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Discurso del presidente de la República, Lenín Moreno,

en la inauguración de la I Cumbre Global sobre


Discapacidades en Londres (Inglaterra)
Distinguidas autoridades, colegas de la mesa directiva, queridos amigos:

Agradezco a la Secretaria de Estado para el Desarrollo Internacional de Reino Unido por invitarme a esta primera
Cumbre Global de Discapacidades.

Es un gran honor estar aquí, con ustedes, para hablar sobre un tema trascendental y de enorme vigencia, como es la
relación de las sociedades con las personas con algún tipo de discapacidad.

Porque, acogiéndome a la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, la discapacidad
queridos colegas es un “concepto que evoluciona y que resulta de la interacción entre las personas con deficiencias y
las barreras debidas a la actitud y al entorno”.

Es decir que la discapacidad se evidencia en el momento en que esas barreras “evitan la participación plena y efectiva
de las personas en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás”.

Por ello, saludo el hecho de que estemos aquí para tratar, precisamente, sobre esa interacción determinante para la
vida de la humanidad entera.

Recordemos que algunas culturas primitivas abandonaban y dejaban morir a los niños con discapacidad, y apartaban
de la comunidad a los adultos para que murieran aislados.

En Asia, India, Egipto, los abandonaban en los bosques, selvas o desiertos. Hubo el enfoque religioso: los antiguos
hebreos consideraban que la discapacidad congénita era fruto del pecado.

Durante mucho tiempo primó el enfoque médico que creía que la discapacidad era una enfermedad, por lo que científicos
y médicos se dedicaban a encontrar su cura.

Y, si bien hemos superado en gran medida estos enfoques estigmatizantes, el modelo médico sigue estando presente
en el discurso y en la práctica de una gran mayoría.

Hoy, el enfoque social maneja una visión de la discapacidad muy diferente. Para este, la discapacidad no es algo que se
derive, necesariamente, de los rasgos de unas personas, sino —en muchos casos— de estructuras y condicionamientos
sociales.
Se trata, pues, de una situación de discriminación que debe desaparecer. Y para ello, es primordial recordar que las
personas con discapacidad tienen los mismos derechos que todos.

Lo primordial, digo, es situar la discapacidad en el discurso de los derechos.

Por ello, hoy, la discapacidad, es un tema que considera e impacta a la sociedad entera.

Desde que fui Vicepresidente de Ecuador, después Enviado Especial del Secretario General de las Naciones Unidas
sobre Discapacidad y Accesibilidad, y ahora como Presidente de mi país, he emprendido acciones para construir una
sociedad más justa y solidaria.

Cuando ejercí la Vicepresidencia, el Gobierno declaró en emergencia la discapacidad en Ecuador. Ese es el primer paso
para asegurarse de que este tema tenga prioridad en el Estado y alcance la relevancia que amerita.

¡Que ameritaba desde hace tiempo!, porque las personas con discapacidad habían esperado demasiado y no tenían por
qué seguir soportando la desidia, el olvido, la exclusión, el maltrato, el abandono, el ocultamiento.

El país entero se volcó a atender a “los olvidados de entre los olvidados”.

Quisimos tratar los temas de discapacidad en concordancia con la Convención de las Naciones Unidas y, para ello, había
que trabajar en un cambio cultural: la discapacidad convertida en una política de Estado, cuya aplicación dependía de
una institución de alto nivel: la Vicepresidencia de la República.

Emprendimos, desde ese espacio, una campaña sostenida de visibilización de la discapacidad porque—ustedes
concordarán conmigo— la sociedad tiene una execrable tendencia a acostumbrarse a las escenas de injusticia, como
si fueran parte de un paisaje cotidiano: el pordiosero en la esquina, los niños de la calle, las personas con discapacidad
abandonadas.

Paralelamente, mientras Ecuador entero “descubría” que existen hermanos excluidos, diseñamos una misión humanitaria
que denominamos “Misión Solidaria Manuela Espejo”, en honor a la primera enfermera, prócer de la independencia y
escritora del siglo XVIII.

Brigadas interdisciplinarias visitaron —puerta a puerta— a todas las personas con discapacidad de Ecuador. Llegaron
al rincón más profundo de la selva, a lo más escarpado de las montañas y a lo más alejado de la Costa.

Las brigadas se integraron con especialistas y técnicos en genética, medicina, enfermería, relevamiento de datos y
estadística; con el apoyo de militares, estudiantes, voluntarios y medios de comunicación para viajar por aire, mar y
tierra; caminando, trepando, navegando y vadeando.

Literalmente “peinamos” el país entero y obtuvimos un diagnóstico bio-sico-social de la situación de todas las personas
con discapacidad en Ecuador.

Simultáneamente, se entregaban ayudas técnicas, artículos y muebles de primera necesidad, asistencia médica
hospitalaria -cuando el caso lo requería-; rehabilitación, inclusión laboral y educativa, y finalmente, en muchos casos,
vivienda accesible.

Si bien nuestro objetivo es convertirnos en una sociedad que promueva la inclusión plena de las personas con
discapacidad, en la que puedan capacitarse, estudiar y trabajar, esa situación histórica de abandono por la que habían
atravesado nuestros hermanos con discapacidad (especialmente aquellos en situación de pobreza), nos obligó a
atender, de manera inmediata, sus necesidades básicas.

Se creó entonces un bono especial para las personas en extrema pobreza, con discapacidad severa y alto grado de
dependencia, con el fin de que un acompañante pueda quedarse a su lado, atendiéndola en sus necesidades.

También iniciamos la campaña de tamizaje metabólico neonatal para la detección temprana de fenilcetonuria,
galactosemia, hiperplasia suprarrenal e hipotiroidismo.

Finalmente, entregamos un proyecto de Ley Orgánica de Discapacidades, que fue aprobado por la Asamblea de Ecuador,
y que ya cuenta con su reglamento.

En 2013 decidí no presentarme a la reelección de Vicepresidente. El entonces Secretario General de la ONU, el doctor
Ban Ki-Moon, me nombró su Enviado Especial, sobre Discapacidad y Accesibilidad.

Por más de dos años, traté de ser la voz de los mil millones de personas con discapacidad en el mundo.

Emprendí una campaña sostenida para que todos los Estados miembros de la ONU, suscribieran y ratificaran la
Convención. Y otra, para que los gobiernos fomentaran las investigaciones y formación académica que prioricen el
mejoramiento de la calidad de vida de los más necesitados.

Permítanme decirles que, cuando conocemos la situación de las personas con discapacidad en el mundo, nos entristece
y asombra que se destinen ingentes cantidades de dinero para mejorar la pantalla de un reloj o la calidad de un
videojuego, en lugar de perfeccionar los exoesqueletos, los sensores de los bastones inteligentes, los traductores
simultáneos de audio a lengua de señas, por ejemplo.
En las postrimerías de mi misión, Ecuador sufrió un terremoto de gran magnitud. Por un lado, trabajamos intensamente
con la Cruz Roja Internacional y con las distintas instancias y agencias de la ONU pertinentes para que, en el llamado
urgente que se requiere para estos casos, se incluyera a las personas con discapacidad como prioridad en las etapas
de atención emergente, de remoción de escombros y de reconstrucción.

Ustedes saben bien la dificilísima situación de esas personas en una zona cero: unas no pueden ver, entender u oír las
instrucciones de evacuación; otras no alcanzan a movilizarse por los escombros; casi ninguna tiene lugar accesible en
carpas o refugios.

Y, por otro lado, luego de haber convocado a una mesa internacional de oferentes, inicié un proyecto de construcción de
viviendas para los damnificados con discapacidad severa y sus familias, en los territorios afectados por ese terremoto.
El año pasado, mis hermanos compatriotas quisieron que ocupara la Presidencia de la República.

Cuando asumí ese cargo encontré, lastimosamente, que en el Ecuador se habían olvidado del trabajo de las personas
con discapacidad. Se desmanteló casi todo. Encontré que todo aquello por lo que habíamos luchado y que logramos
construir, había sido desmantelado, olvidado o desvirtuado.

Y, si bien debimos dar vuelta la página y re-empezar casi de cero, estaba intacta, mejor dicho: crecida y vigorizada, la
solidaridad de todo un pueblo.

Esa solidaridad se puede evidenciar en campañas ciudadanas como “Tienen Derecho a Votar”, una iniciativa social en
la que unidades de transporte público (como taxis) llevan —de ida y vuelta— a personas con discapacidad, entre sus
domicilios y los recintos electorales, para que sufraguen.

A eso, se le suman varias estrategias desarrolladas por el Consejo Nacional Electoral de Ecuador, en cumplimiento a la
Convención y a la misión de dar acceso igualitario al voto de las personas con discapacidad.

Por ello, Ecuador recibió el galardón a la accesibilidad en los Premios Electorales Internacionales 2017, ya que, además,
en mi país se promueve el derecho de la participación política de las personas con discapacidad.

Y es que el tema de la discapacidad se ha transformado en pivote en la gestión pública y política. Me explico, la


Convención de la ONU marcó un antes y un después en la administración y aplicación de justicia. Por ejemplo, en lo
relacionado con la regulación de la capacidad jurídica de una persona con discapacidad o en las políticas públicas y
de empleo.

En Ecuador, hace cuatro años conseguimos casi la plena inclusión laboral de las personas con discapacidad.
Lamentablemente se lo descuidó, pero ahora nuestro propósito es que todas las personas con discapacidad que puedan
y deseen trabajar lo puedan hacer. Tienen derecho a trabajar.

En Ecuador, la Ley Orgánica de Discapacidades trata los derechos de las personas con discapacidad y también de su
familia, marcando así un punto de quiebre para gestores de políticas sociales y derechos, que han tomado conciencia
de la necesidad de manejar una visión integral del hecho humano y social.

Personalmente, el lema histórico que adoptaron quienes redactaron la convención, “Nada sobre nosotros, sin nosotros”,
es el corazón de los principios de mi Gobierno.

Ese lema entraña una corresponsabilidad en la gestión de país, un Gobierno de todos y para todos; el diálogo como
gestor y motor de las decisiones, y el bienestar de todo ser humano como visión y misión.

Así nació el gran Plan Nacional “Toda Una Vida”, que vela por la persona desde su nacimiento hasta cuando Dios decida
cerrarnos los ojos. Hay programas específicos para cada etapa de vida.

¡Estamos amándonos, cuidándonos, protegiéndonos, acompañándonos durante la gestación, la niñez y adolescencia,


en los sueños y destrezas de juventud, en el desarrollo académico y profesional, luego en su vida adulta y vejez! ¡Toda
Una Vida!

Y, si bien aplicamos programas y políticas en favor de todos, sin excepción alguna, nos hemos dedicado especialmente
a los más vulnerables. ¡A aquellos que más necesitan de políticas públicas justas, y —por qué no— solidarias!

Tenemos casi medio millón de personas (2,6 % de ecuatorianos) en una situación de discapacidad, que requieren de
más apoyo y atención del Estado.

Para ellos, re-creamos la Misión “Manuelas”, que ahora es un programa integral. Las brigadas ya han recorrido buena
parte del país evaluando a domicilio a 180 mil ciudadanos. De ellos, 54 mil han sido ya identificados con alguna
discapacidad y están recibiendo el apoyo necesario para salir adelante.

Se trata de un trabajo intersectorial que incluye a otras Carteras de Estado: Bienestar e Inclusión Social, Trabajo,
Educación, Salud, Industrias, entre otras.

Porque el entorno de una persona con discapacidad es complejo. La mayoría no tiene casa propia ni empleo fijo y vive
en pobreza.

¡Buscamos ayudar a mejorar su calidad de vida, a contribuir a su esperanza, a su felicidad!


Con el programa de Gobierno “Casa Para Todos”, construimos no solo casas, sino comunidades inclusivas donde
priman la accesibilidad universal, la igualdad, la solidaridad y el respeto.

Queridos amigos: el objetivo es que, en materia de discapacidad, la política esté enmarcada en el paradigma de los
derechos humanos y no en el enfoque médico. Una parte importante son los programas de salud, pero tiene que haber
otros, a donde apuntamos (sabiendo lo difícil que es) es que las personas —con y sin discapacidad— tengan las
mismas oportunidades de crecer, de soñar, de desarrollarse de salir a la calle y estar ante todos diciendo ¡aquí estamos
presentes ejerciendo nuestro derecho a ser felices!

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