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Alessandro Roncaglia
25 Éstas son las primeras líneas de La riqueza de las naciones (Smith, 1776, p. 10; p. 3,
trad. cast.): «El trabajo anual de cada nación es el fondo que en principio la provee de todas
las cosas necesarias y convenientes para la vida, y que anualmente consume el país. Dicho
fondo se integra siempre, o con el producto inmediato del trabajo, o con lo que mediante
dicho producto se compra de otras naciones. De acuerdo con ello, como este producto o lo
que con él se adquiere, guarda una proporción mayor o menor con el número de quienes lo
consumen, la nación estará mejor o peor surtida de las cosas necesarias y convenientes ape-
tecidas». De hecho, la visión de Smith es más amplia: en una sociedad civilizada cuentan la
riqueza material, la libertad, la dignidad individual y las reglas (leyes y normas morales)
compartidas. Una economía floreciente es importante tanto por sí misma cuanto como
requisito previo para el desarrollo de las letras y las artes, y por la función civilizadora que
se atribuye al comercio (la tesis del doux commerce antes mencionada, § 4.1).
La riqueza de las naciones 179
26 La voz Épingle (escrita por Alexandre Deleyre, conocido como traductor de Fran-
cis Bacon) se incluyó en el quinto volumen (1755) de la Encyclopédie, publicada entre 1751
y 1772, y fue mencionada (con referencia errónea a la aguja, aiguille) en el manifiesto pro-
gramático de la obra, el Discours préliminaire de d’Alembert (1751, p. 141). Sin embargo,
la importancia de la división del trabajo ya había sido reconocida por los escritores griegos
(cf. más arriba § 2.2) y, en época más próxima a Smith, por autores como William Petty,
que utiliza como ejemplos la fabricación de vestidos, barcos y relojes (Petty, 1690, pp. 260-
261, y 1899 [1682], p. 473), y el anónimo autor de las Considerations on the East India
trade [Consideraciones sobre el comercio de las Indias Orientales], que utiliza los mismos
ejemplos (Anónimo, 1701, pp. 590-592). El ejemplo de los alfileres le podría haber pare-
cido sugestivo a Smith a causa de la posibilidad, para él y para los lectores que hubiera entre
sus conciudadanos, de una comparación directa con las condiciones en las que los mari-
neros escoceses producían los clavos para sus barcos, como parte subsidiaria de sus activi-
dades de pesca y contrabando (con el resultado de una baja productividad y de una mala
calidad del producto). El ejemplo de la aguja fue utilizado por un autor musulmán medie-
val, Algazel (1058-1111): cf. Hosseini (1998), p. 673.
180 Adam Smith
31 «Los salarios del trabajo dependen generalmente, por doquier, del contrato concer-
tado por lo común entre estas dos partes, y cuyos intereses difícilmente coinciden. El ope-
rario desea sacar lo más posible, y los patronos dar lo menos que puedan. Los obreros están
siempre dispuestos a concertarse para elevar los salarios, y los patronos, para rebajarlos.
Sin embargo, no es difícil de prever cuál de las dos partes saldrá gananciosa en la
disputa, en la mayor parte de los casos, y podrá forzar a la otra a contentarse con sus térmi-
nos. Los patronos, siendo menos en número, se pueden poner de acuerdo más fácilmente,
además de que las leyes autorizan sus asociaciones o, por lo menos, no las prohíben, mien-
tras que, en el caso de los trabajadores, las desautorizan. No encontramos leyes del Parla-
mento que prohíban los acuerdos para rebajar el precio de la obra; pero sí muchas que pro-
híben esas estipulaciones para elevarlo. En disputas de esa índole los patronos pueden resistir
mucho más tiempo. […] A largo plazo, tanto el trabajador como el patrono se necesitan
mutuamente; pero con distinta urgencia». (Smith, 1776, pp. 83-84; p. 65, trad. cast.)
Debe observarse que Smith sostiene la tesis de que el salario tiende al mínimo de
subsistencia (para el consumo necesario del trabajador y de su familia) con argumentos de
tipo histórico-institucional; cambios como la legalización de los sindicatos y el derecho a
la huelga modifican la situación y hacen posible que los salarios suban, incluso mucho, por
encima del nivel de subsistencia, pero no restan validez al enfoque smithiano de la distri-
bución, visto como un problema de poder relativo de negociación. Lo mismo puede decir-
se de la «ley de bronce de los salarios», basada en el principio maltusiano de la población,
que se tratará más adelante (§ 6.2).
La riqueza de las naciones 183
32 Cf. Smith (1776), pp. 264-267; pp. 239-241, trad. cast. Esto no significa que la
actitud de Smith sea favorable a los terratenientes: ellos «desean cosechar donde nunca
sembraron» (ibíd., p. 67; p. 49, trad. cast.), y la renta «es naturalmente un precio de mono-
polio» (ibíd., p. 161; p. 141, trad. cast.). Pero la actitud hacia «aquellos que viven de los
beneficios» es incluso más severa; no sólo su interés se opone al desarrollo económico, sino
que también estriba en «restringir la competencia» (ibíd., p. 267; p. 241, trad. cast.: cf. el
pasaje que se cita más adelante, en nota 63).
184 Adam Smith
33 Para las tres definiciones, cf. Smith (1776), pp. 330-331, 332 y 332-333 (pp. 299-
300, 300-301 y 301-302, trad. cast.), respectivamente. Habría que destacar que a causa de
esta noción de trabajo productivo, la noción de renta nacional de Smith (Y en las ecuacio-
nes anteriores) es más restrictiva que la definición corriente de renta en la moderna conta-
bilidad nacional. Se acercaba más a Smith (a causa de la adopción por Marx de una varian-
te del concepto smithiano de trabajo productivo) la noción de renta nacional adoptada hasta
hace poco en la contabilidad nacional de los países comunistas.
34 Efectivamente, cuando un capitalista contrata a un trabajador, podemos decir que
el gasto en salarios procede de su capital si el trabajador es un trabajador productivo, mien-
tras que procede de su renta si el trabajador es improductivo: la distinción depende de lo
que haga el trabajador, no en el hecho de que el salario venga de una cuenta bancaria espe-
cífica o de otra. (De manera semejante, la adquisición de un coche por parte del empresa-
rio puede clasificarse actualmente como una inversión o como un gasto en consumo, según
el uso que se haga del coche.)
La riqueza de las naciones 185
Sinteticemos los puntos tratados hasta ahora. Hemos visto que, según
Smith, la riqueza de las naciones, interpretada como la renta per cápita de
los ciudadanos de un país (Y/N), depende de dos factores: la productivi-
dad de los trabajadores empleados en la producción de mercancías (traba-
jadores productivos), π, y la proporción de trabajadores productivos sobre
la población total, L/N.
Recordemos que la productividad del trabajo depende del estadio
alcanzado en el proceso de creciente división del trabajo, la cual, a su vez,
depende de la renta de los consumidores (esto es, de Y/N) y de las políti-
cas más o menos librecambistas adoptadas por las autoridades públicas,
además de las mejoras del transporte.
Al mismo tiempo, la proporción de trabajadores productivos sobre
el total de la población, L/N, depende del estadio alcanzado en el pro-
ceso de acumulación, a saber, del volumen de medios de producción
disponibles para dar trabajo a nuevos trabajadores productivos, de los
elementos institucionales y de las costumbres, como las leyes sobre la
educación primaria pública para todos, o sobre el trabajo infantil, o las
costumbres relacionadas con las actitudes de las mujeres ante el traba-
jo en una fábrica. A su vez, tales factores institucionales y consuetudi-
narios están influidos por las elecciones políticas de las autoridades
públicas.
Utilizando flechas para indicar las relaciones de causa a efecto,
podemos representar el complejo de relaciones como se hace en la figu-
ra 5.1. Como podemos ver a partir del esquema, la adopción de políti-
cas encaminadas a eliminar los obstáculos al librecambio y a favorecer la
expansión de los mercados puede poner en movimiento una «espiral vir-
tuosa»: la expansión de los mercados favorece una creciente división del
trabajo, y con ella un aumento de la productividad, que a su vez origina
un aumento de la renta per cápita y, en consecuencia, una nueva expan-
sión de los mercados. Al mismo tiempo, estas políticas y otras semejan-
tes favorecen un aumento de la renta per cápita, gracias a su acción a
favor de un aumento en la proporción de trabajadores productivos sobre
el total de la población. Estos mecanismos dinámicos, de tipo acumula-
tivo, constituyen la esencia de la teoría smithiana de la riqueza de las
naciones.
Valor y precios 187
Acumulación
Factores
L/N institucionales
y costumbres
División
Y/N π del trabajo
Dimensión de
los mercados
Mejoras en
transporte y
comunicaciones Políticas
económicas
FIGURA 5.1
sino un pequeño valor en uso, o ninguno. No hay nada más útil que el agua,
pero con ella apenas se puede comprar cosa alguna ni recibir nada a cambio.
Por el contrario, el diamante apenas tiene valor en uso, pero generalmente se
puede adquirir, a cambio de él, una gran cantidad de otros bienes.37
37 Smith (1776), pp. 44-45; p. 30, trad. cast. La paradoja del agua y los diamantes
constituye un lugar común en la literatura económica. Galiani, por ejemplo, se refiere a
ella para destacar el papel de la escasez, junto con el de la utilidad, en la determinación de
los valores de cambio (cf. más arriba § 4.8).
38 Para Smith, como para muchos otros autores antes de la «revolución marginalis-
ta», la utilidad tiene un sentido objetivo, como la capacidad de un bien para satisfacer algu-
na necesidad, no en el sentido de valoración subjetiva por parte de uno o más individuos.
Recordemos que estos dos aspectos ya habían sido distinguidos —como virtuositas y com-
placibilitas— por Bernardino de Siena y Antonino de Florencia a principios del siglo XV:
cf. más arriba § 2.5.
39 La idea de una relación entre el valor de uso y el valor de cambio ya estaba pre-
sente en autores anteriores y en la época de Smith. Cf. más arriba § 10.2.
Valor y precios 189
Todo hombre es rico o pobre según el grado en que pueda gozar de las
cosas necesarias, convenientes y gratas de la vida. Pero una vez establecida la
división del trabajo, es sólo una parte muy pequeña de las mismas la que se
puede procurar con el esfuerzo personal. La mayor parte de ellas se consegui-
rán mediante el trabajo de otras personas, y será rico o pobre, de acuerdo con
la cantidad de trabajo ajeno de que pueda disponer, o se halle en condiciones
de adquirir. En consecuencia, el valor de cualquier bien, para la persona que
190 Adam Smith
42 Smith (1776), p. 65; p. 47, trad. cast. Debemos destacar que Smith no se refiere a
una sociedad primitiva real, sino a un modelo ideal de sociedad en la que los agentes eco-
nómicos (cazadores y pescadores) adoptan el comportamiento «racional» típico de una
sociedad mercantil, mientras que el carácter primitivo viene dado por la hipótesis abstracta
de ausencia de la división en las clases sociales de trabajadores, capitalistas y terratenientes.
192 Adam Smith