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Consideraciones acerca de la Cura.

Psicoterapia y Psicoanálisis.

María Teresa Reyes

Resumen.

El objetivo de este trabajo es reflexionar sobre la particularidad de la cura


psicoanalítica, desplegando la importancia de la pregunta de; sí el psicoanálisis es una
terapéutica, ¿por qué no es como las otras?

Interrogarnos ¿qué cura un psicoanalista?, es preguntarnos por los efectos de la


práctica y la transmisión del psicoanálisis.

La cura psicoanalítica no es, sin duda, en los mismos términos que parten del modelo
médico. Pero esto no implica afirmar, como ha trascendido, que el psicoanálisis no cura,
porque, si fuera así, caeríamos en el riesgo de hacer perder a nuestra praxis sus
consecuencias en lo real, desentendiéndose, así, del padecimiento y transformándose en una
ideología especulativa. El psicoanálisis se convertía, por lo tanto, en una estafa analítica. Sin
embargo, la concepción de la cura analítica tiene una ética específica y diferente a las otras
terapéuticas. El método analítico implica que un sujeto descifre y revele aquellas palabras del
Otro en las cuales, el sujeto estuvo alienado, sometido e identificado; fijado a un punto que
estuvo reprimido para él. Esto lo llevará a romper con la repetición tanática y disponer de su
economía para conducirse al camino del deseo.

Me referiré a la importancia que ha dado Freud a la dimensión terapéutica de su


método, situando y definiendo el concepto de cura que, articulada desde la transferencia,
separa este concepto del de sugestión. Como segundo punto de desarrollo, se retomará la
pregunta de por qué el psicoanálisis es una terapéutica que no es como las otras, ubicando
los puntos de intersección y diferencia entre la psicoterapia y el psicoanálisis. Como tercer
punto, se presentará una viñeta clínica que permite explicitar las puntuaciones teóricas
anteriormente desarrolladas.

Consideraciones acerca de la Cura. Psicoterapia y Psicoanálisis.

¿Qué quiere decir curar? ¿Cuál es la implicancia, para un analista, el tener que ver
con la cura? ¿Qué cura el psicoanálisis?

El concepto de cura no es un invento del psicoanálisis pero, sin duda, éste ha aportado
una particularidad, a la praxis de este concepto. La concepción psicoanalítica de la cura
plantea una ética específica y diferente a la de las psicoterapias y es lo que define - al
psicoanálisis - como “una terapéutica que no es como las otras”. 1

Tanto el psicoanálisis como las psicoterapias operan sobre la realidad psíquica como
factor esencial de la constitución de los síntomas. Ambas utilizan el poder de la palabra como
instrumento específico, reconociendo así que hay una incidencia del Otro sobre el paciente.
Es decir, un resto de efecto sugestivo e hipnótico. Pero el abordaje clínico de las mismas se
diferencia en el modo en que operan con esa realidad psíquica.

Freud, realizó un análisis profundo del fenómeno de la sugestión y del empleo de ésta
en el campo terapéutico, diferenciando el uso del poder de la sugestión de la transferencia,
de lo que se emplea en otras terapéuticas donde el uso de este poder sugestivo influye como
algo directriz.

“...La sugestión directa es una sugestión dirigida contra la exteriorización de los


síntomas, una lucha entre la autoridad y los motivos de la enfermedad. Al practicarla no se
hace caso de los motivos, sólo se exige al enfermo que sofoque la exteriorización en
síntomas...”.

“... La terapia hipnótica busca encubrir y tapar algo en la vida anímica; la analítica,
sacar a luz y remover algo...”.

“... La terapia hipnótica deja a los pacientes inactivos e inmodificados, y por eso,
igualmente, sin capacidad de resistir cualquier nueva ocasión de enfermar. La cura analítica
impone al médico y enfermo un difícil trabajo que es preciso realizar para cancelar unas
resistencias internas... Este trabajo de superación constituye el logro esencial de la cura
analítica...”

“... En psicoanálisis trabajamos con la transferencia misma...”2.

Freud, ubica una diferencia crucial entre la sugestión empleada en la psicoterapia y la


sugestión que conlleva la transferencia analítica. Es el punto en que Freud ubica el centro de
la cuestión: “... En psicoanálisis trabajamos con la transferencia misma...”.

¿Qué implica este acto? Freud, responde que se trata de instalar dos fases en la
dirección de la cura, “... en la primera, toda la libido es esforzada a pasar de los síntomas a
la transferencia y concentrada allí...” (él libra batalla con el auxilio de la sugestión del médico);
“... en la segunda se libra batalla en torno de ese nuevo objeto y, otra vez se libera de él la

1
Soler, C: “Una terapia que no es como las otras”, en Presentación de Lacan. Manantial. 1988.
2
Freud, S: Conferencia XVIII, O.C., T. XVI. Amorrortu. Bs. As. 1984.
libido...”3 (la transferencia misma es desbaratada, se desarma el poder sugestivo del Otro en
el paciente).

El analizar la transferencia misma supone ir hacia el camino de desbaratarla. Por lo


tanto, en las psicoterapias que no analizan la operación transferencial, el terapeuta queda
ubicado en ese lugar de modelo Ideal como un amo para el paciente cuya conducta es
inducida. El terapeuta se ubica así en un lugar de saber sobre lo que el paciente necesita y,
éste último, queda en posición pasiva.

La posición del analista responde a la Regla de Abstinencia que implica, en cambio,


la dirección de no responder desde el lugar de saber. Éste le dice al paciente “yo no sé y, por
eso, es preciso que tú hables”. Abre, así, la dimensión del discurso al negarse a ser el que
sabe sobre lo que le pasa al paciente. El analista rechaza utilizar los poderes de la
identificación al Ideal. La abstinencia implica no hacer de estos ideales el fundamento de su
práctica. El análisis sería una hipnosis a la inversa, por eso, apunta a despertar al sujeto de
la pasividad del dormir.

Psicoterapia y Psicoanálisis. Consecuencias clínicas:

Las psicoterapias conciben al síntoma como signos de observación objetivada. La


cura es pensada en términos de desaparición de los síntomas (acento de los resultados
objetivos) que son pensados como conductas desadaptadas a la normatividad universal.

La cura es equivalente a la mejoría terapéutica (bienestar y armonía) y “es dada” por


el terapeuta. Ésta implica una identificación a los ideales normativos inducidos por el
terapeuta que tiene papel de modelo. Su dirección es bajo la persuasión o sugestión
homologando la cura a la adaptación de los objetivos terapéuticos planteados desde un
discurso Amo que sancionará cómo debe vivir el sujeto de acuerdo al paradigma social.

Para el psicoanálisis, la cura es una determinación particular del sujeto. No hay forma
universal de cura. En tal sentido, la cura es un nombre de la verdad del sujeto.

Para el psicoanálisis, el síntoma no es pensado como una conducta desadaptada en


términos de su objetivación, sino en su dimensión subjetiva (privilegiando la escucha sobre
la mirada), es decir, el síntoma es aquello que interroga al sujeto y que lo vive como cuerpo
extraño, enigmático.

Para el psicoanálisis, la cura no la da el psicoanalista, la cura se produce. Ésta no es


pensada en los términos de los resultados de la ciencia, como canon universal, sino que
Freud dirá que la cura depende de cada sujeto y acentúa el valor del método sobre los

3
Ibid.
resultados. Para Freud, la cura psicoanalítica no coincide con la eliminación de los síntomas,
sino que se trata de operar sobre las condiciones subjetivas que los determinan y aclarar el
deseo del sujeto. Para Freud los “efectos terapéuticos” no recubren todo el campo del
psicoanálisis. Éste, además, es un trabajo de investigación en tanto contenido de verdad que
da al propio ser. “...Si el médico no es absorbido enteramente por la práctica terapéutica el
psicoanálisis recompensa con creces sus empeños mediante insospechadas
intelecciones...”. 4

La ética freudiana implica confrontar al sujeto con la pregunta analítica: ¿ha actuado
conforme a su deseo? El análisis permitirá pasar, así, “de la miseria neurótica al infortunio de
la vida”.

Me serviré de una viñeta clínica para dar cuenta de las implicancias distintas que
conlleva las particularidades de los diferentes enfoques clínicos anteriormente señalados.

Se trata de un paciente que pide una entrevista porque “la mujer lo manda”, porque
ella no está dispuesta a continuar con él si sigue tomando cocaína. Anteriormente, fue a ver
a un terapeuta que trabajaba con terapias breves. Aquel terapeuta le organizó un programa
de trabajo donde él puso mucha voluntad. Éste le señalaba que él “era un paciente grave,
drogadicto y alcohólico y que debía proponerse dejar la droga que era un síntoma que había
que focalizar”. El tratamiento consistía en que, en todas las sesiones, debía hablar de la
droga, debía armar listas de todo lo que la droga lo dañaba, debía evitar pasar por el lugar
donde la conseguía, etc...

Los fines de semana, cuando cumplía las tareas terapéuticas y no consumía, podía
premiarse con las cosas que le gustaban; pero de lo contrario, tenía que castigarse, por
ejemplo no podía ir a la casa de campo el fin de semana.

El paciente dice que el tratamiento lo ayudo por un tiempo, pero que luego “volvió a
darse vuelta”.

Reflexionemos sobre los parámetros que se juegan en esta psicoterapia de base


conductista. El terapeuta está claramente en el lugar del Amo que le programa la vida, tiene
un saber sobre lo que le pasa, le sanciona que es un drogadicto y alcohólico, y determina un
síntoma (droga) en términos de objetivación. Privilegiando el valor de la “mirada" sobre la
“escucha”, ya que, hasta este momento, la droga, para él, no tiene dimensión de
interrogación. Él viene porque la mujer lo manda, no por la droga. Mientras dura el efecto de

4
Freud, S: Dos Artículos de Enciclopedia, “Psicoanálisis” (1922).
la sugestión del terapeuta y la “buena voluntad” de la conciencia del paciente, las cosas
andan, pero por un breve tiempo. La terapéutica apunta a lograr un aprendizaje de otra
conducta por medio de la persuasión de la autoridad terapéutica. Fortalece la “conducta sana”
mediante premios y castiga su adhesión a la droga (conducta desadaptada). Creemos que
este método terapéutico no permite ningún despliegue de la subjetividad. El paciente es
definido como un “Tú eres eso” (drogadicto, alcohólico, enfermo grave) sin armar ningún
orden de pregunta ni posición subjetiva frente a sus actos. Es decir, no aparece la pregunta
de ¿Qué es la droga para este paciente?, ¿Qué le hace síntoma actualmente?

Por otra parte, plantear un castigo por drogarse impide trabajar a la droga misma como
castigo. Por otro lado, se dice que la droga le hace mal. Esto marca una inconsistencia lógica
en la dirección de la cura, quizás por la falta de conceptualización de lo que implica el más
allá del Principio del Placer.

Desde la perspectiva psicoanalítica - este caso - toma otro rumbo. Mi intervención


apunta a sancionar lo que el paciente dice: “ella lo mandó, sino, lo deja” y sobre qué piensa
él de eso. El paciente se sorprende porque no le hablo de la droga y dice que no había
pensado que estaba allí por “ser mandado”. Relata en las sucesivas entrevistas como él ha
sido “mandado y, sino, dejado” y “tomado” por las mujeres, que dicen de él, que es un
“buenudo”. Yo, le marco cómo dice que él toma droga y que ella lo toma a él. Se abre, así,
una dimensión sintomática de su relación a las mujeres. Él pide análisis interrogándose por
su lugar con la mujer sintiéndose impotente frente a ella.

Del hijo dice que le cuesta imponer límites, pero además, que con el hijo no ha tenido
- él mismo - límites: que lo ha puesto a velocidades con el auto donde podría haberlo matado,
que lo lleva a la “villa”, donde busca droga, que se ha drogado con él. Mi intervención es que
debe elegir entre venir a hablar en análisis o gozar ilimitadamente frente al hijo. Esta
intervención produce, en el paciente, una denuncia de su novela familiar y también una
decisión. Decide analizarse porque no quiere “darse vuelta” más delante del hijo, no quiere
exponer al hijo y él no puede, ni entiende porque se droga (aquí la droga pasa a ser, por
primera vez, un enigma sintomático para él). Por otro lado, cuenta la historia con su padre. El
padre era muy autoritario que no lo dejaba, en su adolescencia, hablar con mujeres, ni salir.
Hasta que un día la madre se “encamó” con el cura del colegio. Los padres se separaron.
Dice que el padre “se dio vuelta”, pasó a ser más permisivo, a darle mucho dinero y libertad
“ilimitada”. Él, que tenía 18 años, empezó a drogarse “sin límites” y a “darse vuelta”. Se sitúa,
en el análisis, un significante que se recorta como privilegiado: “darse vuelta”. Él ve al padre
darse vuelta, ve a la novia darse vuelta, ve a los autos darse vuelta (en los accidentes), él
“dado vuelta” viendo la escena.
La intervención de la analista, con respecto a su actitud con el hijo, le posibilitó un
límite (en el marco del sin límite) que lo sacó del acting y le abre el camino de la historización
que le posibilita dos espacios temporales despejando la repetición en el hijo. Del hijo viendo
cómo él se “da vuelta”; a él, como hijo, que había visto cómo, el padre “se daba vuelta”. Esto
que estaba jugado al modo de un acting, entra, ahora, en un espacio simbólico que posibilita,
en este tiempo, otro modo de “dar vuelta” de esa escena en el terreno del análisis.

La escucha analítica le permite desplegar su historia y abrir enigmas que no se


planteaba: ¿Por qué él es mandado por una mujer?, ¿Qué lo toma cuando no puede dejar de
consumir droga?, ¿Qué lo tiene tomado? Se planteó, además, su relación con el padre y
preguntas con respecto a él: ¿Por qué la madre lo engañó?, ¿Sería potente el padre?, ¿Qué
relación hay con la droga y el padre? Allí donde relata cómo, por un lado, la droga es un
desafío a lo “careta” del padre, pero por otro, la droga lo deja “impotente”, no pudiendo coger
con la mujer. Se pregunta, entonces: “¿la droga misma es mi castigo, un mandato de mi padre
que sigo cumpliendo?”. “Con droga soy menos potente como hombre”. Se pregunta por su
relación a la droga y hacia dónde “eso” lo manda allí donde, a veces, se encuentra que no
puede ser con su yo. Si bien, su relación con la droga no la ha cortado totalmente,
actualmente, como él dice, “no se da vuelta”, sino que “da vueltas en el análisis por su historia
y por temas que lo preocupan”.

Desplegando, en el campo analítico, aquello que lo ha determinado y que ha dejado


al sujeto atado a una repetición tanática, al goce del mandato superyoico, a las
identificaciones que lo alienan en su ser perdido de lo real de su deseo. El análisis implica un
trabajo que produce efectos de verdad que lo sacan del desconocimiento. Operando desde
la transferencia, se intenta crear condiciones de un reordenamiento del goce para producir
un cambio en la posición del sujeto. Es decir, como decía Freud, posibilitar “donde ello era,
yo debe advenir” y, esto quiere decir que el sujeto puede ir más allá del destino que le fija el
Otro, produciendo un desanudamiento de las fijaciones en que se encuentra atrapada la
satisfacción pulsional para poner esa energía a disposición del yo.

Pienso que, aún cuando este análisis no llegue a su fin, los efectos de verdad
producidos dejarán su marca en la vida del sujeto, y advertido de lo que estaba reprimido lo
conducirá a una genuina pregunta que conlleva la ética del método psicoanalítico: “¿Ha
actuado, usted, en conformidad con el deseo que lo habita?”.
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