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La religiosidad miriense bebe tanto de sus espirituales raíces élficas como de las
más supersticiosas creencias humanas. Está marcada también por su duro entorno y
durante el último siglo, por la guerra que azota el Bosque de Ámbar. Tiene como fin
asegurar la supervivencia de su cultura, logrando mediante la adoración el apoyo de
sus dioses. Mantener a los dioses satisfechos y de su lado garantiza, según estas
creencias, la prosperidad de la nación, de sus gentes y la victoria ante sus
enemigos. Por ello es considerada un asunto de estado, aunque el largo
estancamiento de la guerra ha erosionado la fe de muchos mirienses en su religión
tradicional, facilitando la penetración de otros cultos y filosofías.
La religión druídica de los orcos del Bosque de Ámbar impregna toda la vida de
estos humanoides, otorgando un estatus cuasi-ritual a cuestiones que en otros
pueblos son triviales. Conciben Voldor como un enorme espíritu con su propia
identidad al que llamar Grokka, conformado por incontables entidades menores que
están presentes en los animales, los fenómenos naturales, la geografía y en los
seres humanoides siendo esencialmente una representación de la Madre Abundante. Los
druidas contactan con los espíritus mediantes rituales, sacrificios y el consumo de
psicotrópicos, interpretando su voluntad de las más distintas fuentes del mundo
natural. Por ello su religión permea todos los aspectos de la vida de los orcos,
desde el nacimiento hasta la caza o relaciones con sus semejantes. Obrar de otro
modo atentaría contra el gran espíritu y el mundo espiritual.
Los dioses de Khoumhazar son los dioses de todos los enanos, pues estos llegan, al
igual que los soldados enanos, de todas partes de Kiralizor y las Gunambal. Además,
una vez allí, son defendidos con orgullo y testarudez, vistos como un símbolo de
pertenencia para diferenciarse del resto de los enanos. La gran mayoría de los
enanos adoran a una tetrarquía de dioses formada por Ankaraz (Arastu), Dekaeler,
Karilim (La Guardiana) y Kathix (Praxis), aunque la jerarquía entre ellos varía
según el lugar. Los cuatro son considerados deidades propias del pueblo enano,
aunque Dekaeler es adorado bajo ese nombre en muchos otros pueblos. Cada enano
suele consagrarse a uno de los miembros de esta tetrarquía como dios patrón, a
quien ofrecen sus victorias y a cuyos templos acuden, pero no dudan en acudir a los
otros tres dioses en situaciones relacionadas con sus dominios. Por ejemplo, un
artesano entregado a Arastu no dudará en encomendarse a Karilim antes de un
juicio, o pedir ayuda a Dekaeler si se ve envuelto en una batalla.
Debido a sus años como siervos de Los Peregrinos, los indeverei más ancianos son
reticentes a adorar a dios alguno, pues lo consideran un engaño más propio de las
razas esclavas, pese a las muestras de poder de algunos de ellos. El único culto
oficial que existe en su sociedad es el culto a Ahuraz, llamado Elethae, heredado
de sus hermanos Banjora y centrado en su aspecto de deidad solar. Entre los más
jóvenes de Indever, el espíritu de la naturaleza ha calado a fondo son muchos los
que han comenzado a adorar a La Madre Abundante, a la que llaman Miskanel, que en
su lengua significa «Buena-hija-del-sol». Y es que, para los indeverei, Miskanel es
la hija de Elethae que transforma la luz solar de su padre en la vida libre que
cubre el Bosque de Ámbar y la protege del olvido.