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REPÙBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

Universidad Nacional Experimental


De los Llanos Occidentales
“EZEQUIEL ZAMORA”

Glosario
de
Términos. 
Vicerrectorad de Producción Agrícola Maestrante: Luis Gali 18.892.520
Unellez-Guanare
Coordinación de Área de Postgrado Facilitador: MSc. Fanny Montilla
Maestría: En Orientación Educativa

Guanare, Marzo de 2023


Introducción

Los departamentos de orientación educativa proponen gran variedad de


objetivos, en el presente trabajo de investigación se desglosan algunos de ellos.
Primeramente dejando claro el hecho de que son los encargados de ayudar en los
procesos de inclusión de los niños al centro educativo, esto sin dejar de lado otro
aspecto fundamental, la prevención de problemas académicos de los alumnos, por
tanto, el orientador vigila que el proceso educativo sea adecuado y de calidad
necesaria, todo esto al tiempo que procura un análisis profundo sobre el
estudiantado y su relación con el aprendizaje, sin obviar el impacto que sobre ellos
supone el contexto en el que se desenvuelven a diario. Esto implica el hecho de
no sólo tratar de saber cómo aprenden, sino que se deben identificar alertas y
necesidades específicas que posiblemente interfieran en la obtención de un
aprendizaje realmente significativo.

En ese sentido, es pertinente realizar un análisis a fondo de las fortalezas y


debilidades de los discentes. Lo relevante es revelar qué áreas requieren más
ayuda y en cuáles se destacan. De esta manera, sabrán cómo y en qué requieren
atención. Mientras que por otro lado, también se puede hacer el análisis a nivel
personal y así trazar un plan con sus propios objetivos. Lo anterior se debe a que
el asesoramiento que se ofrece no solo va dirigido a los alumnos, sino que
también es para las familias.

En consecuencia, una guía escolar es fundamental que aparezca de forma


preventiva y ayuden a superar las crisis de forma expedita, dando cabida al
principio de prevención y concatenándolo con el de desarrollo, pues tal y como ya
se estableció, la guía que el orientador tiene que hacer no solo está enfocada al
aspecto académico, sino que debe comprender diversas dimensiones del ser
humano y centrarse en su desarrollo integral, partiendo de esta óptica, el
orientador debe hacer reflexionar al alumno sobre su situación en un contexto
social más amplio, de este modo aplica el principio de intervención social y por
último el de fortalecimiento personal, donde la clave se centra en el desarrollo de
las habilidades socioemocionales, como el autoconocimiento y la autorregulación.
Desarrollo

Debido a la multiplicidad de investigaciones realizadas en materia de


Orientación Educativa durante los últimos años, se ha experimentado una
mutación relevante en la manera de definir la misma, entre otras cosas porque se
ha ido perdiendo el carácter, casi empírico, de lo terapéutico-correctivo, en procura
de favorecer un posicionamiento en el que la acción orientadora se perciba como
una respuesta más sinérgica, ya que debe tomar en cuenta los nuevos cambios
sociales, culturales y económicos y, por consiguiente, los nuevos protagonistas y
los nuevos escenarios en los que debe influir de manera directa.

En ese orden de ideas, se hace obligante razonar en el hecho de que la


Orientación Educativa, como toda disciplina, está fundamentada en unos
principios básicos, de los cuales se hace referencia a continuación. Estos
principios son: la prevención, el desarrollo, la intervención social y el
empoderamiento (empowerment). Sin embargo, en este caso, hay un principio que
es fundamental y que está por encima del resto, el de prevención. Aun así, es
importante que dicho principio vaya de la mano con el de desarrollo y el de
empoderamiento.

Partiendo de lo ya planteado, se hace uso de la descripción expuesta por


Hervás Avilés (2006), quien hace una revisión de los principios que
tradicionalmente se han propuesto en el caso de la Orientación psicopedagógica,
partiendo de las reflexiones de Álvarez Rojo (1994), Rodríguez Espinar y otros
(1993), Repetto, Rus y Puig (1994) y Martínez Clares (2002): principio de
prevención, principio de desarrollo, principio de intervención social y principio de
fortalecimiento personal.

Principio de prevención
Como previamente se comentó, este es el más preponderante, y por ello, el
pilar sobre el que debe constituirse la Orientación Educativa. Este principio señala
que la Orientación debería anticiparse a los problemas que pueden surgir durante
la vida y dotar al individuo de los medios necesarios para afrontarlos. Es decir, la
orientación educativa no debe ser una disciplina reactiva que solo actúa ante la
aparición de los problemas, sino que debe anticiparse a ellos y tratar de que no
generen un malestar significativo en la vida de la persona.

Desde esta perspectiva, bien puede inferirse que:

La orientación adquiere un carácter proactivo que se anticipa a la aparición


de todo aquello que suponga un obstáculo al desarrollo de la persona y le
impida superar crisis implícitas en el mismo. Igualmente se considera que el
entorno, la comunidad y su acción van más allá del contexto escolar
(Hervás Avilés, 2006:77).

Partiendo de esta premisa, se deduce que este principio está basado en la


necesidad de preparar a las personas para la superación de las diferentes crisis
de desarrollo, siendo su principal objetivo el de promocionar conductas saludables
y competencias personales, así como habilidades para la vida, especialmente las
que están relacionadas con la inteligencia interpersonal y la intrapersonal, con el
fin de evitar la aparición de problemas y que de presentarse estos, se cuente con
las herramientas socio-criticas suficientes para enfrentarlos.

En otras palabras, el objetivo de la prevención sería desarrollar la


competencia funcional y social del ser, extrapolando su capacidad para afrontar
situaciones y su fortalecimiento interior (empowerment). Al respecto, Conyne
(1994), enumera una serie de características que este autor atribuye a la acción
preventiva:

• Proactiva; actúa con anterioridad a la aparición del problema, a fin de evitarlos en


lugar de combatirlos.

• Dirigida a grupos, porque se hace más dinámico y pragmático.


• Planteamiento ecológico sistémico, teniendo muy en cuenta el entorno pues
entiende que todo se correlaciona y manifiesta al momento de actuar.

• Asume la multiculturalidad, como fundamento holístico para la comprensión del


contexto.

• Tiene como norte el fortalecimiento personal.

• Pretende la disminución de la frecuencia y la tasa de incidencia de los problemas


en la población.

• Incorpora la colaboración conceptual y procedimental en la intervención, con la


intención de que los destinatarios actúen como agentes activos del cambio.

• Mitiga las condiciones adversas del contexto.

En lo tocante al contexto educativo, las propuestas de Rodríguez Espinar (1998)


son las siguientes:

• Importancia de atender los momentos de transición del alumnado para conseguir


la mayor adaptación afectiva a las nuevas demandas, en el entendido de que esto
responde a la contante evolución del contexto y de las necesidades individuales y
colectivas.

• Conocimiento anticipado de las características y circunstancias personales de


cada estudiante, con la intención de favorecer la detección en un estadio temprano
de aquellos factores de riesgo y las consecuentes dificultades ligadas a los
mismos.

La importancia y la eficacia de la planificación y desarrollo de programas de


prevención está suficientemente demostrada, el problema se encuentra en la
necesaria inversión inicial en recursos humanos y materiales que implica una
apuesta decidida por la igualdad y la equidad educativa hacia la que
necesariamente debe tender la educación.
Principio de desarrollo

Dentro de la delimitación de este principio, la intervención implica un


proceso por medio del cual se brinda asesoría al individuo durante su desarrollo,
con el fin último de lograr la extrapolación sus potencialidades. Partiendo de este
punto de vista, se entiende el desarrollo como un proceso de crecimiento personal
que lleva al sujeto a convertirse en un ser cada vez más complejo. Esta
complejidad se va formando a través de sucesivos cambios cualitativos, que
favorecen una interpretación del mundo cada vez más comprensiva y la
integración de experiencias cada vez más amplias y complejas (Rodríguez
Espinar, 2001).

Desde una perspectiva más amplia que tiene en cuenta las aportaciones del
“ciclo vital”, el desarrollo se supedita a determinantes biológicos y ambientales en
constante interacción, así como a múltiples relaciones debidas a patrones
cronológicos. Esta aproximación a la idea de crecimiento (proceso) como revulsivo
del surgimiento de la personalidad, tiene un doble objetivo: por un lado, la
pretensión de dotar de competencias necesarias al ser, con la intencionalidad de
que pueda afrontar las demandas de los estadios evolutivos (enfoque madurativo),
y, por otro, propiciar situaciones de aprendizaje vital que coadyuven la
reconstrucción y progreso de los esquemas conceptuales del mismo (enfoque
constructivista).

Marín y Rodríguez Espinar (2001) sintetizan del modo siguiente las


premisas básicas del principio de desarrollo:

1. Existen etapas clave en la vida no vinculadas sólo a la edad


biológica sino a una interacción de determinantes (personales,
contextuales). Los periodos y los cambios no son fijos y están sujetos a
grandes diferencias individuales y culturales.
2. El desarrollo es un proceso acumulativo y secuencial en el que las
transiciones de una etapa influyen en la siguiente. Se considera que el
proceso de madurez requiere una activación por parte del individuo.

3. Los cambios y procesos están sistemáticamente relacionados


actuando como una red de efectos causales.

Mientras que por otra parte, Martínez Clares (2002) indica que el principio
de desarrollo encuentra su fundamento en el movimiento a favor de la carrera y
sitúa la actuación del profesional de la orientación en un proceso continuo cuyo
objetivo final es conseguir involucrar al alumno y la alumna en un proyecto
personal de futuro, en el marco de una intervención orientadora contextualizada.

Principio de intervención social

El principio de intervención social se perfila desde una perspectiva


holístico-sistémica de la orientación, según la cual, se deben incluir en toda
intervención orientadora las condiciones medioambientales y contextuales del
sujeto en cuestión, ya que estas condiciones influyen en su toma de decisiones y
en su desarrollo personal. El contexto es considerado un elemento de referencia
ineludible de la acción orientadora.

En ese sentido Rodríguez Espinar (1998), dictamina que asumir el principio


de la intervención social supone que:

• La intervención orientadora debe estar dirigida tanto a modificar aspectos


relativos a la organización y funcionamiento del centro educativo (organización de
grupos, sistemas de evaluación, metodología, etc.) como del contexto social del
alumno o alumna (becas, ayudas, asistencia social, etc.). Para ello, no deben
aceptarse sesgos pasivos solapados en argumentos titubeantes como la
competencia del profesional de la orientación.
• Hay que sensibilizar a la persona que recibe la orientación acerca de la
necesidad de actuar sobre los factores ambientales que están impidiendo el logro
de sus objetivos personales, es decir, se debe partir de una concienciación, pues
esta es esencial para que el orientado afiance una actitud activa que le posibilite el
cambio de tales factores, convirtiéndose él en un agente propiciador de tal
transformación.

• Cuando aparezcan discrepancias entre los objetivos personales y los de la


sociedad, debe resolverse el conflicto desde una perspectiva lógica de la relación
individuo-sociedad. Al respecto, Marín y Rodríguez (2001) consideran que la
acción orientadora acometida, y por tanto la intervención misma, debe seguir dos
condiciones:

1. Analizar el desarrollo y la conducta de los destinatarios en el marco


de los sistemas que actúan sobre la persona a través de procesos de
socialización en valores, normas, expectativas y metas.
2. Diseñar una intervención que tenga como objetivo eliminar los
efectos negativos de los ambientes sobre las personas.

El empowerment como principio de intervención

Según Hervás Avilés (2006), el empowerment (fortalecimiento personal) es un


término que se ha incorporado con fuerza a diferentes disciplinas (Educación,
Medicina, Trabajo Social, Psicología) y que recientemente se relaciona con los
principios de prevención, desarrollo e intervención social. Desde una concepción
ecológica de la Psicología comunitaria, Rappaport (1987) lo describe como el
proceso mediante el cual las personas, las organizaciones o las comunidades
adquieren un dominio sobre los asuntos de interés que le son propios.

En consecuencia, este se encuentra directamente relacionado con los


anteriores principios y que es definido por McWhriter (1998), en Parras Laguna,
Madrigal Martínez, Redondo Duarte, Vale Vasconcelos, & Navarro Asencio (2009);
como el proceso mediante el cual las personas llegan a conocer las dinámicas de
poder que actúan en su contexto vital, desarrollan las habilidades y capacidades
para tomar el control de sus propias vidas sin interferir en los derechos de otras
personas y apoyan y refuerzan el fortalecimiento personal de los demás.

Adicional a ello, estableció las condiciones necesarias, según su modelo de


las “5 Cs” para favorecer el fortalecimiento personal:

1. Colaboración para aislar los problemas y establecer un plan de actuación.

2. Contexto, reconocimiento de los elementos del contexto que impiden el


fortalecimiento personal (pobreza, marginación, sexismo, racismo, etc.) y
que dificultan la superación de los problemas.

3. Conocimiento crítico, que permite definir un problema, organizar y


clasificar de manera eficaz la información relevante para su solución.

4. Competencia necesaria para la resolución de los problemas.

5. Comunidad, refiriéndose a la unión de quienes comparten unos mismos


objetivos y participan de una identidad común apoyándose en el
fortalecimiento personal de todos y cada uno de los miembros de la
comunidad.

En concordancia con el enfoque de este principio, el profesional de la


orientación adquiere un rol activo como agente social y desde una perspectiva
crítica ejerce lo que McWhriter (1998) denomina activismo social. Para esta
autora, sólo se producirá una orientación para el fortalecimiento personal, siempre
y cuando exista previamente un compromiso del orientador u orientadora para
cambiar las estructuras y sistemas que están impidiendo el desarrollo de quienes
tienen limitaciones para ello.

Partiendo de la ya expuesto, bien podría establecerse cierta equivalencia


entre el significado de empowerment en el contexto empresarial y en el contexto
escolar, entendido éste como una institución que promueve la calidad y la
excelencia. Para la empresa el empowerment es una estrategia de motivación en
el trabajo que consiste en la delegación o transmisión de mayor capacidad de
decisión a los empleados para que se sientan más implicados en la actividad y los
objetivos de la empresa y que tales circunstancias redunden en mayor
productividad.

Así pues, el centro debería motivar y hacer coparticipes, de forma activa, a


todos sus miembros de los objetivos del mismo. Rodríguez Espinar (1998)
defiende este postulado con respecto a la participación de los discentes en los
centros educativos, su propuesta es que cuando se implica a los estudiantes en el
funcionamiento y transformación de los mismos, mejora notablemente tanto su
cultura como su convivencia diaria. En el caso contrario, según afirma Hervás
Avilés (2006:85):

[…] cuando los estudiantes carecen de posibilidades para


poder influir en su propio contexto de aprendizaje, adoptan un rol
pasivo en el que esperan instrucciones en lugar de tomar decisiones,
ejecutan en lugar de proponer, su actitud tiene un carácter reactivo
en lugar de proactivo y creativo, se centran solamente en los
contenidos y no en los procesos, atienden a la cantidad más que a la
calidad de su aprendizaje, eluden responsabilidades en lugar de
corresponsabilizarse, buscan culpables antes que lanzarse a resolver
los problemas.

Todas estas circunstancias son las que se pretenden solventar por medio
de la implementación de orientaciones factibles, no solo desde y hacia lo
meramente educativo, sino en torno a todo aquello que gira en rededor del
educando, tal circunstancia se deriva del hecho de que los distintos y múltiples
trabajos de investigación al respecto, da como conclusión que es obligante
trabajar desde un enfoque holístico, para mitigar todos los flagelos posibles.
Conclusión

La orientación es para todos los alumnos, pero no solo para ellos, es por
ello que se aboga en pro de la obligatoriedad de abarcar la totalidad de los
mismos y también de todos aquellos sujetos y elementos que están inmersos en
su desarrollo diario como ser social, evitando así que el programa sea de atención
exclusiva de alumnos considerados con problemas disciplinario, retraso escolar,
desadaptación, entre otros, por consiguiente, sus principios han de dirigirse a los
estudiantes de todos los grupos etarios: la naturaleza de la orientación ha de ser
evolutiva, preventiva y continua, estatutos que deben aplicarse a todos los
aspectos del desarrollo del alumno; esto es que la práctica orientadora a de
dirigirse al alumno en todos los aspectos del desarrollo personal, escolar,
profesional, familiar y comunitario.

Se tiene por premisa el hecho de que la orientación estimula el


descubrimiento y desarrollo de uno mismo, pues bien, debe seguirse un enfoque
en que el trabajo orientador realizado con el discente, contribuya a dar marcha a
procesos de auto descubrimiento, autodesarrollo, autoorientación. Todo esto sin
dejar de ser una labor cooperativa en la que se comprometen el alumno, los
padres, los docentes, directivos y el docente de aula. La orientación debe
considerarse una parte fundamental del proceso holístico de la educación.

Finalmente, es imperante dejar claro que la orientación ha de ser


responsable ante el individuo y ante la sociedad, pues es un proceso necesario
que surge desde el contexto donde se halla el alumno hasta llegar a un orden
social más amplio; se trata de buscar un equilibrio entre los aspectos individuales
y las demandas sociales, enfocándose en las más necesarias colectivamente
hablando.
Referencias bibliográficas

Álvarez Rojo, V. (1994). Orientación Educativa y Acción Orientadora. Madrid:


EOS.

Conyne, R. K. (1994). Preventive counselling. Conselling and Human


Development.

Hervás Avilés, R. M. (2006). Orientación e intervención psicopedagógica.


Barcelona: PPU.

Marín, M. A. y Rodríguez Espinar, S. (2001). “Prospectiva del diagnóstico y de la


orientación”. Revista de Investigación Educativa, 19 (2), 315-362.

Martínez Clares, P. (2002). La orientación psicopedagógica: modelos y estrategias


de intervención. Madrid: EOS.

Parras Laguna, A., Madrigal Martínez, A. M., Redondo Duarte, S., Vale
Vasconcelos, P., & Navarro Asencio, E. (2009). Orientación educativa:
fundamentos teóricos, modelos institucionales y nuevas perspectivas. Madrid:
Secretaría General Técnica. Dirección General de Educación, Formación
Profesional e Innovación Educativa. Centro de Investigación y Documentación
Educativa (CIDE).

Rappaport, J. (1987). In praise of paradox: A social policy of empowerment over


prevention. American Journal of Community Psychology, 9, 1-21.

Rodríguez Espinar, S. (1998). La función orientadora: claves para la acción.


Revista de Investigación Educativa, 16 (2), 5-24.

Rodríguez Espinar, S. (2001). La orientación y la función tutorial, factores de la


calidad de la educación. Ponencia presentada en el Seminario: Los educadores en
la sociedad del siglo XXI, celebrado en Madrid en febrero de 2002 y organizado
por el Consejo General del Estado.

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