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Cambio y permanencia

1. Devenir e inmutabilidad

Al aplicar el principio de la razón, se planteaba el problema metafísico (el ser), lo que movió a
los griegos a filosofar fue el asombro, asombro por el cambio, es decir, por el hecho de que las
cosas pasen del ser al no-ser y viceversa.

Aquí se encuentran dos doctrinas capitales y constituyen dos modelos primordiales que, a su
vez, son contrapuestos que han determinado el pensamiento ulterior. Por un lado, tenemos a
Heráclito, quien afirma que el fundamento de todo, está en el cambio incesante y que todo se
transforma; el otro filósofo es Parménides, quien enseña que el fundamento de todo es el ente
inmutable, único y permanente, el ente “es” simplemente, sin cambio ni transformación
alguna.

Heráclito: el fuego

La realidad es sino devenir, incesante transformación, “todo fluye”, “todo pasa y nada
permanece”. El filósofo compara la realidad con un río, “no podemos bañarnos dos veces en el
mismo río”. El río de Heráclito simboliza el cambio perpetuo de todas las cosas y dice que el
mundo (cosmos) entero es perenne, además, los dioses y los hombres no lo hicieron, siempre
“fue, es y será fuego siempre vivo”.

El fuego entonces, bien pudo ser para él símbolo de cambio, y a la vez motor y substancia del
mismo, además significa no sólo la eternidad del mundo, sino que esta última como algo
animado. El fuego entonces, es un principio generador autoformador y autoordenador de
todas las cosas.

Heráclito: el logos

El cambio no es cambio puro, sino un cambio que sigue ciertas pautas. Aparece por primera
vez la “ley científica” que para el filósofo es Dike (justicia) y logos; esta ley la piensa como
ritmo u oscilación entre opuestos, como una guerra (nombre para el cambio), “la guerra de
todas las cosas es padre, de todas las cosas es rey”. Padre y rey como aquello donde las cosas
se originan y a la vez lo que manda, estos son los dos sentidos principales de la arjé (lo utiliza
como principio). La guerra entonces supone siempre enemigos, contrarios, el cambio de este
modo, implica los opuestos ser y no-ser. Ella a su vez, significa armonía, la que de una
pluralidad de cosas y acontecimientos discordantes hace el cosmos único, bello y ordenado.

El logos entonces, es la ley que estructura toda la realidad, reúne todas las cosas, las
armoniza y constituye o forma el mundo único. Logos como el ser tanto de unidad, como el
fundamento de todo.

Parménides: el ente y sus caracteres

Su teoría es la antítesis de Heráclito, y es el primer filósofo racionalista, quien dice que


únicamente con el pensamiento puede alcanzarse la verdad y de que todo lo que se aparte de
él, es sino “error” (pensar y ser). “No hay posibilidad de alcanzar el ser sino mediante la razón”,
la pensabilidad de una cosa entonces, prueba su existencia. Parménides dice que una cosa no
puede “no ser” porque se afirma que “lo que hay es la nada” entonces “la nada es”. Así mismo
dice que “el no-ente es” es totalmente contradictorio entonces esta idea es rechazada, porque
si hay algo que no puede pensarse, ni expresarse, es porque no existe. Si algo “es” se lo
llamara “ente” y el ente es necesario, único, inmutable, inmóvil, imperecedero, intemporal e
indivisible. Por el contrario, si algo es “no ente”, es la nada y esto es lo que lo diferencia del
ente.

Parménides: impugnación del mundo sensible

Para el filósofo todo el mundo sensible (las cosas y sus propiedades, movimientos,
nacimiento, color, etc.) no es más que una ilusión, nada real que decae en la mera “opinión”; y
los que recaen en esta ilusión y sus opiniones los denomina “bicéfalos”, justamente porque
unen ser y no ser, que son para él inconciliables.

El descubrimiento de la razón

La cuestión reside entonces, en que sólo las abstracciones pueden predicarse del ente,
porque cualquier otra cosa que se dijera de él, significa confundirlo con las cosas sensibles, de
las que Parménides lo separa tajantemente. Con Parménides se empezó a filosofar, se
descubre la razón, un hombre se libera de todas las representaciones y opiniones, les niega
toda verdad, y dice que sólo la necesidad, el ser, es lo verdadero. Así es el primero que enunció
por primera vez los tres principios ontológicos: el principio de identidad (lo que es, es o: el
ente es), el de contradicción “el ente no puede no-ser), y el tercero excluido (o es o no es).
Esto es sino no sólo el interés para la filosofía, sino un acontecimiento histórico porque el
hombre reflexiona sobre la razón y los principios que la contituyen.

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