El amor al otro se sustenta digamos en la capacidad de ver que su material, débil, poca cosa, está animada por un soplo, una fuerza de vida, que suscita en esa realidad un dinamismo que le mueve a uno mismo, que crea orden en el desorden de la propia existencia. Ese amor enraizado en la debilidad, contando con ella, pero superándola, percibiendo el horizonte al que apunta es el amor fiel, aquel que entiende que hay vida en quien se ama y que esa vida se traspasa al otro. Los subjetivo del planteamiento puede digamos favorecer el ahondamiento de la reflexión en cuatro momentos: Primer momento es que Pablo no puede liberarse del paradigma social y lanzarse a un cristianismo marginal y audaz. Las situaciones que la carta recoge en las que se evidencian las debilidades de las comunidades corintias son incierta medidas fuertes, pero su amor a la comunidad le hace ser mirado. Segundo momento: el ideal de la comunidad no es otra que una buena relación en creciente amor, en cohesión profunda, en vivencias unificadas, en el corazón que laten en ritmos acordados, por eso la comunidad no es la base, sino que es un grupo de personas que han descubierto las posibilidades del amor, el amor humano comunitario es la prueba de que Dios ve en el hombre la madurez y creyente, por eso la fe y la esperanza no están por encima de lo más valioso que es el amor; Tercer momento está la ayuda de calado, esto hace referencia a la fraterna comida de la comunidad, que es la Eucaristía, cuando ésta va empareja a la justicia, por eso el que mientras hallan bandos, el que los ricos, humillen a los pobres esto permite que obstáculos definitivamente la celebración de la cena del señor por tal motivo mientras estos persistan pues de nada servirá; Momento cuarto: la comunidad de corinto se enmarca en problemas cotidianos, es una comunidad que se pregunta por el horizonte. La resurrección es un dinamismo, un amparo, es “la certeza del acompañamiento definitivo de Jesús a la existencia humanan y este dinamismo constituye el horizonte de la comunidad, es decir que la verdadera resurrección de Jesús se verifica en la de la persona. Las raíces del hecho comunitario y las personales están entrelazadas. De ahí que los escritos de Pablo, 1 Cor en concreto, contengan sugerencias, más o menos explícitas, en orden a construir una estructura personal que posibilite el cultivo de la vida comunitaria. Muchos de los obstáculos como de las posibilidades de lo comunitario anidan en los recovecos de la interioridad más personal. Hay que valorar, sin duda, lo que se ha hecho la música y en la arquitectura barroca, que son un monumento a la presencial real de Cristo en los signos eucarísticos. Esto habría de ir; llevan a una redefinición de la catolicidad. Quizá para ellos, y como primer paso, haya que incorporar a la dogmática, como una de las notas que definen a la Iglesia, la opción por los pobres. Iglesia habría de ser profecía de ese nuevo orden estableciendo unas normas de juego alternativas, provocativas, en la clara dirección del mundo de las pobrezas. Esos serán los caminos de la nueva catolicidad.