Está en la página 1de 26

“FÍSICA” ARISTÓTELES

Aristóteles es un filósofo nacido en Estagira, 383 a. C. Crece con un interés hacia las
ciencias naturales, por lo que es enviado con 17 años a la Academia, donde llega a ser
profesor, donde impartió retórica (y a lo mejor lógica).

Tras ciertos acontecimientos abre su propia academia (El Liceo) donde las clases son
impartidas mientras se camina, por lo que los textos de Aristóteles eran para el aula, se
trabajaba con ellos con Aristóteles delante.

Física trata, en efecto, de los cuerpos naturales en general, de la naturaleza común de


todos los cuerpos que tienen en sí una fuente de movimiento y de reposo. Se compone
originariamente de dos tratados distintos: el primero, que comprendía los libros I-IV (o
I-V); el segundo: los libros V, VI, VIII (El libro VII ha sido dejado de lado por Eudemo
en su revisión de la obra, y parece más bien compuesto de las notas preliminares).
Aristóteles, en efecto, cita habitualmente el primer grupo con la designación de libros
sobre el movimiento; que van a ser el enfoque de este trabajo.

LIBRO I

Aristóteles comienza comentando como en toda investigación es importante conocer


principios, causas o elementos (archaí, aitía, stoicheîon). Hablar de principios es hablar
de condiciones de posibilidad. Un principio no puede ser un ente, aunque la ciencia
moderna entiende las condiciones de posibilidad como entes, eso en Grecia no pasa; en
esta tienen que explicar el ente por el ser, no el ente por el ente. Se trata de explicar el
ser desde sus causas y elementos, por lo que es una explicación del ser.

Aristóteles continúa hablando sobre como para entender las cosas que inicialmente nos
son claras y evidentes, hay que comenzar desde las cosas en su conjunto, es decir, el
todo, a lo que es más detallado.

Se pueden tener distintas ideologías respecto a la investigación de la física, pero hay una
opinión, señala Aristóteles, que es contraria a la filosofía natural: la opinión de que el
ser es único, indivisible e inmutable; como sostienen algunos como Parménides, que
dice que el ser es inmóvil; o los físicos, que dicen que está en movimiento; por lo que el
autor les hace una crítica en el capítulo 3. Aunque, según A., la investigación del Ser le
conviene más a la “filosofía primera”
Aristóteles opina que estos argumentos son fáciles de refutar, ya que Meliso decía que
todo tiene un comienzo, y lo que nunca ha existido, nunca comenzó; para Aristóteles es
absurdo el pensar que todo tiene un comienzo, además de que Meliso no consideró la
posibilidad de la creación de una cualidad, sin un comienzo temporal, pues el instante o
«ahora» es indivisible.

Una crítica que le hace a Parménides es aquella en la que menciona que sus premisas
son falsas, esto se debe sobre todo a un problema lingüístico, porque solo da un sentido
a “ser”, siendo que tiene muchos. Otra crítica hacia este nos muestra que la unidad del
“ser” de la cual habla Parménides no se opone a que haya múltiples cosas que son. Aquí
se utiliza el siguiente ejemplo, si no encuentra diferencia entre el entre ser y ser A,
entonces lo demás tendrá que ser lo mismo que A o no será. La solución es distinguir el
ser de sus atributos,

Aristóteles también criticó a los físicos, los cuales tenían distintas ideas, pero en el
capítulo 4 se observan dos. Algunos sostenían que existía una sola clase de cuerpo
oculto, de donde nacen todas las otras cosas por condensación y rarefacción (Tales,
Anaxímenes, Heráclito, Platón). Otros sostienen que existen diferencias cualitativas
entre las cosas, pero todas han sido sacadas de una masa única, en la cual todos los
"contrarios" estaban presentes (Anaximandro, Empédocles, Anaxágoras). Aristóteles
critica esta segunda opinión en el capítulo 5.

Si todo lo que llega a ser tiene que venir de lo que ya existe o de lo que no es, y es
imposible el llegar a existir de lo que no es, llegaron a la conclusión de que las cosas
llegan a ser de lo que ya existe. Aristóteles se sirve de un ejemplo trivial (agua y carne)
para demostrar que no puede estar presente todo en toda cosa, pues la incisión se debe
detener en algún momento, además, afirma que jamás habrá una completa separación.
es así como termina dando por imposible la teoría de Anaxágoras, que pretende separar
lo inseparable.

Todos los antiguos ponen los contrarios como principios, tanto aquellos que afirman
que el Todo es uno e inmóvil (pues Parménides pone como principios el calor y el frío,
y los llama fuego y tierra), como los que hablan de lo raro y lo denso.

Todo ente a de haber sido formado en su contrario o de algo intermedio, como dice
Aristóteles, lo blanco se genera de lo no-blanco, es decir, de lo negro o de algún color
intermedio. Esto también quiere decir que lo que es, se destruye en el no-ser, siguiendo
el ejemplo de los colores, el blanco se destruye en el negro.

Con esto se nos aclara que los principios deben ser contrarios, pero todavía no se sabe
cuántos de estos existen.

Aristóteles niega la existencia de un único principio, ya que los contrarios no son una
misma cosa. Tampoco pueden ser infinitos, porque en tal caso el ser sería imposible de
conocer. Además, partir de un número finito de principios es más sencillo y nos ofrece
una explicación más simple.

Hay, pues, por lo menos, dos primeros principios, pero hay razones por las que creer
que pueden ser más. Porque, para empezar, los contrarios no crean una incisión entre
ellos, el odio no se produce donde hay amor, ni viceversa. Considerar los contrarios
como primeros principios es, pues, derivar substancia [aquello que ni se predica de un
sujeto, ni está presente en un sujeto, por ejemplo, un hombre o un caballo individual;
“Categorías” (2a11-19)] de no-substancias; pero esto no es posible, ya que la substancia
es lo más básico que hay, por lo que no puede derivar de nada.

Si los contrarios son principios y estos necesitan un sujeto, es necesario, suponer un


tercer principio, como afirmaban aquellas que decían que la naturaleza estaba formada
de un arché, tal como el agua (Tales) o el fuego (Heráclito). Pero, según Aristóteles, el
último principio no puede ser uno de los elementos base, como el agua, ya que incluyen
un contrario (por ejemplo, el fuego asciende y la tierra baja). Por lo que este principio
debe ser algo situado entre los elementos base.

Tras analizar esto, pasa a hablar de la generación, con esto se refiere a llegar a ser
partiendo de lo que no es (que se convirtió para los presocráticos en el problema vital de
la physis).

Aristóteles pretende introducir la génesis (generación) en el ser, y darnos una física del
ser. Según él no hay génesis desde la nada, sino desde lo que él Ilama privación (cuando
un ser no tiene una característica, y que, por su naturaleza, no debería tener). Se debe
empezar a hablar de la generación ya que, como se mencionó antes, cuando se trata el
tema de la naturaleza se ha de hablar primero de lo que es el conjunto y posteriormente
a lo que es particular.
Cuando decimos que una cosa llega a ser de otra, o que algo llega a ser de algo distinto,
podemos referirnos bien a lo que es simple o bien a lo que es compuesto (Aristóteles
(1995), capítulo 7; Física, pp. 506; eds. Gredos,).

Al hablar de devenir (lo que se llega a ser), le damos dos significados, según
Aristóteles, que "el hombre deviene músico" y que "el no-músico deviene músico". En
el primer caso, de donde parte (hombre) persiste, y en el segundo, desaparece, ya que el
no-músico ya no existe, pasó a ser músico. Se le llama simple a la base, al sujeto
(hombre), y también a lo que ha llegado a ser (músico); pero cuando Aristóteles dice
que “el hombre no-músico llega a ser un hombre músico”, se refiere a elementos
compuestos. Con esto no se dice que el hombre desapareció una vez pasó a ser músico,
lo simple permanece, pero el no-músico desaparece tanto como simple como
compuesto.

El sujeto antes del cambio era numéricamente uno (simple), pero se diferenciaban dos
elementos, el no-músico y aquello en lo que podía convertirse, es decir, la posibilidad
de ser músico. Así llegamos al resultado de que el cambio presupone tres cosas, la
materia, la forma, la privación.

Las cosas materiales pueden pasar por varias modificaciones para pasar a ser lo que no
eran, como el broce que pasa a ser una estatua de bronce.

Con esto nos damos cuenta de que lo que llega a ser debe ser compuesto, ya sea el
sujeto, o la posibilidad de ser algo.

Con esto, Aristóteles llega a la conclusión de que en un sentido hay que decir que los
principios son dos, y en otro que son tres. En un sentido el “ser hombre” es distinto a
“ser un posible músico”. Pero esta dificultad puede resolverse también porque hay otro
término, el substrato, que no es un contrario. Se dice que hay dos principios, pero como
en cada uno hay un ser distinto, pasan a ser tres.

En suma, principio para Aristóteles equivale a 'causa' y 'elemento' e indica


aquello que es fundamento en el orden del ser, del movimiento, de la generación y del
conocimiento de algo.

A continuación, Aristóteles recuerda como los antiguos decían que de aquello que es, no
puede surgir nada, porque ya es, y que lo que no-es no puede ser nada ya que no hay
nada de lo que pueda surgir; afirmaron la imposibilidad de la multiplicidad, solo el Ser
mismo. Sin embargo, Aristóteles ve un doble significado al decir “llegar a ser de lo que
es o de lo que no es”, por ejemplo, un médico no deja de ser médico al construir una
casa, sino que lo hace en como constructor si cambia en tanto que médico llega a ser no-
médico, se destruye. Los antiguos se han extraviado por no distinguir los sentidos del
ser, por tomar «ser» y «no-ser» sólo en un sentido absoluto. La analogía seria entonces:
el ser es al no-ser como el médico es al no-médico, ser X es a no ser X como el médico
sano al médico no-sano.

Es decir, esto se reduce a un problema lingüístico, ya que si los antiguos hubiesen


considerado esta manera de entender el “ser” y el “no-ser” no habrían negado la
posibilidad de la multiplicidad, ya que habrían visto la potencialidad de algo para ser
otra cosa sin destruirse.

A pesar de haber sido discípulo de Platón, le hace una pequeña crítica, ya que este
admitía la posibilidad de que algo puede llegar a ser de lo que no es, por lo que daba
razón a Parménides.

LIBRO II

Aristóteles comienza por reconocer entre las cosas que existen naturalmente (los
animales y sus partes; las plantas, los cuerpos simples) y aquellas que no existen así.
Estas se diferencian en que las primeras tienen un principio de movimiento y de reposo;
mientras que el ente artificial no tiene ninguna tendencia al cambio, a menos de que se
lo demos nosotros.

Se hace una incisión entre la forma, lo que hace que la cama sea cama y aquello de que
está hecho, que es la materia, su madera; con esto, se puede decir que lo artificial tiene
naturaleza, aunque sólo por accidente, bajo este aspecto, sí que tienen en sí mismas
tendencia natural al cambio.

Según Aristóteles, naturaleza es la sustancia de los seres, que les da un principio de


movimiento y reposo, y no por accidente. Aristóteles usa el ejemplo del fuego para
explicar que su movimiento es “por naturaleza y conforme a esta”, pero eso no quiere
decir que la tenga. Negar la naturaleza es ridículo, ya que es algo que se demuestra con
la evidencia de la experiencia.

Ahora bien, con esto se entiende que la naturaleza de aquello que es artificial es la
materia, aquí se usa un ejemplo para entender a lo que se refiere A., en el cual explica
que, si la madera de una cama echara raíces, no crecería una cama, sino madera, por lo
que la sustancia es aquello que pertenece a pesar de todo, y si tiene contacto con otra
materia natural, como el agua y el bronce, está en su naturaleza de ser afectada.

Con esto se llega a la conclusión de que la naturaleza es la materia prima vigente en


todo lo que tenga principio de movimiento y cambio; pero también se puede decir que
es la forma, si se ve de otro modo. Con esto Aristóteles se refiere a que una cosa es
naturaleza cuando está siendo diseñada por una forma, por lo que, si la materia fuese
posibilidad, esta solo sería materia acto de potencia. Así, la forma situada en el principio
de movimiento es naturaleza, la cual se puede separar conceptualmente de la cosa. Y el
hombre, que está formado por materia y forma es “por naturaleza”.

Viéndolo en este sentido, se llega a la conclusión de que la forma es más naturaleza que
la materia, ya que la materia es de lo que se hace la forma, por lo que, al decir materia,
hablamos de la posibilidad de que llegue a tener una forma.

Una vez se comenta la naturaleza tanto en forma, como en materia, Aristóteles examina
en que se diferencia un matemático de un físico. Si bien un se estudia la física, en esta
también se encuentran aspectos de los que se encarga el matemático (como los
volúmenes), un matemático estudia esto, pero sin preocuparse de los atributos.

A continuación, se ve una crítica por parte de Aristóteles a los pitagóricos y platónicos


por hablar de Ideas separando entidades naturales que son más inseparables que las
matemáticas.

La naturaleza se entiende como materia y forma, por lo que se debe estudiar como tal;
sin embargo, surge la duda de, si hay dos maneras de ver la naturaleza, saber cuál
estudia el físico; si bien este estudia el fin y su razón de cumplimiento, no solo a de ser
estudiada la forma, sino también la materia.

Esta última es dominada por dos artes, la productiva, que se basa en el conocimiento de
las cosas, y las artes arquitectónicas (que también incluye en cierto modo, el
conocimiento para usar las cosas) que se diferencia de la anterior porque estas, conocen
la forma. para operar con la materia hay que producirla de manera artificial, pero en las
cosas naturales ya existe.
En el capítulo tres, Aristóteles continúa con el conocimiento de las causas, ya que con
esta investigación se pretende conocer, hay que conocer el “por qué”, por lo que hay
que averiguar todo cambio natural.

Se puede decir causa al material del que este compuesto algo, es decir, la causa
intrínseca, la material; luego está la causa formal, el arquetipo, con esto se refiere a su
razón de ser. El tercer sentido que se le puede dar es el de causa eficiente o motriz, del
cual se produce el cambio. Por último, está la causa final, las transformaciones del ser
están determinadas por su finalidad.

Al decir causa en varios sentidos, también se refiere a que las cosas tienen varias causas,
ya que, por ejemplo, el bronce de una estatua es la causa material, y su exposición, la
final. Esto deja la posibilidad de que existan cosas que son recíprocamente causas, por
ejemplo, el ejercicio es causa de la salud, y esta última se debe al ejercicio. También
puede pasar que una misma cosa sea causa de contrarios, es decir, la aparición de una
cosa, digamos piloto, es la causa por la cual un avión puede volar, pero sin este sujeto,
el avión no volaría; o que se produzca una causación accidental, es decir, una estatua
está hecha por el escultor, que el escultor sea Policleto ya es por accidente.

En suma, todo lo mencionado son causas, ya que son de aquello de lo que están hechas
las cosas (nos referimos a materia y forma), y tanto las causas como tal, como las que
surgen por accidente pueden surgir en potencia (posiblemente) o en acto (en el
presente). Eso sí, esto no quiere decir que la causa y la cosa sean simultáneas, ya que,
aunque un constructor este creando la casa en el momento, la desaparición del
constructor no equivale a la destrucción de la casa. Pero hay que admitir que el género
de las causas tiene una relación con las cosas, ya que, si un constructor se puede
considerar esto, es por conocer cómo construir.

Siguiendo con el ejemplo del constructor, Aristóteles explica que hay que encontrar,
entre todas las posibles causas, la mayor. Si un hombre construye, es porque es
constructor, pero si es constructor es porque sabe construir, es decir, conocer el arte de
la construcción es la causa de todo lo demás, ya que, si no conociera este arte, no sería
un hombre que construye.

A continuación, en el capítulo cuatro Aristóteles comenta como la suerte y la


casualidad, ya que es la razón de que muchas cosas sucedan. Por lo que el autor
investiga donde se encuentra la suerte y la casualidad entre las causas ya vistas, si la
suerte y la casualidad son lo mismo, y averiguar lo que son.

Hay gente que opina que la suerte no existe, ya que siempre hay una causa de todo lo
que ocurre por casualidad o por suerte. Por ejemplo, si te encuentras a alguien en
determinado lugar, no ha sido casualidad, la causa sería haber querido hacer
determinados asuntos al mismo tiempo; y lo mismo pasa con la suerte, ya que si esta
existiera sería muy difícil de explicar. Pero a pesar de lo que decían los antiguos,
Aristóteles veía la casualidad y la suerte como algo sorprendente, ya que según él es
difícil ignorar que ciertas cosas ocurren por esto.

Aristóteles habla de Empédocles, ya que este creía que el movimiento de los elementos
es necesario, y su combinación es fortuita, también que ciertas partes de los animales se
forman de este modo. Ciertos antiguos también creían que el comienzo del mundo
sucedió por pura casualidad, como Demócrito. Estas ideas sorprenden a Aristóteles, ya
que los antiguos creían que los seres vivos han aparecido por la naturaleza, y dieron una
explicación a ello en torno a esta, sin embargo, a lo que es más “divino”, como el cielo,
le otorgaban la explicación de la casualidad, y pasa algo similar con la suerte, ya que
hay algunos que creen en ella, pero que lo ven como algo divino y demónico, imposible
de entender para la mente humana. Aristóteles piensa, que, si de verdad creen que han
surgido por casualidad, deberían haberle prestado más atención a la casualidad, y haber
explicado más sobre esta y sobre la suerte; así que el mismo se pone a intentar averiguar
qué es cada una, si se diferencian y donde se encontrarían entre las causas dadas.

Aristóteles comienza diciendo que algunos de los acontecimientos suceden siempre de


la misma manera, es decir, son estadísticamente normales, por lo que no se dice de estas
como algo que surge por suerte o casualidad.

Hay otros hechos que suceden para algo, algunas por elección, otras no; por lo que las
cosas que: no suceden por necesidad, ni en la mayor parte de los casos, pueden ser para
algo; ya que son “para algo” cuando es efecto del pensamiento o de la naturaleza, ya
que cuando los hechos suceden por accidente (algo que sobrevive a algo de modo no
necesario) los debemos a la suerte.

Aristóteles explica que una cosa puede ser por sí o por accidente, y lo mismo pasa con
la causa por sí, pero la causa accidental es indeterminada, ya que en una misma cosa
surge la posibilidad de que ocurran múltiples accidentes, y cuando estos accidentes
ocurren, se le llama suerte o casualidad; por ejemplo, si alguien debe dinero a otra
persona, y esta aparece justo cuando se le está dando dinero al endeudado, puede
recuperarlo. Así se ve que la suerte es una causa accidental que ocurre debido a una
elección, y como para hacer una elección se necesita pensar, el pensamiento y la suerte
van ligados.

Con esto visto, se entiende que el porqué los antiguos creían que la suerte fuese
incomprensible, ya que las causas que surgen por esta son indeterminadas, pero también
se puede pensar que nada sucede por la suerte, y que todo lo dicho se puede justificar de
algún modo, por ejemplo, la persona que quería recuperar su dinero, a lo mejor quería
ver a alguien en la misma plaza donde el endeudado estaba recibiendo dinero, es decir,
hay muchas causas accidentales que pueden explicar la suerte.

Según Aristóteles también es apto decir que la suerte es imprevista, inconstante, además
de indeterminada. Además, esta puede ser buena o mala dependiendo a que conlleve
esta, por ejemplo, si no se consigue alcanzar algo que estaba relativamente cerca de ser
alcanzado, se dice de mala suerte.

Para concluir, Aristóteles aclara que la suerte y la causalidad son causas accidentales de
lo que es en potencia, es decir, de los acontecimientos que suceden por causas
indeterminadas que suceden para algo.

Ahora bien, en el capítulo seis se continúa hablando de la diferencia entre suerte y


casualidad, donde Aristóteles dice que la casualidad se diferencia de la suerte por ser
una noción más amplia, con esto se refiere a que todo lo que se debe a la suerte, se
puede deber a la casualidad también, sin embargo, no todo lo que sucede por casualidad
se debe a la suerte. Con esto se refiere a que la suerte se limita a los actos que
realizamos día a día, nuestras decisiones que pueden resultar en la felicidad, que
asemeja a la buena suerte, con esto dicho, llega a la conclusión de que lo inanimado, los
animales y los niños no tienen suerte, ya que no son capaces de tomar elecciones; aquí
menciona el ejemplo de Protarco, que decía que había piedras afortunadas por ser
usadas en un altar, y otras que no lo eran por ser pisadas, pero al ser un objeto
inanimado, solo son afortunadas por semejanza.

Al contrario que la suerte, la casualidad se puede encontrar en todo, por ejemplo, un


caballo que ha perdido su jinete se salva de casualidad en la batalla por moverse de
sitio.
Explicados estos puntos de vista, Aristóteles llega a la conclusión de que cuando algo
llega a ser para algo, sin haber tenido esa finalidad (y se debe a una causa externa), se
dice de casualidad, y estos llegan a ocurrir “por suerte” cuando han sido realizados por
elección propia.

Para dar peso a la argumentación, el autor comenta como el término “en vano” es usado
para describir cuando se trabaja por algo que no es conseguido, por lo que el trabajo
realizado acaba siendo para nada, por ello cree que cuando se dice de algo que ha
sucedido de casualidad, ha surgido en vano, con esto se refiere a que aquello que surge
“en vano” es porque para aquello a lo que estaba dedicado algo, no cumple su finalidad.

Siguiendo con las diferencias entre la suerte y la casualidad, se explica que aquello que
se genera contrario a la naturaleza ha sido por casualidad.

Una vez entendido que es la casualidad y la suerte, y como se diferencian, toca entender
de qué modo son causas, que, en este sentido, son la razón por la que se da comienzo al
movimiento. Eso sí, si la suerte y la causalidad deben ser posteriores a la inteligencia y
la naturaleza, ya que las causas accidentales no pueden ser anteriores a una causa por sí.

Hay tantas causas (cuatro ya vistas) como modos hay de entender el “por qué” de las
cosas, con esto se refiere a la esencia.

El físico debe conocer las cuatro causas (materia, forma, lo que la hace mover y
finalidad) para explicar físicamente el “por qué”, entre las causas, la forma, lo que la
hace mover, y la finalidad se pueden reducir a veces en una sola, pues esencia y final lo
identifica como iguales, y el principio de llegar a ser o sus modificaciones, se realizan
en la forma o esencia. Por ello hay tres clases de estudio distintos, una sobre lo inmóvil,
lo que es movido e indestructible, y, por último, sobre lo que es destructible; de este se
enfoca en la materia, la esencia y lo que las mueve. Para averiguar las causas de la
generación se deben hacer varias preguntas.

Hay dos principios que mueven físicamente, y uno de ellos no es físico, pues no posee
principio de movimiento; mueve sin ser movido, además de lo que en inmóvil y lo
primero de todo. Además, como la naturaleza es para algo, hay que averiguar para que y
explicar todos los por qué posibles.

Antes de nada, se empieza por entender el por qué añadimos a la naturaleza entre las
causas que son para algo, lo que afirma Aristóteles afirma con esto es que algunas cosas
y procesos de la naturaleza tienen un fin, pero en lo que se refiere a la materia no tiene
un fin, simplemente es necesario. También se debe saber cómo actúa la naturaleza sobre
las cosas naturales.

Dice que la naturaleza no puede actuar por casualidad, no es casualidad que llueva en
invierno y no en verano; por lo que debe tener un fin, es decir, las etapas por las que se
pasa siguen un proceso continuo que lleva a un fin, ya que las cosas están hechas para
que cumplan la finalidad que le dio la naturaleza. Si las cosas realizadas por el arte
tienen un fin, también debería tenerlo lo creado por la naturaleza. Esto se ve claro al
observar la naturaleza cercana, es decir, un animal no busca comida por arte, sino que
está en su naturaleza hacerlo, lo hace por completar su fin, que es sobrevivir; o por
ejemplo las plantas, que están diseñadas para que las hojas protejan el fruto. Además, si
la naturaleza está formada de materia y forma, y la forma es el fin, es causa como causa
final.

Esto no quiere decir que la naturaleza no tenga errores, según Aristóteles, si aquello que
hemos diseñado teniendo en vista lo que queremos lograr, y aun así cometemos errores
al no alcanzar ese resultado, es posible que haya pasado lo mismo en la naturaleza.

Se continúa diciendo que el fin y su uso también se puede deber a la suerte, pues la
suerte es una causa accidental, pero lo que suele ocurrir siempre de la misma manera no
se debe a la suerte ni a la casualidad, como pasa en la naturaleza. Con todo esto, queda
claro que la naturaleza es una causa que actúa con un fin.

Al final del libro II se llega a la conclusión de que existe una necesidad simple en la
naturaleza, pues todo lo que se produce es esta es debido a causas preexistentes. Si no
hay cosas con la naturaleza necesaria, no podría haber nada, ya que todo está creado
para algo. La finalidad está en la definición, mientras que la materia está en la necesidad
condicional; a esto se le añade la necesidad como condición para el concepto.

LIBRO III

El estudio que realiza Aristóteles en esta obra es sobre la naturaleza, y como en esta se
produce movimiento es importante saber dar una definición a este.

Se empieza diciendo que lo continuo es divisible a lo infinito y, a su vez, el movimiento


es continuo. También se consideran dentro del movimiento el tiempo, el lugar y el
vacío; pero no puede haber movimiento ni cambio fuera de las cosas.
Hay tres categorías en las cosas, y se presentan de dos maneras diferentes: el “esto”, en
su privación o forma; la cualidad, respecto a lo blanco y negro; y la cantidad, en lo
completo e incompleto. El movimiento es la actualidad de lo potencial, es decir, lo que
está siendo actualizado constantemente. Hay ocasiones en las que algo puede estar en
potencia y en acto, o que se modifiquen entre sí, por lo que el mueve, es también puede
ser movido.

El movimiento va ligado al cambio, ya que el primero es indefinido, y no se puede


entender como una potencialidad/actualidad de las cosas. El moviente mueve a lo que es
movible, pero esto lo hace por contacto, lo que produce un cambio. El moviente aporta
una forma, a la cual llama la forma del agente, que es el origen del movimiento, su
causa.

Como ha dicho Aristóteles anteriormente, el movimiento es la actualización de lo


potencial, por lo que hay que distinguir la actualización de la potencia que lo mueve y la
del que es movido; esto es difícil, ya que lo que mueve puede actualizar lo movible,
pero esto se hace sobre lo que es movible, creando así una misma actualidad.

Esto deja a A. con una duda, en la cual se plantea, que, si aquello que es movido, tiene
que ser movido para tener movimiento, ¿cómo se puede creer que este tenga
movimiento? Aquí se usa el ejemplo de enseñar, ya que si los dos (moviente y el
movido) tuvieran movimiento, esto significaría que enseñar y aprender es lo mismo, es
decir, mover sería lo mismo que ser movido.

Ante este problema, se plantea distintas soluciones, entre ellas está la posibilidad de que
aquel que, recibiendo la enseñanza, pueda enseñar a alguien; con esto se refiere a que, el
acto de una cosa puede estar en otra. También pueden existir dos tipos de acto en un
objeto, por ejemplo, el bronce en sí mismo, y el bronce en forma de estatua. Y, por
último, se explica que lo que mueve y lo que es movido pueden ser iguales si se separa
la definición de la relación de cada cosa.

En suma, el movimiento es el acto de lo que está en potencia en relación con lo que se


mueve y es movido.

A continuación, se comenta sobre todo aquello que estudia la naturaleza (magnitudes,


tiempo y movimiento) para saber si cada uno de ellos es infinito o finito. Se aclara
primero que no todo debe tener una cantidad, por ejemplo, el afecto, que es una
cualidad, no es ni finito ni infinito.

Los pitagóricos y Platón creían que el infinito es por sí mismo un principio, es decir, no
varía de nada, es una substancia en sí misma. Para los pitagóricos es perceptible, pero se
sitúa más allá del cielo; para Platón es perceptible tanto en las cosas sensibles como en
las ideas (pero este no creía que hubiera algo más allá del cielo), hay dos infinitos, lo
Grande y lo Pequeño. Otros científicos griegos veían el infinito como una extensión de
los elementos (agua, tierra, fuego y aire)

Los físicos tienen buenas razones para considerar el infinito un principio, ya que todo
proviene de uno, o es uno; y si el infinito hubiese sido creado de un principio, tendría un
comienzo, lo cual le hace dejar de ser infinito. Por lo que es un principio, imperecedero
e inmortal.

Se ve la existencia del infinito en el tiempo, la división de magnitudes, la existencia de


generación y destrucción que lleva a pensar que surgen por el infinito, la existencia de
los límites lleva a creer que hay algo más allá de ellos, además de todo aquello que solo
se puede imaginar con el pensamiento, como los números.

La teoría del infinito genera muchas dificultades, como que si el infinito existiese; de
este modo, el infinito ¿sería sustancia o accidente? Si no es ni la una ni la otra ¿cómo
pueden existir elementos infinitos?

Además, se le puede dar varios sentidos, uno de ellos es aquel en el que lo


consideramos algo imposible de recorrer, en otros es aquello lo cual sí se puede
recorrer, ya sea difícilmente o que sí admite ser recorrido, pero no se puede.

En el capítulo cinco se comenta la imposibilidad de que el infinito sea separable de las


cosas, ya que, si fuese un principio, sería indivisible, y esto ya no lo hace infinito. Si
fuese un principio sería o indivisible o se podría dividir en partes infinitas, pero el
infinito debe carecer de partes y ser indivisible, y para que esto suceda, debe ser
considerado un atributo, es decir, aquello de lo cual es atributo.

Se dice de cuerpo aquello que es tridimensional, mesurable y tiene superficie; por lo que
no tiene una extensión infinita. Además, lo infinito tampoco podría estar en los
elementos, ya que, si lo fueran, no dejarían de crecer en extensión (el fuego no cesaría).
A esto se le añade el hecho de que los elementos no provienen de nada más, ya que no
hay nada que exista fuera de ellos; y si fueran infinitos no tendrían un lugar definido.

Por lo que hay que averiguar si hay un cuerpo como tal que sea infinito (Aristóteles nos
adelanta que esto es imposible). Si el infinito tuviera lugar, entonces este lugar tendría
que contener infinitos cuerpos porque si no lo hiciera, quedaría lo que Aristóteles llama
vacío, además, los cuerpos no pueden ser infinitos debido a sus dimensiones y
direcciones (arriba, abajo, adelante, atrás, izquierda y derecha) que los hacen ser
limitados. No es posible que exista un cuerpo infinito compuesto si el número de
elementos es finito.

Si existiera un cuerpo compuesto infinito sus elementos constituyentes deberían ser


igualmente infinitos. De ello se seguiría que el cuerpo tendría una extensión infinita en
todas las direcciones del espacio hasta el infinito. Pero si un cuerpo es algo limitado por
definición, y si no es posible que haya un número infinito de partes en una magnitud
finita, tampoco será posible hablar de un cuerpo formado por un número infinito de
partes. En definitiva, si no es posible afirmar un número infinito de elementos sin que
ello implique situaciones imposibles para el cosmos aristotélico, entonces tampoco se
podrá afirmar la existencia de un cuerpo compuesto infinito.

No es posible tampoco sostener la existencia de un cuerpo infinito que sea uno y simple,
ni como algo que exista aparte de los elementos y de lo cual éstos se hayan generado, ni
tomado en un sentido absoluto (Fís.III 5, 204b23-24).

Esto no quiere decir que se deba negar la existencia de infinito de manera absoluta, ya
que esto significaría que ha existido un comienzo del tiempo o que los números no
serían infinitos. El infinito puede existir por adición y división, una magnitud no es
infinita, pero sí infinitamente divisible.

El infinito se entiende como algo que está siempre en potencia, pero a su vez en acto,
con esto se refiere a algo que está en acto, pero puede ser potencialmente distinto.
Además, el infinito existe cuando se trata de una sucesión que no termina, por ejemplo,
el uno no es infinito, pero si le sucede el dos, tres… se produciría el infinito; por lo que
este se comprende por adición, pero también división, ya que será infinitamente
divisible, siempre se podrá formar una parte más pequeña. Pero hablando
potencialmente, no puede existir una parte infinitamente más grande que otra, ya que si
uno y dos fueran infinitos no habría continuidad, ya que serían iguales.
Cuando se procede hacia lo más grande (adición) en el caso de las magnitudes no hay
una magnitud infinita, pero, lo que es continuo puede dividirse hasta el infinito. el hecho
de que las cantidades y magnitudes que pueden ser potencialmente también pueden ser
actualmente (Fís.III 7, 2017b16). Es decir, la potencialidad de toda magnitud es
actualizable.

Con esto visto, se descarta la teoría de lo Grande y de lo Pequeño de Platón, porque lo


grande no puede ser infinito. Además de descartar la idea de que el infinito es un todo,
ya que esto conllevaría a que tuviera un fin, lo cual lo hace dejar de ser infinito.

Por lo que, todo lo numerable, es decir, todo aquello que tiene número, si puede ser
numerable, entonces debe ser necesariamente finito. Es decir, ciertamente el número es
potencialmente infinito pero lo numerado no lo es. Al mismo tiempo, es necesario tener
en cuenta que, aunque la serie numérica pueda ser considerada como infinita, no es
posible señalar en ella un número particular que sea el infinito mismo.

La tesis aristotélica se mantiene indemne en la medida en que al infinito no se le


concede otro modo de realidad que el de ser en potencia.

Para aclarar todavía más este peculiar modo de ser, Aristóteles establece un paralelismo
entre el infinito, el ser del día y el de los juegos olímpicos (Fís.III 6, 206a20-25). En los
tres casos ocurre que no hay una actualización completa en ningún momento dado, sino
que constantemente están en proceso de llegar a ser, es decir, tanto el infinito como el
día y los juegos olímpicos son o existen en la medida en que en la sucesión temporal
verifica la existencia de los elementos que componen la serie. Sin embargo, no es
posible la verificación efectiva y simultánea de todos los miembros del conjunto. Por
tanto, el infinito no puede predicarse, ni en sentido potencial ni en sentido actual de
sustancias, sino que sólo puede decirse actualmente de secuencias de cosas o eventos
individuales en proceso. De ahí que Aristóteles sostenga que el ser del infinito no es
como el del ser de algo que llega a ser una sustancia, sino el de algo que está siempre en
generación y destrucción, finito en cada caso, pero siempre diferente (Fís.III 6, 206a30).

Con esto visto, se entiende que el infinito potencial por división es aquel que existe en
las magnitudes, mientras que en los números existe por adición. Con esto se ve que el
infinito no es el mismo en magnitud, movimiento y tiempo; más adelante Aristóteles
explicará qué es cada una.
Aristóteles rechaza la hipótesis de un infinito matemático actual. Así, el que los
números primos sean infinitos porque no hay un número primo máximo ha de
entenderse en el sentido de que los números, vistos de manera abstracta son
potencialmente infinitos, es decir, que siempre hay la posibilidad de superar cualquier
número que se haya alcanzado en la numeración. Para A., si un matemático necesita
crear una línea, lo puede hacer hasta donde quiera, sin necesidad de que sea infinita. Por
lo que para los matemáticos es indiferente la presencia del infinito en el orden de las
magnificaciones.

Para finalizar, se comenta las razones por las que se cree que el infinito existe como
algo separado de lo potencial, pero que no se sostienen.

El hecho de que haya generación y destrucción no quiere decir que exista lo infinito en
acto, ya que, si el universo es finito, la destrucción de algo puede generar otra cosa, pues
hay siempre un substrato material.

Estar en contacto es algo que está en contacto con algo, y el ser finito no es finito con
relación a algo ni tiene contacto con nada.

Si la serie numérica es infinita, es porque podemos pensar siempre en un número


mayor; pero es absurdo fiarse solo del pensamiento.

Nuestra concepción de tiempo y movimiento son infinitos, pero el movimiento no es


realmente infinito, no es posible alcanzar una magnitud infinitamente pequeña ni
infinitamente grande.

LIBRO IV

Debido a que se dice que todo ha estado en algún lugar, hay que saber explicar qué es
este “donde”, y por qué el movimiento se produce con respecto al lugar, produciendo un
“desplazamiento”

Es difícil averiguar qué es el lugar, pero es fácil decir que existe, esto se debe sobre todo
al argumento del reemplazo, si hay agua en algún lugar, esto es reemplazado por aire;
por lo que tiene que ser reemplazado en un lugar.

Esto también se comprueba en el sentido en el que los elementos, si no son frenados,


tienen ciertas direcciones, por ejemplo, el fuego tiende a ascender. En ciertas ocasiones,
se dice que las direcciones cambian respecto a nuestra posición, pero esto no pasa en la
naturaleza, ya que, como se ha dicho anteriormente, los elementos tienen una dirección
a la que siempre se mueven, y no se trata de que vayan a ciertas direcciones, sino, que
es una dirección con respecto a nosotros, por lo que es solo conceptual. Aquellos que
creen en el vacío, también afirman la existencia del lugar, ya que consideran el vacío un
lugar que no ocupa el cuerpo.

Por estas razones, se considera que todos los cuerpos sensibles se posicionan en un
lugar, y que este es distinto de un cuerpo. De hecho, viéndolo de este modo, el lugar
puede existir, aunque no se posicionen objetos en este, sin embargo, no hay nada que
pueda existir sin un lugar donde estar.

Si de verdad existe el lugar, habría que sabe que es, y en que categoría se posiciona, si
es en potencia, será un principio o una causa.

El lugar se entiende como un entorno el cual posee las tres dimensiones, longitud,
anchura y profundidad, si bien es así, tendría las mismas características que un cuerpo,
pero no puede serlo, ya que no pueden existir dos cuerpos en un mismo lugar.

El lugar que ocupa un cuerpo, y el cuerpo, coincidirán si ambos son entes del mismo
tipo, es decir, si tenemos una mesa, el espacio que ocupa esta debe ser igual al de la
mesa, sin diferenciación alguna; si esto no fuera así, querría decir que el espacio es algo
inmaterial, y esto conllevaría a que fuera inextenso, pero esto lo haría inmensurable, y
relacionar el espacio (lugar) como algo inmensurable, es ilógico.

Si el lugar no puede ser un cuerpo, tampoco puede ser material, ni un elemento;


tampoco puede tener una de las cuatro causas, ya que la causa material rige de la
materia; ni como fin, esencia, ni mueve lo ya existente. A esto se le añade una paradoja,
en la cual, si un lugar, está un lugar, ¿en qué lugar está? ¿y en cuál está este? Además,
imaginemos que una cosa creciente está en un lugar, esto también significaría que el
lugar crece a su vez, creando así otra paradoja, ya que, si el lugar es incorpóreo, ¿de qué
manera aumenta?

Por todo esto, también cabe la posibilidad de que el lugar ni exista, esto nos deja con la
pregunta de qué es, y de si existe.

Aristóteles pone el siguiente ejemplo: si nosotros estamos en el mundo, estamos en el


aire y en la tierra, porque estos a su vez forman parte de este. Ahora bien, si el lugar nos
contiene a nosotros, debe existir algún límite en algún lado, lo que quiere decir que tiene
una forma, ya que, la forma es el límite de cada cuerpo (Fís.IV 2, 209b35-5). Además,
si el lugar tuviera una extensión definida, sería otra razón para decir que tiene una
forma, ya que va ligada a la extensión.

Sin embargo, Aristóteles no está de acuerdo con ninguna de estas ideas, ya que no creía
que tuviera ni materia ni forma, ya que estas no son separables de la cosa, pero si
usamos el ejemplo del frasco y el agua, se ve que el lugar es separable de esta. Además,
como la materia y la forma no se separan del objeto, si este se moviera (la materia y la
forma) irá con este, por lo que el lugar se movería con el objeto; esto también implica
que el lugar este en otro lugar, lo que, como ya se ha dicho, crearía una paradoja.

Aristóteles entiende ocho maneras de comprender el modo en el que algo puede ocupar
un espacio. Empieza diciendo que, por ejemplo, el dedo ocupa un espacio en la mano.
Otro sentido, el todo está en sus partes; la especie cae en el género; y al ser así, el
género también es incluido en la especie. También, la forma en inherente a la materia;
las cosas están en el poder de su agente. Las cosas están determinadas y tienen un fin, y
el último sentido es que las cosas están en un lugar.

A continuación, se pregunta si las cosas tienen la posibilidad de estar en sí misma, o si


no están en ningún lugar determinado; ya que, si no pertenecen a ningún lugar, no
pueden existir.

Cuando A. habla de “en sí mismo” se refiere a un conjunto de cosas que pertenece a lo


mismo, definiéndolo como un sintagma nominal, tenemos un jarrón con vino, que es la
suma del jarrón y el vino, que se unen formando una sola cosa, pero cuando están
separadas no son partes de nada, ni siquiera se consideran partes. Así pues, una cosa
está en sí misma cuando tiene partes; sin embargo, puede resultar que estas dos partes
contengan una naturaleza distinta.

Sin embargo, no es posible entender que algo este “en sí mismo”, ya que, siguiendo el
ejemplo del jarrón con vino, si el jarrón y el vino fueran en sí mismos, estaríamos
aceptando que el jarrón sea la vasija que contiene el vino, y que el vino es vino, y vasija
también, lo que resulta absurdo.

Ahora bien, volviendo a la paradoja anterior (si un lugar está en un lugar, y este está en
otro… y así continuamente, ¿se continuaría hasta el infinito está secuencia?) A. vuelve a
usar el lenguaje como respuesta, ya que, si se especifica a qué lugar pertenece el lugar
anterior, se estaría especificando el concepto de lugar, sin generalizar.

Una vez vistas las propiedades del lugar, ya se puede hablar de una definición, para
empezar, se sabe que el lugar es aquello que guarda lo demás, sin formar parte de ellas y
teniendo la misma extensión en cuanto a tamaño se refiere. Además, el lugar y la cosa
que contiene son cosas completamente distintas, por lo cual, son separables. Para
finalizar, todo espacio contiene un arriba y un abajo al cual los cuerpos existentes en el
espacio pueden moverse.

Para poder realizar una buena definición de lo que es un lugar, se debe empezar por
mostrar sus propiedades y explicar sus dificultades. El hecho de que se pueda hacer una
investigación sobre lugar se debe inicialmente a la existencia de movimiento en torno a
este, ya sea por desplazamiento, o por un cambio de dimensión al disminuir o aumentar
en tamaño.

Cabe aclarar que el movimiento puede darse de dos maneras, ya sea por la cosa en sí
misma, es decir, como un brazo, o por accidente, como las ciencias que avanzan
dependiendo de otros factores.

Cuando hablamos de que algo se sitúa en el universo, nos referimos a que está en el
aire, el aire es un factor que está haya donde vayamos, por lo que es fácil suponer que el
lugar es ahí donde este.

El lugar tiene que ser alguna de estas cuatro cosas: o forma, o materia, o una suerte de
extensión que está entre los extremos, o los extremos, si no hay ninguna extensión
aparte de la magnitud del cuerpo que llega a estar en el continente. Pero es evidente que
tres de éstas son lo inadmisibles (Fís.IV 4, 211b5-10).

Si bien es cierto que el lugar debe ser una superficie externa, no puede ser una forma, ya
que esta es límite de la cosa, mientras que el lugar es límite del cuerpo dimensional, lo
que se le puede llamar contenedor; y como ya se mencionó, el objeto es movible, pero el
lugar es justo lo contrario. Por lo que se podría decir que el lugar es el límite inmóvil
que se sitúa fuera de la forma externa (contenedor).

Pues bien, si se comentó anteriormente que cuando dos cosas están separadas no son
partes como tal, sin embargo, si se unen, ahí ya se consideran partes de algo, por lo que
se dice que estas cosas si son partes en potencia.
No se puede decir que el universo se sitúe en algún lugar, por lo que tiene sentido decir
que hay algo que contiene al universo, pero, siguiendo el orden de los elementos, la
tierra está en el agua, el agua está en el aire, el aire está en el fuego, y este último
asciende hasta el cielo; pero ahí está la cosa, no hay nada más allá del cielo, por lo que
no hay nada que lo contenga.

Aristóteles habla entonces de cuatro problemas con solución, volviendo atrás, se dijo
que si un cuerpo ocupa un lugar entonces el lugar debería tener la magnitud del cuerpo
por lo que acabaría siendo lo mismo, en respuesta, Aristóteles dice que el lugar rodea lo
que es el cuerpo, no se extiende. Y el lugar el cual ocupaba el punto adimensional,
nunca existió, por lo que no se puede decir que el lugar desaparecería con este.
Volviendo al tema de la tridimensionalidad del lugar, este no se solaparía con el cuerpo,
ya que el cuerpo ocupa límites de manera externa. Y por último sería el problema de la
paradoja de Zenón, la cual ya se ha explicado diciendo que, para no caer en un buble
infinito, se debe especificar el lugar, además, las cosas solo tienen lugar por accidente.

Cuando se habla de universo en la actualidad, se dice de algo infinito, pero el universo


aristotélico es uno en el cual no existen espacios, y finito, más allá de este no se sitúa
nada, ni siquiera un vacío; como ya se mencionó, “lugar” es aquello inamovible, límite
del cuerpo dimensional, por lo que no puede haber vacío en un lugar. Sin embargo,
Aristóteles dedica un apartado del libro IV para comentar sobre el por qué se cree que
existe y el por qué no, por lo que habla de aquellos que ven lo términos “lleno”, “vacío”
y “lugar” parte de un mismo ser.

Aquellos que creen en la existencia del vacío, creen que este es la falta de elementos
sensibles en un lugar, por lo que, estará lleno de aire; por lo que no basta con explicar
que el aire en sí ya es algo que ocupa el lugar, sino que no hay nada distinto del cuerpo
que se pueda separar.

Unos afirman la existencia del vacío relacionándolo con la existencia del movimiento,
otros dicen que, si algo se comprime, es porque tenía vacío en su interior. También se
decía que era imposible que un cuerpo, por ejemplo, alimento, este dentro de otro, por
lo que debe haber un vacío. Por último, se menciona a los pitagóricos, que creen que el
vacío del universo se produce por un soplo, y que, además, existe en la naturaleza de los
números.
Antes de poder cuestionar su existencia, se debe primero da una definición a lo que
llamamos vacío. Para empezar, lo básico sería decir que el vacío es el espacio que no es
ocupado por algo, esto se debe a la relación que damos a ente con cuerpo, por lo que
vemos la falta de cuerpo como la aparición del vacío; por lo que se ve el vacío como la
falta de contacto con un cuerpo sensible, ya sea pesado o sensible. Esto hace que se
produzca otra vez, de manera errónea (como con el lugar), una relación entre vacío y la
materia del cuerpo, ya que no son lo mismo.

Aquí se identifican dos vacíos, uno separado, en el cual hay cuerpos que coexisten con
espacios entre ellos y desplazándose; y uno ocupado por cuerpos en los cuales existe un
vacío en su interior. Pero ninguno de estos existe, ya que el vacío no es un cuerpo, sino
una extensión de este. Aunque esto se debe también a que el lugar es algo por las
mismas razones; la existencia del movimiento llevo a la creencia del vacío, ya que este
debe ocurrir en un espacio, en algo; pero el movimiento puede surgir en lo que está
lleno a través de la alteración, por ejemplo, la rotación que ocurre en un vaso de agua;
en esa misma línea, la alteración también puede explicar la teoría de que el vacío existe
debido a la existencia de la compresión, por ejemplo, cuando el agua expulsa al aire al
llenar un recipiente. Asimismo, se habló de la teoría de que los animales solo pueden
alimentarse y crecer si hay vacío en ellos, y Aristóteles llegó a tres soluciones posibles,
siendo una de ellas que, si todas las partes del animal crecen, esto requeriría que todas
las partes tuvieran vacío; como segundo argumento se dice que una materia extra debe
alimentar el cuerpo (para no decir que un cuerpo está en otro cuerpo); y por último, es
admitir que un cuerpo puede estar en otro cuerpo (lo que no explica que el vacío
exista). El cuerpo tendría que ser completamente vacío para poder llevar a cabo
lo anterior, y eso es imposible.

Ya se dijo anteriormente que los elementos tienen un movimiento natural al que


desplazarse, por ejemplo, el fuego asciende y la tierra cae; por lo que decir que el vacío
es aquel que da sentido y justificación al movimiento es absurdo. Además, si el vacío
fuese una realidad, no podría existir el movimiento como tal, porque no habría
distinción entre las direcciones de las cuales tenemos conocimiento, y decir que no hay
movimiento no es lógico, ya que es algo que se ha comprobado que existe, ya sea por
naturaleza, o forzado (realizado por un agente). Sobre el movimiento, Aristóteles añade
que este es proporcional al peso en lo que se refiere a caída, ya que un objeto pesado cae
más rápido que uno ligero, además, depende del lugar de la caída, ya que el agua hace la
caída más lenta.

El vacío en sí es inexplicable e incompresible, ya que, si cogemos un recipiente y


vaciamos todo su interior, no queda vacío, sino con aire. Incluso aunque haya quien
diga por la existencia de lo denso y lo raro ratifica la existencia del vacío, ya que si
estos no existieran no surgiría el fenómeno de la compresión o penetración, y esto
conllevaría a la agitación de universo; por lo que el vacío debe existir para que estos
fenómenos tengan lugar. No obstante, la compresión es un conjunto de cosas, las cuales
se separan, y en el vacío no pueden estar separados los cuerpos.

Para concluir con el tema del vacío, hay que decir que, para Aristóteles, no es separable
del cuerpo, no existe de este modo, ni como algo inseparable de este; por lo que refuta
todos los argumentos a favor de la existencia del vacío.

Ahora se pasa a hablar del tiempo, empezando por las dificultades que este plantea, para
descubrir si cae dentro del catálogo de aquello que es, o se cae dentro de lo que no es;
de este modo se podrá conocer su naturaleza.

El tiempo es algo que solo se ve cuando se trata del ahora, el tiempo pasado ya fue, y el
futuro solo puede ser imaginado, esto hace del tiempo algo difícil de conocer. Tanto de
lo que se llama pasado, como de lo que se llama futuro, forman parte, tanto del tiempo
infinito, como del tiempo cíclico (que también forma parte del infinito). También cabe
la duda de si el tiempo tiene la posibilidad de dividirse en partes, pero lo que sí parece
obvio es que el tiempo de ahora, no se divide, ya que forma parte de un todo continuo,
lo que pasa en cada instante es indivisible. Sin embargo, no se dice del ahora como una
parte, ya que tendría que ser la parte de un todo, y el tiempo de ahora no es todo, ya que
el tiempo no se compone en su totalidad de ahoras.

Con lo anterior, nos queda claro que existe un “ahora” que nos ayuda a entender la
incisión entre pasado y futuro, pero toca averiguar si se mantiene igual o si sufre
cambios convirtiéndose en uno completamente distinto.

Si el tiempo fuera siempre distinto, el ahora tendría que pasar, pero si pasa, deja de ser
ahora, y pasa a ser “fue”; lo que hace que el ahora no sea constante, y esto no puede ser,
porque el momento (aquello que se vive) no podría ser. Pero, si fuera siempre el mismo,
lo que es considerado pasado, se solaparía con el momento de ahora, por lo que serían
indiferenciables.

Aquí se hace una referencia a Platón, el cual creía que el tiempo es el movimiento del
Todo, pero si esto fuera real, el tiempo tendría las características del movimiento, lo
cual es absurdo, ya que el tiempo no es rápido ni lento, además de que se dice de algo
que está cambiando cuando esté en movimiento, pero el tiempo, no se altera, no cambia.

Ahora bien, el cambio sugiere que el tiempo ha debido transcurrir; es decir, aunque
avancen los días, no te das cuenta de que tu alma está sufriendo cambios, tu manera de
pensar también, pero cuando te paras a mirar, han surgido cambios, que sugieren el
movimiento, por lo que, aunque no se defina tiempo como un cambio (Aristóteles
concibe el movimiento como un igual a “cambio”), cuando el tiempo pasa se percibe de
manera paralela un movimiento que nos lleva a pensar que el movimiento, o bien es
parte del movimiento o un movimiento particular; pero ya se dijo que no es un
movimiento, por lo que se nos aclara que es parte de uno. Al sentir la diferencia entre lo
que es el antes, y lo que es el ahora, se entiende que hay movimiento, y junto a él, una
magnitud.

Como ya se sabe, la magnitud es continua, lo que hace del movimiento algo continuo
también (lo que se mueve lo hace de algo hacia algo); y como el tiempo es paralelo al
movimiento, (ya que se siente que la cantidad de tiempo pasado es la misma a la del
movimiento, por lo que se dice de similitudes cuantitativos) este también es continuo. Si
entendemos que el tiempo es continuo, y somos capaces de entender y sentir un antes y
después de las situaciones, es decir, antes de haberme bebido un vaso de agua, o
después de esta acción, se debería entender el tiempo como el número del movimiento
según estos, es decir, según el antes y el después, esta es la célebre definición de
Aristóteles para el tiempo; en esta no se hace referencia al antes y el después como
magnitudes del tiempo, sino que se hace referencia a las fases del movimiento, una
medida inmutable de este.

Gracias a los números tenemos conocimiento de las magnitudes, podemos poner


nombre a estas, si algo es más grande o no, o, en este caso, si ha pasado más, o menos
tiempo; por lo que son la razón por la que tenemos conocimiento de la duración del
tiempo, esto nos deja la posibilidad de decir que el tiempo es número (en cuanto lo que
puede ser numerado).
Comentando sobre el tiempo de ahora, se puede entender este de varias maneras, ya sea
como un tiempo que siempre es distinto, es decir, cuando el tiempo es seguido por el
movimiento y viceversa; o que el ahora es siempre el mismo porque siempre se nos
presente en un mismo sujeto, pero, este sujeto está en constante movimiento a través del
tiempo, además de que este objeto es el cual nos ayuda a conocer el antes y el después.
Por lo que se llega a la conclusión de que el ahora es siempre el mismo, pero al mismo
tiempo se ve como algo distinto ya que el presente es persistente, pero está compuesto
por diferentes ahoras, lo que hace del tiempo algo continuo.

El tiempo es uno en todas partes, pero se puede diferenciar con el pasado y el futuro. En
efecto, estos dos tiempos son distintos en cuanto a número y ser. Por ejemplo, 100
caballos y 100 hombres pueden ser iguales en número, pero son distintos en cuanto a
ser.

Ahora bien, se entiende que, para medir el tiempo, cuando se trata en relación
movimiento, se habla de mucho o poco tiempo; y cuando hablamos de medir el
movimiento en base al tiempo, ahí ya se hace uso de los números. Pero si el tiempo no
es solo medida del movimiento, sino también de otras cosas (aunque hagamos
referencia a estas de manera indirecta) se entiende que todo aquello mesurable por el
tiempo está en movimiento o reposo; pues todo ocurre en el tiempo, si algo se genera o
destruye ha de ser dentro de este, incluso lo que fue, y ya no es, como la existencia de
una persona que ya ha fallecido. Por otro lado, todo lo que es eterno no está en
tiempo, es decir, no es contenido por el tiempo y, por lo tanto, no es destruido sino que
vive eternamente.

En el capítulo trece se vuelve a tratar el ahora, como ya se mencionó, el ahora es la


continuidad del tiempo (Fís.IV 11, 220a4-5). pues enlaza el tiempo pasado con el
tiempo futuro, y es el límite del tiempo, ya que es el comienzo de un tiempo y el fin de
otro (Fís.IV 13, 222a10-15). Ahora, de alguna manera, el ahora sería similar al punto,
los dos permanecen y los dos también cambian. Si el ahora es lo que nos hace
diferenciar el tiempo pasado del futuro, eso lo hace irrepetible, el comienzo de lo que
llamábamos futuro, y el final de lo que es ahora pasado; por lo que es siempre distinto,
pero si le damos un significado en acto y no en potencia, el ahora es un presente
persistente, no es división de pasado/futuro, sino una conexión entre ambos; el tiempo
solo se divide en el pensamiento, no es como una línea recta la cual puedas marcar.
Con respecto al pasado, este se puede ubicar por una frase como ''en algún momento'', la
cual es un tiempo que es definido con respecto al ahora.

Estar en el tiempo significa ser afectado por el tiempo, quiere decir, que el tiempo
destruye al ser por medio de los ahoras constantes. En otras palabras, este concepto sería
más causa de destrucción que de generación.

También se hace mención a otras expresiones relativas al tiempo, como “lo pronto” que
lo identifica como un concepto cercano al presente (mirando desde el futuro); “ya” se
usa en referencia a lo que ocurre en el momento, pero también se puede usar como un
pretérito perfecto (ya ha comido); “recientemente” es una expresión usada para hablar
de un tiempo cercano al presente, pero al contrario que “lo pronto”, va en relación al
futuro; “mucho tiempo atrás” no informa del tiempo que ya fue, mucho más lejos que el
ahora; y por último se habla de “instantáneamente”, que una expresión usada para
hablar de aquello que ha ocurrido de manera rápida.

Con esto se llega al final del libro IV, por lo que Aristóteles utiliza el último capítulo
para realizar unas notas adicionales y reafirmar lo ya explicado, por ejemplo, el hecho
de que todo cambio es realizado en el tiempo, ya que los cambios (y el movimiento) se
describen como más lentos o rápidos; pero cuando se habla en relación con los cambios
del tiempo, se dice de aquello que fue el antes, o el después. En todo caso, si vemos el
antes y el después del futuro, veremos que antes está más cerca del ahora que el
después; y viceversa si se piensa en el pasado.

El problema de la identidad de los «ahoras» simultáneos sólo puede resolverse si se


entienden los ahoras por referencia a un mismo movimiento continuo (Fís.IV 14, 223b
anot. 160). El tiempo es el número del movimiento, pero no de un movimiento
cualquier, sino que de uno continuo. Se podría pensar que dos cosas que cambian al
mismo tiempo tienen distinto número; y por lo tanto distinto tiempo. Sin embargo, esto
no es así. El tiempo es el mismo en todas partes y afecta a todas las cosas en
movimiento de manera simultánea. Esto se debe a el número de las cosas están en todas
partes y son simultáneas al igual que el tiempo.

Con esto se llega al final del libro IV, con el cual se intenta dar un significado a aquello
que pasa en la naturaleza, el cómo surge, y las dificultades que estas nos aportan. Si
bien se pueden ver varios errores sobre su teoría, como cuando explica que el peso de
algo es lo que influye en su caída (hoy en día se sabe que esto no viene determinado por
la masa, ya que todos los cuerpos sufren la misma aceleración (9.8 m/s^2) al caer, por
tanto, caen a la misma velocidad), es un estudio bastante comprensible con los avances
de la época, por ejemplo, en aquel entonces no se concebía el átomo, ya que, aunque
Aristóteles no estaba de acuerdo con el modelo de Demócrito, él pensaba que la materia
podía ser dividida indefinidamente, hasta el infinito, no creía que el átomo era el final.

También podría gustarte