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ÍNDICE
Jacques-Alain Miller
Eric Laurent
Mario Goldenberg
3. Niños y adolescentes
Mario Goldenberg
Guillermo Grosso
Mario Goldenberg
4. La práctica clínica
Guillermo E. Grosso
Valeria Festino
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1. El lazo familiar
El revés de la familia*
Jacques-Alain Miller
Les propondré que tomemos como tema de debate un texto muy breve de Lacan que
llegó a mí bajo la forma de dos pedazos de papel de Jenny Aubry, de tal modo que creí
que se trataba de dos notas distintas que a pedido suyo Lacan le había hecho llegar. Una
vez publicada en su totalidad, me di cuenta que se trataba de un solo texto, un recto
verso, con muy pocos parágrafos, extremadamente eficaz, pero enteramente escrito en la
perspectiva del síntoma, lo que nos lleva a reconstituir lo que sería la segunda
perspectiva, la del sinthome.
Es un texto en el que Lacan toma la experiencia de lo que llama “el fracaso de las
utopías comunitarias”, que existían en la época en que se buscaba ensanchar el círculo
de la familia, criar los niños en común, y hacer existir una entidad colectiva más allá del
círculo de la familia. Es divertido constatar, exactamente al contrario, la vitalidad de la
vida conyugal, modificada apenas, modificada por la homosexualidad. Se verifica que la
función de la familia conyugal permanece dominante y que ya no se trata de la utopía
comunitaria.
Se puede observar la lucidez de Lacan cuando destaca que la familia conyugal tiene una
función de residuo en la evolución de las sociedades, y que ella se mantendrá
precisamente porque se encuentra en el estado de residuo, en el estado de pequeño
objeto a. Lo que vivimos hoy día lo confirma. Interpreta esta resistencia misma de la
familia conyugal por el carácter irreductible de la transmisión, no la transmisión de un
saber, ni la transmisión de las necesidades, sino una transmisión constituyente para el
sujeto. Esto supone su relación a un deseo que no sea anónimo. ¡Esto es verdaderamente
fuerte! Hay allí una necesidad, es decir, algo que no cesa de escribirse. No importa
quien pueda hacer función ni interesarse en no importa quien que tenga la posibilidad
del deseo. Es necesario que el sujeto sea aquí llamado en la singularidad del je, del
mismo modo que uno no se analiza con el psicoanálisis, sino con un o una psicoanalista.
No alcanza con leer Freud y Lacan para analizarse con. Esto debe ser activado de un
modo que no sea anónimo. En este nuevo desciframiento que Lacan propone y al mismo
tiempo permite, insiste en que la madre tenga un interés particularizado por el niño y
que el padre sostenga una encarnación de la ley en el deseo, es decir que no esté
desencarnado. Y el grave error fue considerar que Lacan, en la metáfora paterna,
exaltaba la función paterna de la cual durante largo tiempo había señalado su
decadencia. Se trata, al contrario, de una matriz de funciones freudianas que, presentada
así, permite descubrir que sólo se trata de semblantes.
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En esta nota Lacan introduce la referencia al síntoma del niño como representante de
una verdad. Hay también observaciones muy interesantes que conciernen al síntoma
somático del niño y los recursos que le ofrece, que hace pensar en lo que se ve hoy
desgraciadamente del lado de ciertas familias de autistas que descubren un recurso
inagotable para testimoniar de la culpabilidad, servir de fetiche o encarnar un rechazo
primordial; estas tres versiones reflejan, me parece, la neurosis, la perversión y la
psicosis.
Dicho de otra manera, propongo que adoptemos para las próximas Jornadas el tema
familiar, ilustrado por los casos clínicos: ¿Por qué no “Los fenómenos familiares”? Más
serio: “El lazo familiar en la experiencia analítica”. El lazo familiar es en efecto una
forma bien particular del lazo social. Podríamos incluso decir que es el único lazo que
se inscribe en una relación que podemos soñar que es natural. En fin, está sin embargo
completamente desnaturalizado y tal como Lacan observa en el Seminario El Sinthoma,
la naturaleza es un popurri de fuera de la naturaleza.
Eric Laurent
Aquella familia se sostenía en el casamiento entre un hombre y una mujer; y hoy ¿quién
sabe qué es exactamente un hombre o una mujer en una época de trastorno de género
generalizado?... Por ejemplo, en el caso de las parejas unisex ¿cómo estar seguro de que
el otro es del mismo sexo? Esta es la pregunta queer, que plantea que la categoría de
sexo está construida socialmente; por tanto, es un universal extraño y a partir de ahí ya
nadie puede estar seguro de nada.
Igualmente para criar a los niños ¿quién sabe hoy qué es la educación? ¿quién sabe hoy
lo que significa criar a un niño? Existen multitud de expertos que están en desacuerdo y
se proponen una burbuja de soluciones -al estilo de la burbuja financiera-, que amenaza
con estallar a cada rato, mostrando el desasosiego y la angustia profunda de la
institución escolar en la que, en lugar de responder a lo que significa educar y transmitir
un saber, sólo encontramos lamentaciones sobre lo imposible que es educar a los niños.
Así que los niños tampoco están concebidos dentro del casamiento, y muchos son
concebidos con la ayuda de la ciencia, no sin que se acabe produciendo una especie de
objetos con los cuales no se sabe bien qué hacer; me refiero a los embriones en serie
producto de la experimentación.
Por tanto, la hipermodernidad opera sobre los términos de lo que antaño era la familia
tal y como lo hace sobre otros sectores de la cultura, revelando el carácter ficcional de
los lazos familiares y sociales. Es como el capitalismo, tiene una función de destrucción
creadora: destruye la tradición y hace proliferar una nube de nuevas formas; y estas
formas, como no están consolidadas por el tiempo, son lazos mucho más frágiles. Las
normas, como las leyes están siempre mal hechas, y como en la actualidad no hay
tiempo de darse cuenta de hasta qué punto están mal hechas, se vuelven obsoletas antes
de poder consolidarse.
1VII Jornadas de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis -ELP- bajo el título Clínica del
Lazo Familiar y de sus Nuevas Formas. 8 y 9 de noviembre 2008
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Nos encontramos aquí con una paradoja que constató nuestra colega María José Freiría
en su ponencia y es que, al mismo tiempo que se sofistican las ficciones, cada vez
insiste más la nostalgia en el Derecho Natural. Para ella esto es una paradoja, ya que
¿cómo con esta proliferación ficcional no conseguimos dejar de lado esta creencia en lo
natural de la institución familiar? Sin embargo, esto es una paradoja fundamental.
Porque surge al mismo tiempo en el que la nube de ficciones, en sus incertidumbres
mismas, ofrece un campo nuevo a las concepciones más o menos delirantes de los
padres sobre lo qué quieren de un niño, y se puede ver bien cómo cumplen con su culpa
al no estar a la altura de los ideales transmitidos por la tradición o, si no, por la
televisión, por las historias que allí se cuentan, en definitiva, el storytelling general.
Lo convencional de las ficciones al mismo tiempo revela cada vez más el carácter de
objeto real del niño, objeto pasionalmente deseado y rechazado al mismo tiempo. Es
decir, lo que queda disfrazado, disimulado por la hipótesis institucional es que este niño
como objeto de pasión es algo que obstaculiza, que hace objeción a la creencia en lo
ficcional.
Vemos este doble movimiento en las dos grandes escuelas sociológicas sobre la
evolución de las familias y que inspiran las leyes del amo. Para una de ellas, la familia
ha dejado de ser una institución, y lo importante es el uso que la gente hace de esas
ficciones: cuál es la más popular, la menos..., y esto llega hasta el derecho fiscal para
considerar a cuál conviene subvencionar, etc. Así que considerar que la familia no es
una institución, es considerar que es como la religión en la laicidad post-revolucionaria,
es decir, que pertenece al registro privado.
Para la otra, que está cercana a la Iglesia, la familia se mantiene como una institución; y
frente a la diversidad existente, incluso a la inexistencia del lazo familiar, entonces se
decreta que cuando incluso no hay familia existe una. Y existe una a partir de una
operación mágica que consiste en mantener la ficción de que es el hijo el que crea la
familia. Ya al nacer, sólo por nacer, crea la familia. Esta ficción jurídica permite
mantener la ficción religiosa adaptada a los descubrimientos de la ciencia, ya que
gracias al código genético se puede asegurar que el niño va a tener su número de
código, número calculable, y se puede afirmar que si no se encuentran los padres se
podrán realizar los test que permitan definir la paternidad. En definitiva, una operación
que reduce la filiación a una categoría burocrática.
Sin embargo, esta esperanza de encontrar un límite, una roca debajo del mundo de las
ficciones tiene sus impasses, y el caso presentado por Guy Briole en la Plenaria de
apertura lo demostró. Una vez que aparecen estas bodas soñadas entre la institución
familiar y la ciencia surge la pregunta por la causa. Es decir, lejos de ser un límite, la
genética abre al mundo nuevas ficciones, abre un imperio de historias, de storytelling.
Además, nos hace entrar en el mundo encantado de la medicina predictiva: con el
código genético uno puede soñar cuáles van a ser sus vidas posibles; qué riesgo tiene de
contraer tal o cual enfermedad, cómo será la vida con un 70% de probabilidades de
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desencadenar un cáncer linfomático entre los 56 y los 62 años. ¿Cómo es una vida así?,
¿cómo soñarla? Hay toda una industria que ya está preparada para explicar lo que es
vivir una vida así. Y vamos a tener manuales de cómo vivir la vida, educarnos a cómo
vivir la vida debajo de estas ficciones que van a provocar una nueva desorientación en
las ficciones jurídicas.
La cuestión es que la familia, frente a este mundo encantado, puede llegar a ser el lugar
transitorial que permita calcular cuál es el riesgo al que ya estamos expuestos. En este
sentido, la historia, la herencia -incluida la herencia genética-, va a ser sólo un momento
transitorio. Con la exploración global del código genético, cada uno de nosotros vamos
a poder calcular cuáles son los riesgos a los que estaremos expuestos. Es decir, la
ciencia va a decir mucho más sobre nuestras herencias que lo que podrá hacer la familia.
Ahora bien, sean las ficciones jurídicas, sean las ficciones científicas, todo ello nunca
podrá dar cuenta del punto de real de lo que es el origen subjetivo de cada uno. O sea, la
malformación del deseo del cual cada uno proviene; no la malformación genética, sino
la malformación de lo que fue el encuentro fallido entre los deseos que a cada uno de
nosotros nos propulsó al mundo.
En este fallo particular en el encuentro entre los sexos, -y no importa si son o no del
mismo sexo-, y el deseo de niño, eso siempre será como el encuentro del paraguas y la
máquina de coser sobre la mesa de disección... ¿Quién podrá saber de qué extrañeza del
goce proviene? El origen mítico que sostiene las ficciones nunca dejará de interrogar
este punto en el cual el origen no puede responder al misterio de quién soy yo, ni a la
imposibilidad de ser causa de sí mismo...
Definir al padre como una función, tal y como lo formuló Lacan, es un paso decisivo,
porque de una función no se puede definir el conjunto de los casos que abarcan dicha
función. La función no es definida a partir de una esencia, o de sus caracteres como un
concepto, sino que es definible por las realizaciones de las variables que constituyen su
desarrollo. La función paternal no podemos conocerla sino a partir de los modelos que
ella misma realiza. Si ser es ser el valor de una variable, ser un padre es ser uno de los
modelos de realización, uno de los valores -a, b, c,...- de la función paternal. Y los
padres, uno por uno, son las versiones de goce de esta función. Son padre-versiones,
perversiones. Por tanto, no se trata del padre en tanto que nombre-semblante, sino que
se trata del objeto a.
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En nuestro campo analítico tenemos algo en común con la física cuántica en la que
cada objeto se puede definir a partir de su velocidad o de su posición o, como en el caso
de la luz, como onda o como corpúsculo. Así, de la misma manera podemos definir en
nuestro campo un objeto a partir de su posición significante, o a partir de su posición de
objeto.
Lacan nos proporcionó la definición de un padre a partir del objeto a con la fórmula de
que: “Un padre no tiene derecho al respeto y al amor, mas que si dicho amor está
perversamente orientado. Es decir, si hace de una mujer objeto a, causa de su deseo.
Pero lo que una mujer acoja así no tiene nada que ver en la cuestión. De lo que ella se
ocupa es de otros objetos a que son los hijos”. Esta frase es una trenza muy precisa.
Según esto, ser un padre es haber tenido la perversión particular de atarse a los objetos a
de una mujer. Es un lazo muy particular, muy social y deja abierto el hecho de que una
mujer pueda ser, o no, aquella con la que el padre ha tenido los hijos. Esta es una
formulación muy actual que conviene a las familias recompuestas.
Sin embargo hay un quiasma. Porque según la estructura del deseo masculino, el
hombre se ata a los objetos a que causan su deseo. Por ejemplo, el fetichista tiene la
perversión de atarse al falo que falta a la madre poniendo en juego un fetiche particular.
Lacan también define al padre, en cierto modo, desde un fetichismo particular. No se
trata de un objeto que no está en su lugar, sino de un objeto que una mujer ha producido.
El niño es objeto a de la madre.
Si un hombre se ocupa de los objetos a de una mujer, Lacan añade que, lo quiera o no,
ocupará el lugar paternal, es decir, esto no tiene nada que ver con la voluntad. Y
precisamente no tiene nada que ver con la voluntad de ser padre. Si el psicoanálisis
puede proteger a los niños de los delirios familiares, se trata de aliviar especialmente a
los hombres de sus delirios de paternidad. Del lado neurótico, para aliviarse de la carga
de su deseo el sujeto neurótico quiere completarse al síntoma familiar: el de ser un buen
padre de familia; imagina que esto le podría dar la llave imposible del deseo. Y también
existen las variantes delirantes de esto, de las cuales trató Paloma Larena, con un caso
muy llamativo: un delirio de paternidad de parte de un hombre que tiene consecuencias
terribles para el hijo.
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En este sentido, frente a la hipermodernidad y sus efectos, nos interesa sólo el punto en
el que nosotros debemos orientarnos frente al enloquecimiento general. No dejarnos
enloquecer por estos vértigos, y no reasegurarse en posiciones conservadoras del tipo,
“¡Ah, que bueno que era el Edipo antes de 1910!”... Sí, ¡pero eso era en el siglo pasado!,
cuando antes de la I Guerra Mundial aún se podía creer en el padre. De esta forma, hay
que decir que la posición conservadora es un impasse total; y la fascinación por las
utopías supuestamente progresistas, también.
Frente a estos dos escollos, que son nuestro Caribdis y Escila, es necesario navegar con
la brújula que tiene en cuenta al reconfiguración de las familias a partir del objeto a. Y
que nos permite separar todas las tentativas de reestablecer las creencias en el padre, -
por ejemplo, bajo la fórmula actual de reestablecer la autoridad paternal, enseñar a los
padres a tener autoridad, crear escuelas de padres para enseñarles el buen
comportamiento..., etc-, todo esto no los va a aliviar de la culpa fundamental de existir.
Por tanto, nuestra brújula es el objeto a en tanto que anuda el goce y la culpa de existir.
Analizando este lazo, con esta brújula fundamental podremos ayudar a nuestros
hermanos... humanos.
Todos estamos embrollados en nuestro goce y estamos del mismo lado, tanto los
analistas como los otros. Pero podemos tratar de transmitir esta brújula que con
seguridad puede ser muy útil a muchos.
Mario Goldenberg.
La primera referencia que hace Lacan a los nombres del padre está en Función y campo
de la palabra, un escrito del año 1953, donde articula el concepto de Nombre del Padre
a la clínica.
Es en ese momento que Lacan introduce los tres registros, es la base de su plataforma de
retorno a Freud. Son los tres nombres, ya que justamente se trata de un acto de
nominación -real, simbólico e imaginario- a partir de los cuales gira la enseñanza y la
práctica de Lacan. En toda la obra de Lacan, a partir de esa conferencia, se debate entre
lo simbólico, lo imaginario y lo real.
que sería esa ganancia de placer de otra índole que la llama aquí satisfacción sustitutiva.
Es un término ya conocido de Freud, pero no se trata de la satisfacción sustitutiva del
síntoma, sino de la satisfacción sustitutiva por el sacrificio, por la renuncia pulsional,
que permite un progreso en la espiritualidad.
Para entrar en debate con el planteo de Freud, podemos decir que nuestra época no es la
época del progreso en la espiritualidad y la renuncia de lo sensual, de lo sensorial. La
cultura, la civilización actual, no se sostiene de la renuncia sino más bien en un mandato
de goce, en una promoción de lo sensorial, del goce, de la sensualidad. No es el ideal
del progreso en la espiritualidad del iluminismo, de la ciencia positivista que todavía se
sostenían en la época de Freud.
En la ópera de Mozart La flauta mágica, hay una lucha entre la reina de la noche, la
maldad femenina y esa cofradía fraterna que trae la razón, la ley de los hombres. Ahí
podríamos encontrar esta oposición que plantea Freud, el padre del lado de la
civilización y, lo femenino, la madre, del lado de esta reina oscura de la noche. Se
podría decir que es una manera de escribir la metáfora paterna. Por un lado, la ley, por
otro lado, la boca del cocodrilo, parafraseando al Lacan del Seminario 17.
En la década del noventa se decía que ya no había clínica del Nombre del Padre, que
ésta había quedado atrás. Parece que no fue tan así. El próximo Congreso de Roma de la
Asociación Mundial del Psicoanálisis es sobre el Nombre del Padre; también en el arte,
en la literatura, en el cine fundamentalmente, hay un retorno de la cuestión del padre. En
este retorno, en general, se trata de argumentos donde los lazos se rompieron en algún
momento y, posteriormente hay un retorno. Se podrían ubicar una serie de películas: El
abrazo partido, Herencia de sangre, Las invasiones bárbaras, El gran pez. Es
sorprendente cómo en todas las películas vuelve la cuestión del padre.
Volviendo a Lacan al modo en que introduce la cuestión del Nombre del Padre,
podríamos ubicar que en la primera enseñanza de Lacan, el Nombre del Padre, tiene una
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función teórica. Hay un Nombre del Padre como función simbólica, que ningún padre la
alcanza, todo padre es discordante con esta función. Es muy llamativo, por ejemplo, en
relación al caso Juanito, al padre Lacan lo elogia como inteligente, macanudo,
compañero, etc. pero como función carente, el único mérito –dice Lacan- es haberlo
llevado a Freud. Entonces, en El Seminario 4 Lacan ubica su análisis del caso Juanito a
partir de la carencia paterna.
Lo dice también en relación al hombre de las ratas: “El padre no sólo sería el Nombre
del Padre sino, realmente un padre que asume y representa en toda su plenitud esta
función simbólica, encarnada, cristalizada en la función del padre. Pero resulta claro,
que ese descubrimiento de lo simbólico y lo real, es completamente inasible, que al
menos en una estructura social similar a la nuestra, el padre siempre en algún aspecto
es un padre discordante en relación con su función. Un padre carente, un padre
humillado como diría Claudel. Existiendo siempre una discordancia extremadamente
neta entre lo percibido por el sujeto a nivel de lo real y esta función simbólica”... “En
esa desviación reside ese algo que hace que el Complejo de Edipo tenga su valor de
ningún modo normativizante, sino generalmente patógeno”.
Hay una dificultad con este planteo acerca del Nombre del Padre, es el mismo Lacan el
que lo va a reformular en la clase del seminario inexistente, “Los nombres del padre”.
La función del padre, esta función simbólica, teórica, ideal, en el sentido hegeliano. (La
función para Hegel es una función universal, que deja de lado lo particular). Lacan
realiza una gran reformulación a partir del seminario de la angustia y del seminario Los
nombres del padre, del cual sólo hay una clase, ya que no continúo su dictado. Antes de
Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, da la única clase de este
seminario y es excluido de la lista de didactas en la IPA.
Suspende el seminario de los nombres del padre y comienza el seminario de los cuatro
conceptos, cuyo título inicial era “Los fundamentos del psicoanálisis”, luego se lo llamó
“Los cuatro conceptos...”. Cambia de lugar y también cambia de público, el público de
los cuatro conceptos es Levi-Strauss, Henry Ey, etc. Su excomunión de la Asociación
Psicoanalítica Internacional; constituye una especie de ruptura con el Nombre del Padre
del psicoanálisis.
En el Seminario 23, RSI, que es del ’73 Lacan plantea: Real, simbólico e imaginario –
invierte el orden de las letras-, llama justamente a real, simbólico e imaginario: nombres
del padre, que constituyó en su acto de nombrar. Es decir que ubica su primer
formulación los tres registros e inmediatamente introduce al Nombre del Padre;
posteriormente en la última enseñanza van a aparecer los tres registros como nombres.
Allí, el nombre está referido a un acto y el significante está referido a la cadena
significante o al S1.
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Lacan en su primera época llama al Nombre del Padre, significante del Nombre del
Padre. Es un significante que tiene la particularidad de que no va bien con el conjunto,
aunque tiene una función respecto del conjunto.
En la última parte de su enseñanza, a los tres registros, Lacan los llama nombres del
padre.
Hay una formulación en seminario 23, donde dice que del Nombre del Padre, se puede
prescindir, a condición de servirse. Respecto de esto, encontramos un debate en Lacan
mismo, ya que en el El Seminario 22 encontramos que del Nombre del Padre no se
puede prescindir, porque si se prescinde, los registros se sueltan.
Entonces, hay un momento de Lacan donde pone en el centro el objeto a y parece que es
posible un nudo borromeo donde real, simbólico e imaginario están anudados. Luego,
hay algo en el nudo de tres que no cierra, tal como al inicio de su enseñanza hay algo
que en el Otro no cierra.
Se puede decir que hay un salto, hay pasaje, entre estructura y topología, que es el
pasaje de escribir al sujeto como sujeto barrado representado por un significante para
otro, a ubicar el anudamiento en real, simbólico e imaginario como nudo borromeo o –
más adelante- como real, simbólico e imaginario y un cuarto término que es el sínthome.
La estructura del sujeto barrado proviene de la lingüística, de la vertiente de Levi-
Strauss en su antropología estructural.
En el párrafo citado anteriormente referido al padre discordante, carente, este padre que
siempre está en discordancia con la función, parecería que es un padre sintomático
respecto de una función ideal.
Resulta llamativo el hecho de que toma un síntoma de una neurosis infantil, que no es
un síntoma definitivo, sino que -en el mismo trabajo del padre, de Freud, y a lo largo del
caso- va variando en sus formas hasta que desaparece. Lacan en ese punto es muy
preciso ya que ubica a todos los mitos que construye Juanito como intentos de
simbolizar ese goce. Concretamente, simbolizar el pene, con la mejor resolución que
pudo tener Juanito. En ese punto, no es la carencia paterna, sino el modo en que esa
respuesta está anclada en los nombres del padre; la fobia misma ya no es suplencia de
una carencia, sino que es un recurso, es un modo de respuesta.
Aquello que es del orden del sujeto de la cultura, del progreso en la espiritualidad tiene
que ver con poder metaforizar la cosa, das ding, el deseo materno.
Es por eso que el Nombre del Padre -que es un término que Lacan toma de la religión
para dar cuenta de la función simbólica padre- tiene inicialmente una función metafórica
y posteriormente, con el paso a los nombres del padre, va a tener otro estatuto, la
nominación.
La Biblia comienza con el acto de nombrar, se trata de un nombrar por la palabra. Lacan
postula que el Nombre del Padre en la Biblia, cuando aparece en la zarza ardiente, es
“soy el que soy”, no es un nombre propio, sino que es el nombre que no se puede decir.
Sobre la cuestión del nombre, es muy interesante toda la tradición religiosa respecto del
acto de nombrar, ya que justamente, el último Lacan va a ubicar en el centro una
función de la palabra, el acto de nombrar, distinta a su función metafórica, significante.
Ya no se trata de que “la palabra mata a la cosa”, sino que, extremando el asunto, que la
palabra es la cosa. Para decirlo de otro modo, el fundamento del lenguaje no es la cosa,
sino, lalengua como real.
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-FP como aquella que el analista pone en función en el análisis y que orienta la
dirección de la cura.
Desde esta perspectiva nos orientaremos para ubicar las consecuencias de la operatoria
de la FP en la dirección de la cura en un caso de un niño de 5 años. Así articularemos la
posición del niño respecto del Otro, la FP y la dirección de la cura.
En el Seminario 5, Lacan dice que la metáfora paterna concierne a la función del padre
y que la función del padre está en el corazón del Edipo. Acerca del papel del padre dice:
el padre está vinculado con la ley de la interdicción del incesto. El vínculo de la
castración con la ley es esencial. Entonces el padre introduce la castración por la vía de
la ley, a esta altura de su enseñanza.
El padre es un significante. Indica Lacan que ahí hay que buscar la carencia, en el nivel
del significante, no de la persona. Es un significante privilegiado entre los significantes.
Recuerden que a esta altura el Otro es el tesoro del significante y sede de la ley. “El
Nombre del Padre es el Otro en el Otro… Es una dimensión que pertenece al orden del
significante y se encarna en personas que soportarán esa autoridad. .. Lo esencial es
que el sujeto, por el procedimiento que sea, haya adquirido la dimensión del NP… El
NP hay que tenerlo, pero también hay que saber servirse de él. De esto pueden
depender mucho el destino y el resultado de todo este asunto.”
NP DM NP(A)
DM X falo
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Primer tiempo: La instancia paterna se introduce bajo una forma velada o todavía no se
ha manifestado. La relación del niño no es con la madre, sino con el deseo de la madre,
deseo de deseo: el falo. El niño es súbdito, se encuentra sometido al capricho de aquello
de lo que depende: ley incontrolada de la madre.
Segundo tiempo: Nodal, padre privador e interdictor. Hay una remisión de la madre a
una ley que no es la suya sino la del Otro. Lo decisivo es la relación con la palabra del
padre. El padre se afirma en su presencia privadora en tanto es quien soporta la ley y
esto ya no es de forma velada sino una función mediada por la madre que es quien lo
establece como quien dicta la ley. El padre interviene en calidad de mensaje para la
madre y lo que enuncia es una prohibición, un no: doble prohibición: no te acostarás con
tu madre, no reintegrarás tu producto. El padre prohíbe a la madre: en cuanto objeto es
suya, no del niño. El niño resulta conmovido, cuestionado en su posición de súbdito.
Esto es muy interesante porque anticipa lo que luego, en el Seminario 22, RSI, va a
ubicar respecto del deseo del padre, la pére-versión, padre como hombre.
Tercer tiempo: De este momento depende la salida. En este tiempo es necesario que el
padre mantenga lo prometido, del hecho de que él tiene el falo debe dar alguna prueba.
El padre interviene como el que tiene el falo y no como el que lo es. El padre puede
darle a la madre lo que ella desea y puede hacerlo porque lo tiene (también anticipo del
Seminario 22) El padre interviene como real y potente. Se produce la identificación con
el padre. El Edipo declina. El niño tiene en reserva todos los títulos para usarlos en el
futuro. El padre se manifiesta en el acto del don.
Así, en los tres tiempos, ubicamos tres modos en los que se manifiesta la FP.
Son tres modos en los que se manifiesta la función paterna que se articulan en torno al
padre como ley, como regulación, mediación. Esta sería la vertiente estructurante de la
FP.
En las Dos notas sobre el niño, Lacan retoma la idea de mediación respecto de la
función del padre: “la función del padre asegura normalmente la mediación”.
Entonces a la altura de las Dos notas... Lacan piensa la función paterna en relación a la
mediación y le da una vuelta más a cuando ubica al final de ese texto una referencia
muy precisa respecto a la constitución subjetiva.
Es un chiquito de 5 años.
En la primera entrevista con la madre de Pablo, ésta dice que su hijo presenta un retraso
y relata todos los trastornos que presenta el niño: habló y caminó tarde, se hace pis a la
noche, no habla bien. Dice: ‘hay como un cordón umbilical imaginario que nos une’.
Dice que no cree que el padre pueda concurrir. Aún así, lo cito y viene. A la segunda
entrevista concurren la madre y el padre, no aparece el tema del retraso y Pablo es
nombrado como ‘rapidísimo’ por su padre. Ante el comentario de la madre acerca de los
problemas de límites de Pablo, el padre dice: ‘el problema de límites no es de Pablo,
sino de ella’.
Para poder pensar al niño respecto del Otro, tenemos que considerar no solo el discurso
de los padres sino también el modo en el que el niño se presenta, esto es su discurso, si
logra armar juego o no, ya que estas son las coordenadas que nos posibilitarán deducir
el modo de respuesta del niño.
En la primera entrevista con Pablo advierto que no se le entiende bien cuando habla, no
solo por el modo de pronunciar sino por la manera de armar las frases. Le cuesta
sostener una actividad y el juego se interrumpe por frases que irrumpen sin lógica
aparente. Lo que empiezo a recortar es que estas frases se relacionan con lo fallido del
padre; por ejemplo: ‘la montaña rusa de mi papá se cayó’; ‘mi papá se cayó de la
escalera’; ‘yo tengo batería y mi papá no tiene’. El primer juego que intenta armar es
con tres muñecos. Dice: Este es mi papá, ésta es mi mamá, ésta es mi hermana. Ante la
pregunta por dónde está él, dice: ‘Acá’ (lugar de la madre), señalando un muñequito
dentro de otro (un canguro). Le sugiero buscar un muñeco que lo represente a él y toma
una ficha del dominó. La coloco al final de la hilera diciendo: ‘Ahora vos también
estás’. Él, señalando el segundo muñeco dice: ‘Antes estaba, era ése’. Se le recuerda
que ése era la mamá. Se queda callado y comienza a armar algo con las fichas. Luego
tira el primer muñeco. Digo: ‘Pobre, se cayó el papá, levantémoslo’. Él lo vuelve a tirar
diciendo: ‘se murió, dejalo, yo lo maté’. Intervengo volviéndolo a levantar.
En entrevistas posteriores comienza a instalarse ‘el juego de la batería’. Hace ruidos con
la boca y mímica con las manos y dice que toca la batería. Dice: ‘la batería está rota’,
‘la tengo separada en partes’, ‘los platillos de la batería están pegados’. Ante la
pregunta sobre cómo puede hacer para separarlos dice: ‘yo tengo una caja llena de
tijeras. Las herramientas de mi papá son así (grandes) y las mías así (chicas)’. En otra
sesión dice: ‘la batería está arreglada, le hice un tratamiento’.
23
Así el trabajo del análisis comienza a girar en torno a este juego. Pablo lo retoma en
algún momento de todas las sesiones. Posteriormente comienza a dibujar equipos de
música donde, según sus dichos, las partes se conectan entre sí a través de cables. Pablo
deja de hacerse pis, no enuncia más frases interrumpidas. A su vez la madre pide
análisis para ella.
Retraso
Las intervenciones apuestan a un lugar diferente para el niño que aquel que ocupa en
tanto retrasado para su madre. Por ejemplo: separarlo del canguro indicando que de ese
modo él no está presente, indicando que con la ficha que lo representa sí está.
Preguntando cómo se pueden separar los platillos de la batería.
Es fundamental que el analista se tome el tiempo necesario para verificar o no que las
funciones paterna y materna están operando respecto de la constitución subjetiva.
En este caso, nos percatamos de que la FP no está operando respecto de sus efectos en el
niño. Estaríamos en el primer tiempo del Edipo, hay padre pero aún velado, esto es, aún
no advertimos sus efectos. Niño súbdito/ objeto a: responde al capricho materno.
Retraso x ˭
Recordemos lo que planteamos con el Seminario 5: el NP hay que tenerlo, pero también
hay que saber servirse de él.
Es por eso que se inauguran para Pablo las sustituciones propias que produce la
significación fálica, resultado de la operación de la metáfora paterna. Logra armar una
escena de juego, dimensión ficcional y hay efectos también en el cuerpo: deja de
hacerse pis, se regula el goce en el cuerpo.
Resaltemos también que como efecto de las intervenciones no solo se conmueve para
Pablo la posición de súbdito sino que algo también se conmueve, se agujerea en la
madre en tanto pide análisis para ella.
El deseo del analista hace jugar la falta ofertando un lugar al tiempo que apuesta a
rescatar la subjetividad. Augura, de este modo, un lugar diferente a ese sujeto a advenir.
El encuentro con un analista abre la perspectiva para el niño de producir una nueva
respuesta que será efecto de dicho encuentro.
Bibliografía
Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual. En Obras Completas, Tomo VII.
Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1914). Introducción del narcisismo. En Obras Completas, Tomo XIV. Buenos
Aires: Amorrortu.
Lacan, J.: “El Seminario”, libro 5. “Las formaciones del inconsciente”. Paidòs
Martínez Liss, M, Grosso, G. “El niño y el síntoma”. Ficha de la cátedra Clínica con
niños y adolescentes: “Las formaciones del síntoma”. CEP. 1999
Salman, S. “Metáfora paterna y nombre del padre”, en “El padre y Lamujer”. Atuel,
1997.
3. Niños y adolescentes
Lo infantil en la estructura
Mario Goldenberg
Es interesante que el carácter accidental, contingente del trauma, en esta primera época,
va a mantener su vigencia aunque Freud abandone la teoría inicial del trauma. La forma
del encuentro con lo sexual tiene el carácter de un mal encuentro, accidental y
contingente, que en un segundo tiempo - a posteriori- va a producir síntomas.
Con los Tres ensayos… de 1905, Freud pasa del trauma accidental a la pulsión como
fuerza constante, del niño como víctima de la escena de seducción al niño perverso
polimorfo, cuando introduce la sexualidad infantil.
26
Hay una diferencia en Freud, entre el niño teórico de la Interpretación de los sueños
(1901) donde los sueños infantiles son pura y simple realización de deseos, sin censura,
también el niño perverso polimorfo, y Juanito que es tratado como un sujeto del
inconsciente de pleno derecho.
Así es que en un primer momento el síntoma es una formación sustitutiva del trauma
contingente. Con la pulsión sexual, el síntoma indica el retorno de lo reprimido, el
fracaso de la defensa ante la exigencia pulsional.
En 1920, Más allá del principio de placer, nos trae un niño que produce un juego auto-
creado, su invención ante el foso que deja la partida de la madre. El carácter de
autocreado revela el aspecto de invención, de radical singularidad en la constitución del
sujeto, el juego enlaza lo simbólico, los significantes Fort-Da, con un juego
autocreado, respondiendo al agujero que deja la ausencia de la madre.
El Fort-Da muestra un aparato psíquico regido por una ganancia de placer de otra
índole que la del principio de placer-displacer. El trauma, en el texto del 1920, aparece
como una ruptura en la protección antiestímulo, la compulsión de repetición es el
intento de ligar mediante un trabajo psíquico, la ruptura en la red de significantes, que
27
es el trauma, este modelo va bien con la concepción del síntoma como un aparato de
goce que suple el agujero estructural del no hay relación sexual.
El trauma accidental de los comienzos del psicoanálisis, es en Más allá del principio de
placer estructural, solidario de la pulsión de muerte.
Freud pasa de la sexualidad traumatizada por una escena accidental a una sexualidad
que es traumática en tanto que tal. Donde la contingencia del encuentro con el goce deja
marca en la falla central de la lengua, respecto de la relación sexual.
En ese sentido el niño en Freud es el modelo de lo contingente y traumático del sexo del
ser-hablante (parlêtre).
Hay dos referencias importantes, una es de Inhibición, síntoma y angustia (1926) donde
Freud retoma un término del Proyecto…, que es el desamparo o desvalimiento inicial,
como primer momento lógico en la constitución subjetiva, el niño inerme ante la
invasión económica de estímulos, donde son las pérdidas de objeto, marcadas por la
angustia de castración, las que constituyen las respuestas en el sentido de los modos de
defensa, inhibición, síntoma y angustia. Mientras la angustia de castración es el motor
de la defensa.
Podemos decir que quizás vuelve algo de aquella posición inicial del niño inerme en la
escena traumática de seducción, inerme ante el encuentro pero responsable, de la
insondable decisión del ser, de su respuesta de lo real.
28
Hay una última referencia en el texto de “El Humor” y en “El porvenir de una ilusión”,
por un lado el mundo tan lleno de peligros, Freud lo llama un juego de niños, por otro
retoma el concepto que Kant toma en “¿Qué es la Ilustración?” la minoridad culposa,
no referido a lo infantil, sino a una posición de no responsabilizarse del saber, Sapere
Aude(Atrévete a saber) es el emblema de la ilustración, es un llamado a la
responsabilidad, del mismo modo que el consentimiento a un análisis es un –Atrévete a
saber- del goce y de la singularidad de cada sujeto.
Para quienes practicamos la clínica psicoanalítica con niños, el historial de Hans es una
referencia fundamental. No solo porque Freud le atribuye un Inconsciente al niño y así
lo hace un analizante de pleno derecho, es así aunque manifieste sus reparos en cuanto a
la posibilidad del niño de establecer la transferencia a Otro que no sea el Otro parental,
sino que además la lectura que Lacan hace de él nos permite situar dos cuestiones
fundamentales en lo que, para mi, constituye la lógica de la neurosis infantil: 1. la fobia
para Hans es un recurso del sujeto mismo para poder asentar1su estructura, es decir para
poder anotar la la falta por la vía de la castración materna; 2. la fobia es un recurso
inventado por el sujeto en la medida en que constituye una respuesta sintomática a la
presencia de un goce hétero que irrumpe en su cuerpo. Es decir, es un intento de
29
La segunda lectura de su ocupación sobre su hacepipí parte a partir de pensar que éste
realmente lo tiene amedrentado. A pesar de su sorpresa y perturbación, en este momento
Hans parece constituir en la investigación misma, en su apetito de saber, una primera
respuesta a la pulsión emergente por la vía del saber. Es decir el saber como un modo de
tratamiento de ese goce que irrumpe en su cuerpo. Cabe preguntarnos si es apetito de
saber o es horror a saber. Una vez más es la madre quien le rechaza la presencia
ineludible de sus primeras erecciones. Este rechazo lo sumerge a Hans según Lacan en
el más profundo de los desasosiegos. Hasta ese momento el niño se encontraba con su
madre en el juego de los señuelos. Él venía al lugar de encarnar el falo imaginario para
la madre. En términos del seminario IV saturaba la necesidad de falo de la madre.
Surgen sus primeras erecciones y el niño intenta introducir ese goce en el juego de los
señuelos, pero oh sorpresa, la madre lo rechaza.
Hans ya no sabe que hacer con esto que lo perturba. Cómo simbolizarlo si por un lado la
madre lo rechaza, y al mismo tiempo ella no parece atribuirle valor fálico al padre de
Hans sino a Hans mismo, y por otro el padre no parece hacer de una mujer causa de su
deseo, sino que como bien Hans lo intuyó, está interesado en las madres.
Es decir Hans tiene cierto tipo de madre y cierto tipo de padre que en su ejercicio como
tales no les han permitido tomar posición frente a la castración y no le han permitido
simbolizar el goce que toca a su pene.
¿Por qué surge la angustia? Tenemos aquí por lo menos tres estatutos de la misma. En
primer lugar la angustia surge en la medida en que falta la falta. Es decir que en la
trasmisión parental Hans no encuentra los elementos necesarios para poder tomar
posición frente a la castración. La madre tiene, entonces universalmente todos tienen.
Descubre en la emergencia de su angustia que todo él saturaba la necesidad de falo de
su madre (seminario 4). Él descubre que es objeto del deseo del Otro (seminario X),
donde deseo del Otro podríamos leerlo como goce del Otro (seminario XVI y XXII). No
hay modo de situar en estas coordenadas que la falta no se satura. Si bien Hans intenta
volver a encarnar dicho falo para completar imaginariamente (seminario IV) a su madre
luego del sueño, o dicho objeto (seminario XVI), pidiéndole mimitos una y otra vez, ya
se ha instalado allí algo que ya no puede desconocer: su madre ha mostrado un rechazo.
Entonces debemos pensar que el niño se angustia al descubrir su propio goce en ocupar
el lugar de objeto para el Otro obturando así la falta en el Otro. Pero también sigue
siendo válido que al poner en juego su angustia Hans reclama una herida. De allí el
segundo estatuto de su angustia.
El modo en que su madre ha puesto en juego un más allá de su deseo, o sea un modo de
sancionar que Hans no la completaba sino que hay un más allá de él mismo, es a través
del rechazo de lo que le acontece con sus erecciones. Quiero decir mientras Hans y su
madre vivían en el idilio aparente del juego de los señuelos, el engaño consistía en que
él la saturaba. Si pensamos en el viraje de la obra de Lacan en cuanto a la concepción
del niño, de pensarlo como falo imaginario a pensarlo como ocupando el lugar de
objeto a para una madre, podemos resituar qué dice Freud cuando en Tres ensayos dice
que el niño es un objeto sexual para su madre. En él ella satisface su propia pulsión.
Alrededor del niño como objeto la madre hace el recorrido de su propia pulsión. Repito:
es también el niño quien obtiene una satisfacción paradojal en encarnar dicho objeto
para el Otro materno. La madre de Hans al rechazar las erecciones del mismo, pone en
juego de un modo muy particular su propia castración. Ante la presencia de la misma
Hans se angustia. Es decir que como no tenía, hasta ese entonces, modo de articular la
presencia de la castración materna, cuando ésta irrumpe no puede hacer con ella, sino
que, más bien, se angustia. En este sentido la presencia de la falta angustia en la medida
en que el sujeto no sabe hacer con ella, no opera con ella. Si no sabe que mascara es
para el Otro se angustia. Hans ya no sabe qué hacer para volver a ubicarse como falo
imaginario, como objeto a revestido de las galas fálicas, aunque sabe que no es posible
porque su pene ha sido rechazado. Por más que busque los mimos de su madre y hacia
su madre, la angustia le dio la certeza que no encontró en el discurso de sus padres.
31
Siguiendo esta idea encontramos el tercer estatuto de la angustia: se angustia ante este
goce fálico. Aquí falo ya lo entendemos con el Lacan de La conferencia en Ginebra,
como goce fálico, que irrumpe en su pene y por el cual Hans se encuentra amedrentado.
Ya no sabe qué hacer con ello: no lo puede introducir en el juego de los señuelos, no
encuentra en la pareja parental un modo de representar, simbolizar dicho goce, que
entonces se le presenta como hétero. Heterogéneo al juego imaginario con su madre,
heterogéneo porque no dispone de los elementos para simbolizarlo, entonces lo vivencia
como algo extraño a su cuerpo pero que al mismo tiempo le produce una satisfacción en
su cuerpo que ni puede eludir ni puede ubicarla en una trama. Al tener cierto tipo de
madre y cierto tipo de padre, Hans se encuentra solo con el menester de sintomatizar ese
goce que la angustia señala, y que es una consecuencia de la relación sexual que no
hay. Es ajeno en definitiva, porque todo goce se presenta como tal y exige al sujeto un
trabajo para articular dicha perturbación. Si la madre de Hans se interesaba en su deseo
y goce en él y no en su marido, y si el interés de éste radicaba en las madres y no en una
mujer, entonces como trasmitir la relación sexual que no hay entre un hombre y una
mujer. ¿Cómo transmitir un modo de sintomatizarla?
De allí que la fobia puede ser aquel “síntoma del niño que viene a responder a lo que
hay de sintomático en la estructura familiar”5 en la pareja parental. Si el niño viene a
este lugar es porque al ocuparlo se obtura el acceso a la relación sexual que no hay.
Cuando el niño logra ubicarla puede tomar una posición propia dejando de obturarla.
Lacan allí sostiene que la fobia es el síntoma que representa un recurso propio del
sujeto, para intentar dar una respuesta sintomática al goce que irrumpe en unas
coordenadas en que se le presenta como ajeno. Ajeno en el sentido de sentido real, ajeno
puesto que se pregunta “¿Pero qué es eso?” 4. De allí que su previa investigación cae
porque todo saber es insuficiente para decir que es eso: no hay relación sexual. Sin
embargo, su fobia y sus desarrollos míticos, le permiten recortar, rodear y simbolizar
dicho goce. No hay modo de responder al goce, que es la directa consecuencia de la
relación sexual que no hay, si no es por la vía del síntoma.
Notas:
Bibliografía:
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ParanoidPark y el secreto
Mario Goldenberg*
El film de Gus Van Sant ha recibido el premio 60° aniversario del Festival de Cannes
2007. El director de Elephant se ha basado para su guión en una novela de Blake
Nelson. La acción sucede en su ciudad natal, Pórtland, Oregon USA.
Alex, de 16 años, skater, vive en un contexto familiar desmembrado, sus padres se están
separando, tiene una bonita novia que no le interesa y su vida transcurre sin dirección
como el balanceo del skate.
Concurre con su amigo a un sitio llamado Paranoid Park, un lugar marginal, construido
por los mismos skaters. En una noche, mientras un nuevo amigo le enseña a colgarse de
un tren, son descubiertos por un guardia de seguridad, que intenta golpearlos con una
linterna y accidentalmente, Alex se defiende pegándole con su skate, el guardia cae y es
seccionado por otro tren que viene en sentido contrario.
El guion plantea un problema interesante, hay un secreto que no puede contar a nadie,
pero que lo afecta; él mismo dice: Necesito que esto se detenga.
Con su novia, con quien ha tenido un encuentro sexual, no expresa ningún interés
especial, en una escena fantástica, después del sexo, ella lo besa, se va del cuarto y
llama a una amiga para contarle lo maravilloso que fue.
No hay ninguna palabra de amor entre ellos, Alex parece el extranjero de Camus en la
escena sexual.
Sabemos cómo se visten y peinan los emos y los floggers, pero no sabemos nada de
ellos. Ellos a veces confían en sus pares, no en sus padres, menos en sus maestros, pero
se reservan una intimidad en el mejor de los casos.
La película transcurre entre estos dos estados, su secreto y el otro omnividente, el Big
brother de la “seguridad”.
Gerard Wajcman plantea una tercera manera de traspasar la frontera: “puede que el
sujeto decida abrir su intimidad, que hable de ello o que la exponga. El psicoanálisis
responde a ese deseo, el arte y la literatura son también lugares para el ejercicio de
esta libertad.”
Alex se encuentra en una encrucijada, nadie lo ha descubierto pero tiene algo que no ha
podido decir, solo su amiga intuye que hay algo que no puede decir a nadie,le sugiere
que lo escriba, que envíe una carta a algún periódico o que simplemente lo queme.
Alex escribe en su anotador su historia y termina quemándola.
El acto de escribir es una subjetivación del secreto, pero sin dirigirlo a nadie.
No hay Otro, es una buena fórmula lacaniana para situar esta época del “Otro que no
existe” como lo han formulado Jacques-Alain Miller y Eric Laurent.
2 Compilación realizada por Bernard-Henri Lévy y Jacques-Alain Miller, cuya edición para España y
Latinoamérica estuvo a cargo de Lidia López Schavelzon, Ed. Gredos, 2008. Publicado en
www.revconsecuencias.com.ar.
36
¿Cómo, en un mundo donde todo se ve, todo vale, se puede acceder al goce sexual,
teniendo en cuenta que no hay saber del sexo?
Una lectura de la trama puede ser, que el crimen es el sexo; Alex no tiene a quién
seguir, es llamativo que al único al que intenta recurrir inicialmente para relatar lo
sucedido es a su padre, pero inmediatamente desiste.
En la película, hay cuatro padres: primero el guardia muerto, seccionado por el tren, en
segundo lugar el policía, que parece saberlo todo, un otro perseguidor. En tercer lugar,
su amigo mayor, a quien sigue, y en cuarto lugar su padre, tatuado, en quien no termina
de creer.
Los cuatro no hacen uno, Alex tiene que encontrar su solución en el acto de escritura,
que le permite responsabilizarse a su modo y quemar sus apuntes.
Las modalidades actuales de la adolescencia están muy bien trazadas en este film.
¿Cuáles son los ideales que la sostienen?, por ejemplo ¿matar a alguien es grave? ¿Es
divertido como en Elephant? ¿Cuál es la ética de estos nuevos tiempos?
4. La práctica clínica
Guillermo E. Grosso
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Aquello que anuda R, S, I es el Nombre del Padre como cuarto nudo (cuarto elemento),
como un demás en relación a la forclusión generalizada. Decir que el NP anuda es decir
que su función es nombrar. Nombrar es un acto. El NP es el semblante por excelencia,
que al tiempo que nombra agujerea, es decir, le da nombre al borde del agujero, o dicho
de otro modo le da nombre a la pérdida de goce. Es decir que inscribe la pérdida en lo
simbólico.
Lacan dice en el seminario XXII: “Un padre sólo tiene derecho al respeto, por no decir
al amor si dicho amor, dicho respeto está perversamente orientado, es decir si hace de
una mujer objeto ‘a’ que causa su deseo”. Vemos aquí acentuar la operación del padre
en términos de la transmisión de un deseo. Si Lamujer es el síntoma del hombre en tanto
le representa algo de lo real como imposible, entonces el padre como deseante es el
operador estructural que nombra el agujero como causa, y afirma que la madre es
también mujer, es decir no-toda, haciéndola causa de su deseo. Así el padre debe
orientar al niño en la estructura, ubicando el agujero en lo simbólico, en tanto nombra
que Lamujer no existe (no hay saber sobre el sexo), en tanto nombra y posibilita el
recorte del objeto ‘a’ fundamentalmente como calce del nudo, y por ende como causa
de deseo y plus de goce (lo hace semblante y posibilita alguna relación a él), y en tanto
nombra la barra del Otro como S(A). Así marca la imposibilidad en la estructura.
Tendríamos que aclarar que “el agujero no basta para anudar la estructura, hace falta
el padre para que ese agujero real sea un agujero en lo simbólico”1. El NP anuda
porque nombra la existencia del agujero. Para decirlo de otra manera la “función del
padre es convertir el agujero en la causa de su deseo”2. Lacan en R, S, I dice: “La
nominación es la única cosa que estamos seguros hace agujero”2. Si lo que anuda es un
cuarto término, tomado de cualquiera de los tres registros, entonces puede haber una
nominación real (angustia), otra simbólica (síntoma) y otra imaginaria (inhibición).
En la clínica con niños nos encontramos con sujetos que presentan ciertos tropiezos en
el trabajo de anudamiento. Algunos se presentan desanudados, otros haciendo el intento
de anudarse al modo de una psicosis. Si no existe, para ellos, aquello que hace las veces
del Nombre del Padre como cuarto nudo, la cuestión para el sujeto será encontrar el
modo particular de hacer suplencia, a través de su propio trabajo subjetivo. El analista
tomará, entonces, el relevo del trabajo fallido de anudamiento del sujeto si lo hubiese, y
si no deberá producir alguna intervención que lo propicie. Si de allí se produjese una
suplencia, esto conllevaría, para el caso de la psicosis en el niño: el descompletamiento
del Otro, y un nombre posible para la pérdida, para lo que se restaría tanto del goce del
Otro como del goce del cuerpo. El trabajo con estos niños puede consistir, entonces, en
el recorte de los agujeros del cuerpo del niño, simultáneamente a que se agujerea al
Otro, ubicando así una posición propia en relación al goce.
Si el sujeto anuda al modo de la psicosis entonces debemos pensar que para el sujeto
psicótico el agujero no está inscripto en lo simbólico, es un agujero real. El niño
psicótico realiza lo que le falta a la madre para ser toda. La existencia del niño se reduce
a ser un cuerpo condensador del goce del Otro materno. Podemos pensar al “trabajo de
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D. tiene diez años cuando comienzo a trabajar con él. No puede sostener ningún
aprendizaje escolar. Su madre se culpa por aquello que ella llama como “un retraso
madurativo” en D. Se preocupa por si es mala o buena madre, esto es algo que dedica a
su propia madre. En cuanto a su embarazo dice: ‘El embarazo lo tuve sola porque mi
marido trabajaba’. ‘Me lo sacaron antes (a D.)’; ‘como no engordaba le tapaba la nariz
(a D.) para que coma. Ahora le tapo la boca. Tardó en empezar a hablar. Se le taparon
los oídos con moco, porque no escuchaba repetía’.
Cuando me encuentro con D. descubro que habla repitiendo una y otra vez las mismas
frases sin cesar. Parece querer decirme algo, pero inmediatamente comienza a
deambular y a hablar solo como si fuese un soliloquio. Se aleja y acerca
alternativamente hablando, como si se olvidase de mi presencia. No parece importarle si
el otro realmente lo escucha, pero si este no lo tiene en cuenta, imprevisiblemente sube
su tono de voz o retorna a atraer la atención del otro, convocándolo. Ni bien obtiene esto
vuelve a alejarse y al soliloquio. Dice hablarme a mí pero mira a otra persona. No toma
la palabra para decir lo que quiere o lo que no quiere. No hay ninguna implicancia en su
decir.
Teniendo en cuenta como se presenta me pregunto: ¿Que dice cuando repite?, ¿Existe
un decir o no en esta ‘repetición’? ¿Sus dichos los dirige al Otro, o en este circuito el
Otro está excluido?
En cuanto a su cuerpo presenta un gesto particular: las manos hacia arriba y los codos
hacia abajo, las puntas de los pies exageradamente hacia afuera. Come sin límites. En
sus dibujos las figuras humanas aparecen con sus partes fragmentadas y desarticuladas.
Cuando camina parece que cada parte de su cuerpo va por su lado.
No hace lazo con sus pares. Parece que jugara solo con otros presentes.
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Cuando le pregunto qué quiere hacer conmigo, me dice que podríamos jugar al fútbol.
Juega de un modo particular: no hay reglas, no hay arcos ni cancha, y cada vez que él
patea la pelota grita gol, vaya donde vaya la pelota. Le digo que yo juego con arcos y
los hago. Sigue gritando gol cada vez que patea. Le digo cuando realmente es gol. A
partir de esto comienza a preguntarme si fue gol o no cuando patea. Entonces cada vez
que vamos a jugar la condición es previamente hacer los arcos y delimitar la cancha. En
un segundo momento, él coloca un sólo palo. Cuando le pregunto dónde está el arco me
dice que ese palo sólo es el arco. Insisto en que un arco es un espacio entre un palo y
otro. Así comienza a armarlos cuando juega. Empieza a hacer ‘trampa’, riéndose grita
gol cuando no lo es.
Comienzo a notar, que en ciertos momentos del juego del fútbol, lo interrumpe y va al
baño a cagar, como si tuviera que ‘realizar’ allí una pérdida.
Dice mirar partidos por t.v. con el padre y que este quiere que pierda siempre River.
Hasta este momento cuando jugaba conmigo elegía ser de un equipo que hubiese
ganado últimamente. Me pregunta de qué cuadro soy yo: de River, le respondo. Me
pregunta si soy de River desde chiquito. Me cuenta que el padre es de Boca, y que él es
de Boca también. Me dice que antes era de Independiente como el hermano, y ahora es
de Boca como el padre.
Empieza a interesarse por los partidos de fútbol y sus resultados, jugadores, etc. Le
propongo escribir en un cuaderno aquello que le interesa sobre el fútbol, para que algo
de esto se anote como una letra. Decide nombrarlo ‘cuaderno de fútbol y de Boca’.
Me pregunta cómo me voy a poner si pierde River, que me va a pasar si esto sucede. Le
digo que me sentiría triste. Dice: ’A mí no me va a pasar nada si pierde Boca. Total
cuando juegan a veces pierden otras ganan. A vos tampoco te tiene que pasar nada. ...
Yo soy de Boca desde los diez años. Estaba haciéndome de Boca’. Arma teorías de por
que pierden o ganan ciertos equipos. Me pide escribir en el cuaderno fechas, goleadores,
resultados, y elige que artículos leer. Otras veces pide jugar en vez de hablar de fútbol.
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Por otro lado elige qué comer, diciendo cuando no quiere más.
Si antes interrumpía el juego para ir a cagar, ahora cuando está cagando grita gol.
En cierta ocasión me pregunta el resultado de un partido, le digo que ‘no lo sé’. Parece
ignorar mi respuesta y en forma inmediata pregunta desesperado a otros, como si no
hubiese ‘podido’ escuchar este ‘no saber’ de mi lado. Lo detengo y le repito mi
respuesta.
Disminuye el hablar repitiendo, para pasar a decir cuestiones que le interesan. Cuando
persiste en aquella modalidad es justamente cuando aparento no escucharlo. Le
pregunto si repite porque teme que no lo escuche. A partir de esto, antes de empezar a
hablarme me dice: ‘Guille ¿te puedo decir algo?’. En otra oportunidad viene y repite
una frase que le escucha decir a un hombre hincha de boca. Le pregunto por qué lo
repite, y me dice: ‘porque no entendí y quería saber, quería que alguien me explique’.
Inicia un nuevo cuaderno y le pone como título: ‘Cuaderno de fútbol, para trabajar con
Guillermo’. Firma sus escritos y sus dibujos. Ha cambiado su postura corporal, de
mantener las manos para arriba y los codos para abajo a ubicarlos en posición normal.
Entabla conversaciones con aquellos que son de Boca o les interesa el fútbol,
enunciando comentarios e impresiones propias sobre la cuestión. Parece hacer lazo con
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otros así; les dirige sus palabras y preguntas. Encuentra interlocutores. Maneja ciertos
códigos compartidos con ellos; incluso explica términos a pares que los desconocen.
Me pide ayuda para realizar cuestiones que implican su propia producción. Continúan
los intercambios de apuestas, pero lo que ofrece para saldarlas son producciones de su
trabajo. Me dice: ‘Te acordás Guille, que ese día que te traje el chocolate, ¡me costó
mucho traerlo!’.
Cada vez que se presenta ahora a un desconocido, lo hace así: ‘Soy D., Soy de Boca, ...
¿y vos?’.
En un superclásico Boca le gana a River, cuando D. llega al centro me dice que está
contento por eso, pero que al mismo tiempo se preocupó, cuando vio el partido, porque
Ramón Díaz estaba muy callado y parecía triste.
Frente a una canción que repito una y otra vez mecánicamente, D. me dice: ‘Guille, me
aburre que repitas’.
Podemos observar en este caso cómo esta madre es sorda para escuchar a este niño
como sujeto, es más podríamos decir que el punto de goce de la madre es taparle los
agujeros a D. Este es el lugar donde él se ubica como objeto del goce materno. Esto
quiere decir que oferta su ser de objeto en lo real para completar al Otro. La manera
particular que tiene este sujeto de emerger es en posición de objeto. El correlato de esto
es la no producción de la caída del objeto de su propio cuerpo y a su vez la no caída del
objeto del campo del Otro. Siendo síntoma (subrayando el valor de goce del síntoma)
para la madre le obtura a ella cualquier acceso a la femineidad. Ella así intenta tapar sus
propios agujeros. Ella sólo está en posición materna en tanto a través de la culpa, sólo
puede preocuparse si es buena o mala madre en relación a su propia madre. D. parece
ser lo que certifica esto, pero ella no se pregunta así por su femineidad. Entonces en este
caso vemos una madre toda y un padre que no orienta en relación a su deseo perverso.
Podemos ubicar estas frases que D. repite sin cesar como significantes cargados de
goce, es decir como un S1 solo, sin articulación con un S2 que podría producir efecto de
sentido. De ahí el automatismo de sus dichos. No hay intervalo, por lo tanto no es del
orden del automatón sino que es algo automático. No está separada la voz del
significante. Repetir sin decir nada puede ser una respuesta al goce materno de taparle la
boca para enunciar. ¿Podríamos decir que su relación es a Lalengua, es decir a aquello
que de real hay en lo simbólico?, o dicho de otra manera , ¿se relaciona con un
simbólico sin Otro, con el Uno de lo simbólico?. Cuando él ‘repite’ y yo le pregunto a
quien le habla, él me dice a vos: allí podríamos ubicar esta cuestión como un intento de
llamado al Otro. Es a partir de la pregunta que le formulo, que dicho llamado al Otro
comienza a constituirse. Antes esta dirección estaba trabada. En este punto podríamos
plantear a modo de hipótesis que esta intervención y la que consistió en repetirle a D.
sus propias palabras en espejo son inaugurales, puesto que abrieron la boca en el sujeto
42
para decir y abrieron la oreja en el Otro para escuchar a este sujeto. Así también le
permitieron a D. escucharse a sí mismo. Inauguran además, la posibilidad de que sus
palabras se dirijan a un Otro. Vamos a ver luego como esto se va a jugar en el juego del
fútbol. Esto va en contra del goce materno de taparle los agujeros, donde no estaba
posibilitado el recorte de los mismos.
Vamos a plantear además que hay cierto detenimiento en la constitución del cuerpo
como imagen, puesto que para ello es necesario que un real en falta la sostenga.
Entendemos al cuerpo como una bolsa de orificios recortados por los bordes
pulsionales. De allí los brazos en alto de D., el comer sin límites, los dibujos de figuras
humanas donde las partes del cuerpo no están articuladas.
(‘no sabes cuantos partidos perdí’). Esto permitió que se relativice la dimensión
desvastadora del Otro, así como también fue uno de los puntos previos que permitieron
que en él surja el ‘llorar’, como en el momento anterior al pago de la primera apuesta.
Este ‘llorar’ en D. es un afecto que está en el lugar de la angustia, hace las veces de
aquella y opera con esa función. Pensemos a la angustia como punto previo a toda
inscripción y como efecto de la cesión de un objeto. A partir de allí decidí no
ahorrárselo. Vemos entonces, que D. simboliza las pérdidas reales a través del fútbol, no
sin aquello que hace las veces de la angustia. Recordemos además que Lacan plantea en
R, S, I que la angustia es uno de los nombres del padre, como nominación de lo real.
Así la angustia puede ser el modo de señalar un vacío.
Este ‘nombre’ (‘soy de Boca’) que D. se construye es un significante que ordena el resto
de los significantes y permite cierta orientación, y es un significante ante el cual todos
los demás no hacen más que representar al sujeto. Además podemos decir que en D.,
como efecto del trabajo, hay un goce del Otro relativizado, en menos, cierto goce que ha
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quedado por fuera del cuerpo (pérdidas), y cierta posibilidad de orientación, puesto que
su relación es ahora al lenguaje, ya que sus enunciados los dirige al Otro.
Para concluir, podríamos decir que aquello que le permite a este sujeto el anudamiento
es este trabajo de nombrar-abrir los agujeros, eso produce la respuesta del sujeto.
Podemos decir que esto a su vez lo conduce a hacerse un nombre. Aquello que permite
el anudamiento son determinados actos, hasta que el sujeto produce este ‘Soy de Boca’
para hacerse un nombre. Este ‘Soy de Boca’ es un invento del sujeto, hace lazo
discursivo y lazo a nivel topológico.
Entonces, podemos pensar en este caso, que el nombre ‘Soy de Boca’ suple al Nombre
del Padre, ya que no hay anudamiento desde el principio, sino que éste se produce por el
trabajo.
NOTAS:
2. Idem.
BIBLIOGRAFÍA:
4. LACAN: La tercera.
11. SKIABINE, P: La clínica del nudo borromeo. (en Locura: clínica y suplencia).
En nuestra experiencia clínica con niños autistas y psicóticos, nos vimos confrontadas a
la pregunta: ¿cuál es el estatuto del sujeto que tratamos en estos casos? Los diversos
modos de presentación de estos niños dan cuenta de una singular relación al lenguaje,
que nos proponemos interrogar y desarrollar aquí.
Comenzaremos por las condiciones de constitución del sujeto, como respuesta singular
al traumatismo del lenguaje. Esto es, el encuentro del viviente con lalengua, de las
palabras con el cuerpo, como hecho estructural que inaugura su estructuración como ser
hablante.
Condiciones de constitución
Lalengua es un concepto lacaniano derivado del laleo, que se refiere a los primeros
modos de acceso del niño al lenguaje hablado por el Otro materno. El laleo es la
ejercitación sonora que el bebé suele realizar para aprehenderse al Otro del lenguaje.
El encuentro con esas palabras particulares dirigidas a ese sujeto deja una huella de goce
en el cuerpo. El traumatismo es esa primera impronta de lalengua que alguien recibe del
Otro. Para que dicha lalengua pueda ser apropiada por un sujeto y entonces, poder
hablarla, es necesario que ésta se inscriba. Es decir, que encuentre en el Otro un espacio
donde anotar eso. Un lugar de falta que, en un segundo tiempo, habilitará para el sujeto
un sentido propio.
La entrada del viviente en el lenguaje produce por un lado una pérdida, un desfasaje en
el orden natural del organismo y por otro introduce un goce libidinal. Libidinización a
cargo de la madre, que supone un lenguaje portador de un afecto. Se transmite, aunque
no tiene sentido (del lado de la significación). Se trata más bien de aquellos modos de
acunar, de mirar, de cantarle, de mecerlo, las modulaciones y cadencia de la voz y del
cuerpo de la madre, que traducen la vivencia del recién nacido en experiencia humana.
Conducen la potencia de la asignación de un sujeto en tanto que deseado, siendo las
palabras el único modo de testimoniar acerca de dicha experiencia.
Ahora bien, citando a Lacan en la Conferencia sobre el síntoma: “… esto presenta toda
suerte de variaciones y aventuras”3. Puede ser que ese contratiempo, al que nos
referimos, no siempre sea introducido. Puede ocurrir que el goce materno no encuentre
su referencia en el Nombre del Padre y por lo tanto, no se equivoque ni se descomplete.
Como efecto, el sujeto no alcanza a ser nombrado por dos discursos que se articulen.
Solo por uno.
Condiciones de transmisión
“Los padres modelan al sujeto en esa función que titulé como simbolismo. Lo que
quiere decir (…) que la manera en que le ha sido instilado un modo de hablar, no
puede sino llevar la marca del modo bajo el cual lo aceptaron los padres”4.
Como dijimos más arriba, el lenguaje se introduce a partir de los decires materno y
paterno, que se caracterizan por su diferencia y su falta de complementariedad. Dicha
lengua ingresa imperativamente y gota a gota en el cuerpo, nombrando al ser viviente
con palabras, a un ser con otro ser. En ese recorrido se transmite el modo y el lugar en el
que ese sujeto fue esperado con un deseo encarnado. Que sea deseado no significa
querido o no, sino que a nivel inconsciente ese niño venga a representar o no, un lugar
de falta para esa pareja (par significante) de padres.
Ahora bien, puede ocurrir que lo que se transmita no sean dos, sino el Uno. Un discurso
que referirá exclusivamente a la subjetividad de uno de los padres. Se producen así otro
tipo de efectos y recorridos en la constitución, que implicarán respuestas más radicales
del lado del sujeto5. Cuando la transmisión es de un discurso único, sin alteridad, no es
posible el malentendido ni la falta donde inscribir un sentido Otro. El sujeto no vendrá a
ocupar el lugar de otra cosa, no se ubicará “como si” fuera algo (falo) para alguien, sino
que satura, realiza con todo su ser un lleno en el Otro. En estos casos, la falta no se
escribe sino que se realiza. La palabra no cobra valor de representación, sino que opera
como cosa en sí misma.
Como consecuencia, cualquier elemento que introduzca una versión posible de la falta –
intervalo, malentendido, demanda - produce una conmoción de ese lugar, amenazando
la existencia endeble y fija del sujeto.
En ese punto se presenta la respuesta de rechazo del sujeto, como un modo de poner
distancia a aquello que, por no estar vaciado estructuralmente, irrumpe como voluntad
de goce del otro.
Este texto tiene como objetivo articular algunas nociones teóricas con un material
clínico.
Se trata de un niño, M, de 11 años que es traído a la consulta, derivado por su pediatra
porque roba. A la primera entrevista concurren ambos padres y en ella relatan que M fue
adoptado de bebé. Vivió en un hogar de niños hasta que sus padres adoptivos lo llevaron
a vivir con ellos. Actualmente, tiene la adopción plena.
Al día siguiente que M es llevado a su casa, su padre renuncia al trabajo de hacía
muchos años. Decide independizarse laboralmente pero no le va bien. Su madre es ama
de casa. Es paciente psiquiátrica y su enfermedad se agrava con la muerte de su padre.
M tiene una hermana paterna mayor a quien ve esporádicamente.
En esa primera entrevista con los padres, relatan que M es adoptado y que lo sabe desde
muy pequeño. No podían tener hijos por incompatibilidad. Su preocupación se basa en
los “robos” que lleva a cabo M en forma repetida. La madre refiere ya no saber qué
hacer, inclusive lo llevó una vez a la comisaría para ver si esto funcionaba, pero M sigue
robando. “Lo traigo acá a ver si Ud. puede hacer algo”. Sin embargo parece tener una
explicación para estos robos: M hace esto porque algo le robaron en su infancia a partir
de que no tiene a sus padres biológicos. Explicación ésta que a la madre no la
compromete en relación a la conducta sintomática de su hijo. Pero es sabido que el
síntoma del niño responde o bien a lo que hay de sintomático en la pareja parental o
bien a lo fantasmático de la madre, posiciones que denuncia Lacan en “Dos notas sobre
el niño”.
M en medio de la guerra
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estructural permitió un giro en las entrevistas, giro éste que tuvo que ver con empezar a
construir su propia historia.
De ladrones y magos
En este apartado se intentará reflexionar acerca de la función paterna, tomando la
Leyenda del Rey Arturo como apoyatura del recorrido que arma este niño en su cura.
A propósito de la función paterna, se recorta lo particular de este caso que como ya es
sabido no tiene que ver con la falla misma de la función sino más bien con el modo en
que cada sujeto responde a la falla estructural de la función paterna. Es decir, la manera
en que esa falla se inscribe para cada quien.
Como consecuencia de la intervención anteriormente señalada, M trae al tratamiento un
truco de magia que aprende de un amiguito.
M: “¿Ves que no tengo nada en las manos?” me pregunta mostrando las palmas de sus
manos. Luego se frota enérgicamente las manos y me pide que sople.
M: “Aparecen pelitos ¿ves?”
A: “Hiciste aparecer los pelitos”
M: “sí, y mirá esto”
Realiza un nuevo truco de magia y agrega: “Mi amigo F. hace trucos de magia”
A: “¿Y dónde los aprende?”
M: “El papá se los enseña”
A: “¿Y tu papá no hace magia?”
M: “No. Cuando era chiquito le pregunté pero me dijo que no…”
A: “Bueno, pero que en está época te paguen en tu trabajo y te alcance la plata es cosa
de magia… Tu papá también debe ser mago”
Luego, este pequeño se aparece con un libro que le había regalado su padre tiempo
atrás: “La leyenda del Rey Arturo”. Esta leyenda cuenta la historia de un niño que es
adoptado por el mago Merlín quien le hace saber que es hijo de Uther, el rey de
Britania.
En la historia, Arturo se convierte en rey porque fue el único hombre de ese pueblo que
pudo sacar la espada que el rey Uther había dejado clavada en una piedra antes de
morir.
“Cierto día, una espada apareció clavada en una piedra (…) Grabadas en la piedra
había unas palabras: “quien alce esta espada será el rey de Britania”.
Fue así que el mago Merlín apareció, “se paró junto a la piedra y, dirigiéndose a Arturo
dijo: “Prueba tú” (…) Arturo con una extraña seguridad, dio un paso, tomó la espada
y la alzó como si la sacara de una vaina de cuero encerada”.8
Este cuento queda en el consultorio y dice traerlo para leer pero más adelante. Cada vez
que llega M, el libro lo espera sobre mi escritorio y él solo lo mira y a veces acaricia su
tapa. Mientras tanto sigue jugando a hacer aparecer y desaparecer cosas. La magia
parece reemplazar los robos.
Pues entonces cabe la pregunta: ¿A qué se debe esta sustitución entre robos y magia?
Sustitución que no se produjo “por arte de magia” sino que fue efecto de una
intervención: pensar a su padre como mago.
8 “La leyenda del rey Arturo”, pág. 12. Colección Grandes Clásicos. Barcelona, 2000.
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Hasta ese momento su padre, para este niño era policía: en una de las primeras
entrevistas a padres, el papá de M se queja de que no le hace caso. Y qué quiere decir
que no le hace caso, le pregunto. A lo cual responde: “Y…para que haga la tarea tengo
que sargentearlo…”
Mientras su padre hace el papel de policía, a M no le queda más que jugar a ser el
ladrón; posición que le garantiza mantener algún vínculo con su padre. En este sentido,
Lacan sostiene que “sería necesario que el padre no sea solamente el nombre-del-
Padre, sino que represente en toda su plenitud el valor simbólico cristalizado en su
función. (…) El padre es siempre, en algún aspecto, un padre discordante en relación a
su función”…9. Ya sea por defecto o por exceso, la figura hace obstáculo a la función.
Entonces este padre que sostiene su lugar sargenteando, en definitiva no está a la altura
de su función ya que M de todas maneras queda respondiendo al “pase de facturas de su
madre” cuando la plata no alcanza. En lugar de ser su papá quien responde a esto, M lo
hace con su conducta sintomática.
De este modo, puede pensarse que la intervención sobre la magia, articulada a la
primera –el sol se esconde tras la nube-, permite el despliegue de dos cuestiones. La
primera de ellas es el despliegue de un juego en el análisis. Como consecuencia de un
efecto de corte en la cadena significante aparece algo diferente –un cambio de juego-
Juego de magia que acompañará todo el proceso de historización de este paciente.
La segunda cuestión a mencionar es que la articulación de ambas intervenciones abre la
posibilidad de que M se ubique de otra manera respecto a su padre. Esto es, que pueda
situarse en relación al deseo del padre. Tal como Lacan apunta en Dos notas sobre el
niño, la función del padre se juzga “en tanto que su nombre es el vector de una
encarnación de la Ley en el deseo”.
De esta manera, algo de la articulación entre ley y deseo se reestructura en ese momento
de la cura. Y tal como sucede en “La leyenda del Rey Arturo”, es el mago –el lugar del
analista en la transferencia- quien invita a Arturo a tener un saber acerca de su padre.
Cabe aclarar, con respecto al lazo que se constituye entre M y su padre que este fue
solidario de otro movimiento que tuvo que ver con el propio padre. En algunas
entrevistas con él se pudo trabajar su lugar como papá. Se cuestionó algunas cosas que
hacían a su propia relación con su padre e incluso pudo decir: “no sé ser papá de M”.
Afirmación que se iría transformando en una pregunta cuando pudo aceptar una
derivación para un espacio individual.
Como ya se dijo anteriormente, a partir de este momento se aviene el proceso de
historización en el tratamiento. “El camino de la restitución de la historia del sujeto
adquiere la forma de una búsqueda de restitución del pasado. Esta restitución debe
considerarse como el blanco hacia el que apuntan las vías de la técnica”.10
Esta restitución del pasado se produce a través de los juegos acompañados por la
palabra. Es así que intercalando con la magia, empieza a construir barcos, aviones y
trenes con papel. Construye un tren en el que viaja él y agrega a su mamá, su hermana y
su papá. Le pregunto entonces a dónde se dirige ese tren. Y responde que va hacia su
casa.
9 Lacan, J.: “El mito individual”, pág. 57 en Intervenciones y textos 1, Ediciones Manantial.
10 Lacan, J.: El seminario 1: “Los escritos técnicos de Freud”, pág. 27. Paidós, Buenos Aires.
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11 Lacan, J.: El seminario 1: “Los escritos técnicos de Freud”, pág. 28. Paidós, Buenos Aires.