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Requisitos para ser psicoanalista

Necesita haber hecho un proceso de terapia psicoanalítica para poder ejercer. Pues bien, este
proceso te va a ayudar a desarrollar una serie de cualidades personales imprescindibles para
poder trabajar como tal:

Honradez y honestidad tanto emocional como intelectual: enfrentarse a lo que uno siente y
piensa con franqueza es un reto que muchas veces nos cuesta asumir, prefiriendo vivir una vida
alternativa a la nuestra. Ser psicoanalista va a requerir que nos enfrentemos a nuestra realidad
interior y la aceptemos sin chantajes ni disfraces.

Empatía: ¿cómo ser psicoanalista o profesional de la salud mental si no somos capaces de


ponernos en el lugar del paciente que lo está pasando mal y necesita de nuestra ayuda? Eso sí, el
psicoanalista está preparado para evitar la transferencia, empatizar no es quedarnos con los
problemas del otro.

Inquietud por aprender: el psicoanalista tiene que tener un gran deseo por investigar, descubrir y
comprender todo lo que está trabajando en la consulta. El deseo de saber siempre tiene que estar
en activo.

Cómo ser psicoanalista

Sobre cómo ser psicoanalista de una manera oficial te tenemos que decir que para ello lo
primero e indispensable es haber estudiado el Grado en Psicología o el Grado en Medicina.
Podrás hacer cursos de psicoanálisis, pero si no has estudiado previamente alguna de estas dos
carreras no podrás ser reconocido como Psicoanalista. Además, si eres psicólogo, deberás haber
realizado el Máster en Psicología General Sanitaria.

El siguiente paso será formarte con alguna de las escuelas de psicoanálisis que existen
actualmente en nuestro país y que generalmente requieren de tres partes:

Proceso terapéutico de psicoanálisis personal que suele durar entre 3 y 4 años.

Ser admitido como Analista en Formación (AeF)

Realizar los diversos seminarios teóricos y comenzar las supervisiones clínicas.

Diagnóstico en Psicoanálisis

Nuestra definición de proceso diagnóstico en psicoanálisis, en primer lugar, hace necesaria una
diferenciación entre diagnóstico y proceso diagnóstico.

Como se deduce de dicha definición, el diagnóstico es uno de los resultados (no el único) de este
proceso. Consiste en la atribución clasificatoria, respecto de una determinada presentación clínica,
de una categoría nosológica. El psicoanálisis no es original respecto de tales categorías (neurosis,
psicosis, perversión) sino que las toma de la psiquiatría clásica (Kraepelin, Bleuer, Krafft- Ebing,
Charcot). El diagnóstico en psicoanálisis toma entonces su punto de partida de una clínica que lo
precede. Es en tal sentido que Lacan afirma: “hay una clínica. Solo que resulta que esa clínica es de
antes del discurso analítico” (LACAN 1975b, 13).
Sin embargo es evidente que, partiendo de allí, el psicoanálisis se ha caracterizado por el intento
de construir la estructura de estos tipos clínicos.

Por otro lado, también se separa del diagnóstico tradicional respecto de su objeto. Tal como
señala Soler: “un diagnóstico consiste en concluir sobre la estructura, no tanto de la persona, sino
sobre la estructura del material clínico que el paciente presenta” (SOLER 1995, 34). ¿Cuál es ese
material clínico? No otro que el discurso del analizante.

Al entender el diagnóstico como ‘proceso’ suponemos en su devenir el paso de un estado a otro,


que implica al menos dos tiempos lógicos, un trabajo del lado del analizante, y una operación del
lado del analista.

Sabemos que el diagnóstico psicoanalítico no tiene como objetivo, (como sucede en otras
terapéuticas) producir efectos directos sobre el analizante. No opera sobre el paciente
imprimiéndole un código (o, como solemos decir, una “etiqueta”) que deviene con frecuencia
objeto de identificación, ni incluyéndolo en una categoría que lo reenvía al lazo social bajo la égida
su nuevo grupo de pertenencia psicopatológico y anónimo (“alcohólicos”, fóbicos, anoréxicos
etc.). Ejerce en cambio efectos no menores sobre el analista, en tanto orienta sus decisiones
respecto del tratamiento. Partiendo de una lectura de elementos clínicos por parte del analista,
influye luego en sus decisiones.

Rapport en psicoanálisis

¿ Qué es el Rapport ?

La palabra inglesa “rapport” se puede traducir por buena relación, entendimiento,


compenetración.

Con el término Rapport en Psicología se designa al acuerdo consciente y armónico que se


establece entre dos sujetos, y que refleja una buena relación entre ambos.

En un grupo el término rapport hace referencia a las respuestas mutuas, espontaneas y empáticas
de cada una de las personas que componen el grupo con respecto a las necesidades, sentimientos
y actitudes con todas y cada una de las personas que integran dicho grupo.

La psicoterapia es un tipo particularmente complejo de relación de ayuda. Quien consulta, lo hace


aquejado por algún síntoma o problema que supone tiene alguna causación psicológica. El que el
paciente sea capaz de mostrar su dolor psíquico, y que el terapeuta sea capaz de acogerlo
empáticamente, y desde allí empezar su labor de ayuda psicológica, ha sido desde siempre el
punto de partida de toda psicoterapia. La relación existente entre intervención terapéutica y
vínculo fue establecida por Freud en 1913 cuando, respondiendo a la pregunta de en qué
momento intervenir, escribió: “Nunca antes de haberse establecido en el paciente una
transferencia utilizable, un rapport en toda regla con nosotros. El primer fin del tratamiento es
siempre ligar al paciente a la cura y a la persona del médico. Para ello no hay más que dejarle
tiempo. Si le demostramos un serio interés, apartamos cuidadosamente las primeras resistencias
y evitamos ciertas torpezas posibles, el paciente establece enseguida, espontáneamente, tal
enlace” (Freud 1913, BN, vol V. p.1671-2; énfasis mío). A reglón seguido, Freud insiste en que el
terapeuta debe evitar cualquier actitud que no sea de simpatía y de cariñoso interés hacia su
paciente. Nueve décadas después, esa afirmación sigue siendo válida, quizás mucho más de lo que
el mismo Freud pensaba en ese momento. Ha pasado mucha agua bajo el puente y la naturaleza
del vínculo y de las intervenciones eficaces del terapeuta han ido revelando una fascinante
complejidad.

La técnica estándar fue reduciendo cada vez más las indicaciones para el psicoanálisis y todo el
esfuerzo se hacía en buscar pacientes adecuados para el método, pues una técnica así idealizada
exige una actitud selectiva respecto de la indicación, donde es el paciente quien se debe ajustar al
método y no al revés. Las técnicas modificadas, en cambio, permiten un conjunto adaptativo de
indicaciones, donde el tratamiento es el que se adapta a las características de cada paciente
(Thomä & Kächele 1989). Por cierto, tal postura entra en conflicto con una definición uniforme de
técnica psicoanalítica.

“Sé tan expresivo como puedas y da tanto apoyo como tengas que dar” (Wallerstein 1986, p.688).

Mientras más expresiva sea una psicoterapia, más cercana al psicoanálisis, mientras más
importante el apoyo, más cerca de una psicoterapia.

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