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La magia consiste
en intuir el movimento de las hojas
y callar la soberbia acumulada
en el pensamiento
Sabré reconocer la antigua belleza
del agua de la piedra
del ser siempre erguido
que avanza sobre un lenguaje casi quieto
Cada hueco
un órgano
un latido
una población
de inséctos-párpado
latiendo
Nos contaron
la historia de los espejos
nos narraron
las ciudades los edificios los personajes
Yo cantaba
lanzaba cometas para mantener
tanto idioma vivo en un solo vocablo
Se nos vino la primavera encima
con todo el amarillo de su cuerpo
usurpando la luz azul del invierno
que apenas recordamos
Mientras
el mundo es el canto del pájaro
que esconde su cuerpo
detrás del verano
I
II
III
Celebrar el follaje
mirar de cerca
los cuerpos espigados
del otoño
y sentir la fragilidad de lo vivo
a través del aire o la luz
IV
Nace un ritual
para agradecer
tanta vida aquí adentro
Frente al invierno
seguían en pie
los últimos cuerpos
del otoño
Su belleza desfigurada
nos hizo creer
que detrás de la muerte
existe un campo de luz
Una flor se desnuda, ilumina el espacio entre hierba y ficción
La ficción no es mirar la flor de pie
sino comprender
que de su cuerpo arrancado de la tierra
permanecerá su semilla inalterable
como el recuerdo que habita
en la entraña profunda de la memoria
De la tirra brotaban ojos como flores
Sagrada su causa
frágil la composición de su cuerpo
Y ahí
dispersa en la hojarasca
su voz un crujido de pétalos
Comprendí
que el lenguaje caído
de la tarde también es
la resistencia de una flor
que aun marchita es más viva
Flores para la primavera
Flores para el verano
Flores para infancia
Flores para los ancianos
Flores para parir
Flores para morir
La hierba seca
también es una promesa
una parda luz
una contelación de materia delgada
que escribe sobre la bóveda del tiempo
la otra historia del mundo
la que no merecemos
Floreceremos
en el relato de las flores caídas
Abrazar mi cuerpo
con la ternura húmeda
de la sangre verde
que avanza
Partir al sitio de los campos siempre vivos y mirar mi propio cuerpo como una
rama que crece
Me enamoré
de la lejana inmovilidad
de una piedra
nacida de una insistente
costumbre de mirar
el lado imposible del mundo
La piedra habló
en la lengua azul del aire
enredó su voz
en el fojalle de los árboles
Su lengua guarda
en el centro del tacto
un amor posible
para mis ojos de niebla
Un canto
para la vida pequeña
Un rito
de contemplación
para los animales puros
Detrás de la hierba
reconocí
al animal verdadero que soy
De mi garganta dorada
nació un silencio hecho luz
–Y, ¿qué harás con el silencio de los bichos?
–Mirar las formas movedizas de su canto
Contemplar
la pureza robusta
de las reces felices
echadas a mitad del río
partiendo el campo espigado
Un cuerpo
de cuerpos más pequeños
una mancha universal
que cuenta en su vuelo
la historia de todos los migrantes
Hablo de pájaros
El paisaje de sus alas
es el mapa extraviado
de un laberinto mudo
que atrapa al tiempo
en el instante
en que aliento y contemplación
son un mismo reino
Los pájaros del día
hacían permanecer
en las ramas de los árboles
desnudos de follaje
la promesa de una luz blanquecina
Comprender
que para
hablar su lengua
es preciso
callar la nuestra
Imagino la forma callada del agua
que guarda la ofrenda para el sediendo
Su templo es la piedra
espacio ritual
para el encuentro de todos los cuerpos
Aquella visión
de luz sombra y espinas
guardaba en sus vestigios
de mañana recién parida
el alimento para mi silencio
la cura para tanta
soledad de ortiga
Alucinaba un bosque
que paría cíclopes
de piel amarilla
cuerpos herbales
para la consumación
del asombro
que abría mis labios
con una sonrisa
La vida casi microscópica
se alimentaba
de hojas secas
de la humedad de la tierra