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INCONSCIENTE
FREUDIANO
¿Cuál es la intencionalidad Inconsciente?
Por la reacción ante el contenido manifiesto, los sueños pueden dividirse en tres
categorías: los que poseen un sentido y que al mismo tiempo son
comprensibles, no despertando extrañeza o asombro; otros sueños que, aunque
presentan coherencia y sentido, nos causan extrañeza por no saber cómo incluir
dicho sentido en nuestra vida psíquica y, por último, aquellos sueños que
carecen de sentido y comprensibilidad y que se nos muestran incoherentes,
embrollados y faltos de sentido.
Los sueños de los niños son simples y francas realizaciones de los deseos y
tienen una directa conexión con la vida diurna, presentando la única
transformación en el sentido que una idea en optativa es sustituida por una
visión en el presente y cierta para él.
Los actos fallidos.
Los actos fallidos son actos cuya realización importa una falla
evidente en algún mecanismo psíquico. Han sido agrupados,
en general en siete tipos: orales, escritos, de falsa lectura y de
falsa audición, olvido temporal, pérdidas y actos sintomáticos.
{«La vaca corrió hasta que cayó»}, dicha ligerito para que se convierta
en una palabra única, lo que también es «correr». Todas estas ingenuas
y excitadas corridas entre amiguitas se recuerdan porque sustituyen a
otras, menos inocentes.
II
De otra paciente, este sueño: Ella está en una cámara grande en la que hay toda clase de máquinas; es
como si se imaginase un instituto ortopédico. Oye que yo no tengo tiempo y debo administrarle el
tratamiento al mismo tiempo que a otras cinco. Pero ella se muestra remisa y no quiere acostarse en la
cama -o lo que fuere- que le está destinada. Queda de pie en un rincón y espera que yo diga que eso no es
cierto. Las otras se le burlan entretanto, diciendo que no son sino macanas de ella. En ese mismo
momento, es como si ella hiciera muchos cuadrados pequeños.
La primera parte de este contenido onírico se enlaza con la cura y con la trasferencia sobre mí. La segunda
contiene la alusión a la escena infantil; con la mención de la cama se sueldan ambos fragmentos. El
instituto ortopédico se remonta a uno de mis dichos en que había comparado al tratamiento, por su
duración y naturaleza, con un tratamiento ortopédico. Al comienzo de la terapia tuve que comunicarle que
por ahora tenía poco tiempo para ella, pero que después le dedicaría una sesión íntegra diariamente. Esto
despertó en ella la vieja susceptibilidad que es uno de los principales rasgos de carácter en los niños
predestinados a la histeria. Es insaciable de amor. Mi paciente era la menor de seis hermanos (por eso:
otras cinco) y como tal la preferida del padre, pero parece haber encontrado que su amado padre no le
consagraba suficiente tiempo ni atención. La frase espera que yo diga que eso no es cierto tiene la
siguiente derivación: Un niño, aprendiz de modisto, le había llevado un vestido y ella le había entregado el
dinero.
Después preguntó a su marido si debía hacerse de nuevo el pago en caso de que el niño lo perdiera. El
marido, para gastarle una broma, le aseguró que sí (de ahí las burlas del contenido onírico), y ella repitió
su pregunta una y otra vez esperando que él por fin dijera que eso no era cierto. Ahora bien, en el
contenido latente columbramos este pensamiento:
¿Debía pagarme el doble cuando yo le dedicase el doble de tiempo? Esta idea era mezquina o roñosa. (El
hacerse encima siendo niño es sustituido con mucha frecuencia en el sueño por la avaricia de dinero; la
palabra «roñoso» {que tanto significa «sucio» como «mezquino»} sirve de puente.). Si todo eso de esperar
que yo diga ha de parafrasear en el sueño la palabra «roñoso», el quedar-de-pie-en-un-rincón y el
noacostarse- en-la-cama armonizan con ello como ingredientes de una escena infantil en que ella se había
hecho en la cama y como castigo la pusieron en el rincón bajo apercibimiento de que su papá no la querría
más, sus hermanos hicieron escarnio de ella, etc. Los cuadrados pequeños aluden a una sobrinita suya que
le ha enseñado un juego
aritmético que consiste en inscribir cifras en nueve cuadrados, según creo, de tal modo que sumadas en
cualquier dirección den por resultado quince.
III
El sueño de un hombre: Ve dos muchachos que riñen; han de ser aprendices de
tonelero, como él lo infiere por los instrumentos esparcidos en derredor; uno de los
muchachos tiene derribado al otro, y el que está caído lleva pendientes con piedras
azules. El soñante se precipita contra el malhechor, enarbolando el bastón para
castigarlo. Este escapa y se refugia junto a una mujer que está de pie contra una
tapia, como si fuera su madre. Es una sirvienta, y da la espalda al soñante. Por fin
gira sobre sí y te echa una mirada terrible, tanto que él escapa de allí despavorido.
En sus ojos se ve la carne roja que asoma del párpado inferior.
El sueño empleó con largueza sucesos triviales de la víspera. Ayer vio, en efecto, en
la calle a dos muchachos, uno de los cuales revolcaba al otro. Cuando corrió a
separarlos, emprendieron la fuga. Aprendices de tonelero: sólo se esclarecerá con un
sueño posterior, en cuyo análisis él se sirve del giro «desfondar toneles». Pendientes
con piedras azules llevan casi siempre las prostitutas, afirma. Con esto armoniza una
conocida tonadilla, que habla de dos muchachos: El otro muchacho se llama María
(era, entonces, mujer). -- La mujer de pie: Tras la escena con los dos muchachos él
fue a pasear a la ribera del Danubio y aprovechó lo solitario del paraje para orinar
contra una tapia. Después siguió su camino y una mujer mayor, vestida con decoro,
le sonrió muy amistosamente y quiso darle su tarjeta.
Puesto que la mujer del sueño está de pie como él en el acto de orinar, se trata de una
mujer que orina y a ello se debe la terrible «mirada», el asomo de la carne roja, lo
que sólo puede referirse a los genitales que se entreabren estando en cuclillas, lo cual,
visto en la infancia, vuelve a aflorar en el recuerdo posterior como «carne viva» o
«herida». El sueño reúne dos ocasiones en las cuales, siendo niño, pudo ver los
genitales de niñitas, al revolcarse y al orinar ellas, y conserva el recuerdo de un
castigo o amenaza de su padre a causa de la curiosidad sexual demostrada por el
pequeño en esas ocasiones.