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Hábitos de alto desempeño

Dr. Raúl Franchi


El entorno altamente competitivo de los negocios exige líderes íntegros, capaces de


formar y dirigir equipos de alto desempeño. En este documento estudiaremos cuatro
cualidades generales de un líder íntegro.

La palabra integridad significa ser de una sola pieza, ser sólidos, ser fuertes. Lo que es
íntegro permanece unido y no se descompone en partes. Una persona íntegra es
monolítica interiormente. Sus cuatro potencias trabajan unidas y en forma ordenada: su
inteligencia, su voluntad, su afectividad y todos sus sentidos.

El líder con integridad es un líder ético, es de “una pieza” porque interiormente está
completo: sabe lo que quiere y por qué lo quiere. Es capaz de gobernarse a sí mismo,
sobre todo sus apetitos o impulsos, porque quien no se gobierna a sí mismo no es
capaz de gobernar a otros.

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Como muestra la gráfica, las cuatro cualidades del líder ético corresponden a treinta
hábitos de alto desempeño. El cultivo de estos hábitos es indispensable para ser un
líder completo.

Hábitos de alto desempeño Hábitos de alto desempeño


Asertivo
Objetivo Justo
Acertado Responsable
Dócil Agradecido
Circunspecto Veraz
Conoce los fines Decide buscando el Amigo
Creativo
convenientes y los medios bien del grupo y evita Equilibrado
Precavido
idóneos para alcanzarlos el egoísmo Liberal
Previsor
Persuasivo Espiritual

Liderazgo ético
Integral leader
Magnánimo Modesto
Confiado Austero
Seguro Acomete con audacia, Continente
Magnífico Muestra gobierno de sí Ecuánime
vence el temor y mismo y espíritu de
Paciente Clemente
resiste hasta el final sacrificio
Perseverante Alegre
Esforzado Estudioso
Audaz
Optimista
Hábitos de alto desempeño Hábitos de alto desempeño

Para adquirir las cualidades de un líder íntegro es necesario desarrollar la propia


personalidad con base en el carácter. Una persona con carácter es una persona con
una personalidad fuerte y atractiva porque ha cultivado hábitos positivos llamados
virtudes.
Los hábitos de alto desempeño son hábitos positivos, denominados también virtudes.
Podemos usar estas tres palabras indistintamente.
No hay líder sin carácter y no hay carácter sin virtudes, lo que significa que las virtudes
son indispensables para ejercer un liderazgo ético y auténtico. La palabra virtud
proviene del Latín virtus, que significa fuerza. Por lo tanto, adquirir una virtud o un
hábito positivo nos hace más fuertes. Aumenta nuestras fortalezas para vivir y nos
permite desempeñarnos mejor en cualquier campo de actividad.
Una virtud es una forma habitual de ser. Es algo que nos caracteriza, por ejemplo
cuando decimos de alguien que es muy alegre, o que posee simpatía. Esta forma de
ser incluye una manera de pensar, cierta manera de percibir las cosas, de controlar las
emociones y, sobre todo, una forma de actuar. Lo que percibimos, lo que pensamos y
lo que sentimos influye en lo que hacemos.

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Todo lo que hacemos con regularidad y constancia termina formando un hábito.
Ejemplo de ello es el corredor de maratón que asiduamente practica a determinada
hora y eventualmente lo hace con mucho menor esfuerzo. Todo lo que hacemos está
basado en hábitos: lo que comemos, lo que decimos, lo que pensamos, cómo vemos el
mundo, qué pensamos de la gente, lo que pensamos que la gente piensa de nosotros,
cómo estudiamos, cómo trabajamos, cómo dirigimos a otros, y así sucesivamente en
una lista interminable de cosas.

Ser líder ético en los campos profesional o social exige ser líder de uno mismo y,
asimismo, ser líder en el seno de la propia familia, conduciendo a sus miembros a
lograr sus metas vitales. Un líder en los negocios o en la política que no es líder en su
propia casa, es un líder falso. Un líder en casa que no lo es de sí mismo también es un
líder falso. El líder íntegro, en cambio, es líder en los
cinco círculos de la vida: personal, familiar, profesional,
social y espiritual.

Técnicamente un hábito es una disposición estable


para actuar de cierta manera. Si recordamos cómo
aprendimos a conducir, está claro que al principio no
fue fácil. Es necesario controlar muchas cosas al mismo
tiempo, pero eventualmente lo hacemos casi sin
pensar, de manera automática. Esto es un hábito, a
base de repetir muchas veces una misma acción
llegamos a realizarla en forma prácticamente
automática.

Adquirir un hábito exige esfuerzo porque nuestra mente no desarrolla las conexiones
neuronales de un día para otro. Lo hace lentamente, como la terapia de una persona
que sufrió lesiones en su sistema nervioso y ha de acudir a ejercicios de rehabilitación
muchas veces, hasta que las conexiones perdidas se re-establecen. De la misma
manera, deshacer estas conexiones neuronales también resulta difícil, por lo que
deshacernos de nuestros vicios exige tiempo y esfuerzo.

Adquirir hábitos de alto desempeño exige todavía más esfuerzo porque se trata de
hábitos de excelencia en una actividad. Se dice que adquirir este tipo de hábitos
demanda diez mil horas de práctica. Esta es la manera como llegamos a tocar muy bien
un instrumento musical, como el piano, o a competir en un deporte, como el tenis, o
aprender muy bien una disciplina científica o filosófica. En todas estas actividades son
necesarios hábitos como la constancia, la paciencia, la estudiosidad, etcétera. Por ello
los hábitos constituyen el núcleo de la persona que realmente somos.

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Una persona que posee este tipo de virtudes es una persona con carácter porque
posee la fuerza interior suficiente para sacrificar, por ejemplo, cosas menos valiosas,
con tal de alcanzar algo que vale la pena.

Lo opuesto a un hábito positivo, o virtud, es un hábito negativo, o vicio. Desarrollar el


carácter significa crecer en las virtudes y eliminar tantos vicios como sea posible.
Poseemos más carácter conforme adquirimos más virtudes y en la medida en que
eliminamos más vicios.

Estos son algunos ejemplos de virtudes y sus vicios:

Virtud Vicio
Puntualidad Impuntualidad
Laboriosidad Pereza
Constancia Inconstancia
Paciencia Impaciencia
Valentía Cobardía

Una característica de las virtudes es que constituyen un punto medio en cualquier acto
humano. Esto significa que todo acto virtuoso se transforma en un vicio por exceso y
también por defecto, es decir, esa disposición es un vicio cuando nos falta y también
cuando la poseemos de manera exagerada.

Por ejemplo, el vicio por defecto de la valentía es la cobardía, pero el vicio por exceso
es la temeridad. Ser temerario es cosa de locos y no implica virtud alguna. En el caso de
la laboriosidad el vicio por defecto es la pereza, pero hay un vicio por exceso que
consiste en trabajar exageradamente, perdiendo de vista otros aspectos como la vida
familiar, la vida social o la salud.

¿Cómo podemos distinguir cuál es ese término medio en cada acto humano y en cada
circunstancia? Cultivando la virtud de la prudencia. Esta es la virtud cardinal por
excelencia, porque sin ella no es posible desarrollar todas las demás virtudes. No
sabríamos cómo actuar, ni cuánto es poco y cuánto es demasiado en cada circunstancia
de nuestra vida.

Una persona prudente es una persona sensata, juiciosa, a la que solemos pedir consejo
porque razona muy bien y es capaz de ver cosas que nosotros no vemos. Es la persona
que sabe qué conviene hacer en cada situación, descubre cómo hacerlo, en cuánto
tiempo, con qué recursos, con qué personas. Por ello la prudencia es la cualidad más
importante de un líder íntegro.

Un líder íntegro ha desarrollado su carácter por medio de la prudencia. Esta virtud lo ha

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conducido a actuar de manera correcta, una y otra vez, hasta formar hábitos personales
fuertes. Es una persona que ha sabido adquirir muchas virtudes y ha sabido eliminar
diversos vicios.

En la gráfica de liderazgo ético, la prudencia está expresada en la frase:

Un líder ético conoce los fines convenientes


y los medios idóneos para alcanzarlos

Esta virtud tiene una serie de hábitos de alto desempeño relacionados, como muestra
la gráfica.

Decidir en forma oportuna e inteligente es la cualidad que más se valora en un líder (en
un director general, en un presidente, en un empresario o en un activista social). Decidir
prudentemente (o con sensatez) es un hábito de alto desempeño que, como cualquier
otro hábito, se puede cultivar y adquirir hasta que forme parte estable de nuestra
naturaleza. Sin embargo, adquirirlo tiene razón de bien arduo, pues se requiere un gran
esfuerzo personal y en términos generales una persona es más prudente conforma
madura.

En el mundo de los negocios, los directores generales y los presidentes de consejos


reciben altas remuneraciones y muchos beneficios económicos por su capacidad para
tomar buenas decisiones. De igual manera, un empresario exitoso logró el triunfo
porque generalmente ha tomado muy buenas decisiones.

Existe una decisión fundamental que consiste en elegir un rumbo, un camino, un


proyecto, una meta de vida. A partir de esta gran decisión, o gran proyecto, todas las
demás son decisiones sobre medios o sobre la mejor manera de realizar los proyectos
deseados. Estos proyectos requieren magnanimidad, lo que significa "alma grande" o
grandeza de aspiraciones y de ánimo para realizar cosas que nos trascienden, más
grandes que nosotros mismos.

La segunda cualidad del líder ético es:

Decide buscando el bien del grupo y evita el egoísmo

Esta cualidad pertenece a la voluntad. Un líder con carácter posee fuerza de voluntad
porque se requiere determinación para renunciar a sí mismo y para buscar el bien
común. Por esta razón, el líder íntegro es honesto, despierta confianza, es reconocido y
querido.

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Esta cualidad pertenece a la virtud cardinal de la justicia. El líder íntegro es un líder
justo porque da a cada cual lo que le corresponde: buen trato, un saludo o una sonrisa,
atención, afecto, interés, una compensación adecuada, reconocimientos… De igual
forma no le quita a nadie lo que es suyo: su prestigio, sus méritos, sus pertenencias, etc.

Por un lado la virtud cardinal de la prudencia es condición para desarrollar todas las
demás virtudes, porque se requiere sensatez y buen juicio para actuar bien de manera
constante hasta adquirir hábitos positivos. En otro extremo, la virtud cardinal de la
justicia es el resultado final del líder prudente. Como señaló Aristóteles, la justicia es la
virtud en compendio porque sin ella no existen todas las demás.

La gente se da cuenta de estas cualidades debido a muchas actitudes que muestra el


líder íntegro, por ejemplo la manera como los trata, su preocupación para enseñarles
cómo hacer bien las cosas, para desarrollar una amistad, en el hecho de que no es
protagonista y acepta sus errores, en que reconoce y felicita al equipo cuando algo sale
bien. Estas y muchas otras actitudes caracterizan a un líder ético.

La tercera cualidad del líder ético es:

Acomete con audacia, vence el temor y resiste hasta el final

Con esta cualidad entramos en los terrenos de la verdadera "inteligencia emocional",


que es mucho más que el simple hecho de reconocer nuestras emociones y ser
sensibles ante cómo se sienten los demás, sino que va más allá hasta controlar las
emociones negativas (como el odio, la ira, el temor o la tristeza) y canalizar las
emociones positivas (como el amor, la esperanza o la audacia) hacia el logro de
nuestras metas más importantes.

Estamos en los terrenos de una tercera virtud cardinal que es la fortaleza. Este hábito de
alto desempeño nos permite: acometer grandes proyectos venciendo el temor;
superar los obstáculos, con paciencia; resistir hasta el final,con perseverancia.

Es claro que sin esta cualidad no podemos ser un líder ético, porque un líder que no
inicia proyectos grandes, o que los inicia pero no los termina, es un pobre líder.
Acometer y resistir son dos cualidades del líder ético que posee la virtud de la fortaleza.

La cuarta cualidad del líder ético es:

Muestra gobierno de sí mismo y espíritu de sacrificio

Esta cuarta y última cualidad del líder ético pertenece a la virtud cardinal de la

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templanza. Este hábito de alto desempeño significa moderación en todo lo que
hacemos, por ejemplo controlar los deseos de satisfacciones inmediatas, postergando
la gratificación hasta alcanzar los resultados pretendidos. Por ejemplo, para ganar una
competencia un atleta debe sacrificar muchas diversiones, momentos de ocio,
descanso, ciertos alimentos, etc.

Nuevamente estamos en los terrenos de la afectividad, porque la moderación implica


gobernar ciertos deseos de satisfacciones inmediatas y dejarnos impulsar por otros
deseos de cosas que valen la pena. El líder ético modera (o gobierna) incluso sus
apetitos por la propia excelencia, es decir el amor propio desordenado propio del
hombre soberbio.
 
La metáfora del Ferrari establece una analogía entre las cuatro virtudes cardinales:
prudencia, justicia, fortaleza y templanza, con distintas partes de un automóvil. De
dichas virtudes cardinales se desprenden todas las demás virtudes, o hábitos de alto
desempeño.

En el este curso de liderazgo vamos a conocer en qué medida tenemos más


desarrolladas las luces, o la dirección, el motor o los frenos, es decir cada una de las
cuatro virtudes cardinales. Asimismo, vamos a identificar nuestro grado de desarrollo
en cada uno de los hábitos de alto desempeño. Descubriremos que cada persona
somos una combinación totalmente distinta de hábitos de alto desempeño, como
muestra la gráfica que cierra esta lección.

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