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LA ACCIÓN INDEMNIZATORIA DEL ARTÍUCLO 20 DE LA LPDC.

MÁS ALLÁ
DE LA ACCIÓN INFRACCIONAL Y LA CADUCIDAD DEL ARTÍCULO 21 DE
LA LEY Nº 19.496*

Cristian Aedo Barrena**

I. LAS ACCIONES DE LOS ARTÍCULO 19 Y 20 DE LA LPDC Y LA


CADUCIDAD DEL ARTÍCULO 21

El párrafo 5º del título II de la Ley 19.496 regula la responsabilidad por


incumplimiento del proveedor. Aquí, la palabra responsabilidad, debe se entendida en su
sentido más lato, como sinónimo de garantía patrimonial del deudor. 1 Ello es evidente si se
repara que lo que ley regula, es el incumplimiento en contratos de consumo (generalmente,
compraventa) y las herramientas de tutela del acreedor (consumidor), frente a dicho
incumplimiento.2
El artículo 19 trata las acciones que favorecen al consumidor, cuando lo entregado
por el proveedor sea de una cantidad o contenido neto, sea inferior a lo señalado en el
empaque. Se trata de una suerte de vicio redhibitorio y de desperfectos de la cosa,
consagrando la ley una serie de herramientas asociadas al cumplimiento (reposición de la
cosa), o la rebaja del precio (quanti minoris). Estas acciones, de naturaleza extrajudicial, no
tienen asociadas para la ley, una indemnización de perjuicios.
El artículo 20, por su parte, 3 como veremos más adelante, sin perjuicio de las
herramientas de tutela que consagra, permite al consumidor reclamar una indemnización de
perjuicios. Aquí, la expresión indemnización, pensamos, está tomada en su sentido propio
que debe darse al término “responsabilidad contractual”, es decir, como aquella herramienta
específica, destinada a la reparación del daño causado al acreedor. 4 Además de la

* Este artículo forma parte del proyecto Fondecyt Regular número 1191729, denominado “Delimitación de
regímenes de responsabilidad civil. Elementos y factores a considerar para una parcial unificación”, del que el
suscrito es investigador responsable.
** Profesor de Derecho Civil de la Facultad de Derecho, Universidad Católica de la Santísima Concepción.
Doctor en Derecho por la Universidad de Deusto, Bilbao, España. Dirección postal: Lincoyán 255, Concepción.
Correo electrónico: caedo@ucsc.cl.
1
Esta es la perspectiva, por ejemplo, de ALCALDE (2018), pp. 332 y ss. Con esta acepción, véase también
MORALES MORENO (2006), pp. 20-21, fundando dicho alcance en la nueva noción de incumplimiento, como
concepto neutro y objetivo.
2
Este es el sentido que se le otorga a la expresión responsabilidad, en materia de consumo, particularmente en
el análisis de las acciones de los artículos 19, 20 y 21. Véase ISLER (2014a), pp. 579-582; LÓPEZ (2018), p.
113; BARRIENTOS (2013a), pp. 60-65; BARRIENTOS (2017), pp. 258-259.
3
Respecto de los supuestos contenidos en el artículo 20, véase CORRAL (1999), p. 173; y, CORRAL (2006),
p. 97. Para un detalle de la tipología de casos, BARRIENTOS (2013a), pp. 58-59; 67 y ss.; BARRIENTOS
(2013b), pp. 67-72, CONTARDO (2017), pp. 185-189.
4
Véase BIANCA (2018), pp. 120-121; 263 y ss.; DI MAJO (2005b), pp. 246 y ss.; DI MAJO (2006), pp. 76-
77; JORDANO FRAGA (1987), p. 31; MORALES MORENO (2006), pp. 56-57; PANTALEÓN (2010), pp.
228-229. Sobre el problema relativo a si la herramienta de la responsabilidad contractual comprende o no el
equivalente pecuniario o aestimatio rei, véase DE LA MAZA, MORALES MORENO y VIDAL OLIVARES
(2014), pp.1165-1166; y, PEÑAILILLO (2009), pp. 334-346.
indemnización de perjuicio, el artículo 20 concede tres acciones al consumidor: a) reparación
gratuita; b) reposición; y, c) devolución del precio. Los casos señalados en las letras b) y c),
previa restitución de cosa. 5
Ahora bien, el artículo 21 de la Ley Nº 19.496 establece un plazo para el ejercicio
de los derechos de los artículos 19 y 20. Según la disposición: “El ejercicio de los derechos
que contemplan los artículos 19 y 20 deberá hacerse efectivo ante el vendedor dentro de los
tres meses siguientes a la fecha en que se haya recibido el producto, siempre que éste no se
hubiere deteriorado por hecho imputable al consumidor. Si el producto se hubiere vendido
con determinada garantía, prevalecerá el plazo por el cual ésta se extendió, si fuere mayor.
El consumidor que, en el ejercicio de los derechos que contempla el artículo 20, opte por la
reparación, podrá dirigirse, indistinta o conjuntamente, al vendedor, al fabricante o al
importador. Hecha la opción, el requerido no podrá derivar el reclamo. Serán
solidariamente responsables por los perjuicios ocasionados al consumidor, el proveedor que
haya comercializado el bien o producto y el importador que lo haya vendido o suministrado.
En caso de que el consumidor solicite la reparación sólo al vendedor, éste gozará del
derecho de resarcimiento señalado en el artículo 22. Las acciones a que se refiere el inciso
primero podrán hacerse valer, asimismo, indistintamente en contra del fabricante o el
importador, en caso de ausencia del vendedor por haber sido sometido a un procedimiento
concursal de liquidación, término de giro u otra circunstancia semejante. Tratándose de la
devolución de la cantidad pagada, la acción no podrá intentarse sino respecto del vendedor.
El vendedor, fabricante o importador, en su caso, deberá responder al ejercicio de los
derechos a que se refieren los artículos 19 y 20 en el mismo local donde se efectuó la venta
o en las oficinas o locales en que habitualmente atiende a sus clientes, no pudiendo
condicionar el ejercicio de los referidos derechos a efectuarse en otros lugares o en
condiciones menos cómodas para el consumidor que las que se le ofreció para efectuar la
venta, salvo que éste consienta en ello. En el caso de productos perecibles o que por su
naturaleza estén destinados a ser usados o consumidos en plazos breves, el término a que se
refiere el inciso primero será el impreso en el producto o su envoltorio o, en su defecto, el
término máximo de siete días. El plazo que la póliza de garantía otorgada por el proveedor
contemple y aquel a que se refiere el inciso primero de este artículo, se suspenderán durante
el tiempo en que el bien esté siendo reparado en ejercicio de la garantía. Tratándose de
bienes amparados por una garantía otorgada por el proveedor, el consumidor, antes de
ejercer alguno de los derechos que le confiere el artículo 20, deberá hacerla efectiva ante
quien corresponda y agotar las posibilidades que ofrece, conforme a los términos de la
póliza. La póliza de garantía a que se refiere el inciso anterior producirá plena prueba si ha
sido fechada y timbrada al momento de la entrega del bien. Igual efecto tendrá la referida
póliza aunque no haya sido fechada ni timbrada al momento de la entrega del bien, siempre
que se exhiba con la correspondiente factura o boleta de venta. Tratándose de la devolución
de la cantidad pagada, el plazo para ejercer la acción se contará desde la fecha de la
correspondiente factura o boleta y no se suspenderá en caso alguno. Si tal devolución se
acordare una vez expirado el plazo a que se refiere el artículo 70 del decreto Ley Nº 825, de
1974, el consumidor sólo tendrá derecho a recuperar el precio neto del bien, excluidos los
impuestos correspondientes. Para ejercer estas acciones, el consumidor deberá acreditar el

5
Para un concepto de estas acciones, doctrinario y jurisprudencia, véase ISLER (2014b), pp. 167-168.
acto o contrato con la documentación respectiva, salvo en casos en que el proveedor tribute
bajo el régimen de renta presunta, en los cuales el acto o contrato podrá ser acreditado
mediante todos los medios de prueba que sean conducentes”.
No cabe duda que dicho plazo debe ser calificado de caducidad, por cuanto, de la
sola lectura de la norma se desprende que éste está asociado a un plazo fatal, cuestión a la
que ordinariamente se sujetan los plazos de caducidad, conforme al artículo 49 del Código
civil, de modo tal que el derecho expira transcurrido dicho plazo. En segundo término porque,
siguiendo a Domínguez Águila, 6 Barcía Lehman7 y Lagos,8 la caducidad está asociada al
ejercicio de aquellos derechos no disponibles para el titular. Precisamente, en tales casos, la
suspensión, como ocurre en la especie, se concede en la hipótesis en el que el titular no puede
ejercer el derecho. A ello debe agregarse la circunstancia que, como indica Nasser, los
acciones que concede dicha norma se ejercen extrajudicialmente, 9 lo que resultaría
incompatible si el régimen fuese de prescripción. 10
Por consiguiente, si se está en presencia de un plazo de caducidad, no caben las
alegaciones relativas a la interrupción, ni menos la consideración del tipo de infracción, para
considerar, por ejemplo, que una infracción permanente amplía los plazos señalados en la
norma.
La ley, ciertamente, ha otorgado en beneficio del consumidor tres derechos, sujetos
a que se ejerzan dentro de un plazo, repetimos de caducidad, con independencia de la
conducta del proveedor, pues derivado del plazo fatal se pone la carga al acreedor, en cuanto
a su ejericio. En consecuencia, procede analizar si estamos frente a una garantía convencional
(que amplía el plazo previsto en la denominada garantía legal) y si ha operado la suspensión
que la misma disposición plantea. Como señala Nasser: “El artículo que ahora comentamos
es fecundo en establecer a favor del consumidor derechos directamente exigibles ante un
proveedor, sin que primero deba acudir a un tribunal ni a una repartición pública a
denunciar al segundo. El recurso jurisdiccional por infracción de ley o de contrato
solamente se hace necesario en los casos en que el proveedor incumple sus obligaciones de
satisfacción directa o bien cuando, habiendo cumplido, persisten los problemas.
Evidentemente que el recurso jurisdiccional siempre tendrá lugar en los casos en que el
consumidor solicite una indemnización de perjuicios, derecho que tiene a salvo por
disposición del artículo 20 LPDC”.11

II. ¿ESTÁ SUJETA LA INDEMNIZACIÓN DE PERJUICIOS AL PLAZO DE


CADUCIDAD QUE CONTEMPLA EL ARTÍCULO 21?

Hasta aquí parecería que, en particular, el artículo 20 no presenta mayores


problemas interpretativos. Sin embargo, pensamos, para una correcta interpretación de la

6
DOMÍNGUEZ ÁGUILA (2004), p. 134;
7
BARCÍA (2013), p. 628.
8
LAGOS (2005), pp. 81 y ss.
9
En este sentido, también, BARRIENTOS (2017), p. 259.
10
Véase NASSER (2013), p. 542. Esta es la misma tesius que ha defendido ISLER (2017), pp. 96 y ss. En
contra, BARRIENTOS (2017), pp. 259-260, considera que estamos en presencia de un plazo de prescripción.
11
NASSER (2013), p. 542.
norma, debe determinarse el ámbito material de extensión de la misma. En efecto, la
disposición otorga, como se ha dicho varias veces, un plazo fatal para el ejercicio de tres
derechos: a) la reparación gratuita del bien, b) su reposición; y, c) la restitución de la cantidad
pagada.
Esta triple opción, como prescribe la norma, es sin perjuicio del derecho a una
indemnización de perjuicios.12 Según Nasser: “…el caso más usual que es aquel en que sí se
han producido perjuicios al consumidor producto del primer incumplimiento, ya sea porque
tuvo que soportar costos de transporte, daños extrapatrimoniales o daño en otros bienes, el
cumplimiento tardío no exime al proveedor de responder por los daños”.13
Supongamos una hipótesis como la que sigue. El consumidor no ha ejercido, dentro
de los plazos que la norma contempla (garantía legal o convencional), las herramientas de
tutela que contempla el artículo 20. Adicionalmente, tampoco podrá hacer efectiva, en
consecuencia, la responsabilidad infraccional. No obstante todo lo anterior, ¿es posible que
el consumidor consiga una reparación de los daños causados?14
Responder a esta cuestión importa abordar dos cuestiones distintas: de un lado,
admitir la independencia de la acción indemnizatoria, respecto de la infracción; y, en segundo
lugar, admitir que la acción indemnizatoria es independendiente y, por consiguiente, no sujeta
a la extinción de las otras herramientas que el acreedor pudo intentar en contra del proveedor.
Todo ello, con el importante matiz de que, como ha indicado Isler, la responsabilidad
infraccional que se extingue en virtud de la caducidad del artículo 21, no obsta a que el
consumidor persiga la mentada responsabilidad acorde a la regla general de los 6 meses. 15
En todo caso, la cuestión está en determinar si, frente a la extinción dse la responsabilidad
infraccional, aun así el consumidor puede reclamar una indemnización de los perjuicios
causados, en ausencia de otra herramienta de tutela que pueda ejercer.

A. La independencia de la responsabilidad del proveedor, respecto de la


responsabilidad infraccional

A nuestro juicio, existen razones dogmáticas, jurídicas y normativas que orientan la


solución en el sentido de la independencia de las acciones, que se han venido sustentando
por una parte importante de nuestra doctrina.

12
Para la autonomía de la indemnización de perjuicios, CORRAL (1999), p. 182. Una comparación con el
problema de la indemnización por vicios redhibitorios, en el Derecho común, en BARRIENTOS (2013b), pp.
76-77.
13
NASSER (2013), p. 546.
14 Puede ocurrir que, confrontado el problema con la responsabilidad infraccional, el tratamiento de la expresión

“responsabilidad” se refiera a todas las herramientas que otorga la garantía legal. Para esta cuestión, ISLER
(2015), p. 5. Este también sería el enfoque, por ejemplo, de RUIZ TAGLE (2010), pp. 328 y ss. Desde luego,
reiteramos que el problema que se enfrenta aquí es la determinación de la posibilidad de reclamar una
responsabilidad, entendida en su sentido estricto, como sinónimo de reparación de los daños causados al
consumidor.
15
ISLER (2014b), pp. 168-169, con la jurisprudencia que cita en apoyo. Una idea similar expresan,
BARRIENTOS y CONTARDO (2013), p. 567, en el sentido que la responsabilidad civil (en el sentido de
reparación de daños), puede derivar de la responsabilidad infraccional del artículo 23, que absorbería los
supuestos de los artículos 20 y 21. No obstante, la cuestión es que se hace depender la responsabilidad civil, de
otra infraccional, mientras que lo que pretendemos es explorar el supuesto de plena independencia.
Se ha sostenido que el artículo 24 de la Ley 19.496 debe ser interpretado a la luz del
artículo 1, que fija el ámbito de aplicación de la ley y que distingue claramente las relaciones
entre proveedores y consumidores; y, las infracciones en perjuicio de los consumidores. Se
agrega, como argumento, que el artículo 50, después de la reforma del año 2004, dispone
que: “Los procedimientos previstos en esta ley podrán iniciarse por demanda, denuncia o
querella, según corresponda”. De este modo, es la propia ley la que admite la posibilidad de
deducir demanda civil separada de la pretensión infraccional.16 Pinochet defiende, como
argumento, el contenido en el artículo 9 de la Ley Nº 18.287, el que prescribe: “El juez será
competente para conocer de la acción civil, siempre que se interponga, oportunamente,
dentro del procedimiento contravencional”. Según el Pinochet, el tenor literal es claro, en
orden a que existan dos acciones de diversa naturaleza, permitiéndose que la acción civil se
dezuca en procedimiento contravencional.17
Ahora bien, sin perjuicio de las razones normativas, desde temprano nuestra doctrina
y jurisprudencia han admitido la completa independencia de la responsabilidad civil en
relación, por ejemplo, de la responsabilidad penal, conclusión que se ha trasladado por la
doctrina en los supuestos de concurrencia de responsabilidad infraccional. Así Corral nos
dice: “Aunque es discutido cuál es la naturaleza propia de estas sanciones, si son penales o
administrativas, lo cierto es que para efectos de su concurrencia con la responsabilidad civil
funcionan del mismo modo que las transgresiones penales (…) Si bien emanadas del mismo
hecho, la responsabilidad reparadora (civil) y la sancionadora (penal o contravencional) se
rigen por normas y principios diferentes. Por razones de economía procesal, se suele admitir
que un mismo proceso judicial sirva para dilucidar la existencia de ambos tipos de
responsabilidad”.18 La razón de la autonomía reposa en la función esencialmente resarcitoria

16
GUERRERO (2008), pp. 435-437.
17
PINOCHET (2012), pp. 431-432. CONTARDO (2011), p. 97, sostiene que a partir de la reforma introducida
por la Ley 19.555, no puede argumentarse sino en favor de la independencia de las acciones contravencional y
civil: “Por tanto, a partir de la reforma a la competencia de los juzgados de policía local, puede distinguirse
claramente la existencia de acciones contravencionales y civiles. De lo contrario la norma debería haber previsto
la competencia de los juzgados de policía local únicamente para las infracciones a la LPDC. De modo que el
argumento de la incompetencia del tribunal de Policía Local para no conocer de la acción civil porque la acción
contravencional se encuentra prescrita (en el caso que se estime que tienen distintos plazos de prescripción)
estimamos que hoy en día no es aplicable. Después de la reforma no hay dudas respecto de la competencia del
juez de policía local”.
18
CORRAL (2003), p. 23. Una idea similar puede encontrarse en el comentario de sentencia de ISLER (2010),
p. 338. Esta es la línea que recorrió la sentencia de la Corte Suprema, de 29 de noviembre de 2018 (vLex), rol
100.759-2016, para desechar la prescripción alegada, y afirmar la independencia de la acción contravencional,
de la acción civil: “SÉPTIMO: Que conforme al inciso primero del citado artículo 26, “Las acciones que
persiguen la responsabilidad contravencional que se sanciona por la presente ley prescriben en el plazo de
seis meses, contado desde que se haya incurrido en la infracción respectiva”. Es manifiesto que a partir de
la ocurrencia de un ilícito pueden generarse acciones y responsabilidades de diversa naturaleza -infraccional,
civil y eventualmente penal-, cada una sujeta a su propio y particular régimen, lo que involucra lo relativo a
la prescripción de las acciones destinadas a hacerlas efectivas. Así, ocurre en materia de responsabilidad que
los lapsos de prescripción liberatoria por un mismo hecho no son correspondientes en lo civil y en lo penal, lo
que se justifica, como es sabido, por la diversa función cometido social y jurídico que cumple cada uno de esos
sistemas en relación a los bienes jurídicos que ellos cautelan. En el caso que se analiza, la norma transcrita
determina clara y explícitamente que la prescripción de seis meses se refiere a la responsabilidad
contravencional derivada del ilícito cometido, por lo cual tal perenció y no puede aplicarse a las acciones
destinadas a impugnar el valor o eficacia del acto transgresor o a perseguir las responsabilidades
de la responsabilidad, cuyo fundamento es la justicia conmutativa que justifica el régimen. 19
Como recuerda Pinochet, la dimensión constitucional es relevante a la hora de destacar el rol
de la responsabilidad civil, en términos que, el derecho a la reparación y, en particular, el
resarcimiento del daño moral, constituyen una categoría reconocida y amparada por la
Constitución y no cabe la negativa, menos aún cuando la propia Ley 19.496 reconoce el
derecho a ser resarcido de todos los daños, consagrada en el artículo 3 de la Ley. 20
Precisamente, el problema que nos hemos planteado, es uno de los ejemplos que
Guerrero pone como caso de incumplimiento contractual sin infracción. Dice el autor: “En
esta categoría incorporaremos el incumplimiento de obligaciones que derivan del contrato
de consumo, pero que no constituyen una infracción. Por ejemplo, el desperfecto de un
producto que fue vendido aparente o derechamente en perfectas condiciones. Si falla dentro
del período de garantía, ¿es una infracción a la ley? En mi opinión, la respuesta es negativa.
Considero que más bien se trata de una infracción al contrato, de modo que no debe ser
sancionado con una multa y procede el ejercicio de los mecanismos reparación y de remedio
que derivan del contrato de consumo”. Y agrega: “Los casos que deben comprenderse en
esta categoría de contravenciones derivadas de incumplimiento contractual los encontramos
principalmente e el artículo 20 LPDC, y en ello se debe permitir al consumidor ejercer la
acción reparatoria, independientemente de la acción infraccional y más aún, sin ella”.21
Las normas que regulan la reparación de daños en la Ley 19.496 abonan la
procedencia de la indemnización de perjuicios. En principio, porque el artículo 3, letra e),
dispone que la víctima tiene derecho a la reparación e indemnización adecuada y oportuna
de todos los daños patrimoniales y morales en caso de incumplimiento (no de infracción) de
cualquiera de las obligaciones contraídas por el proveedor, norma que se encuentra en
perfecta armonía con lo prescrito en el artículo 20 de la Ley, que dispone: “En los casos que
a continuación se señalan, sin perjuicio de la indemnización por los daños ocasionados, el
consumidor podrá optar por la reparación gratuita del bien o, previa restitución,su
restitución o la devolución de la cantidada pagada”.22

indemnizatorias y aún a las de orden penal que por el mismo hecho pudieran derivar. En consecuencia, el
planteamiento del recurrente en orden a extender la aplicación del plazo de prescripción a que se refiere el
artículo 26 a la acción destinada a cuestionar la validez o calificación de los actos involucrados en la carta
del 23 de diciembre de 2011 resulta insuficiente para concluir que los sentenciadores hubieren incurrido
en error de derecho al interpretar la referida norma en la forma que lo han hecho”.
19
Para esta cuestión, véase HONORÉ (1997), p. 84. Para la discusión sobre el fundamento de la responsabilidad
civil, que descansa en la justicia correctiva y la distributiva, véase especialmente PINO (2013), pp. 111 ss., y
PAPAYANNIS (2014), pp. 272 ss.
20
PINOCHET (2012), pp. 436-438. En el mismo sentido, BARAONA (2014), p. 394.
21
GUERRERO (2008), pp. 448-449.
22
Desafortunadamente, la jurisprudencia sigue anclada, pese a los fallos relevantes en contrario, a la idea de
que la natiuraleza y suerte de la reparación de los daños, dependen de la acción infraccional, a la que se
encuentra vinculada. Así se resolvió en la sentencia de 12 de abril de 2018, rol 995-2018, que estimó que: Que,
no obstante lo anterior, los señores jueces recurridos, contraviniendo la parte petitoria de la acción civil deducida
en autos, efectuaron una interpretación analógica y extensiva en relación a la naturaleza de la acción judicial
interpuesta por la demandante, concluyendo en el fundamento quinto que “Cuarto: La acción judicial, en
consecuencia, no se encamina como razona el juez a quo, al ejercicio de los derechos contenidos en el artículo
20, sino a la reparación del daño”, para luego sostener que la acción civil de reparación puede intentarse aún en
ausencia de responsabilidad infraccional, conclusiones que difieren tanto del tenor de la demanda deducida,
B. La relación de consumo, ¿impacta en la órbita de los daños reclamables?

Si se asume la interpretación propuesta, es decir, que el ámbito material del artículo


20 de la LPDC, importa que la acción indemnizatoria es independiente del ejercicio de las
restantes acciones, incluso en el caso de extinción de las segundas y, por tanto, la acción
indemnizatoria se extiende incluso con independencia de la responsabilidad infraccional, es
necesario precisar la naturaleza de la responsabilidad y la extensión de los daños reclamables.
Dicha responsabilidad, como ya se ha advertido, no puede fundarse en las reglas de
la responsabilidad extracontractual, es decir, por invocacion de los artículos 2314 y 2329, en
cuanto dichas normas quedan excluidas al reclamar la configuracion de una relación de
consumo y, todavía más, el incumplimiento de obligaciones derivadas de contrato. 23 En
efecto, pensamos que la hipótesis que analizamos es más bien un problema de
responsabilidad contractual, en cuanto la reparación del daño reclamada deriva del
incumplimiento de obligaciones contractuales. 24
No obstante, resulta evidente que las normas de responsabilidad del Derecho común
no resultan directamente aplicables, especialmente las relativas a los daños reclamables, ora
porque toda la normativa de consumo se erige sobre la base de la desigualdad técnica del
consumidor y el proveedor, 25 ora porque, como indica Pinochet, existe un ámbito

como de lo previsto en el artículo 9 de la Ley 18.287, que otorga competencia al Juez de Policía Local, para
conocer de la acción civil, siempre que se interponga, dentro del procedimiento contravencional”.
23
La doctrina estima que deben reunirse dos requisitos para estar en presencia de responsabilidad contractual:
la existencia de un contrato y, el incumplimiento de una obligación derivada de ese contrato. En este sentido,
BARROS (2007), pp. 724-725; DOMÍNGUEZ (2000), p. 624; VIDAL (2011), p. 764. En el Derecho
comparado, véase DÍEZ-PICAZO (1999), pp. 264-266; YZQUIERDO TOLSADA (2019), p. 107.
24
BARAONA (2014), p. 394; BARRIENTOS (2013a), p. 74; CORRAL (1999), Como explica ISLER (2019b),
pp. 348; 357: “Por otra parte, la noción contraria de incumplimiento también aparece como relevante, puesto
que, mientras que la obligación no se entienda satisfecha, nos encontraremos dentro del campo de la
responsabilidad contractual propiamente tal”. Concretamente, en los casos que analizamos, según la autora, se
trataría de deberes secundarios asociados a la prestación principal. En efecto, dichos deberes para el proveedor
suponen que la cosa ya ha sido entregada, lo que configuraría el deber principal del proveedor. Para esta
cuestión, expresamente, BARRIENTOS (2013b), p. 66.
Sin perjuicio de lo anterior, el interés de ISLER es la exploración del régimen de responsabilidad
postcontractual. En relación con este tema, la doctrina se ha referido básicamente a dos supuestos: contratos
declarados nulos y la denominada responsabilidad post contrahendum. Especialmente la segunda hipótesis dice
relación con aquellas situaciones que se presentan cuando el contrato haya producido sus efectos principales,
sin perjuicio de que subsistan obligaciones accesorias que vinculen a las partes. Véase ALONSO TRAVIESA
(2007), p. 198. En otro lugar, hemos abordado el régimen de responsabilidad aplicable en el caso que el contrato
se encuentre terminado, pero se reclamen daños por incumplimiento de obligaciones, todavía vigente la relación
contractual. Véase AEDO (2019a), pp. 1000-1001.
25
Para esta cuestión, en el Derecho chileno, véase especialmente BARAONA (2014), pp. 388-389; DE LA
MAZA (2010), pp. 21 y ss.; ISLER (2019a), pp. 67-70; ISLER (2019b), p. 336; y WAHL (2006), ppp 77-78.
Para el Derecho de consumo como remedio al desequilibrio contractual en el ámbito europeo, BERCOVITZ
RODRÍGUEZ-CANO (1987) pp. 24 y ss.; DOMONT-NAERT (1993), pp. 57 y ss.; CALAS-AULOY (1993),
pp. 141-142; SCHULZE (2017), pp. 121-123. Se estima, en todo caso, que el contrato no garantiza
suficientemente la justicia del contrato, debiendo introducir ciertas correcciones que tiendan, como hemos
dicho, más allá de las reglas de consumo, una cierta equivalencia en las posiciones contractuales. Véase, por
todos, GÓMEZ (2018), pp. 25-27; RISOLIA (1958), pp. 124-125.
perfectamente delimitado sustativo del Derecho civil, el comercial y el de consumo, en
términos de que éste interviene, entre otros aspectos, en la objetivación de la responsabilidad
contractual.26
En cuanto al daño moral, entendido como la lesión de los intereses
extrapatrimoniales de la víctima, 27 la cuestión guarda completa relevancia, al punto que la
doctrina entiende que, como regla general, el contrato con prestaciones patrimoniales no
puede dar lugar a indemnización por daño moral, a menos que las partes pudiesen preverlo
al tiempo de la celebración. 28 En este sentido se han pronunciado Corral y Domínguez, por
ejemplo.29
En cuanto al alcance de la regla del artículo 1558 del Código civil, tratándose de la
responsabilidad por daños al consumidor, más allá de que se ha postulado que el régimen es
unitario, lo cierto es que la cuestión de la previsibilidad de los daños sigue latente en las
decisiones de los tribunales, en relación con las normas del consumidor. 30 Como señalan
Contardo y Cortéz, fallos han rechazado la demanda por daño moral, al considerar que el
contrato incumplido no protegía intereses extrapatrimoniales, o bien que éste tenía un
carácter puramente económico. 31
A nuestro juicio, no resulta automáticamente aplicable el artículo 1558 del Código
civil, que en materia contractual limita los efectos de la reparación del daño a los perjuicios

26
PINOCHET (2012), pp. 9 y ss.
27
Remitimos a nuestro trabajo AEDO (2006), pp. 238 y ss. y pp. 432 y ss.; AEDO (2019b), pp. 149-151. Para
el concepto del daño, véanse DÍEZ SCHWERTER (1998), pp. 17-25 y 81-88. Este autor ya distinguía entre las
tesis naturalísticas y las normativas. En particular, tratándose del daño moral, ha sido tratado exhaustivamente
el concepto por la profesora DOMÍNGUEZ (2000), pp. 43-85 y, posteriormente, por BARRIENTOS (2007),
pp. 37-50. En la interesante sentencia de la Corte Suprema, de 20 mayo 1953. RDJ, t. 50, sec. 1ª, p. 147, se
puede hacer una buena idea de las diferencias entre el daño al derecho y la lesión al interés, por otra. El caso
resuelve el daño que provoca en el dueño, que compra una casa arrendada, la tardanza en la entrega por parte
del arrendatario. Es evidente que la lesión se extiende más allá de la lesión al derecho de propiedad, en cuanto
a su contenido patrimonial. Dijo la Corte: “Incurre en responsabilidad extracontractual por los perjuicios que
ocasiona con su actitud, el arrendatario que después de haber sido notificado judicialmente del término del
contrato por haberse transferido la propiedad a un tercero, no la restituye oportunamente. Al hacerlo más tarde,
después de ser condenado por sentencia judicial ejecutoriada en el juicio que al efecto se le siguió por el
comprador y nuevo dueño, debe también -como lo pedía el demandante- pagar los perjuicios provenientes de
la ocupación indebida que él hizo del inmueble durante el tiempo comprendido entre la fecha de la notificación
judicial de la transferencia de dominio y aquella en que dio cumplimiento a la sentencia de restitución. Porque
dichos perjuicios le son imputables por su responsabilidad extracontractual emanada de una actitud culpable de
su parte, al arrogarse derechos sobre una cosa que no era suya ni respecto de la cual tuviera la calidad de
arrendatario, sino la de un mero ocupante, con desprecio de los derechos del nuevo propietario”.
28
Véase el profundo análisis de DE LA MAZA (2018), pp. 284 y ss., que propone la delimitación del riesgo
contractual, de acuerdo con el ámbito de resguardo del contrato, en función del interés que dicho contrato quiere
resguardar
29
CORRAL (2003), p. 198. DOMÍNGUEZ (2003), p. 546. Véase el tratamiento que hace, para el derecho
común VIDAL (2007), p. 539, en la compatibilidad entre resolución e indemnización y la forma en la que
ambas indemnizaciones juegan. Para los alcances de la indemnización por daño moral, con arreglo al artículo
1558, como eje en la delimitación de regímenes, véase nuestro trabajo AEDO (2018), pp. 644 y ss.
30
DE LA MAZA y MONTES (2020), pp. 19 y ss., han demostrado que un camino de aproximación es la
identificación de un interés extrapatrimonial cubierto por el contrato, en el caso de indemnizaciones por daño
moral.
31
CONTARDO y CORTÉZ (2019), p. 43.
directos y previstos al tiempo de la celebración del contrato, 32 toda vez que el artículo tercero
de la Ley Nº 19.496 consagra siempre en favor del consumidor la reparación de daño moral. 33
Como afirma Fleming, mediante el contrato, se trata de promover una voluntaria
asignación de riesgos en una sociedad que se autoregula libremente, mientras que en la
responsabilidad extracontractual se asignan riesgos, de acuerdo con las valoraciones de la
comunidad, por decisión de los tribunales o la ley. 34 Por mucho que, hoy en día, la buena fe
se traduzca en una ampliación de la regla contractual, 35 importando una protección de los
intereses de las partes, la idea contractual se sostiene en los principios que subyacen a la
codificación: una relativa igualdad, al menos formal de las partes, que supone un igual acceso
a la información y a las condiciones de contratación.36 Ello justifica en las codificaciones,
incluso en aquellas que se han introducido recientes reformas, la mantención de los principios
de la autonomía de la voluntad, la libertad contractual y del pacta sunt servanda.37

32
Como indica Corral, la previsibilidad aquí no juega el rol propio de la causalidad, porque el juez no debe
colocarse en el momento del incumplimiento, sino en el momento de celebración del contrato. Al respecto,
señala Corral: “De todos los daños de los que se reconoce una causalidad, porque han sido previsibles en el
momento en que el deudor infringió la obligación, sólo deberá indemnizar aquellos que eran previsibles cuando
el contrato fue celebrado”. Véase CORRAL (2010), p. 177.
33
Como afirma BARAONA (2014), p. 399: “En la línea de reforzar la amplitud de la reparación configurada,
reitera la norma que los daños que deben ser reparados son “todos”, es decir, sin dejar a ninguno de lado.
Advierto, además, que no existe una referencia causal precisa entre incumplimiento y daño, pues, simplemente
se expresa que todos los daños deben repararse “en caso de incumplimiento”, con lo cual, me parece que el
vínculo causal típico de la responsabilidad civil contractual, conforme lo dispone el artículo 1558 en su inciso
primero del Código Civil, prácticamente desaparece y se acerca más al de la responsabilidad extracontractual,
porque se trata más de daños causados de daños ocasionados (la ocasión en un factor de conexión más amplio
que la causalidad, me parece)”. En un sentido similar, LAZCANO y TORO (2019), p. 102, señalan: “En derecho
del consumo, en todo caso, a diferencia de lo que sucede en el derecho común, nunca se ha cuestionado que el
daño moral es indemnizable cuando proviene de relaciones contractuales, en virtud del referido artículo 3°
inciso primero letra e) de la LPC, que habla de “todos los daños materiales y morales”. No se trata, en todo
caso, de una discusión resuelta, dado que siguen aún vigentes diversos debates doctrinales acerca de la
naturaleza y límites del daño moral, es decir, cuáles son los bienes de carácter extrapatrimonial que pueden ser
indemnizados en esta partida”
34
FLEMING (1987), p. 2. Para una perspectiva similar del contrato, ATIYAH (1988), pp. 150-151;
CARTWRIGHT (2019), pp. 121; DE LA MAZA (2018), pp. 295-296; PANTALEÓN (2010), p. 206;
ZIMMERMANN (2019), p. 100.
35
Véase COHEN (2004), pp. 523 y ss. La integración, a partir de la buena fe es, por consiguiente, una operación
clave en la interpretación contractual, en la medida que permite fijar con mayor precisión y acorde los intereses
de las partes, la órbita de lo pactado. Véase nuestro trabajo AEDO (2019c), pp. 77 y ss. Para la buena fe como
mecanismo que impacta en la distribución de riesgos contractuales, en el Derecho chileno, BRANTT (2010), p.
87. Con una óptica distinta, relativa al tipo de objeto pactado, véase el interesante análisis de MEJÍAS (2011),
pp.101 y ss. En el mismo sentido, incluso para fundar, desde la regla de previsibilidad, la culpa del acreedor en
el daño, véase SAN MARTÍN (2017), especialmente pp. 603 y ss.; SCHOPF (2018), pp. 118-120. Para su
operación en el ámbito del consumidor ISLER (2019), pp. 360-361.
36
Véase, para esta cuestión, BERNAD (2019), pp. 16-21 y BUSNELLI (2005), pp. 535-537. Como afirma
MAIORCA (1981), pp. 253-254, la afirmación del Código Civil italiano de 1942 de que el contrato es una ley
para las partes (fórmula similar a la empleada por el francés o el chileno), es una expresión solemne para
expresar que el contrato es un instrumento de autoregulación de los intereses de las partes..
37
Véase, por ejemplo, para la reforma al Código Civil francés, TAISNÉ (2019), pp. 27-28. Para el Derecho
Europeo, véase el análisis de SCHULZE (2017), pp. 117-120 y con una perspectiva comparada europea muy
amplia, ZIMMERMANN (2019), pp. 93-104. En el derecho inglés, en cambio, la voluntad solo cumple un papel
Pero estas condiciones, propias de la responsabilidad contractual, se desdibujan de
manera importante en materia de consumidor, al menos en dos sentidos. En primer lugar,
no cabe duda que, en materia de consumo, los deslindes del contrato tienden a desdibujarse
y que el ámbito de extensión material de la ley no importa sólo una relación entre un
proveedor para quien el acto es mercantil, y un consumidor, para quien el acto es civil. 38 Ello
ha llevado a pensar a autores, como Baraona, que el contrato no es determinante en la
configuración de la responsabilidad por acto de consumo.39
En segundo lugar, y esta consideración parece ser la esencial, la delimitación de la
responsabilidad contractual y extracontractual, fundada en el riesgo, importa, como
condición, que las partes se encuentren en una genuina de posición de distribuir sus riesgos. 40
Si ello no es así, como acontece efectivamente en el ámbito de consumidor, no puede operar
una delimitación de los daños, difuminándose también la clara distinción entre regímenes.
Como señala di Majo, la indemnización de daños puede apreciarse como un sustitutivo de la
prestación pactada, es decir, si se conecta directamernte con el objeto de la prestación; bien,
como la reparación de los efectos o repercusiones en el patrimonio del acreedor, en cuyo
caso, según el autor, hay una evidente concordancia con la responsabilidad aquiliana. 41

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subsidiario, en la medida que, ella debe traducirse en la expresión de su promesa en un deed, o que se haga a
cambio de una consideration. Véase CARTWRIGHT (2019), pp. 226-227.
38
Para la superación del esquema contractual tradicional, ISLER (2015), pp. 11-12; ISLER (2019b), pp. 352-
353. Para la extensión del ámbito material de la ley, AEDO y MUNITA (2020), pp. 78 y ss.; MOMBERG
(2015), pp. 279 y ss.
39
BARAONA (2014), p. 397. Como indica el autor: “Dado que el ámbito de lo protegido en la Ley 19.496 es
diferente a los contratos civiles y comerciales, es obvio que las fuentes que gatillan el incumplimiento difieren.
Puede decirse que el contrato que sustenta el acto de consumo se convierte en un elemento o instrumento que
sirve de cauce para generar la responsabilidad, pero no es estrictamente el aspecto central. Lo determinante es
que, en el marco de un acto de consumo, se haya incumplido por parte del proveedor la Ley 19.496. Por ello
resulta difícil hablar en este caso de responsabilidad contractual. Lo anterior no obsta, naturalmente, a que
también pueda exigirse la responsabilidad que deriva del derecho común”.
40
ALPA, BESSONE y ROPPO (1982), p. 284.
41
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