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Si uno de los progenitores se afecta, pero el otro es sano, todos sus descendientes serán
portadores fenotípicamente sanos. En el hipotético caso de que ambos sean enfermos,
todos sus descendientes lo serán. Y cuando uno sea enfermo y el otro portador, el 50%
pueden ser portadores y el otro 50% enfermos.
Estos riesgos se aplican a cada embarazo. Por esto, las enfermedades genéticas recesivas
simulan ser esporádicas, porque casi nunca hay progenitores o parientes en la línea
colateral afectados con esa enfermedad, y se necesita un estudio minucioso del árbol
genealógico para demostrar el tipo de herencia. También hay que tener en cuenta el
factor de consanguinidad entre los progenitores, muy frecuente en este tipo de
alteraciones.
Como observamos, dentro de las recesivas, el gen mutado no interfiere con el producto
del gen normal, y resulta suficiente un 50% del producto normal o menos para
conservar la normalidad fenotípica.
Carlos II murió sin hijos en 1700 y le sucedió Felipe V, el primer rey de la dinastía
Borbón. A lo largo de su vida dio muestras de padecer un trastorno mental,
posiblemente un trastorno bipolar. Se casó primero con María Luisa de Saboya, con
quien tuvo cuatro hijos, y luego con Isabel de Farnesio, con quien tuvo siete. Tres de sus
hijos le sucedieron en el trono: Luis I (1707-1724), sólo durante 8 meses (murió de
viruela a los 17 años); Fernando VI (1713-1759), quien también pudo sufrir un trastorno
mental grave; y Carlos III (1716-1788), aparentemente sano. Los dos primeros eran
hijos de María Luisa de Saboya, y el tercero, de Isabel de Farnesio. Por tanto, es posible
que un mayor grado de consanguinidad hubiera sido un factor de riesgo para que Felipe
V y Fernando VI sufrieran una enfermedad mental grave, pero no Carlos III.
En primer ejemplo nos demostró que Felipe V y su hijo Fernando VI estuvieron afectos
de un trastorno bipolar. El estudio de los árboles genéticos es una valiosa herramienta
para el estudio de la heredabilidad de ciertas enfermedades, como el trastorno bipolar o
la esquizofrenia. En ellas, la acumulación de alelos patógenos mediada por la
endogamia aumenta el riesgo de sufrirlas. En Felipe V y Fernando VI, la alta
consanguinidad habría sido un importante factor etiopatógeno de la enfermedad que
sufrieron. Por tanto, una elevada consanguinidad supone un factor de riesgo de sufrir
trastorno bipolar.
El último ejemplo nos dice que la endogamia por sí misma no es la causa de la aparición
de rasgos desfavorables, pero los alelos autosómicos recesivos escondidos en estado de
heterocigosis en los miembros de una familia por varias generaciones son favorecidos
por las uniones consanguíneas en su expresión. La discapacidad intelectual es un
trastorno que produce un impacto notable en la vida de un individuo, su familia y la
sociedad. Se encuentra presente en el 3 % de la población y continúa siendo la más
frecuente en la descendencia de matrimonios emparentados. Predominó la discapacidad
intelectual leve no sindrómica en correspondencia con lo reportado en la literatura
nacional e internacional, donde se estima que el 85 % de la discapacidad intelectual
corresponde a la forma leve y del 30 al 50 % a la discapacidad intelectual no
sindrómica.
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