Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Latín vulgar
Lingua romana rustica
Hablado en Bajo Imperio romano
Región Cuenca del Mediterráneo
Hablantes Lengua muerta
Familia
Indoeuropeo
Itálico
Latino-falisco
Latín
Latín vulgar
Escritura alfabeto latino
Códigos
ISO 639-1 la
ISO 639-2 lat
ISO 639-3 lat
[editar datos en Wikidata]
El latín vulgar, como el de este grafiti político hallado en Pompeya, fue la lengua
hablada por las clases populares del Imperio romano, en contraste con el latín
clásico literario.
Latín vulgar o latín tardío (en latín, Sermo Vulgaris Latinus o Plebeius sermo; en
griego, Λαϊκή Λατινική γλώσσα o Δημώδης λατινική) es un término genérico, empleado
para referirse al conjunto de los dialectos vernáculos del latín vivo, hablados en
las provincias del Imperio romano. La extinción como lengua viva del latín se
asoció con la creciente diferenciación de estos dialectos, que condujo, hacia el
siglo ix, a la formación de las lenguas romances tempranas. Algunos autores
proponen distinguir técnicamente entre latín vulgar (o popular) y latín tardío
(siglo iv en adelante), aunque lingüísticamente es difícil distinguir entre esas
dos acepciones.
La variante de latín hablado difiere notablemente del estilo literario del latín
clásico en su pronunciación, vocabulario y gramática. Algunos rasgos del latín
vulgar no aparecieron hasta la época tardía del Imperio romano, aunque parece que
muchos de sus rasgos son sorprendentemente tempranos. Otros, pueden incluso haber
estado presentes mucho antes, al menos bajo la forma de latín acriollado.234 La
mayor parte de las definiciones de «latín vulgar» suponen que es una lengua hablada
antes que escrita, porque ciertas evidencias sugieren que el latín se dialectalizó
o criollizó durante este período, y porque no hay pruebas de que alguien
transcribiera el habla cotidiana de ninguno de sus hablantes. El estudio del latín
vulgar requiere el análisis de evidencias indirectas, ya que originalmente nadie
usaba intencionalmente las formas de latín vulgar cuando escribía.
Lo que hoy se sabe del latín vulgar procede de tres fuentes. La primera es el
método comparativo que puede reconstruir numerosos rasgos de las lenguas romances
atestiguadas, y hacer notar aquello en lo que difieren del latín clásico. La
segunda fuente son varios textos de gramáticas prescriptivas del latín tardío que
condenaban los errores lingüísticos que los hablantes de latín solían cometer,
denuncias que ayudan a describir cómo se usaba la lengua. Finalmente, los
«solecismos» y usos que se apartan del latín clásico encontrados a veces en textos
de latín tardío también dan luz al habla de quien los escribió.
Índice
1 Orígenes
2 Fonología
2.1 Vocales
2.2 Consonantes
2.3 Evidencias de cambio
3 Vocabulario
4 Gramática
4.1 La pérdida de la declinación del sistema nominal
4.2 Los artículos romances
5 Sintaxis
6 Conjugación
6.1 Las glosas Reichenau
6.1.1 Reemplazo léxico
6.1.2 Cambios gramaticales
6.1.3 Préstamos léxicos germánicos
6.1.4 Palabras cuyos significados han cambiado
7 Véase también
8 Referencias
8.1 Notas
8.2 Bibliografía general
8.3 Lecturas adicionales
8.4 Enlaces externos
Orígenes
Primero: designa el latín hablado del Imperio romano. El latín clásico siempre fue
una lengua literaria algo artificial; el latín llevado por los soldados romanos a
la Galia o a Dacia no fue necesariamente el latín de Cicerón. Por lo tanto, bajo
esta definición, el latín vulgar fue una lengua hablada, que se empezó a escribir
en latín «tardío», cuyo estilo difería de los estándares clásicos de los textos
escritos el primer siglo de nuestra era.
Segundo: también hace referencia al hipotético ancestro de las lenguas romances,
que no puede estudiarse directamente más que por unas pocas inscripciones. Esta
lengua introducía una gran serie de cambios en el latín, y pudo ser reconstruida
gracias a las evidencias suministradas por las lenguas que derivaron de ella, las
lenguas vernáculas romances.
Tercero: y con un sentido aún más restringido, en ocasiones se llama latín vulgar
al hipotético protorromance de las lenguas romances occidentales: las vernáculas
que se hallaban al norte y al oeste del eje geográfico La Spezia-Rímini, y en la
península ibérica; así como al habla romance (muy poco atestiguada) en el noroeste
africano y en las Islas Baleares. Este criterio propone que el italiano
sudoriental, el rumano y el dalmático se desarrollaron por separado.
Cuarto: el término se usa a veces también para referirse a las innovaciones
gramaticales en textos de latín tardío, tales como Peregrinatio Aetheriae, texto
del siglo iv en el que la monja galaica Egeria relata un viaje a Palestina y al
monte Sinaí; o las obras de San Gregorio de Tours. Debido a que la documentación
escrita en latín vulgar es muy escasa, estas obras son de gran valor para los
filólogos, principalmente porque en ellas a veces aparecen «errores» que evidencian
el uso hablado del período en que el texto se escribió.
Algunas obras literarias recogen registros distintos al latín clásico. Por ejemplo,
debido a que en las comedias de Plauto y Terencio muchos de sus personajes eran
esclavos, dichas obras preservan algunos rasgos tempranos de latín basilecto, tal y
como hacen los hombres libres en el Satiricón de Petronio.
El latín vulgar fue diferenciándose en las distintas provincias del Imperio romano,
surgiendo así la era moderna del español, catalán, francés, italiano, occitano,
portugués, rumano, etc. Obviamente, se considera que el latín vulgar desapareció
cuando los dialectos locales tuvieron las suficientes características
diferenciadoras como para constituirse en lenguas distintas, evolucionando hacia la
formación de las lenguas romances, cuando un valor propio y singular les fue
reconocido.
El siglo iii suele considerarse como el período en que, más allá de las
declinaciones, buena parte del vocabulario estaba cambiando (por ejemplo, equus →
caballus, etc.). Sin embargo, es obvio que estas mutaciones no fueron uniformes en
todo el Imperio, así que puede que las diferencias más llamativas se encontrasen
entre las formas diversas de latín vulgar que se daban en las distintas provincias
(también debido a la adquisición de nuevos localismos).
Tras la caída del Imperio romano de Occidente, durante varios siglos el latín
vulgar coexistió con el latín escrito, porque los hablantes de lenguas romances
vernáculas preferían escribir usando la prestigiosa gramática y ortografía
tradicional latina. Pero, aunque eso era lo que intentaban, a menudo lo que
escribían no respetaba las normas del latín clásico. Sin embargo, en el tercer
Concilio de Tours en 813, se decidió que el clero predicase en lengua vernácula
para que la audiencia les entendiese. Este podría ser un momento documentado de la
evolución diacrónica del latín; en 842, menos de treinta años después del Concilio
de Tours, los Juramentos de Estrasburgo, que reproducen un acuerdo entre dos de los
herederos de Carlomagno, fueron redactados en dos lenguas; una germánica que
evolucionaría hacia el alemán, y otra romance, que a todas luces ya no era latín,
que evolucionaría hacia el francés:
Fue en ese momento cuando el latín vulgar se convirtió en un nombre colectivo para
designar un grupo de dialectos derivados del latín, con características locales (no
necesariamente comunes), que no constituían una lengua, al menos en el sentido
clásico del término. Sin embargo, podría ser descrito como algo incipiente,
indefinido, que paulatinamente fue cristalizando en las formas tempranas de cada
lengua romance, habiendo tomado, como su más remoto ancestro, al latín formal. El
latín vulgar fue, por lo tanto, un punto intermedio en la evolución, no una fuente.
Fonología
Vocales
Letra Pronun. clásica Pronun. vulgar
A breve /a/ /a/
A larga /aː/ /a/
E breve /ɛ/ /ɛ/
E larga /eː/ /e/
I breve /ɪ/ /e/
I larɡa /iː/ /i/
O breve /ɔ/ /ɔ/
O larga /o:/ /o/
U breve /ʊ/ /o/
U larga /u:/ /u/
Y breve /y/ /e/
Y larga /yː/ /i/
OE /ɔɪ̯/ /e/
AE /aɪ̯/ /ε/
AU /aʊ̯/ /o/
Véase AFI para buscar una descripción de los símbolos empleados.
Un cambio profundo que afectó a todas las lenguas romances modificó el orden de las
vocales del latín clásico. El latín tenía diez vocales: versiones breves y largas
de A, E, I, O, U, Ā, Ē, Ī, Ō, Ū, y tres (o cuatro) diptongos, AE, OE, AU y, según
algunos, UI. Con excepción del sardo, donde se mantuvieron inalterados los cinco
timbres originales, lo que ocurrió al latín vulgar se puede resumir con el cuadro
de la derecha. De esta forma, el sistema de diez vocales del latín clásico, sin
contar diptongos y la Y, que tenía en cuenta la longitud vocálica, fue remodelado
para convertirse en un sistema en que desaparecía la diferencia por longitud
vocálica, y la alteración vocálica pasaba a ser exclusivamente fonémica. Debido a
este cambio, el acento tónico se hizo bastante más marcado en latín vulgar que en
latín clásico. Esta tendencia dificultó la posibilidad de diferenciar las sílabas
no acentuadas, y además produjo nuevas alteraciones en las sílabas acentuadas.
Los diptongos OE /oi/ y AE /ai/ cayeron para formar /*e/ y /*ε/, respectivamente.
AU, que se mantuvo en un inicio, terminó cediendo, mutando de /au/ a /*o/ (/ou/ en
galaicoportugués), una vez que la O original había sufrido otras modificaciones.
francés antiguo: fou → francés: feu (hoy en día ya no es un diptongo sino /fø/)
italiano: fuoco
español: fuego
En portugués, rumano y en catalán, sin embargo, no se convirtió en diptongo: port.
fogo (pronunciado [ˈfoɡu]), rum. y cat. foc (pronunciado [ˈfɔk]).
Consonantes
La palatalización latina de los sonidos /k/, /t/, y a menudo /g/, ocurrió en casi
todas las variantes de latín vulgar. Los únicos dialectos romances que no sufrieron
palatalización fueron el sardo, en algunas de sus variantes, y el dálmata. Así la
palabra latina cælum «cielo», pronunciada [kaɪ̯lũm], tardío [kʲɛːlu] comenzando
con /k/, se convirtió en francés ciel [sjεl], en portugués céu ['sεu], comenzando
por /s/. Las semivocales anteriores, escritas en latín v, como en vinum,
pronunciada /w/, e i o j, como en iocunda, pronunciada /j/, pasaron a
pronunciarse /v/ y /dʲ/, respectivamente. Entre las vocales, /b/, /w/ o /v/, a
menudo surgen como un sonido intermedio /β/. A partir de la comparación de las
lenguas románicas occidentales puede postularse el siguiente inventario para el
latín vulgar del área occidental, según el AFI:
Evidencias de cambio
Wikisource
En Wikisource se encuentra el texto de este documento histórico: Appendix Probi.
Evidencias de estos y otros cambios pueden verse a finales del siglo iii en
Appendix Probi (enlace externo), una colección de glosas prescriptivas que
proponían un latín clásico de uso correcto, criticando ciertas formas del latín
vulgar. Estas glosas describen:
Vocabulario
Latín clásico Latín vulgar Español
sidus (raíz sider-) stella estrella
cruor sanguen sangre
pulcher bellus bello
ferre (raíz perfectiva tul-) portāre portar
ludere jocāre jugar
os bucca boca
brassica caulis col
domus casa casa
magnus grandis grande
emere comparāre comprar
equus caballus caballo
Ciertas palabras del latín clásico desaparecieron del vocabulario, o se deformaron
por fenómenos fónicos como la yod y el wau. Muchas palabras largas perdieron sus
vocales protónicas o postónicas. Y también cambió el significado primitivo de los
vocablos a causa del contagio del contexto semántico habitual, entre otras causas.
El ya citado Appendix Probi, fechado entre el siglo iii y el IV d. C., ofrece una
lista de vocablos del latín vulgar que su autor, un gramático, pretendía corregir,
aunque incurre en frecuentes ultracorrecciones. El término clásico equus ‘caballo’
fue reemplazado por caballus ‘caballo de carga, rocín’ (aunque cabe destacar que en
español yegua, portugués égua, catalán euga, francés antiguo ive, sardo èbba y
rumano iapă todas con significado femenino, derivan del clásico equa). Una lista
muy incompleta de palabras que fueron exclusivamente clásicas y sus equivalentes
productivas en romance se encuentra en el cuadro de la derecha.
Por otro lado, debido a que, durante buena parte de su historia, el latín vulgar y
el latín no fueron distintas lenguas, sino distintos registros de una misma lengua,
algunas lenguas romances preservan palabras latinas que se perdieron en otras. Por
ejemplo, el italiano ogni ‘cada’ preserva la expresión latina omnes. Otras lenguas
usan cognados de totum (acusativo de totus) para el mismo significado; por ejemplo
tutto en italiano, tudo en portugués, todo en español, tot en catalán y tout en
francés.
Frecuentemente, palabras latinas que han vuelto a ser tomadas prestadas del
registro de mayor prestigio del latín clásico se encuentran junto a versiones de la
misma palabra evolucionadas. La ausencia de un cambio fonético esperado, en
contraste con otra palabra de misma procedencia etimológica que ha experimentado
dicho cambio fonético, es la clave para averiguar si una palabra es un préstamo del
latín clásico. En español, por ejemplo, el latín vulgar fungus (acusativo fungum),
se convirtió en hongo, con el cambio f > h que fue usual en español (cf. filius >
antiguo fijo > moderno hijo). Pero hongo comparte un espacio semántico con fungo
que, debido a la carencia del esperado cambio sonoro f > h, demuestra haber sido
prestada de nuevo del registro latino clásico. En portugués, el cambio a h de la f
no ocurrió, pero algunos sonidos se nasalizaron. fungum se convirtió en fungo
/fũgu/; en el norte de Portugal se puede oír, fungum /fũgũ/.
Algunas veces, una palabra de latín clásico se ha mantenido junto a una palabra de
latín vulgar. La clásica caput ‘cabeza’ cedió en el latín vulgar a testa
(originalmente ‘tiesto; cáscara’, metáfora común en Europa occidental; cfr. inglés
cup ‘copa’ contra alemán Kopf ‘cabeza’) en la mayoría de las formas romances
occidentales, italiano inclusive. Pero español, portugués, italiano y francés
mantuvieron la palabra latina bajo las formas cabo, capo y chef, que contienen
muchos significados metafóricos de ‘cabeza’ como, por ejemplo, ‘extremo, jefe’. La
palabra latina con su significado original se preserva en rumano y en catalán cap,
que significa 'cabeza', con el sentido anatómico del término, si bien en catalán
también tiene significados metafóricos como ‘jefe’, etc.
Sintaxis
La construcción clásica del latín admitía fácilmente los hipérbatos y
transposiciones, por lo que era muy frecuente que entre dos términos ligados por
relaciones semánticas o gramaticales se intercalaran otros. Por el contrario, el
orden vulgar prefería situar juntas las palabras modificadas y las modificantes.
Así, por ejemplo, Petronio aún ofrece oraciones como
Como se puede ver, en los rasgos gramaticales del latín vulgar están presentes ya
las principales señas de identidad de las lenguas románicas; en el siglo vi, un
latín fuertemente vulgarizado morirá como lengua (quedando solo como herramienta
culta para la ciencia) y de él empezarán a surgir variantes que, con el tiempo, se
convertirán en las diferentes lenguas románicas