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Latín vulgar

Latín vulgar
Lingua romana rustica
Hablado en Bajo Imperio romano
Región Cuenca del Mediterráneo
Hablantes Lengua muerta
Familia
Indoeuropeo
Itálico
Latino-falisco
Latín
Latín vulgar
Escritura alfabeto latino
Códigos
ISO 639-1 la
ISO 639-2 lat
ISO 639-3 lat
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El latín vulgar, como el de este grafiti político hallado en Pompeya, fue la lengua
hablada por las clases populares del Imperio romano, en contraste con el latín
clásico literario.
Latín vulgar o latín tardío (en latín, Sermo Vulgaris Latinus o Plebeius sermo; en
griego, Λαϊκή Λατινική γλώσσα o Δημώδης λατινική) es un término genérico, empleado
para referirse al conjunto de los dialectos vernáculos del latín vivo, hablados en
las provincias del Imperio romano. La extinción como lengua viva del latín se
asoció con la creciente diferenciación de estos dialectos, que condujo, hacia el
siglo ix, a la formación de las lenguas romances tempranas. Algunos autores
proponen distinguir técnicamente entre latín vulgar (o popular) y latín tardío
(siglo iv en adelante), aunque lingüísticamente es difícil distinguir entre esas
dos acepciones.

Sin embargo conviene aclarar que, desde el punto de vista de la lingüística


moderna, el latín vulgar como tal es una expresión basada en una hipótesis antigua
y equivocada, que suponía la existencia de dos lenguas paralelas: un latín «culto»
y uno «vulgar»; pero, verdaderamente, el latín vulgar era el latín mismo, un idioma
vivo y en constante evolución, mientras que el latín clásico solo se mantenía en la
literatura y administración como el lenguaje escrito culto, para facilitar la
comunicación entre las provincias romanas.1

La variante de latín hablado difiere notablemente del estilo literario del latín
clásico en su pronunciación, vocabulario y gramática. Algunos rasgos del latín
vulgar no aparecieron hasta la época tardía del Imperio romano, aunque parece que
muchos de sus rasgos son sorprendentemente tempranos. Otros, pueden incluso haber
estado presentes mucho antes, al menos bajo la forma de latín acriollado.234 La
mayor parte de las definiciones de «latín vulgar» suponen que es una lengua hablada
antes que escrita, porque ciertas evidencias sugieren que el latín se dialectalizó
o criollizó durante este período, y porque no hay pruebas de que alguien
transcribiera el habla cotidiana de ninguno de sus hablantes. El estudio del latín
vulgar requiere el análisis de evidencias indirectas, ya que originalmente nadie
usaba intencionalmente las formas de latín vulgar cuando escribía.

Lo que hoy se sabe del latín vulgar procede de tres fuentes. La primera es el
método comparativo que puede reconstruir numerosos rasgos de las lenguas romances
atestiguadas, y hacer notar aquello en lo que difieren del latín clásico. La
segunda fuente son varios textos de gramáticas prescriptivas del latín tardío que
condenaban los errores lingüísticos que los hablantes de latín solían cometer,
denuncias que ayudan a describir cómo se usaba la lengua. Finalmente, los
«solecismos» y usos que se apartan del latín clásico encontrados a veces en textos
de latín tardío también dan luz al habla de quien los escribió.

Índice
1 Orígenes
2 Fonología
2.1 Vocales
2.2 Consonantes
2.3 Evidencias de cambio
3 Vocabulario
4 Gramática
4.1 La pérdida de la declinación del sistema nominal
4.2 Los artículos romances
5 Sintaxis
6 Conjugación
6.1 Las glosas Reichenau
6.1.1 Reemplazo léxico
6.1.2 Cambios gramaticales
6.1.3 Préstamos léxicos germánicos
6.1.4 Palabras cuyos significados han cambiado
7 Véase también
8 Referencias
8.1 Notas
8.2 Bibliografía general
8.3 Lecturas adicionales
8.4 Enlaces externos
Orígenes

El Cantar de mio Cid es el texto literario más temprano, de extensión considerable,


escrito en castellano medieval. Otros textos, como la Nodicia de Kesos (muy cercano
al protoiberorromance), aunque no son de carácter literario, muestran un punto
anterior de desarrollo en el romance medieval.
El nombre «vulgar» deriva de la palabra latina vulgaris, que significaba ‘común’ o
‘del pueblo’. Para quienes estudian latín, el concepto «latín vulgar» tiene varios
significados:

Primero: designa el latín hablado del Imperio romano. El latín clásico siempre fue
una lengua literaria algo artificial; el latín llevado por los soldados romanos a
la Galia o a Dacia no fue necesariamente el latín de Cicerón. Por lo tanto, bajo
esta definición, el latín vulgar fue una lengua hablada, que se empezó a escribir
en latín «tardío», cuyo estilo difería de los estándares clásicos de los textos
escritos el primer siglo de nuestra era.
Segundo: también hace referencia al hipotético ancestro de las lenguas romances,
que no puede estudiarse directamente más que por unas pocas inscripciones. Esta
lengua introducía una gran serie de cambios en el latín, y pudo ser reconstruida
gracias a las evidencias suministradas por las lenguas que derivaron de ella, las
lenguas vernáculas romances.
Tercero: y con un sentido aún más restringido, en ocasiones se llama latín vulgar
al hipotético protorromance de las lenguas romances occidentales: las vernáculas
que se hallaban al norte y al oeste del eje geográfico La Spezia-Rímini, y en la
península ibérica; así como al habla romance (muy poco atestiguada) en el noroeste
africano y en las Islas Baleares. Este criterio propone que el italiano
sudoriental, el rumano y el dalmático se desarrollaron por separado.
Cuarto: el término se usa a veces también para referirse a las innovaciones
gramaticales en textos de latín tardío, tales como Peregrinatio Aetheriae, texto
del siglo iv en el que la monja galaica Egeria relata un viaje a Palestina y al
monte Sinaí; o las obras de San Gregorio de Tours. Debido a que la documentación
escrita en latín vulgar es muy escasa, estas obras son de gran valor para los
filólogos, principalmente porque en ellas a veces aparecen «errores» que evidencian
el uso hablado del período en que el texto se escribió.
Algunas obras literarias recogen registros distintos al latín clásico. Por ejemplo,
debido a que en las comedias de Plauto y Terencio muchos de sus personajes eran
esclavos, dichas obras preservan algunos rasgos tempranos de latín basilecto, tal y
como hacen los hombres libres en el Satiricón de Petronio.

El latín vulgar fue diferenciándose en las distintas provincias del Imperio romano,
surgiendo así la era moderna del español, catalán, francés, italiano, occitano,
portugués, rumano, etc. Obviamente, se considera que el latín vulgar desapareció
cuando los dialectos locales tuvieron las suficientes características
diferenciadoras como para constituirse en lenguas distintas, evolucionando hacia la
formación de las lenguas romances, cuando un valor propio y singular les fue
reconocido.

El siglo iii suele considerarse como el período en que, más allá de las
declinaciones, buena parte del vocabulario estaba cambiando (por ejemplo, equus →
caballus, etc.). Sin embargo, es obvio que estas mutaciones no fueron uniformes en
todo el Imperio, así que puede que las diferencias más llamativas se encontrasen
entre las formas diversas de latín vulgar que se daban en las distintas provincias
(también debido a la adquisición de nuevos localismos).

Tras la caída del Imperio romano de Occidente, durante varios siglos el latín
vulgar coexistió con el latín escrito, porque los hablantes de lenguas romances
vernáculas preferían escribir usando la prestigiosa gramática y ortografía
tradicional latina. Pero, aunque eso era lo que intentaban, a menudo lo que
escribían no respetaba las normas del latín clásico. Sin embargo, en el tercer
Concilio de Tours en 813, se decidió que el clero predicase en lengua vernácula
para que la audiencia les entendiese. Este podría ser un momento documentado de la
evolución diacrónica del latín; en 842, menos de treinta años después del Concilio
de Tours, los Juramentos de Estrasburgo, que reproducen un acuerdo entre dos de los
herederos de Carlomagno, fueron redactados en dos lenguas; una germánica que
evolucionaría hacia el alemán, y otra romance, que a todas luces ya no era latín,
que evolucionaría hacia el francés:

Extracto de los Juramentos


Pro Deo amur et pro christian poblo et nostro commun salvament, d'ist di en avant,
in quant Deus savir et podir me dunat, si salvarai eo cist meon fradre Karlo, et in
aiudha et in cadhuna cosa. . .
Por el amor de Dios y por el pueblo cristiano y nuestra salvación común, desde este
día en adelante, siempre que Dios me diere sabiduría y poder, defenderé a mi
hermano Carlos y le ayudaré en cualquier cosa...
Este latín tardío parece reflejar estas adquisiciones, al mostrar el cambio que se
estaba produciendo en esa zona. Entonces, los textos del derecho romano, tanto los
de Justiniano como los de la Iglesia católica, sirvieron para «congelar» el latín
formal, unificado finalmente por los copistas medievales y, desde entonces,
separado del ya independiente romance vulgar. La lengua escrita continuó existiendo
como latín medieval. Los romances vernáculos fueron reconocidos como lenguas
diferenciadas, separadas y empezaron a desarrollar normas y ortografías propias.
Entonces, «latín vulgar» dejó de ser un parámetro útil para identificar a las
diversas lenguas romances.

Fue en ese momento cuando el latín vulgar se convirtió en un nombre colectivo para
designar un grupo de dialectos derivados del latín, con características locales (no
necesariamente comunes), que no constituían una lengua, al menos en el sentido
clásico del término. Sin embargo, podría ser descrito como algo incipiente,
indefinido, que paulatinamente fue cristalizando en las formas tempranas de cada
lengua romance, habiendo tomado, como su más remoto ancestro, al latín formal. El
latín vulgar fue, por lo tanto, un punto intermedio en la evolución, no una fuente.
Fonología
Vocales
Letra Pronun. clásica Pronun. vulgar
A breve /a/ /a/
A larga /aː/ /a/
E breve /ɛ/ /ɛ/
E larga /eː/ /e/
I breve /ɪ/ /e/
I larɡa /iː/ /i/
O breve /ɔ/ /ɔ/
O larga /o:/ /o/
U breve /ʊ/ /o/
U larga /u:/ /u/
Y breve /y/ /e/
Y larga /yː/ /i/
OE /ɔɪ̯/ /e/
AE /aɪ̯/ /ε/
AU /aʊ̯/ /o/
Véase AFI para buscar una descripción de los símbolos empleados.
Un cambio profundo que afectó a todas las lenguas romances modificó el orden de las
vocales del latín clásico. El latín tenía diez vocales: versiones breves y largas
de A, E, I, O, U, Ā, Ē, Ī, Ō, Ū, y tres (o cuatro) diptongos, AE, OE, AU y, según
algunos, UI. Con excepción del sardo, donde se mantuvieron inalterados los cinco
timbres originales, lo que ocurrió al latín vulgar se puede resumir con el cuadro
de la derecha. De esta forma, el sistema de diez vocales del latín clásico, sin
contar diptongos y la Y, que tenía en cuenta la longitud vocálica, fue remodelado
para convertirse en un sistema en que desaparecía la diferencia por longitud
vocálica, y la alteración vocálica pasaba a ser exclusivamente fonémica. Debido a
este cambio, el acento tónico se hizo bastante más marcado en latín vulgar que en
latín clásico. Esta tendencia dificultó la posibilidad de diferenciar las sílabas
no acentuadas, y además produjo nuevas alteraciones en las sílabas acentuadas.

Los diptongos OE /oi/ y AE /ai/ cayeron para formar /*e/ y /*ε/, respectivamente.
AU, que se mantuvo en un inicio, terminó cediendo, mutando de /au/ a /*o/ (/ou/ en
galaicoportugués), una vez que la O original había sufrido otras modificaciones.

Las vocales breves Ŏ y Ĕ evolucionaron a las vocales abiertas /*ɔ/ y /*ε/. En


muchas lenguas estos fonemas en posición tónica tendieron a romperse en diptongos.
La palabra clásica FŎCUS «fogón, hogar, chimenea» (acusativo FŎCU(M)), se convirtió
en la palabra protorromance para decir fuego (reemplazando ignis «fuego»), pero su
vocal breve Ŏ se convirtió en un diptongo en varias lenguas:

francés antiguo: fou → francés: feu (hoy en día ya no es un diptongo sino /fø/)
italiano: fuoco
español: fuego
En portugués, rumano y en catalán, sin embargo, no se convirtió en diptongo: port.
fogo (pronunciado [ˈfoɡu]), rum. y cat. foc (pronunciado [ˈfɔk]).

Las lenguas difirieron en este proceso. La Ĕ de la expresión latina FĔRRUM, se


mantuvo en francés fer, en italiano y catalán ferro y en portugués ferro [ˈfεʁu],
pero se diptongó en español hierro (aunque en algunas partes de Hispanoamérica aún
se conserva el arcaísmo fierro) y en rumano fier.

El portugués estabilizó sus vocales manteniendo en cierto modo la distinción latina


entre vocales largas y breves en su sistema de vocales abiertas y cerradas. Las
vocales latinas largas a, e y o tendieron a convertirse en vocales cerradas en
portugués (escritas â, ê, y ô cuando son tónicas), mientras que las vocales breves
se convirtieron en vocales abiertas en portugués (á, é, ó cuando son tónicas). La
pronunciación de estas vocales es la misma que se muestra en el cuadro de vocales
de latín vulgar a la derecha. Ocurrió alguna inestabilidad vocálica,
particularmente con la o átona, que muta a /u/, y la e átona, que muta a /i/ o /ɨ/.

En catalán el proceso fue similar. La o breve latina se convirtió en una vocal


abierta, mientras que la e breve se bifurcó en e cerrada en los dialectos
occidentales y una vocal neutra en los orientales. Esta vocal neutra fue
evolucionando poco a poco hacia una e abierta, si bien en gran parte de las
Baleares se mantiene incluso hoy en día. Los dialectos orientales, así mismo,
presentan alguna inestabilidad vocálica similar a la del portugués: e y a átonas se
convierten en una vocal neutra (en algún momento de la evolución de la lengua, este
cambio no afectaba la e en posición pretónica, una pronunciación que hoy en día se
mantiene en parte de las Baleares), mientras que, excepto en gran parte de la isla
de Mallorca, la o átona muta a [u].

Consonantes
La palatalización latina de los sonidos /k/, /t/, y a menudo /g/, ocurrió en casi
todas las variantes de latín vulgar. Los únicos dialectos romances que no sufrieron
palatalización fueron el sardo, en algunas de sus variantes, y el dálmata. Así la
palabra latina cælum «cielo», pronunciada [kaɪ̯lũm], tardío [kʲɛːlu] comenzando
con /k/, se convirtió en francés ciel [sjεl], en portugués céu ['sεu], comenzando
por /s/. Las semivocales anteriores, escritas en latín v, como en vinum,
pronunciada /w/, e i o j, como en iocunda, pronunciada /j/, pasaron a
pronunciarse /v/ y /dʲ/, respectivamente. Entre las vocales, /b/, /w/ o /v/, a
menudo surgen como un sonido intermedio /β/. A partir de la comparación de las
lenguas románicas occidentales puede postularse el siguiente inventario para el
latín vulgar del área occidental, según el AFI:

labial alveolar palato-


alveolar velar
Oclusiva sorda *p *t *k
sonora *b *d *g
Africada sorda *ʦ *č
sonora *ʣ *ǧ
Fricativa sorda *f *s *š
sonora *β/v *z (*ž)
Nasal *m *n *ɲ
Lateral *l *ʎ
Vibrante *ɾ, *r
El valor alofónico de cada uno de estos sonidos podría variar de una variedad a
otra, así entre los alófonos de /č, ǧ, š, ž, ɲ, ʎ/ habrían estado generalmente [ʧ,
ʤ, ʃ, ʒ, ɲ] pero en algunos casos también [kʲ, gʲ, sʲ, zʲ, nʲ, lʲ]. En general se
tienen las siguientes evoluciones:

*ge, *gi, *diV- > *ǧe, *ǧi, *ǧV-/*žV-.


gelu > [gʲɛlu] > [ʤielo] > esp. hielo, it. gelo
diurnum > [ǧornu] > [ʤorno] (it. giorno) > [ʒorn] cat. jorn, fr. jour
*ke, *ki > *če, *či
cæcus > [kʲɛku] > [ʧieko] > esp. ciego, it. cieco, cat. cec
lat. vulg. *cīcere ~ *cicerōne > /čičére/ ~ /čikróne/ > mozár. chícharo «guisante»
~ cat. cigró, ciuró «garbanzo»
*ni-, *li- > *ɲ-, *ʎ-
hispania > [espanʲa] > esp. España
*wV > *vV/ *βV
vīvere > *viv(e)re > esp. vivir, cat. viure.
*-VbV- > *-VvV-/ *-VβV-
*jV > *žV-/*ǧV-
juvenem > *žuven > esp. joven, cat. jove.
Nótese que en el alfabeto latino, las letras U / V, I / J, solo eran variaciones
gráficas (y posteriormente en algunas áreas, tipográficas) que no se distinguían
hasta que llegó el período moderno temprano.

En el área romance occidental, una vocal epentética se insertó al comienzo de


cualquier palabra de empezase con la letra s y otra consonante: así la palabra
latina spatha se convirtió en portugués y español en espada, en catalán en espasa,
y en francés era épée. Por otro lado, las lenguas romances orientales preservaron
las reglas de eufonía añadiendo la epéntesis al artículo precedente cuando fuese
necesario, así el italiano preservó spada (f) como la spada, y cambió el masculino
il spaghetto a lo spaghetto.

El género se remodeló en las lenguas hijas mediante la pérdida de consonantes


finales. En latín clásico, las terminaciones -US y -UM distinguían los nombres
masculinos de los neutros en la segunda declinación; una vez desaparecidas la -S y
la -M, los neutros se mezclaron con los masculinos, proceso acabado ya en las
lenguas romances. En contraste, algunos plurales neutros, tales como gaudia, que
significa «alegrías», se reinterpretaron como singulares femeninos. La pérdida de
la -M final es un proceso que parece haber comenzado en la época de los primeros
monumentos de la lengua latina. En el epitafio de Lucio Cornelio Escipión Barbato,
que murió alrededor del 150 a. C., se lee TAVRASIA CISAVNA SAMNIO CEPIT, que en
latín clásico se escribiría Taurāsiam, Cisaunam, Samnium cēpit («Capturó Taurasia,
Cisauna, y Samnium.») Sin embargo, la -M final se escribía constantemente en el
lenguaje literario, aunque a menudo se trataba como un silencio por razones de
métrica poética.

Evidencias de cambio
Wikisource
En Wikisource se encuentra el texto de este documento histórico: Appendix Probi.
Evidencias de estos y otros cambios pueden verse a finales del siglo iii en
Appendix Probi (enlace externo), una colección de glosas prescriptivas que
proponían un latín clásico de uso correcto, criticando ciertas formas del latín
vulgar. Estas glosas describen:

un proceso de síncopa, la pérdida de vocales átonas (MASCVLVS NON MASCLVS);


la reducción de las previas formas silábicas /e/ e /i/ en /j/ (VINEA NON VINIA);
la nivelación de la distinción entre /o/ y /u/ (COLVBER NON COLOBER) y /e/ e /i/
(DIMIDIVS NON DEMEDIVS);
la regularización de formas irregulares (GLIS NON GLIRIS);
la regularización y el énfasis de formas de género (PAVPER MVLIER NON PAVPERA
MVLIER);
la nivelación de la distinción entre /b/ y /v/ entre vocales (BRAVIVM NON BRABIVM);
la substitución de diminutivos por palabras no marcadas (AVRIS NON ORICLA, NEPTIS
NON NEPTICLA)
la pérdida de sílaba cuando termina nasalizada (MENSA NON MESA) o su inserción
inapropiada como forma de hipercorrección (FORMOSVS NON FORMVNSVS).
Muchas de las formas castigadas en el Appendix Probi mostraron ser formas
productivas en romance; oricla, sin ser una forma clásica latina, es la fuente del
término francés oreille, portugués orelha, español «oreja».

Vocabulario
Latín clásico Latín vulgar Español
sidus (raíz sider-) stella estrella
cruor sanguen sangre
pulcher bellus bello
ferre (raíz perfectiva tul-) portāre portar
ludere jocāre jugar
os bucca boca
brassica caulis col
domus casa casa
magnus grandis grande
emere comparāre comprar
equus caballus caballo
Ciertas palabras del latín clásico desaparecieron del vocabulario, o se deformaron
por fenómenos fónicos como la yod y el wau. Muchas palabras largas perdieron sus
vocales protónicas o postónicas. Y también cambió el significado primitivo de los
vocablos a causa del contagio del contexto semántico habitual, entre otras causas.
El ya citado Appendix Probi, fechado entre el siglo iii y el IV d. C., ofrece una
lista de vocablos del latín vulgar que su autor, un gramático, pretendía corregir,
aunque incurre en frecuentes ultracorrecciones. El término clásico equus ‘caballo’
fue reemplazado por caballus ‘caballo de carga, rocín’ (aunque cabe destacar que en
español yegua, portugués égua, catalán euga, francés antiguo ive, sardo èbba y
rumano iapă todas con significado femenino, derivan del clásico equa). Una lista
muy incompleta de palabras que fueron exclusivamente clásicas y sus equivalentes
productivas en romance se encuentra en el cuadro de la derecha.

Algunas de las palabras que desaparecieron en romance volvieron a tomarse prestadas


del mismo latín a posteriori. Los cambios de vocabulario afectaron incluso a las
partículas gramaticales básicas del latín; hay muchas que desaparecieron sin dejar
rastro en el romance, tales como an, at, autem, donec, enim, ergo, etiam, haud,
igitur, ita, nam, postquam, quidem, quin, quod, quoque, sed, utrum, y vel.

Por otro lado, debido a que, durante buena parte de su historia, el latín vulgar y
el latín no fueron distintas lenguas, sino distintos registros de una misma lengua,
algunas lenguas romances preservan palabras latinas que se perdieron en otras. Por
ejemplo, el italiano ogni ‘cada’ preserva la expresión latina omnes. Otras lenguas
usan cognados de totum (acusativo de totus) para el mismo significado; por ejemplo
tutto en italiano, tudo en portugués, todo en español, tot en catalán y tout en
francés.

Frecuentemente, palabras latinas que han vuelto a ser tomadas prestadas del
registro de mayor prestigio del latín clásico se encuentran junto a versiones de la
misma palabra evolucionadas. La ausencia de un cambio fonético esperado, en
contraste con otra palabra de misma procedencia etimológica que ha experimentado
dicho cambio fonético, es la clave para averiguar si una palabra es un préstamo del
latín clásico. En español, por ejemplo, el latín vulgar fungus (acusativo fungum),
se convirtió en hongo, con el cambio f > h que fue usual en español (cf. filius >
antiguo fijo > moderno hijo). Pero hongo comparte un espacio semántico con fungo
que, debido a la carencia del esperado cambio sonoro f > h, demuestra haber sido
prestada de nuevo del registro latino clásico. En portugués, el cambio a h de la f
no ocurrió, pero algunos sonidos se nasalizaron. fungum se convirtió en fungo
/fũgu/; en el norte de Portugal se puede oír, fungum /fũgũ/.

Algunas veces, una palabra de latín clásico se ha mantenido junto a una palabra de
latín vulgar. La clásica caput ‘cabeza’ cedió en el latín vulgar a testa
(originalmente ‘tiesto; cáscara’, metáfora común en Europa occidental; cfr. inglés
cup ‘copa’ contra alemán Kopf ‘cabeza’) en la mayoría de las formas romances
occidentales, italiano inclusive. Pero español, portugués, italiano y francés
mantuvieron la palabra latina bajo las formas cabo, capo y chef, que contienen
muchos significados metafóricos de ‘cabeza’ como, por ejemplo, ‘extremo, jefe’. La
palabra latina con su significado original se preserva en rumano y en catalán cap,
que significa 'cabeza', con el sentido anatómico del término, si bien en catalán
también tiene significados metafóricos como ‘jefe’, etc.

Verbos con preposiciones sufijadas frecuentemente han desplazado formas simples. El


número de palabras formadas por tales sufijos como -bilis, -arius, -itare y -icare
creció rápidamente. Estos cambios ocurrieron a menudo para evitar formas
irregulares o para regularizar géneros.
Gramática
La pérdida de la declinación del sistema nominal
Latín clásico Latín vulgar
Nominativo: rosa rosa
Genitivo: rosae rose
Dativo: rosae rose
Acusativo: rosam rosa
Ablativo: rosā rosa
Los cambios fonéticos que estaban ocurriendo en el latín vulgar provocaron la caída
de ciertas consonantes finales que dificultaban la preservación de la declinación
nominal propia del latín clásico. Al principio se produjo una disminución del
número de formas diferenciadas según caso, pasando el número de casos de 5 a 3
(nominativo, acusativo-ablativo, genitivo-dativo). Finalmente, la mayoría de
lenguas romances prescindió completamente de las declinaciones latinas. Aunque en
el francés antiguo en el siglo xii conservaba una oposición de dos casos (recto /
oblicuo) y en algunas variedades retorrománicas se mantuvieron restos de
declinación hasta el siglo xviii. En la actualidad solo el rumano conserva
oposiciones de caso.

Como consecuencia de la poca sustentabilidad del sistema de casos nominales tras


estos cambios fonéticos, el latín vulgar pasó a ser una lengua flexiva con más
formas analíticas que sintéticas, en la que el orden de las palabras es, en varios
casos, un elemento necesario para la coherencia sintáctica oracional. Véase la
tabla para observar el cambio que supuso la pérdida de la /m/ final, la pérdida de
la extensión vocálica y el cambio sonoro del AE /ae/ al E /e/ en la primera
declinación.

Cambios similares ocurrieron en las demás declinaciones. Como consecuencia, con


excepción del francés antiguo, que retuvo durante algún tiempo la distinción entre
los casos nominativo y oblicuo (llamada cas-sujet/cas-régime), del rumano, que hoy
en día cuenta con los mismos casos que el latín vulgar, teniendo una forma para
genitivo-dativo y otra para el resto y de algunas variedades de retorrománico
conservaron vestigios del caso hasta el siglo xviii al menos.

La distinción se marcó de dos formas en las lenguas romances. Al norte y al oeste


de la línea La Spezia-Rímini, que recorre el norte de Italia, el singular
normalmente se diferenció del plural mediante el sufijo -s, que ya aparecía en los
antiguos plurales acusativos tanto en masculino como en femenino de todas las
declinaciones. Al sur y al este de la línea La Spezia–Rimini, la distinción se hizo
mediante el cambio de la vocal final, al igual que en italiano y rumano
contemporáneos. Esto preserva y generaliza diferencias que se marcaron en los
plurales nominativos de la primera y segunda declinación.

Los artículos romances


La influencia del lenguaje coloquial, que prestaba mucha importancia al elemento
deíctico o señalador, originó un profuso empleo de los demostrativos. Aumentó muy
significativamente el número de demostrativos que acompañaban al sustantivo, sobre
todo haciendo referencia (anafórica) a un elemento nombrado antes. En este empleo
anafórico, el valor demostrativo de ille (o de ipse, en algunas regiones) se fue
desdibujando para aplicarse también a todo sustantivo que se refiriese a seres u
objetos consabidos; de este modo surgió el artículo definido (el, la, los, las, lo)
inexistente en latín clásico y presente en todas las lenguas romances. A su vez, el
numeral unus, empleado con el valor indefinido de alguno, cierto, extendió sus usos
acompañando al sustantivo que designaba entes no mencionados antes, cuya entrada en
el discurso suponía la introducción de información nueva; con este nuevo empleo de
unus surgió el artículo indefinido (un, una, unos, unas) que tampoco existía en
latín clásico.

Los artículos determinados empezaron siendo pronombres o adjetivos demostrativos:


compárense los adjetivos demostrativos latinos ille, illa, (illud), con los
franceses le y la, los españoles el, lo y la, los catalanes lo/el y la y los
italianos lo/il y la. Los artículos portugueses o y a, provinieron de la misma
fuente. Por último, el sardo también en este aspecto tuvo un desarrollo singular,
formando su artículo a partir de ipsu(m), ipsa «su, sa». También aparecen formas
derivadas de ipsu(m), ipsa en catalán medieval (es, sa), pero hoy en día solo se
mantienen en las Islas Baleares y muy residualmente en la Costa Brava. Cabe
destacar que, mientras la mayoría de las lenguas romances sitúan el artículo antes
del nombre, el rumano lo sitúa después, por ejemplo lupul «el lobo» y omul «el
hombre» (de lupus ille y homo ille).

Sintaxis
La construcción clásica del latín admitía fácilmente los hipérbatos y
transposiciones, por lo que era muy frecuente que entre dos términos ligados por
relaciones semánticas o gramaticales se intercalaran otros. Por el contrario, el
orden vulgar prefería situar juntas las palabras modificadas y las modificantes.
Así, por ejemplo, Petronio aún ofrece oraciones como

alter matellam tenebat argenteam


con el sintagma nominal que hace de objeto del verbo truncado en dos fragmentos
entre los que se intercala el propio verbo. Este tipo de construcciones son más
escasos en las lenguas románicas, aunque no faltan ejemplos paralelos al anterior:

Mi casa, la tengo ordenada.


Las lenguas románicas por otra parte tienden a tener un orden sintáctico básico más
fijo, tendiendo con verbos transitivos a seguir el orden Sujeto Verbo Objeto aunque
por cuestiones de énfasis pueden tener otros órdenes sintácticos:

A María, la mató Juan.


Juan a María, la mató.
Conjugación
Por lo que respecta a la conjugación verbal, en latín vulgar muchas formas
desinenciales fueron sustituidas por perífrasis. Así, todas las formas simples de
la voz pasiva fueron eliminadas, por lo que usos como amabatur o aperiuntur fueron
sustituidos por las formas amatus erat y se aperiunt. También se fueron dejando de
lado los futuros del tipo dicam o cantabo, mientras cundían para expresar este
tiempo perífrasis del tipo cantare habeo y dicere habeo, origen de los futuros
románicos. Por otra parte, también va a ser en latín vulgar donde surja un nuevo
tiempo que no existía en latín clásico: el condicional. A partir de formas
perifrásticas como cantare habebam se va a ir formando este nuevo tiempo, que
pasará después a todas las lenguas románicas (cantaría).

Como se puede ver, en los rasgos gramaticales del latín vulgar están presentes ya
las principales señas de identidad de las lenguas románicas; en el siglo vi, un
latín fuertemente vulgarizado morirá como lengua (quedando solo como herramienta
culta para la ciencia) y de él empezarán a surgir variantes que, con el tiempo, se
convertirán en las diferentes lenguas románicas

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