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SEMINNARIO INTERMISIONAL COLOMBIANO-SAN LUIS BELTRÁN

PASTORAL FUNDAMENTAL-SEGUNDO SEMESTRE 2021


PRIMER O DE CONFIGURADORA.

Objetivo General: entender la pastoral como una disciplina teológica que conjuga al ser y
el obrar para una pertinente práctica eclesial
Objetivo específico:
1. Definir que es la teología pastoral
2. Comprender cual es el carácter científico, el valor teológico especifico y el sentido
eclesial de la teología pastoral.
3. Asumir toda acción eclesial como implicación del propio ser, fruto de una profunda
y sincera reflexión.
Justificación
Indudablemente, el empleo lingüístico de la palabra pastoral tiene una primera connotación
que es la práctica y la acción en la vida de la Iglesia, pero de la misma manera que en
nuestro lenguaje normal contraponemos el obrar el ser, en teología situamos el actuar
ecclesiae y hacemos de ambos, objeto de dos disciplinas teológica.
No existe ningún ser que no se manifieste en el obrar a la vez que lo sustenta, ni existe
ningún obrar que no sea manifestación y epifanía del mismo ser, ser y obrar, más que
oponerse, se auto implican y se auto explica.
No podemos, por tanto, hablar de pastoral olvidándonos del ser de la iglesia.
Toda acción pastoral
Temática:
1. La teología pastoral
2. Un primer;
TRATADO DE TEOLOGIA PASTORAL

I. LA TEOLOGIA PASTORAL

1. Un primer acercamiento

El empleo lingüístico de la palabra “pastoral” tiene una primera connotación que es la de la


práctica y la acción en la vida de la Iglesia. Podemos hacer una primera aproximación al
término y decir que comúnmente lo empleamos para referimos a los prácticos en la iglesia,
al trabajo que se realiza concretamente dentro de ella.
En este caso, serian campos distintos de la pastoral diferentes acciones eclesiales. Mientras
la teología dogmática eclesiológica estudiaría el ser de la Iglesia, el terreno de la teología
pastoral estaría en la acción, en la tarea que en ella se desarrolla cada día.
La mera contraposición es, al menos, simplista, porque, de hecho, no existe ningún ser que
no se manifieste en el obrar a la vez que lo sustenta, ni existe ningún obrar que no sea
manifestación y epifanía del mismo ser. Ser y Obrar, más que oponerse, se auto implica y
se auto explica
Tampoco el terreno de lo doctrinal y lo pastoral pueden darse aisladamente. Una doctrina
teológica incapaz de iluminar una práctica y que no lleve a la realización del Iglesia y
de su misión en el mundo es pura especulación que poco tiene que ver con la teología,
y una práctica pastoral que no esté asentado sobre una solidad fundamental teológica
no pasa en muchas ocasiones de ser una aventura o un mero experimento del que con
frecuencia tenemos que lamentarnos más tarde.
No podemos, por tanto, hablar de pastoral olvidándonos del ser de la Iglesia o de lo
doctrinal. Es más, no puede haber una práctica sería y consecuente que no tenga a la
reflexión como uno de los elementos componentes de su proceso. De hecho, nuestro tratado
va a situarse ahí, en esa conjunción de lo teórico con lo práctico, de la reflexión con lo
operativo, necesaria en toda acción eclesial.

2. TRES ESTRATOS EN LA PERSONA


cuando hablamos de pastoral, estamos empleando, por consiguiente, un término
plurivalente que, de alguna manera convive aclarar. En concreto, usamos la palabra en tres
estrato o niveles sucesivo que van a dar origen a distintos tratamientos.
La pastoral Fundamental:
Es un terreno previo a cada una de las acciones concretas, la iglesia puede y debe
preguntarse qué hace y de qué manera se manifiesta en la acción su propio ser.
Lógicamente, este primer nivel de comprensión de la acción pastoral está fuertemente
influenciado por la conciencia del mismo ser eclesial. Una eclesiología que no exige una
acción pastoral es, en sí misma, reductora. La eclesiología estudia el ser de la Iglesia, la
Pastoral estudia el obrar, y ambos están perfectamente tratados, hay una mutua
implicación.
Por encima y anteriormente a toda pastoral situacional, le corresponde una profundización
de la acción eclesial en si desde sus referencias básicas: la continuidad de la misión de
Jesucristo, progresiva e histórica configuración hacia el Reino y el destino de esa
acción en la Evangelización del mundo.
La pastoral especial:
Un segundo nivel que podemos encontrar en el uso del término pastoral es el que se refiere
a la acción de la iglesia en una situación determinada.
Ya no se trata de contemplar la acción en sí misma y de hacer una teoría sobre la
acción, sino del contraste entre lo que es la acción pastoral en sí y su realización
histórica en cada una de las estructura y acciones pastorales concretas.
Por ello los contenidos de la pastoral especial, son las estructuras y las acciones pastorales
tal y como hoy están presente en la Iglesia.

la pastoral aplicada:
Pasamos en ella del terreno de lo reflexivo a lo operativo, de la universalidad a la
conciencia, del pensamiento a la acción. Su campo ya no está en el interior de los estudios
teológicos, sino en la vida concreta de la Iglesia. El agente de teología pastoral es, entonces,
el responsable de hacer operativo de lo que antes ha sido reflexivo y hacer casuística lo que
ha sido universalmente tratado.

II FUNDAMENTOS BIBLICOS DE LA TEOLOGÍA PASTORAL


El termino pastoral, que hoy aplicamos comúnmente a la acción de la Iglesia, en cierra
una primera connotación que es la de la tarea pastoral, la evolución pastoral de las ideas
teológicas y pastorales ha llevado a la revisión profunda de este vocablo, su amplio y de sus
distintas dimensiones. El paso en sus contenidos de la teología pastoral y la teología
práctica, o el paso de la pastoral del ministerio ordenado a la acción de la Iglesia, es
claramente significativo de esta evolución Indudablemente una de las razones del cambio
de concepciones teológicas y pastorales que se han dado en la reciente historia ha sido la de
los estudios bíblicos. Por eso es necesario que acudamos a los fundamentos bíblicos del
término pastoral.
1. LA PASTORAL EN LA TERMINOLOGÍA BÍBLICA

La idea y la realidad del pastoreo están profundamente arraigadas en la cultura de Israel. Su


origen nómada, su alusión continua a la época peregrinante y los avatares de una historia en
la que la movilidad de sus gentes caracterizó su propio ser, hicieron que la figura de pastor
en su doble vertiente de jefe y compañero adquirieran importancia como referencia
religiosa en su comprensión de Dios y en su misma autocomprensión de pueblo.

Dios y aquellos que actúan en su nombre reciben el nombre de pastores, mientras que el
pueblo se caracteriza por ser el rebaño que sigue sus pasos por la senda de la alianza.
A. En el Antiguo testamento.
Más que definición de Dios, el nombre de pastor sirve para ilustrar la historia de Israel
desde el amor que Dios le ha tenido. El mismo acto de constitución del pueblo en el éxodo
es concebido ya en Israel desde la terminología pastoral.
La acción de sacar al pueblo de la esclavitud y su conducción por el desierto es
comprendida desde la Imagen del rebaño y de las ovejas (sal, 78, 52). Esta acción
comprende el haber escuchado sus suplicas viendo su situación (Ex. 3,7), el haberlo
liberado de la tierra de esclavitud (Dt. 5,6) y haber guiado posteriormente con bondad al
pueblo que había salvado (Ex. 15,13).

La constitución del pueblo ha convertido a Israel en propiedad personal, reino de


sacerdotes, nación santa (Ex. 19, 5-6). El cuidado de Dios con su propiedad es
continuamente expresado también en términos pastoriles: la guía continua, la protección en
cada momento, la liberación de los enemigos y la misma entrega y repartición de la tierra se
leen en esta clave (Sal. 78, 53-55). En algunas ocasiones, este cuidado está expresado en
términos de ternura (Is. 40,11).
La acción de Dios encuentra una respuesta en el pueblo que se confiesa tanto
personalmente (Sal. 23, 1-6) como colectivamente (Sal. 100,3) rebaño que llama pastor a su
Señor.

La oración que Israel le dirige también está expresada en términos pastoriles: la que
confiesa, la que suplica y la que reconoce las propias culpas. Es más, la salida de la
situación angustiosa es vista como acción de Dios pastor a quien se le pide el cuidado
nuevo y continuo. También tanto en las situaciones personales (Sal. 119, 176) como en las
colectivas (Sal. 80,2), el pecado y la reconciliación son iluminados por la relación oveja-
pastor.

Esta acción benevolente de Dios con su pueblo expresada en términos pastoriles no se agota
en un pasado del que se hace memoria, sino que ilumina un presente por el que se pide y
asegura un futuro basado en el amor mostrado en el reconocimiento de la propia historia.

El nombre de pastor es también designación para los servidores de Dios que están a la
cabeza del pueblo. Dios pastorea a su pueblo, a su rebaño, por medio de pastores elegidos
por él, para que realicen su tarea. Así, por analogía con la acción divina y como mediación
de dicha acción, el nombre de pastor es aplicado al hombre que está a la cabeza del pueblo.
Desde lo dicho, está claro que el primer pastor y el prototipo de lo que ha de ser un pastor
en Israel es Moisés (Sal. 77,21). Después de Moisés, Josué es elegido para que no quede la
comunidad como rebaño sin pastor (Núm. 27,17). Más tarde, llegado el tiempo de la
instauración de la monarquía, David es también elegido para apacentar al pueblo (2 Sam
5,2).

El pastoreo de los hombres siempre es evaluado por la fidelidad al pastoreo de Dios. En


este sentido, la Biblia siempre habla de los buenos y de los malos pastores. El prototipo, en
tiempos proféticos, del buen pastoreo es David que, siendo pastor, cambió su rebaño por el
del Señor y lo apacentó bien (Sal. 78, 70-72), mientras que la infidelidad de muchos
pastores a la tarea encomendada ha sido manifiesta en la historia de Israel.

Las más duras recriminaciones bíblicas han sido para los pastores que, en vez de dedicarse
a la tarea encomendada, se han valido de su misión en beneficio propio (Ez.34; Zac 11,4-
17). La suerte del rebaño está en parte unida a la suerte del pastor, cuya herida supone la
dispersión de las ovejas

La infidelidad de los pastores de Israel pone en cuestión el mismo pastoreo y la fidelidad de


Dios. Por eso, la reacción de Dios ante la mala gestión de los pastores infieles, es la de
ponerse así mismo al frente del rebaño (Ez. 34,10-16), anunciando nuevos tiempos para su
pueblo (Jer. 3,15; Jer. 23,3-4).

En conclusión, podemos decir que la acción salvadora de Dios para su pueblo ha sido
presentada en Israel en términos pastorales y que está acción se ha desarrollado a través de
mediaciones humanas no siempre fieles a lo encomendado. Dado que la fidelidad de Dios
está por encima de la respuesta humana, su pastoreo exige una novedad en el
comportamiento de sus pastores que exprese en radicalidad la acción de Dios.
b. En el Nuevo Testamento:

Los textos del A.T que hemos repetido sirven de marco de referencia para comprender la
autoconciencia de Jesús y para hablar de su tarea como la de ser pastor esperado.
La situación del pueblo que él encuentra es la del rebaño sin pastor (Mt. 9,36; Mc. 6,34). El
pueblo que ha sido comprendido como rebaño está en una situación que mueve a
compasión al mismo Jesús, que actúa para sacarlo de ese estado. Mas tarde, los escritos
apostólicos confesarán que, gracias a su acción, las ovejas descarriadas han vuelto al pastor
(1Pe. 2,25)
Tres afirmaciones básicas pueden resumir sus palabras en torno al tema:

El mismo se presenta como el Buen Pastor anunciado por los profetas para la época
mesiánica.

La terminología jónica del buen pastor está adornada de imágenes y de ideas que lo
ilustran: la única puerta del redil a diferencia de otros que han venido antes, el que conoce y
es conocido, el que camina delante de su rebaño y hace posible el seguimiento, el que hace
vivir y sobre todo el que da la vida por su rebaño (Jn. 10, 1-18). Las palabras puestas en la
boca de Jesús son la contraposición clara a la recriminación de Ezequiel para los pastores
infieles.
Junto a la proclamación de Jesús como buen pastor, se introduce la novedad del
universalismo para su rebaño.

Las ovejas que nos son del redil judío también le pertenecen y van a ser agregadas al
rebaño que él conduce para que haya un solo rebaño y un solo pastor (Jn. 10,16). La fe
posterior en Jesús como el Cristo lo ha confesado como el gran pastor de las ovejas (Hb.
13,20)

Eligió y llamó pastores:

Aunque es verdad que la terminología pastoril no es abundante a la hora de denominar a los


discípulos, si es cierto que la elección en libertad de los que quiso para que le acompañaran
y para enviarlos (Mc. 3,1-19) y la permanencia de este grupo a su lado durante su vida está
remarcada en los Evangelios hasta que, después de la Pascua, son enviados a continuar su
obra contando con su nueva presencia (Mt 28,18-20). La misión de Cristo comprendida
como la del pastor ha sido encomendada a los que vivieron con él.
En resumen: una de las claves de la autoconciencia de Jesús está en la misión del pastor
anunciado y esperado por el A.T cuya tarea es la de la fidelidad al Padre para hacer posible
su obra, para ser auténtico mediador. Por eso, la acción de Jesús ha sido llamada acción
pastoral y la acción posterior de su Iglesia ha llevado el mismo nombre, de la misma
manera que han sido llamados pastores aquellos que la sustentan.
2. LAS DIRECCIONES DE LA ACCIÓN DE JESÚS:

El repaso por los textos bíblicos nos ha llevado a la comprensión de la tarea de Jesús como
acción pastoral por la conciencia que él mismo tenía de ser el pastor esperado que hace
posible el pastoreo de Dios sobre su pueblo. Detengámonos ahora brevemente en las
direcciones de la acción de Jesús para encontrar en ellas el origen de la misma acción de la
Iglesia y de sus pastores:
a. La relación con el Padre:

Jesús no se presenta como absoluto y último, sino que hace referencia siempre a alguien
que es más que él, al Padre. La autoridad de su palabra, la libertad ante la ley y la tradición
y la fuerza de sus obras son interpretadas por el mismo desde su origen relacional que la
convierte en revelación del Padre.

Esta revelación no le convierte en el teórico de Dios que define sus cualidades y


propiedades, sino en su enviado que pone en práctica el mismo comportamiento del mismo
Dios ante el mundo. “Jesús no dio lecciones sobre Dios, sino que lo puso en juego: hizo de
su vida una exégesis o una narración de Dios”.

La principal manifestación de esta referencia última de su vida está en la práctica de la


oración. Desde ella Jesús concibe su ser y su tarea, desde ella encuentra sentido a los
acontecimientos centrales de su vida:
está presente en el origen de su vida pública (Mt. 4,1-11; Mc. 1,12-13; Lc. 4,1-13), en la
elección de los apóstoles (Lc. 6,12), en la resurrección de Lázaro (Jn. 11,41-42), antes de
la subida a Jerusalén (Mt.17,1-13; Mc. 9,1-13), en la cena (Jn. 17, 1-26), antes de ser
entregado (Mt. 26,36-56; Mc 14,32-40; Lc. 22,39-53) en el final de su vida (Mt. 27,46).

La relación es tal que el Dios a quien nadie ha visto nunca, por él se nos ha dado a conocer
(Jn. 1,18), quien lo ha visto a él ha visto al Padre (Jn. 12,44-45). Su mensaje está centrado
en Dios y procede de Dios. Sus obras son la manifestación de cómo Dios actúa. Su
confianza en él está por encima incluso de su fracaso histórico.

La acción de Jesús en su relación al Padre se traduce en fidelidad mutua. Para él, su


alimento ha consistido en hacer su voluntad (Jn. 4,34). A su plan es fiel hasta la muerte. El
Padre le es fiel últimamente y lo resucita de entre los muertos, lo sienta a su derecha y
derrama su Espíritu sobre los suyos. El misterio pascual autentifica esta relación
convirtiendo a Jesús en único camino de acceso a Dios.
b. La proclamación del Reino:

El centro de la misión de Jesús se encuentra en el Reino de Dios. Él ha venido para


proclamar que está cerca. No encontramos una clarificación intelectual de lo que es el
Reino, pero si podemos decir que es central en su vida porque a él se refieren sus palabras,
sus obras son señal de que ha venido y su misma existencia es la manifestación.
El Reino entra en la historia transformando su realidad desde las mismas obras de Jesús. El
Reino de Dios como verdad se manifiesta últimamente en el misterio pascual de Jesucristo.
La acción gratuita de Dios ha ido más allá de la historia de los hombres y ha confirmado la
pretensión de Jesús como realidad.

Enciclopedia Católica: “El Reino de Dios significa, por tanto, el reinado de Dios en
nuestros corazones; significa esos principios que nos separan del reino del mundo y del
demonio; significa la benigna difusión de la gracia; significa la Iglesia como institución
divina donde podemos tener la seguridad de adquirir el espíritu de Cristo y poder así
alcanzar ese Reino de Dios en los últimos tiempos donde Él reina sin fin”.
c. El grupo de los doce:

La acción de Jesús y su tarea no pueden ser comprendidas al margen de la libre elección de


los doce para que vivieran con él y para enviarlos a la tarea del Reino. Ellos participan de
su intimidad y comparten el significado de su vida.

Una doble razón justifica su elección y su papel relevante en la vida de Jesús: por una parte,
su necesidad de asociar a otros a su misión y la multiplicación de su anuncio; por otra parte,
la significación del nuevo pueblo que comenzaba con la llegada del Reino.

El misterio pascual convierte a los doce en apóstoles y en primera Iglesia. Los discípulos
reciben el mandato de enseñar, bautizar y gobernar por parte del Señor resucitado y el
Espíritu de Pentecostés transforma su realidad desde la nueva presencia de Jesucristo que
les hace compartir su misión y comenzar la acción pastoral de la Iglesia.

III. HISTORIA DE LA TEOLOGIA PASTORAL

La pastoral como disciplina teológica tiene una historia reducida. Podemos decir que su
historia académica y su desarrollo están unidos a la moderna concepción eclesiológica y,
como tales, no tienen más de dos siglos de existencia.
En estos dos siglos, las ideas eclesiológicas han influido poderosamente en las
concepciones pastorales, a la vez que la misma vida eclesial ha ido planteando cuestiones
eclesiológicas y urgiendo soluciones de tipo teórico que han iluminado después la práctica
eclesial.

1. EL NACIMIENTO Y EL PRIMER DESARROLLO

La teología pastoral nació como ciencia teológica autónoma en Europa en 1774, mediante
un decreto de la emperatriz María Teresa de Austria (1740-1780), con el fin de reformar los
estudios eclesiásticos, excesivamente teóricos y escasamente pastorales que frecuentaban
los futuros sacerdotes, y es por ello que confía al benedictino Rautenstrauch (1734-1785) la
reforma de los estudios teológicos.
En su Proyecto, Rautenstrauch, define la Teología pastoral como "la enseñanza sistemática
de los deberes del ministerio pastoral", sobre el presupuesto de la "cura de almas“ (Cargo
que tiene el párroco de cuidar, instruir y administrar los sacramentos a sus feligreses).

Tres años después de ser nombrado director de la Facultad teológica de Viena,


Rsutenstrauch instituye su "Curso Práctico" donde recoge los tres deberes de los pastores:
la enseñanza, la administración de los sacramentos y la edificación de los fieles (sobre todo
con el ejemplo del pastor).

El periodo que aquí comienza suele considerarse como un periodo "aplicativo" de la


Teología Pastoral, en cuanto que su finalidad se inserta en la idea de "cómo la teoría de la
teología debe aplicarse en modo concreto y útil a la práctica de la vida humana".

Se pone en conexión a la teología con la sociedad, con la situación concreta de la Iglesia.


La teología no es entendida al margen de la vida, sino que concluye iluminando su realidad
y siendo origen de la acción de la Iglesia en ella.
A finales del XVIII y comienzos del XIX la disciplina recibe una impronta bíblica e
histórico-salvífica principalmente con Sailer (obispo de Ratisbona) (1751-1832) precedente
de la línea que seguirá la Facultad católica de Tubinga en cuanto a la valoración de la
historia se refiere. Muchos le consideran el padre de la Teología pastoral en el ámbito
católico.

Su principio teológico fundamental es: "Dios en Cristo, salvación del mundo". Le asigna
como objetivo la formación de los sacerdotes para que fomenten la relación personal de los
fieles con Dios en Cristo. Esta línea va a mantenerse en adelante, no sólo mientras la
disciplina se centre en el pastor, sino también después, cuando "descubra" que la acción es
de la Iglesia entera: el pastor seguirá teniendo su propia misión. La cuestión estará entonces
en cómo se relaciona su misión con la de los otros cristianos.

Con Graf, (1814-1867) profesor de la Facultad católica de Tubinga, la disciplina alcanza su


marco eclesiológico. Para él la Teología práctica, no existe porque la teología tenga un
interés práctico, sino porque la Iglesia es una realidad que se edifica a sí misma.
Se le reconoce a Graf el mérito de haber comprendido la Teología pastoral en el contexto
de la misión de toda la Iglesia, evitando la visión reducida de algunos de sus antecesores, y
situándose en la línea de los predecesores del Vaticano II.

Treinta años después del fallecimiento de Graf, nace uno de sus discípulos intelectuales
Arnol (1898-1969) que fue también profesor de Tubinga; él realiza una importante
contribución a la Teología pastoral. Afirma que siendo la Iglesia la total congregación de
todos los bautizados, ella misma es, ante todo, el sujeto responsable de la actividad eclesial.
A partir de ahí, "todos son llamados, aunque no exactamente del mismo modo, al servicio
de la Palabra y de la fe, a la realización del Sacramento y de la liturgia".

Esta actividad es la que estudia la Teología pastoral, a la que define como "teología de la
acción eclesial". Arnold se fundamenta en la doctrina dogmática de Cristo, Dios y hombre,
cuya mediación se extiende mediante la Iglesia a través del tiempo.
Se sitúa la misión del pastor en una concepción eclesiológica al servicio de la revelación.
Situar la teología pastoral y la acción de la Iglesia dentro de unas coordenadas cristológicas,
eclesiológicas y salvíficas supone un verdadero avance. Buscar la identidad del pastor en la
obra de Cristo que la Iglesia continúa, supone una verdadera renovación.

2. LA RENOVACIÓN ECLESIOLÓGICA Y SUS REPERCUSIONES


PASTORALES TEÓRICAS

El periodo entre las dos guerras (periodo histórico del siglo XX que va desde 1918 a 1939)
que tantos frutos tuvo en eclesiología, impone una profunda reflexión a la pastoral. Este
periodo con sus repercusiones posteriores es de una extraordinaria fecundidad y
renovación.

Había cambiado la situación social de un mundo en el que la Iglesia tiene que ejercer su
misión. Ante esa situación la acción de la Iglesia no podía ser la misma, ni la figura del
pastor y de las estructuras pastorales podía permanecer inmóvil.
Había cambiado la misma conciencia que la Iglesia tiene de sí misma y de su misión desde
unos nuevos planteamientos eclesiológicos. Habían surgido nuevas realidades en la Iglesia
que impulsaban a la renovación.

La teología pastoral, desde esta situación, cambia radicalmente su mismo método de


tratamiento de las realidades eclesiales. Para ello:

a. Entra en contacto con la realidad social del mundo haciendo de su misión algo más
efectivo y más real, planteándose seriamente la incidencia de la Iglesia sobre la sociedad
concreta con la que vive.

b. Abandona los intentos sistemáticos de hacer teología pastoral de los manuales y afronta
problemas puntuales desde las revistas de pastoral, con lo que se agiliza la reflexión.

c. Se crean los institutos de pastoral como ayuda eficaz a quienes se dedican directamente a
las actividades pastorales, especializándolos en las distintas áreas.
La época situada entre las dos guerras mundiales fue de gran creatividad eclesiológica. La
eclesiología renovada del siglo XIX que dormía en el olvido, la nueva visión de las
encíclicas eclesiales de León XIII y los movimientos renovados de comienzos del siglo,
propician un despertar eclesiológico fecundo que gira en torno al concepto de Iglesia como
cuerpo místico de Cristo.

Su objetivo es la edificación del cuerpo de Cristo, tarea que rompe el individualismo


anterior para construir una acción pastoral de tipo comunitario.

Pasamos así de un trabajo pastoral centrado en la cura de almas a una tarea caracterizada
por la guía de la comunidad. Esta comunidad eclesial tiene su mejor expresión en la vida y
en la estructura parroquial.

Siendo ahora el objeto de la teología pastoral la construcción del cuerpo místico y no la


tarea de los pastores, favorece la inclusión en la teología pastoral del apostolado de los
laicos.
La acción de Dios es prioritaria y la humana está a su servicio, pero su conjunción hace
posible el naturalismo pastoral, que concede a la actividad de la Iglesia el protagonismo y la
capacidad de dar la fe y el amor.

Es justamente en el encuentro de lo divino con lo humano, como en el caso de la ontología


de Cristo, donde la Iglesia encuentra la raíz de una teología pastoral en totalidad y no
reductora.

La interioridad en el ser y en el obrar triunfa claramente sobre una concepción meramente


externa y juridicista. El haber centrado a Cristo en la capitalidad de la Iglesia ha traído
como consecuencia una valoración de todos los miembros de la Iglesia.

La tarea de la jerarquía es ahora valorada como tarea de unos miembros, pero ello no
impide que el resto de los miembros de la Iglesia sean contemplados en su acción dentro de
una sana concepción de las distribuciones de los carismas y ministerios.

Gracias a esta revaloración de la tarea de todo el pueblo de Dios, la teología pastoral


comienza a ver como sujeto de toda la acción pastoral de la Iglesia a todos los bautizados,
rompiendo así un clericalismo presente desde el nacimiento de la teología pastoral.
3. LA RENOVACIÓN ECLESIOLÓGICA Y SUS REPERCUSIONES
PASTORALES PRÁCTICAS

La renovación eclesiológica y pastoral propiciada por el concepto de Cuerpo místico no


duró muchos años. En el campo teórico tenemos que hablar de la eclesiología del pueblo de
Dios, de la eclesiología de comunión o de la eclesiología del sacramento universal de
salvación para captar sus consecuencias reflexivas y en pastoral tenemos que hablar de la
pastoral de conjunto para apreciar sus repercusiones en el campo de la acción eclesial.
El análisis de una realidad descristianizada, el análisis de insuficiencia y de ineficacia de las
estructuras y prácticas pastorales existentes y el análisis de la poca incidencia misionera de
la vida cristiana en los ambientes donde se desarrollaba hacen que surja un planteamiento
pastoral nuevo al servicio de la eficacia de la acción en la Iglesia. Surgen entonces, junto a
la reflexión pastoral, estructuras y técnicas pastorales nuevas para dar respuesta
evangelizadora a la acción de la Iglesia.
Si la Iglesia está constituida por la misión, tiene que romper una tradición que basa la
acción eclesial solamente en el culto, tiene que hacer planteamientos de diálogo, tiene que
aprender del mundo la eficacia en sus planteamientos, tiene que comprender la importancia
que sobre los individuos ejercen los grupos sociales, tiene que abrir sus fronteras y reavivar
sus fuerzas misioneras.

En una palabra, la relación y el diálogo de la Iglesia con el mundo debe estar en la fuente
misma de la acción pastoral. La nueva estructura social está exigiendo que la Iglesia no se
anquilose en sus estructuras y cree estructuras nuevas de cara a la misión.

El camino de descubrimiento de la pastoral de conjunto incluyó los siguientes pasos:

A. El descubrimiento y el estudio de la situación de la sociedad.


B. El descubrimiento de la necesidad de conjugar en la Iglesia los distintos medios y
agentes para su misión desde un planteamiento pastoral y una programación común.
C. El descubrimiento de la Iglesia diocesana como unidad pastoral, respondiendo a la
unidad teológica, y como centro de conjunción y programación de la acción pastoral
eclesial.

IV. LA CONSTITUCIÓN PASTORAL DEL VATICANO II

A lo largo del recorrido histórico que hemos desarrollado en el capítulo precedente, siempre
hemos encontrado una diversidad de enfoques del problema eclesiológico y, como
consecuencia, del problema pastoral; pero podemos considerar al vaticano II como el final
de un desarrollo eclesiológico que se ha mostrado en diversas tendencias y corrientes.

Concilio vaticano II (1962-1965) convocado por Juan XXIII, quien lo anunció desde 1959.
Tuvo cuatro sesiones, la primera de las cuales presidió, en el otoño de 1962. Fallece el 3 de
junio de 1963 y las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su sucesor, el
Pontífice Pablo VI.

El Concilio fue un gran medio para que la renovación teológica que venía fraguándose
desde comienzos del siglo, y muy especialmente desde el periodo de entreguerras, llegara a
hacerse doctrina general.
Se presenta como una respuesta de la Iglesia a las urgencias de la humanidad de su tiempo.
Es de verdad la caja de resonancia de los grandes problemas e inquietudes del hombre
actual.

El Vaticano II fue un concilio netamente pastoral, que se esforzó desde un principio por
presentar al hombre de hoy una faz nueva, renovada de la Iglesia, que la haga más atractiva
a los hombres de hoy. Ha señalado la vitalidad de la Iglesia y su deseo de encarnarse cada
vez más en el hombre de cada tiempo.

Gaudium et Spes

Fue votada el 7 de diciembre de 1965. Por ser el último documento votado, su paso por el
aula conciliar fue demasiado rápido, y la corrección, traducción e incorporación de las
distintas enmiendas se realizó con un ritmo vertiginoso de trabajo.
El texto de la Constitución está, lógicamente, muy unido al momento histórico en el que fue
escrito. Muchas veces se ha hablado del optimismo que refleja ante la situación del mundo
y del progreso. Quizá era entonces uno de los signos de los tiempos que hoy ya no puede
ser leído de la misma manera.

Su postura radical es la de comprender la historia humana como señal reveladora de Dios y


a la vez campo donde la visión de Dios transforma las realidades desde la esperanza del
Reino.

El método de esta constitución está basado en estas ideas:

1. Los miembros de la Iglesia coinciden con los hombres de nuestros días y de cada época
en la vivencia de la misma experiencia humana. Quien pertenece a la Iglesia no se aleja por
ello de una experiencia de vida con los hombres, a su lado, y compartiendo el mundo.

2. Los miembros de la Iglesia, al lado de los hombres, tienen una identidad creyente,
procedente de Cristo y en dirección al Reino, que les hace vivir en el mundo de una manera
determinada.
Esa identidad creyente la han recibido para la misión, para ofrecerla a los hombres con
quienes conviven como posibilidad de salvación para ellos y para el mundo.

El vivir con los hombres y el tener una misión hacia ellos hace que la Iglesia tenga una
postura de apertura y de amor hacia todo lo humano y hacia la humanidad misma.

El método conciliar va a partir de la situación fenomenológica para llegar, inductivamente,


a la revelación y a su centro que es Cristo. Es Cristo en quien termina la reflexión de cada
parte de la constitución, es también el origen de la postura de la Iglesia que, continuando en
el mundo su misma obra, quiere llevar la salvación a las distintas situaciones humanas y a
la totalidad del hombre.

Es desde el mismo Cristo, cuya obra continua la Iglesia, desde donde es válido el
tratamiento de temas típicamente humanos y la metodología concreta optada por el
Concilio. Cristo es el centro en torno al que gira toda la Constitución pastoral, tanto en su
temática como en su construcción.
Estructura:
Proemio
Exposición preliminar: Condición del hombre en el mundo moderno.

I. LA IGLESIA Y LA VOCACION DEL HOMBRE


Esta primera parte se caracteriza por un fuerte cristo-centrismo.
Capítulo 1: La dignidad de la persona humana
Capítulo 2: La comunidad de hombres
Capítulo 3: Sentido de la actividad humana en el mundo
Capítulo 4: Función de la Iglesia en el mundo actual

II. ALGUNOS PROBLEMAS MAS URGENTES


En esta segunda parte pasa a analizar concretamente problemas urgentes de la humanidad.
Capítulo 1: Protección de la dignidad del matrimonio y de la familia
Capítulo 2: Promoción del progreso cultural
Capítulo 3: La vida económico social
Capítulo 4: La vida de la comunidad política
Capítulo 5: El fomento de la paz y la promoción de la comunidad de los pueblos.
CONCLUSIÓN

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