Está en la página 1de 11

Protegido: Parentalidades Después del Patriarcado

Éric Laurent – 2022/09/21.

¿De qué se trata hoy en día cuando hablamos de parentalidades


contemporáneas? ¿De qué contemporáneo se trata cuando hablamos de
parentalidad? Esta pregunta puede ser respondida descriptiva, demográfica o
bien de manera psicoanalítica. Desde un punto de vista descriptivo, en primer
lugar, un estudio reciente permite captar transformaciones profundas[1]. El
caso francés es ciertamente particular y no puede generalizarse al planeta,
pero indica tendencias en marcha a nivel mundial. El punto fundamental es la
articulación a la ciencia de las modalidades de hacer familia, que a su vez han
evolucionado gracias a las nuevas libertades abiertas por las leyes sobre la
paridad y la igualdad de género.

Los avances en medicina han aumentado la esperanza de vida en 11 años en


cincuenta años, alcanzando los 82,5 años con una estrecha brecha entre
hombres y mujeres. Así que la población está envejeciendo. Los menores de
20 años representan sólo una cuarta parte de la población. Hay menos niños y
nacen más tarde. La edad promedio para que las mujeres tengan el primer
bebé ha aumentado 4,5 años, a los 28,7 años en promedio, y la tasa de
fertilidad está un poco a la baja -aunque más alta que la media europea. Un
tercio de las mujeres se convierten en madres después de treinta años. Estos
cambios se deben a la generalización de la anticoncepción. La obsolescencia
de la forma de unión que es el matrimonio tradicional está más marcada. Los
niños nacidos fuera del matrimonio son la mayoría con un 58,6%. Estos niños
son reconocidos masivamente por los padres, solo el 4% no lo son. Por lo
tanto, la paternidad sigue siendo un instrumento jurídico que funciona. Hay
menos matrimonios y el número de divorcios se multiplica por 3,5. Por otro
lado, el matrimonio se complementa con otras formas de unión que incluyen a
las parejas homosexuales, el pacto de solidaridad civil (Pacs) desde 1999 y el
matrimonio para todos desde 2013.

La articulación de la familia con la ciencia y las nuevas ficciones jurídicas ha


cambiado las preguntas sobre los niños y sus padres. Ya no se habla de familia
ante la dificultad de calificarla, sino de parentalidad. La parentalidad es, en
Francia, un neologismo de finales del siglo XX que tiene muchos campos de
empleo. Es un significante-amo de nuestra civilización. En el ámbito de la
acción política y social hacia las familias («ayuda material y financiera para la
parentalidad»), la parentalidad es un equivalente de la palabra «familia».
«En las leyes, en lo legislativo, parentalidad y la coparentalidad, son términos
utilizados en el campo del reparto jurídico de la autoridad parental. La Comisión
Consultiva Nacional de Derechos Humanos define la parentalidad por sus
aspectos jurídicos, junto con los deberes de los padres y sus derechos
relacionados con la patria potestad y la filiación.

En el campo sociológico describe más bien las nuevas formas de convivencia y


vida familiar. Por lo tanto, es más bien en el sentido de las estructuras
familiares que debe entenderse. Ahora se habla de una familia monoparental,
de una familia homoparental e incluso una familia multiparental en el caso de
las familias recompuestas. También puede designar un modo de filiación
(parentalidad adoptiva…) o la situación de los padres a la llegada de un niño
(parentalidad tardía).[2]«

Pariente es un estatus legal, un estatuto simbólico. La parentalidad va más allá


del estatuto. Está del lado de lo real. Hablar de parentalidad no es estar
fascinado por el estatuto, sino que es enfatizar la interacción del niño con sus
padres, en su variedad.

También podría decirse que el niño de hoy nace en un mundo que ya no está
estructurado a priori por el amor del padre; con su doble cara tan particular en
la construcción del papel del padre en el mundo occidental: aquel que es
amado y, al mismo tiempo, el que priva del goce. Esta particularidad debilita
aún más su construcción a medida que el niño contemporáneo se enfrenta a
las formas de goce adictivo, como lo demuestra la clínica. El niño se enfrenta
sin mediación a lo que se repite constantemente tanto en el lado del
desbordamiento como en el del vacío, como las adicciones que afectan a todos
los circuitos pulsionales: oral (anorexia/bulimia, junk food, sustancias), anal
(retención/expulsión, agresividad), escópica (videojuegos y pantallas) y vocal
(intolerancias a los mandamientos de la ley).

Agreguemos la clínica relacionada con la imposibilidad de habitar un cuerpo y


fijarlo a una imagen: todo lo que se agrupa en el cajón de sastre del trastorno
por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH). Consideremos también
la imposibilidad de habitar un sexo correspondiente al género asignado. Por
último, hay toda una serie de síntomas que son difíciles de considerar
neuróticos sin poder ser calificados de psicóticos. Estos nuevos síntomas
definen una clínica que pone de relieve la fragilidad del padre. Ha empujado a
algunos psicoanalistas a abandonar su estatuto al basurero de la historia y a
desembocar en la sociedad sin padre, calificada de diversas maneras. No es el
caso de Lacan que transformó radicalmente el estatuto del padre freudiano,
abandonando la referencia edípica, para situarlo no en relación con la madre, y
el incesto materno, sino en relación con una mujer.
La superación del padre universal freudiano

Desde el comienzo de su obra, Freud puso al padre en principio: «Se dice que
el príncipe es el padre del pueblo. El padre es la autoridad más antigua, la
primera, es para el niño la única autoridad. Todos los demás poderes sociales
se desarrollaron a partir de esta autoridad primitiva (únicamente queda en
reserva el matriarcado)[3]«. El padre está en el fundamento de Dios, y de la
relación fundamentalmente conflictiva que une al sujeto a su Dios. A partir de la
tragedia edípica, Freud muestra la discordia irreductible en el corazón de
cualquier teoría de la religión: «Aquí, como en todas partes, uno tenía que
fracasar en la reconciliación de la providencia divina y la responsabilidad
humana. «[4]

En cierto sentido, tan pronto como Freud vio el lugar del padre como portador
de la prohibición del incesto en la economía psíquica, lo convirtió en el pivote
de la construcción del edificio tanto social como religioso, lo cual es
indistinguible en un primer acercamiento. Es su primera palabra[5], pero
también la última, ya que la retoma en 1939 en Moisés y el monoteísmo. La
antropología política de Freud es inseparable de la secularización de su teoría
de las religiones.

El primer texto que formula una teoría general de la organización social


es Tótem y Tabú. Enuncia una teoría de la religión presentada como una
contribución a la etnopsicología (Völkerpsychology)[6]. Para esta teoría,
propone «crear un vínculo entre etnólogos, lingüistas, folcloristas, etc., por un
lado, y psicoanalistas por el otro[7]«. El último capítulo, «El retorno infantil del
totemismo», examina las contribuciones de los teóricos religiosos más fuertes
de la época: James Frazer, Salomon Reinach, Émile Durkheim, William
Robertson Smith. La gran demostración totémica conduce a una teoría general
de la religión:

«Aceptemos ahora como estado de cosas que los dos elementos motrices, el
sentimiento de culpa del hijo y la rebelión filial nunca desaparecen. […] Los
esfuerzos del hijo por tomar el lugar del padre-dios se destacan cada vez más
claramente. […] Nacen las figuras divinas de Atis, Adonis, Tammuz, etc. […]
Pero el sentimiento de culpa que no es apaciguado por estas creaciones se
expresa en los mitos que dan a estos jóvenes amantes de las diosas madres
una corta vida y castigo ya sea por emasculación o que son perseguidos por la
ira del padre-dios que ha tomado forma animal. […] Había otra manera de
calmar este sentimiento de culpa y fue sólo Cristo quien la tomó. Sacrificó su
propia vida, y por este acto liberó a la tropa de los hermanos del pecado
original.»[8]
Freud concluye su ensayo capitulando Tótem y tabú por el complejo de Edipo,
definiendo así la causalidad psíquica del edificio social: «Al final de esta
investigación que he llevado a cabo abreviando al máximo, me gustaría por lo
tanto afirmar el siguiente resultado: en el complejo de Edipo, los inicios de la
religión, la moral, la sociedad y el arte se encuentran[9]«.

El padre universal está en el horizonte de todo y el complejo de Edipo deja una


huella indeleble en la vida afectiva. La convergencia del amor y el odio en la
misma persona es la fuente de las asombrosas transformaciones de estos
sentimientos que ligan y desligan a los hombres en su vida social. Lacan, por
su parte, primero da una versión lógica de este padre universal, aísla la
«función paterna». Y esta operación apareció como una restauración del padre,
cuyo lugar en el psicoanálisis se desvanece en ese momento. El padre
mitológico de la prohibición del incesto edípico se ha convertido en el que dice
no al goce, «el que dice no, liberando al niño de su sujeción a la madre y al
goce que esta relación conlleva[10]«. Pero entonces Lacan pasa de la función
del padre al padre en función, al padre uno por uno.

El padre en función

En un segundo tiempo, el esfuerzo de Lacan consiste en pensar al niño, al


vínculo con los padres y la pasión de amor-odio fuera del lazo al padre
universal, a quien también nombra como aquel de la eternidad. Como J.-
A. Miller lo mostró, no se trata de prescindir del padre, sino de poner el acento
sobre el padre en tanto existencia particular. Utilizó de manera radical la
disyunción operada por la lógica moderna, que se separa de la lógica de
Aristóteles al distinguir la definición de un término de su existencia. Por un lado,
enuncia la paradoja de que «Todo padre es Dios», que debe ir acompañada de
la condición de que, en su existencia, ningún padre es Dios. Se verifica que
«Todo padre es Dios» a condición de que se verifique la inexistencia de tal
padre. Por otro lado, verifica la existencia del padre ya que ésta «rechaza
cualquier norma, todo estándar, todo para todo x.[11]«

Esta tensión entre los dos niveles es parte del cambio radicalmente anti-
hegeliano de Lacan, desde el momento en que se niega a reducir las
existencias particulares a una parte de un todo. Se afirma radicalmente durante
la única lección de su Seminario de los Nombres del Padre: «Toda la dialéctica
hegeliana está hecha para llenar esa falla, y para mostrar, en una prestigiosa
transmutación, cómo el universal puede llegar a particularizarse por medio de
la escansión del Aufhebung[12]«.
Este aflojamiento continúa cuando se compromete a definir el Nombre del
Padre a partir de una función. La gran ventaja de una función es que no define
un todo. Una función define sólo su ámbito de aplicación. Además, dado que la
lógica moderna considera la cuestión de los conjuntos infinitos, uno nunca
puede contar completamente el conjunto de casos. La función es entonces
definible sólo por las realizaciones de las variables que constituyen su
desarrollo. Lacan parte entonces de los casos particulares para hablar del
padre. Ser un padre es ser uno de los modelos de realización, uno de
los valores (a, b, c, d) de la función P(x). Así hay que decir: «el padre como
agente de castración no puede ser sino el modelo de la función», es decir que
el acceso que Lacan elige a la cuestión del padre es el de uno por uno de los
que se han convertido en padre. Para definir a un padre, Lacan habla entonces
de «versión del padre (padre-versión/père-version)[13]«, de versiones del
padre, una por una. «Un padre tiene derecho al respeto, si no al amor, sólo si
dicho amor, dicho respeto, es […] padre-versamente orientado, es decir, hecho
de una mujer, objeto a quien causa su deseo. Pero lo que una mujer a-coge así
no tiene nada que ver con la cuestión. De lo que ella se ocupa son otros
objetos a, que son los niños[14]«.

Ser padre, por lo tanto, es haber tenido la perversión particular de apegarse a


los objetos a de una mujer: «Sólo puede ser un modelo de la función realizando
el tipo. Poco importa si tiene síntomas si añade el de la padre-versión paterna,
es decir que la causa sea en suma una mujer, que se adquiere para hacerle
hijos, y que, de estos, le guste o no, se hace cargo paternal.» [15]

Nótese el quiasma. En principio, de acuerdo con la estructura del deseo


masculino, el hombre se adhiere a los objetos a que causan su deseo -el de él-.
Por ejemplo, el fetichista tiene la particular perversión de adherirse al falo del
que carece la madre al realizarlo en un fetiche particular: el zapato, el «brillo en
la nariz«][16]«, etc. Lacan define al padre a partir de un fetiche particular. No es
un objeto que no está en su lugar, que ex-siste, sino un objeto que una mujer
ha producido. El niño es un objeto a de la madre. A partir de este objeto a, el
padre debe tomar un especial cuidado que se califica de paterno. Este cuidado
lo deja en un lugar de síntoma. Este es el único punto en el que un hombre
puede convertirse en un síntoma de una mujer, si ella es madre.

El padre perverso está en el nivel de la particularidad del síntoma, la


particularidad de su disfrute: «es esencial que no sea Dios, precisamente.
Freud había mostrado la raíz de la ilusión religiosa en la función del padre y
Lacan, por el contrario, marca el espejismo divino que es estrictamente mortal
o psicótico cuando es apoyado por el padre. […] La perversión paterna es
precisamente que el deseo del padre está ligado a una mujer entre todas, es
decir, a una mujer como única. Y es en la medida en que este […] lo marca,
que resulta no ser Dios«[17]] En un mundo en el que todos pueden convertirse
en padres, todos pueden creer que pueden ser un valor de esta función
excepcional. Si alguna vez el «todo» se toma a sí mismo por Dios, por el
guardián de los ideales, o por el padre de la norma ideal, entonces se produce
el efecto psicótico: «cualquiera alcanza la función excepcional que tiene el
padre, sabemos con qué resultado, la de su verwerfung en la mayoría de los
casos por la filiación que engendra, con el resultado psicótico que he
denunciado[18]«.

Este padre no garantiza el acceso al disfrute, como el Padre-Dios, en el modelo


freudiano, hizo para todas las mujeres. Por eso Lacan insiste en el «sin
garantía» según el cual ahora se trata de hacer de la mujer la causa de la
perversión paterna. Con esta demostración particular, el padre puede dar al
sujeto acceso a la realidad del goce en juego: «Papá, no es en absoluto,
necesariamente, el que es -es el caso decirlo- el padre en el sentido real, en el
sentido de la animalidad. El padre es una función que se refiere a lo real, y no
es necesariamente lo verdadero de lo real. Esto no impide que la realidad del
padre sea absolutamente fundamental en el análisis[19]«.

Al distinguir al verdadero padre, en el sentido de animalidad, es decir, al padre


biológico, y separarlo del padre que «toca lo real», es decir, el disfrute,
tenemos una preciosa indicación del lugar del padre en familias mezcladas o
sobrepuestas. La oposición de lo verdadero y lo real resuena aquí de una
manera especial. La articulación de lo verdadero y lo real puede ser abordada
por el movimiento mismo del psicoanálisis, que procede ante todo de un
supuesto conocimiento, el del inconsciente. El analista accede a ella por la vía
de la verdad, reformulación por Lacan de la llamada regla de libre asociación,
que significa liberado de las restricciones de las mentiras sociales. El resultado
es finalmente interpretado en términos de realidad, disfrute.[20]

El Padre del Nombre y el Verdadero Padre

¿Cómo tocar la realidad del disfrute? Al otro lado del camino ideal, indica
Lacan, en el Seminario… O peor aún, una forma de lograr el tipo de función de
una manera divertida, la de «impresionar [a su] familia[21]«.  Impresionar es
tanto producir una especie de admiración, hacer un efecto, pero es sobre todo,
jugando con el término pater en latín, dar un paso al costado del ideal del pater
familias. Es una operación en la que se trata de producir un efecto particular de
mantener una distancia de la creencia de que un padre puede ser «para
todos»:
«Ha habido muchas preguntas sobre la función de las familias pater. Debemos
enfocar mejor lo que podemos exigir de la función del padre. Esta historia de
deficiencia paterna, ¡qué hacemos gárgaras al respecto! Hay una crisis, es un
hecho, no está del todo mal. En definitiva, el e-pater ya no nos sorprende. Esta
es la única función verdaderamente decisiva del padre. Ya he marcado que no
fue edipo, que estaba, que si el padre era legislador, le dio al presidente
Schreber de niño, nada más. En cualquier nivel, el padre es quien debe
impresionar a la familia. Si el padre ya no sorprende a la familia, naturalmente
encontraremos algo mejor. No es necesario que sea el padre carnal, siempre
hay uno que sorprenderá a la familia […]. Habrá otros que lo
sorprenderán«[22]].

Esta es una desconexión adicional entre el «padre carnal» y el que puede


llegar al «tipo» de padre. Indicación adicional para la crianza de los hijos. La
primera indicación es que «impresionar a la familia» es la otra cara de hacer al
legislador. Tampoco es querer hacer al hombre, es otra cosa. En el mundo
de la #Metoo, Lacan señala que es del lado de la mujer que es tanto la
denuncia de las viejas formas de machismo como la llamada a nuevas formas
de masculinidad deseosas del camino correcto: «Si el hombre es todo lo que
quieres en el  género virtuoso, recurre a puerto, listo para disparar,  gira lo que
quieras, lo varonil, está del lado de la mujer. Ella es la única que lo cree. Cree.
Esto es incluso lo que la caracteriza[23]«. Para ser comparado con lo que
afirma un poco más adelante en este mismo Seminario: «El Uno hace al Ser
como el histérico hace al hombre. […] Esto es lo que sustenta un cierto
enamoramiento creativista[24]«.

Es entonces necesario distinguir en el padre, por un lado, cuál es el nombre, y


cuál está del lado de lo simbólico, y por otro lado cuál es la relación del padre
con la realidad. Esta oposición se cruza con la distinción entre la familia como
real y el Nombre del Padre como simbólico. Esto es precisamente lo que Lacan
destaca en su «Nota sobre el Niño», sacando la lección del fracaso de las
utopías comunitarias de los años sesenta:

«La función   residual que la familia conyugal sostiene (y al mismo tiempo


mantiene) en la evolución de las sociedades, pone de relieve lo irreductible de
una transmisión -que es de un orden diferente al de la vida según la
satisfacción de las necesidades- pero que es de constitución subjetiva,
implicando la relación con un deseo que no es anónimo. Es sobre la base de tal
necesidad que se juzgan las funciones de la madre y el padre. De la madre:
como su cuidado lleva la marca de un interés particularizado, aunque sea por el
camino de sus propias carencias. Del padre: como su nombre es el vector de
una encarnación de la Ley en el deseo«.[25]]
Esta formulación puede haber dado lugar a múltiples confusiones. En
particular, como si tuviera este padre, decir todo sobre la articulación de la Ley
y el deseo, como si tuviera la última palabra.
El padre según el patriarcado

En su conferencia de 1975 en la Universidad de Columbia, Lacan concluyó en


un punto en el que acentuó lo real del padre, como el que no está allí para
hacer ley o para tener sentido, sino que está allí para marcar el lugar de su
disfrute como viable: «El modo de existencia del padre es el real. Este es el
único caso en el que lo real es más fuerte que lo verdadero«[26] En otra parte,
en el discurso social, es la disyunción entre el goce y «dar sentido»: «En este
registro de la verdad, cuando entramos en él, ya no lo abandonamos. Para
minimizar la verdad como se merece, uno debe haber entrado en el discurso
analítico. Lo que el discurso analítico desaloja pone la verdad en su lugar, pero
no la sacude. Es pequeño, pero indispensable[27]«.

El padre debe mantenerse alejado de tomarse a sí mismo por Dios o su


representante en la familia, y apegarse a sus lazos con la realidad. Se
encuentra a media distancia, entre dos consistencias. Esto es lo que Lacan
llama, siguiendo el modelo del «medio decir«[28]» de la verdad, o el término
medio, el «medio dios»: «Lo que [una mujer] cuida son otros objetos a, que son
los hijos, con los que el padre interviene sin embargo -excepcionalmente en el
caso correcto- para mantener en la represión, en el medio dios justo, su propia
versión de su versión paterna. Versión paterna, la única garantía de su función
como padre, que es la función de síntoma, como lo escribí. […] La normalidad
no es la virtud paterna por excelencia, sino sólo el medio dios justo, […] o el
justo tácito.  […] Es raro que tenga éxito, este solo medio dios[29]«.

Más allá de la justa represión, es el padre tirano quien hace de su disfrute una
ley insoportable y arbitraria. Abajo, es el padre sin disfrute particularizado, el
padre quien se reduce al ideal del padre de familia, que varía según los
tiempos, puede ser hoy el padre compañero de juegos. El que actúa como
padre no aplasta a la familia bajo su goce, ni en su pretensión de tener acceso
al goce que debería. Depende de él ayudar a los miembros de su familia a
decir no al disfrute en su aspecto mortal y decir algo sobre el disfrute que sea
viable. El padre no es el que puede decir todo, incluyendo lo verdadero sobre lo
verdadero o lo verdadero sobre lo real de su disfrute. Mantener en represión la
versión de su goce es la condición para que se mantenga algo de deseo, que
sería descifrar entre líneas de lo que puede afirmar. En cualquier caso, esta
justa represión es lo opuesto a lo prohibido que sólo indica los caminos de la
transgresión: «El padre es el que no lo dice todo, y que así conserva la
posibilidad del deseo y no pretende cubrir lo real, es decir que no pretende ser
ontológico[30]«. La ontología del padre sería la que quisiera dar sentido a los
encuentros contingentes, en la paternidad, de cada uno con el disfrute.
Un programa de trabajo

A veces se dice que es difícil dar forma a problemas específicos en


psicoanálisis, o incluso encontrar los «Problemas cruciales para el
psicoanálisis«[31] como dice el título de un Seminario Lacan, por lo que me
gustaría proponer aquí un programa de investigación. Se trata de mirar caso
por caso, en la paternidad actual y en los problemas clínicos a los que se
enfrentan estas familias, lo que sirve como excepción suficiente en los lados de
la mujer y el hombre para poder definir lo que asombra  a la familia. Búscalo,
bajo estos dos lados, femenino y masculino, y encontrarás lo que actúa como
padre en la configuración de los placeres de hoy.

……………………….

*Laurent, É., Parentalités après le patriarcat, Parentalités après le patriarcat –


Institut Psychanalytique de l’Enfant du Champ freudien (institut-enfant.fr).
Último acceso : 2022-09-21.
[1] Cf. Pison G., «1968-2018: Cuatro sorpresas demográficas en Francia
durante cincuenta años», Populations & Societies, No. 553, marzo de 2018,
citado por A.-A. Durand, en « 1968-2018 : espérance de vie, mariage,
enfants… lo que ha cambiado en la población francesa», Le Monde, 13 de
mayo de 2018, disponible en Internet.
[2] Entrada «Crianza» en Wikipedia, la enciclopedia en línea gratuita, disponible
en el sitio web de Wikipedia.
[3] Freud, S., L’Interprétation des rêves, París, PUF, 1973, p. 192.
Cfr. Freud, S., “La interpretación de los sueños”, in Obras completas, tomo IV,
Buenos Aires, Amorrortu, 2003, nota 46, p. 230.
[4] Ibíd., pág. 230.
Cfr. Freud, S., “La interpretación de los sueños”, in Obras completas, tomo IV,
Buenos Aires, Amorrortu, 2003, nota 46, p. 273.
[5] Freud habló con Fliess en 1897 sobre sus primeros atisbos de su
llamado autoanálisis. En sus notas a la Edición Estándar para Tótem y Tabú,
Strachey señala la carta del 4 de julio de 1901 a Fliess donde Freud, que lee
los periódicos, comenta sobre los descubrimientos de Knossos: «¿Has leído
que los ingleses han exhumado en Creta (en Knossos) un antiguo palacio, que
consideran el verdadero laberinto de Minos? Parece que Zeus era
originalmente un toro. De la misma manera, nuestro antiguo dios habría sido
adorado por primera vez como un toro, antes de la sublimación implementada
por los persas. Hay muchas cosas en las que pensar aquí, sobre las cuales
aún no podemos escribir. (Freud S., Lettres à Wilhelm Fliess, 1887-1904, París,
PUF, 2006, p. 562.)
[6] Freud S., Totem et tabou, en Œuvres complètes, vol.  XI, París, PUF, 1998,
p. 189-382.
[7] Ibíd., pág. 193.
Cfr. Freud, S., “Tótem y tabú”, in Obras completas, tomo XIII, Buenos Aires,
Amorrortu, 2003, p. 7.
[8] Ibíd., pág. 305.
Cfr. Freud, S., “Tótem y tabú”, in Obras completas, tomo XIII, Buenos Aires,
Amorrortu, 2003, pp. 153-154.
[9] Ibíd., pág. 312.
Cfr. Freud, S., “Tótem y tabú”, in Obras completas, tomo XIII, Buenos Aires,
Amorrortu, 2003, p. 158.
[10] Miller J.-A., «L’outrepasse ou la passe dépassée», Quarto, No. 124, marzo
de 2020, p. 10.
[11] Ibíd., p. 11.
[12] Lacan J., « Introduction aux Noms-du-Père », Des Noms-du-Père, París,
Seuil, 2005, p. 74.
[13] Lacan J., Le Séminaire, livre XXII «R.S.I.», lección del 21 de enero de
1975, Ornicar? , Nº3, mayo de 1975, pág. 108.
[14] Ibíd., pág. 107, hacemos hincapié en el «respeto».
[15] Ibíd., pág. 108.
[16] El término es el del hombre de los lobos: Glanz auf der Nase, traducido
como «brillando en la nariz» (Freud S., «Le fétichisme», La Vie sexuelle, París,
PUF, 2002, p. 133).
[17] Miller J.-A., «La orientación lacaniana. L’Un-tout-seul», docencia impartida
como parte del Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de París 8,
lección del 6 de abril de 2011, inédita.
[18] Lacan J., Le Séminaire, livre XXII, «R.S.I.», leçon du 21 janvier 1975, op.
cit., p. 107.
[19] Lacan J., «Conferencias y entrevistas en universidades norteamericanas.
Universidad de Columbia. Escuela Auditorio de Asuntos Internacionales. 1de
diciembre de 1975», Scilicet, Nº6/7, 1976, pág. 45.
[20] Cf. Miller J.-A., en Lacan J., Je parle aux murs, texto preparado por J.-A.
Miller, París, Seuil, 2011, contraportada.
[21] Lacan J., Le Séminaire, livre XIX, … o peor aún, texto elaborado por J.-A.
Miller, París, Seuil, 2011, p. 208.
[22] Ibíd.
[23] Ibíd., pág. 205.
[24] Ibíd., pág. 222.
[25] Lacan J., «Note sur l’enfant», Autres écrits, París, Seuil, 2001, p. 373,
subrayamos.
[26] Lacan J., «Conferencias y entrevistas en universidades norteamericanas.
Universidad de Columbia… «, op. cit., p. 45.
[27] Lacan J., Le Séminaire, livre XX, Encore, texte établi par J.-A. Miller, París,
Seuil, 1975, p. 98.
[28] Lacan J., «L’étourdit», Autres écrits, op. cit., p. 488.
[29] Lacan J., Le Séminaire, livre XXII, «R.S.I.», leçon du 21 janvier 1975, op.
cit., pp. 107-108.
[30] Miller J.-A., «La orientación lacaniana. L’Un-tout-seul», op. cit., lección del
6 de abril de 2011.
[31] Lacan J., Le Séminaire, livre XII, «Problèmes cruciaux pour la
psychoanalyse» (1964-1965), inédito.

También podría gustarte