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Clase 7.

El Renacimiento como problema/ Aspectos centrales y controversias:


formación, periodización, relación con la Antigüedad Clásica/ El
Renacimiento italiano/El humanismo.

INTRODUCCIÓN

Peter Burke en El Renacimiento, postula que el Renacimiento único es un mito. Y que es

producto de las hipótesis formuladas hacia mediados del siglo XIX por el historiador Jules

Michelet y el crítico Jonh Ruskin, y sobre todo por el erudito suizo Jacob Burckhart, quien

describió a este movimiento según dos características: «individualismo» y «modernidad».

El historiador holandés Johan Huizinga escribió que la palabra «Renacimiento evoca en el

soñador la imagen de un pasado de belleza, de púrpura y oro». Esta idea de renacimiento

es un mito, según Burke. Es un relato simbólico, cuya función es la de explicar o justificar

algunos de los aspectos de la realidad actual. La metáfora del renacer fue utilizada en el

siglo XIV por eruditos, escritores y artistas europeos para describir la sensación de estar

viviendo una nueva época, re despertar o re emerger a la luz tras la época que ellos fueron

los primeros en describir como «la edad oscura». Y esas metáforas también habían sido

utilizadas por Virgilio en la cuarta Égloga y y también aparece en el Evangelio según San

Juan. Lo más característico de la utilización de estas metáforas, en el período que va de

1300 al 1600, fue su aplicación a un movimiento de cariz más intelectual y artístico que

político o religioso.

Como todas las autoevaluaciones, las de los intelectuales y artistas del Renacimiento

resultan reveladoras y a la vez inducen a un error. Como otros hijos que se rebelan contra

la generación de sus padres, estos hombres tenían una gran deuda con la Edad Media que

tan a menudo denostaban. La concepción que tenían de su renacimiento era un mito, en el

sentido que presentaba una imagen distorsionada del pasado: era un sueño, un anhelo, y

también una reactualización o una representación del antiguo mito del eterno retorno. El

error de Burckhardt consistió en creer al pie de la letra la versión de los artistas e

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intelectuales del período, haciendo suya de manera literal esa concepción de renacimiento

y reelaborándola en su libro.

Dos hechos que niegan la tesis de Burckhart «Los hombres del renacimiento» eran

en realidad bastantes medievales. Y el Renacimiento no fue un acontecimiento singular.

Existieron varios renacimientos en la Edad Media, especialmente en el siglo XII y en la

época de Carlomagno. En ambos casos se produjo una combinación de logros artísticos y

literarios, con un resurgimiento del interés por las enseñanzas clásicas y también en cada

uno de los los contemporáneos consideraron que la suya era una época de restauración,

renovación o renacimiento.

En este sentido, la tesis de Burke es que el Renacimiento es un cúmulo de cambios,

un movimiento, acaecidos en la cultura occidental, y es un concepto organizativo que aún

tiene utilidad. Y Panofsky también considera que no es posible aislar el Renacimiento con

mayúscula como fenómeno único puesto que se observa en la historia cultural otros

renacimientos. La teoría de Panosfky es que, incluso, el «Renacimiento se mantuvo unido a

la Edad Media por mil lazos; de que la herencia de la Antigüedad clásica, por muy tenues

que fueran a veces los hilos de la tradición no llegó nunca a perderse de manera

irrecuperable, y de que hubo algunos vigorosos movimientos renovadores de tono menor

antes de la « la gran renovación» que culminaría en la época de los Medicis» (p.38).

1. EL RENACIMIENTO EN ITALIA: RESURGIMIENTO E INNOVACIÓN.

En primer lugar, Italia en los años que comprende el Renacimiento (1350-1550) no era una

unidad social ni cultural, era una expresión geográfica. En ese sentido, no es lo mismo el

renacimiento que se produce en el norte o el que se produce en el sur italiano. De hecho es

el renacimiento Toscano el que precedió a la recepción del renacimiento italiano en otros

países. Ahora bien,« los siglos XV y XVI fueron, sin duda, un período de innovación en las

artes, un tiempo de géneros, estilos y técnicas nuevos, una época llena de «primeros». Fue

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el tiempo de las primeras pinturas al óleo, de las primeras xilografías, de los primeros

grabados en cobre, de los primeros libros impresos. Se descubrieron las reglas de la

perspectiva lineal, que fueron puestas rápidamente a disposición de los artistas de la

época» (Burke, Capítulo 1 en El renacimiento italiano).

Una de las características distintivas de este movimiento es el intento entusiasta de revivir

otra cultura, de imitar a la Antigüedad en diferentes campos con diferentes medios. Esta

tendencia se hace evidente en la arquitectura. Sin embargo en la pintura se produjo un

avance que nada tenía que ver con la antigüedad: el descubrimiento de la leyes de la

perspectiva lineal. En las llamadas «buenas letras» (bonae litterae): la lengua, la literatura

y la enseñanza debían renacer.

El idioma básico que tuvo un renacimiento fue el latín clásico. Los intelectuales

recuperaron también los grandes géneros de la antigua Roma: la épica, la comedia, la oda,

la pastoral, etc. Petrarca escribió África una epopeya en latín sobre la vida del general

romano Escipión el Africano. Fue una de las primeras imitaciones de la Eneida. Merece

destacarse el hecho de que hasta al menos el 1500 se concedió más importancia a la

literatura en latín que a la escrita en lengua vernácula. El idioma de la renovación fue el

latín clásico. Cuando los contemporáneos hablan del renacimiento de las letras con esta

expresión no se referían tanto a la literatura en el sentido moderno sino al auge del

humanismo.

La palabra humanimus comenzó a utilizarse en Alemania en el siglo XIX para

designar la devoción por la literatura de la antigüedad grecorromana y los valores

humanos que de ella se pueden derivar. «Humanista» es una palabra que se erige en el

siglo XV y forma parte del argot de los estudiantes universitarios que designaban con ella

al profesor de «humanidades», de los studia humanitatis (engloba cinco disciplinas:

gramática, retórica, poética, historia y filosofía moral). Estas disciplinas reciben este

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nombre porque «ayudan a perfeccionar al hombre». Entonces, el humanismo primero fue

una práctica antes que un concepto.

«El humanismo es aquel desvelo por el legado de la Antigüedad -el literato especialmente-

que caracteriza la tarea de los estudiosos por lo menos desde el siglo IX en adelante.

Supone el redescubrimiento y el estudio de las obras de los clásicos grecolatinos, la

restitución e interpretación de sus textos y la asimilación de sus ideas y valores que

contienen» (Nicholas Mann, «Orígenes del humanismo» en Introducción al humanismo

renacentista).

Ahora bien, encontramos antecedentes del humanismo en

a) El renacimiento carolingio (VIII y IX). En ese período hubo una recuperación de la

práctica académica que presenta los rasgos que configurarán el oficio del humanismo:

búsqueda de manuscritos antiguos, cotejar los códices, anotaciones sobre los

manuscritos. Además el Imperio necesitaba contar con administradores instruidos por

fuera de la restringida esfera monacal. En este sentido se crearon escuelas catedralicias

en las que se leían textos clásicos y ayudaron a la formación de una clase letrada fuera

del claustro monacal y generaron una creciente demanda de libros que amplió el circulo

lector de las obras así difundidas. Con la caída del Imperio, las escuelas catedralicias

(que luego fueron universidades) siguieron siendo centro de estudios y los hombres

doctos aplicaron su erudición no sólo a las letras sino a fines más prácticos y seculares.

Además de literatos y filósofos, la sociedad necesita juristas, médicos y funcionarios

para quienes el estudio de los textos clásicos era como el de una instrucción

profesional. En Italia, a partir de 1300, especialmente en el norte, con el surgimiento de

las ciudades-estado, se necesitó de hombres que se encargaran de las cuestiones

administrativas y judiciales.

b) Aparecieron también los llamados dictadores quienes disponían del ars dictaminis:

arte de escribir cartas. Los dictadores estaban al servicio la profesión jurídica o de sus

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protectores. En el dictamen se puede reconocer una de las raíces del humanismo,

profundamente arraiga da en el pasado: la epístola llegaría a convertirse, en gran parte

gracias a Petrarca, en uno de los géneros de mayor fortuna durante el Renacimiento.

Un género versátil que dio cabida al discurso personal, y al político, a la investigación

erudita y al ensayo filosófico. En este contexto, también aparece otra de las raíces del

humanismo: el estudio del derecho romano en sus vertientes filológicas y prácticas y la

aparición del letrado laico por antonomasia. Las enseñanzas de las leyes romanas

alentaron el sentimiento de que la civilización clásica aún estaba viva y este sentir

despertó a su vez el deseo de conocerla.

¿En qué sentido podemos afirmar que se produjo un «auge» del humanismo en Italia entre

1300 y 1600? Así como se intentaba revivir el arte y la literatura clásicos, también se

realizaron esfuerzos para imitar el sistema educativo de Roma. Se enseñaba a hablar,

escribir y leer en latín. También fue posible estudiar griegos en algunas universidades

como Florencia o Padua. Los primeros profesores eran refugiados procedentes del Imperio

bizantino que paso a paso fue cayendo en manos de los turcos mucho antes de la caída de

Constantinopla en 1453. Gracias a ellos, muchos intelectuales italianos tuvieron la

oportunidad de leer en su lengua original importantes textos griegos como los de

Aristóteles. Así los humanistas italianos descubrieron serias discrepancias entre las

traducciones latinas y los textos originales.

En la actitud con respecto a la Antigüedad clásica los humanistas y los artistas

vinculados a ellos coexistían don elementos contradictorios: eran conscientes de la

distancia que tenían con la Antigüedad clásica y estaban preocupados por la corrupción de

la lengua y el declive de las artes que se produjo en Italia como resultado de la invasión de

los barbaros. Y por otro lado, se sentían muy cercanos a los grandes romanos. Petrarca

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escribía cartas a Cicerón y Maquiavelo se presentaba a sí mismo conversando con los

antiguos. En la carta a Franceso Vettori, Maquiavelo relata1

Saliendo del bosque me voy a una fuente y de aquí a un paraje mío. Tengo conmigo un
libro, o Dante o Petrarca, o uno de esos poetas menores como Tibulo, Ovidio o
semejantes: leo aquellas amorosas pasiones suyas y sus amores, me acuerdo de los míos
y gozo un rato de estas remembranzas. Me encamino luego hacia la taberna, hablo con
los que pasan, pregunto por las novedades de sus pueblos, oigo varias cosas, y noto los
distintos gustos y fantasías de los hombres. Llega, mientras, la hora de la comida, donde
con mi familia como de los alimentos que mi pobre casa y el pequeño patrimonio
permiten. Después de comer, regreso a la taberna, donde de ordinario están el tabernero,
un carnicero, un molinero y dos ladrilleros. Con éstos me abribono todo el día, jugando
cricca, triche-tach, y más de las veces se riñe por un centavo, y nuestros gritos se oyen
hasta en San Casciano. Así, empecinado entre estos piojos, limpio mi cerebro del moho y
desahogo la malignidad de esta suerte mía, esperando que me pisotee, para ver si así no
se avergüenza de tanto perseguirme.
Llegada la noche, me regreso a la casa y entro en mi estudio; en su umbral me quito esta
ropa cotidiana sucia y llena de lodo, y me pongo ropas regias y curiales; así, vestido
decentemente, entro a las antiguas cortes de los antiguos hombres donde, por ellos
amorosamente recibido, me nutro de aquel alimento que solum es mío, et para el cual he
nacido; y donde no me avergüenzo de hablar con ellos y preguntarles sobre la razón de
sus acciones; y ellos por su humanidad me contestan; y durante cuatro horas no siento
aburrimiento, olvido todo afán, no temo la pobreza, no me asusta la muerte: todo me
trasfiero a ellos. Y ya que Dante dice que no puede haber ciencia si no se retiene lo que se
ha entendido, noto lo que de esas conversaciones capitalizo, y he compuesto un opúsculo,
De Principatibus [El Príncipe], y ahondo cuanto puedo en mis reflexiones sobre este tema,
disputando qué es un principado, de cuántas especies son, cómo se adquieren y cómo se
mantienen, y por qué se pierden. Y si alguna vez os ha gustado alguna de mis
extravagancias, ésta no debería de desagradaros; y debería de ser bien aceptada por un
príncipe, maxime por un príncipe nuevo, y por eso lo dedico a Giuliano de Medici. Filippo
Casavecchia lo vio y os podrá informa parcial y totalmente de ello, y de las
conversaciones que con él tuve, aunque todavía sigo aumentándolo y repuliéndolo.

Para comprender este renacimiento de las formas clásicas en la arquitectura o en la

literatura, y el entusiasmo por descubrir y editar manuscritos clásicos, hemos de

contemplarlos como partes de una empresa más ambiciosa: la restauración de la antigua

Roma. Al igual que los antiguos, los humanistas creían en la interpretación cíclica de la

historia. Pensaban incluso que podían ser los «nuevos romanos», a base de hablar, escribir

y pensar como ellos y de emular sus logros, desde el Coliseo y la Eneida hasta el propio

imperio romano. Sin embargo, los italianos vivían en un sistema económico, político y

1 Carta completa en https://www.elviejotopo.com/topoexpress/carta-francisco-vettori/


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social diferente al de los antiguos. La idea del retorno a un pasado puede haber sido un

mito, pero era un mito en el cual mucha gente no sólo pensaba sino que vivía.

Uno de los conceptos claves de los humanistas era el de la «imitación» de la

naturaleza como la de los grandes escritores y artistas. Es decir, asimilar el modelo,

convirtiéndolo en propio y, a ser posible, superarlo. Para Panofsky la vuelta a la naturaleza

fue introducido en conexión con la renovación de la pintura a principios del siglo XIV

(1975, p.56)

çAl rechazar lo que conocían (arte gótico, filosofía escolástica, latinidad barbara), la Baja

Edad Media, los humanistas confundieron algunas veces los albores de la época medieval

con la Antigüedad que tanto admiraban. Por ejemplo, cuando el humanista Poggio ideó el

tipo de letra que conocemos como «renacimiento» o «itálica» creía que estaba siguiendo

unos ejemplos clásicos cuando se hecho sus paradigmas procedía de la Edad Media

pregótica.

La continuidad con la Edad Media se puede apreciar hasta el siglo XVI. Incluso en

materia religiosa, los humanistas tenían contradicciones. Ellos eran cristianos y no

adoradores de deidades paganas. Incluso Petrarca era clérigo. En este sentido, uno de los

problemas del renacimiento fue reconciliar la cultura cristiana tradicional con los

redescubrimientos clásicos. Además por muy profundo que fuese el resurgimiento de la

Antigüedad, éste no se llevó a cabo para sustituir al cristianismo. Y esta afirmación implica,

por otra parte, desdibujar la distinción entre Renacimiento y Edad Media, ya que las

formas clásicas habían sido imitadas por el arte romántico en los siglo X y XI y también

porque en los monasterios y universidades medievales se estudiaban a los poetas clásicos.

No debelamos contemplar el Renacimiento como una «revolución» cultural como si

hubiera sido una ruptura con el pasado, sino como un desarrollo gradual en el cual un

número cada vez mayor de individuos se sentían cada vez más insatisfechos con algunos

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elementos de la cultura bajo-medieval, y más atraídos por el pasado clásico. ¿A qué se

debió? Tres factores:

-el enclave geográfico: no fue casualidad que fuese en Italia ya que era Roma y no Grecia el

objeto de mayor veneración. Metafóricamente los humanistas estaban descubriendo a sus

antepasados. Los vestigios de la Antigüedad resultaban hasta cierto punto familiares. Así

no resulta fácil discernir si la inspiración clásica en el arte italiano de los siglos VIII, XII o

incluso en el XIV responde a una pervivencia o a un resurgimiento. Además, al encontrarse

en la península del corazón de Europa y tener fácil acceso al mar, los comerciantes de

Génova, Venecia o Florencia tuvieron la oportunidad de convertirse en intermediarios

entre Oriente y Occidente.

-el momento cronológico: apogeo en los siglos XIV, XV y XVI. Si la Antigüedad siempre

había formado parte del panorama italiano, ¿qué cambió? El desarrollo de las ciudades-

estado de Italia del Norte (XII, XIII), y la consecuencia del autogobierno de esas ciudades

cuyo apogeo puede explicarse en términos económicos, dado el intercambio entre Europa y

Oriente Medio. Los estamentos dirigentes empezaron a considerarse a sí mismos como

«cónsules» o «patricios«, los ayuntamientos como equivalente al «Senado» y a la ciudad

como «La nueva Roma».

-base social: los patricios urbanos. Y en este sentido, el Renacimiento fue un movimiento

minoritario urbano y no rural (la mayoría de la población italiana eran campesinos y

pobres).

La desintegración del renacimiento se da a partir de 1520 en lo que respecta las

artes visuales cuando se da una transición hacia el manierismo. En el caso italianos cuando

Miguel Ángel empezó a trabajar en la Capilla de los Medicis en Florencia.

2. Johan Huizinga, «El problema del renacimiento» en Hombres e ideas.

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El problema del renacimiento es un problema de carácter histórico puesto que implica

también el estudio del desarrollo del término que designa y, al mismo tiempo, está

indisolublemente vinculado con la vida contemporánea. Y va a estudiar diferentes

oposiciones: reforma/renacimiento; Edad media/ renacimiento;

Huizinga va a exponer las diferentes épocas e intelectuales que intentaron definir al

renacimiento. La primera persona que concibió claramente el acontecimiento renacentista

como hecho histórico acaecido en un momento preciso del pasado y que al mismo tiempo

derivó la forma italiana equivalente de la palabra Renacimiento del latín renasci,

aplicándola particularmente a la restauración artística (y confiriéndole el carácter de

concepto de la historia del arte) fue Giorgio Vasari: biógrafo de los pintores en 1550. Vasari

se propuso la tarea de «relatar las vidas, describir las obras y explicar las diversas

relaciones de los que, cuando el arte se había extinguido, primero acometieron la empresa

de revivirlo (risuscitate) y luego lo promovieron gradualmente a ese grado de belleza y de

majestad en que ahora lo vemos». El renacimiento de ningún modo determina la cultura

total del siglo XVI, sino un aspecto importante de la misma.

El concepto de Renacimiento carece de definición, no solo con respecto a sus límites

temporales sino también a la naturaleza y a la esencia de los fenómenos que lo constituyen.

El Renacimiento fue un cambio de marea. La imagen que refleja la transición de la

Edad Media a los tiempos modernos es no la de la revolución de una gran rueda,

sino la de una prolongada sucesión de olas que ruedan sobre una playa, cada una de

las cuales se rompe en lugar y en momentos diferentes. Por doquier las fronteras

entre lo viejo y lo nuevo son diferentes; cada forma cultural, cada concepto se

trasforma a su propio tiempo, y nunca la transformación abarca a todo el complejo

de la civilización. (Huizinga, 1960, p.249)

El Renacimiento heredó de la Edad Media sus conceptos y los adornó con colores

clásicos. Los ideales de vida que antes llevaban una existencia separada se unificaron ahora

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juntos: el noble cortesano, el instruido, el monje erudito, el burgués acaudalado dieron el

tipo del humanista, que se sentía cómodo en todas las cortes, familiarizado con el saber y la

teología apto para todos los cargos de la vida de la ciudad y el Estado.

En resumen, si se afirma que lo importante es determinar el lugar adecuado del

Renacimiento, entre la cultura medieval y la moderna, se suscitará un cúmulo de

problemas sin resolver o insuficientemente definidos. No es la forma antagónica de la

Edad Media y ni siquiera la región fronteriza entre los tiempos medievales y modernos. La

imagen ofrecida por el Renacimiento es de transformación y vacilación, de transición, y de

combinación de elementos culturales. Todo el que busque en él una total unidad espiritual

que pueda reflejarse en una fórmula única nunca alcanzará a comprenderlo en todas sus

expresiones. Sobre todo se debe estar preparado para aceptarlo en toda su complejidad, en

su heterogeneidad y en sus contradicciones y para aplicar un enfoque pirar a los problemas

que el período plantea.

BIBLIOGRAFÍA

Peter Burke, El Renacimiento, Barcelona: Crítica, 1993.

———“Capítulo 1”, “Capítulo 3”, “Capítulo 4”. “Capítulo 6” “Capítulo 8” en El renacimiento

italiano. Madrid: Alianza.

Jean Huizinga, “El problema del Renacimiento” en Hombres e ideas. Ensayo de historia

de la cultura, Buenos Aires: Fabril, 1960.

Erwin Panoksky, “Renacimiento, ¿definición o autoengaño?”, en Renacimiento y

renacimiento en el arte occidental, Madrid: Alianza, 1975. Cap. 1.

Jill Kraye (ed). Introducción al humanismo renacentista (cap.1, 2 y 11). Cambridge:

University Press.

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