Está en la página 1de 10

Universidad Nororiental Privada

“Gran Mariscal de Ayacucho”

Facultad de Derecho

Núcleo Cumaná

Delitos Cometidos en contra de la Mujer


previstos y sancionados en la Ley
Orgánica Sobre el Derecho de las
Mujeres a una Vida Libre de Violencia.

Docente:

Valmore Rodríguez Realizado por:

Ruiz Adriana C.I 28.499.386

Cumaná, enero 2022


La violencia en contra de las mujeres ha existido a lo largo de la historia de
la humanidad, en todos los países, sin importar clase social o nivel intelectual,
credo o cultural, es difícil erradicarlo, ya que es una cuestión de aprendizaje que
se transmite de una generación a otra, pues las personas han sido socializadas en
la creencia de que la mujer forma parte de una categoría secundaria con respecto
al hombre, por tanto, no cuenta con los mismos derechos ni obligaciones; es así
que la mujer acaba convirtiéndose en una mercancía y, en consecuencia algo que
tienen propietario. La violencia en contra de las mujeres va más allá de lo
imaginable, pues en algunas culturas se cometen verdaderas barbaries se le
considera como un ser meramente reproductor. La violencia contra la mujer,
aunque bajo el paraguas de violencia intrafamiliar (abarcador del colectivo
familiar), es un problema que sobrepasa el ámbito de la familia atraviesa la
sociedad y presenta alcances económicos de salud de violación a los derechos
humanos y de desarrollo humano, razón suficiente para que, en Venezuela, se
aprobaran instrumentos vinculados a políticas públicas como la Ley Orgánica
Sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.

La ley sobre la violencia contra la mujer y la familia constituye un cuerpo


normativo que plantea novedosas figuras dentro de la legislación penal
venezolana. En ella se asume un nuevo modelo jurídico-penal a partir del cual se
abordad de manera distinta el fenómeno de la violencia intrafamiliar que afecta
directa e indirectamente a la mujer o a cualquier otro integrante del seno familiar,
En esta ley el legislador parte de un concepto básico de violencia que desmiembra
posteriormente en cada una de sus formas, como es por ejemplo el caso de la
violencia física, moral o psicológica y sexual. Para cada tipo de violencia plantea el
legislador un tipo penal, elevando a la categoría de delito cualquier
comportamiento que se produzca o que lleve implícito el factor violencia. Entre las
novedades que plantea esta legislación penal venezolana pueden mencionarse: la
figura del acoso sexual y el reconocimiento del carácter delictivo del acceso carnal
violento entre cónyuges. Los cambios que a nivel de la dogmática jurídico-penal se
suceden a partir de la puesta en vigencia de esta ley constituyen en primera
instancia el motivo del estudio que se presenta en este artículo. Se aborda cada
una de las figuras delictivas contempladas en la ley a partir de su estructura típica,
analizando lo pertinente al núcleo, al sujeto activo, al sujeto pasivo, a la
culpabilidad, al objeto material de la acción delictiva, al bien jurídico penalmente
protegido, a la consumación de cada tipo penal. De igual forma se plantean las
posibilidades de concursos reales e ideales que se presenten en relación con los
delitos de homicidio, lesiones, y las distintas figuras delictivas que contra las
buenas costumbres y el buen orden de las familias consagra el código penal.

La entrada en vigencia de la "Ley Sobre la Violencia contra la Mujer y la


Familia" constituye una forma de reconocimiento a la necesidad de ajustar los
modelos jurídicos vigentes a las exigencias sociales de protección jurídico-penal
tanto de ciertos estados del ser humano, como de ciertos estados sociales ideales
que requieren de dicha protección en función de hacer posible la convivencia
organizada pacífica. La configuración de los novedosos tipos penales consagrados
en la ley es la demostración de la expresa consagración de ciertos derechos de la
mujer y de la familia, que hasta entonces habían gozado de un reconocimiento
tácito o que, por el contrario, se tenían simplemente como inexistentes. Desde el
punto de vista social, esto significa un avance de consideraciones respetables y
desde el punto de vista jurídico, implica un cambio de paradigma jurídico, es decir,
un cambio en el modelo jurídico que rige la materia. Una somera ojeada a la
historia de la humanidad es suficiente para informarse sobre las variadas formas
de violencia de las cuales ha sido objeto la mujer, manifestada de manera expresa
o bien manifestada en sus incontables formas de expresión solapada o
disimulada. cambio de legislación en la materia debe traer consigo el cambio en la
mentalidad colectiva con respecto a los comportamientos que en ella se
consagran como delictivos. Estamos en la obligación de imprimir eficacia a estas
nuevas normas jurídicas y esta obligación pasa por un cambio de actitud.
Actualmente toda mujer y sobre todo aquellas que sean sometidas a amenazas,
violencia física, moral, psicológica o que sean objeto de acceso carnal violento por
parte de quien haga vida marital con ellas, debe estar en conocimiento de que
existe un instrumento jurídico que la protege de manera directa y real y que los
comportamientos antes mencionados no constituyen ya una práctica admitida
como propia de la condición femenina, como necesaria a la naturaleza de la mujer,
como producto del normal desenvolvimiento de la dinámica de las relaciones
domésticas, como un derecho del marido o concubino, entre otras, sino que por el
contrario constituyen hechos delictivos expresamente consagrados en una ley
especial, en virtud de que son conductas que agreden, vulneran, lesionan o
perturban a la mujer en su condición humana y más específicamente en su
condición. En esta investigación se abordan los distintos tipos penales (delitos)
consagrados en la ley, a la luz de la estructura típica que los conforma. El análisis
típico de las normas jurídicas en las que se consagran estos tipos penales obliga a
tener en consideración las nociones y criterios jurídico-penales a partir de los
cuales se aborda el delito de lesiones personales en el Código Penal (art. 415 y
sgts.), lo pertinente a los sujetos activo y pasivo en el delito de violación que
contempla el artículo 375 ejusdem, aspecto éste en el cual cesa la discusión
doctrinaria que se había sostenido a propósito de determinar si de conformidad
con el texto de la precitada norma del Código Penal podía considerarse la
posibilidad de la violación dentro del matrimonio. De otra parte se consagra por
vez primera en la legislación penal venezolana la figura del delito de acoso sexual.
Con este tipo penal se prohíbe expresamente valerse de ciertas relaciones para
conseguir a cambio favores o servicios sexuales no deseados por la persona a la
cual se le solicitan. Se consagran también las amenazas como un comportamiento
intrínsecamente violento que acarrea responsabilidad penal.

Con ese sustento jurídico se procura una sociedad igualitaria, con una clara
concepción de los derechos humanos de las mujeres, de las niñas, de los niños y
de los hombres, orientada a la consolidación del Estado Social y democrático de
Derecho y de Justicia. Por ello, luego de largas luchas llevadas a cabo por las
organizaciones de mujeres en Venezuela, se plantea la necesidad de una Ley que
erradique la violencia contra ellas, pues el texto normativo que las amparaba –Ley
de Violencia contra la Mujer y la Familia (1998) se circunscribía al ámbito
doméstico, prescribiendo que la mujer sólo es víctima de violencia en su ámbito
familiar. Así surge la vigente Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una
Vida Libre de Violencia (2007), texto legal al cual se le otorga el carácter de
orgánico a través de la Sentencia N° 229 del 14 de febrero de 2007, dictada por la
Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justica.

La violencia contra la mujer se comenzó a visibilizar gracias al trabajo de las


organizaciones de base y movimientos de mujeres en todo el mundo. En
Venezuela estas asociaciones trabajaron de forma sistemática y constante para
lograr el reconocimiento de la violencia de género, como un problema social y real
que las afecta sin distingo de raza, credo, nivel educativo o económico, aparte de
la desigualdad estructural entre hombres y mujeres, presente en la sociedad
venezolana. Esta persistente lucha por la defensa de sus derechos se inicia con la
Agrupación Cultural Femenina (ACF) fundada en 1935. En el año 1937, la
Agrupación Cultural Femenina, la Asociación Venezolana de Mujeres, el Ateneo
de Caracas y la Asociación Cultural Interamericana, solicitaron la reforma del
Código Civil, que fue aprobada por el Congreso cinco años más tarde. En junio de
1940, la ACF participó en la Conferencia Preparatoria al Primer Congreso
Venezolano de Mujeres, con la representación de 69 organizaciones femeninas.
Siguiendo las luchas para lograr la superación de la mujer, en 1942, un grupo de
la ACF y la Asociación Venezolana de Mujeres consiguió que se reformara el
Código de Comercio, logrando que la mujer pudiera ejercer una profesión
comercial independiente de su marido. Después de muchos años de luchas, en
1975, es cuando se vislumbran logros concretos en el ámbito político, con la
creación de la Comisión Femenina Asesora de la Presidencia de la República
“COFEAPRE”, que preparó un informe para la delegación que representaría a
Venezuela en la Primera Conferencia Mundial de la Mujer, realizada en México en
el año 1975. A partir de este momento, las políticas gubernamentales son
enfocadas hacia el desarrollo de las estructuras que permitieron la participación
activa de la mujer, para atender los problemas de exclusión, desigualdad y
maltrato. Es así como en el año 1979 se creó el Ministerio de Estado para la
Participación de la Mujer en el Desarrollo, acompañado de la conformación de
Consejos y Comisiones Asesoras. En 1985, el Ministerio de la Mujer fundó el
“Programa sobre el Maltrato a la Mujer y la Familia”, y en el año 2000 nace el
Instituto Nacional de la Mujer. Posteriormente, en el año 2008, se instaura el
Ministerio de Estado para Asuntos de la Mujer. Todas estas instituciones y
organizaciones participaron activamente en la promoción y redacción de la “Ley
sobre la Violencia contra la Mujer y la Familia”, en vigencia a partir del 3 de
septiembre de 1998, ley que resultó de poco alcance en virtud de que sólo
sancionaba delitos contra ella dentro del hogar y no le proporcionaba protección
en los demás ámbitos de su vida, lo cual obligó a proyectar una nueva normativa
que les garantizara el derecho a vivir sin violencia. Posteriormente surge la “Ley
Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida libre de Violencia”,
promulgada el 19 de marzo de 2007, a través de la cual se crean las condiciones
para que las mujeres venezolanas tengan acceso práctico a una estructura más
sólida de justicia de género, que brinde a las víctimas de violencia la atención
expedita y especializada que requieren. Desde entonces el Tribunal Supremo de
Justicia asume el mandato establecido en el referido texto legal en sus artículos
115, 116, 117, 118 y 119, para materializar de forma efectiva la estructura judicial
especial, y nombra en reunión de Sala Plena del 9 de mayo de 2007, la “Comisión
para el Análisis del contenido de la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres
a una Vida Libre de Violencia en lo relativo a la creación de los Tribunales
Especiales”. Esta comisión, abocada íntegramente al análisis de esta normativa y
previo análisis estadístico de las causas de violencia contra la mujer a nivel
nacional, propone como inicio de la misión encomendada para consideración de la
Sala Plena, la creación de los Tribunales de Violencia contra la Mujer en ocho (8)
estados de la República, siendo aprobada tal moción mediante Resoluciones del
12 de diciembre de 2007, en el Área Metropolitana de Caracas y en los estados
Zulia, Aragua, Anzoátegui, Carabobo, Lara, Trujillo y Bolívar. En fecha 15 de
octubre de 2008, el Máximo Tribunal de la República aprobó la materialización de
Tribunales de Violencia Contra la Mujer en los estados Nueva Esparta, Monagas,
Táchira, Barinas y Cojedes, cada uno de ellos constituido por dos Tribunales de
Control, Audiencia y Medidas, y un Tribunal de Juicio. Posteriormente, en reunión
de Sala Plena del 12 noviembre de 2008, se propuso la necesidad de crear los
Tribunales de Violencia contra la Mujer en el Estado Falcón y en la ciudad de
Tumeremo en el estado Bolívar, este último tuvo como fundamental motivación
para su creación los estudios estadísticos de la zona que reflejan una elevada cifra
de mujeres víctimas de violencia, y encuentran limitado su acceso a la justicia de
género por las grandes distancias existentes entre las principales ciudades del
estado Bolívar, razón por la cual se escogió esta ciudad como punto equidistante
entre Santa Elena de U airén (zona de explotación minera) y Puerto Ordaz,
atendiendo así los principios consagrados en el artículo 26 de nuestra Carta
Magna.

Estos nuevos tribunales no pudieron ejecutarse durante el año 2009, debido


al recorte presupuestario aplicado a todas las instituciones del Estado a causa de
la crisis económica mundial; no obstante, la Comisión para la Implementación de
los Tribunales de Violencia contra la Mujer ha hecho significativos esfuerzos junto
con la Dirección Ejecutiva de la Magistratura, para acondicionar adecuada y
dignamente las sedes de estos Tribunales y darles operatividad. Desde ese
momento, la Comisión encargada de la implementación de estos tribunales
especializados, con el apoyo de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura y de los
Presidentes y Presidentas de los Circuitos Judiciales Penales de los referidos
estados, comienza el estudio de los proyectos para la instalación, adecuación y
funcionamiento de los Tribunales de Violencia contra la Mujer.

La Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de


Violencia resalta, lo que excedería la extensión permitida de esta contribución,
pero me permitiré señalar los aspectos que considero más importantes y
novedosos. Como la superación de la dicotomía público-privado y la declaración
expresa de que la violencia contra las mujeres será sancionada,
independientemente del ámbito donde acontezcan los hechos o los delitos de tal
naturaleza. El reconocimiento de la violencia contra las mujeres como un problema
histórico y universal, no coyuntural, que encuentra sus raíces profundas en la
característica patriarcal de las sociedades humanas, caracterizadas por
estructuras de subordinación y discriminación hacia la mujer. La declaración
expresa de que la violencia contra las mujeres constituye un grave problema de
salud pública y de violación sistemática de sus derechos humanos.
La expresión del grave daño que el paradigma positivista y sexista ha
acarreado contra los derechos humanos de las mujeres y a favor de la impunidad
de la violencia que se ejerce contra ellas, sólo por el hecho de serlo. La asunción
del paradigma feminista o paradigma de género para la lectura, intelección y
aplicación de la Ley. La previsión de las medidas de protección y seguridad, de
aplicación inmediata, a favor de las mujeres víctimas de violencia machista.

La tipificación de 18 delitos de violencia contra las mujeres, a saber : la


violencia sicológica, el acoso u hostigamiento, la amenaza, la violencia física, la
violencia sexual, el acto carnal con víctima especialmente vulnerable, los actos
lascivos, la prostitución forzada, la esclavitud sexual, el acoso sexual, la violencia
laboral, la violencia patrimonial y económica, la violencia obstétrica, la
esterilización forzada, la ofensa pública por razones de género, la violencia
institucional, el tráfico ilícito de mujeres, niñas y adolescentes, y la trata de
mujeres, niñas y adolescentes (Artículos 39 al 56). Contiene, además, la
descripción de 19 tipos de violencia (Art. 15).

La expresión clara de que la problemática de la prevención, denuncia,


atención y eliminación de la violencia contra las mujeres descansa sobre el
supuesto de la corresponsabilidad del Estado y la sociedad.

La obligación del diseño de Políticas Públicas que atiendan la violencia contra las
mujeres, a cargo del Instituto Nacional de la Mujer, la obligación de la ejecución de
dichas políticas, programas, planes y proyectos sobre la materia por parte de la
Administración Pública, y las obligaciones de igual contenido a cargo de los
gobiernos regionales y municipales. J) La creación de la jurisdicción especial y de
los tribunales de violencia contra las mujeres.

La obligación de la creación de las Fiscalías del Ministerio Público con


competencia sobre la materia. El reconocimiento a las organizaciones y colectivos
de mujeres que luchan por los derechos humanos de ellas y establece que pueden
hacerse parte, incluso, en los procesos judiciales a favor de las mujeres,
prestándoles asesoría y acompañamiento.
La implementación de los equipos interdisciplinarios adscritos a los
tribunales de violencia contra las mujeres, entre otros aspectos a resaltar.

Sin embargo, existiendo el ordenamiento jurídico apropiado para el tratamiento


asertivo de la violencia contra las mujeres, la tradición de cultura venezolana,
anclada en la desvalorización del cuerpo de la mujer (entre otros materiales y
nociones preexistentes), ha impedido que tal problemática tenga como conclusión
una disminución de su acaecimiento, una respuesta judicial efectiva y pedagógica,
y una reducción de las cifras de impunidad.

Las mismas mujeres no se han apropiado masivamente ni de la


Constitución ni del resto del ordenamiento jurídico aplicable, por la falta de una
campaña de concientización que el Estado debe llevar adelante y por esa
domesticación a la cual han sido sometidas por generaciones, que les niega la
condición de sujeto, existencia y libertad en palabras de Simone de Beauvoir; en
un mundo construido por los hombres y para ellos.

Las mujeres venezolanas sufragaron en las urnas electorales, por primera


vez, el 27 de octubre de 1946 pero no han interiorizado que la violencia que se
ejerce contra ellas es la concreción de la dominación masculina, la negación
práctica de sus derechos humanos y del ejercicio pleno de la ciudadanía que les
garantizan, en la letra, la constitución vigente y el ordenamiento jurídico referido en
este artículo.

Es indudable que hoy tenemos un mayor conocimiento del entramado


jurídico que regula la ciudadanía y el derecho de las mujeres a una vida libre de
violencia, pero ello no se materializa en una mayor toma de conciencia por parte
de ellas, de los hombres, ni del Estado. Pareciera que nuestra sociedad y el
Estado se encuentran acoplados a la discriminación de las mujeres, a la
interferencia anulatoria de su ciudadanía e, incluso, al asesinato de ellas o
femicidio.
Esa situación revela que la sociedad venezolana sigue anclada en una relación
intersexual lesiva a los derechos humanos de las mujeres y a un tratamiento como
ciudadanas de segunda categoría, por lo que norma y vida, ley y justicia concreta,
se encuentran sin sincronía ni concierto posible, en un eterno drama de
desencuentro entre la constitución formal y la constitución real, entre la letra o el
papel y la práctica diaria de los derechos.

También podría gustarte