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AUTISMO

Definición, síntomas e indicios

El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es un trastorno neurobiológico del desarrollo


que ya se manifiesta durante los tres primeros años de vida y que perdurará a lo largo
de todo el ciclo vital.
Los síntomas fundamentales del autismo son dos:
• Deficiencias persistentes en la comunicación y en la interacción social.
• Patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o actividades.
Los indicios que pueden ser indicativos del TEA en los niños son:
• En el parvulario y en la escuela, hay falta de interés por los otros niños.
• No comparten intereses (no acostumbran a señalar con el dedo aquello que les llama
la atención para compartirlo con los demás).
• Ausencia de juego simbólico (dar de comer a muñecas, hacer cocinitas, jugar a
coches como si fueran de verdad, etc.).
• Se establece poco contacto visual y no observan la expresión de la cara del
interlocutor cuando juntos están viendo alguna cosa inusual. No acostumbran a
realizar la sonrisa social.
• Su lenguaje, si existe, es literal (no entienden las bromas, los chistes, los dobles
sentidos ni las metáforas).
• Evitan el contacto físico o les gusta más bien poco. Acostumbran a tener
hipersensibilidad táctil, olfativa, gustativa y auditiva. Frecuentemente existe poca
sensibilidad al dolor.
• Reaccionan poco ante la voz de sus padres, lo que puede hacer sospechar de un
déficit auditivo.
• Presentan intereses inusuales. Además, son repetitivos y no compartidos.
• Pueden mostrar comportamientos extraños, repetitivos y auto estimulantes como el
balanceo, el movimiento de aleteo de manos o caminar de puntillas entre otros.
• Los que presentan más nivel intelectual, notan que son diferentes y no entienden
qué les pasa. Son la pieza del rompecabezas que no sabe acoplarse ni encajar en el
tablero social.
Etiología y prevalencia del autismo y el trastorno del espectro autista

El TEA no se origina por una sola causa. Se trata de un trastorno plurietiológico, en el


que diversos factores favorecedores de este trastorno, son aún desconocidos.

Actualmente sabemos que hay factores genéticos, que explican una mayor incidencia
en algunas familias y una alta concordancia entre los gemelos univitelinos. 
También existen factores ambientales, que actúan como factores de riesgo,
propiciando la aparición del trastorno. La edad avanzada de los progenitores, la ingesta
de tóxicos y de determinados fármacos durante el embarazo (valproato), así como el
bajo peso al nacer, son factores que se han podido relacionar con la aparición del TEA.

Quedan por lo tanto, totalmente descartadas, las antiguas teorías que sostenían que
el autismo era favorecido por una relación fría y poco empática de los padres en
relación al bebé (teoría de la mamá nevera). Teoría que ha provocado un sentimiento
de culpa en algunos padres y madres de niños con TEA.
Por otro lado, la prevalencia del TEA, según el DSM-5, se estima que gira alrededor del
1% de la población. Afectando tanto a la población infantil como a la adulta, ya que el
trastorno afecta a la persona durante todo el ciclo vital.
Afecta con más frecuencia a los hombres que a las mujeres, en una proporción de 4 a
1.

Este incremento del número de personas afectadas, puede explicarse por la mejora en
el diagnóstico que ha permitido que afloren nuevos casos no diagnosticados
anteriormente, pero también por un posible aumento del número de afectados y
cambios en los criterios diagnósticos del DSM-5.

Criterios diagnósticos del autismo y el trastorno del espectro autista

La concepción del autismo ha cambiado significativamente en el transcurso de los


últimos años gracias al avance en su investigación. La última versión de la clasificación
internacional de trastornos mentales más importantes, el Diagnostic and Statistical
Manual of Mental Disorders-5 (DSM-5), reconoce estos progresos e incluye el autismo
dentro de los trastornos del neurodesarrollo, alejándose de la antigua
conceptualización de Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD). En cambio, la otra
clasificación internacional de los trastornos mentales, el International Statistical
Classification of Diseases and Related Health Problems-10 (ICE- 10), mantiene la
antigua clasificación. Los trastornos del neurodesarrollo son un grupo de trastornos
que tienen su origen en el periodo de gestación. Se caracterizan por deficiencias en el
desarrollo que producen limitaciones en áreas específicas o limitaciones globales a
nivel personal, social, académico, laboral, etc.

Además, el autismo pasa a denominarse Trastornos del Espectro Autista (TEA), ya que
reconoce la sintomatología autista común a todos los individuos en un amplio abanico
de fenotipos. Es por este motivo que desaparecen los subtipos de autismo (Síndrome
de Rett, Síndrome de Asperger, Trastorno desintegrativo de la infancia, Trastorno
generalizado del desarrollo no especificado).

En esta clasificación, se considera que las características fundamentales del autismo


son: un desarrollo de la interacción social y de la comunicación, claramente anormales
o deficitarios, y un repertorio muy restringido de actividades e intereses.

A continuación se presentan los criterios diagnósticos del Trastorno del Espectro


Autista (TEA) según el DSM-5 (APA, 2013).

A Deficiencias persistentes en la comunicación y en la interacción social en diversos


contextos, manifestados por lo siguiente, actualmente o por los antecedentes

A.1 Deficiencias en la reciprocidad socioemocional; por ejemplo:

- Acercamiento social anormal,

- Fracaso en la conversación normal en ambos sentidos,

- Disminución en intereses, emociones o afectos compartidos,

- Fracaso en iniciar o responder a interacciones sociales

A.2 Deficiencias en las conductas comunicativas no verbales utilizadas en la interacción


social; por ejemplo:
- Comunicación verbal y no verbal poco integrada,

- Anormalidad en el contacto visual y del lenguaje corporal,

- Deficiencias en la comprensión y el uso de gestos,

- Falta total de expresión facial y de comunicación no verbal

A.3 Déficits en el desarrollo, mantenimiento y comprensión de relaciones; por


ejemplo:

- Dificultad para ajustar el comportamiento a diversos contextos sociales,

- Dificultades para compartir el juego imaginativo o para hacer amigos,

- Ausencia de interés por las otras personas

B Patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o actividades que se


manifiestan en dos o más de los siguientes puntos, actualmente o por los
antecedentes (los ejemplos son ilustrativos pero no exhaustivos)
B.1 Movimientos, uso de objetos o habla estereotipada o repetitiva; por ejemplo:
- Estereotipias motrices simples,
- Alineación de juguetes,
- Cambio de lugar de los objetos,
- Ecolalia,
- Frases idiosincráticas 
B.2 Insistencia en la monotonía, excesiva inflexibilidad a rutinas, o patrones
ritualizados de comportamiento verbal y no verbal; por ejemplo:
- Elevada angustia ante pequeños cambios,
- Dificultades con las transiciones,
- Patrones de pensamiento rígidos,
- Rituales de saludo,
- Necesidad de seguir siempre la misma ruta o de comer los mismos alimentos cada día
B.3 Intereses muy restrictivos y fijos que son anormales en cuanto a su intensidad y
focos de interés se refiere; por ejemplo:
- Fuerte vínculo o elevada preocupación hacia objetos inusuales,
- Intereses excesivamente circunscritos y perseverantes
B.4 Híper o hiporreactividad a los estímulos sensoriales o interés inusual por los
aspectos sensoriales del entorno; por ejemplo:
- Aparente indiferencia al dolor/temperatura,
- Respuesta adversa a sonidos y texturas específicas,
- Oler o tocar excesivamente objetos,
- Fascinación visual con luces o movimientos

B Los síntomas tienen que manifestarse en el periodo de desarrollo temprano. No


obstante, pueden no revelarse totalmente hasta que las demandas sociales
sobrepasen sus limitadas capacidades. Estos síntomas pueden encontrarse
enmascarados por estrategias aprendidas en fases posteriores de la vida.

C Los síntomas causan deterioro clínico significativo en el área social, laboral o en otras
importantes para el funcionamiento habitual.

D Las alteraciones no se explican mejor por una discapacidad intelectual o por un


retraso global del desarrollo.

Joven con autismo.

El DSM-5 (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), considera que las
características fundamentales del autismo son: un desarrollo de la interacción social y
de la comunicación claramente anormales o deficitarios, y un repertorio muy
restringido de actividades e intereses.

La Discapacidad Intelectual (DI) y el TEA se encuentran frecuentemente unidas. Para


poder realizar un diagnóstico del TEA y del DI con comodidad, la comunicación social
debe situarse por debajo de lo esperado a nivel general del desarrollo.

Las personas anteriormente diagnosticadas, según el DSM-IV, de trastorno autista,


Asperger o trastorno generalizado del desarrollo no especificado, actualmente se les
aplicará el diagnóstico del TEA.

Así mismo, las personas con deficiencias notables de la comunicación social, pero que
no reúnen criterios para el diagnóstico del TEA, tienen que ser evaluadas para
diagnosticar un nuevo trastorno que ha definido el DSM-5 denominado “trastorno de
la comunicación (pragmático) social”. La diferencia principal con un TEA es que en el
trastorno de la comunicación social no se cumple el criterio diagnóstico B, por lo que
no se observan patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o
actividades...

Y además de los criterios diagnósticos, debe especificar si:

Se acompaña o no de discapacidad intelectual,

Se acompaña o no de deterioro del lenguaje,

Está asociado a una afección médica o genética, o a un factor ambiental conocido,

Está asociado a otro trastorno del neurodesarrollo mental o del comportamiento, con
catatonia,

También debe especificarse el nivel de severidad:

Nivel 1: necesita ayuda

Nivel 2: necesita ayuda notable

Nivel 3: necesita ayuda muy notable

Si analizamos el contenido de estos criterios diagnósticos, observamos que,


independientemente de los dos síntomas fundamentales, se incluye un criterio
referente al inicio sintomatológico (C), de manera que sólo puede diagnosticarse el
Trastorno del Espectro Autista si los criterios A y B se manifiestan durante la primera
infancia. El motivo de la inclusión de este criterio temporal es el de poder diferenciar
entre el TEA que, por definición, aparece muy precozmente, del trastorno
desintegrativo de la infancia, que se manifiesta después de un periodo de aparente
normalidad no inferior a los 2 años de edad.

Manifestaciones clínicas del autismo y el trastorno del espectro autista (TEA): síntomas
asociados al autismo

Todo síndrome clínico presenta, además de los llamados síntomas fundamentales,


nucleares o patognomónicos, y que constituyen la base de su definición, un conjunto
de síntomas secundarios o asociados (que no son necesarios para incluir a un sujeto
particular en una categoría diagnóstica fijada) y que pueden variar notablemente en
cada individuo.

Por lo que se refiere al autismo, un síntoma asociado de primer orden lo constituye la


discapacidad intelectual, que afecta a un 50% aproximadamente, de toda la población,
ya que contrariamente a lo que se ha manifestado muchas veces y sin fundamento,
una proporción importante de la población que sufre este síndrome presenta un QI
dentro de los límites de la discapacidad intelectual.

Conjuntamente con la discapacidad intelectual, se presentan los síntomas secundarios


al autismo más frecuentes, que son:

- Hiperactividad (infancia)

- Hipoactividad (adolescencia y edad adulta)

- Humor lábil

- Baja tolerancia a la frustración

- Crisis de agitación (con o sin causa aparente)

- Impulsividad

- Autoagresividad

- Heteroagresividad (menos frecuente que la autoagresividad)

- Alteraciones del sueño

- Trastornos alimenticios (híper selectividad, picar)

- Crisis epilépticas (20-25 % de la población total)

El tratamiento del trastorno del espectro autista

Los datos provenientes de los estudios científicos, permiten afirmar hoy por hoy, que
la causa del autismo es biológica (con una influencia muy relevante de los factores
genéticos) y no una alteración psicogénica, es decir, la expresión clínica de un trauma
psicológico. Esta constatación ha permitido elaborar, desde hace tiempo ya, programas
de atención psicopedagógica individualizados y aplicar tratamientos farmacológicos
que pueden mejorar ciertos síntomas a la vez que permiten al niño o adulto, disponer
de más posibilidades de desarrollar su potencial.

Con el fin de mejorar el pronóstico de las personas afectadas por TEA, es muy
importante realizar un diagnóstico precoz e iniciar el tratamiento lo antes posible. Los
programas de intervención deben ser integrales (dirigidos a todas las áreas evolutivas y
a los diferentes contextos) y tener muy en cuenta las características individuales de
cada persona. La coordinación entre los diferentes profesionales y servicios que
atienden al niño/a afectado, debe ser muy efectiva y es recomendable que uno de los
profesionales implicados actúe como referente, con la clara misión de coordinar las
diferentes actuaciones y convertirse en el interlocutor preferente de la familia. En
relación a la familia, es muy importante que los padres reciban asesoramiento y el
soporte adecuado, y que se elabore un programa para el hogar, en el que se describan
los objetivos específicos y metodología de trabajo.

Los servicios básicos dirigidos a los afectados deben cubrir sus necesidades, desde el
mismo momento en que son diagnosticados y durante todo el ciclo vital, con servicios
de soporte a las familias, que permitan a los progenitores convivir con el hijo/a
afectado cuanto más tiempo mejor, sin desestructurar el núcleo familiar y
consiguiendo de esta forma una verdadera integración en la sociedad.

Autismo y familia

Es sabido que toda enfermedad o trastorno graves y crónicos, provocan un impacto


importante en las personas más cercanas al sujeto afectado. Por este motivo, las
familias de personas que presentan un trastorno del espectro autista (trastorno del
neurodesarrollo crónico y con frecuencia severo) suelen sufrir consecuencias,
derivadas de la convivencia con su hijo/a.

El impacto en las familias se caracteriza, sobre todo, por la presencia de estrés y


permanente que, en el caso del trastorno del espectro autista (TEA), suele ser superior
al de las familias con hijos que presentan una discapacidad intelectual sin autismo, lo
que se explica por los siguientes factores:
En primer lugar por la incertidumbre del diagnóstico, ya que en muchos casos la
identificación precisa del problema puede tardar varios años, mucho después de que
se hayan detectado los primeros síntomas. En segundo lugar, por las propias
características del síndrome, que provocan una inquietud y dudas importantes en los
padres: dificultades de comunicación severas; sensación de rechazo de las personas;
ámbitos poco afectados (en muchas ocasiones), como la motricidad o el aspecto físico;
problemas sobreañadidos de conducta. En tercer lugar, por las incertidumbres
relativas a las causas del trastorno, los programas de intervención idóneos y la
evolución futura (pronóstico).

La gravedad del impacto varía en cada caso, y en función de tres variables: recursos
familiares (psicológicos, socioeconómicos y apoyo social); ajuste de la pareja (salud
mental y calidad de las relaciones conyugales); y características individuales del
trastorno autista del hijo/a.

El hecho de tener un hijo/a con autismo, la debemos entender como el inicio de una
crisis, y que por lo tanto pasa por las cuatro fases bien conocidas y descritas como:
shock, negación, depresión y realidad (reacción). Y es evidente que los padres y las
madres necesitan apoyo y asesoramiento profesional regular, para hacer frente al reto
que supone la convivencia con un hijo/a afectado de TEA. Sin la ayuda profesional, que
debe incluir el acceso a servicios de calidad y la atención a los hermanos/as, la
convivencia con una persona afectada de TEA, puede ser muy complicada y las
consecuencias para los familiares, bastante significativas.

Estrategias de inclusión

El trabajo debe realizarse en grupos pequeños, facilitando y apoyando la percepción y


transferencia del aprendizaje del niño.
• Adecuaciones del currículo y de la metodología académica teniendo en cuenta las
características y necesidades educativas del niño.
• La estrategia de enseñanza debe ser personalizada.
• Enseñanza de rutinas sociales: saludos, despedidas; estrategias para iniciación al
contacto, estrategias de terminación del contacto.
• Enseñanza de reglas básicas de conducta y comportamiento: No desnudarse en
público, conservar una distancia apropiada al momento de interactuar con otros,
respetar turnos, mantener contacto visual durante las conversaciones, entre otros.
• Entrenamiento de claves socioemocionales: Usar materiales (videos, fotografías,
expresiones faciales) en los que el niño pueda identificar las emociones.
• Estrategias de respuesta ante lo imprevisto: Enseñanza de muletillas, las cuales le
permitan dar respuesta a situaciones comunicativas no esperadas.
• Entrenamiento de estrategias de cooperación social: Trabajos en equipos, juegos que
propicien la integración, la colaboración y la interacción entre el niño y los otros.
• Uso de juegos como metodología de enseñanza: Juegos de mesas, de roles, entre
otros.
• Fomentar la ayuda a compañeros: Designar roles activos dentro del grupo, delegar
responsabilidades.
• Si es necesario implementar y conocer el manejo de sistemas alternos y/o
aumentativos de comunicación.
• El entorno en el que se incluya el niño debe ser simple, organizado y bien
estructurado, con el fin de poder trabajar con el niño las rutinas y los eventos sociales.
• Es vital que los horarios y planes establecidos para trabajar con el niño se cumplan.
• En el salón del clase se recomienda evitar imágenes que puedan distraer al niño (a
menos que sean relevantes para el trabajo y la educación).Proporcionar un ambiente
de trabajo sencillo, con poco nivel de complejidad.
• También deberá otorgarle al niño autista suficiente tiempo y espacio para procesar la
información que le está enseñando. Este punto es especialmente importante si el niño
se muestra frustrado o al límite de perder la paciencia. Apártese del tema, ya sea
presentándole uno diferente o tomando un descanso. Una vez que el niño ha tenido
tiempo suficiente para procesar la información, usted podrá continuar con la lección,
probablemente con mejores resultados. Insistir cuando un niño autista se encuentra
frustrado sencillamente no funciona, y debe evitarse.

• Es necesario utilizar materiales y estrategias que mantengan el interés constante del


niño en la actividad.
• Se debe organizar el espacio del salón, teniendo en cuenta la actividad que se va a
desarrollar, organizando los materiales de tal forma que el niño pueda identificar
cuales se van a utilizar y cuáles no.
• Las carteleras, los dibujos y carteles referentes a situaciones específicas y relevantes
en el salón y en la institución, facilitan el proceso de enseñanza y la organización de la
información en los niños.
• Sin importar las características del niño, es importante que se desarrollen actividades
de trabajo grupal e individual, las cuales deben tener un objetivo claro, aspectos de
trabajo y temas de aprendizaje muy concretos.
• Con respecto a las tareas de trabajo que se le proponen a estos niños, estas deben
ser desarrolladas teniendo en cuenta el desarrollo del niño, sus características y sus
conocimientos.
• Además es importante que durante la realización de la tarea los niños cuenten con el
apoyo del maestro, y si es necesario se hagan ayudas.
• Descubrir cuáles son los intereses, los gustos y pasiones del niño es importante pues
podrán emplearse para promover la participación social y facilitar el proceso de aprendizaje.

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