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EL DINERO SÍ HACE LA FELICIDAD

Saber ganarlo, ahorrarlo, gastarlo y compartirlo

Raúl Franchi


EL DINERO SÍ HACE LA FELICIDAD !1


¿Puede el dinero conducirnos a la felicidad?
Esto dependerá de tu actitud frente a lo material

No hay mayor objeto de deseo que el dinero, ese cheque al portador para


adquirir todo género de bienes económicos, precisamente aquellos que el dinero
puede comprar.
El dinero es una fuente importante de felicidad porque es imprescindible para
comer, para vestirnos, para adquirir medicamentos, para estudiar o vivir en una
casa digna. Todo estos bienes son vehículos importantes para ser felices. Resulta
difícil (aunque no imposible) que un hambriento sea feliz, o que sea feliz quien
está severamente enfermo, o quien vive en la calle. Vivir en una casa digna,
comer ciertos alimentos o comprar medicinas son lujos para un tercio de la
humanidad. Pero una cosa es que estos bienes alejen el dolor y otra muy distinta
que aseguren la felicidad. 
¿Puede el dinero conducirnos a la felicidad? Desde luego, pero todo depende del
fin que le demos y con qué sentido lo ganamos. Este es el secreto: el dinero hay
que ganarlo con honestidad y con esfuerzo, gastarlo con moderación, cuidarlo
con inteligencia y compartirlo con el corazón. Fue Aristóteles quien propuso
estas cuatro fórmulas, hace más de 23 siglos.
Dicho de otra manera, ha de haber proporción entre lo que se gana, lo
que se gasta, lo que se ahorra y lo que se reparte. Encontrar las
proporciones más bellas es propio de los artistas.  Quien cuida
estas proporciones es un artista en el uso del dinero.
Si la falta de dinero para lo indispensable puede
entristecernos, poseer dinero no asegura que nos
alegremos. El dinero no llena a nadie, lo que llena es
el buen uso que le demos. En otras palabras, el fin del
dinero no es poseer el mundo, sino vincularnos
positivamente con el mundo. Sirve para estrechar vínculos personales con los
demás. Por el contrario quien no crea lazos se aísla y se envilece.
Las relaciones humanas basadas en el dinero no son relaciones profundas, sino
relaciones superficiales y de conveniencia. Estos lazos desaparecen cuando se
acaba el dinero. Los únicos lazos permanentes son los que están basados en la

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amistad, o en el amor. Cuando hay entrega de dinero por amor, también hay
sacrificio, hay desprendimiento. Los demás lo saben, lo reconocen, lo
admiran, lo aprecian.
Para mucha gente es más fácil donar su sangre que desprenderse de su dinero.
¿Por qué, entonces, se dice que hay más gozo en el dar que en el recibir? Si esto
es verdad, luego quien tiene más podrá gozar más, ya que para dar es necesario
tener. El que tiene dinero puede ganarlo lícitamente o de manera ilegítima,
puede dilapidarlo en frivolidades o gastarlo sabiamente , puede gastarlo todo o
ahorrar una parte, puede gastar todo en sí mismo o compartir algo de lo que
posee. Aristóteles propone que debe haber proporción en estas cuatro
operaciones.
Hay un vicio que consiste en ganar mal el dinero. Para algunos,
el dinero es tan importante que lo buscan por cualquier
medio, incluso pasando por encima de la ley, o de los demás.
Estas personas, dijo Aristóteles, son como las bestias.
 No distinguen que el dinero es un medio para ser feliz,
no un fin. El dinero por sí mismo jamás nos hará
felices, pero es una buena ayuda cuando lo tenemos y
sabemos cómo usarlo.
Imaginemos un joven que gasta mucho y le
gusta ostentar sus lujos y sus bienes. Lo seguirán
quienes ansíen ser como él, pero lo harán
mientras disfruten su dinero.
Un joven invitó a varios amigos a comer y para
impresionarlos eligió un restaurante muy caro. ¿De dónde
saca tanto dinero?, se preguntaban sus amigos. Al poco tiempo dos
bellas damas ocuparon una mesa cercana y el joven ordenó con ostentación dos
botellas del más caro champagne. Fue notoria su intención de que ellas se
percataran. Más tarde sus amigos calificaron la actitud del joven como
vulgar. Queriendo impresionarlos a ellos y a las damas, este joven logró el efecto
contrario.
Todos saben qué improbable es, a tan corta edad, acumular tanto dinero. ¿De
dónde le viene todo eso?, se preguntarán. Es un junior que vive de su padre y
que nada ha hecho por sí mismo, o tal vez vive de negocios turbios.

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Quien tiene dinero sin esfuerzo no puede ser admirado. Quien triunfa con
dinero mal habido será visto con desprecio. Si además ostenta vulgarmente lo
que tiene, recibirá doble rechazo.
No es lo que tenemos lo que causa admiración, sino el uso que damos a lo que
tenemos. Será digno de alabanza quien sabe ganar dinero y además gasta con
medida, en las cosas necesarias, sabiendo siempre con quién compartir lo que
tiene.
Un joven con talento para hacer dinero lícito
seguramente será admirado. Parecerá
razonable que viva con ciertos lujos,
porque el origen de su riqueza
será entendible y sus esfuerzos dignos de
imitar.
Todavía será más admirado quien, teniendo mucho,  vive
con sencillez, porque este sabe lo que vale y no cifra su valor en las cosas que
posee. Los demás reconocerán su seguridad al no exhibir las cosas que
legítimamente posee.
Pero los más altos elogios estarán reservados para el que, teniendo mucho y
siendo sencillo, además sabe compartir lo que posee. Este conoce lo que vale y
también estima bien el valor de los demás.  Su señorío sobre sí mismo causará
admiración.
Quien es un artista en el buen uso del dinero posee una virtud llamada
liberalidad. Significa que es “libre” del poder de atracción del dinero. Esta
persona renuncia a hacer dinero mañosamente; evita conservarlo todo para
sí mismo; sabe cómo gastarlo. El liberal sabe a quién dar, por qué dar, cuándo
dar y qué cantidad dar. Nunca se arrepiente por haber dado y por ello es muy
querido, pues no gasta en exceso ni en sí mismo ni para divertir a sus amigos, y
además sabe gastar en quien realmente lo necesita. 
Quien gasta o da más de lo que gana no es virtuoso. Esta persona padece un
vicio llamado prodigalidad. Parecería que al pródigo le molesta tener dinero,
pues inmediatamente siente la necesidad de gastarlo. Hay pródigos buenos, que
dan a otros hasta lo que no tienen. También hay pródigos egoístas, que todo se
lo gastan en fiestas y en excesos. Ambos están enfermos, pero finalmente se
curan porque terminan igualmente en la ruina. El pródigo noble será más

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querido y recordado que el egoísta, pero esto no le servirá de consuelo cuando
acabe en la quiebra. Ningún pródigo  sabe cómo ser feliz con el dinero. 
Quien da mucho menos de lo que gana tampoco es virtuoso. Este se llama
avaro. Hay gente que no gasta ni en ella misma. Su mezquindad hace que le
duela profundamente cada moneda que saca de su bolsillo. Esta enfermedad,
dijo Aristóteles, es incurable. Es gente ansiosa de seguridad, que teme la
pobreza. Cree que teniendo dinero enfrentará la enfermedad, el hambre y la
vejez. Olvida que su dinero será inútil contra lo inevitable y tampoco se lo
llevará a la tumba. 
El pródigo y el avaro tienen un gran
riesgo de buscar dinero en donde no
deben, el primero para gastarlo y el
segundo para atesorarlo. Ninguno de los
dos sabe ser feliz con el dinero.
El dinero compra títulos, pero no
sabiduría; compra medicinas, pero no
salud; compra comodidades, pero no paz
interior; provoca admiración o envidia,
pero no compra el amor. El dinero no compra los bienes más importantes: la
verdad, la belleza, la bondad o la felicidad. 
Pocos bienes hay tan queridos como la juventud y a esta no la compra el dinero.
Compra, eso sí, arreglos cosméticos que deforman los rostros, arrebatándoles la
dignidad de la vejez. 
Pero el dinero puede traernos un gozo especial, cuando además de servirnos
a nosotros mismos podemos ayudar a otros, en una proporción adecuada. Ser
útiles, dando un poco de felicidad a otros, son fuentes de un gozo profundo y
estrechan nuestros vínculos con los demás.
Se equivocan quienes hacen dinero de donde no conviene, derrochan lo que
tienen y, desde luego, no gastan ni dan lo que tienen. Por eso, después de saber
ganar el dinero, es importante saber cuidarlo, gastarlo y darlo.
Del dinero gozará mucho más el liberal porque está libre de la esclavitud del
dinero. Por ello Aristóteles incluyo el “dar” dentro de la fórmula para que
el dinero sí haga la felicidad.

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