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Poderes legislativos de los presidentes
I NT RO D U C C I Ó N
D E L E G A C I Ó N V E R SU S C O N ST IT U C I O N A L P O
W E R S
Como se señaló en el capítulo 2, uno de los criterios que definen el presidencialismo
es que el presidente posee cierto poder legislativo. Aunque el ejecutivo de
cualquier sistema parlamentario también posee poder legislativo, hay dos
distinciones importantes entre los sistemas parlamentarios y
presidenciales en este sentido.
132 Presidentes y asambleas
espectro. En primer lugar, un ejecutivo parlamentario sólo tiene los
poderes legislativos que le ha delegado la asamblea, mientras que un
ejecutivo presidencial suele tener poderes legislativos consolidados,
además de los poderes delegados por la asamblea. La segunda
distinción es que, dado que algunos poderes legislativos se otorgan
constitucionalmente al presidente, existen grandes diferencias entre los
sistemas presidenciales en cuanto al grado de poder legislativo de sus
ejecutivos.
La importancia de la delegación para distinguir a los ejecutivos
parlamentarios de los presidenciales (y a algunos ejecutivos presidenciales
de otros) no puede exagerarse. Un ejecutivo parlamentario con una base
segura de apoyo entre la mayoría de la asamblea puede legislar
prácticamente sin trabas. Es decir, casi todas las propuestas de ley
pueden ser iniciadas por el gabinete y apoyadas sin enmiendas tras su
lectura oficial ante el parlamento. Sería insensato, sin embargo, deducir
de esta situación que el parlamento es impotente y que el régimen es,
por tanto, una "democracia de fachada." Sin embargo, tales suposiciones
se hacen regularmente con respecto a los sistemas presidenciales en los
que se observa que el congreso no desempeña un papel significativo a
la hora de legislar y más bien parece ser soslayado o, en el mejor de los
casos, actuar como un "sello de goma".
¿Qué ocurre en estas situaciones? En el hipotético caso
parlamentario del partido mayoritario que acabamos de esbozar, existe
un claro equilibrio derivado del equilibrio constitucional de poderes entre
el ejecutivo y la asamblea. En la medida en que el partido mayoritario
pueda llegar a un acuerdo interno sobre cuestiones políticas, las
propuestas del gabinete reflejarán la posición general del partido en su
conjunto. Cuando el gabinete es un gobierno minoritario o de coalición,
encontrar ese acuerdo básico puede ser más complicado y el alcance
del acuerdo más limitado, pero aun así los poderes que tenga el
gabinete para hacer y aplicar la ley reflejan una delegación del
parlamento en el ejecutivo. Al haber sido elegidos como agentes
ejecutivos de la mayoría parlamentaria, los miembros del gabinete han
recibido la autoridad para llevar a cabo la voluntad de dicha mayoría.
De vez en cuando, casi inevitablemente, el ejecutivo puede desviarse
de la orientación política prevista por la corriente principal del partido o
partidos que constituyen la mayoría de la asamblea. En el lenguaje de
los enfoques principal-agente, se dice que el principal - en este caso, el
partido que ostenta la mayoría parlamentaria - sufre pérdidas de agencia.
¿Qué ocurre si estas pérdidas de agencia se agravan pero el agente -en
este caso, el gabinete- no cambia de actitud? El requisito de la confianza
parlamentaria significa que los mandantes pueden ejercer su última
sanción, votando a favor de la censura y provocando así la caída del
gobierno.
En un sistema presidencial, puede resultar más difícil ver qué
representa la delegación de autoridad y qué representa un ejecutivo que
simplemente circunvala a la asamblea mientras ésta abdica de su propia
Poderes legislativos de los 133
autoridad. Gran parte de la literatura sobre el sistema estadounidense
presidentes
sostiene que el Congreso ha abdicado de su
1 Para un ejemplo típico, véase Conaghan, Malloy y Abugattas (1990).
134 Presidentes y asambleas
El Congreso no tiene poderes formales para legislar, sino que lo hacen
las agencias reguladoras ejecutivas (Lowi 1979; Fiorina 1982; Moe
1987). Sin embargo, como se argumenta en McCubbins y Schwartz
(1984), y Kiewiet y McCubbins (1991), el Congreso conserva una serie de
medios para minimizar sus pérdidas de agencia.
En muchos sistemas presidenciales latinoamericanos, la emisión de
decretos desempeña un papel importante en la formulación de políticas.
El uso generalizado de decretos plantea la cuestión de hasta qué punto
los congresos de estos sistemas mantienen un papel en el proceso
legislativo. Desgraciadamente, en nuestra opinión, se ha investigado
muy poco sobre los procesos legislativos de las democracias
presidenciales distintas de Estados Unidos. Con demasiada frecuencia,
los estudios sobre determinados países han argumentado que los
congresos son sellos de goma o que el ejecutivo usurpa regularmente sus
poderes (Taylor 1960; Scott 1973; Levine 1973; Kelley 1977; Väzquez
Carrizosa 1979; Suàrez 1982; Linz 1987; Archer y Chernick 1988).
Nosotros sostenemos, sin embargo, que, como en Estados Unidos,
muchos de estos poderes han sido delegados por el Congreso. Como
tales, también pueden ser revocadas.
Hay otro elemento en los poderes legislativos de los presidentes que va
más allá de la supresión: los poderes constitucionales de los presidentes
sobre la legislación varían bastante entre las democracias
presidenciales. En el capítulo 8 presentamos una clasificación de las
constituciones presidenciales en función del grado de autoridad
legislativa que se otorga constitucionalmente a sus presidentes. Si un
ejecutivo determinado es constitucionalmente poderoso en relación con la
asamblea en el proceso legislativo, entonces estamos ante un caso en el
que se está produciendo algo más que una delegación, pero no ante un
caso de elusión, ya que los presidentes en tales casos están actuando
dentro de su autoridad constitucional.
Con respecto a la cuestión de la usurpación presidencial -o abdicación
del Congreso- de los poderes legislativos, en este capítulo pretendemos
hacer las siguientes puntualizaciones. En primer lugar, la delegación de
poderes de la asamblea al ejecutivo no es ni usurpación ni abdicación si
la autoridad se delega con cuidado, de forma que puedan detectarse las
pérdidas de la agencia y la autoridad pueda revocarse fácilmente. En
segundo lugar, en la medida en que la Constitución otorga amplios
poderes a los presidentes, es inexacto hablar de abdicación del
Congreso o usurpación presidencial. Es decir, el congreso no puede
abdicar de lo que no tiene y el ejecutivo no puede usurpar lo que
legalmente tiene. En tercer lugar, es importante examinar los poderes
legislativos que se conceden constitucionalmente a los presidentes,
tanto para apreciar las grandes diferencias entre los poderes del cargo
en los distintos sistemas, como para determinar si algunas
configuraciones del poder legislativo son menos propicias para unas
relaciones fluidas entre la asamblea y el ejecutivo, y quizá incluso más
propensas a las crisis de régimen.
Poderes legislativos de los 135
presidentes
C O M P A R T I R L E G ISL A T I V A S D E P R ESID E N
C I A S
V A R I A C I O N E S D E L V E TO
Veto parcial
Los vetos parciales (también conocidos como vetos por artículos)
aumentan drásticamente el poder presidencial. Con un veto parcial, el
Congreso no puede presentar grandes paquetes legislativos al Presidente, lo
que obliga a éste a aceptar proyectos de ley porcina u otras enmiendas
objetables o "cláusulas adicionales" para aprobar la legislación deseada.
El veto parcial permite al presidente vetar elementos específicos de la
legislación mientras promulga el resto. Aunque técnicamente sigue siendo un poder
negativo, el veto parcial permite al presidente desarmar la legislación y así
Poderes legislativos de los 137
presidentes
elaborar paquetes finales que sean más aceptables para el ejecutivo. Como
resultado, el poder presidencial se hace más flexible y potente de lo que
es posible con el engorroso veto global. A la inversa, se pierde o
debilita una de las principales bazas de negociación del Congreso y su
capacidad de "logroll".
138 Presidentes y asambleas
Los vetos parciales son comunes en los sistemas presidenciales
latinoamericanos. Brasil, Chile, Colombia y Ecuador son algunos de los
países que han tenido durante mucho tiempo constituciones que
conceden al presidente un veto parcial. En Filipinas, como en varios
estados de EE.UU., el veto parcial sólo se aplica a la legislación
presupuestaria o de asignaciones, mientras que en muchos otros
países se aplica a cualquier legislación a la que el presidente se
oponga en parte.
Al igual que en el caso de los vetos de paquetes, las condiciones
para su anulación varían ligeramente de un sistema a otro. La anulación
de vetos se analiza a continuación.
Veto de bolsillo
En todos los sistemas presidenciales, el presidente debe tomar alguna
medida sobre la legislación aprobada por el congreso - promulgarla o
vetarla - en un plazo determinado. El plazo suele ser de diez o catorce
días, pero en algunos casos puede acortarse a cinco días si el Congreso
decreta que la acción es "urgente". El veto de bolsillo, por tanto, nunca
es ilimitado, en el sentido de que un presidente podría simplemente
negarse a promulgar una ley, sin vetarla, y así acabar con ella sin
arriesgarse a que sea anulada. Sin embargo, si un proyecto de ley se
aprueba en la última semana del congreso, el presidente podría esperar
hasta el periodo de receso antes de vetarlo. Si sólo el presidente está
autorizado a convocar sesiones extraordinarias del Congreso, cualquier
acción de anulación se retrasará necesariamente hasta el siguiente
Congreso. El veto de bolsillo fortalece considerablemente al presidente en
relación con el Congreso, al negar a éste el último movimiento del proceso
legislativo: su oportunidad de responder al veto.
Más que un simple poder negativo, el veto de bolsillo es un poder
pasivo. En muy pocos sistemas presidenciales se imponen
restricciones a su uso, quizá porque el imperativo de regular la
prerrogativa de un funcionario de no hacer nada es menos apremiante
que la necesidad de regular las acciones presidenciales. Sin embargo,
tanto en Guatemala como en Honduras, el veto de bolsillo está
explícitamente prohibido en la constitución.2 El Congreso no entra en
receso hasta que el presidente haya promulgado o vetado todos los
proyectos de ley pendientes, y el Congreso haya tenido la oportunidad
de anularlos.
Poderes de decreto
El poder de decreto presidencial está relacionado con el poder de
presentar leyes en el sentido de que invierte la relación estándar por la
que el congreso propone acciones mientras que el presidente sirve de
puerta de veto. Pero va más allá. Un proyecto de ley presentado por el
ejecutivo debe pasar por el proceso legislativo ordinario en el congreso
y luego ser presentado de nuevo al presidente para su aprobación o, si
el congreso ha modificado más allá de lo que el presidente aceptará,
veto. Un decreto ley no es simplemente un proyecto presentado por el
ejecutivo, sino una ley o reglamento promulgado por el ejecutivo. En
algunos casos, el Congreso debe actuar específicamente para aceptar o
"vetar" un decreto. En otros casos, el decreto se mantiene a menos que
el Congreso lo rechace expresamente. En otros, y lo que es más
importante para el equilibrio de poderes, un decreto es simplemente una
ley promulgada por el ejecutivo y no está sujeta a la revisión del
Congreso.
Distinguimos entre dos variantes de la autoridad de decreto concedida
a los presidentes. La primera es la autoridad constitucional para legislar
por decreto en áreas políticas específicas, por lo que el decreto es ley a
menos que sea revocado por el congreso. La segunda es la facultad de
legislar por decreto delegada por el congreso al presidente.
La primera forma, la autoridad de decreto constitucional, se
Poderes legislativos de los 149
encuentra, actualmente con diversas limitaciones y permutaciones, en
presidentes
unos pocos países, entre ellos Brasil, Chile e Islandia.° En virtud de la
Constitución brasileña de 1988, el presidente puede
3 Históricamente, el presidente de la Alemania de Weimar tenía amplios poderes para
dictar decretos, como se analiza en el capítulo 4.
150 Presidentes y asambleas
decretar leyes "urgentes" que entran en vigor inmediatamente; pero si
no son aprobadas por el congreso en un plazo de cuarenta y cinco días,
pierden su efecto. Dado que el presidente puede decretar el mismo
asunto una vez más, esta cláusula de "urgencia" otorga al presidente un
poder de decreto que no está sujeto a rescisión. En Chile, según la
constitución de 1989, el presidente, con el consentimiento del gabinete,
puede decretar gastos que no pueden ignorarse sin "causar un grave
perjuicio al país" (.4rt. 32, Sec. 22). También en Islandia, el presidente
puede promulgar decretos con fuerza de ley cuando el parlamento no
está reunido. No obstante, dichas leyes están sujetas a aprobación o
rechazo en cuanto el parlamento vuelva a reunirse, lo que puede hacer
por iniciativa propia en cualquier momento.
Este primer tipo de poder de decreto permite al presidente dominar la
agenda mediante la cual se considera la legislación aplicable. Sin
embargo, sería engañoso afirmar que cualquiera de estos presidentes -
suponiendo procesos electorales competitivos- puede utilizar sus poderes
de decreto desenfrenadamente y sin ningún control del Congreso. En
todos los casos, los poderes de decreto están integrados en una
estructura constitucional que impone muchas restricciones a los
presidentes en otros aspectos del proceso legislativo. Por ejemplo,
aunque teóricamente el presidente brasileño puede declarar urgente un
asunto, esperar a que el Congreso vote para anularlo y luego volver a
decretarlo repetidamente, un presidente tan decidido podría encontrar
muchos obstáculos en su camino por parte del Congreso. El más
importante sería la capacidad del Congreso para anular con relativa
facilidad (una mayoría absoluta, en lugar de dos tercios) cualquier veto
presidencial. Además, por supuesto, el congreso puede utilizar sus
poderes presupuestarios, aunque estén algo restringidos, para recortar
las aprobaciones deseadas por el presidente. Así pues, los poderes de
urgencia dan al presidente un margen considerable para dar forma a la
agenda legislativa, pero el presidente no podría ganar una confrontación
total, dadas las considerables armas legislativas de que dispone el
Congreso.
En Colombia antes de 1991 el presidente con el consentimiento de todo el
gabinete
Los ministros podían declarar el Estado de Sitio o el Estado de
Emergencia Económica sin la sanción del Congreso y dictar decretos
con fuerza de ley. Dada esta autoridad, y la existencia de una u otra
forma de estado de excepción durante casi tres cuartas partes del
tiempo desde 1958 (Archer y Chernick 1988), puede decirse que el
presidente colombiano ha tenido importantes poderes para promulgar
leyes por su cuenta. Sin embargo, en una lectura cuidadosa de la
Constitución, lo que a primera vista parece una ausencia virtual de
restricciones institucionales sobre estos poderes supuestamente
excepcionales se revela como una delegación institucionalizada. En una
enmienda de 1968, el Congreso asumió el poder de rechazar o
modificar una declaración de estado de emergencia, aunque no de
Poderes legislativos de los 151
estado de sitio. La propia Constitución puede ser modificada por
presidentes
mayorías absolutas en sucesivos congresos, por lo que cabe imaginar que
incluso el poder de decreto constitucional del Presidente podría ser
revocado con relativa facilidad si se abusara de él hasta el punto de que
dejara de ser un poder excepcional.
152 Presidentes y asambleas
servían a los intereses del Congreso.4 Como prueba de que esto es
así, considérese que la Constitución establecía que cualquier ley
promulgada durante dichos periodos caducaba cuando finalizaba el
periodo de excepción. El hecho de que muchas de estas leyes fueran
convertidas posteriormente en legislación ordinaria por el Congreso
(Archer y Chernick 1988) sugiere simplemente que los decretos de
"emergencia" aprobados por el presidente no se desviaban
sustancialmente de las preferencias mayoritarias del Congreso. Si es
así, entonces el proceso legislativo colombiano, a menudo presentado
como abdicado por el Congreso, estaba en equilibrio después de todo,
aunque un equilibrio basado en un contexto institucional sesgado a
corto plazo hacia un ejecutivo que siempre puede convocar otro "estado
de excepción". Como tales, los poderes de decreto "extraor dinarios" y
"temporales" del presidente colombiano eran, de facto, poderes
legislativos ordinarios que servían para superar la lentitud y los retrasos
que caracterizan la legislación ordinaria del Congreso, pero no para
atropellar las preferencias y prerrogativas del Congreso.
En la mayoría de las constituciones que permiten la legislación por
decreto presidencial, hay
son poderes compensatorios en manos de la asamblea. En Brasil y
Colombia, la relativa facilidad para anular el veto es uno de estos
poderes compensatorios. En Francia, la República alemana de Weimar,
Islandia, la constitución coreana de 1948 y la nueva constitución
colombiana (así como en Brasil tras una enmienda constitucional en
1961), la asamblea tiene poder de censura sobre los ministros del
gabinete. En todos los casos, la asamblea tiene al menos poderes
restringidos sobre el presupuesto. Sin embargo, el hecho de que las
asambleas dispongan de medios para impedir que los presidentes
hagan un uso desenfrenado de su autoridad para dictar decretos no
implica que estos poderes no otorguen a los presidentes una formidable
ventaja en el proceso legislativo. Aunque un presidente debe tener en
cuenta los costes en que puede incurrir cuando se emite un decreto que
va más allá del sentimiento mayoritario conocido del Congreso, la
existencia de la autoridad permite a los presidentes acercar los
resultados legislativos a su punto ideal más de lo que sería factible si
sólo pudieran convertirse en ley las medidas sancionadas por el
Congreso. Volveremos sobre ello más adelante en forma de modelo
espacial cuando consideremos los poderes de decreto delegados por el
Congreso.
4 Además, y como solución más a corto plazo y poco sistemática, Archer y Chernick (1988)
informan de que la Corte Suprema de Colombia ha revisado cada vez más, y en algunos
casos anulado, la legislación promulgada durante los estados de excepción. Según la
Constitución de 1991, los poderes de excepción están limitados en el tiempo, sujetos a la
aprobación del Senado antes de su prórroga y más vigilados por el Congreso debido a que los
miembros del gabinete dependen de la confianza de las cámaras.
5 La discusión de Archer y Chernick (1988) sugiere que esta última observación sobre la amenaza
siempre presente de un nuevo estado de excepción no es la explicación completa de la aceptación de
estos decretos por parte del Congreso. Indican que los presidentes no pueden esperar emprender
Poderes legislativos de los 153
presidentes
ninguna reforma fundamental bajo los estados de excepción, presumiblemente porque el
congreso no convertiría tales decretos en legislación ordinaria. Se trata, pues, de un
argumento según el cual el congreso sólo acepta aquellos que no difieren mucho de sus
propias preferencias.
154 Presidentes y asambleas
IC1/2 C2/3
Se requiere una mayoría más amplia para retirar dicho poder. En estos
países, por lo tanto, el efecto real de delegar la autoridad del decreto es
simplemente transferir los poderes de iniciativa legislativa al presidente
mientras dure el periodo del decreto. Si el presidente decretara una ley
que fuera objetable para la mayoría del Congreso, es de esperar que el
poder de decreto fuera rápidamente retirado. Por otra parte, según la
nueva constitución chilena, una vez que se delega el poder de decretar,
no puede retirarse prematuramente a menos que el presidente capitule
o que el congreso anule el veto presidencial por dos tercios de los votos
de cada cámara. En estas condiciones, a menos que un partido o una
coalición estable ocupe al menos dos tercios de los escaños (algo
relativamente raro), la delegación supondría una abdicación de la
autoridad legislativa en favor del presidente.
La situación se representa en la figura 7.1. Para un tema dado sobre
el que el presidente podría emitir un decreto, el punto P es la política
ideal del presidente y el punto C es la del congreso. El TIC representa el
punto en el que la mayoría del Congreso es indiferente entre el statu
quo y una nueva legislación que se acerque más al ideal del presidente
que al del Congreso. Este punto no es necesariamente el mismo que el
punto C, ya que el poder de iniciativa pertenece ahora al presidente. Las
teorías de la elección social (Arrow 1951; McKelvey 1976) nos muestran
que las mayorías del Congreso rara vez serán únicas en un punto
político dado,6 por lo que esperamos que el punto ideal del Congreso y su
punto de indiferencia no sean exactamente los mismos. pero IC , mucho
más lejos del punto C, es el punto en el que dos tercios de los miembros
son indiferentes entre una iniciativa presidencial y el statu quo. Dicho de
otro modo, el TIC es el punto más allá del cual cualquier decreto presidencial
sería revocado por la mayoría, pero el CI es el punto más allá del cual
tendría que llegar un decreto presidencial para que el Congreso anulara
el veto que probablemente se produciría si intentara revocar el poder de
decreto. Lo que muestra la figura 7.1 es el área, en el "espacio político",
que un congreso abdica en una cuestión determinada si delega el poder
de decreto en un presidente.
6 Con una fuerte disciplina de partido (por ejemplo, con sistemas electorales de listas
cerradas) o bicameralismo (véase Miller y Hammond 1989) o ambos, una asamblea puede
aproximarse más a una posición mayoritaria única de lo que suponen la mayoría de los modelos
de inestabilidad de la elección social. Aun así, la relevancia de los distintos puntos "ideal"
e "indiferencia" para entender la delegación sigue vigente. Con el tiempo, el punto
legislativo ideal incluso de una mayoría disciplinada de una legislatura bicameral puede
cambiar con respecto al punto en el que se encontraba cuando se realizó la delegación,
Poderes
mientras que las preferencias legislativos
del agente de los
pueden no cambiar o hacerlo de forma diferente. Así 159
pues,
el modelo que desarrollamos aquí debería ser aplicable, en mayor o menor medida, a cualquier
presidentes
situación en la que una asamblea delegue poderes de decreto.
160 Presidentes y asambleas
presidente que sólo puede revocarse con una legislación que requiera
una mayoría extraordi- naria. En este modelo, la cantidad de abdicación es
el espacio entre los puntos ZC i/, ítnd fC z". El espacio entre ICE Und C, a
su vez, es la cantidad de abdicación que implica delegar el poder de
decreto que puede ser revocado por mayoría simple.
Cuando la delegación no implica abdicación, cabe esperar que el
Congreso recurra a la delegación como medio para superar los
problemas de coordinación en el proceso legislativo. El incentivo para
delegar, por supuesto, dependería de la capacidad del congreso para
minimizar las pérdidas de la agencia para el presidente (véase
Kiewiet y McCubbins 1991), y del alcance de sus propios problemas
de coordinación. Los datos al respecto son sugerentes. Archer y
Chernick (1988) informan de que los presidentes colombianos tuvieron
poderes de decreto el 75% de las veces entre 1958 y 1988, no
necesariamente por amenazas al orden político sino porque las
coaliciones legislativas eran muy frágiles. Lamentablemente, Archer
y Chernick no distinguen entre los poderes de decreto delegados por
el Congreso y los poderes de "emergencia económica" declarados por el
presidente. En Venezuela, sólo se han concedido poderes de decreto a
los presidentes con apoyo mayoritario en el congreso - tres presidentes
de Acción Democrática han solicitado y recibido poderes de decreto
desde que se promulgó la constitución actual en 1961. En ningún caso
la autoridad fue revocada prematuramente. Sin embargo, durante su
primera presidencia, Carlos Andrés Pérez promulgó la asombrosa cifra
de 830 decretos y creó cincuenta y una comisiones gubernamentales
sobre una amplia gama de áreas políticas en el espacio de doce meses.
Coppedge (1988) informa de que en el único caso posterior de delegación
que estudió, el partido en el congreso fue cauto a la hora de limitar el
alcance de los poderes de decreto que autorizaba.
Aunque las condiciones específicas que rodean a los poderes de
decreto son diversas, son una forma común de autoridad legislativa sin
veto para los presidentes. En algunos casos, los decretos superan al veto
como principal fuente de poder presidencial en el proceso legislativo. Esto
es más evidente en Perú y Venezuela, donde el veto es ineficaz. También
es el caso de Colombia, donde el poder de decreto en la esfera
económica puede ser arrebatado por el presidente sin un claro control
del Congreso. En Chile, la posibilidad de delegar el poder de decreto es
formidable, pero queda por ver si el Congreso delegaría alguna vez
tal autoridad a un presidente, dada la dificultad de retractarse.
C O NC L U SIO N
El análisis de los vetos demuestra que hay una serie de factores que
determinan su impacto en la fuerza presidencial, entre ellos las condiciones para
su anulación, la capacidad de vetar temas específicos, las restricciones sobre el
tipo de legislación que puede vetarse y la presencia o prohibición de vetos de
bolsillo. Además, hemos demostrado que la autoridad del presidente para
presentar leyes le convierte desde el principio en un actor central del
proceso legislativo, y en un actor privilegiado si se le concede la autoridad
exclusiva para presentar ciertos tipos de leyes, o si se imponen restricciones
a las enmiendas del Congreso. Hemos señalado que los poderes de
emergencia concedidos a los presidentes que no requieren la aprobación caso
por caso del Congreso, con unas pocas excepciones, no incluyen la
autoridad legislativa. Y hemos argumentado que, cuando existen otros
poderes de decreto que no son de emergencia, también se ejercen por
delegación del Congreso con más frecuencia de lo que han reconocido
los estudiosos del gobierno presidencial.
A este respecto, subrayamos que los congresos que parecen ser actores
pasivos y reactivos en el proceso legislativo bien podrían ser aquellos que
han delegado autoridad legislativa en el presidente. Pero, argumentamos, sería
cometer una falacia de equilibrio declarar a estos congresos ineficaces sin
examinar los términos en los que se delega la autoridad. Como hemos
descubierto, en la mayoría de los sistemas en los que se puede delegar la
autoridad para dictar decretos, por ejemplo, el congreso también puede
retractarse fácilmente.
Hemos observado que entre los estudiosos de la política
latinoamericana (que, por razones geográficas, se enfrentan con más
frecuencia a las presidencias), la afirmación de que el poder de decreto es
más generalizado y amplio de lo que realmente es puede basarse en parte en un
error de interpretación semántica. Es decir, el término español decreto se
utiliza para describir lo que en inglés llamamos regular rule-making
authority, así como para demarcar el poder real de decreto legislativo. Sin
embargo, sugerimos que es más probable que el poder de decreto real se delegue
en los presidentes cuando se dan ciertas condiciones. Una de ellas es que el
presidente ya posea fuertes poderes arraigados, como el veto parcial o el
derecho exclusivo de introducción legislativa, y por tanto sea capaz de ajustar la
legislación independientemente de la voluntad del Congreso. Otra condición es la
fragilidad de las coaliciones mayoritarias del Congreso, tal vez en sistemas
multipartidistas, que pueden fomentar la delegación de la autoridad del
decreto para desbloquear el Congreso. En definitiva, hemos visto que los
poderes legislativos de los presidentes, tanto los arraigados como los
Poderes legislativos de los 163
presidentes
delegados, varían mucho de un sistema a otro. Esto ya no debería
sorprendernos, puesto que hemos extraído conclusiones similares en los
capítulos 5 y 6, sobre la presidencia comparada. En el capítulo siguiente nos
dedicaremos a evaluar sistemáticamente el alcance y la configuración de
todos los poderes presidenciales -legislativos y gubernamentales- y a
extraer conclusiones sobre la relación entre el poder presidencial y los
resultados del régimen.
8
Evaluación de los poderes de la
Presidencia
P R O P I E D A D E S D E L O S P R E S I D E N T E S "
P R O P I E D A D E S L E G I S L A T I V A S
PODERES LEGISLATIVOS
Paquete Veto parcial
Veto/Anulación 4 Sin anulación
4 Veto sin anulación
3 Anulación por mayoría extraordinaria
3 Veto con anulación por mayoría superior a 2/3 (del
2 Anulación por mayoría absoluta de todos los
quórum) miembros
2 Veto con anulación que requiere 2/3 1 Anulación por mayoría simple de los quonim
Veto con anulación que requiere mayoría absoluta 0 Sin veto parcial
de la asamblea o mayoría extraordinaria
inferior a 2/3
0 No hay veto; o el veto sólo requiere mayoría Introducción exclusiva a la
simple legislación (ámbitos políticos
reservados)
4 Ninguna enmienda de la Asamblea
2 Enmienda restringida por la Asamblea
Decreto 1 Enmienda sin restricciones de la Asamblea
4 Competencias reservadas, no rescisión 0 Sin competencias exclusivas
2 El Presidente tiene autoridad temporal para
decretar con pocas restricciones
Autoridad para promulgar decretos limitada
0 Sin poderes de decreto; o sólo por Propuesta de referéndum
4 Sin restricciones
delegación de la asamblea 2 Restringido
0 No hay autoridad presidencial para proponer
Competencias presupuestarias referendos
4 El Presidente prepara el presupuesto; no hay
enmiendas
3 La Asamblea puede reducir pero no aumentar el
importe de las partidas presupuestarias
2 El Presidente fija el límite máximo del gasto
total, dentro del cual la Asamblea puede
modificarlo
i La Asamblea sólo puede aumentar los gastos si
designa nuevos ingresos
0 Autoridad ilimitada de la asamblea para elaborar o
modificar el presupuesto
COMPETENCIAS NO LEGISLATIVAS
Formación del Despido del Gabinete
Gabinete
4 El Presidente nombra a su gabinete sin 4 El Presidente destituye a su antojo a los ministros
necesidad de confirmación o investidura del gabinete
3 El Presidente nombra a los ministros del 2 Poderes de despido restringidos
gabinete
1 El Presidente sólo podrá destituir a un funcionario
previa aceptación
confirmación o investidura por la asamblea de la asamblea debe presentar gabinete alternativo)
i El presidente nombra al primer ministro, sujeto a
investidura, que a su vez nombra a otros
ministros
0 El Presidente no puede nombrar ministros
salvo en caso de
recomendación de la asamblea
Censura
4 La Asamblea no puede censurar ni
destituir al gabinete ni a los
ministros
2 La Asamblea puede censurar, pero el
presidente puede
responder disolviendo la asamblea
1 Vos "constructiva" de nO confianza(mayoría
152 Presidentes
por asamblea de ministro o gabinete alternativo y asambleas
Disolución de la Asamblea
0 El Gabinete o los ministros pueden ser 4 Unmsücd
censurados y destituidos por la Asamblea 3 Restringido por frecuencia o punto dentro del
plazo
2 Requiere nuevas elecciones presidenciales
1 Resucitado: sólo como respuesta a las censuras
0 Sin provisión
0
COMPETENCIAS NO LEGISLATIVAS
V E RS U S N O L E G ISL A T I V A S D E L O S P O B R E
S
15
' Chile 69
J0 -
III
Poder legislativo
5- México,
Portugal 76
IV
Corea48
Irlanda
0 -f
0 5 10 15
Poder no legislativo
Tabla 8.3. Frecuencia del fracaso democrático, agrupado por regiones en la Figura 8.1
S E P A R A C I Ó N D E C A BI N E T PO W E R SU R V I V A L Y P
R E SID E N T I A L : D E S A R R O L L O D E U N A P O L Í T
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