticas para los demás, si les
hace algo distinto de lo que considera lo mejor para sí mismo;
b) Al no tener información suficiente, no ve otro recurso que aplicar con los pacientes
el modelo que ha comenzado a aprender a través de su propio psicoanálisis;
c) Circulan habitualmente, en su medio ambiente profesional y de clase media,
afirmaciones acerca de que la terapia psicoanalítica es la única eficaz y que los
otros procesos psicoterapéuticos son ineficaces, que el psicoanálisis es costoso
pero profundo, y que las otras psicoterapias podrán ser gratuitas pero
superficiales.
Estas afirmaciones lo empujaran a abandonar el medio hospitalario una vez que comienza
a tener un número significativo de pacientes que le aseguren una práctica privada.
Vemos así, que el psicoanálisis ha provocado un retroceso en la construcción de
instrumentos adecuados para prestar asistencia psicológica a la gran masa de población.
d) El costo del tratamiento: El pago de los honorarios es un índice del respeto que el
paciente guarda hacia su propio tratamiento.
¿Qué hará el psicoterapeuta con estos axiomas ante la tares de prestar asistencia a todos
los sectores necesitados de la sociedad? Tendrá dos alternativas: emplear directamente
estas categorías o les da otra concepción recreándolas o creando nuevas categorías.
Está visto que el empleo de estas cinco exigencias en la confección de los encuadres de
la psicoterapia breve, ha tenido resultados poco provechosos, sobre todo en los medio
hospitalarios y en algunas instituciones privadas. Por otra parte, le ha ido demostrando al
psicoterapeuta la realidad del tremendo alejamiento que ha sufrido el psicoanálisis con
respecto a la cultura de masas.
El psicoterapeuta se ha visto tironeado por dos fuerzas: una que emerge de los
postulados científicos psicoanalíticos y otra que nace de los postulados de la cultura
popular.
Para la gente, en general, los tratamientos médicos poco eficaces, son los prolongados.
Frente al desarrollo de un tratamiento prolongado, el paciente tiene la convicción de que
su estado es grave o el terapeuta no es bueno. Y esto suele terminar en una consulta a
otro profesional o en busca de otra solución.
Esta la posibilidad de que el psicoterapeuta sea capaz de una labor creativa al conferir
otra concepción a las categorías psicoanalíticas recurriendo a otras técnicas o a otras
disciplinas. Es posible la instrumentación de ciertas categorías psicoanalíticas y en lo que
se refiere a las cinco exigencias:
d) El costo del tratamiento: Aquí deberíamos discriminar según los tipos de pacientes, de
acuerdo a los recursos económicos. Creo que aquellos pacientes con buenos recursos
económicos deben pagar los tratamientos en una relación entre sus posibilidades y las
necesidades del psicoterapeuta. Si bien es cierto que el terapeuta tiene el derecho a
recibir su remuneración económica, también creo que al no tenerla se beneficia y gratifica
no solo con el aprendizaje allí obtenido sino con los beneficios de prestar asistencia
social.
Los procesos correctos de duración y objetivos limitados, entre ellos las psicoterapias
breves, son el principal instrumento de la asistencia social, ya que son aptos para cubrir
todo el campo asistencial, sin sectores de privilegio. Dos características:
1. Noción de proceso corrector: es una tarea por la que un agente de la corrección asiste
psicológicamente al sujeto de la corrección, con un esquema instrumental, en una
situación determinada.
Corrección implica cambio. Nuevas formas de enfrentar los conflictos psíquicos que
limitan sus capacidades.
Todo proceso corrector presenta seis constantes. Se agrupan tres de cada lado del “cono
invertido” y los fenómenos registrados en cada una de ellas permiten rastrear el agente
corrector, la naturaleza de la desviación y a su vez permiten planificar el proceso de la
corrección.
b) Cooperación: es el grado de eficacia real con que cada sujeto de la corrección participa
para contribuir al logro o fracaso de la tarea.
Finalmente, las modificaciones obtenidas desde los iniciales trastornos que han aparecido
en la primera consulta o durante el proceso terapéutico permitirán que el agente tenga a
mano puntos iniciales de referencia de los cuales partir, de común acuerdo con su
paciente, para confeccionar el planeamiento de una tarea que periódicamente les habrá
de permitir la evaluación del proceso evolutivo y la confección del futuro proyecto.
Luego se puede diseñar una forma de atacar ese campo, de abordar y de relacionarnos
con ese objeto de estudio, una forma que nos indique que hacer, durante cuánto tiempo,
para llegar a donde, es decir a que meta y a través de cuales etapas. Esto es la
estrategia. Es el diseño de un plan de acción sobre el camino a recorrer para llegar a
nuestra meta u objetivo final, utilizando los datos que hemos obtenido en la etapa
logística.
La manera en que vamos a emplear este plan de acción, el tiempo en que lo vamos a
poner en movimiento, en el momento en que vamos a desarrollarlo. Esto es la táctica. El
plan de acción de se pone en movimiento en el momento y lugar adecuado.
Podemos utilizar muchos recursos para recorrer y operar sobre ese campo. Las
diferentes formas en que se utilizan los instrumentos para operar en el campo de
trabajo, o sea la sistematización de los distintos caminos para llegar a un fin recibe
el nombre de técnica.
Práctico 10: Psicoterapia sistémica. Fundamentos
Modelos sistémicos
El concepto básico que sirve para unificar los aportes de los distintos enfoques es el
concepto de sistema. El aspecto distintivo más característico del concepto de sistema es
su oposición al reduccionismo, el énfasis en las propiedades supersumativas que resultan
de la interacción de los elementos de un sistema.
Los inicios de la terapia familiar vinieron de la mano del antropólogo Bateson y su equipo
del Hospital de Palo Alto, que trabajaban en la investigación sobre la comunicación entre
el esquizofrénico y su familia.
Los `60 suponen un importante desarrollo para el modelo sistémico. Jackson crea el MRI
(Mental Research Institute), que fue el primer centro que presentó programas de
formación en terapia familiar.
Método terapéutico: Dentro del modelo sistémico los síntomas se consideran expresiones
disfuncionales del sistema familiar. La solución del problema se encuentra supeditada al
cambio en los patrones disfuncionales de interacción familiar. Y los procedimientos
utilizados para modificarlos son muy diversos y varían en función de las escuelas.
Para Minuchin las familias tienen límites interiores y fronteras con el exterior. Las familias
aglutinadas tienen límites muy difusos entre los subsistemas y fronteras más bien rígidas,
es difícil mantener la individualidad dentro de la familia, a la vez que comprometerse
mucho con el mundo exterior. Las familias desligadas tienen límites y fronteras rígidas de
forma que es difícil compartir lo suficiente, existe excesiva individualidad y a veces
algunas necesidades afectivas quedan por satisfacer. Teniendo en cuenta estas ideas se
dibujan los mapas estructurales, que delinean los límites de los distintos miembros de la
familia dibujándose así las alianzas y coaliciones.
Mediante la redefinición positiva del síntoma se intenta proporcionar una lectura relacional
distinta de los hechos, que ponga en duda las estructuras del sistema. La prescripción de
tareas conjuntas para varios miembros de la familia en ocasiones se pone al servicio de la
promoción de alianzas alternativas a las existentes. En la desequilibración requiere al
terapeuta que forme una alianza intensa con un subsistema de la familia para obligar a
una reestructuración de límites.
El uso del espejo unidireccional permite asegurar en gran medida el logro de la condición
de neutralidad del terapeuta respecto de la familia, considerada como indispensable.
Mantenimiento de una “meta-posición” respecto a la familia. Posibilita la revisión in situ de
las hipótesis circulares mientras se las pone a prueba. Una de las intervenciones más
características que siguen es la de la confrontación positiva del síntoma. Esta intervención
sienta las bases para la prescripción paradójica, si lo que está pasando en la actualidad
tiene un valor positivo, mejor no cambiar y persistir con los síntomas.
Las relaciones se manifiestan en el aquí y ahora. Los terapeutas familiares han creado
procedimientos de evaluación in situ. Los tratamientos en terapia familiar suelen tener un
número reducido y limitado de sesiones, no suelen ser más de veinte.
Recursos técnicos:
El uso de la resistencia ¿Por qué Ud. quiere cambiar? Desde el punto de vista teórico, el
tema de la resistencia apunta hacia el problema de conocer el (posible) valor funcional del
síntoma en el contexto de la vida del paciente. Este tipo de reflexiones ha dado lugar a lo
que se conoce como intervención paradójica. Consiste en que el “experto” prescriba de un
modo controlado y especifico aquello mismo que constituye el problema. Puede tomar las
siguientes formas: petición de cambio lento, prescripción de no-cambio, prescripción del
síntoma.
Desarrollos actuales:
Esta nueva óptica constructivista no se traduce en una nueva escuela de terapia sino en
un cambio de orientación del movimiento sistémico en el que participan representantes de
varias escuelas. El mayor cambio producido por la adopción del constructivismo ha sido el
dejar el énfasis previo en las secuencias de conductas y centrarse en la atribución de
significados compartidos por la familia. Atreverse a entrar en la “caja negra”.
Esta visión constructivista sugiere que el cambio en la terapia implica la modificación del
significado, de las premisas o de las estructuras de conocimiento del sistema. El terapeuta
deviene un “constructor de realidades” o alternativas más viables para la familia. Los
pacientes acuden a terapia por ser inviable la realidad que ellos mismos han construido.
Todas las variedades de terapia se basan en la modificación de esos constructos. El
cambio en la terapia implica una reconstrucción de la historia que el sistema ha creado
alrededor del problema. Así, la conversación se mantiene hasta que se crea una nueva
“narrativa”.
Desde esta perspectiva, los conflictos familiares se ven como trastornos de negociación.
El propósito de la terapia es ayudar a la familia a hacer una nueva construcción de los
acontecimientos.
No todos los terapeutas familiares han seguido esta tendencia constructivista, lo que lleva
a percibir el movimiento sistémico en una encrucijada entre aquellos que entienden la
organización familiar en términos de alianzas de poder y conductas encadenadas
funcionalmente, y los que consideran la familia como un sistema de creencias compartido
en el cual tiene sentido el síntoma.
La actividad terapéutica puede ser descrita como una actividad dialógica en la que de
manera activa el terapeuta busca insertarse en una visión del mundo aportada a la familia,
para generar propuestas de puntos de vista alternativos y/o de nuevas connotaciones con
las que el colectivo (terapeuta y familia) desarrolla nuevas perspectivas que no traen
consigo comportamientos sintomáticos o problemáticos. En la sesión el terapeuta
introduce así observaciones que pueden ser descriptas como diferencias significativas a
partir de las cuales surgen nuevas perspectivas compartidas que aumentan los grados de
libertad del sistema. La sesión de terapia parece una conversación con un especialista en
vas mas lados de las cosas que sabe acompañar al grupo para que el conjunto familia-
terapeuta vislumbre la naturaleza holográfica de múltiples perspectivas de las cosas o
incorpora al menos puntos de vista alternativos que permitan resoluciones originales de
problemas crónicos. Los descubrimientos y los cambios que resultan de la conversación
terapéutica son necesariamente propiedad de la familia consultante son el resultado de su
propia participación única en la co-evolucion de las ideas que se fueron dando entre el
terapeuta y la familia en el curso de la entrevista.
En este vaivén se fusionan los dos ingredientes rigor e información los así llamados
aspectos pragmáticos y estéticos de la terapia familiar sistémica.
El genograma de la señora N.
Becky, de siete años, había sido derivada a la terapia por su maestra a causa de un
escaso ajuste en el aula. Se la veía a menudo llorosa, se quejaba de extrañar el hogar y
daba una impresión general de inmadurez en su conducta social. En lo demás era
inteligente y tratable. Los padres aceptaron la consulta porque les preocupaba la
frecuencia de conductas similares en casa. Acudieron a la entrevista inicial con Becky y
su hermano menor, de cuatro años. Ambos tenían educación universitaria, se mostraban
sensibles en el plano emocional y parecían llevar vida armoniosa. La señora N había
recibido psicoterapia individual, centrada en problemas relacionados con su familia de
origen.
Observaciones curiosas.
- Sistema
- Frontera
Una frontera se puede experimentar como unas interacciones gobernadas por reglas, que
de manera regular se producen entre personas durante periodos largos. En grupos
familiares, en cambio, la frontera es un fenómeno interactivo que acontece en el tiempo.
Estas fronteras concurren a consumar y a definir la separación entre las subunidades del
sistema total. Por ejemplo, puede ocurrir que por rutina los padres a lo largo del tiempo
prohíban a sus hijos enterarse de ciertas cuestiones acerca de su matrimonio. Esta
censura de información crea una frontera firme en torno de la subunidad conyugal. A la
inversa, puede suceder que por rutina, la familia entera admita y llame a muy diversos
tipos de amigos y de intereses a participar de la vida familiar. Esta es una frontera de
unidad familiar abierta.
- Realimentación y homeostasis
- Terapeuta: Ahora querría saber por Sara, por ella solamente. ¿Qué sucedió antes
que acudiera la policía?
- Hija; Me parece haber dicho bastante por ahora… Realmente no recuerdo nada
más.
Los padres lograron dar señales a su hija de que se había apartado a distancia
inaceptable de la línea de base esperada. En silencio se taparon la boca, y Sara dejo de
hablar. Quedó callada, un poco confundida, otra vez en acatamiento a una norma familiar.
La homeostasis se había restaurado
- Realimentación y crecimiento
- Madre: Oh no! Karen no quiere saber nada. Odia que la toquen. Además, me
siento incomoda en esa situación.
- Padre (se dirige a su esposa): Lo estás haciendo bien. Está muy bien así.
- Madre (rompe a llorar, distiende su cuerpo): Esto es insensato, pero ella no es tan
mala.
La conducta nueva, de contacto físico tierno entre madre e hija, recibió varios refuerzos:
primero el padre alentó a su esposa para que aceptara la sugerencia del terapeuta,
después la hija mostró visible placer y por último la madre amplificó su conducta nueva
con sus lágrimas y un aminoramiento de su ira. Crecimiento y cambio en este campo
resultaran beneficiosos para la familia, antes que alcance otra meseta de invariabilidad
homeostática.
- Estructura
El término estructura denota pautas de interacción relativamente duraderas que concurren
a ordenar u organizar subunidades componentes de una familia, en relaciones más o
menos constantes. Estas alianzas y coaliciones pautadas entre miembros de la familia
son las estructuras que regulan su cotidiano flujo de información y energía.
- Estructura y proceso
- Estructura y contenido
Contenido denota los temas particulares y los concretos atributos de la vida, que,
enhebrados, proporcionan sustancia temática a los conceptos de información y de
energía.
En primer término la teoría general de los sistemas 1) admite y examina las estructuras
creadas por la expresión transaccional de contenidos, y 2) destaca las operaciones
conductuales merced a las cuales un ítem discreto de contenido se abre paso a través de
una frontera y, transformado por el acto mismo de cruzarla, influye sobre el ambiente
interpersonal circundante.
- Cambio de contexto
El contexto dentro del cual ocurre un particular suceso biológico o psicológico denota
todas las propiedades de un sistema vivo, que se acaba de describir. Un contexto existe
1) cuando una colectividad de partes circunda a un componente focal particular, y
mantienen con él una relación aneja y dinámica, y 2) cuando las transacciones que
ocurren entre las partes responden a los principios de la teoría general de sistemas.
Explicaba Minuchín (1974): “(…) una familia que funciona con eficacia es un sistema
social abierto, en transformación, que mantiene nexos con lo extrafamiliar, que posee
capacidad de desarrollo y tiene una estructura de organización compuesta por
subsistemas”. Los sistemas vivos se componen de “estructuras disipadoras”, es decir que
no se limitan a permanecer en un estado constante, como las estructuras de un cristal.
Las estructuras de un sistema vivo tienen que mantenerse siempre en un estado de fluir, y
esto las vuelve aptas para alcanzar órdenes nuevos de complejidad y niveles nuevos de
organización adaptativa. Las estructuras antiguas se disipan y, en fluir de su disipación,
son reemplazadas por otras nuevas que a su turno y a su tiempo desaparecerán también.
“Cada holón es un todo y una parte al mismo tiempo, no más lo uno que lo otro y sin que
una determinación sea incompatible con la otra ni entre en conflicto con ella. Cada holón,
en competencia con los demás, despliega su energía a favor de su autonomía y de su
autoconservación como un todo. La familia nuclear es un holón de la familia extensa, esta
lo es de la comunidad, y así. Cada todo contiene a la parte, y cada parte contiene también
el “programa” que el todo impone. La parte y el todo se contienen recíprocamente en un
proceso continuado, actual, corriente, de comunicación e interrelación”.
Tres puntos importantes cabe destacar aquí. En primer lugar, este modelo concede a la
actividad individual el poder de alterar el contexto en que se sitúa. Esto armoniza con un
modelo genuinamente cibernético. En segundo término: el pasaje de Minuchín (1974)
presenta total compatibilidad con una concepción sistémica de la conducta, a saber, que
el individuo participa de continuo en una reciprocidad con el ambiente, y que ambos se
influyen entre sí según el modelo de la circularidad de la causa y el efecto. Por último: la
experiencia interior de un individuo cambia cuando lo hace el contexto en el que vive. La
idea de que un contexto modificado lleva a modificar el carácter individual es un axioma
de la terapia familiar estructural que se sitúa en marcada contraposición a los modelos de
cambio sustentados por otras escuelas de psicoterapia.
La familia es un sistema abierto en transformación; se mantiene en continuo intercambio
de entradas con lo extrafamiliar y se adapta a las demandas, en cada caso diferentes, del
estadio evolutivo en que se encuentra. Por otra parte, este proceso de socialización
individual y de desarrollo familiar es, por naturaleza, conflictivo; de ahí que siempre sea
preciso encontrar un equilibrio, una norma que preserve tanto al individuo como al
sistema. En el interior del sistema familiar se desarrollan pautas de transacción
destinadas a asegurar que la conducta de los miembros individuales se regule en armonía
con el guion general, el que comanda la supervivencia de la familia en el mundo
circundante. Estas pautas se mantienen merced a dos fuentes de constreñimiento. La
primera es genérica y proviene de las reglas universales que gobiernan la organización
familiar. La segunda fuente de constreñimiento es específica: la configuración en extremo
personalizada que una familia imprime con el paso de los años a las diversas rutinas
cotidianas que pone en práctica en el curso de su vida.
Desarrollo normal: “La familia está sujeta a presiones internas que provienen de los
cambios evolutivos de sus propios miembros y subsistemas, y a presiones externas, que
provienen de la necesidad de adecuarse a las instituciones sociales significativas que
influyen sobre sus miembros. En respuesta a estas demandas de dentro y de fuera, los
miembros de la familia tienen que operar constantes transformaciones de su posición
reciproca, de suerte que puedan crecer al tiempo que el sistema familiar mantiene su
continuidad”.
En los diversos casos que los estructuralistas describen se disciernen cuatro categorías
principales de patología familiar: patologías de frontera, de alianza, de triangulo y de
jerarquía. Cada una hace su parcial aporte nocivo en las demás categorías.
- Patología de fronteras
En la familia desacoplada, hay excesiva distancia interpersonal; las fronteras que separan
a los subsistemas son rígidas, y es escaso el potencial de reverberación.
En la familia enmarañada, la frontera que la circunda suele ser rígida y cerrada, con
tendencia a dejar fuera el mundo externo y a aprisionar a sus miembros, manteniéndolos
cautivos en los entrampamientos de los subsistemas que tienen fronteras que por ser
difusas no promueven la autonomía individual.
- Patología de alianzas
En las alianzas que consuman una desviación del conflicto se observa la pauta de dos
padres que manifiestan una total ausencia de conflicto entre ellos, pero están sólidamente
unidos contra un hijo individual o una subunidad de hijos. La desviación del conflicto
reduce la presión sobre el subsistema de los cónyuges, pero a todas luces impone tensión
a los hijos.
- Patología de triángulos
Cada ordenamiento tiende a enfrentar dos miembros de la familia con un tercero, si bien
otros miembros se pueden sumar a cualquiera de los bandos. Los estructuralistas han
sostenido que por su naturaleza los triángulos tienden a ser inestables, a resolverse
periódicamente en ordenamientos de dos contra uno. Si esos dos son los padres,
estamos frente a un caso de desviación. Si son un progenitor más un hijo, es un caso de
alianza intergeneracional. Esta estructura de alianzas, si perdura lo suficiente, resultará
muy gravosa para los dos bandos, y se producirá una conducta sintomática.
- Patología de jerarquías
La inversión de las jerarquías de poder se considera a menudo la más destructora fuerza
para la estructura de la familia. Haley la ha indicado como fuente principal de
perturbación.
Para Minuchín y Fishman, la meta del cambio estructural es siempre “convertir a la familia
a una concepción diferente del mundo, que no haga necesario el síntoma, y a una visión
de la realidad más flexible y pluralista, que admita una adversidad dentro de un universo
simbólico mas complejo”.
- Fronteras
Las fronteras en cualquier sistema son las reglas que definen quién participa en él, así
como el grado en que los extraños pueden acceder al sistema. Estas conductas
gobernadas por reglas originan tres tipos de frontera:
2. Una frontera cerrada o rígida, que se representa con una línea llena: _____
- Alianzas y filiaciones
Estos símbolos de mapa se pueden emplear también para figurar la cualidad de las
transacciones usuales entre dos miembros de la familia:
1. Una alianza franca y amistosa, que se presume es normal, se figura con una línea
doble: Marido ≈ Esposa
Desviación de conflictos
Una observación frecuente es que dos miembros de una familia preservan su relación
desviando su conflicto incipiente para hacerlo pasar por un tercero. Por ejemplo: un padre
y una madre con tensiones ambos en su trabajo, pueden evitar atacarse entre sí en el
hogar si se unen para atacar a un hijo, con lo cual desviaran el conflicto entre ellos. Un
desvío así se representa: Padre = Madre
Hijo
Capítulo 3: Coparticipación y diagnostico.
Entrar en coparticipación con un grupo familiar quiere decir establecer contacto con él y
experimentar después las peripecias de ese contacto, los infinitos caminos por los cuales
este es aceptado, es resistido y es respondido por la familia como un todo, y por sus
miembros individuales. “En terapia familiar el diagnostico se alcanza por el proceso
interaccional de la coparticipación”.
Este enfoque considera una causalidad circular que, combinada con la teoría general de
sistemas, impone al terapeuta participar él mismo en la activación de los lazos de
realimentación de la familia y en la suscitación de las estructuras latentes que gobiernan
la vida familiar.
La actividad que demandan las técnicas de coparticipación obedece a dos supuestos: que
ningún extraño se cruza en la vida de una familia sin tropezar con las reglas de admisión
de esta, pero que de todas maneras no debe vacilar en llamar a las puertas de la familia.
La vacilación en llamar a las puertas es características de muchos procedimientos
diagnósticos tradicionales, si bien es cierto que echar estas abajo difícilmente proporcione
al terapeuta de orientación sistémica la información que le hace falta.
Una vez que el terapeuta conoce y aprecia la maravillosa y diversa complejidad de su ser
como individuo, se le ofrecen muchas opciones para introducirse en una determinada
familia. Si el terapeuta se conoce bastante, y tiene conciencia de su origen familiar, podrá
guiar sus maniobras por la percepción de que hay familias semejantes a la suya, y otras
que son por completo diferentes.
Hay posturas que son útiles para hacer coparticipación y que ayudan durante toda la
terapia. No serán más que descripciones nominales, y ninguna tendrá la elegancia de una
prescripción teórica. Pero son guías valiosas en el momento de reflexionar sobre los roles
de que uno dispone, estando ya en su tarea.
Posturas
Inducción: el converso. No hay como ser un converso para descubrir los males de la
conversión y los constreñimientos de la fe. Un buen terapeuta en ocasiones hará
coparticipación convirtiéndose a los usos de la familia. En tono, el lenguaje, en
gestualidad, respetará las reglas de esta congregación para alcanzar genuina experiencia
de la estrictez de su fe. Esta postura es sobre todo fecunda en las sesiones iniciales, en
que la familia está dispuesta a incorporar al terapeuta, pero sólo si acepta ser como son
sus miembros. En los casos en que la coparticipación se hace inducción, el último en
enterarse suele ser el terapeuta.
Para hacerse cargo del papel: directores y guiones. El terapeuta de familia tiene que
hacer papel de director, pero dejar a la familia que escriba el guion latente. Destacamos
latente, porque el guion cotidianamente actuado parece terrorífico y merece la peor critica.
Por eso algún terapeuta puede dar en creer que tiene necesidad de escribir para la
familia un drama enteramente nuevo. Esto no solo es descortés, y a menudo imposible,
sino que ignora la circunstancia de que si uno se toma el trabajo de considerarlo, la familia
tiene pensado un guion, uno que es bueno, pero desde luego que necesita de ayuda para
su producción. El peligro de esta postura es que el terapeuta se crea en la obligación de
escribir el argumento cuando todo lo que hace falta es una dirección firme para el guion
que la misma familia viene posponiendo desde hace demasiado tiempo.
La ventaja de esta postura es que permite asumir sin dilaciones el liderazgo que conviene
a un terapeuta. La familia demanda asistencia porque no ha resuelto sus propios
problemas y en consecuencia ha acordado contratar los servicios del terapeuta para que
le procure orientaciones nuevas. El terapeuta, como Minuchín lo señala, es alguien que
“expande contextos”, una persona que activamente sugiere a la familia caminos
alternativos para mirar la realidad y conducirse dentro de su propio sistema, con arreglo a
un guion a que la propia familia ya ha dado principio. Por el acto de adoptar este
liderazgo, el terapeuta forma una unidad nueva, que es la familia más el terapeuta, y en
esa unidad son posibles los cambios.
Una guía útil para el terapeuta es considerar que cada uno de sus pasos constituye una
intervención. Así se aprecia cabalmente que ninguna esfera de contacto con la familia
carece de significación diagnostica. Minuchín caracterizó las intervenciones en dos
clases: las que procuran acomodación a las estructuras prevalecientes de la familia; y
maniobras de reestructuración, destinadas a modificar pautas familiares.
Resumen: no hay diagnostico sistémico completo sin empeño activo del terapeuta por
modificar el funcionamiento de la familia y por observar el modo en que la familia trata esa
interferencia.
Minuchín: Una familia anoréxica
Con respecto a las “familias anoréxicas”, señala una característica predominante: los
límites entre las personas son demasiado débiles como para definir y proteger. Las
familias anoréxicas están atrapadas en la especie de dependencia donde la entrega, la
lealtad y el bienestar del grupo son fundamentales. Este es un terreno fértil para la
respuesta somática a la tensión psicológica.
Va a plantear que para que desaparezcan los síntomas es necesario que la paciente
adquiera la autonomía propia de una muchacha de 16 años, y que la dependencia de
Loretta y la preocupación de su madre son elementos interactuantes de la misma pauta.
Minuchín hace un análisis de las características familiares, de modo de ajustar el sistema
terapéutico en torno de ello. Asimismo, intenta enviar el mensaje de que Loretta debe ser
la dueña de su propia experiencia.
Señala, como uno de los problemas, un exceso de apego entre la paciente y su madre,
que relaciona con el poder de la figura materna en la cultura italiana. Se propone “eliminar
el exceso de apego, aceptando al mismo tiempo las normas de los Genotti”. Acto seguido
intenta desafiar la definición de la maternidad en esa familia.
Minuchín se propone componer un tema terapéutico que será la arena en la que desafiará
la realidad de esa familia: En lugar de “somos una familia con una niña anoréxica y padres
eficaces”, la terapia irá por la vía de “son una familia que quedó estancada en su
desarrollo y debe cambiar para adaptarse al cambio de sus hijas adolescentes”. Propone
que será un tema que irá construyendo en conjunto con la familia, en sus términos y
transacciones. Atribuye a Loretta el papel de estabilizador del grupo.
En un momento del trabajo, dice que intenta obtener apoyo para fortalecer la posición de
Loretta como líder del subsistema fraternal. Llega a decirles abiertamente “No veo que
haya nada malo”. También señala en el escrito que “como padre reconozco y respeto el
miedo de los padres”. Puede decirse, que como terapeuta, se posiciona a nivel
imaginario, o desde su yo.
Menciona una búsqueda por descentralizar a Loretta como padeciente, sus intervenciones
apuntan a re-enunciar el problema: la negociación de reglas para desarrollarse. Otra de
las cosas a las que apunta en sus intervenciones es a “hacer vinculaciones” entre los
padres, de modo de producir mayor distancia entre la madre y las hijas, y aumentar la
cercanía entre el padre y Loretta.
Apoya la conducta de Loretta como resistencia adecuada al sobre-control ejercido por sus
padres. Dice que su misión es bloquear el hábito familiar de transformar los problemas de
control de la conducta en chantaje emocional. Nuevamente se posiciona desde un eje
imaginario.
Llegado un momento, señala que una de las frases dichas por la madre puede utilizarse
para vincular el síntoma de Loretta con el funcionamiento de la familia, transformando su
inapetencia en una transacción personal. Este re-encarnamiento haría posible retirar el
síntoma del cuerpo de Loretta para dejarlo en manos de todos los miembros de la familia.
Le señala a Loretta que está atada a su madre, incapaz de tomar decisiones, de tener
iniciativas. Que está librando una batalla para crecer en la peor de las maneras:
matándose a ella misma para probar que su madre está equivocada. La inapetencia es un
símbolo de su dependencia, y se ha unido a la paciente en su lucha por la conquista de
autonomía. Dentro este marco, negocia un acuerdo con ella, comerá pero sola, sin su
familia, y se pesará cada vez que vaya a sesión, siendo su peso un secreto entre ellos
dos. Una vez pactado esto, avanza hacia el final de la sesión centrando el foco en la
apetencia reenmarcada como una cuestión de autonomía.
Muy significativo que diga: “Creo Loretta que no debes aumentar mucho de peso, porque
tu cara luce mejor alargada…pero quizás deberías aumentar 4 kilos”. También le indica
como tarea que debe hablar con su padre dos veces durante media hora.
Al finalizar, Minuchín concluye que hasta que se iniciaron los síntomas, la familia vivía en
un medio más o menos previsible y era más o menos funcional. Al entrar las hermanas
mayores en la adolescencia, sus exigencias pusieron en peligro la organización de la
estructura implícita de la familia. En ese contexto Loretta desarrolló un síntoma de
rebelión que también implicaba una acrecentada dependencia. Fue un cambio sin cambio,
pues su enfermedad implicaba una preocupación y un sobre-control que eran comunes en
la familia, al tiempo que su rebelión se limitaba a la alimentación. Es esto lo que se
denomina un cambio de primer orden, el individuo cambia de modo que las pautas del
sistema se mantienen.
Minuchín entiende a la familia como un sistema complejo, que funciona dentro de una
homeostasis que por momentos resultaría disfuncional. La terapéutica que él propone
intentará socavar la homeostasis existente, provocando una crisis dentro del sistema,
para que este mismo elabore una organización mejor, menos disfuncional. Busca
provocar cambios en el sistema como un todo, al mismo tiempo, cuestiona la realidad que
la familia acepta, y lo hace con una orientación hacia el crecimiento. Se considera
constructivista, ya que apunta a la creación y/o reestructuración de los vínculos.
El terapeuta no concibe al portador del síntoma como el paciente individualizado, sino que
sostiene que la causa está en ciertas interacciones disfuncionales que son producidas por
la misma organización del grupo familiar. La meta terapéutica apunta a dar mayor
amplitud para las fluctuaciones, para que la familia avance hacia una forma más compleja
de organización que permita enfrentar las situaciones actuales. Para ello será necesario
tomar en cuenta los estilos de comunicación que prevalecen en la familia.