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DERECHO DE

CONSUMIDORES

DIEGO PERIS DELGADO

MARTA DE FUENMAYOR QUILES

LAURA RODA ROMERO

El presente documento trata sobre el análisis de 7 supuestos prácticos relacionados con


la materia impartida por el profesor, así como el análisis e investigación mediante el
estudio de sentencias, manuales, legislación y revistas de contenido jurídico.
CASO PRÁCTICO 1. IRRENUNCIABILIDAD DE LOS DERECHOS

1. ¿Es válida la renuncia, y de no serlo, que sanción tendría? La posible


prohibición de renuncia, afectaría a todos derechos del TRLGDCU o solo a los
dos básicos del art.8?¿Y a los derechos de otras normas no específicas que
incidan en la protección del C y U?

Según el artículo 10 TRLDCU “la renuncia previa a los derechos que esta
norma reconoce a los consumidores y usuarios es nula, siendo, asimismo, nulos los
actos realizados en fraude de ley de conformidad con lo previsto en el artículo 6 del
Código Civil”. Por lo tanto, la sanción sería que ese contrato sería nulo. Por otro
lado, dicha renuncia afectaría a todos los derechos que el TRLDCU, entre ellos los
básicos como son la protección contra los riesgos que puedan afectar a la salud o
seguridad, la protección de los legítimos intereses y sociales y frente a la inclusión
de cláusulas abusivas y la información correcta sobre los diferentes productos
(artículo 8 TRLDCU), pero también otros derechos que se reconozcan en dicho
Texto Refundido. Respecto a otras normas no específicas que incidan en la
protección del consumidor, los artículos 8 y 10 TRLDCU solo protegen los derechos
que ambas normas establecen, por lo que si otra norma específica reconoce otros
derechos no estarían protegidos por dicha irrenunciabilidad, debería establecerse la
irrenunciabilidad en esa norma también.

2ª ¿Cambiaría la respuesta si la renuncia no fuera impuesta por el


vendedor sino como contrapartida del Consumidor para obtener una sustancial
reducción en el precio?

No, la renuncia previa a los derechos básicos de los derechos de los


consumidores y usuarios es siempre nula, aunque se ofrezca una contrapartida a
cambio de esa renuncia.
3.ª ¿En qué se diferencia del art. 86.7 TRLGDCU que declara como
cláusula abusiva la imposición de cualquier otra renuncia o limitación de los
derechos del C o U?

La diferencia radica en que en el artículo 86.7 la renuncia a los derechos se


impone, y es esta imposición la que se considera abusiva. Sin embargo, la
irrenunciabilidad a la que se refiere el artículo 10 abarca incluso los casos en los que
interviene la voluntad del consumidor, es decir, que aunque el consumidor quisiera
renunciar a su derecho previamente al contrato la renuncia previa siempre es nula.

4.ª ¿Sería válida la renuncia realizada por el comprador en momento


posterior a la firma del contrato, cuando se produce la avería, si hubiera
contrapartida?

En este caso, sí que sería válida la renuncia, ya que según el artículo 92.3
TRLDCU “sin perjuicio de lo establecido en el artículo 10 y del carácter
irrenunciable de los derechos reconocidos al consumidor y usuario en este título,
serán válidas las cláusulas contractuales que sean más beneficiosas para el
consumidor y usuario”. En este caso, se puede considerar una cláusula más
beneficiosa y el comprador sí podría renunciar a su derecho, pero para ello debería
ser negociado porque si fuera impuesta se consideraría una cláusula abusiva y se
aplicaría el artículo 86.7 TRLDCU.

CASO PRÁCTICO 2. DERECHO DE DESISTIMIENTO

1.ª Si en una promoción se está anunciando “Si no queda satisfecho le


devolvemos su dinero”, ¿se trata de un derecho de desistimiento de origen legal
o contractual? En caso de que el anuncio no fuera acompañado de información
específica en la que no se establezca ni el cómo ni el cuándo ejercitar el derecho
de desistimiento ¿qué normativa aplicaríamos?
Se trataría de un derecho de desistimiento de origen contractual, ya que en
primer lugar, no se contempla dentro de los casos donde la ley de forma imperativa
insta a ejercer el derecho de desistimiento, como en el caso de los viajes
combinados. En este sentido, la SAP 298/2009 de 15 de septiembre, establece que el
derecho de desistimiento puede ser establecido contractualmente, como señala el
artículo 68.2 TRDLDCU “cuando así se le reconozca en la oferta, promoción,
publicidad o en el propio contrato”. Por tanto, se trata de un derecho unilateral que
se establece por “voluntad del empresario en contratos en los que inicialmente no se
reconoce este derecho al consumidor por disposición legal o reglamentaria”, como
indica la sentencia. En este sentido, el derecho de desistimiento no tiene que estar
definido como tal, sino que se debe deducir del contenido de la oferta o promoción,
como en este caso “si no queda satisfecho le devolvemos su dinero”.

En caso de que no se estableciera información sobre cómo ejercitar dicho


derecho, se regulará por el Capítulo II del Título I del TRLGDCU, a partir del
artículo 68.3. Así se desprende del artículo 79 del mismo texto legal que establece
que “a falta de previsiones específicas en la oferta, promoción, publicidad o en el
propio contrato el derecho de desistimiento reconocido contractualmente, éste se
ajustará a lo previsto en este título”.

2.ª Si en un contrato se incluye, entre las cláusulas predeterminadas por


el empresario, la mención a un derecho contractual de desistimiento con un
plazo menor que el legalmente establecido (en el desistimiento legal),
¿estaríamos en una cláusula abusiva? ¿Y si el empresario exigiera un anticipo
del pago o prestación de garantías parar ejercerlo?

Se podría considerar una cláusula abusiva por limitar los derechos del
consumidor, como señala el artículo 86 TRLGDCU, al establecer un plazo menor al
establecido legalmente, ya que se trata de un plazo imperativo que es un derecho del
consumidor o usuario.

Respecto al anticipo del pago por parte del empresario, tal como señala el
artículo 79 TRLGDCU “en ningún caso podrá el empresario exigir anticipo de pago
o prestación de garantías, incluso la aceptación de efectos que garanticen un eventual
resarcimiento en su favor para el caso de que se ejercite el derecho de
desistimiento”.

3.ª Un empresario entrega, junto con el contrato firmado con el C y U, el


documento de desistimiento que se recoge en el anexo B del TRLGDCU. El C y
U ejercita el derecho de desistimiento en plazo, pero lo hace mediante correo
electrónico. ¿Es válido dicho ejercicio? ¿Quién y qué deberá probar el ejercicio
correcto del derecho de desistimiento?

En primer lugar, el empresario ha cumplido con su obligación de expresar el


derecho de desistimiento en el documento recogido en el anexo B del TRLGDCU
como recoge el artículo 69.1 de dicho cuerpo legal. Respecto al consumidor o
usuario, según el artículo 70 del TRLGDCU “el ejercicio del derecho de
desistimiento no está sujeto a formalidad alguna, bastando que se acredite en
cualquier forma admitida en derecho”, por lo que valdría el envío del documento
mediante correo electrónico. No obstante, en virtud de lo expuesto en el artículo 72,
es el consumidor quien debe probar que ha ejercitado correctamente su derecho de
desistimiento.

4.ª Mario compra un móvil en un comercio el día 12 de enero,


informando el empresario que el plazo de desistimiento es de 14 días desde la
compra. Habiéndolo usado Mario se da cuenta que el móvil no cumple con las
expectativas y decide hacer uso de dicho derecho. Para ello, envía un fax el día
26 de enero a las 23:58 horas, recibiéndolo el empresario el día 27 a las 00:01
horas. ¿Ejercita Mario el derecho de desistimiento en plazo?

Según el artículo 71.4 del TRLGDCU, “para determinar la observancia del


plazo para desistir se tendrá en cuenta la fecha de expedición de la declaración de
desistimiento”. Por tanto, sí estaría ejercitando correctamente el derecho de
desistimiento ya que se tiene en cuenta la hora a la que envió el fax y no la hora a la
que lo recibió el empresario.
5.ª Un empresario prevé por contrato un derecho de desistimiento en la
compra de un reloj. Una vez que lo compra Dª Amelia, ésta lo usa y lo entrega
dentro de plazo, pero lo hace presentando defectos y arañazos en el reloj. ¿El
empresario podrá rechazar la devolución? ¿En este caso, a qué gastos, en su
caso, tendría derecho a s devolución Dª Amelia? ¿Y si Dª Amelia no pudiera
devolver la prestación por pérdida, destrucción u otra causa? ¿En este último
caso, influiría algo el hecho de que el empresario haya incumplido el deber de
información y documentación del derecho de desistimiento, ex. art. 69.1
TRLGDCU?

En caso de que los defectos hubieran sido consecuencia del uso normal del
bien, Amelia no tendría que reembolsar cantidad alguna. Tampoco podrá rechazarlo
el empresario si los defectos ya existían cuando Amalia adquirió el reloj, por lo que
el empresario será quien debe probar que los defectos son posteriores y por
negligencia de Amelia. Sin embargo, los arañazos no derivan del uso normal de un
reloj, por lo que el empresario sí podría rechazar la devolución porque los arañazos
pueden serle imputados a Amelia. A este respecto, Amelia tendría derecho al
reembolso de los gastos necesarios y útiles que hubiera realizado en el bien, en
virtud del artículo 74.3 TRLGDCU.

Si Amelia no hubiera podido devolver la prestación por pérdida, destrucción


u otra causa, aun así tendría derecho de desistimiento, salvo que la imposibilidad le
fuera imputable, en cuyo caso respondería del valor de mercado que hubiera tenido
la prestación en el momento del ejercicio del derecho, como se expresa en el artículo
75.1 TRLGDCU. En el caso de que el empresario hubiese incumplido el deber de
información, como refleja el artículo 75.2 TRLGDCU “la imposibilidad de
devolución solo será imputable al consumidor cuando este hubiera omitido la
diligencia que le es exigible en sus propios asuntos”.

6.ª Cuando el consumidor haya ejercido el dº de desistimiento ¿el


empresario podrá retener los gastos imputables al consumidor? ¿Cómo las
podrá reclamar? ¿El consumidor tendrá derecho a recibir intereses por el
precio pagado? Y en caso afirmativo, ¿desde cuándo?

El empresario no puede retener dichos gastos, así se desprende del artículo


76. Para reclamarlas necesitará recurrir a un procedimiento judicial o extrajudicial.

El consumidor tiene derecho a percibir intereses por el precio pagado tal y


como establece el artículo 1303 CC “los contratantes deben restituirse
recíprocamente las cosas que hubiesen sido materia del contrato, con sus frutos, y el
precio con los intereses”, artículo al cual remite el 74.1 TRLGDCU. Podrá reclamar
los intereses una vez transcurridos 14 días naturales desde que el empresario ha sido
informado del desistimiento del consumidor.

7.ª Si contrato un servicio de línea móvil con un compromiso de


permanencia de 1 año, ¿afecta al posible derecho de desistimiento legal o
contractual que pueda tener?

En virtud de lo expuesto en el artículo 74.4 TRLGDCU en el caso de que el


consumidor incumpliera el compromiso de permanencia, dicho derecho de
desistimiento “será proporcional al número de días no efectivos del compromiso de
permanencia acordado”.

8.ª En caso de que compre un coche y para ello haya firmado también un
contrato de financiación vinculado para la compra del mismo. ¿Qué efectos
tiene sobre este último que ejercite debidamente el plazo de derecho de
desistimiento? ¿Y si hubiera contratado además un contrato de seguro de daños
a terceros? Si en este último caso el empresario no devolviera las cantidades
pagadas por el consumidor en el plazo señalado, ¿a qué tendrá derecho el
consumidor y usuario?

En ese caso, según el artículo 77 el ejercicio de dicho derecho implicará al


tiempo la resolución del crédito sin penalización alguna para el consumidor.
Si hubiera contratado además un seguro de daños a terceros, se trataría
entonces de un contrato complementario regulado en el artículo 76 bis TRLGDCU,
según el cual una vez ejercido el derecho de desistimiento sobre el contrato
principal, las partes deberán restituirse recíprocamente las prestaciones recibidas por
el contrato complementario sin demora alguna. En este sentido, el mismo artículo
señala que en el supuesto de que el empresario no reintegre todas las cantidades
dentro del plazo estipulado, “el consumidor y usuario podrá reclamar que se le pague
el doble de la suma adeudada, sin perjuicio a su derecho de ser indemnizado por los
daños y perjuicios sufridos en lo que excedan de dicha cantidad”.

CASO PRÁCTICO 3. FUERZA VINCULANTE DE LA PUBLICIDAD

La promotora, a sabiendas de que esa urbanización iba a ser construida en


terreno de titularidad pública y debido a esto, sus instalaciones iban a ser de utilidad
pública​, ​no informó debidamente a los propietarios, vulnerando de esta forma el art.
60 TRLGDCU, que recoge la información previa a la vinculación del consumidor
con el contrato u oferta. Es deber del empresario facilitar de forma clara y
comprensible la información relevante, veraz y suficiente sobre las características
principales del contrato, en particular las condiciones jurídicas y económicas.
Por un lado, los propietarios desconocen sus condiciones jurídicas y
económicas, pues de alguna forma la promotora les hizo o les quiso hacer creer que
“los elementos comunes consistentes en piscina, pista de paddel, tenis y club social”
sería de uso común entre la comunidad de propietarios, cuando en realidad no es así,
siendo de utilidad pública.
No se ha obtenido un consentimiento del todo formado pues, si los
propietarios hubieran sabido de esto quizá hubieran optado por otra elección o
hubiera buscado más, y finalmente no hubieran optado por esta urbanización. Sin la
debida formación del consentimiento, la promotora adquirió un derecho de
superficie sobre ese terreno de forma libre. Consentimiento que en ningún momento
puede tener una base errónea así recoge el art. 18 sobre el etiquetado y presentación
de los bienes y servicios, que deberán ser de tal naturaleza que no induzca a error al
consumidor especialmente sobre las características del bien o servicio en particular
sobre identidad cualidades, composiciones, ni tampoco atribuyendo al bien efectos o
propiedades que no posea.
La antigua LGDCU en su art. 8 decía que la publicidad será exigible por los
consumidores aun cuando no figura expresamente en el contrato, vinculado con los
principios del CC de buena fe y libertad contractual. El art. 1266 CC, determina que
para que el error invalide el consentimiento deberá recaer sobre la sustancia de la
cosa objeto de contrato o sobre aquellas condiciones de la misma que principalmente
hubieren dado motivo a celebrarlo. Invalidará el contrato cuando la consideración a
ella hubiere sido la causa principal del mismo.
Asimismo, el RD 515/1989, sobre protección de los consumidores en cuanto
a la información a suministrar en la compraventa y arrendamiento de viviendas,
estipula que toda oferta, promoción o publicidad dirigida a estos ámbitos se ajustarán
a las verdaderas características, condiciones y utilidad de la misma. La información
que se facilite no podrá inducir a error a sus destinatarios, de tal modo que afecte a
su comportamiento económico.
Por último, la Ley 29/2009 por la que se modifica el régimen de la
competencia desleal y de la publicidad para la mejora de la protección de los
consumidores y usuarios. Aclara que la deslealtad de una conducta viene
determinada por la concurrencia de 2 elementos: que el comportamiento del
empresario resulte contrario a la diligencia profesional que le es exigible en sus
relaciones con los consumidores, y que éste sea susceptible de distorsionar de
manera significativa el comportamiento económico del consumidor al que se dirige.
Por tanto, se ha utilizado una publicidad engañosa pues los elementos comunes de la
organización que se les prometía, al final no fueron entregados en propiedad a éstos
y pudo haber distorsionado de manera significativa el consentimiento de los
consumidores, cometiendo una práctica desleal.

CASO PRÁCTICO 4. CONTROL DE TRANSPARENCIA Y


RELACIÓN CON EL CONTROL DE INCORPORACIÓN Y CON EL DE
CONTENIDO

1.ª ¿Qué requisitos han de cumplir las condiciones generales de la


contratación?
En lo que respecta al contrato establecido por los respectivos bancos
recurridos Cajamar Caja Rural S.C.C., Caja de Ahorros de Galicia, Vigo, Orense y
Pontevedra, y el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria S.A. (CAJAMAR, LA CAIXA Y
BBVA), se implantaron una serie de cláusulas que fueron incorporadas como
condiciones generales de la contratación. Según la Ley 7/1998, de 13 de abril, sobre
Condiciones Generales de la Contratación, son condiciones generales de la
contratación según el art. 1.1, “las cláusulas predispuestas cuya incorporación al
contrato sea impuesta por una de las partes… habiendo sido redactadas con la
finalidad de ser incorporadas a una pluralidad de contratos” y, en su art. 1.2 “el
hecho de que ciertos elementos de una cláusulas se hayan negociado
individualmente no excluirá la aplicación al resto del contrato si la apreciación
global trata de un contrato de adhesión”
Teniendo en cuenta este precepto, el contrato incorporado por los tres
bancos cumple dicho presupuesto, pues el contrato va dirigido a realizarse de forma
repetitiva y sucesiva, por lo que el consumidor se posiciona en una situación de
condición, donde deberá o bien aceptar el contrato o bien no aceptar y por ello, no
contratar, no habiendo otra opción. Esto deja al consumidor en una posición mucho
más débil y delicada, pues debe decidir aceptando todas las cláusulas que el contrato
incorpore e imponga, aunque no se ajusten todas a sus intereses, o rechazando el
contrato y dejando de lado la posibilidad de ser parte adherente del contrato.
Siguiendo la LCGC, en su art. 2, será de aplicación a aquellos contratos “que
contengan condiciones generales celebrados entre un profesional – predisponente – y
cualquier otra persona física o jurídica – adherente”, donde se entiende por
profesional aquella “persona física o jurídica que actúe dentro del marco de su
actividad profesional o empresarial, ya sea pública o privada”. No obstante, el
contrato se opone a la doctrina del Tribunal Supremo y a la LCGC sobre la
posibilidad de un control judicial de las cláusulas referidas a la definición del objeto
del contrato, pues los respectivos bancos incorporaron a una pluralidad de contratos
de préstamos con garantía hipotecaria a tipo variable celebrados con consumidores y
usuarios, que establecen un tipo mínimo de interés o un tipo mínimo de referencia
(cláusulas suelo).

Así pues, a la conclusión que llega la Sala para considerar una cláusula CGC:
Contractualidad. Cláusulas contractuales donde su inserción en el contrato no deriva
del acatamiento de una norma imperativa que imponga su inclusión; predisposición.
Cláusulas pre-redactadas, indiferentemente si se realizó por el empresario o por
terceros. En particular en contratos de adhesión, no debe de ser fruto del consenso
alcanzado después de una fase de tratos previos; imposición. La incorporación de la
cláusula al contrato debe ser impuesta por una de las partes, normalmente por el
empresario, de manera que el bien o servicio objeto de contrato puede obtenerse solo
mediante el acatamiento a la inclusión en el mismo de la cláusula; generalidad. Las
cláusulas deben estar incorporadas a una pluralidad de contrato o estar destinadas a
dicho fin, pues como afirma la doctrina, se trata de modelos de declaraciones
negociales que tienen la finalidad de disciplinar uniformemente los contratos que
van a realizarse

2.º ¿El conocimiento de una CGC excluye su naturaleza de condición


general? ¿Si una cláusula no se conociera por el consumidor, qué efectos tiene?
No se excluye pues no solo debemos fijarnos en la apariencia externa o
un requisito formal de redacción o de accesibilidad. No obstante, sí que podemos
afirmar que el conocimiento de las cláusulas, sea o no condición general, es un
requisito previo al consentimiento y es necesario para su incorporación al contrato,
pero no excluye la naturaleza de condición general de la contratación el
cumplimiento por el empresario de los deberes de información exigidos por la
regulación sectorial.
La cláusula deberá superar el control de incorporación o transparencia
formal (control de inclusión), el cual se encuentra regulado en el art. 5 y 7 de la
LCGC, donde exige que la redacción de las cláusulas generales deberán ajustarse a
los criterios de transparencia, claridad, concreción y sencillez, y donde “no quedan
incorporadas al contrato las siguientes condiciones generales: a) Las que el
adherente no haya tenido oportunidad real de conocer de manera completa al tiempo
de la celebración del contrato… b) Las que sean ilegibles, ambiguas, oscuras e
incomprensibles…” Añadimos el art. 80.1 del Texto Refundido donde añade el
control de redacción y de accesibilidad y cognoscibilidad, que dispone que en los
contratos “que utilicen cláusulas no negociadas individualmente… deberán cumplir
los siguientes requisitos: a) Concreción, claridad y sencillez en la redacción, con
posibilidad de comprensión directa… b) Accesibilidad y legibilidad, de forma que
permita al consumidor y usuario el conocimiento previo a la celebración del contrato
sobre su existencia y contenido. Asimismo, deberá superar el control de
transparencia material, donde el adherente debe conocer o pueda conocer con
sencillez tanto la “carga económica” como la “carga jurídica”, esto es, la onerosidad
o sacrificio patrimonial y la definición clara de su posición jurídica tanto en los
presupuestos o elementos típicos que configuran el contrato celebrado.
Consideramos la Directiva 1993/13/CEE, del Consejo, de 5 de abril de 1993, sobre
las cláusulas abusivas en los contratos celebrados con consumidores, donde indica
que “los contrato deben redactarse en términos claros y comprensibles, que el
consumidor debe contar con la posibilidad real de tener conocimiento de todas las
cláusulas”. Por tanto, debe haber una existencia de un conocimiento real y
razonablemente completo de ambas cargas y el contenido esencial del contrato.
Si no supera este control, puede suponer la conexidad con la abusividad de
dicha cláusula. Con mención a la sentencia de este supuesto, las cláusulas que se
incorporaron por los 3 bancos no superan el control de transparencia material pues
existe una falta de información suficientemente clara de un elemento definitorio del
objeto principal del contrato, además que tampoco hay una existencia de diversas
situaciones relacionadas con el comportamiento razonablemente previsible del tipo
de interés en el momento de contratar. Tampoco hay información previa, clara y
comprensible sobre el coste comparativo con otras modalidades de préstamo de la
propia entidad, es decir, que no se le oferten o se le adviertan al cliente las mismas.
Los efectos o consecuencias del resultado del control es la consideración de una
cláusula abusiva o no transparente materialmente, es decir, la ineficacia de la
supuesta condición general. Dichas cláusulas serán nulas de pleno derecho y se
tendrán por no puestas, aunque el contrato en sí podrá seguir siendo obligatoria
siempre que pueda subsistir sin dicha cláusula, según el art. 83 del Texto Refundido
y del art. 7 hasta el 10 de la LCGC.

3.ª ¿Una condición general de la contratación puede referirse al objeto


principal del cto.? ¿Qué juego tiene el consentimiento del art. 1261 Cc con estas
cláusulas?
Una CGC puede referirse al objeto principal del contrato, siempre y
cuando la cláusula defina o recoja íntegramente todos los elementos que forman
parte y constituyen esa definición de objeto principal del contrato. No obstante,
tampoco es obstáculo para que una cláusula contractual sea calificada como CGC,
pues se definen por el proceso seguido para su inclusión en el mismo. Existen tres
grupos de elementos que forman parte de un contrato: los elementos esenciales, los
accidentales y los naturales.
Los elementos esenciales, para su validez y eficacia deben reunirse
todos ellos, el consentimiento de las partes, la existencia de un objeto cierto y de una
causa lícita de la obligación que establezca. La forma también se incluye como un
elemento esencial, dependiendo del caso. Aquí es donde se relaciona con el art. 1261
del CC y tiene su matiz en el consentimiento pues en la sentencia que analizamos,
existe un consentimiento, pero no ha habido una debida información, ni suficiente ni
clara, de los elementos definitorios del objeto principal del contrato, vulnerando el
art. 60 del Texto Refundido. También podemos relacionar el art. 1261 CC con el art.
5.1 LCGC pues las condiciones generales “pasarán a formar parte del contrato
cuando se acepte por el adherente… todo contrato deberá hacer referencia a las
condiciones generales incorporadas”. En su mismo apartado, segundo párrafo “no
podrá entenderse que ha habido aceptación de la incorporación de las condiciones
generales al contrato cuando el predisponente no haya informado expresamente al
adherente acerca de su existencia y no le haya facilitado un ejemplar de éstas” Por lo
que respecta a los demás elementos, los accidentales se componen por la condición,
el término y el modo, que, aunque no sean esenciales, una vez incorporados se
vuelven requisitos determinantes de la eficacia del contrato.
Por último, los elementos naturales son aquellas normas dispositivas
que se aplicarán en defecto de acuerdo y deriva de la propia naturaleza del contrato.
Estos dos últimos tipos de elementos se califican como elementos accesorios. No
obstante, en el CC no se dan estos elementos más allá de los esenciales pues no se
basa en el principio ​pro consumatore,​ sino en el equilibrio de las partes y en la plena
autonomía de la voluntad

4.ª ¿Una cláusula tipo –predispuesta- puede negociarse individualmente?


¿Quién tiene la carga de la prueba del carácter negociado de una cláusula tipo?
El sector bancario se caracteriza por tener implantada una contratación
con consumidores que se realiza mediante cláusulas predispuestas e impuestas por
dicha entidad bancaria, es decir, en ocasiones por aquellas no negociadas
individualmente, aquellas que se persiguen, a menos que se pruebe el supuesto
excepcional de que el contrato ha sido negociado y el consumidor ha obtenido
contrapartidas apreciables a la inserción de cláusulas beneficiosas para el
predisponente.
Destacamos la STS, de 22 de abril de 2015, 265/2015, donde expone que la
carga de la prueba recae sobre el profesional o empresario, el cual debe explicar y
justificar las “razones excepcionales que le llevaron a negociarla individualmente
con ese concreto consumidor, en contra de lo que es habitual en el sector de la
contratación y acorde a la lógica de la contratación en masa y se pruebe
cumplidamente la existencia de tal negociación y las contrapartidas que ese concreto
consumidor obtuvo por la inserción de cláusulas que favorecen la posición del
profesional o empresario”. También nos respaldamos en el art. 3.2 de la Directiva
93/13/CEE, último párrafo donde explica; “el profesional que afirme que una
cláusula tipo se ha negociado individualmente asumirá plenamente la carga de la
prueba". Por último, destacar el art. 82.2 del Texto Refundido que dispone que “el
empresario que afirme que una determinada cláusula ha sido negociada
individualmente asumirá plenamente la carga de la prueba”. Por lo que respecta a la
LCGC no contiene ninguna regla sobre la carga de la prueba. Esta protección se
prevé para que el profesional o empresario que afirme que una cláusula ha sido
negociada individualmente, asumirá la carga de la prueba de esa negociación.
5.ª ¿Puede equipararse la negociación individual con la posibilidad real
de escoger entre una pluralidad de ofertas todas ellas sometidas a CGC del
mismo o distinto empresario?
Según la STS de 29 de noviembre de 2017, no puede equipararse la
negociación con la posibilidad real de escoger entre una pluralidad de ofertas de
contrato sometidas a CGC, aunque varias de ellas procedan del mismo empresario,
por tanto, no hay negociación, aunque el cliente pueda optar por varias ofertas del
banco si en todas ellas se imponen sus condiciones. Sería una cláusula en la cual el
consumidor no puede influir, de modo que puede adherirse o renunciar al contrato.
Tampoco puede equipararse, aunque el banco haya dado la opción a escoger entre
diferentes ofertas de distintos empresarios o distintos bancos, si todos estos siguen
imponiendo sus condiciones.

6.ª ¿Se aplicará la LCGC a las CG que vengan reguladas


específicamente por una disposición legal o administrativa de carácter general y
que sean de aplicación imperativa? ¿En las cláusulas suelo existen este tipo de
normas de carácter sectorial?
En el art. 4.2 LCGC en su párrafo segundo dispone que la presente Ley
no será de aplicación “a las condiciones generales que… ni las que vengan reguladas
específicamente por una disposición legal o administrativa de carácter general y que
sean de aplicación obligatoria para los contratantes”. Así mismo, el preámbulo de la
Directiva 93/13 indica que “las disposiciones legales y reglamentarias de los EEMM
por las que se fijan, directa o indirectamente, las cláusulas de los contratos
celebrados con los consumidores no contienen cláusulas abusivas; que, por
consiguiente, no resulta necesario someter a las disposiciones de la presente
Directiva las cláusulas que reflejan las disposiciones legales o reglamentarias
imperativas ni las disposiciones de convenios internacionales de los que los EEMM
o la Comunidad sean parte. En la STJUE de 21 de marzo de 2013 dictamina que las
cláusulas contractuales que reflejen disposiciones legales o reglamentarias
imperativas no están sujetas a las disposiciones de las mismas, y se extiende a las
cláusulas que reflejan las disposiciones del Derecho nacional que se apliquen entre
las partes contratantes con independencia de su elección o aquellas de tales
disposiciones aplicables por defecto, es decir, cuando las partes no llegan a un
acuerdo diferente al respecto.
La normativa sectorial se limita a imponer determinadores deberes de
información sobre la incorporación de las cláusulas suelo en los contratos de
préstamo hipotecario a que se refiere, pero no impone la existencia de cláusulas
suelo, ni en defecto de pacto supone su existencia ni, finalmente, indica los términos
en los que la cláusula viene expresada en el contrato. Los bancos de la sentencia de
2013 basaron sus argumentaciones en las siguientes disposiciones legales
sectoriales: OM de 12 de diciembre de 1989, sobre tipos de interés, comisiones,
normas de actuación, información a clientes y publicidad de las entidades de crédito,
modificada por la OM de 12 de junio de 2010, dictada en desarrollo de la Ley
26/1988, de 29 de julio, de Disciplina e Intervención de Entidades de Crédito; OM
de 5 de mayo de 1994, sobre transparencia de las condiciones de los préstamos
hipotecarios, modificada por demás OOMM de 1995, 1999, 2011; Ley 2/2009, de 31
de marzo, de Contratación de Préstamos Hipotecarios con Particulares

7.ª ¿Según el art. 4.2 de la Directiva 93/13/CE se puede aplicar el control


de abusividad de las cláusulas que contienen elementos descriptivos o
definidores del objeto principal del contrato? ¿La Directiva hace un listado de
las citadas cláusulas”? ¿Qué opiniones muestra la doctrina al respecto, y que
dice con respecto a las cláusulas suelo? En tu opinión, ¿Las cláusulas suelo
describen o definen el objeto principal del contrato de préstamo? ¿Qué opinión
tiene la Sala (STS del 2013) al respecto?
Se excluyen del control de contenido dos situaciones, que ni la Ley
General para la Defensa de Consumidores y Usuarios ni su Texto Refundido
recogen, en primer lugar, la definición del objeto principal del contrato, pues se
entiende que existe autodeterminación de ambos contratantes sobre el objeto
principal, donde las cláusulas determinan las prestaciones esenciales de cada parte.
Y en segundo lugar, la adecuación entre precio o retribución de un lado, y bien o
servicio del otro, debido a que no se puede controlar el equilibrio económico del
contrato en un sistema de economía de mercado. A estas cláusulas esenciales del
contrato, las relativas al precio y a la contraprestación, únicamente cabe someterlos
al control de inclusión y de transparencia material.

El art. 3.3 de la Directiva remite al Anexo de ésta, donde proporciona


una lista indicativa y no exhaustiva de las cláusulas que pueden ser declaradas
abusivas, entre otras, excluir o limitar la responsabilidad legal del profesional en
caso de muerte o daños físicos del consumidor debidos a la acción u omisión del
profesional, así como excluir o limitar de forma inadecuada los derechos legales de
los consumidores o cumplir de forma inadecuada o incumplir las obligaciones
contractuales por el profesional… Dichas cláusulas en un principio, no fueron
consideradas como CGC ni de tener carácter abusivo por ser un elemento esencial
del contrato negociado entre prestamista y prestatario. Tampoco existía ninguna
imposición por parte del empresario, sino una aceptación libre y voluntaria, según
afirmaban los recurridos en la sentencia del 2013.
No obstante, más adelante se apreció de oficio la nulidad imperativa de
las cláusulas abusivas basándose en el art. 6.1 de la Directiva 93/13 con el fin de
erradicar con carácter definitivo la utilización de cláusulas abusivas en la
contratación con consumidores y que las empresas desistieran del uso de éstas. El
objetivo de dicho artículo no podría alcanzarse si los consumidores tuvieran que
hacer frente a la obligación de plantear por sí mismo el carácter abusivo de una
cláusula contractual y que solo podrá alcanzarse una protección efectiva si el juez
nacional estaba facultado para apreciar de oficio dichas cláusulas, tal y como se
expone en la STJUE, de 4 de junio de 2009 (caso Pannon) y en la STJUE de 26 de
octubre de 2006 (caso Mostaza Claro), entre otras muchas.

Bajo nuestra opinión, las clausulas suelo sí que definen el objeto principal
del contrato, aunque no en su integridad, si en sus elementos esenciales, con lo que
la falta de información suficiente de estos tipos de elementos definitorios del objeto
principal del contrato hace nulas dichas cláusulas. Aparte de tener una gran cantidad
de datos entre los que diluyen la atención del consumidor y distraen a éste de la
claridad, concreción y comprensión del texto, pues no hay información previa sobre
el coste comparativo con otras modalidades de préstamo de la propia entidad o
advertencia de que no se le oferten las mismas. En la STS de 24 de marzo de 2015,
define que el objeto principal del contrato y la adecuación entre precio y retribución,
por una parte, y los servicios que se deben proporcionar como contrapartida, por
otra, deben redactarse de manera clara y comprensible. Esto no quiere decir que el
simple hecho de posibilitar el conocimiento real de su contenido mediante caracteres
legibles y una redacción comprensible sea suficiente. además, no pueden utilizarse
cláusulas que, pese a que sean gramaticalmente comprensibles y redactas de forma
legible, implique una alteración en el objeto del contrato o en el equilibrio
económico sobre el precio y la prestación, que pueda resultar inadvertida para el
adherente. Además, dicha exigencia de transparencia impuesta por la Directiva
expone que el contrato debe incluir de manera transparente el motivo y el modo de
variación de tal coste, de forma que el consumidor pueda prever, sobre la base de
criterios claros y comprensibles, las eventuales modificaciones del coste.
No es pues, sin un conocimiento adecuadamente formado, cuando el
consumidor pueda adoptar su decisión económica después de haber sido informado
debidamente, de forma que éste conozca y comprenda las consecuencias jurídicas
que, de acuerdo con el servicio ofrecido, resulten a su cargo, tanto respecto del
sacrificio patrimonial como la posición jurídica en la que realmente asume los
aspectos de los que derivan del objeto y ejecución del contrato. La sentencia de 2013
expone el doble control de transparencia al que se debían someter, además del de
incorporación, además de ser preciso que la información suministrada permita al
consumidor incidir en el contenido de su obligación de pago y tener un conocimiento
real y razonablemente completo de qué puede realizar en la economía del contrato,
para que ello no deje al adherente en una situación ni clara ni comprensible de su
carga económica, la realizada a cambio de la prestación económica que se quiere
obtener, como su carga jurídica, la posición clara en los presupuesto y elementos
típicos que configuran el contrato celebrado, como en la asignación o distribución de
los riesgos de la ejecución y desarrollo del mismo. En conclusión, la Sala rechaza
que “las cláusulas contractuales controvertidas deban considerarse CGC porque
versan sobre los elementos esenciales de los contratos y porque, precisamente por
ello el consumidor necesariamente las conoce y las acepta libre y voluntariamente”

8.ª ¿Lo establecido en el 4.2 de la Directiva impide la adopción una


normativa nacional que autorice un control equijudicial de abusividad de este
tipo de cláusulas?
En su artículo 6.1 implica atribuir a las disposiciones de la Directiva el
carácter de norma “imperativa”, “de orden público económico”, que tiene que
reflejarse en los poderes atribuidos a los órganos jurisdiccionales nacionales. Así
mismo, en el art. 6.2 “los EEMM adoptarán las medidas necesarias para que el
consumidor no se vea privado de la protección que ofrece la presente Directiva”. La
efectividad de esta Directiva y la tutela de los intereses de los consumidores frente a
las cláusulas abusivas resulta imperativa para la totalidad de los órganos
jurisdiccionales de la UE

9.ª ¿Según la Sala, en qué consiste el control de transparencia material?


¿En qué normas lo residencia? ¿En qué normas lo ha residenciado la
jurisprudencia posterior?
La sala se basa en la Directiva donde indica que los contratos deben
redactarse en términos claros y comprensibles, que el consumidor debe contar con la
posibilidad real de tener conocimiento de todas las cláusulas y en su art. 5 dispone
que “en los casos de contratos en que todas las cláusulas propuestas al consumidor o
algunas de ellas consten por escrito, estas cláusulas deberán estar redactadas siempre
de formo clara y comprensible”. También en su art. 4.2 “la apreciación del carácter
abusivo de las cláusulas no se referirá a la definición del objeto principal del
contrato… siempre que dichas cláusulas se redacten de manera clara y
comprensible”. La jurisprudencia apunta que el principio de transparencia puede
aparecer como un medio para controlar la inserción de condiciones contractuales en
el momento de la conclusión del contrato o el contenido de las condiciones
contractuales. Asimismo, este principio de transparencia se impone a las cláusulas
con el fin de que el consentimiento contractual que se preste sea plenamente
informado. Conforme a la Directiva y a la STS de 18 de junio, el control de
transparencia aparece como parámetro de validez de la cláusula predispuesta.
Cuando se proyecta sobre los elementos esenciales del contrato tiene por objeto que
el adherente conozca o pueda conocer con sencillez tanto la carga económica como
la carga jurídica, donde quedan explicados anteriormente. El principio de
transparencia debe garantizar que el consumidor está en condiciones de obtener,
antes de la conclusión del contrato, la información necesaria para poder tomar su
decisión con pleno conocimiento de causa. También afirma la STJUE de 21 de
marzo de 2013 que el contrato debía exponerse de manera transparente “de forma
que el consumidor pueda prever, sobre la base de criterios claros y comprensibles,
las eventuales modificaciones del coste”. Igualmente, en la STS 29 de abril de 2015,
se alegaba la falta de transparencia de la cláusula y carácter abusivo, pues se
incorporaban como condiciones generales sin posibilidad de negociación individual
por parte del contratante y no fue debidamente clara pues el cliente no pudo conocer
realmente el precio a pagar. Esto producía un desequilibrio grave entre las partes,
por ello el TJUE dictó sentencia para llegar a una retroactividad total, donde los
afectados podían llegar a recuperar todas las cantidades pagadas de más desde el
inicio del préstamo.

10.º ¿Según la Sala, en el caso enjuiciado, la cláusula techo supera el


control de transparencia material (control de comprensibilidad real)? ¿Qué
sentido o importancia tiene para la Sala la determinación de una cláusula techo
como contrapeso?
Según la Sala, las cláusulas analizadas no son transparentes pues insertan de
forma conjunta con las cláusulas techo y como aparente contraprestación de las
mismas. (los riesgos de oscilación del tipo mínimo de referencia en los términos
contenidos en algunas cláusulas dan cobertura exclusivamente a los riesgos que para
la entidad crediticia pudieran tener las oscilaciones a la baja y frustraran las
expectativas del consumidor de abaratamiento del crédito como consecuencia de la
minoración del tipo de interés pactado como variable. Al entrar en juego una
cláusula suelo previsible para el empresario, convierte el tipo nominalmente variable
al alza y a la baja, en fijo variable exclusivamente al alza)
Supuestos en los que se desvía la atención del consumidor y se obstaculiza el
análisis del impacto de la cláusula suelo en el contrato mediante la oferta conjunta, a
modo de contraprestación de las cláusulas suelo y de las cláusulas techo o tipo
máximo de interés, que pueden servir de señuelo. Las entidades crediticias han
sugerido… que el principal interés de los prestatarios en el momento de contratar un
préstamo hipotecario se centra en la cuota inicial a pagar, y por ello, como estas
cláusulas se calculaban para que no implicasen cambios significativos en dichas
cuotas, no llegaban a afectar de manera directa a las preocupaciones inmediatas de
los prestatarios

10.º ¿Qué argumentos esgrime la sentencia recurrida para no considerar


necesario examinar si las cláusulas suelo son abusivas o no? ¿Qué dice la Sala al
respecto?
Las entidades crediticias de la sentencia del 2013 sostienen que, aunque
dichas cláusulas fueran calificadas como CGC no deben someterse a la LCGC pues
las cláusulas suelo de los préstamos hipotecarios están admitidas y reguladas
expresamente en las siguientes disposiciones legales: la OM de 12 de diciembre de
1989, sobre tipos de interés, comisiones, normas de actuación, información a clientes
y publicidad de las entidades de crédito, más tarde modificada por la OM de 12 de
junio de 2010, de regulación y control de la publicidad de los servicios y productos
bancarios; la OM de 5 de mayo de 1994, sobre transparencia de las condiciones
financieras de los préstamos hipotecarios, más tarde modificada; la Ley 2/2009, de
31 de marzo, de Contratación de Préstamos Hipotecarios con Particulares. Además,
la propuesta de Directiva nº 2011/0062 del Parlamento Europeo y del Consejo, sobre
los créditos y bienes inmuebles de uso residencial, donde admite la legalidad y
validez de cualquier modalidad de este tipo de cláusulas.
La Sala responde respaldándose en la Constitución Española en su art.51,
donde se tutelan los intereses legítimos económicos de los consumidores, lo que es
determinante que se busque y se desarrolle una pluralidad de normas que se inclinen
en el intento de garantizar la existencia de mecanismos y procedimientos a tal fin.

11.º ¿Una cláusula no negociada que es formalmente clara y


comprensible y no describe o define el objeto principal del contrato puede ser
objeto de control de abusividad? ¿Y si describiera o definiera el objeto
principal del contrato? La falta de transparencia de una cláusula suelo
¿Implica que la cláusula se tiene por no incorporada? ¿O que necesariamente
se considera desequilibrada? ¿Qué implica?
El hecho de que una cláusula sea clara y comprensible no supone que
sea equilibrada y que beneficie al consumidor. Si se trata de una cláusula que
describe o define el objeto principal del contrato en los términos expuestos, no cabe
control de abusividad, no obstante, este control que cabe en caso de cláusulas claras
y comprensibles que no se refieren al objeto principal del contrato. En conclusión, la
falta de transparencia no supone necesariamente que sean desequilibradas y que sea
importante en perjuicio del consumidor. Con respecto al desequilibrio y
apoyándonos en la STJUE de 14 de marzo de 2013, para determinar si una cláusula
causa en detrimento del consumidor un desequilibrio importante entre los derechos y
obligaciones de las partes que se derivan del contrato. Se debe de tener que, en lo
que se refiere a la cuestión de en qué circunstancias se causa ese desequilibrio pese a
las exigencias de la buena fe, debe señalarse que el juez nacional debe comprobar si
el profesional podía estimar razonablemente que, tratando de manera leal y
equitativa con el consumidor, éste aceptaría una cláusula de ese tipo en el marco de
una negociación individual.

12.º ¿Cuándo considera la Sala que una cláusula suelo es lícita?


La Sala aclara que las cláusulas suelo son lícitas “siempre que su
transparencia permita al consumidor identificar la cláusula como definidora del
objeto principal del contrato y conocer el real reparto de riesgos de la variabilidad de
los tipos. Es necesario que esté perfectamente informado del comportamiento
previsible del índice de referencia, de tal forma que cuando el suelo estipulado lo
haga previsible, esté informado de que lo estipulado es un préstamo a interés fijo
mínimo, en el que las variaciones del tipo de referencia a la baja probablemente no
repercutirán o lo harán de forma imperceptible en su beneficio”. Son lícitas incluso
aquellas cláusulas suelo que no coexisten con cláusulas techo o que tampoco exista
equilibrio económico entre el tipo inicial fijado y los topes señalados como suelo y
techo. También serán lícitas cuando se mencionen en un mismo apartado del
contrato, pues constituye un “factor de distorsión de la información que se facilita al
consumidor, ya que el techo opera aparentemente como contraprestación o factor de
equilibrio del suelo”
En conclusión, el empresario debe fijar el interés al que presta el dinero y
diseñar la oferta comercial dentro de los límites fijados por el legislador. Como
también debe comunicar de forma clara, comprensible y destacada la oferta, sin
diluir información con un gran almacenamiento de datos no siempre fáciles de
comprender para quien carece de conocimientos especializados en la materia, pues
provocan una pérdida de atención en el cliente.

13.º En general, ¿Qué requisitos tienen las cláusulas no negociadas para


declararlas abusivas, según la Sala? ¿Qué momento y circunstancias se toman
en cuenta?
Para llegar a la conclusión de los siguientes requisitos para considerar
abusivas las cláusulas no negociadas la Sala se ha basado en el siguiente articulado
que anteriormente hemos mencionado y explicado; art. 8.1, 8.2 LCGC, art. 10 bis y
disposición adicional 1ª LGDCU, art. 3.1 de la Directiva 93/13/CEE y el art. 82.1
TRLGDCU. Los requisitos son los siguientes: que se trate de condiciones generales
predispuestas y destinadas a ser impuestas en pluralidad de contratos, sin negociarse
de forma individualizada; que en contra de las exigencias de la buena fe causen
desequilibrio importante en los derechos y obligaciones derivados del contrato; que
el desequilibrio perjudique al consumidor

El art. 4.1 de la Directiva expone que “el carácter abusivo de una cláusula
contractual se apreciará teniendo en cuenta la naturaleza de los bienes o servicios
que sean objeto del contrato y considerando, en el momento de la celebración del
mismo, todas las circunstancias que concurran en su celebración, así como todas las
demás cláusulas del contrato, o de otro contrato del que dependa. Bien pues,
podemos relacionarlo con el art. 82.3 TRLGDCU el cual dispone que “el carácter
abusivo de una cláusula se apreciará… considerando todas las circunstancias
concurrentes en el momento de su celebración, así como todas las demás cláusulas..”
Es por ello por lo que el juez debe tener en cuenta todas las circunstancias en la
fecha en la que el contrato se suscribió incluyendo la evolución previsible de las
circunstancias si estas fueron tenidas en cuenta con los datos al alcance de un
empresario diligente. También valorará las circunstancias que concurran en su
celebración, así como todas las demás.

14.º En concreto, ¿cómo conecta la Sala la falta de transparencia con la


abusividad de las cláusulas suelo? ¿Y la STS de 14 de marzo de 2015, Tol
4828170?
Las cláusulas no son transparentes pues hay una falta de información
suficientemente clara de que se trata de un elemento definitorio del objeto principal
del contrato y se insertan de forma conjunta con las cláusulas techo y como aparente
contraprestación de las mismas. Tampoco existen simulaciones de escenarios
diversos relacionados con el comportamiento previsible del tipo de interés en el
momento de contratar ni una previa información clara y comprensible sobre el coste
comparativo con otras modalidades de préstamo o no se le oferten las mismas. En el
caso de las cláusulas impuestas por el BBVA, existe una abrumadora cantidad de
datos entre los que quedan enmascaradas y diluyen la atención del consumidor.

15.º ¿Qué criterios utiliza la STS 29.4.2015 (Tol 5090715) para


discriminar entre prestaciones principales sobre las que recae consentimiento y
el resto del cto?
No pueden utilizarse cláusulas que, aunque sean gramaticalmente
comprensibles y redactadas de forma legible, impliquen una alteración del objeto del
contrato o del equilibrio económico sobre el precio y la prestación, que pueda pasar
inadvertida al adherente. Es preciso que sean transparentes, para que el consumidor
pueda hacerse una idea de las consecuencias jurídicas y económicas. La falta de
transparencia acarrea un desequilibrio sustancial en perjuicio del consumidor. Es el
consumidor el que ponderando sus intereses y en el ejercicio de su libertad
contractual, deberá decidir si contrata o no y con quien, pues una cosa es la
prestación del consentimiento de forma individualizada voluntaria y libre y otra
identificar tal consentimiento en el contenido con la previa existencia de negociación
individualizada del mismo. Por ello que se busque la transparencia, para que el
consentimiento contractual que se preste sea plenamente información, al ser la
prestación y el precio los elementos básicos que determinaran la opción del
consumidor y sobre los que prestara su pleno consentimiento

CASO PRÁCTICO 5. DEBER DE CONFORMIDAD Y GARANTIAS

1.ª ¿Qué entiende por principio de conformidad? ¿Cuáles son los


requisitos para que el consumidor pueda reclamar contra el vendedor por falta
de conformidad? ¿Qué plazos legales de garantía, de denuncia y de ejercicio de
los derechos se establecen en la ley?
En primer lugar, respecto a la cuestión ​qué entendemos por principio de
conformidad​, entendemos aquel principio por el cual el vendedor está obligado a
entregar al consumidor y usuario productos que san conformes con el contrato. Éste
responde frente al consumidor o usuario de cualquier falta de conformidad que
exista en el momento de la entrega del producto. Por tanto tal y como se desprende
del artículo 114 del TRLGDCU ​El vendedor está obligado a entregar al consumidor
y usuario productos que sean conformes con el contrato, respondiendo frente a él de
cualquier falta de conformidad que exista en el momento de la entrega del producto.
Entendemos que hay conformidad cuando haya adecuación o identidad entre el
objeto entregado y las características pactadas.
En segundo lugar, respecto a los ​requisitos de falta de conformidad​, se
entenderá que no hay conformidad cuando no haya adecuación o identidad entre el
objeto entregado y las características pactadas. Por tanto, con la expresión o para que
se dé ​falta de conformidad​, se incluyen unitariamente diversos aspectos
relacionados con toda prestación inexacta: defectos materiales en la cosa o
inadecuación al contrato. En suma se entenderán que no son conforme con el
contrato cuando los requisitos o circunstancias no se ajusten a la descripción hecha
por el vendedor y posean las cualidades del producto que haya presentado al
consumidor y usuario en forma de muestra o modelo; que no sean aptos para los
usos a que ordinariamente se destinen los productos del mismo tipo; cuando no sean
aptos para cualquier uso especial; o cuando no presenten la calidad y prestaciones
habituales de un producto del mismo tipo que el consumidor y usuario pueda esperar
(en este caso se ha de tener en cuenta la naturaleza del producto, y las declaraciones
públicas del mismo).
En tercer lugar, respecto a la cuestión relativa a la garantía, plazos y
derechos: en primer lugar podemos hacer referencia a los dos tipos de garantía que el
TRLGDCU regula en sus artículos 124 y ss., encontrando a su vez dos tipos de
garantías: una garantía legal la cual deriva del propio contrato de compraventa, es
cual es inderogable , la cual es caracterizada porque el vendedor responde de todos
aquellos desperfectos o anomalías de los productos los cuales hubieren sido
comprados por consumidores y usuarios, siempre y cuando fuera por culpa del
vendedor. Además también encontramos la garantía comercial, la cual se ofrece de
forma voluntaria por parte del productor del producto, vendedor o cualquier otra
persona que ocupe un lugar en la cadena de distribución del producto.
Respecto a los plazos de garantía y de ejercicio de la garantía legal, al
encontrarnos ante un supuesto de un vehículo de 2ª mano, tal y como se desprende
123. 1 I , del TRLGDCU podrán pactar un plazo un plazo menor al general (2 años),
siempre y cuando no sea inferior al año.
Además para el caso de la denuncia por falta de conformidad tal y como se
desprende del art. 123. 5 del TRLGDCU ​el consumidor y usuario deberá informar
al vendedor de la falta de conformidad en el plazo de dos meses desde que tuvo
conocimiento de ella. El incumplimiento de dicho plazo no supondrá la pérdida del
derecho al saneamiento que corresponda, siendo responsable el consumidor y
usuario, no obstante, de los daños o perjuicios efectivamente ocasionados por el
retraso en la comunicación.
Asimismo, tal y como se desprende del apartado 4º del precepto nombrado
anteriormente, la acción tiene plazo de prescripción de 3 años.

2.ª Si en el momento de la entrega el vehículo hubiera presentado éste


algún desperfecto y éste hubiera sido asumido por el comprador a cambio de
una rebaja en el precio, ante una avería posterior con origen en alguno de estos
desperfectos, ¿Podría exigir la reparación en el plazo de un año con cargo al
concesionario? ¿Y si el vehículo hubiera tenido algún desperfecto que no
conociera el comprador en el momento de la celebración del contrato, pero
sobre el cual debiera haberse dado cuenta con una diligencia y conocimientos
medios? (p. e. una abolladura visible en el paragolpes.
En primer lugar, respecto a la primera cuestión relativa a ​la reparación en el
plazo de un año: ​en base a lo dispuesto en el art. 120 del TRLGDCU referente al
régimen jurídico de la reparación o sustitución del producto, en su letra C) establece
que ​la reparación suspende el computo de los plazos a que se refiere el artículo 123.
El periodo de suspensión comenzará desde que el consumidor y usuario ponga el
producto a disposición del vendedor y concluirá con la entrega al consumidor y
usuario del producto ya reparado. Durante los seis meses posteriores a la entrega
del producto reparado, el vendedor responderá de las faltas de conformidad que
motivaron la reparación, presumiéndose que se trata de la misma falta de
conformidad cuando se reproduzcan en el producto defectos del mismo origen que
los inicialmente manifestados.​
Por su parte, respecto a la cuestión de la rebaja del precio o resolución del
contrato, procederá a elección del consumidor y usuario cuando no hubiera sido
posible exigir la reparación o sustitución, y en aquellos supuestos en que éstas no se
hubieran llevado a cabo en un plazo razonable o sin mayores inconvenientes para el
consumidor y usuario. Por tanto, en aquellos supuestos donde tal desperfecto o
avería hubiera supuesto la posible no reparación, e incluso la no reparación,
procedería de forma subsidiaria a la rebaja del precio en incluso a la resolución del
contrato en base al art. 121 del TRLGDCU.
Respecto a la segunda cuestión: el vendedor no responderá cuando el
consumidor conociere la falta o no hubiera podido fundadamente ignorarla en el
momento de celebrarse el contrato tal y como se desprende del artículo 116 en su
apartado 3º. Además ha de estarse al criterio subjetivo de la diligencia, la cual ha de
ser una diligencia ordinaria.

3.ª En la venta de vehículos usados ¿el concesionario-vendedor responde


del deterioro de componentes que se desgastan por su uso normal (p. e.
embrague)? Comente las dos principales posiciones de la doctrina
jurisprudencial al respecto.
En aquellos supuestos donde nos encontremos ante una venta de vehículos
usados el concesionario-vendedor el funcionamiento y uso del mismo ha de estar en
buenas condiciones y ser útil al menos en el año de garantía legal. Es verdad que la
compra de un vehículo de segunda mano, comporta un riesgo, ya que no puede haber
un uso perfecto continuamente, es decir con carácter duradero o perfecto como si se
tratase de un vehículo nuevo.
Por tanto, con ello se trata de evitar que el consumidor adquiera en nuestro
supuesto un vehículo con desgaste anterior a la entrega. Efectivamente para apreciar
la posible responsabilidad del concesionario-vendedor ha de observarse en los
deterioros de la cosa por uso ordinario. Pero no ha de olvidarse que el vendedor ha
de mostrar una diligencia ‘’alta’’ al poner en venta este tipo de productos (vehículos
de segunda mano), el cual se encargara de realizar las reparaciones pertinentes.
Cuestión con importancia es aquella postura que puede señalar que el
embrague sea un elemento fundamental para la seguridad vial y por tanto sí que
tenga que hacerse responsable el concesionario-vendedor y pueda llegar a responder
del deterioro del mismo. .
4.ª Si el vendedor no hubiera realizado previamente a la venta del
vehículo una revisión del mismo para asegurarse de su seguridad y
funcionalidad, y ni tan siquiera ​permitiera que el comprador acudiera con un
mecánico de su confianza para comprobarlo ¿podría implicar alguna
consecuencia con respecto a la falta de conformidad?
El vendedor con anterioridad a realizar la venta del bien, éste ha de estar en
buenas condiciones para su uso y funcionamiento al menos durante el plazo de
garantía del mismo. Con ello, lo que se persigue, es que el consumidor tenga una
protección acerca de la adquisición del bien de 2ª mano.
Por tanto, dentro de este supuesto, al no haber un aseguramiento respecto a la
seguridad y funcionalidad del vehículo, nos encontraríamos ante un supuesto de no
conformidad ya que con ésta, hacemos referencia a aspectos relacionados con
defectos materiales en la cosa o inadecuación al contrato; es decir aquellos aspectos
relacionados con la idoneidad o la funcionalidad del vehículo. Por ende, el
responsable por falta de conformidad será el vendedor, salvo que siga vigente el
plazo inicial de garantía prestada por el fabricante o productos.
En su caso, el venderos responderá de la falta de conformidad existente en el
momento de venta y además ha de tener la suficiente diligencia, dado a que éste a la
hora de poner en venta el producto (vehículo) ha de hacer las reparaciones y
revisiones permanentes, así como la puesta en venta sea precisa.

5.ª ¿Qué problema acontecería si ante una avería en el vehículo el


consumidor decidiera asumir la reparación en un taller que no corresponde al
del concesionario que le ha vendido el coche y después pretender
repercutírselo?
El encargado de realizar la reparación sería concesionario-vendedor ya que
es con éste con el que tienen establecidas las garantías oportunas respecto al
producto vendido. Pero habría de ver lo que han estipulado en el contrato, y ver si
los plazos establecidos como garantía se han cumplido. Ya que en aquellos
supuestos donde el comprador una vez transcurrido el plazo de garantía para
reparación, por su propia voluntad puede acudir a otro concesionario o taller, para la
reparación de su vehículo. Por tanto el problema que se ocasionaría es que el
comprador mientras exista garantía habría de llevarlo al concesionario o taller de
donde hubiera adquirido el vehículo.
6.ª ¿Sería posible que el concesionario-vendedor estableciera una
garantía de buen funcionamiento?¿Cómo?¿Qué alcance cree que podría
interesar al consumidor?¿Podría exigirse esta garantía por parte de los
tribunales y/o Administraciones Públicas?
Podría afirmarse que es posible que el concesionario-venderos estableciera
una garantía de buen funcionamiento y podríamos encontrar su base jurídica en el
art. 125 del TRLGDCU donde se regula la garantía comercial adicional. Mediante la
garantía de ‘’buen funcionamiento’’ el vendedor promete al comprador que reparará
los defectos de funcionamiento que no sean vicios ocultos del producto, sino
contingencias negativas que sean ocasionados o producidos por el uso o
funcionamiento ordinario del bien y que sean la realización ordinaria un ‘’riesgo
propio’’.
Para establecer una garantía de buen funcionamiento ha de estarse a la
voluntad del vendedor. Es decir, las garantías comerciales son las que ofrece
voluntaria y adicionalmente el vendedor a las garantías legales. A pesar de que éstas
tengan carácter voluntario, el vendedor queda obligado con la garantía que ofrezca y
ha de hacerse contar a través de documento el cual ha de respetar los requisitos
enumerados en el segundo apartado del art. 125. Los compradores tienen el plazo
para reclamar el cumplimiento de lo dispuesto en la garantía comercial de 6 meses
desde la finalización del plazo de garantía, en base a lo desprendido del apartado 3º
del mismo.
Respecto a la cuestión de si podría exigirse esta garantía por parte de los
tribunales podemos ver que hay posiciones que afirman que sí y otras que no: p. ej.
la Sentencia de la AP de Madrid (sección 25ª) núm. 54-2010 de 29 de enero (JUR
2010/125816) y la Sentencia de la AP de Madrid (Sección 25ª) núm. 364-2010 de 2
de julio (JUR 2010/319540), se considera que mediante el análisis de éstas, que el
vendedor debe responder de todas las averías que surjan en el plazo de garantía de
conformidad, sin que deba demostrar el consumidor nada más que su existencia.
Además, en base al art. 1º de la ley 23/2003 se obliga al consumidor a
entregar al consumidor un bien que sea conforme con el contrato en los términos
establecidos en el art. 3 de la misma, declarando que ​El vendedor responderá ante el
consumidor de cualquier falta de conformidad que exista en el momento de la
entrega del bien. En los términos de esta ley se reconoce al consumidor el derecho a
la reparación del bien, a su sustitución, a la rebaja del precio y a la resolución del
contrato,​ tal y como se desprende del artículo 4 de la ley 23/2003. Se ha de hacer
hincapié, en el art. 9.1 de la misma al establecer la garantía mínima de un año en
bienes de consumo referentes a bienes de segunda mano.
En cambio, podemos encontrar otras sentencias que niegan que el vendedor
esté obligado a prestar una garantía de buen funcionamiento o satisfacción,
diferenciándola de la garantía comercial: como p. e. la Sentencia de la AP de A
Coruña (sección 3ª) Sentencia núm.- 27-2012 de 18 de enero (JUR 2012/41785) o
como p. e. la Sentencia de la AP de Valencia (Sección 6ª) núm. 738-2012 de 26 de
diciembre. (JUR 2013/119809). Éstas a diferencia de la anterior, parten de la
diferencia entre la garantía de conformidad y garantía de entrega, es decir, que el
producto sea entregado conforme al contrato; y a garantía comercial o de
satisfacción o de buen funcionamiento, la cual genera que el producto mantenga esa
conformidad mientras dura la garantía.

CASO PRÁCTICO 6. RESPONSABILIDAD POR DAÑOS


1.ª ¿En qué motivos fundamentaba ESTÁNDAR su oposición a la
demanda?
STANDARD, se opone en un primer momento antes de la demanda a negar
que los codos no eran de su producción, es decir, se negó a reconocer que era la
fabricante y se limitó a devolverlos con una nota expresando que el plazo de garantía
de sus productos era de dos años y por tanto ya había trascurrido el plazo de
garantía. Además, la parte demanda se opone a la reclamación alegando que se
trataba de piezas básicas en el catálogo de Standard que ​venían hechas hacía más de
25 años, p​ or lo que se funda que el plazo establecido en el art. 144 TRLGDCU ya
había caducado y no se podía reclamar; además, a su vez, se niega que las piezas
fueran defectuosas de origen, porque si hubiera sido así, se hubiera manifestado de
forma evidente desde el primer día.
2.ª ¿Qué falló el juzgado en primera instancia?
El juzgado dicta sentencia por la cual estima la pretensión de la parte actora y
condena a abonar una cantidad determinada (16.958,55 euros) con intereses desde la
interposición de la demanda a la parte demandada.
3.ª ¿Qué presupone la Audiencia Provincial del efecto del tiempo
transcurrido entre la instalación del codo y la producción de las filtraciones?
Al recurrir la parte demanda en recurso de apelación, la AP estima el recurso
y desestima la demanda, y respecto al tiempo transcurrido entre la instalación del
codo y la producción de filtraciones expresa que el tiempo transcurrido entre la
instalación del ‘’codo’’ y la producción de filtraciones no permiten inferir la
existencia que el producto originariamente se encontrase o fuere defectuoso;
teniéndose en cuenta las factores del tiempo transcurrido entre la instalación de
dichos elementos, así como la causación o producción de los daños. Es decir, la AP
alega que es posible que puedan haber filtraciones de agua, pero que ello no es
debido al producto originada, es otras palabras, no queda constatado que las mismas
sean consecuencia de algún defecto del producto.
4.ª ¿Qué motivo de casación alega el recurrente –demandante-? ¿Y la
parte recurrida, en su motivo de oposición al recurso de casación?
El motivo está basado en los arts. 139 y 140 del TRLGDCU y se argumenta
en base a numerosas sentencias tales como la sentencia de 30 de abril de 2008 o
como p.e. la de 21 de febrero de 2003. El motivo está basado en que el perjudicado
debe probar la existencia del daño y su nexo causal, ​correspondiendo l fabricante
demostrar la idoneidad del producto y la concurrencia de otras causas que
pudieran exonerarle de responsabilidad.​
En cambio la demandada afirma que no se discute la aparición de fisuras,
pero que puesto que aparecieron seis años después de que fueran instaladas por un
tercero, no se ha acreditado la causa de su aparición y no es posible imputar su
existencia a un defecto de origen.
5.ª Según el TS, ¿la responsabilidad por bienes defectuosos es subjetiva u
objetiva? ¿Qué elementos indemnizables abarca? ¿Qué se entiende por
producto defectuoso?
En base a lo establecido en la sentencia que ha servido de referencia y la cual
ha sido objeto de análisis dentro de este supuesto podemos decir que nos
encontramos ante un tipo de ​responsabilidad objetiva exigible al margen de
cualquier relación contractual y basada en el carácter defectuoso del producto.​
Respecto a los elementos indemnizables, podemos ver que son indemnizables: daños
personales (incluida la muerte), daños materiales (siempre que estén o afecten a
bienes o servicios objetivamente destinados al uso o consumo privados y hayan sido
utilizados por el perjudicado), en base a lo establecido en el art. 129 del TRLGDCU
Por producto defectuoso, en palabras del TS y en base a lo establecido en el
TRLGDCU en su art. 137. 1 que ​Se entenderá por producto defectuoso aquél que no
ofrezca la seguridad que cabría legítimamente esperar, teniendo en cuenta todas las
circunstancias y, especialmente, su presentación, el uso razonablemente previsible
del mismo y el momento de su puesta en circulación.

6.ª Según el Tribunal Supremo, ¿El perjudicado debe probar que el


defecto fue originado por el fabricante? ¿Qué causa de exoneración alega el
fabricante? ¿Qué podría haber argumentado el recurrido (demandado) para
reforzar su teoría de que el defecto podría haber tenido lugar por múltiples
causas? ¿Qué cabida tiene en el presente caso el transcurso de seis años en la
posibilidad o no de atribuir o no la causa del daño a un defecto del producto?
¿Qué concluye el TS?
Tal y como se desprende del art. 139 TRLGDCU ​El perjudicado que
pretenda obtener la reparación de los daños causados tendrá que probar el defecto,
el daño y la relación de causalidad entre ambos.​ Por tanto el perjudicado ha de
probar el daño, el defecto y la relación causal entre el defecto y el daño que ha
sufrido.
Respecto a la segunda cuestión, el fabricante, puede exonerarse cuando
pruebe alguna de las circunstancias enumeradas en el art. 140 TRLGDCU, como p.
e. ​a) Que no había puesto en circulación el producto; b) Que, dadas las
circunstancias del caso, es posible presumir que el defecto no existía en el momento
en que se puso en circulación el producto ​(apartados 1. a) y b) del art. 140)​.
Además de la posible exoneración del precepto anteriormente nombrado, en
base a lo establecido en el art. 7.b) de la Directiva 85/374/CEE, el productor quedará
exonerado de responsabilidad y por tanto no será responsable si prueba que el daño
no existía en el momento en que él puso el producto en circulación o cuando este
defecto no estuviese y apareciese con posterioridad.
En relación con la cuestión referida del transcurso de 6 años para la posible
atribución o no de atribuir o no la causa del daño a un efecto del producto, el TS
valora como hizo el Juzgado de Primera instancia, considerando que el resultado
producido en el supuesto es una manifestación de que los codos no ofrecían la
seguridad requerida. Por tanto, resulta legitimo en palabras del TS que: ​el público
confíe en que unos codos de cobre destinados a su instalación en un circuito de
calefacción van a resistir las altas temperaturas y presiones sin riesgos de fugas
durante un lapso de tiempo razonable por lo que, ​ante la falta de prueba de otra
causa probable de la fisuración, no puede admitirse que en seis años no queda
esperar que el producto no ofrece seguridad para continuar usándolo conforme a
su destino​.
Por tanto, el TS concluye desestimando el recurso de apelación interpuesto
por Estándar y se confirma la integridad de la sentencia estimada en primera
instancia.

CASO PRÁCTICO 7. OBSOLESCENCIA PROGRAMADA


Haga una breve exposición (o dictamen) sobre los siguientes puntos a tratar
en la obsolescencia programada (entre 3 y 5 hojas aproximadamente, dentro del total
del trabajo):
a) ¿Qué es la obsolescencia programada? (Concepto y
características).
La obsolescencia programada es un concepto nacido a principios del siglo
XX que consiste en la planificación del fin del ciclo de vida útil de un producto antes
de que se agote su vida técnica, para que el consumidor tenga la obligación de
adquirir otro similar en un breve espacio de tiempo. Así, el fabricante diseña dicho
producto de manera que al cabo de un tiempo determinado quede obsoleto e
inservible, y de este modo generar más ingresos con las nuevas compras. Por lo
tanto, el objetivo de los fabricantes/productores no es diseñar productos de calidad,
sino conseguir el mayor lucro económico posible. En este sentido, para convencer al
consumidor es necesario que exista una relación de confianza entre fabricante y
consumidor, para que éste crea que se trata de un producto de calidad y desee
sustituir el producto cuya vida útil ha finalizado por otro similar del mismo
fabricante. Por otro lado, la obsolescencia programada no afecta solamente a
aparatos electrónicos o software, sino que también incide en otros sectores como el
alimentario o el de medicamentos.

b) ¿Qué importancia tiene el deber de información del TRLGDCU y, en


especial, el deber de buena fe del empresario con respecto a las características
del producto?

Dos de los derechos básicos de los consumidores y usuarios que se


encuentran en el art. 8 TRLGDCU son tanto la protección de sus legítimos interés
económicos y sociales (en particular frente a las prácticas comerciales desleales y la
inclusión de cláusulas abusivas) como la correcta información sobre los diferentes
bienes o servicios y la educación y divulgación para facilitar el conocimiento sobre
su adecuado uso, consumo o disfrute. Este último derecho, el de información,
formación y educación, se regula concretamente por el art. 17 y 18 TRLGDCU. El
art. 17.1 TRLGDCU recoge que “los poderes públicos… fomentaran la formación y
educación de los consumidores y usuarios, asegurarán que estos dispongan de la
información precisa para el eficaz ejercicio de sus derechos y velarán para que se les
preste la información clara y comprensible sobre el adecuado uso y consumo de los
bienes y servicios…”. Aquí pues, la educación y formación del consumidor le
corresponde a los PPPP, que deben fomentar una decisión libre e informada para el
mejor desarrollo de la capacidad de elección y mejora en el conocimiento de sus
derechos.
La información es un derecho del consumidor, que a su vez es una obligación
para el empresario, que debe ofrecer información necesaria, veraz, eficaz y
suficiente, recogida en el art. 17 TRLGDCU y en el art. 18, donde la obligación del
empresario debe de ser igualmente cumplida incorporando la información al bien o
servicio, y al etiquetado y presentación. Respecto al etiquetado y presentación de los
bienes y servicios, el art. 18.1 TRLGDCU recoge una seria de supuestos los cuales
deberán poseer tal naturaleza que no pueda inducir a error al consumidor. Estos
supuestos son: a) sobre las características del bien o servicio… b) atribuyéndole
cosas que no posea y c) sugiriendo que posee características particulares, cuando los
demás bienes o servicios similares posean estas mismas. El art. 18.2 TRLGDCU
lista una serie de informaciones que “todos los bienes y servicios puestos a
disposición del consumidor deberán incorporar, acompañar o permitir de forma clara
y comprensible, información veraz, eficaz y suficiente sobre sus características
esenciales…”
Este último artículo afirma que el periodo de vida útil de los productos es una
característica esencia y que, en consecuencia, todos los bienes deberían informar
sobre ello. Asimismo, el art. 80 TRLGDCU exige que antes de que el consumidor
quede vinculado por un contrato u oferta, el empresario deberá facilitarle de forma
clara y comprensible la información relevante, veraz y suficiente sobre las
características principales del contrato, en particular sobre sus condiciones jurídicas
y económicas… La exigencia del deber de información está en evitar vicios del
consentimiento del contrato, tanto error como dolo, queriendo evitar la posible
anulabilidad de los contratos. Por su parte, el art. 20 TRLGDCU recoge la
información mínima necesaria en la oferta comercial de bienes y servicios, las
denominadas prácticas comerciales, de manera que el consumidor pueda tomar una
decisión sobre la contratación. El incumplimiento de esto será considerado práctica
desleal por engañosa.
El principio de buena fe queda recogido en el art. 7 y 1258 del CC, el cual
trata de lograr que nuevos fenómenos jurídicos no reconocidos expresamente en la
Ley puedan reconducir a soluciones, como son la buena fe, la honestidad, fidelidad o
la confianza depositada en el empresario. La buena fe tiene un doble fundamento en
relación con los deberes de información; el jurídico y el económico. El fundamento
jurídico se encuentra precisamente en la buena fe, presente en la fase precontractual,
y dada la desigualdad informativa, se busca proteger al que se halla en una posición
más débil. De modo que no solo tenga la finalidad de reprimir conductas
abiertamente maliciosas y fraudulentas, sino también, para imponer un modelo de
conducta fundado en los principios de lealtad y cooperación. Este fundamento busca
ser impuesta tanto en la fase de la ejecución del contrato, expresada en el art. 1258
CC, y en la fase previa a su celebración, la precontractual. En el TRLGDCU, en su
art. 65 establece que los contratos “con los consumidores y usuarios se integrarán, en
beneficio del consumidor, conforme al principio de buena fe objetiva, también en los
supuestos de omisión de la información precontractual relevante”. No obstante, en
conclusión, la doctrina reconoce los deberes de información precontractual atípicos
que traen causa de la buena fe, no fijados por ley, y que por ello permite
establecerlos ahí donde el legislador no lo ha hecho directamente.

c) ¿Qué papel puede jugar la garantía legal y la contractual con respecto


a ello?
La garantía legal, tal y como se desprende de su denominación, deriva de la
ley y la podemos encontrar regulada dentro del TRLGDCU en sus arts. 114-124. Se
responsabilizará el vendedor en aquellos supuestos donde tenga responsabilidad.
Respecto al papel de la garantía contractual, es aquella que se llega de común
acuerdo entre las partes, donde el proveedor se compromete a asegurar más allá, en
posibles problemas que puedan surgir. en estos supuestos, esto se consideraría como
servicio contratado por el consumidor.

d) ¿Qué papel juega la posibilidad de reparación del producto? ¿Y los


repuestos? ¿Qué incidencia tiene el precio de la reparación o de los repuestos?
La obsolescencia programada cumple sus efectos como tal una vez finalizado
el periodo de garantía. Ante la posible ruptura que pudiera tener el producto, se
plantea ya sea la reparación o el repuesto del mismo. En aquellos supuestos donde la
única opción sea la de adquirir un nuevo producto es el presente, es decir, el de la
obsolescencia programada y por ello cabe la posible reparación del producto y
disponibilidad de repuestos en cambio, limita a ésta al poner a disposición del
consumidor o usuario la capacidad de que la utilidad del producto se vea prolongada.
Respecto a los precios y se ha de analizar si el coste de la reparación o del
repuesto es igual, similar o bien, excede del producto que se va a adquirir. Dentro de
este supuesto, el consumidor ha de comprobar el producto de reemplazo para recibir
un servicio competitivo, y por tanto constituiría un claro caso de obsolescencia
programada.
e) ¿Qué reproche de ilicitud cree que ha de hacerse ante la existencia de
productos a la venta con obsolescencia programada? ¿Qué acciones legales
utilizaría como medio reparatorio a la hora de combatir la obsolescencia
programada?
La obsolescencia programada supone la omisión de información al
consumidor sobre la calidad real del bien. Por lo tanto, se puede considerar una
práctica desleal hacia el consumidor ya que según la Ley de Competencia desleal
(artículo 5) “se considera desleal por engañosa cualquier conducta que contenga
información falsa o información que, aun siendo veraz, pueda inducir a error de los
destinatarios”, siempre que indica, entre otros, en la necesidad de un servicio o de
una pieza, sustitución o reparación. En consecuencia, si se puede considerar un acto
de competencia desleal y aun así se venden en el mercado, están vulnerando tanto la
Ley de Competencia Desleal como el TRLGDCU, donde se establece en el artículo
49.1 l) las sanciones por uso de prácticas comerciales desleales. Respecto a las
acciones legales que se podrían utilizar, por un lado las que se estipulan en el
artículo 32 LCD tales como la cesación de la conducta desleal o el resarcimiento de
daños, pero también se podrían imponer multas por parte de la Administración en
base al artículo 51 TRLGDCU. Por último, se puede mencionar la necesidad de
Cooperación institucional en materia de control de calidad para poder supervisar los
productos enmarcados en la obsolescencia programada.

f) ¿Qué propuestas de lege ferenda (para una futura reforma de la ley)


haría para regular la obsolescencia programada, teniendo en cuenta el enorme
impacto que supone para los consumidores y usuarios y para los productores y
comecializadores?
La obsolescencia programada reduce intencionadamente la vida útil de los
productos, e incentivar que los consumidores adquieran nuevos. La tasa de
sustitución de los terminales está en una media de 2 años. Una buena base o
principios para un impulso de regulación podrían ser las 3 erres, una buena estrategia
para desarrollar hábitos de consumo responsable centrada en reducir producción de
residuos, reutilizar los bienes de consumo para una segunda vida útil y reciclar las
materias que ya no sirven. El objetivo estaría en una economía circular, dar una vida
más duradera a los objetos más cotidianos. También deberíamos basarnos en varios
principios: de colaboración, reutilización y sobre todo, transparencia en especial
sobre la vida útil y elaboración de los productos.
Para fomentar y promover este impulso y concienciar tanto a las empresas
como a los consumidores, sería de ayuda la función de asociaciones, fundaciones,
que dirigieran proyectos destinados a reparar objetos, realizar trueques, ofrecer
productos de segunda mano, etc. Un ejemplo son los Repair Cafés, lugares de libre
acceso en los que hay trabajadores expertos y herramientas necesarias para reparar
toda clase de objetos: ropa, muebles, aparatos eléctricos y electrónicos, juguetes, y
demás. Otro ejemplo sería La Fundación de Energía e Innovación Sostenible sin
Obsolescencia Programada, la cual ha creado un sello con el que busca distinguir “a
las empresas que se esfuerzan en ofrecer a sus clientes productos de calidad, con la
máxima durabilidad que permite la tecnología reparables y actualizables”.
Asimismo, otro ejemplo es el del desarrollo del Real Decreto, sobre residuos de
aparatos eléctricos y electrónicos, donde se estableció que los fabricantes deberán
diseñar y producir sus aparatos de forma que se prolongue en lo posible su vida útil,
facilitando su reutilización, desmontaje y reparación.
Para la efectividad de lo que hemos visto hasta ahora sería conveniente el
deber de someterse a un sistema de control que además puedan probar que el
producto haya sido programado intencionadamente y adoptar las medidas necesarias
para asegurar productos duraderos de alta calidad. Las empresas deberán someterse
pues la obsolescencia programada vulnera tanto los derechos de los consumidores
como afecta al medio ambiente de forma global. No solo someterse a controles
bastará, las empresas también deberán asegurar que haya piezas de recambio
disponibles a precio adecuado a la naturaleza y duración de la vida del producto, por
ello deben de ser reparables. Además, sería necesaria la ampliación de garantía legal
de los productos, pues, por ejemplo, la tasa de sustitución de los terminales está en
una media de 2 años. Para aquellos que cumplan, ya se pensó en dar incentivos
fiscales para favorecer la fabricación de productos duraderos, de alta calidad, así
como una reparación y venta de segunda mano, que indirectamente impulsa la
creación de empleo y la reducción del desperdicio.
Aunque para un efectivo cumplimiento de lo que nos proponemos, en vez de
favorecer fiscalmente a quien cumpla, desfavorecer o perjudicar a aquel que
incumpla, para que sea de imposición obligatoria. La creación de una etiqueta que
incluya a durabilidad del producto, el diseño ecológico, la capacidad de modulación
según el progreso técnico y la posibilidad de reparación podría ser un elemento
determinante para la obligatoriedad que queremos imponer.

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