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CAPÍTULO 3. EL PUNTO DE PARTIDA.

LENGUA LATINA Y ‹‹LATÍN


VULGAR››
Uno de los problemas con los que nos encontramos al hablar de la península itálica
en el siglo VIII a.C. es su complicada situación lingüística. Si se trazaran dos líneas
imaginarias que cortaran en horizontal y vertical la península nos encontraríamos con
que en el norte tenemos unas lenguas que no son indoeuropeas como el ligur, el rético,
el piceno septentrional y el etrusco. A éstas les acompaña el véneto, una lengua que sí es
indoeuropea. Por otro lado, al sur de esta línea, nos encontramos con la unidad osco-
umbra. Estas dos lenguas indoeuropeas tenían cierto nivel cultural. En la zona donde
estas dos convergen, existen varios dialectos de transición, lo que hizo que estas dos
lenguas formaran una unidad frente al resto de lenguas de la península. En el sur,
también contamos con el piceno meridional, lengua también indoeuropea. En la zona
del Lacio contamos con varias lenguas que forman una unidad lingüística que se conoce
como latino-falisco: el falisco, el prenestino y el latín. Por último, debemos contar
también con la introducción del griego por el sur a partir del siglo VIII y del galo, que
se implantó a partir del siglo V a.C. Igualmente, debemos incluir el llamado sustrato
mediterráneo, que aportó mucho al léxico. En este panorama, podemos preguntarnos:
¿cómo puede ser que el latín pasara a ser una lengua de tanta influencia?
En un primer momento, el latín se halla bajo la influencia etrusca, una cultura
mucho más avanzada y desarrollada. Lo lógico hubiera sido que el latín desapareciera;
sin embargo, las diversas expansiones y conquistas romanas hicieron que se mantuviera
y se extendiera cada vez más. La implantación del latín no fue homogénea en todos los
territorios; tanto es así, que son muchas las muestras que encontramos en el latín de la
influencia y presión que ejercían otras lenguas (como el sustrato común mediterráneo, el
etrusco, el griego, el osco-umbro y el celta) sobre él.
Hay que señalar que todas las lenguas tienen elementos disgregadores. La unidad
del latín estaba a salvo mientras se mantuvo en el Lacio. El riesgo que corría aquí era la
de que otras lenguas con un nivel cultural superior, como era el caso del etrusco, la
destruyeran. Una vez superada esta fase, el latín se impone como lengua de la
administración y de cultura en los territorios conquistados, salvo en Oriente donde la
influencia del griego como lengua de cultura era mayor. Una vez que el latín se
expande, la disgregación es difícil de parar, sobre todo debido a la rápida expansión
política y a la distancia temporal que existe en la implantación del latín en los territorios
conquistados. La rápida expansión de Roma hace que se tengan que incorporar, sobre
todo al ejército, grandes cantidades de personas que usan un latín que se soporta sobre
sustratos fuertes y diferentes como el etrusco, el osco-umbro y el celta. Estos sustratos
no influyen solo en el léxico, sino también en la fonética. La diferencia de origen de los
colonizadores ya es un elemento disgregador y más si tenemos en cuenta que los
hablantes de un mismo sustrato no coincidían en un mismo lugar. La pregunta que cabe
realizarnos ante esto es que cómo puede ser posible hablar de un unidad del latín si ya
de base tenía estos elementos disgregadores; y cómo explicamos el cambio del latín a
las lenguas romances. El hecho de creer en una unidad ha provocado el nacimiento del
concepto de ‹‹latín vulgar››. El latín no pudo ser unitario y al mismo tiempo no serlo.
Esta lengua evolucionó, igual que lo hacen todas las lenguas. La rápida expansión del
imperio sumada al diferente origen de los colonizadores hizo, como se ha explicado
antes, que la evolución de esta lengua fuera muy rápida. De forma simultánea, la
administración, debido a intereses políticos y culturales, fue creando una lengua literaria
que sí se mantuvo desde el siglo III a.C en adelante y que se fue afianzando por la labor
de escritores como Cicerón, que se convirtieron en modelos. Teniendo esto en cuenta,
podemos señalar que el error ha sido considerar que existía un latín unitario de base y
otro latín que se iba separando de él, cuando en realidad fue al revés. Para entender
cómo nacen las lenguas romances, tenemos que pensar que lo que existe no es un latín
vulgar frente a un latín clásico, sino un latín hablado que es real y existe, frente a un
latín literario.
CAPÍTULO 4. DEL LATÍN VULGAR A LOS PRIMEROS ROMANCES.
APARICIÓN DEL ROMANCE EN LA ESCRITURA
Resulta muy difícil establecer cuándo el latín dejó de usarse para dar paso a las
lenguas romances. Si algo podemos destacar como evidente, es que el paso de una a otra
se dio antes en la lengua hablada que en la escrita. Igualmente, se considera indiscutible
que a partir del siglo VIII ya se habla romance.
La situación en la Romania en la Alta Edad Media es de diglosia entre una variedad
alta, el latín, que funciona como única lengua de escritura y de la comunicación oral
oficial; y una variedad baja, el romance, que se constituía como el medio de
comunicación oral cotidiano. Esta última era en realidad la más común, ya que estamos
ante una sociedad con un alto nivel de analfabetismo. Solo unos pocos conocían el latín
y sabían escribir en esta lengua. A medida que las lenguas romances van evolucionando,
se van separando cada vez más del latín escrito. Además, el conocimiento que se tenía
de este último tampoco era uniforme. Cuanto más nivel cultural tenían los escritores,
más correcto y más puro era ese latín que escribían y al revés, cuanto menos nivel, más
errores cometían. Es por eso por lo que estos textos son muy importantes, ya que esas
desviaciones de la norma nos permiten encontrar los rasgos que subyacen de la lengua
hablada.
Es difícil establecer etapas unitarias para todas las regiones de la Romania en
cuanto a la consideración del romance como lengua literaria, aunque sí parece que han
existido ciertas tradiciones lingüísticas que han acortado la distancia entre el latín y el
vulgar. Con el pasar del tiempo, el latín y el vulgar se van separando cada vez más,
hasta el punto de que ya no se entienden los textos escritos con la misma facilidad. Es
ahí cuando surgen, entre los siglos VIII y X, una serie de glosas o glosarios en los que
se explican términos, expresiones o construcciones del latín clásico que ya no se
entendían. Estas explicaciones podían hacerse en un latín más fácil (Glosas de
Reichenau), en otra lengua (Glosas de Kassel) o usando el romance, con una clara
intención de escribir ya en vulgar. La pregunta que podríamos hacernos es por qué en un
momento concreto el romance empieza a ser un medio de comunicación escrito. Renzi
señala que esto puede deberse a dos motivos: al alejamiento entre el latín y el vulgar; y
a ciertos cambios sociales y culturales que hicieron que surgiera una forma de ver el
mundo distinta de la tradición latina y de la iglesia.
La reforma carolingia y la toma de conciencia de los romances frente al latín.
Carlomagno y su corte intentaron eliminar los barbarismos que existían en los textos
latinos e instaurar un latín estándar que se basara en los modelos clásicos. Este latín
resulta cada vez más incomprensible para las personas iletradas, ya que está muy
alejado del vulgar. Este cambio produce que las personas tomen conciencia de que, en
realidad, están hablando una lengua distinta; y que este romance pase a ser utilizado en
contextos donde antes solamente se utilizaba el latín. Una muestra de esto es que en el
año 842 se escriben los Juramentos de Estrasburgo, los cuales fueron los primeros
textos escritos en romance de toda la Romania. Un hito importante que hay que señalar
es que en el año 813 la iglesia obliga a sus clérigos a que estudien la lengua hablada y a
que expliquen, prediquen y se expresen en una lengua que los fieles pudieran entender.
Con esto, se marca el primer reconocimiento oficial de la lengua vulgar en el culto.

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