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Autor Silvina Arancibia Narambuena, Karina Edith Battola, María Carolina Dörpinghaus
y Andrea Di Prinzio Valsagna
Texto “Legíslese como se legisle, las leyes positivas no podrán nunca en las cosas de la
vida reemplazar totalmente el uso de la razón natural. Las necesidades de la
sociedad son tan variadas, tan activa la comunicación entre los hombres, tan
múltiple sus conexiones e intereses, que nunca alcanzará el legislador la
imposible meta de proveer a todo. Infinidad de pormenores escaparán a su
atención, aun en aquellos temas a los que se dedique preferentemente. Y, por
otra parte, hallará a lo largo de su tarea situaciones demasiado dudosas o
fluctuantes como para que puedan ser decididas mediante la formulación de un
texto legal. “
1. Introducción
Sin perjuicio de ello, podemos afirmar que desde mediados del siglo XX, se
afianza la idea de perspectiva de Derechos Humanos -en cuanto a dignidad de la
persona frente al Estado-. Es decir, la idea del poder público debe ejercerse al
servicio del ser humano: No puede ser empleado lícitamente para ofender
atributos inherentes a la persona y debe ser vehículo -es decir generador de
acciones positivas- para que la persona pueda vivir con dicha dignidad en la
sociedad.
Hoy sin duda podemos decir que tenemos legislación del derecho de las familias
que es de vanguardia, no solo a nivel local sino incluso mundial.
La violencia de género se refiere a los actos dañinos dirigidos contra una persona
o un grupo de personas en razón de su género. Tiene su origen en la desigualdad
de género, el abuso de poder y la existencia de normas dañinas. Dentro de la
misma se encuentra la violencia contra las mujeres entendida como “toda
conducta, acción y omisión, que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito
público como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su
vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual económica o
patrimonial, como así también su seguridad personal. Quedan comprendidas las
perpetradas desde el Estado o por sus agentes. Se considera violencia indirecta,
a los efectos de la presente ley, toda conducta, acción, omisión, disposición,
criterio o práctica discriminatoria que ponga a la mujer en desventaja con
respecto al varón.” (artículo 4, Ley 26.485 de Protección Integral para prevenir,
sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que se
desarrollen sus relaciones interpersonales).
Dentro del ámbito nacional, esta ley ha tenido diversos aportes respecto del
abordaje de la violencia de género y, también ha logrado especial impacto en la
concepción de violencia familiar.
La autora Sonia Vaccaro definió este tipo de violencia como violencia vicaria. El
adjetivo vicario respondería al sentido en que se toma el lugar de otra persona o
cosa, como un sustituto; o como castigo vicario, que ha sido sufrido o realizado
por una persona en lugar de otra. Este tipo de violencia puede llegar incluso a
dar la muerte a los hijos con tal de hacer daño a la pareja. Es un término todavía
no demasiado extendido.
También la ley 24.685, refiere a las modalidades, es decir, los ámbitos en que se
desarrolla o pueden desarrollarse los distintos tipos de violencia. En su artículo 6
se pueden distinguir las siguientes:
a) Violencia domestica contra las mujeres: aquella ejercida contra las mujeres
por un integrante del grupo familiar, independientemente del espacio físico donde
esta ocurra, que dañe la dignidad, el bienestar, la integridad física, psicológica,
sexual, económica o patrimonial, la libertad, comprendiendo la libertad
reproductiva y el derecho al pleno desarrollo de las mujeres. Se entiende por
grupo familiar el originado en el parentesco sea por consanguinidad o por
afinidad, el matrimonio, las uniones de hecho y las parejas o noviazgos. Incluye
las relaciones vigentes o finalizadas, no siendo requisito la convivencia;
c) Violencia laboral contra las mujeres: aquella que discrimina a las mujeres en
los ámbitos de trabajo públicos o privados y que obstaculiza su acceso al empleo,
contratación, ascenso, estabilidad o permanencia en el mismo, exigiendo
requisitos sobre estado civil, maternidad, edad, apariencia física o la realización
de test de embarazo. Constituye también violencia contra las mujeres en el
ámbito laboral quebrantar el derecho de igual remuneración por igual tarea o
función. Asimismo, incluye el hostigamiento psicológico en forma sistemática
sobre una determinada trabajadora con el fin de lograr su exclusión laboral;
Así, la víctima muchas veces no sabe que se encuentra inmersa en una relación
de estas características o sabiéndolo no le resulta posible salir de la misma.
Así las cosas, es necesaria una intervención judicial adecuada que advierta estas
cuestiones; en relación a la temática de autonomía de la voluntad sobre la que
reflexionamos, citamos a modo de ejemplo un párrafo de un acuerdo celebrado
entre partes: “Del acuerdo privado presentado (…) el que se celebró en franca
violación de las medidas cautelares vigentes, surge que la Sra. C y el Sr. H son
copropietarios en partes iguales del inmueble; en la cláusula primera, la Sra. C
ofrece retirarse voluntariamente de la casa llevando consigo sus enseres
hogareños de su propiedad, prestando conformidad a que el Sr. H, se instale a
vivir en dicho inmueble (…) Como puede observarse la celebración del
mencionado acuerdo no fue nada más que continuar ejerciendo violencia
económica contra la Sra. C., por parte no solo ya del Sr. H, sino también por
parte de su abogado”. Por lo tanto, entre otras medidas se ordena urgente vista
a la Defensoría Civil a fin de que asesore de forma integral y patrocine a la Sra.
C., respecto del acuerdo firmado y agregado en autos y la validez del
mismo[…]”(1era. Inst. Familia, Niñez y Adolescencia, 4ª C. J. Junín de los Andes,
Neuquén (Expte. 51049/2017).
Por último, en lo que respecta a este apartado, entendemos que no puede dejar
de señalarse que el abordaje de este tipo de situaciones está signado por la
obligación de debida diligencia, es decir, la obligatoriedad de que la
administración de justicia tome todos los instrumentos jurídicos a su alcance,
sean de origen nacional o internacional, aplicando el principio de pro persona.
Decimos entonces que los actos jurídicos son válidos cuando son llevados a cabo
con discernimiento, intención y libertad. Ahora bien, cabe preguntarnos ¿qué
sucede cuando uno de estos elementos se encuentra ausente?; esto nos lleva a
reflexionar si nos encontramos ante un acto viciado.
Asimismo, hay que recalcar que los vicios de los actos jurídicos son la lesión, el
fraude y la simulación y se diferencian de los vicios de la voluntad (error, dolo y
violencia) porque no atacan directamente la voluntad, ni constituyen vicio de ella,
sino más bien son circunstancias que la ley ha creído conveniente erigir en
causas de nulidad del acto. Como refuerzo de ello, la Dra. Dematties ha
destacado que “los vicios de la voluntad son aquellos que afectan dos de los
elementos internos de la voluntad: la intención y la libertad y que por su parte, el
discernimiento no tiene vicios, sino causas obstativas, tales como la falta de
edad, de salud mental o de conciencia”.
Ahora bien, una persona víctima de violencia familiar, quien padece opresión,
control, violencia física, psicológica, económica y emocional, con un contexto
totalmente adverso, ¿está en condiciones de decidir libremente sobre su vida?
¿Se encuentra en condiciones de autorregular los caminos a recorrer?, o su
voluntad se encuentra totalmente viciada no solo por la violencia a la que es
sometida sino que además en un contexto totalmente desfavorable para revertir
esta situación y poder definir en libertar y en pleno uso de su autonomía de la
voluntad estar en una relación, o poder salir de la misma, poner límites
necesarios al arrasamiento de su subjetividad personal.
Sostiene Galego Carrillo que “Una vez satisfechas las necesidades fisiológicas, el
alcance de la autonomía personal se desglosa en dos estadios que se van
adquiriendo a lo largo de la vida. Nivel I: la autonomía como agente de libertad.
En este nivel la palabra “agente” significa, la habilidad para reflexionar, elegir y
actuar de manera determinada. Este nivel está formado por tres variables: Por
un lado, el nivel de comprensión que la persona tiene sobre sí misma, su cultura
y lo que espera de ella como persona dentro de la misma. Por otro, la capacidad
psicológica de la que dispone para tomar decisiones, y por último las
oportunidades objetivas de actuar en consecuencia y la libertad implícita de ello.
Esto último lleva a los autores a introducir un segundo nivel basado en la
Autonomía crítica. Nivel II: Autonomía crítica. Este nivel requiere que las
personas ejerzan como agentes de libertad con altos niveles de reflexión y que
gocen de libertad ideológica. Los elementos que influyen sobre este nivel son:
por un lado la capacidad para comparar reglas culturales, reflejar sobre estas su
propia cultura y trabajar con otros para cambiarla. Y, por otro lado, la capacidad
para moverse de una a otra cultura si hiciera falta. Esta distinción merece
especial atención, por el paralelismo que brinda con el empoderamiento al
equipararse la autonomía como agente de libertad, a su dimensión individual y
autonomía crítica a la dimensión colectiva”.
En el caso Atala Riffo vs. Chile (2012) encontramos tal vez una primera
aplicación a la perspectiva de género como categoría de análisis, aun cuando no
se defina expresamente como tal. En esta evolución el fallo reciente dictado en el
Caso Azul Rojas Marín y Otra c/ Perú (marzo 2020) en el que expresamente
habló de orientación sexual, identidad de género y/o expresión de género.
Es decir que las decisiones de los jueces ante estos supuestos de desistimiento
deben ser indefectiblemente miradas con lentes de perspectiva de género.
Asumiendo las desigualdades preexistentes, no debemos tomar decisiones en
base a estereotipos y comportamientos esperados, la mujer que no se comporta
como la “buena víctima”.
Sin evaluar otras circunstancias concretas, tales como las etapas del círculo de la
violencia, la denuncia es efectuada de inmediato al episodio violento y la
retractación es altamente probable que ocurra durante la luna de miel posterior.
Para decidir disponer o mantener medidas o diferentes intervenciones estatales
más allá de las manifestaciones de las mujeres víctimas es imperativo aplicar
perspectiva de género en el análisis de la situación, considerar concienzudamente
los informes interdisciplinarios que evalúan el riesgo. Si de los mismos resulta
que existe cronicidad y naturalización de la violencia, roles estereotipados que
condicionan el accionar de la mujer “[…] que debe perdonar y entender que su
pareja, se pone así por su culpa […]”, roles rígidamente asignados que
determinan la dependencia económica del denunciado. La naturalización de los
roles productivos-reproductivos, los desempeños sociales la mujer en el ámbito
domestico y el hombre en el espacio público, asignados siempre desde una
mirada binaria, y determinista que genera habitualmente en la denunciante la
idea de estar “incumpliendo con lo que de ella se espera” cuando denuncia a su
pareja. Todos aspectos que deben ser sopesados en aquellas situaciones
evaluadas como de alto riesgo, en que la mujer expresa ante las diferentes
autoridades su “voluntad” de desistir o dejar sin efecto las medidas dispuestas
cautelarmente en su protección.
También es frecuente que se encuentren cuestionadas por los hijos e hijas que
reclaman por la presencia del progenitor, que frecuentemente acude al contacto
con ellos para acceder de modo indirecto a la denunciante. Estos aspectos que
aparecen como emergentes deben ser atendidos y evaluados, a la hora de
valorar las decisiones a tomar a requerimiento de aquellas mujeres que desisten
en apariencia de manera libre y reflexionada.
5. Apreciaciones finales
Es por eso que entendemos como elementos fundamentales contar con abordajes
interdisciplinarios, que permitan ver más allá de lo que se enuncia. Para ello,
entendemos que es prioritario que magistradas/os y funcionaria/os cuenten con
formación en derechos humanos, con especial capacitación en perspectiva de
género y fundamentalmente con la posibilidad de revisar permanentemente
nuestras prácticas y los paradigmas desde los cuales se llevan adelante el
tratamiento a las mujeres denunciantes en el marco de las situaciones de
violencia familiar.
Bibliografía
Arduino, Ileana. “La mala víctima”. Revista Anfibia, 24 de septiembre de 2014.
https://www.revistaanfibia.com/la-mala-victima/
Battola, Karina Edith. “Suspensión del juicio a prueba y violencia de género. Ocho
años del fallo “Góngora”. La Ley, 2021.
Notas
2 Cfr. Marisa Herrera, Manual del Derecho de las Familias, 2da Edición
actualizada y ampliada, (Buenos Aires: Abeledo-Perrot, 2019), 989 y 990.
6 Cám. Nac. Cas. Pen., Sala I, 30/12/2016, “R., E. Á. por delito de acción
pública”.
7 A partir de las posiciones doctrinarias que surgen del fallo “Góngora”, resulta
imprescindible analizar si la víctima cuenta con capacidad para considerar sobre
la continuidad del proceso y, si el mismo, puede resultarle más perjudicial que
beneficioso. [Cfr. Karina Edith Battola, “Suspensión del juicio a prueba y
violencia de género. Ocho años del fallo ‘Góngora’”, La Ley, 2021].