MEJORAMIENTO Y SIMPLIFICACION DEL
SISTEMA JURIDICO TRIBUTARIO
A. Ventajas de la claridad de las
leyes
Entre los factores exógenos -o sea,
externos al ámbito de la administración
tributaria- uno de los que más puede
contribuir a mejorar los sistemas
tributarios es la claridad, objetividad y
simplicidad de la ley (y demás normas
tributarias inferiores).
Así estructuradas y redactadas, las
normas tributarias serán más didácti-
cas, asumiendo también en cuanto a la
forma, un carácter pedagógico que be-
neficia a todos los niveles de la orga-
nización administrativa fiscal, a los
contribuyentes y, por lo tanto, a todas
las ilimitadas relaciones recíprocas que
se establecen entre ambos.
B. Actitud global del contribuyente,
ante el gobierno y ante el derecho
positivo
Sin duda, son diversas las causas que
influyen en la disposición generalizada
de los contribuyentes, con respecto a
sus obligaciones tributarias.
*
Ex-Rector de la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo. Libre docente de esa
universidad y de la Universidad Estadual. Autor de numerosos libros y conferencista
brillante.
GERALDO ATALIBA *
Dicha actitud no deja de ser un reflejo
de sus reacciones y posiciones frente al
gobierno (que ejerce el poder tributario)
y el derecho positivo asociado al
gobierno, porque, es el principal apli-
cador del derecho.
Es imposible esperar que el ciudada-
no, que eventualmente desconfía del
gobierno o no creé en el sistema jurí-
dico, sea un buen contribuyente, dis-
puesto a cumplir espontáneamente sus
deberes de naturaleza tributaria.
Esta faceta de la conciencia cívica,
que se expresa en la conciencia tribu-
taria celosa de los deberes del contri-
buyente, sigue al grado de ánimo cívico
general, según se ve, condicionado por
diversos factores políticos, antro-
pológicos, sociológicos, psicológicos,
etc.
Cabe pues, al gobierno hacer todo
lo posible para aumentar el grado de
participación cívica de los ciudadanos,
ya sea mediante buenos ejemplos, des-
empeño correcto, eficiencia, mesura en
los gastos e ingresos, ya sea mediante
3
la reformulación de la legislación, te-
niendo presente que la misma sea la
más justa, desde la perspectiva subs-
tancial, y más sencilla y clara, desde la
perspectiva formal.
C. De las normas jurídicas y de la
administración tributaria
La ley tributaria, como toda ley, debe
ser general, abstracta y objetiva. Esos
requisitos son exigencias consti-
tucionales en todos los países america-
nos. Se basan en el principio republi-
cano adoptado por todos ellos y se
cristalizan en el principio de la lega-
lidad.
La previsibilidad de la acción estatal,
que se origina en la estructura de
constitución rígida y representatividad
del órgano legislativo, asegura a los
ciudadanos, la paz y el clima de con-
fianza que les proporciona condiciones
psicológicas para trabajar, desenvol-
verse, afirmarse y desarrollar su per-
sonalidad. Así pues, resulta necesario
que se entienda la amplia magnitud y
totalidad de la garantía de los derechos
en el sistema republicano-repre-
sentativo. Esa visión resulta más fecun-
da si se considera la relación de ad-
ministración informadora de la base ju-
rídica que hace posible ese sistema.
D. Relación de administración
Todo el derecho público en el ámbito
del constitucionalismo, se basa en la
relación de administración genialmente
expuesta por Ruy Cirne Lima: “la
relación jurídica que se estructura en
base al influjo de un objetivo obli-
gante”. En ella no existe apenas un
poder en relación con un objeto, más,
sobre todo, un deber, orientando al ad-
ministrador al cumplimiento del objeti-
4
vo que le sirve de parámetro. “En la
administración, el deber y la finalidad
son predominantes; en el dominio, lo es
la voluntad”. El maestro gaucho
considera acertadamente que “la rela-
ción de administración solamente se
presenta en el plano de las relaciones
jurídicas, cuando el objetivo que se
propone lograr la administración apa-
rece defendido y protegido por el or-
den jurídico, contra el propio agente y
contra terceros”. En resumen, se hace
necesario asegurar que en la admi-
nistración los bienes y los intereses no
se encuentren a libre disposición de la
voluntad del administrador. Por el con-
trario, el administrador tiene la obli-
gación de cuidarlos según los términos
fijados para dicho objetivo. Esta es
la norma legal que dispone de los
mismos.
Prosigue el insigne gaucho: “el fin
y no la voluntad domina todas las for-
mas de administración”, o “la admi-
nistración es la actividad de quien no
es el señor absoluto”; o aún más: “la
relación de administración es aquélla
que se estructura al influjo de un ob-
jetivo obligante...”. Y todavía más:
“en la administración el deber y la fi-
nalidad son predominantes; en el do-
minio, lo es la voluntad” (Principios
de Direito Administrativo, 5a. ed., S.
Paulo, Ed. Revista dos Tribunais, p.
51 e ss.).
Así pues, la República es la institu-
cionalización de las formas por las cua-
les los mandatarios del pueblo adminis-
tran -sensu lato- la cosa pública. De las
enseñanzas de Cirne Lima, se extraen
importantes lecciones y directrices. Es
importante resaltar que, si la
administración es servidora de la ley,
subordinando, en ese aspecto, al ad-
ministrador bajo el legislador, también
éste está sujeto a la Constitución. Es
del insigne maestro Agustín Gordillo la
observación según la cual: “el individuo
aparece así protegido contra los avances
injustos de los poderes públicos en una
doble faz: por un lado, que la ad-
ministración respete a la ley, y por el
otro, que el legislador respete a la
Constitución”. (Tratado de Derecho
Administrativo, vol. 1, pp. III/21).
O sea, los preceptos fijados por la
Constitución apuntan nortes, consagran
directrices y fijan reglas que engendran,
para el legislador común, un estatuto
similar al de la relación de admi-
nistración, en el sentido de que los fines
constitucionalmente consagrados -y no
la libre voluntad del legislador- do-
minan las formas de legislación. La
comparación es procedente, tanto es así
que Agustín Gordillo señala: “ya no
basta con que la administración esté
sometida a la ley, sino que es también
que la ley esté sometida a la Cons-
titución, que haya un orden jurídico
superior al mismo legislador, superando
así el dogma de la soberanía popular
por la soberanía del pueblo en la
Constitución” (ob. cit., pp. III/17).
En resumen, todas las construcciones
técnicas del derecho administrativo, en
torno a la clasificación de las compe-
tencias vinculadas y discrecionarias,
son aplicables a la competencia legis-
lativa. Y el estudio del derecho com-
parado permitirá evaluar adecuadamen-
te el alcance de esta observación.
Es que ese tipo de reflexión nos de-
mostrará que el legislador infracons-
titucional, en Brasil, no dispone de la
misma amplia esfera de libertad, de
que disfruta en los Estados Unidos, Ita-
lia, Francia, Alemania, etc. (para men-
cionar países que tienen semejanzas
culturales con nosotros e influencias
sobre nosotros). De allí el escaso pro-
vecho que se puede extraer de la doc-
trina extranjera, elaborada en base a un
derecho constitucional sintético y
sobrio, contrario al nuestro que es am-
plio, extenso, abarcador y minucioso
(que no se circunscribe a fijar ciertos
principios básicos, sino que de ellos
deduce subprincipios y, de éstos, re-
glas, conteniendo muchas veces precep-
tos minuciosos). Ese es el contexto en
el cual se han de entender las condi-
ciones que establecen el clima que per-
mite hablar de seguridad jurídica.
E. Previsibilidad de la acción estatal
A fin de fortalecer la conciencia tri-
butaria de los ciudadanos, es importante
que el estado se comporte estrictamente
según las pautas constitucionales que
consagran el principio republicano,
como ocurre en todos los países del
continente americano.
El marco constitucional que adopta
los patrones del constitucionalismo
-del ideario francés y norteamericano
instalado en el mundo occidental, a
finales del siglo XVIII- y, principal-
mente, la adopción de instituciones re-
publicanas en innumerables estados,
crea un sistema absolutamente incom-
patible con la sorpresa. Por el contra-
rio, postula la absoluta y completa pre-
visibilidad de la acción estatal, por los
ciudadanos y administrados. Es que el
legislador actúa representando al pue-
blo y expresando sus deseos. Su tra-
bajo es necesariamente público y se
desarrolla en un clima de amplio de-
bate. Los asuntos del Estado son pú-
blicos (se realizan abiertamente, a la
5
vista del público), salvo raras excep-
ciones, expresamente previstas por ley.
La prensa libre - condición necesaria
para el funcionamiento del sistema (co-
mo viabilizadora del derecho de infor-
mación) - sirve de vehículo de los me-
canismos de fiscalización del gobierno
por el pueblo. El Poder Judicial apli-
cará la ley, en procesos contenciosos,
sin discreción y en conformidad con
patrones técnicos perfectamente previ-
sibles. Heinz Paulick, de la Universi-
dad de Wurzburg, demuestra cómo la
previsibilidad de la acción estatal es
consecuencia del prestigio de la segu-
ridad jurídica. Y demuestra, además,
ser ello de tanto valor en Alemania,
que a sus exigencias ceden los intere-
ses de recaudación así como los de rea-
lización de una imposición equitativa
(“La ordenanza tributaria de la Repú-
blica Federal de Alemania”, en Orde-
nanza Tributaria Alemania, Ed. Institu-
to de Estudios Fiscales, Madrid, 1980,
trad. de Carlo Palao Taboada, p. 43).
Ese principio, instrumento semejante
al “principio de la protección de la con-
fianza” - también cultivado por la doc-
trina germánica y prestigiado por la
jurisprudencia- se traduce en el pos-
tulado de certeza pronta y definitiva
sobre la cuantía de la deuda tributaria
(ob. cit., p. 43), materia delicada y
punctum dolens del sistema constitu-
cional. De allí, puede servir de para-
digma para la comparación de otras
proyecciones de las libertades públi-
cas.
“La seguridad del derecho es instru-
mentada por los principios de gene-
ralidad, tipicidad y legalidad de la tri-
butación, siendo cierto que el primero
es también corolario de la isonomía,
ya que se traduce en el postulado, se-
gún el cual el sacrificio económico que
6
cada uno ha de soportar en forma de
impuesto debe ser aplicado a todos por
igual” (H. Paulick, p. 47).
Es en la materia tributaria donde más
frecuentemente se ve al Estado inten-
tando alteraciones bruscas y la implan-
tación de innovaciones, sorprendiendo al
ciudadano. De ahí pues, surgieron las
reacciones que, a su vez, dieron lugar a
momentos tan decisivos en la historia del
constitucionalismo. En 1215, la Magna
Charta Libertatum, con decisiva motiva-
ción tributaria; la Declaración de Indepen-
dencia de los Estados Unidos, desenca-
denada por la Ley de Impuestos (stamp
Act); nuestra Inconfidencia Mineira,
como toda una bella propuesta repu-
blicana y federal. Todo ello para demos-
trar que la tendencia al abuso del poder
tiene un campo de expansión signi-
ficativo y amplio en el ámbito tributario.
No es de extrañar, así, el pionerismo
de los alemanes y la amplia autoridad
que lograron, especialmente en el
campo del derecho constitucional
tributario, debido a la riqueza y fecun-
didad de los trabajos que supieron
desarrollar: interesándose por la pre-
determinación objetiva de las hipóte-
sis de incidencia, H. Paulick subraya
que ellas deben ser tan precisamente
determinadas de modo que el contri-
buyente pueda calcular con anticipa-
ción la carga tributaria que va a re-
caer sobre él (ob. cit., p. 45). Este
también es un claro imperativo de nues-
tro orden constitucional, excesivamente
exigente en lo que respecta a la materia
tributaria. Estos patrones fueron
íntegramente incorporados por noso-
tros, dado que expresan, de modo
conspicuo, los resultados naturales del
tipo de estado de derecho republicano
que quisimos implantar, a título de
patrón institucional. Ahora bien, todo
eso engendra un clima radicalmente
contrario a la sorpresa. El estado no
sorprende a sus ciudadanos; no adopta
decisiones inopinadas que los afecten.
La previsibilidad de la acción estatal es
magno designio que resulta de todo el
contexto de los preceptos orgánicos y
funcionales puestos en la esencia del
sistema constitucional.
El legislador y - con mayor razón- el
administrador no sorprenden al pueblo.
Esto está en la conciencia cívica
intransigente y fuerte del “taxpayer”
americano, como en el sentido de res-
ponsabilidad del “public servant” in-
glés; es esencia del espíritu administra-
tivista del servidor francés, como del
alma de cualquier agente político o ad-
ministrativo alemán. Si los patrones
culturales europeos crean clima más fa-
vorable a ese tipo de responsabilidad
política, es cierto también que tales
modelos nos fueron siempre presenta-
dos como paradigmáticos.
Tanto es así, que nuestra mejor doc-
trina los toma como ejemplo: la juris-
prudencia del Supremo Tribunal Fede-
ral y los más autorizados tribunales del
país los tienen como prototipos e
igualmente la legislación siempre se ba-
só en este espíritu. Las propias nocio-
nes de función pública, mandato y res-
ponsabilidad administrativa siempre
tendrán como inspiración esos modelos,
en coherencia con las aspiraciones
contextuales que se repiten y se re-
nuevan en todas nuestras manifesta-
ciones culturales, desde los tiempos de
la colonia y con respecto a todas las
tentaciones, eventuales inclinaciones
personales y esporádicos engaños de
episódicos gobernantes. Por eso mis-
mo, siempre que aquí se interrumpió el
orden institucional, se hizo como míni-
mo con el pretexto de que tal ruptura se
justificaría por la necesidad de restau-
ración de valores supuestamente inju-
riados.
El autorizado Agustín Gordillo
mostró cómo ella es básica para el
condicionamiento del proceso admi-
nistrativo. Además, la propia funda-
mentación de sus portentosas con-
cepciones ya revela una mayor am-
plitud y comprensión del principio. Y
no podría ser de otro modo, dados los
postulados insuperables del principio
republicano. Con mayor razón, en
materia tributaria, la lealtad surge
como innegable exigencia. Si, como
señala Pontes de Miranda, es “el
pueblo que se tributa a sí mismo”, no
se puede aceptar cualquier otro acto
que implique deslealtad, ya que no es
lógico o no se puede concebir que
alguien sea desleal consigo mismo.
De ahí, se deriva el justificado énfasis
que la doctrina de los mejores autores
alemanes pone en el principio de
protección de la confianza (Paulick,
H. Kruse, Hensel).
De todo lo que está siendo expues-
to, se ve que las concepciones domi-
nantes -que van permitiendo modifi-
caciones imprevistas en la legislación
tributaria - no sólo violan la letra y el
espíritu de la Constitución, en la parte
que fija los derechos individuales,
sino que también está en flagrante
contradicción con los principios cons-
titucionales que consagran la libre
empresa y prometen al inversionista
libertad de acción empresarial, para
actuar libremente de acuerdo con los
principios de economía de mercado,
contribuyendo así a la prosperidad
nacional. Después de exponer el
significado de seguridad jurídica,
Alberto Xavier dice:
7
 “Uno y otro de estos aspectos han
sido, con todo, motivados por ciertas
orientaciones, cuyo trazo común está
en considerar tales fundamentos como
incompatibles con las nuevas tareas
que el Estado moderno debe em-
prender. En lo que respecta a la cer-
teza jurídica, en general, y en especial
en el terreno del Derecho Público, es
importante referirse a la posición de
aquellos, que como Hesse y Forsthoff,
ven en el principio de la protección de
la confianza, la pura expresión de una
idea de seguridad propia de las
concepciones burguesas y liberales,
elaboradas como instrumento de pro-
tección y defensa de la esfera de la
libertad y propiedad de los ciudadanos,
mas tornadas ya incompatibles con las
nuevas formas de estado - el Estado-
providencia o el Estado social. Ade-
más de que en la defensa de los puros
intereses de los particulares frente al
arbitrio de la Administración se
visualizaría el proseguimiento de la
justicia social y ésta impone un intenso
intervencionismo, tal vez, llegando
hasta una conducción del poder, ten-
diente a la adaptación del Derecho a
las particularidades del caso concreto,
mediante criterios de equidad y de
oportunidad”. (Os Principios da Lega-
lidade e Tipicidade da Tributação, Ed.
Revista dos Tribunais, p. 48).
Y prosigue describiendo, con censu-
ra, esa tétrica concepción, presentada
bajo un lenguaje aparentemente neutro:
“La seguridad jurídica debería de esta
manera ceder el paso a las exigencias
más profundas de las sociedades
modernas, como a la justicia material,
en su forma de justicia social. La
equitativa distribución de las rentas su-
pondría una gran intervención del Po-
der Público, el cual, sin una amplia li-
8
bertad de evaluación y decisión -limi-
tados por los principios de la legalidad
y la seguridad jurídica- vería
frustradas sus funciones más esencia-
les” (ob. cit., p 48).
Y refuta ese argumento demostrando
que el estado liberal - que es el ini-
cio del estado de derecho - cultivó
ciertos ideales de seguridad jurídica
contra un sistema de gobierno débil, si
se compara con los poderes de los
estados actuales. Con mayor razón,
sustenta Xavier, esa seguridad debe
ser ahora reforzada, bien al contrario
de lo que propugnan los seguidores de
las ideas de Hesse y Forsthoff. Mas,
prosigue el ilustre doctor de la Uni-
versidad de Lisboa: “en efecto, en un
sistema económico que tenga como prin-
cipios ordenadores la libre iniciativa, la
competencia y la propiedad privada, se
hace indispensable eliminar, en el
mayor grado posible, todos los factores
que puedan traducirse en incertidum-
bres económicas susceptibles de perju-
dicar la expansión libre de la empresa,
designadamente la inseguridad jurídica.
Y esto era lo que inevitablemente
sucedería si en vez del dominio claro de
la ley sobreviniera el voluntarismo de la
Administración” (ob. cit., p. 50).
El clima de seguridad, certeza, pre-
visibilidad e igualdad (sin el cual no
hay libre competencia), sólo puede
realizarse mediante la legalidad gene-
ralizada y la irretroactividad de la ley.
Es incompatible con la economía de
mercado la interpretación traducida en
absurda pretensión de hacer que la ley
innovadora sea aplicada inmedia-
tamente, cuando sea onerosa.
Es importante tener presente que la
perfecta atención a las exigencias cons-
titucionales explícitas e implícitas -así
como la adaptación del impuesto a la
capacidad contributiva, su progresivi-
dad y generalidad, además de la nece-
sidad de atender a los reclamos de la
justicia fiscal, traducida en ley previa
y correcta- o a los designios de ex-
trafiscalidad, imponen sofisticados cui-
dados al legislador y, en la misma me-
dida, cargas y obstáculos al estado.
Eso es absolutamente natural en el
constitucionalismo republicano. Tal
sistema impide que el Estado, haga lo
que desea, cuando quiera, de cualquier
modo. Al desempeñar sus competencias,
los órganos del Estado -en respeto a la
Constitución- son controlados en
cuanto a la oportunidad de sus actos; y
son limitados, absoluta y perentoria-
mente por el conjunto de derechos in-
dividuales, que, por eso mismo, son
universalmente reconocidos como
obstáculo insalvable en su acción.
Al respecto, señala Agustín Gordi-
llo: “la Constitución se supone hecha
por el pueblo y emanada del pueblo
soberano, no para refrenarse a sí mis-
mo, ni para poner límite a su poder
soberano, sino para refrenar y limitar a
sus delegatarios, que son los tres
poderes que integran el gobierno na-
cional” (ob. cit., p. III-19).
Verdaderamente, como enfatiza el
profesor de Colonia Georg Brunner:
“los derechos fundamentales se dirigen
contra el estado y como sus límites, só-
lo serán verdaderos cuando se apli-
quen contra la voluntad del estado”
(Die Grundrechte in Sowjet-System,
Colonia, 1963, pp. 105 a 106, apud. A.
Gordillo, ob. cit.).
F. Redacción de las leyes tributarias
En conformidad con todo lo anterior-
mente expuesto, teniendo en mente fa-
cilitar el cumplimiento voluntario de
los deberes y obligaciones tributarios,
se impone que el legislador adopte
fórmulas simples, claras y objetivas en
la elaboración de las leyes. Esto ten-
drá el doble efecto de hacerlas didác-
ticas y fácilmente comprensibles,
mejorando la relación entre la Admi-
nistración y los contribuyentes,
reduciendo las fricciones y promo-
viendo la comprensión mutua.
Si el contribuyente ve en la legisla-
ción actos de agresión; si en las dudas
sobre su interpretación ve amenazas a
sus derechos; si en la legislación ve
misterios insondables, él se siente
inseguro y pasa a tener, aún incons-
cientemente, actitudes de resistencia.
Si, por el contrario, la ley es clara y
didácticamente redactada, aumenta su
seguridad y crea condiciones para una
actitud de buena voluntad.
Así, la ley debe explicar con preci-
sión, en lenguaje directo, cuál es el
hecho que, si ocurre y cuando ocurre,
da origen a la obligación tributaria. A
ese respecto, no puede haber duda.
Cualquier falta de claridad en esa ma-
teria es fuente de inseguridad, mala
voluntad, conflictos e interminables
discusiones.
Además de eso, la ley debe ser muy
explícita en la fijación de los factores
de cuantificación de las obligaciones.
Debe ser sencilla y directa al esta-
blecer la base imponible y los proce-
sos de su determinación. En esa ma-
teria, nada puede ser diferido a los
preceptos reglamentarios. Es imperio-
so que, de la simple lectura del texto
legal, el contribuyente ya pueda saber
9
con certeza cuál es la base a ser con-
siderada en la determinación de su
deuda tributaria.
Por las mismas razones, en la ley
también debe quedar muy clara la alí-
cuota tributaria, de modo que su apli-
cación resulte como automática.
Los factores de cuantificación de la
deuda no deben ser tratados de modo
simple por el legislador; es totalmente
desaconsejable que se adopten técnicas
contables complejas, o criterios que
exijan conocimientos especializados e
igualmente familiaridad con las tablas
o cuadros numéricos más complejos,
menos corrientes en la normalidad de
las actividades del hombre común.
En incontables ocasiones, la falta de
explicitud de la ley, es cuando al
momento jurídicamente relevante, para
la fijación del origen de la obligación,
genera perplejidades, dudas o vacila-
ciones, que perjudican la psicología
del contribuyente, o llevan igualmente
a fricciones que podrían ser evitadas.
De ahí la necesidad de que la ley sea
general y - apoyada en una convenien-
te doctrina- establezca criterios ade-
cuados para la precisa determinación
del momento en que se origina la obli-
gación, factor decisivo para fijar los
plazos de caducidad, recursos, realiza-
ción de deberes complementarios y,
principalmente, reconocimiento de la
legislación aplicable a la determi-
nación de la obligación tributaria.
Si no hay ley clara y general, precisa
y didáctica, al respecto, es impos-
tergable que toda ley instituidora de
tributo disponga minuciosamente sobre
eso. En esa materia, esencial y vital,
toda duda provoca una serie enorme
de inconvenientes y contraindicaciones
que se reflejan de modo negativo, en
10
la celeridad de la recaudación y en la
disposición psicológica del contri-
buyente.
Debe también la legislación -prefe-
riblemente una ley general- expresar
de modo claro, aquello que evidente-
mente está implícito, pero depende de
la interpretación jurídica, no siempre
accesible al contribuyente: por ejem-
plo, las circunstancias de lugar (aspec-
to espacial de la hipótesis de inciden-
cia) decisivas -para efectos diversos,
variables conforme a innumerables cir-
cunstancias - para la exacta determi-
nación de la obligación tributaria.
Es igualmente importante que la ley
disponga muy precisamente quién es el
sujeto pasivo de la obligación tributa-
ria que tendrá origen, si y cuando ocu-
rra el hecho establecido en la mate-
rialidad de su hipótesis de incidencia.
Cuando sea el caso -y el legislador
lo deseara- colocar otra persona que
no sea el destinatario legal tributario
(v. Héctor Villegas, “Agentes de per-
cepción y agentes de retención”, ed.
Depalma, Buenos Aires, pág. 39), co-
mo sujeto pasivo de la obligación tri-
butaria, deberá hacerlo de modo obje-
tivo, claro y directo, no dando margen
a dudas.
Es muy necesario, para la fácil y rá-
pida aplicación de la ley tributaria que
se establezca con certeza quién es el
deudor, o sea, la persona a la que la
ley atribuye el encargo jurídico de pa-
gar el tributo. En esa materia, la cla-
ridad de la ley es imprescindible: debe
prescribir de modo claro y firme, las
características objetivas y subjetivas
de los posibles sujetos pasivos al igual
que los criterios para su indivi-
dualización e identificación en cada
hecho imponible concreto.
 EJEMPLOS
Formulemos algunos ejemplos de le-
yes redactadas conforme a los postu-
lados anteriormente expuestos.
“Art. 1°. - El servicio tributable es la
prestación de esfuerzo personal útil a
terceras personas, en un sistema de
derecho privado, propiciándole una
utilidad económicamente apreciable”.
“Art. 2°. - La hipótesis de incidencia
del impuesto sobre servicios es la pres-
tación del esfuerzo anteriormente men-
cionado”.
“Art. 3°. - El contribuyente es el que
presta el servicio”.
“Art. 4°. - La base imponible es el
precio de la prestación”.
“Art. 5°. - La alícuota será de:
1 % en los casos de servicios de
salud.
2% en los casos de servicios de ca-
rácter administrativo.
3% en los casos de profesiones in-
dependientes.
10% en los casos de placer y diver-
siones.
5% en los demás casos”.
“Art. 6°. - El local de prestación es
el Municipio donde los efectos de la
prestación producen o manifiestan su
eficacia”.
“Art. 7°. - Se considera consumada
la prestación, y posteriormente se
origina la obligación tributaria en el
instante en que el prestador concluya
su actividad y ya pueda exigir el pago
de la contrapartida”.
LEY QUE REGULA EL IMPUESTO
BIENES INMUEBLES
“Art. 1°. - Es hipótesis de incidencia
la existencia del inmueble”.
“Art. 2°. - Para efecto de incidencia
de la ley, se consideran las condiciones
objetivas y subjetivas del inmueble al
día 1° de enero del año considerado
para efectos de la determinación”.
“Art. 3°. - Es sujeto pasivo el
propietario del inmueble.
Parágrafo Unico: Será con él solida-
rio, el poseedor a cualquier título que
no coopere con la administración para
localizar al sujeto pasivo”.
“Art. 4°. - Le base tributaria es el
valor del inmueble”.
Para su determinación, anualmente,
la administración considerará los si-
guientes criterios:
declaración del contribuyente.
estado de situación de las empresas
para fines oficiales.
negocios inmobiliarios de la región.
avaluaciones judiciales.
opiniones de peritos.
otros elementos pertinentes.
“Art. 5°. - La alícuota del impuesto
es de:
2% para el área construida.
1% para áreas verdes”.
Esos dos ejemplos sencillos de im-
puestos dotados de estructuras simples,
bien demuestran la objetividad y
claridad que deben caracterizar la ley,
que se desee despierte buena voluntad
y cooperación por parte del con-
tribuyente, inspirándole confianza y
dándole una confortable sensación de
seguridad.
Es a través de ese camino que se
mejora y simplifica el sistema jurídico
tributario.
11