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Psicoterapia y Psicoanálisis.
Resumen.
La cura psicoanalítica no es, sin duda, en los mismos términos que parten del modelo
médico. Pero esto no implica afirmar, como ha trascendido, que el psicoanálisis no cura,
porque, si fuera así, caeríamos en el riesgo de hacer perder a nuestra praxis sus
consecuencias en lo real, desentendiéndose, así, del padecimiento y transformándose en una
ideología especulativa. El psicoanálisis se convertía, por lo tanto, en una estafa analítica. Sin
embargo, la concepción de la cura analítica tiene una ética específica y diferente a las otras
terapéuticas. El método analítico implica que un sujeto descifre y revele aquellas palabras del
Otro en las cuales, el sujeto estuvo alienado, sometido e identificado; fijado a un punto que
estuvo reprimido para él. Esto lo llevará a romper con la repetición tanática y disponer de su
economía para conducirse al camino del deseo.
¿Qué quiere decir curar? ¿Cuál es la implicancia, para un analista, el tener que ver
con la cura? ¿Qué cura el psicoanálisis?
El concepto de cura no es un invento del psicoanálisis pero, sin duda, éste ha aportado
una particularidad, a la praxis de este concepto. La concepción psicoanalítica de la cura
plantea una ética específica y diferente a la de las psicoterapias y es lo que define - al
psicoanálisis - como “una terapéutica que no es como las otras”. 1
Tanto el psicoanálisis como las psicoterapias operan sobre la realidad psíquica como
factor esencial de la constitución de los síntomas. Ambas utilizan el poder de la palabra como
instrumento específico, reconociendo así que hay una incidencia del Otro sobre el paciente.
Es decir, un resto de efecto sugestivo e hipnótico. Pero el abordaje clínico de las mismas se
diferencia en el modo en que operan con esa realidad psíquica.
Freud, realizó un análisis profundo del fenómeno de la sugestión y del empleo de ésta
en el campo terapéutico, diferenciando el uso del poder de la sugestión de la transferencia,
de lo que se emplea en otras terapéuticas donde el uso de este poder sugestivo influye como
algo directriz.
“... La terapia hipnótica busca encubrir y tapar algo en la vida anímica; la analítica,
sacar a luz y remover algo...”.
“... La terapia hipnótica deja a los pacientes inactivos e inmodificados, y por eso,
igualmente, sin capacidad de resistir cualquier nueva ocasión de enfermar. La cura analítica
impone al médico y enfermo un difícil trabajo que es preciso realizar para cancelar unas
resistencias internas... Este trabajo de superación constituye el logro esencial de la cura
analítica...”
¿Qué implica este acto? Freud, responde que se trata de instalar dos fases en la
dirección de la cura, “... en la primera, toda la libido es esforzada a pasar de los síntomas a
la transferencia y concentrada allí...” (él libra batalla con el auxilio de la sugestión del médico);
“... en la segunda se libra batalla en torno de ese nuevo objeto y, otra vez se libera de él la
1
Soler, C: “Una terapia que no es como las otras”, en Presentación de Lacan. Manantial. 1988.
2
Freud, S: Conferencia XVIII, O.C., T. XVI. Amorrortu. Bs. As. 1984.
libido...”3 (la transferencia misma es desbaratada, se desarma el poder sugestivo del Otro en
el paciente).
Para el psicoanálisis, la cura es una determinación particular del sujeto. No hay forma
universal de cura. En tal sentido, la cura es un nombre de la verdad del sujeto.
3
Ibid.
resultados. Para Freud, la cura psicoanalítica no coincide con la eliminación de los síntomas,
sino que se trata de operar sobre las condiciones subjetivas que los determinan y aclarar el
deseo del sujeto. Para Freud los “efectos terapéuticos” no recubren todo el campo del
psicoanálisis. Éste, además, es un trabajo de investigación en tanto contenido de verdad que
da al propio ser. “...Si el médico no es absorbido enteramente por la práctica terapéutica el
psicoanálisis recompensa con creces sus empeños mediante insospechadas
intelecciones...”. 4
La ética freudiana implica confrontar al sujeto con la pregunta analítica: ¿ha actuado
conforme a su deseo? El análisis permitirá pasar, así, “de la miseria neurótica al infortunio de
la vida”.
Me serviré de una viñeta clínica para dar cuenta de las implicancias distintas que
conlleva las particularidades de los diferentes enfoques clínicos anteriormente señalados.
Se trata de un paciente que pide una entrevista porque “la mujer lo manda”, porque
ella no está dispuesta a continuar con él si sigue tomando cocaína. Anteriormente, fue a ver
a un terapeuta que trabajaba con terapias breves. Aquel terapeuta le organizó un programa
de trabajo donde él puso mucha voluntad. Éste le señalaba que él “era un paciente grave,
drogadicto y alcohólico y que debía proponerse dejar la droga que era un síntoma que había
que focalizar”. El tratamiento consistía en que, en todas las sesiones, debía hablar de la
droga, debía armar listas de todo lo que la droga lo dañaba, debía evitar pasar por el lugar
donde la conseguía, etc...
Los fines de semana, cuando cumplía las tareas terapéuticas y no consumía, podía
premiarse con las cosas que le gustaban; pero de lo contrario, tenía que castigarse, por
ejemplo no podía ir a la casa de campo el fin de semana.
El paciente dice que el tratamiento lo ayudo por un tiempo, pero que luego “volvió a
darse vuelta”.
4
Freud, S: Dos Artículos de Enciclopedia, “Psicoanálisis” (1922).
la sugestión del terapeuta y la “buena voluntad” de la conciencia del paciente, las cosas
andan, pero por un breve tiempo. La terapéutica apunta a lograr un aprendizaje de otra
conducta por medio de la persuasión de la autoridad terapéutica. Fortalece la “conducta sana”
mediante premios y castiga su adhesión a la droga (conducta desadaptada). Creemos que
este método terapéutico no permite ningún despliegue de la subjetividad. El paciente es
definido como un “Tú eres eso” (drogadicto, alcohólico, enfermo grave) sin armar ningún
orden de pregunta ni posición subjetiva frente a sus actos. Es decir, no aparece la pregunta
de ¿Qué es la droga para este paciente?, ¿Qué le hace síntoma actualmente?
Por otra parte, plantear un castigo por drogarse impide trabajar a la droga misma como
castigo. Por otro lado, se dice que la droga le hace mal. Esto marca una inconsistencia lógica
en la dirección de la cura, quizás por la falta de conceptualización de lo que implica el más
allá del Principio del Placer.
Del hijo dice que le cuesta imponer límites, pero además, que con el hijo no ha tenido
- él mismo - límites: que lo ha puesto a velocidades con el auto donde podría haberlo matado,
que lo lleva a la “villa”, donde busca droga, que se ha drogado con él. Mi intervención es que
debe elegir entre venir a hablar en análisis o gozar ilimitadamente frente al hijo. Esta
intervención produce, en el paciente, una denuncia de su novela familiar y también una
decisión. Decide analizarse porque no quiere “darse vuelta” más delante del hijo, no quiere
exponer al hijo y él no puede, ni entiende porque se droga (aquí la droga pasa a ser, por
primera vez, un enigma sintomático para él). Por otro lado, cuenta la historia con su padre. El
padre era muy autoritario que no lo dejaba, en su adolescencia, hablar con mujeres, ni salir.
Hasta que un día la madre se “encamó” con el cura del colegio. Los padres se separaron.
Dice que el padre “se dio vuelta”, pasó a ser más permisivo, a darle mucho dinero y libertad
“ilimitada”. Él, que tenía 18 años, empezó a drogarse “sin límites” y a “darse vuelta”. Se sitúa,
en el análisis, un significante que se recorta como privilegiado: “darse vuelta”. Él ve al padre
darse vuelta, ve a la novia darse vuelta, ve a los autos darse vuelta (en los accidentes), él
“dado vuelta” viendo la escena.
La intervención de la analista, con respecto a su actitud con el hijo, le posibilitó un
límite (en el marco del sin límite) que lo sacó del acting y le abre el camino de la historización
que le posibilita dos espacios temporales despejando la repetición en el hijo. Del hijo viendo
cómo él se “da vuelta”; a él, como hijo, que había visto cómo, el padre “se daba vuelta”. Esto
que estaba jugado al modo de un acting, entra, ahora, en un espacio simbólico que posibilita,
en este tiempo, otro modo de “dar vuelta” de esa escena en el terreno del análisis.
Pienso que, aún cuando este análisis no llegue a su fin, los efectos de verdad
producidos dejarán su marca en la vida del sujeto, y advertido de lo que estaba reprimido lo
conducirá a una genuina pregunta que conlleva la ética del método psicoanalítico: “¿Ha
actuado, usted, en conformidad con el deseo que lo habita?”.
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