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María Guadalupe Zapata Rojas. Aportaciones técnicas del psicoanálisis.

Lectura uno: trabajos sobre la técnica psicoanalítica.


I. El uso de la interpretación de los sueños.
En el psicoanálisis nunca es obvia la respuesta a cuestiones técnicas, en ocasiones
la producción onírica es tan copiosa, y tan vacilante el progreso del enfermo en el
entendimiento de los sueños, que el analista no puede apartar de sí la idea de que
ese ofrecimiento de material no sería sino una exteriorización de la resistencia.
Hay que guardarse de mostrar un interés muy especial por la interpretación de los
sueños y de despertar en el enfermo la creencia de que el trabajo se quedará por
fuerza detenido si él no aporta sueños, también hay que educar al analizado más
bien en la convicción de que el análisis en cualquier caso hallará material para
continuar, aporte él sueños o no, y sin que interese en qué medida uno se ocupe de
ellos. Cada moción de deseo que hoy procura un sueño retornará en otro
mientras no sea entendida ni se sustraiga del imperio de lo inconsciente.

Así, el mejor camino para completar la interpretación de un sueño consistirá en


dejarlo para consagrarse al nuevo sueño, que retoma el mismo material en una
forma quizá más accesible. Todo saber adquirido sobre el sueño sirve también a la
formación de sueños como una advertencia.

II. Sobre la dinámica de la transferencia.


Todo ser humano, por efecto conjugado de sus disposiciones innatas y de los
influjos que recibe en su infancia, adquiere una especificidad determinada para el
ejercido de su vida amorosa, o sea, para las condiciones de amor que establecerá
y las pulsiones que satisfará, así como para las metas que habrá de fijarse
Es normal e inteligible que la investidura libidinal aprontada en la expectativa de
alguien que está parcialmente insatisfecho se vuelva hacia el médico (la
transferencia). Responde a los vínculos reales con el médico que para semejante
seriación se vuelva decisiva la “imago paterna, materna”.

Toda vez que la investigación analítica tropieza con la libido retirada en sus
escondrijos, no puede menos que estallar un combate; todas las fuerzas que
causaron la regresión de la libido se elevarán como unas «resistencias» al trabajo,
para conservar ese nuevo estado. El análisis tiene que librar combate con las
resistencias de ambas fuentes. La resistencia acompaña todos los pasos del
tratamiento; cada ocurrencia singular, cada acto del paciente, tiene que tomar en
cuenta la resistencia, se constituye como un compromiso entre las fuerzas cuya
meta es la salud y aquellas, ya mencionadas, que las contrarían.

El mecanismo de la trasferencia se averigua, sin duda, reconduciéndolo al apronte


de la libido que ha permanecido en posesión de imagos infantiles; pero el
esclarecimiento de su papel en la cura, sólo si uno penetra en sus vínculos con la
resistencia. Cuando nosotros «cancelamos» la trasferencia haciéndola
consciente, sólo hacemos desasirse de la persona del médico esos dos
componentes del acto de sentimiento; en cuanto al otro componente susceptible de
María Guadalupe Zapata Rojas. Aportaciones técnicas del psicoanálisis.

conciencia y no chocante, subsiste y es en el psicoanálisis, al igual que en los otros


métodos de tratamiento, el portador del éxito.

III. Consejos al médico sobe el tx psicoanalítico.


a. La tarea inmediata a que se ve enfrentado el analista es guardar en la
memoria los innumerables nombres, fechas, detalles del recuerdo,
ocurrencias y producciones patológicas que se presentan durante la cura, y
en no confundirlos con un material parecido oriundo de otros.
b. Mientras uno toma apuntes o traza signos taquigráficos, forzosamente
practica una dañina selección en el material, y así liga un fragmento de su
propia actividad espiritual que hallaría mejor empleo en la interpretación de
lo escuchado.
c. Tomar notas durante la sesión con el paciente se podría justificar por el
designio de convertir al caso tratado en tema de una publicación científica.
d. Mientras el tratamiento de un caso no esté cerrado, no es bueno elaborarlo
científicamente: componer su edificio.
e. Cuando el analista busca dejar de lado todos los afectos. Así no sólo se sitúa
él mismo en una disposición de ánimo desfavorable para el trabajo, sino que
se expone indefenso a ciertas resistencias del paciente, juego de fuerzas del
cual la curación depende en primer lugar.
f. El analista debe volver hacia el inconsciente emisor del enfermo su propio
inconsciente como órgano receptor, acomodarse al analizado como el
auricular del teléfono se acomoda al micrófono.

IV. Sobre la iniciación del tratamiento.


La iniciación del tratamiento con un período de prueba fijado en algunas semanas
tiene además una motivación diagnóstica.
Con relación al tiempo, se puede expresar al paciente: obedezco estrictamente al
principio de contratar una determinada hora de sesión; es la suya y permanece
destinada a él aunque no la utilice.

El analista introduce un proceso, a saber, la resolución de las represiones


existentes; puede supervisarlo, promoverlo, quitarle obstáculos del camino, y
también por cierto viciarlo en buena medida, pero, en líneas generales, ese proceso,
una vez iniciado, sigue su propio camino y no admite que se le prescriban ni su
dirección ni la secuencia de los puntos que acometerá.

Regla fundamental de la técnica psicoanalítica: “Una cosa todavía, antes que


usted comience. En un aspecto su relato tiene que diferenciarse de una
conversación ordinaria, mientras que en esta usted procura mantener el hilo de la
trama mientras expone, y rechaza todas las ocurrencias perturbadoras y
pensamientos colaterales, a fin de no irse por las ramas, como suele decirse, aquí
debe proceder de otro modo. No comentar esto antes de que se haya establecido
en el paciente una trasferencia operativa, un rapport en regla. La primera meta del
tratamiento sigue siendo allegarlo a este y a la persona del médico, para ello no
hace falta más que darle tiempo.
María Guadalupe Zapata Rojas. Aportaciones técnicas del psicoanálisis.

Es psicoanálisis, únicamente si la trasferencia ha empleado su intensidad para


vencer las resistencias.

V. Recordar, repetir y reelaborar.


El olvido de impresiones, escenas, vivencias, se reduce las más de las veces a un
«bloqueo» de ellas. El «olvido» experimenta otra restricción al apreciarse los
recuerdos encubridores, de tan universal presencia.
El analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo
actúa. No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin saber, desde
luego, que lo hace. La trasferencia misma es sólo una pieza de repetición, y la
repetición es la trasferencia del pasado olvidado; pero no sólo sobre el médico:
también sobre todos los otros ámbitos de la situación presente.

En la hipnosis, el recordar ideal de lo olvidado corresponde a un estado en que la


resistencia ha sido por completo abolida, el analizado repite en lugar de recordar.
Repite todo cuanto desde las fuentes de su reprimido ya se ha abierto paso hasta
su ser manifiesto: sus inhibiciones y actitudes inviables, sus rasgos patológicos de
carácter.
La libertad personal del analizado se respeta lo conciliable con tales previsiones, el
principal recurso para domeñar la compulsión de repetición del paciente, y
transformarla en un motivo para el recordar, reside en el manejo de la trasferencia,
en reelaborarla, vencerla prosiguiendo el trabajo en desafío a ella y obedeciendo a
la regla analítica fundamental.

VI. Puntualizaciones sobre el amor transferencial.


A primera vista no parece que del enamoramiento en la trasferencia pudiera nacer
algo auspicioso para la cura. Del enamoramiento: el afán de la paciente por
asegurarse de que es irresistible, por quebrantar la autoridad del médico
rebajándolo a la condición de amado, y por todo cuanto pueda resultar atractivo
como ganancia colateral de la satisfacción amorosa. De la resistencia, es lícito
conjeturar que en ocasiones aprovechará la declaración de amor como un medio
para poner a prueba al riguroso analista, quien en caso de condescender recibiría
una reconvención.

El analista jamás tiene derecho a aceptar la ternura que se le ofrece ni a responder


a ella, y que, al contrario, debería considerar, llegado el momento de abogar ante la
mujer enamorada por el reclamo ético y la necesidad de la renuncia, conseguir que
abandone su apetencia y, venciendo la parte animal de su yo, prosiga el trabajo
analítico.

Uno exige del paciente la más rigurosa veracidad, pone en juego su autoridad
íntegra si se deja pillar por él en una falta a la verdad. La técnica analítica impone
al médico el mandamiento de denegar a la paciente menesterosa de amor la
satisfacción apetecida. La cura tiene que ser realizada en la abstinencia.

Hace años me preguntaron cómo podría uno hacerse analista,


y respondí: «Mediante el análisis de sus propios sueños».

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