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INTRODUCCIÓN
producto de las hipótesis formuladas hacia mediados del siglo XIX por el historiador Jules
Michelet y el crítico Jonh Ruskin, y sobre todo por el erudito suizo Jacob Burckhart, quien
algunos de los aspectos de la realidad actual. La metáfora del renacer fue utilizada en el
siglo XIV por eruditos, escritores y artistas europeos para describir la sensación de estar
viviendo una nueva época, re despertar o re emerger a la luz tras la época que ellos fueron
los primeros en describir como «la edad oscura». Y esas metáforas también habían sido
utilizadas por Virgilio en la cuarta Égloga y y también aparece en el Evangelio según San
1300 al 1600, fue su aplicación a un movimiento de cariz más intelectual y artístico que
político o religioso.
Como todas las autoevaluaciones, las de los intelectuales y artistas del Renacimiento
resultan reveladoras y a la vez inducen a un error. Como otros hijos que se rebelan contra
la generación de sus padres, estos hombres tenían una gran deuda con la Edad Media que
sentido que presentaba una imagen distorsionada del pasado: era un sueño, un anhelo, y
también una reactualización o una representación del antiguo mito del eterno retorno. El
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intelectuales del período, haciendo suya de manera literal esa concepción de renacimiento
y reelaborándola en su libro.
Dos hechos que niegan la tesis de Burckhart «Los hombres del renacimiento» eran
literarios, con un resurgimiento del interés por las enseñanzas clásicas y también en cada
uno de los los contemporáneos consideraron que la suya era una época de restauración,
renovación o renacimiento.
tiene utilidad. Y Panofsky también considera que no es posible aislar el Renacimiento con
mayúscula como fenómeno único puesto que se observa en la historia cultural otros
la Edad Media por mil lazos; de que la herencia de la Antigüedad clásica, por muy tenues
que fueran a veces los hilos de la tradición no llegó nunca a perderse de manera
En primer lugar, Italia en los años que comprende el Renacimiento (1350-1550) no era una
unidad social ni cultural, era una expresión geográfica. En ese sentido, no es lo mismo el
países. Ahora bien,« los siglos XV y XVI fueron, sin duda, un período de innovación en las
artes, un tiempo de géneros, estilos y técnicas nuevos, una época llena de «primeros». Fue
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el tiempo de las primeras pinturas al óleo, de las primeras xilografías, de los primeros
otra cultura, de imitar a la Antigüedad en diferentes campos con diferentes medios. Esta
avance que nada tenía que ver con la antigüedad: el descubrimiento de la leyes de la
perspectiva lineal. En las llamadas «buenas letras» (bonae litterae): la lengua, la literatura
El idioma básico que tuvo un renacimiento fue el latín clásico. Los intelectuales
recuperaron también los grandes géneros de la antigua Roma: la épica, la comedia, la oda,
la pastoral, etc. Petrarca escribió África una epopeya en latín sobre la vida del general
romano Escipión el Africano. Fue una de las primeras imitaciones de la Eneida. Merece
latín clásico. Cuando los contemporáneos hablan del renacimiento de las letras con esta
humanismo.
humanos que de ella se pueden derivar. «Humanista» es una palabra que se erige en el
siglo XV y forma parte del argot de los estudiantes universitarios que designaban con ella
gramática, retórica, poética, historia y filosofía moral). Estas disciplinas reciben este
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nombre porque «ayudan a perfeccionar al hombre». Entonces, el humanismo primero fue
«El humanismo es aquel desvelo por el legado de la Antigüedad -el literato especialmente-
que caracteriza la tarea de los estudiosos por lo menos desde el siglo IX en adelante.
renacentista).
práctica académica que presenta los rasgos que configurarán el oficio del humanismo:
en las que se leían textos clásicos y ayudaron a la formación de una clase letrada fuera
del claustro monacal y generaron una creciente demanda de libros que amplió el circulo
lector de las obras así difundidas. Con la caída del Imperio, las escuelas catedralicias
(que luego fueron universidades) siguieron siendo centro de estudios y los hombres
doctos aplicaron su erudición no sólo a las letras sino a fines más prácticos y seculares.
para quienes el estudio de los textos clásicos era como el de una instrucción
administrativas y judiciales.
b) Aparecieron también los llamados dictadores quienes disponían del ars dictaminis:
arte de escribir cartas. Los dictadores estaban al servicio la profesión jurídica o de sus
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protectores. En el dictamen se puede reconocer una de las raíces del humanismo,
erudita y al ensayo filosófico. En este contexto, también aparece otra de las raíces del
aparición del letrado laico por antonomasia. Las enseñanzas de las leyes romanas
alentaron el sentimiento de que la civilización clásica aún estaba viva y este sentir
¿En qué sentido podemos afirmar que se produjo un «auge» del humanismo en Italia entre
1300 y 1600? Así como se intentaba revivir el arte y la literatura clásicos, también se
escribir y leer en latín. También fue posible estudiar griegos en algunas universidades
como Florencia o Padua. Los primeros profesores eran refugiados procedentes del Imperio
bizantino que paso a paso fue cayendo en manos de los turcos mucho antes de la caída de
Aristóteles. Así los humanistas italianos descubrieron serias discrepancias entre las
distancia que tenían con la Antigüedad clásica y estaban preocupados por la corrupción de
la lengua y el declive de las artes que se produjo en Italia como resultado de la invasión de
los barbaros. Y por otro lado, se sentían muy cercanos a los grandes romanos. Petrarca
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escribía cartas a Cicerón y Maquiavelo se presentaba a sí mismo conversando con los
Saliendo del bosque me voy a una fuente y de aquí a un paraje mío. Tengo conmigo un
libro, o Dante o Petrarca, o uno de esos poetas menores como Tibulo, Ovidio o
semejantes: leo aquellas amorosas pasiones suyas y sus amores, me acuerdo de los míos
y gozo un rato de estas remembranzas. Me encamino luego hacia la taberna, hablo con
los que pasan, pregunto por las novedades de sus pueblos, oigo varias cosas, y noto los
distintos gustos y fantasías de los hombres. Llega, mientras, la hora de la comida, donde
con mi familia como de los alimentos que mi pobre casa y el pequeño patrimonio
permiten. Después de comer, regreso a la taberna, donde de ordinario están el tabernero,
un carnicero, un molinero y dos ladrilleros. Con éstos me abribono todo el día, jugando
cricca, triche-tach, y más de las veces se riñe por un centavo, y nuestros gritos se oyen
hasta en San Casciano. Así, empecinado entre estos piojos, limpio mi cerebro del moho y
desahogo la malignidad de esta suerte mía, esperando que me pisotee, para ver si así no
se avergüenza de tanto perseguirme.
Llegada la noche, me regreso a la casa y entro en mi estudio; en su umbral me quito esta
ropa cotidiana sucia y llena de lodo, y me pongo ropas regias y curiales; así, vestido
decentemente, entro a las antiguas cortes de los antiguos hombres donde, por ellos
amorosamente recibido, me nutro de aquel alimento que solum es mío, et para el cual he
nacido; y donde no me avergüenzo de hablar con ellos y preguntarles sobre la razón de
sus acciones; y ellos por su humanidad me contestan; y durante cuatro horas no siento
aburrimiento, olvido todo afán, no temo la pobreza, no me asusta la muerte: todo me
trasfiero a ellos. Y ya que Dante dice que no puede haber ciencia si no se retiene lo que se
ha entendido, noto lo que de esas conversaciones capitalizo, y he compuesto un opúsculo,
De Principatibus [El Príncipe], y ahondo cuanto puedo en mis reflexiones sobre este tema,
disputando qué es un principado, de cuántas especies son, cómo se adquieren y cómo se
mantienen, y por qué se pierden. Y si alguna vez os ha gustado alguna de mis
extravagancias, ésta no debería de desagradaros; y debería de ser bien aceptada por un
príncipe, maxime por un príncipe nuevo, y por eso lo dedico a Giuliano de Medici. Filippo
Casavecchia lo vio y os podrá informa parcial y totalmente de ello, y de las
conversaciones que con él tuve, aunque todavía sigo aumentándolo y repuliéndolo.
Roma. Al igual que los antiguos, los humanistas creían en la interpretación cíclica de la
historia. Pensaban incluso que podían ser los «nuevos romanos», a base de hablar, escribir
y pensar como ellos y de emular sus logros, desde el Coliseo y la Eneida hasta el propio
imperio romano. Sin embargo, los italianos vivían en un sistema económico, político y
mito, pero era un mito en el cual mucha gente no sólo pensaba sino que vivía.
fue introducido en conexión con la renovación de la pintura a principios del siglo XIV
(1975, p.56)
çAl rechazar lo que conocían (arte gótico, filosofía escolástica, latinidad barbara), la Baja
Edad Media, los humanistas confundieron algunas veces los albores de la época medieval
con la Antigüedad que tanto admiraban. Por ejemplo, cuando el humanista Poggio ideó el
tipo de letra que conocemos como «renacimiento» o «itálica» creía que estaba siguiendo
unos ejemplos clásicos cuando se hecho sus paradigmas procedía de la Edad Media
pregótica.
La continuidad con la Edad Media se puede apreciar hasta el siglo XVI. Incluso en
adoradores de deidades paganas. Incluso Petrarca era clérigo. En este sentido, uno de los
problemas del renacimiento fue reconciliar la cultura cristiana tradicional con los
Antigüedad, éste no se llevó a cabo para sustituir al cristianismo. Y esta afirmación implica,
por otra parte, desdibujar la distinción entre Renacimiento y Edad Media, ya que las
formas clásicas habían sido imitadas por el arte romántico en los siglo X y XI y también
hubiera sido una ruptura con el pasado, sino como un desarrollo gradual en el cual un
número cada vez mayor de individuos se sentían cada vez más insatisfechos con algunos
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elementos de la cultura bajo-medieval, y más atraídos por el pasado clásico. ¿A qué se
-el enclave geográfico: no fue casualidad que fuese en Italia ya que era Roma y no Grecia el
antepasados. Los vestigios de la Antigüedad resultaban hasta cierto punto familiares. Así
no resulta fácil discernir si la inspiración clásica en el arte italiano de los siglos VIII, XII o
en la península del corazón de Europa y tener fácil acceso al mar, los comerciantes de
-el momento cronológico: apogeo en los siglos XIV, XV y XVI. Si la Antigüedad siempre
había formado parte del panorama italiano, ¿qué cambió? El desarrollo de las ciudades-
estado de Italia del Norte (XII, XIII), y la consecuencia del autogobierno de esas ciudades
cuyo apogeo puede explicarse en términos económicos, dado el intercambio entre Europa y
-base social: los patricios urbanos. Y en este sentido, el Renacimiento fue un movimiento
pobres).
artes visuales cuando se da una transición hacia el manierismo. En el caso italianos cuando
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El problema del renacimiento es un problema de carácter histórico puesto que implica
también el estudio del desarrollo del término que designa y, al mismo tiempo, está
como hecho histórico acaecido en un momento preciso del pasado y que al mismo tiempo
concepto de la historia del arte) fue Giorgio Vasari: biógrafo de los pintores en 1550. Vasari
se propuso la tarea de «relatar las vidas, describir las obras y explicar las diversas
relaciones de los que, cuando el arte se había extinguido, primero acometieron la empresa
sino la de una prolongada sucesión de olas que ruedan sobre una playa, cada una de
las cuales se rompe en lugar y en momentos diferentes. Por doquier las fronteras
entre lo viejo y lo nuevo son diferentes; cada forma cultural, cada concepto se
El Renacimiento heredó de la Edad Media sus conceptos y los adornó con colores
clásicos. Los ideales de vida que antes llevaban una existencia separada se unificaron ahora
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juntos: el noble cortesano, el instruido, el monje erudito, el burgués acaudalado dieron el
tipo del humanista, que se sentía cómodo en todas las cortes, familiarizado con el saber y la
Edad Media y ni siquiera la región fronteriza entre los tiempos medievales y modernos. La
combinación de elementos culturales. Todo el que busque en él una total unidad espiritual
que pueda reflejarse en una fórmula única nunca alcanzará a comprenderlo en todas sus
expresiones. Sobre todo se debe estar preparado para aceptarlo en toda su complejidad, en
BIBLIOGRAFÍA
Jean Huizinga, “El problema del Renacimiento” en Hombres e ideas. Ensayo de historia
University Press.
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