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Forestas

Blas Roldán
La rama del fresno en las manos de la druida

Llueve un año de agua


me dice que soy un hombre de frente incierta
viajo sin sombra, sobre mis propios hombros
llego a donde la druida sostiene una rama de fresno
mientras viajaba mis huellas pesadas
se calmaban en charcas
y como los demás hombres, veo el pensamiento
de los árboles fluir en el misterio
las huellas de la druida que viaja, como la noche

vengo desde mi lejos, más allá de mí


donde el fuego es rescatado del ruido
(creo que el fuego se hurta
de algún dios que nace en otro fuego)

el sueño carcelero que llevaba adentro se pudrió


llegar me da unas palabras para liberarme
el fresno dona su alma mientras llueve
esa rama se agita y vuela
y sólo la druida tiene de ella un fragmento verdadero y verde
está aún fresca, huele a humus de huerto
los jugos de la montaña se vuelven arroyos en el centro del fresno
fuego y lluvia
reverso y anverso del agua

vengo a preguntar el secreto del canto


con las manos abiertas, con los ojos cerrados por la neblina
mis palabras son maderos que flotan
llegan de la nieve del norte, verdes en el tiempo
tengo manos fértiles de germinar bandera y duelo

el frío aire del fresno, sale del bosque


para alcanzar el verano
intento llegar al alba
que antecede a la palabra de la sed

La druida me cuenta de tardes de inundación


de la sequía en la orilla de sus manos
no sé si viven las palabras que le ofrezco
pero ella agita la rama del fresno, como un mástil
abre una hoguera en mi centro
hago la petición del desastre y la salvación
y sé que la lluvia es como la calle
como la semana a sus días,
como un martes que presagia el encuentro
como una puerta abierta

La druida encarna la parvada de aves caracol


(de enero a mayo los seres verdes aprenden el habla del temporal
los árboles hablan dialectos, mientras cobijan sombras menores
cuando el estío es insoportable llaman con grandes voces
a las nubes)

ella me da un plano y una montaña, me da unas hojas aún tibias


entiendo que el fresno forma parte del equilibrio del llano y el oscuro vacío
los poetas nacemos a los caminos como la orografía a los mapas
le pido a la druida el cómo del camino
( para llegar al día que entra de pie, dice la druida
pero el camino ya está completo
más tiene puerta para continuarlo)

no hay velas bajo la lluvia frente a las bahías del asfalto, hay puertos
la druida desciende y dice
ve al martes como vas al fresno.
El anuncio del martes

El martes es el día para anunciar


el vuelo del tordo blanco y audaz
habitante de mi calendario
sin ser otoño él desprende las hojas con su filo

al martes sea el mandato de mis ojos


y de mi mano los días
crezcan como hierba entre las cercas
llega
pasajero de un tren
sin permiso alguno con la llamada adentro

el martes está en las hojas


que la druida lanza para perforar el suelo
cuando el cuervo vuela entre nubes negras

el miércoles regreso a mí
con el papel flechado, con heridas
con vástagos, más allá de la vista
transgresora de horizontes y pájaros

el jueves tengo mirada ambulatoria


en busca de un árbol donde secar letras
con una boca de papel blanco y limpio

El viernes, día de cosechar moras


al final de la lluvia
en los llanos del mundo se habita
de hambres, huizapoles y huizaches floridos
con la luna inclinada hacia la miel silvestre

el sábado es una noria tibia en medio de la nieve


ahí me pierdo, pero me busco en el espejo
ave que migra
en la mitad del viaje y de la noche

el domingo es pacífico, gran cetáceo


(en su vientre la mañana como una ola larga
brota de su oscilante cuesta
las hojas del árbol llevan calma en su savia)

el lunes es sumar despertares


tener los pies descalzos, expediciones al sueño
memoria de los rieles
mi camino es un campo de amapolas con ojos de mujer
adentro de los rieles manos que desconozco
bajo un mando vigía

en víspera del martes


presiento la llegada de la sombra
al leñador que llevo dentro
el hacha presta para segar la rama

sabré que vivo


entre el sol y la tierra
que soy más que el topo y la ropa en el patio
que tengo el derecho de cortar el fresno
de ser druida con el leño en mi mano
para alumbrarme

Ser druida -leñador, carpintero-


adentro de sandalias sobre el mundo
para viajar mis pies de cansado barro
no hay cuerpo suficiente para todos los caminos y sus brechas
no hay la mano que quepa en cada coordenada
sólo ramas de fresno
verde voz adelante del martes
(plantado en las planicies con páginas en blanco
resuelve con el vuelo de una avispa
el ágil movimiento de la crin de la cabra

el druida busca su propio fresno


en mitad de un lago de aristas luminosas
oculto en la mirada de la multitud
cuál es su tronco, cuál su fuerza;
¿la cerrazón de un bosque
o la profundidad de un lago?
no hay voz de pez
no hay rumor de viento entre las hojas

¿es el que pone a dormitar el sol en los ojos del pájaro?


¿el de anchas veredas para las hormigas?
hay en mis manos un temblor de sal vieja
el fresno frente a mí es un martes en espera del tajo
frente a él, más que polvo seré
menos que palabras
pero no leñador con los zapatos rotos

del miércoles en un camino áspero


al jueves ante un grupo de enemigos
del viernes por los vicios del habla
y el sábado desvelos imposibles
al domingo tenaz por la inminencia

encontraré una sombra


la que tienen los druidas verdaderos
rama de fresno al viento en medio de la lluvia
Blandir el hacha

En el sumiso estado de los solos


blando el hacha
que descuajará el silencio del fresno

blando el acero
que fraguó el fuego del volcán
mis ojos tienen una espera degollada
y el viento abandona su nido
el hambre del madero reclama su presa
rinde culto a la empuñadura sin gualda

no es descanso ni muerte
es el origen de la sangre en la palabra
la pérdida del bosque por el solo árbol
lugar donde nacen los cuervos
(soy de los que no derraman arena en el agua)

vuelo del hacha


camino empecinado
calendario hacia el fresno
que aguarda mi arribo

vengo
segando la vida
en busca de la sombra
guardados las palabras y el poema
cada paso lo pierdo en los claros
en la espesura de la lengua

a golpe seco
las palabras inútiles caen
duro tajo que avanza en círculo
la línea recta
son estrellas cerradas

esta hacha hace trizas la raíz de la nube


el árbol de la dureza
mi mirada

entre las ramas de lo perecedero


selvas de helechos
es un bisonte
atento a mi cansancio
(la druida llama a dar golpes certeros
a poner fuerza en las venas
no repartir voces
sino tajos profundos
la fibra más honda y verde de la palabra)

el viento aúlla
el oso es una piedra enorme con garras
el águila sobrevuela, paloma pico corvo
desde la nube el arroyo murmura

reconozco el grito del bosque


pido perdón, soy como el pájaro
a la sombra larguísima del vuelo

como el árbol deshecho en el otoño


en mis manos el hacha crece cada día
antes fue el árbol
que un leñador volvió dureza
un cielo verde
donde habitaba el pájaro
(tengo sueños de árbol
debajo de mis párpados crece
una foresta enrarecida)

blandir es mover la mirada


adonde las hormigas jamás tornarán
dedicar la vigilia de mi hacha
a la oscuridad, a la luz
(la druida pone su arco de acero
sobre el suelo del conejo y la zorra)

escupo grillos
mis dedos dialogan en el río con canoas y rápidos
me acerco al fresno sin agua
comas enloquecidas al borde de la hoja
el ripio suelta su veneno azul
el gerundio devora acentos, da gritos en la maleza

hay los guardianes


con la lanza certera que se incrusta en el hueso
(derribo una torre de hierba que se opone a mis pasos)
hay lugares comunes como brechas
se me suben por piernas distraídas

la luna ha girado
las sombras del día son las de la noche
las del fresno brillan

como un oso ciego


levanto mi hacha de zarpa fuerte y garra voraz
tajo la carne negra de la hoja blanca
escurre mi sudor, escurre el tiempo
en lo que abro

el fresno espera
que las hojas de otoño
sean el nacimiento de mis nuevas palabras.
Porque la rama, porque las manos

Detenido a unos pasos del camino


largo atrio de un árbol-casa
en una foresta de árboles sabios y
venados con silencio de nube
saludo a mis huellas futuras
mientras la druida espera
y una hormiga pasa sin mirarme
recuerdo que fue un hombre de palabra dorada
sabedor de mil libros
de blanca e hirsuta cabellera
el que me contagió del ímpetu
de los que buscan la rama del fresno

el sabía de palabras
en mente del extraño
de imágenes frescas en la permisión del vidrio

hablaba como un guardia de su Griaal


la mano en el bolsillo
buscaba un papel inexistente

antiguas en su fama, las cosas fueron


nuevas por sus labios
(su voz, habitante de muertos
alzó teatro en su cuerpo)
al ritmo del tabachín añejado en mi piel
rodeado de puertas fui creciendo en memoria
al abrirlas navegué por ríos
mientras caían las tardes

el tiempo se iba de mi mano


¿tomé sus plumas o eran palabras?
entre verdades y mentiras nació
un prado y un árbol

árbol me dije y pájaros vinieron


(tengo enfermos los sueños
cuando despierto escribo los poemas
aprehendo aves en reposo
en ellas abrevo mis largas oraciones
en la foresta)

aquel hombre
murió sin decirme
cómo arrancar el pedazo sangrante del fresno
se apagó su corazón mucho antes
que su cuerpo

(un hombre de mi barrio


me contó de seres que habitan los caminos
sin hambre, sin sueño
que gritan como el agua
que cae desde las nubes
hasta el maizal nonato
y que el libro es el país donde escriben
con giros de la rama
cuando el camino es insuficiente)

¿caminaré como ellos mi descanso


será en el claroscuro de la mirada
hasta alcanzar la rama?

creo en el sueño más claro


que vislumbré en los ojos del hombre encanecido
mientras corría una tarde hacia mi casa.
El aire que viene desde el fresno

El aire entre las ramas del fresno


alimenta el acero
serpiente que entra en su nido
mis pies cambian el camino por un pedazo de tierra

en el fugaz destello del azúcar


química fulgurante del manantial

aire y rayo se mezclan


respiro el magma disperso del sol
las plumas secas de mi pecho
hace un momento eran humedad

el acero sobre el polvo


dice vengo del centro de la tierra
un día la dinamita
se escuchó en la oscuridad

en los ojos cerrados un camino


parece el paraíso
el infierno súbito, no hay final
sólo ángeles que cambiaron agua por fuego

páginas con mil poemas


el trigal vuelto mesa, la noche nunca llega
de un morral salen letras como hormigas
abrevan antílopes
a mis pies esperan pendiente y planicie
el claro y el breñal
me alivia leer los libros de los druidas
sus cantos son papel luego mariposas
entonces ojos y pan

abro con tregua la hilera


mil hojas se agitan parvada de garzas
el soto que me llega
es un solar, donde mis dos manos bailan
como una niña el hacha duerme sobre mis botas

un poema del sur


donde la nieve es el primer paso en el mar
me dice que el poeta es un pájaro
su nombre tiene la suavidad de una pluma de ave marina
cayendo desde un árbol de algas
y la foresta que me rodea
es un mosaico de verdes
pero mis ojos incapaces son hermanos del topo

en medio del vergel camino al fresno


cima oculta en la multitud del bosque
la voz metálica de los poetas
del relámpago y el auto
lleva mi rostro hacia una madreselva
mi abandono es mecánico
del llano interior al paso del conejo entre los eucaliptos
quedan montes azules
abrazo la arena de Apango
Juan permanece en mis hojas
su mirada es de cuervo
(los hombres
no me son sino encierro vertiginoso de sangre
que envejece)
la tranquila apariencia de mis pies
oculta el pálpito de venas bajo las botas enlodadas

como un perro viene el camino


rebaño de cabras atajadas
me sujeto a él, mis pasos raíces al viento
van como Lázaro hacia el fresno
El árbol

el árbol ante mí es dragón apagado


fuente con los hilos de la resequedad

Levanto mi hacha
y brota aire fresco
sin haber amputado rama
caen días de acero y sol, viruta estelar
una vuelta al mundo en mis dedos

El árbol florece a cada golpe, se despliega


floración en el desierto

presagio del libro


una parvada de hojas se escapa

el magma después del fuego


se escurre
se me anida dentro
huele a nube baja

Llamo a la druida y un ave pasa


a lo lejos
una banda de leñadores
tomo mi rama, avanzo
dejo el árbol renacido
un crecer de palabras
follaje desde mi
El día siguiente

Llego después del fresno


a un camino, no entre árboles
sino soto de ventanas y cornisas
casas frente a casas

la avenida es el encuentro del letrero con el paseante


el breñal queda sometido a la jardinera
la foresta tiene luz artificial
la abeja que revoletea en la flor
viene de un panal distante en el llano

el hacha se partió a si misma


ruptura de un feligrés con su dios

los recovecos del bosque son cruceros de cuatro esquinas


hay un hombre sentado con la mano extendida

cuando avanzo el lodo con hojas no aparece


un tamiz de polvo salitroso
arenal del verano
alfombra el piso y enterrega

sobre mis hombros una nata de tizne


la lluvia es la última capa del cielo
resbala hacia mis pies fríos
me doy la bienvenida
en la foresta del semáforo y el automóvil
el fresno queda cimbrándose con mi golpe
tomo la rama caída, emprendo el camino nuevo

el hacha partida junto a cuerdas, máquinas dormidas


me regresa a la visión del filo detrás del vidrio

hay el ímpetu del amor


son las palabras juntas en mí
frutos que cuelgan del pasado
los autos se pegan al silencio, gritan

entre voces la foresta se vuelve pisos


y cables para los pájaros

encontraré versos
y días nuevos en la lluvia fría
La avenida y las sombras

Llego por el oeste


cruzo un arco de ruidos
en mis orejas saltan estruendos mecánicos
ciudad repartida en el aire
moneda puesta en tierra

ciudad de una sola cara


que nace de la rueda y el teodolito

edificios con rostros de telas


en cajas de cartón
mujeres con valija
que surten el hilo, el estambre
las agujas
para cerrarle el paso al viento

aire frío bajo llave


cubículos de luces neón, puertas automáticas, diálogos de cristal
el dedo pulsa encuentros de papel, cuenta telefónica, números verdes
es posible llorar de pie aquí, sin ser visto

los automóviles en tránsito tienen un azul móvil,


un rojo fugaz, un gris repleto de metros
pero los autos quietos son mate
como la noche y el bote de basura
en la transparencia del parabrisas vacío
alguien mide el camino en un reloj
uno que lee el periódico
no mira el auto que pasa, sostiene el vuelo del papel

los pies son remos de un barco en la niebla


se evitan los hombres
nadie observa
cerrada la mirada, los sueños caminan

al norte van los de mirada fría


azul su paso, banqueta de hielo cuadriculada
en la nieve columnas de vapor

los que van al este esperan la lluvia


al sesgo del amanecer
llaman a la tierra y sale un sol
esperan el alba
el contorno del trigo
la joroba de la espiga madura

el árbol solitario antes de la cumbre


crece en la ciudad de casas abandonadas

el suelo cambia de nombra bajo zapatos, mis calles vertedero de colores,


esquinas sucias de tiempo perdido, rutas del acero y el caucho
horarios en el viento

salir a la calle, abandonando el puerto


una multitud desconocida
miles de ojos que recuerdan a Eva
bocas multiplicadas por un edén
la noche de la foresta viene a mí
ojos en las ramas
los ruidos de lenguas ocultas

el payaso inválido
mira en la plaza un camino para sus ojos
un jardín que cruza una parvada, rojo sol de fondo, ocaso
su habla sin fuerza para poner mañanas en sus recuerdos

la gente mira su espalda


ven en ella cuadros rojos y azules, vieja lana gris
guarida a ras de piso
su rostro descubierto los espanta

rumor de habla pequeña en bocas arrugadas


de números, de yesos con etiqueta

un maniquí con aires de payaso


el torso desnudo en el traje de baño

el payado levanta una bandera de papel


con el cuento de una rodilla rota
pedazos de marfil sin reacomodo
hay un tren y la espalda de un productor de cine
que se iba
la mente de la muchedumbre pone a vestirse, alimentarse para encontrar ojos
que los miren, orejas que los escuchen, manos que los reciban
días para encontrar tiempos de espera

en la esquina un hombre levanta el brazo desorientado


lleva un empleo perdido en la divagación de su mano

otro saca de sus uñas la suciedad


el motor decía erres largas e interrumpidas
llega su amiga con el nombre de una película

a lo lejos una carroza funeraria


coronas de flores que se mueven como si tuvieran gatos
en el parque niños corren entre sombras
la aflicción vive un día como la mosca
los pies muertos llevan zapatos nuevos

señalo con el índice hacia el aire


la serpiente de mil cabezas se detiene
mira lo que señalo
con un ojo al cielo y otro a mi espalda
arrojan sus índices al orificio que se desvanece
mas les dejo el punto sin mapa
en lo alto

en cuclillas
dedico un círculo de homenaje al piso cuadriculado
y rodeo la estela
una mirada inquisitiva brota de la sierpe
se me acercan, preguntan mis motivos
su pregunta a punto de ser parida
los dejo preguntarse dónde está la ranura
y la llave de una entrada al subsuelo
(túnel cristero a donde el sol no ha entrado
desde el año 29)

en las ventanas hay caras furtivas, me siguen escalonadamente


una historia incompleta es mirada en mi ropa

la multitud que me rodea


quiere llevarme a un lugar que conozco
polvo de otros lados, sextetos de ruedas enormes

me acompañan un payaso, el limpiabrisas


el policía de tránsito que tiene un guijarro

el pasaje de los camiones me mira pasar


los edificios que tienen arbustos de plástico
paso con pies de ratón

en las esquinas la prensa inventa sobre papel


voces, sudor y alucinaciones

en los cafés se conversa sobre la forma de los autos, de las heridas


en la noche la luz estroboscópica hace rodar las mentes
el muerto no es más anónimo
el hombre que no se detuvo, lo mira junto a su muerte
El sol en el arco

El bosque retrocede hacia las jardineras de las banquetas


en la claridad, la mañana camina en la calle
tras ella viene el trolebús cierra la noche
de las hojas cae olor a tráfico, nubes grises de un tallo

el sol sale por esa colina de guijarros


huele a amarillo
a tinajas y platos hechos con pies con la piel del cerro

la radio inunda al automovilista


palabras que fueron ondas rebasan aves
oraciones de la ciudad, horas de morder pañuelo, contar muertes
el precio internacional del dinero
en lejanos países tiembla la tierra, aquí tiemblan las antenas
la canción del comercial vende desodorantes con olor a triunfo

el sol se vuelve semáforo, pared, azulejo


el centro
un arco
punto que hace un recorrido
línea en azoteas
parábola en la piedra

las calzadas le rinden tributo


un nicho con paloma lo contempla
la araña por un rayo de luz hace su curva
la noche deshace el ejercicio de su hueco
el ladrillo huye, la piedra se esfuma
adentro del arco cabe una luna
caben los periplos del cometa
horas de autobuses perdidos
la bicicleta y su azar

calzadas y boulevares, en el manto colorido de las carrocerías


van sobre el puente

las naves industriales echan vapor, los camiones se vacían


los individuos se vuelven columnas
el hombre de azul apaga un cigarro, desaparece
la cáscara de avenilla crepita como máquina encendida

la noche está en un país de ojos rasgados, a medio sol de camino


su rumor se escucha en el agujero de un gusano
un saltamontes vaga, el roedor acecha
el tercer turno duerme ahora

el borracho está borracho, la canción suena


la central camionera tiene sus ojos abiertos
uno jamás se cierra
en anuncios de neón viajes sin pasajero
el camión es para el sueño, la película y la nueva ciudad

la policía es un enjambre de avispas con sirena


los bomberos huyen del sol, llevan agua en bisturí rojo
el tráfico se abre como la piel a su paso
los zapatos compensan el peso de los autos
llevan el día, lo acompañan lo pisan
a los calcetines les salen minutos volando
crece el aroma del amor nocturno en las mujeres

la tarde es un presagio
el sol en medio del arco a su izquierda la araña
a su derecha un papel que vuela
el cocimiento de las papas y el humo de los escapes ablandan sus rayos

detrás de cristales hay reflectores, iluminando ropa


el azul reposa en un escote, el amarillo en una chamarra
verde pantorrilla

a medio día los transeúntes dejan eruptos de flor vieja


se detienen frente los aparadores de maniquíes viejos
se peinan con sus dedos color salsa

alguien corre en la tarde


llena formularios y sacude su corazón con entregas tardías
la tinta se le escurre, un volcán estalla en su mano

otro oculta su temblor


caravanas cargadas de preguntas
puebla sus dedos con alfabetos, abejas en los teclados
el puente al día siguiente se constriñe
sin las preguntas de sus hijos

el sol cae por el arco


la tarde se hace noche en una máquina
el alfarero se ilumina a si mismo
y descubre que la noche es elástica

el que en el crepúsculo dormita, llega tarde al sueño


la noche le parece libro de una página
náufrago que encuentra cuerda de agua

para el que envuelve en un pañuelo la mañana y la tarde


deja una almohada tibia sobre su cama

pero el que hizo mañana, forma el hambre justa bajo su camisa


su lengua siempre lista para el agua
las garbanzas con sal son para el domingo
sus manos de escarbar el cielo encuentran la cama perfecta
su auto, su camión, su tren mulas en el establo
su mejor película corre en el techo
desparece en las horas con una oreja al cielo

y ese que hizo mañana y tarde juntas


construye edificios al subir escalones
rehace bibliotecas al abrir el anaquel, mueve caminos con una manivela
la calle es un tapete hacia su casa

cae el sol
los minutos son polvo
hubo un camino con todos los nombres
que muchos cargaron sin sentirlo
Forestas

Voy con los zapatos del viaje


esa distancia entre la puerta y el árbol
llevo de alforja palabras para beber

entre banquetas que hacen bordes


la calle es río de agua incolora
peces con ruedas van y vienen
caras hacia al norte, al oriente
nucas al poniente, al sur

frente a mí el parque
aquí corrí hace más de mil días
rodeado de frescura tengo la costumbre de hacer olvido
y dejar en los árboles promesa de regreso

el agua está oculta en el Agua Azul


el cielo cae al cemento, desaparece
sus árboles tienen pájaros viejos
en un nido un esqueleto con plumas
ninguna lluvia pudo con él

Esta foresta no tiene árbol recién nacido


llegan ya viejos
desde un invernadero

las sombras de las hojas


tocan con sus puntas un muro verde
donde raquetas cuadriculan el aire
pelotaris morenos insisten en clavar una pelota
corren en ele, sus suelas rechinan
les crecen ampollas con agua de mar

la sombra de mi primera raqueta


mis gritos la despegaron

allá la boletera sueña una historia de amor


en una cabaña que se oxida y hace eco al ruido urbano

árboles viejos salen de la tierra húmeda


raíces hasta el manantial oculto
las hojas en las ramas son blanda muchedumbre

busco los restos de la embarcación varada


cuando secaron el lago y los domingos
entre mujeres de faldas largas y olán
mi abuelo dijo me enamoro

un puente que nadie pasa


arco delgado sobre las flores de un camellón
a prueba de autos, inagurado con caravana
las sombras lo disimulan

un muchacho fuma marihuana


tiene un caleidoscopio solar en su mirada
su grito llega hasta los juegos
su lengua es como el columpio
que un niño dejó cuando lo vio venir

busco el invernadero
donde crecen los bosques de otros bosques
el camión que me lleva suelta un vaho sulfuroso

a mi alrededor la lucha entre el sobaco y el caucho

foresta de ojo de agua: Colomos


grieta húmeda, grieta sola que me recibe
el calor de las peregrinaciones
baja desde la loma de Zapopan

las ardillas escudriñan la punta del árbol


camino a las nubes
miran pájaros, aviones
entre hojas y tronco gusanos de puntas blancas
truenan bajo los pies de los atletas

cada mañana florece un hilo de huellas con sudor


en las rectas del parque los brazos son rehiletes
los alientos se pierden en montoncitos de arcilla

ahí, descubrí un ave de alas negras y pecho tordillo


que sacaba la tierra de un agujero
la busco cuando vengo
canta mientras termina su nido
a esta foresta la sembraron cuadrillas de hombres
en sus cortezas de eucalipto, cazuarina, fresno, pino jaliscana

ahora voy al parque Metropolitano


al bosque naciente
al edén del domingo, niños moviéndose
la enfermedad y el tiempo se meten a los agujeros de los nizticuiles
los tordos aquí hacen casa en eucaliptos y fresnos

un camino serpentea, muralla china


de piso rojo para las bicicletas

En la mitad del parque una cuesta amplia


sábana verde en la cama ceniza del llano
donde la pelota y la risa alejan a la serpiente, al alacrán

los pequeños árboles se abren paso hacia el cielo


hay karatecas, judokas y capoeiras
hacen del césped un tendedero, ropa agitándose al viento
vuelan sus piernas, bumerangs las caderas

en este césped mi hermano es árbol que se desplaza, tai chi


un dedo de cada pie lo sostiene
sus manos rasgan el tejido del aire, arpa que suena a sol
tronco de barba rala, su pisada conversa con la nube

ahí, los pájaros cosechan


la primavera es verano de seis meses
la luz del rayo es más pesado
durante la noche el agua brota de una manguera
lo vegetal tiene un aroma a plástico

en el zoológico la vida polifacética de la tierra


una arboleda sigue el periplo de las fosas
rodeando voces huecas y ásperas, rugidos
semi-hombres pequeños y deformes
llenan con su aliento crudo las orillas del concreto

rayas y cuernos, prisioneros de cuellos largos


miradas tristes

veo imágenes,
el día y el mundo son lo mismo en la planicie africana de la ceiba y el antílope
la lluvia y el estío les cambia la mirada

águila entre los árboles


sus alas podrían cruzar el precipicio en busca del ratón, del conejo
pero hay un domo de malla casi imperceptible

¿es más prisionero el árbol?


el elefante me dice con la mímica de su trompa que la libertad no existe

asiento y salgo
aquí sólo es auténtica la sonrisa del delfín
en el juego mecánico
en el parque Alcalde el estanque opaco de heces
viejos decrépitos y emplumados
trouppe alrededor de un panfleto de la bella durmiente

el trenecito estúpido de rieles recién engrasados


llega a la misma estación

atrás de la multitud las hojas caídas se pierden en la basura


y un poblado de hormigas viñadoras carga en sus espaldas

el algodón de azúcar me aturde


enemigo invisible se cierne sobre mí
con su dulzura
brinco, ratón que escapa a la víbora

enloquecido hasta el estómago


doy con el parque Solidaridad
otro edén en la risa de los niños

patio con doble cielo, acero sin estrellas


eco en una onda de río y no un cohete a la luna

pecas de estío crecen en el césped,


escalera de cincuenta peldaños, en el último comienza la ciudad

estoy tan lejos de casa, tan distante


en la orilla del mundo conocido
me marcho
estos parques tan grandes
me hacen sentir la foresta de la druida
el vuelo del hacha es el cardenal frente a mí
el acero en la fuerza de mis manos es columna de hormigas

aquí no es posible el sueño, ni el descanso


la sombra de los árboles es un tapiz
de paraguas agujereados, de granizada tal vez

el movimiento perpetuo se confirma


por el relincho en una estatua
el jinete en actitud de sujetarse

al lado de una calle con heladerías los enamorados y los sedientos


el hielo, sabores arrancados al árbol desprevenido
sabor limón, guayaba, granada, durazno, durazno
una pareja empieza su nieve de garrafa
un grupo de estudiantes gritan por el frío en su boca

en la foresta cruzada de banquetas


mora el pueblo que vende su cuerpo y ofrece en lengua hechicera
polvo, pastillas, sueños

a una cuadra en el Blanquita, hacíamos expediciones


un hombre lanzaba espinas desde un escenario
las mujeres moscas de la noche, volaban con lentejuelas
descubriendo su sexo entre risas y gritos
parque Morelos de carpas, sirenas de ambulancia
camino de los reyes magos y el gallero
en el día de San Juan el rayo se vuelve serpiente
entre el humo y la banda de música

cuando la policía duerme regresan misteriosas sombras


de ademanes violentos
de zapatos metálicos y claxón

busco el lugar
mitad llano foresta el resto, mestiza tendida
con aire de campo elíseo y calidez

me da la bienvenida un óvalo, donde giran las bicicletas


hallazgo en medio del tedio

es la Unidad deportiva López Mateos


centauros mitad bicicleta mitad hombre, cabeza de caracol

en las cuerdas de acero, los colores del arcoiris


aspas con el zumbido del colibrí

chapoteos en la alberca
de agua apenas clara, su fondo es un misterio

aúlla el tren vecino


una pelota cruza el centro de toda mirada
los pelotaris mejores golpean su curva
la vuelven elevar, pega en el centro de la tarde

en la cancha de futbol veintitrés pares de piernas


las cebollas móviles en los techos
llevan la cuenta del partido
las multitudes uniformadas de las fábricas se detienen
el gol es un instante visible

mi equipo rojinegro nace en estos campos


un banderín con una A se asoma en mi ventana

aquí encuentro un fresno


vecino de un dueto de jacarandas

me escuchan las palabras


del cerro
de la druida
de la foresta
y de un fresno
como este
que me dio una rama para hablar
El árbol en casa

en medio de la sombra de mis hijos


y el hombre que fui
planto un árbol, al frente de mi casa

los árboles viejos lo amparan


pájaros gritones lo sobrevuelan
una antena a lo lejos los llama
ahí cantan
un perro ronda

en la acera casas se repiten como vocales


con ventanas llenas de nubes
de hombres que cargan playas y cárceles

el fresno con la tierra hasta las rodillas


crece hasta mi cintura, quiere subir por el cinturón
con hojas que tropiezan con el viento

la marca del hacha también en este fresno


será para mi hijo?

plantó un fresno mi adolescencia


de intemperie y poca agua
en el verano era una rama yerma

cada árbol tiene un día irrepetible para erguirse en la tierra


le doy promesa de agua
y que duerma en sábana húmeda

cierro la puerta al mundo


en la calle el automóvil duerme
espera la sombra del fresno
cachorro que descansa

dos días se acumulan entre las hojas caídas


del domingo
Solitarios

soy el árbol monumento verde y solitario


antena vegetal
punto de admiración en el asfalto

¿cómo le hago
para estar frente al sol, guiándolo?

clavado en Avenida Lafayette


sostengo un edificio
soy un fresno que ayer cobijaba enamorados, hoy skatos

sombra de las ambulancias, una cruz roja en la pared de metal


cientos de pájaros, huéspedes que habitan mis ramas
con sus alas hacen más oscura la noche
soy el laurel de la india en el parque Morelos

en Garibaldi y Clemente Orozco


humareda de carne en su jugo
que atraviesa dos casas, dos comedores
soy el laurel en la garita antigua de una huerta

la calle me da feudo en la esquina de Ocho de Julio y la calle Nueve


las hormigas me pertenecen, piden permiso para subirme, sobrevivo
soy un guamúchil en la Echeverría

musculosos atletas del más antiguo reino


ejercitamos los brazos, sosteniendo pájaros
un santo nos aprueba desde su nicho
somos los guamúchiles añosos de Analco

aún canta un trino el chozno del ave


que anidaba en mis ramas
soy el fresno que aún riega un fraile en San Francisco

en el vado del río Barranca Ancha, que hoy es Patria


soy el sauce donde amarran caballos
y la huella de aquella soga todavía no se borra

ingenieros con teodolito y balanza


ataron una cuerda a mi tronco
mientras hablaban en números un ave gritó
tiraron líneas en el suelo, sobre ellas hoy el tecnológico
a mis ramas de jacaranda llegan los tordos

en la noche en mi tronco dejan polvo blanco en paquetes


bolsas con hierba seca, otras camiones enteros con frutas frescas
pero en el día los niños peleadores de ojos rasgados crecen
pensando en cruzar fronteras
soy fresno y soy nombre de colonia

el plumaje oscuro cae desde su puesto de vigía


el buitre que llega es gregario nocturno
la rata pulula en mis jardineras
soy el eucalipto reseco que visitan niños audaces
en el parque de las estrellas
sembrado entre mosaicos de cuadrícula
sobre una banqueta
atajo humaredas en Santa Teresita
los domingos amarran carpas a mis ramas
soy un alamillo con disfraz de ceniza sobre mis hojas

el teatro me da un aire de sospecha


cobijo a la gente, a un bolero y a un vendedor de dulces
en la plaza de la Liberación, soy un tabachín
el ruido de autos cimbra mis raíces, me sostengo del cielo

gigantes de la familia más rancia


señalamos donde un día el pasto y la pradera se abrían
frente a nosotros, eucaliptos en Plaza del Sol
el automovilista no sabe del testimonio
de nuestras raíces, cuando se abrió el camino al sur

en el llano
soy el mezquite que la ciudad no quiere
y hacia esta loma viene llegando la ciudad
que no me quiere, árbol feo, rudo en el llano
mis parientes han muerto
ningún parque me ofrece asilo
moriré solo?
Pájaros

en la rama, estación en la vía vertical del tronco


disimulado entre las hojas y el sol
te detienes o, simplemente llegas

tu cuerpo puño vibrante


tu mirada, acechando
un ojo busca la estrella que guíe más segura, el otro vigila al enemigo
que espera para engullir tu cálido cuerpo

entre un árbol y otro


te llevan dos patas hechas para un camino sin tierra
tu pico sextante que te guía
mueve al timón de tu cola

¿qué fuiste antes de ganar plumaje


de subir las cuestas del viento y acercarte a la nube
qué, cuando dejabas cuatro huellas de garra?

tu ala, razón del vuelo


línea vertical de plumas hasta un punto sobre mí
cubre el espacio hasta el fresno mayor

detenido en las hojas eres un injerto que canta


que se despega entre cabriolas
raíz que se vuelve hoja
y algunas veces voz
hermano reverso del marino
cuando naufragas la tierra te alberga

gorrioncillo
tu casa es el giro, curva de la luz
planeas más intrépido que la golondrina
burlas al halcón en el arco del patio
tu cuerpo zigzaguea
la rata que escudriña el meteoro en tu sangre
vive en un parpadeo infinito, la haces imaginar bajo la lluvia
tomas el grano, plantas la semilla
pero no desprecias los juegos del mosquito
lo engulles cuando te da la espalda al amanecer
en parvada eres un fogonazo de semillas naranja

cuervo, discreto bebedor


circunnavegas la ciudad
nadie mejor que tú sabe la aparición del rocío
arrancas la humedad del agave
dejas el rastro sobre la penca, mancha azul hasta la espina
tus garras enderezan las lomas que bajan desde el cerro
las anchas y rígidas mieses ventean a tu grajido
el ratón tiembla, la cucuracha huye despavorida
de la carretera levantas la colilla encendida
la arrojas al zacatal
y te alimentas de un asado, a la luz de la luna

hermano menor del cuervo, paseante de las jacarandas


huésped del álamo y tejedor en el alamillo, zanate
eres el rayo negro, la mota volátil del charol
intrépido pepenador, ladrón de basura
llevas las cosas inservibles, las vuelves casa
imbatible caballero, gustas del duelo con tus pares
defecas entre los disparos de la resortera y el ladrido
tu fealdad no hace parvada
lobo, sobrevuelas las calles, huyen las aves menores
ahuyentas a los débiles
hiena de los semáforos y los camellones
cada árbol te pertenece, viñador sin siembra

tu cuerpo es un quejido, una mota con pico


terrón suave que se echa en la vía del auto
cuando te aplasta eres un punto y seguido de plumas
eres el zar del camuflaje, pero la u te delata
invisible haces aparecer al árbol
hasta tu nombre: conguita, palomita quién sabe
más fuerte que el silencio
más silencio que el silencio tu gris plumaje
oculta la calle, esconde tu muerte

en la noche, pedazo de nube


con garras, pico de garfio filo de estrella
tu plumaje tiene el diseño del jorongo, del sarape
en la quietud del árbol tus dos ojos tecolotes
diamantes carnosos en la rama
qué buscas en la ciudad, si aquí no hay conejo
ni liebre que husmeen el grano tierno
sólo la rata, oscuro pedazo de carne
tu cabeza de estatua sentencia con gravedad
a la futura víctima
pero llevas una bitácora de sangre capturada
tus venidas son meticuloso programa
cada vez que llegas dejas destrozos
y cuando regresas al monte
como un blanco vampiro sigues el flujo de luces
que se vuelve un hilo desvaneciente

en la ciudad paloma, dejas de ser adoración


vuelo espiritual, para convertirte en objeto de la ira
barcarola pirata llevas roedor dentro
las cornisas son murallas que habitas con heces
arriba, los relojes tienen tu plumaje
llevas el agua de todas las fuentes al santo de piedra
escarabajo urbano, fósforo emplumado
un aire de servicio a la patria te hizo leyenda
el cine y las batallas te salvan del exterminio
de tu morir sabemos el veneno
y el tiro certero de los niños de barrio

en el parque de las estrellas


puntas secas de eucalipto en lo que fue un llano
tú, ogro calvo
de lengua ácida, tártaro del cielo tropical
bajas en círculos desde las nubes
hasta las carcazas de caballos distraídos
qué sueño durmió a tu pequeña tribu
para que esta ciudad la metiera hasta su centro
sólo tu calva te da un punto de frescura
buitre, ¿dónde trabajas?

Gallo, eras del campo


pero ahora el patio es tu reino
las mallas metálicas son apenas
la línea que divide tu sueño de la vigilia
campeón del duelo con navaja
rey de corona roja
sólo el perro y el caballo te sobrepasan
tu libertad es humana

periquillos y zenzontles, cardenales


canarios, loros, torcazas, calandrias
su penuria su naturaleza su canto
el paraíso que les fue otorgado no es de este mundo
detrás de las rejas, es mejor morir
en el manual de fauna extinta
en la platica de un domingo que se apaga
Juan Perro

el sol se estrella en una nube de la ciudad


fragmentos que Juan Perro compone
su pie crece como la rosa en el día

tiene el movimiento de caminos


los libera cuando vuelve a ellos con paso nuevo
lleno de incógnitas

en la boca lleva palabras de memoria


mariposas escapando de la oscuridad

el tintineo de monedas
nido de golondrinas adentro del camión
hace encoger y estirar sus pies
su sendero viaja encajonado, quiere salir
baja del arbusto de mil caras
entre brazos atados al pasamanos

en las aceras del mercado


un sin fin de vueltas, al cruzar los puestos con ojos cerrados
las horas desde sus hombros, llenan cajas sin pan ni agua

huye de las esquinas del centro, melodías de trompeta


relámpagos en sus oídos

sus piernas en la acera son de estatua


deja atrás camiones
baja las escaleras del tren ligero
mira por las ventanillas

la sed escarba en su lengua


un pozo seco le crece
descansa entre restos de malva

heridas, las ventanas se abren abruptamente


bebe y se permite soltar la nube, la cometa y la rabia

detrás de las puertas Juan escucha el trabajo


sin camino sin marcha ni andanza
deja un mensaje y vuelve por sus pasos

olfatea el sol que cae, hasta ahí llega


martillo dorado que cincela el horizonte
oro en la arena, estación de ojos
las luces de neón luciérnagas colgadas de la oscuridad
le advierten: cambia el paso, porque llega la noche

Soy Juan Perro, ando en una pradera negra


donde el edificio aparece cuando la ventana se ilumina
allá, en el piso alto
mi paso es de ciervo, el concreto no guarda mi huella

no hay el ruido del que abre puertas


sino el estruendo del que va huyendo
del que sale desesperado
una sombra vuela pegada a sus rostros
sus bocas babeantes

el olor de los cuerpos recostados


llega hasta la banqueta, el sueño que los rodea
la almohada me lanza aromas de pelo y manos frías
viene a mi en esta intemperie
la mezcla del gato en la azotea
y una cena de caldo en la cocina

con oído vigía


recibo el grito del tren
cuando aún ninguna pestaña se mueve
grita en la soledad de los agaves
su carga me trae la sierra y el mar
la máquina va dejando Amatitán, Guadalajara se acerca

la ciudad se abre donde cientos de palomillas negras


se internan en las miradas
un delta de rieles y carretera
ahí el llano entra, como entra al mar el río Ameca

me siento en la cima de un bordo de terracota


ahí alguien escribió su nombre, dejó su huella calcificada
y la fecha en que partió a California,

en la noche mi cabeza en los aparadores es la de un fantasma


¿qué soy? ¿preso o guardián de la ciudad entera?
frente a los vidrios de zapaterías
escurre saliva de mi hocico, rechino los dientes
pero en la jornada siguiente
quiero correr rápido bajo los fresnos de las colonias

en la oscuridad dejo ese falso túnel


que es todo aparador y
llego al origen de cada aroma
me jalan como a un pez, muerdo el anzuelo

en la noche me paro junto al noctámbulo


en el puesto de tacos o lonches calientes
me inclino con reverencia y mi estomago se llena

el barniz de las putas


se renueva toda la noche

el delincuente despide su adrenalina


en la pólvora de su mano
y a veces en la sangre entre sus uñas

ese hombre se tambalea y me acaricia


creyendo que soy uno de sus hijos
a quienes golpea llegando

a todos cuido y llevo a casa


marco sus puertas, por donde entran perdidos
a su propio sueño
sólo las estatuas
se oponen en silencio a irse
a llevarme al lugar donde duermen
me disputan la plaza
hasta que un policía me persigue

el Hospital del Ferrocarril me acoge, mesón de alcohol y cloro


en la puerta el lamento
llegan los sorprendidos de tener un cuerpo
las mujeres que lloran cuidosas
los niños que berrean
algunos enfermos dejan recados
como fórmulas para pagar impuestos
el médico habla y toca, mientras el enfermo respira hondo

el desliz de la aguja en la carne


suena a la carrera de un arroyuelo de Julio
cuando no disputo a los pájaros las fuentes

Juan, tú corres en la noche y te detienes


ante la hondura de las alcantarillas
el agua negra del inframundo suelta vapores

tu nariz recoge los recuerdos de la guerra


la tristeza de los cuerpos
el líquido de lo inútil y lo perdido te rebasa
llegas hasta el origen de los viajes
la casa donde hervía el café esta mañana
donde hubo cena de pan y carne
ladro a los gatos, sus orejas pican las nubes cuando se asustan
tejido erecto de pelo, tapete con bigotes
son audaces, enamorados platónicos del terciopelo
sus ojos buscan el escondite del roedor
sus garras no son para el camino entre bitumen
sino para el rasguño al sofá donde duermen

a vuelo de pájaro tu camino es un laberinto


impreso en tus patas
la plancha del concreto lleva tu cadencia
orilla a los camiones con tu ladrido
luego amplias el haz de los coches, te lo quieres comer
en las mañanas sólo tu urbano estás en la cornisa
despidiendo a los niños

en la mañana amanezco con ganas de pan


busco el olor de las flores
en la huella de la ardilla encuentro dientes
capaces de horadar la madrugada

para ti el sol es cobija


tu cacería termina y emparentas con el león
como el hombre eres cazador
los coches ruedan y la ciudad tiene un destello de luz temprana
que se desvanece en la claridad
las ventanas son cerradas transparencias
que reflejan el flujo de cosas que se mueven

si alguien me aloja, sabe que descanso sobre su mano


el plato lleno es un acuerdo para recorrer el llano juntos
el plato vacío me muestra la muerte
el hambre voltea mi cabeza a la luna
saltaría encima y comería un poco de estrella

tú eres amigo del pájaro, compartes el miedo


por la nube negra que suelta llanto y garras brillosas
boca flamígera, trueno

no eres enemigo del gato del ratón del tecolote


para ellos la tierra son rectángulos y cuadrados incógnitos
para ti es una forma de veredas
tu haces nueva la tribu de piedras que es la ciudad

la azotas, cada poste te pertenece


el llano que te libró está lejano
las huizacheras te mandan llamar con el grito del cuervo
con el vuelo de los gorrioncillos
la hormiga tiene tu paso
el ajolote es servidor de tu lengua

Soy Juan perro, animal bereber


que cruzó el océano para llegar a Atemajac
aquí, el auto me amenaza y me enseña
soy tribuno y legislador de banqueta, vigía
llevo una Ítaca en mis talones
al San Juan de Dios de mi camino
la tierra y el árbol me pertenecen
La druida, el árbol del fresno, mis pasos

Llevo el paso del agua


soy un hombre de manos inquietas
sobre mis hombros mi cabeza es una antorcha

la druida con su rama de fresno


viaja detrás de mis huellas
pone nubes de donde bajan charcas

y como los demás hombres, del hablar


me salen árboles con hojas que hacen oraciones

las huellas de la druida que viaja, como la noche


en mi calle de puertas de madera y aluminio
Índice

2_______La rama del fresno en las manos de la druida


5_______El anuncio del martes
9_______Blandir el hacha
13______Porque la rama, porque las manos
16______El aire que viene desde el fresno
19______El árbol
20______El día siguiente
22_____La avenida y las sombras
29_____El sol en el arco
31_____Forestas
40_____El árbol en casa
42_____Solitarios
45_____Pájaros
50_____Juan Perro
58_____La druida, el árbol del fresno, mis pasos
XX_____Índice

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