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Actualmente sabemos que hay factores genéticos, que explican una mayor incidencia
en algunas familias y una alta concordancia entre los gemelos univitelinos.
También existen factores ambientales, que actúan como factores de riesgo,
propiciando la aparición del trastorno. La edad avanzada de los progenitores, la ingesta
de tóxicos y de determinados fármacos durante el embarazo (valproato), así como el
bajo peso al nacer, son factores que se han podido relacionar con la aparición del TEA.
Quedan por lo tanto, totalmente descartadas, las antiguas teorías que sostenían que
el autismo era favorecido por una relación fría y poco empática de los padres en
relación al bebé (teoría de la mamá nevera). Teoría que ha provocado un sentimiento
de culpa en algunos padres y madres de niños con TEA.
Por otro lado, la prevalencia del TEA, según el DSM-5, se estima que gira alrededor del
1% de la población. Afectando tanto a la población infantil como a la adulta, ya que el
trastorno afecta a la persona durante todo el ciclo vital.
Afecta con más frecuencia a los hombres que a las mujeres, en una proporción de 4 a
1.
Este incremento del número de personas afectadas, puede explicarse por la mejora en
el diagnóstico que ha permitido que afloren nuevos casos no diagnosticados
anteriormente, pero también por un posible aumento del número de afectados y
cambios en los criterios diagnósticos del DSM-5.
Además, el autismo pasa a denominarse Trastornos del Espectro Autista (TEA), ya que
reconoce la sintomatología autista común a todos los individuos en un amplio abanico
de fenotipos. Es por este motivo que desaparecen los subtipos de autismo (Síndrome
de Rett, Síndrome de Asperger, Trastorno desintegrativo de la infancia, Trastorno
generalizado del desarrollo no especificado).
C Los síntomas causan deterioro clínico significativo en el área social, laboral o en otras
importantes para el funcionamiento habitual.
El DSM-5 (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), considera que las
características fundamentales del autismo son: un desarrollo de la interacción social y
de la comunicación claramente anormales o deficitarios, y un repertorio muy
restringido de actividades e intereses.
Así mismo, las personas con deficiencias notables de la comunicación social, pero que
no reúnen criterios para el diagnóstico del TEA, tienen que ser evaluadas para
diagnosticar un nuevo trastorno que ha definido el DSM-5 denominado “trastorno de
la comunicación (pragmático) social”. La diferencia principal con un TEA es que en el
trastorno de la comunicación social no se cumple el criterio diagnóstico B, por lo que
no se observan patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o
actividades...
Está asociado a otro trastorno del neurodesarrollo mental o del comportamiento, con
catatonia,
Manifestaciones clínicas del autismo y el trastorno del espectro autista (TEA): síntomas
asociados al autismo
- Hiperactividad (infancia)
- Humor lábil
- Impulsividad
- Autoagresividad
Los datos provenientes de los estudios científicos, permiten afirmar hoy por hoy, que
la causa del autismo es biológica (con una influencia muy relevante de los factores
genéticos) y no una alteración psicogénica, es decir, la expresión clínica de un trauma
psicológico. Esta constatación ha permitido elaborar, desde hace tiempo ya, programas
de atención psicopedagógica individualizados y aplicar tratamientos farmacológicos
que pueden mejorar ciertos síntomas a la vez que permiten al niño o adulto, disponer
de más posibilidades de desarrollar su potencial.
Con el fin de mejorar el pronóstico de las personas afectadas por TEA, es muy
importante realizar un diagnóstico precoz e iniciar el tratamiento lo antes posible. Los
programas de intervención deben ser integrales (dirigidos a todas las áreas evolutivas y
a los diferentes contextos) y tener muy en cuenta las características individuales de
cada persona. La coordinación entre los diferentes profesionales y servicios que
atienden al niño/a afectado, debe ser muy efectiva y es recomendable que uno de los
profesionales implicados actúe como referente, con la clara misión de coordinar las
diferentes actuaciones y convertirse en el interlocutor preferente de la familia. En
relación a la familia, es muy importante que los padres reciban asesoramiento y el
soporte adecuado, y que se elabore un programa para el hogar, en el que se describan
los objetivos específicos y metodología de trabajo.
Los servicios básicos dirigidos a los afectados deben cubrir sus necesidades, desde el
mismo momento en que son diagnosticados y durante todo el ciclo vital, con servicios
de soporte a las familias, que permitan a los progenitores convivir con el hijo/a
afectado cuanto más tiempo mejor, sin desestructurar el núcleo familiar y
consiguiendo de esta forma una verdadera integración en la sociedad.
Autismo y familia
La gravedad del impacto varía en cada caso, y en función de tres variables: recursos
familiares (psicológicos, socioeconómicos y apoyo social); ajuste de la pareja (salud
mental y calidad de las relaciones conyugales); y características individuales del
trastorno autista del hijo/a.
El hecho de tener un hijo/a con autismo, la debemos entender como el inicio de una
crisis, y que por lo tanto pasa por las cuatro fases bien conocidas y descritas como:
shock, negación, depresión y realidad (reacción). Y es evidente que los padres y las
madres necesitan apoyo y asesoramiento profesional regular, para hacer frente al reto
que supone la convivencia con un hijo/a afectado de TEA. Sin la ayuda profesional, que
debe incluir el acceso a servicios de calidad y la atención a los hermanos/as, la
convivencia con una persona afectada de TEA, puede ser muy complicada y las
consecuencias para los familiares, bastante significativas.
Estrategias de inclusión