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Título Toma de decisiones en casos de mujeres víctimas de violencia

Autor Silvina Arancibia Narambuena, Karina Edith Battola, María Carolina Dörpinghaus
y Andrea Di Prinzio Valsagna
Texto “Legíslese como se legisle, las leyes positivas no podrán nunca en las cosas de la
vida reemplazar totalmente el uso de la razón natural. Las necesidades de la
sociedad son tan variadas, tan activa la comunicación entre los hombres, tan
múltiple sus conexiones e intereses, que nunca alcanzará el legislador la
imposible meta de proveer a todo. Infinidad de pormenores escaparán a su
atención, aun en aquellos temas a los que se dedique preferentemente. Y, por
otra parte, hallará a lo largo de su tarea situaciones demasiado dudosas o
fluctuantes como para que puedan ser decididas mediante la formulación de un
texto legal. “

Palabras clave: violencia de género, autonomía de la voluntad, perspectiva de


género

Sumario: 1. Introducción. 2. Sobre la violencia contra las mujeres propiamente.


Conceptos. 3. Toma de decisiones: Autonomía de la voluntad. Elementos
constitutivos. 4. Juzgar con perspectiva de género. 5. Apreciaciones finales

1. Introducción

En lo que hace a la “Violencia de Género” y en especial en lo que hace a la


“violencia contra la mujer” ha habido grandes avances, aunque como sabemos,
nunca será suficiente. El trabajo que hay que hacer aún es mucho y desde muy
distintos sectores.

Sin perjuicio de ello, podemos afirmar que desde mediados del siglo XX, se
afianza la idea de perspectiva de Derechos Humanos -en cuanto a dignidad de la
persona frente al Estado-. Es decir, la idea del poder público debe ejercerse al
servicio del ser humano: No puede ser empleado lícitamente para ofender
atributos inherentes a la persona y debe ser vehículo -es decir generador de
acciones positivas- para que la persona pueda vivir con dicha dignidad en la
sociedad.

Podemos sostener entonces que se trata de derechos inherentes a la persona


humana los que se afirman frente al poder público. Estos Derechos Humanos se
han ido plasmando en distintos convenios internacionales, entre los que se puede
citar la Convención de Derechos Humanos propiamente, la Convención de
Derechos del Niño, la Convención de las personas con Discapacidad, la
Convención sobre toda forma de discriminación contra la mujer (por nombrar
algunas de los que tienen mayores efectos en este fuero); cada una de ellas
tienen raigambre Constitucional, a partir de la reforma de la Constitución de la
Nación Argentina en el año 1994, conforme lo dispuesto en su artículo 75, inciso
22.

Luego, gracias a ellos y sin duda a lo que se denomina el activismo judicial se


pueden ver a lo largo de los años grandes cambios, los que fueron acompañados
en gran medida por leyes de tanta importancia como por ejemplo la de
matrimonio igualitario 26.618; ley 26.743 de identidad de género; ley 26.862 de
técnicas de reproducción humana asistida y en las que la reforma del Código Civil
y Comercial (2015) ha tenido una influencia enorme.
Este Código, tal y como señala Marisa Herrera y otros, es el resultado del
desarrollo y consolidación del derecho Constitucional / Convencional de familia.
Es decir de las grandes tensiones que ha auspiciado la doctrina internacional de
los derechos humanos al mostrar que ciertos vacíos legislativos o normativas
infra constitucionales rígidas y cerradas eran totalmente incompatibles con
principios fundamentales como el de igualdad y no discriminación, libertad y
autonomía personal, por ejemplo.

Hoy sin duda podemos decir que tenemos legislación del derecho de las familias
que es de vanguardia, no solo a nivel local sino incluso mundial.

2. Sobre la violencia contra las mujeres propiamente. Conceptos

La violencia de género se refiere a los actos dañinos dirigidos contra una persona
o un grupo de personas en razón de su género. Tiene su origen en la desigualdad
de género, el abuso de poder y la existencia de normas dañinas. Dentro de la
misma se encuentra la violencia contra las mujeres entendida como “toda
conducta, acción y omisión, que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito
público como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su
vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual económica o
patrimonial, como así también su seguridad personal. Quedan comprendidas las
perpetradas desde el Estado o por sus agentes. Se considera violencia indirecta,
a los efectos de la presente ley, toda conducta, acción, omisión, disposición,
criterio o práctica discriminatoria que ponga a la mujer en desventaja con
respecto al varón.” (artículo 4, Ley 26.485 de Protección Integral para prevenir,
sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que se
desarrollen sus relaciones interpersonales).

Dentro del ámbito nacional, esta ley ha tenido diversos aportes respecto del
abordaje de la violencia de género y, también ha logrado especial impacto en la
concepción de violencia familiar.

En este sentido, además de actualizarse la definición de violencia, ha actualizado


los distintos tipos de violencia contra la mujer, conforme lo establecido en el
artículo 5 de dicha ley.

Se trata de las forma/formas en que puede ejercerse la violencia contra la mujer,


señalando los siguientes tipos de violencia:

Física: aquella que se emplea contra el cuerpo de la mujer produciendo dolor,


daño o riesgo de producirlo y cualquier otra forma de maltrato o agresión que
afecto su integridad física.

Psicológica: aquella que causa daño emocional y disminución de la autoestima o


perjudica o perturba el pleno desarrollo personal o que busca degradar o
controlar sus acciones, comportamientos, creencias y decisiones, mediante
amenaza, acoso, hostigamientos, restricción, humillación, deshonra, descrédito,
manipulación, aislamiento. Incluye también la culpabilización, vigilancia
constante, exigencia de obediencia, sumisión, coerción verbal, persecución,
insulto, indiferencia, abandono, celos excesivos, chantaje, ridiculización,
explotación y limitación del derecho a la circulación o cualquier otro medio que
cause perjuicio a su salud psicológica y a la autodeterminación.
Sexual: cualquier acción que implique la vulneración en todas sus formas, con o
sin acceso genital, del derecho de la mujer a decidir voluntariamente acerca de
su vida sexual o reproductiva o a través de amenazas, coerción, uso de la fuera o
intimidación, incluyendo la violación dentro del matrimonio o de otras relaciones
vinculares o de parentesco, exista o no convivencia, así como la prostitución
forzada, explotación, esclavitud, acoso, abuso sexual y trata de mujeres.

Económica/patrimonial: aquella que se dirige a ocasionar un menoscabo en los


recursos económicos o patrimoniales de la mujer, a través de a) la perturbación
de la posesión, tenencia o propiedad de sus bienes; b) la pérdida, sustracción,
destrucción, retención o distracción indebida de objetos, instrumentos de trabajo,
documentos personales, bienes, valores y derechos patrimoniales; c) la limitación
de los recursos económicos destinados a satisfacer sus necesidades o privación
de los medios indispensables para vivir una vida digna; d) la limitación o control
de sus ingresos, así como la percepción de un salario menor por igual tarea,
dentro de un mismo lugar de trabajo.

Simbólica: aquella que a través de patrones estereotipados, mensajes, valores,


íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación
en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la
sociedad.

Política: aquella que se dirige a menoscabar, anular, impedir, obstaculizar o


restringir la participación política de la mujer, vulnerando el derecho a una vida
política libre de violencia y/o el derecho a participar en los asuntos públicos y
políticos en condiciones de igualdad (La ley 27533, que modifica la ley 26.485,
incorporando en su artículo 5, inc. 6) el tipo de violencia política contra la mujer).

Vicaria: en la violencia psicológica los mecanismos de coacción que se utilizan


pueden ser varios, uno de ellos, es la violencia instrumental. En el caso de la
violencia de género este tipo de violencia respondería a la que utilizan los
maltratadores para intimidar y hacer daño a la víctima mediante niñas, niños,
animales o personas preciadas para la mujer con el objetivo de hacerla sufrir
más.

La autora Sonia Vaccaro definió este tipo de violencia como violencia vicaria. El
adjetivo vicario respondería al sentido en que se toma el lugar de otra persona o
cosa, como un sustituto; o como castigo vicario, que ha sido sufrido o realizado
por una persona en lugar de otra. Este tipo de violencia puede llegar incluso a
dar la muerte a los hijos con tal de hacer daño a la pareja. Es un término todavía
no demasiado extendido.

También la ley 24.685, refiere a las modalidades, es decir, los ámbitos en que se
desarrolla o pueden desarrollarse los distintos tipos de violencia. En su artículo 6
se pueden distinguir las siguientes:

a) Violencia domestica contra las mujeres: aquella ejercida contra las mujeres
por un integrante del grupo familiar, independientemente del espacio físico donde
esta ocurra, que dañe la dignidad, el bienestar, la integridad física, psicológica,
sexual, económica o patrimonial, la libertad, comprendiendo la libertad
reproductiva y el derecho al pleno desarrollo de las mujeres. Se entiende por
grupo familiar el originado en el parentesco sea por consanguinidad o por
afinidad, el matrimonio, las uniones de hecho y las parejas o noviazgos. Incluye
las relaciones vigentes o finalizadas, no siendo requisito la convivencia;

b) Violencia institucional contra las mujeres: aquella realizada por las/los


funcionarias/os, profesionales, personal y agentes pertenecientes a cualquier
órgano, ente o institución pública, que tenga como fin retardar, obstaculizar o
impedir que las mujeres tengan acceso a las políticas públicas y ejerzan los
derechos previstos en esta ley. Quedan comprendidas, además, las que se
ejercen en los partidos políticos, sindicatos, organizaciones empresariales,
deportivas y de la sociedad civil;

c) Violencia laboral contra las mujeres: aquella que discrimina a las mujeres en
los ámbitos de trabajo públicos o privados y que obstaculiza su acceso al empleo,
contratación, ascenso, estabilidad o permanencia en el mismo, exigiendo
requisitos sobre estado civil, maternidad, edad, apariencia física o la realización
de test de embarazo. Constituye también violencia contra las mujeres en el
ámbito laboral quebrantar el derecho de igual remuneración por igual tarea o
función. Asimismo, incluye el hostigamiento psicológico en forma sistemática
sobre una determinada trabajadora con el fin de lograr su exclusión laboral;

d) Violencia contra la libertad reproductiva: aquella que vulnere el derecho de las


mujeres a decidir libre y responsablemente el número de embarazos o el
intervalo entre los nacimientos, de conformidad con la Ley 25.673 de Creación
del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable;

e) Violencia obstétrica: aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y


los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato
deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos
naturales, de conformidad con la Ley 25.929;

f) Violencia mediática contra las mujeres: aquella publicación o difusión de


mensajes e imágenes estereotipados a través de cualquier medio masivo de
comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la explotación de
mujeres o sus imágenes, injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente
contra la dignidad de las mujeres, como así también la utilización de mujeres,
adolescentes y niñas en mensajes e imágenes pornográficas, legitimando la
desigualdad de trato o construya patrones socioculturales reproductores de la
desigualdad o generadores de violencia contra las mujeres;

g) Violencia pública-política contra las mujeres: aquella que, fundada en razones


de género, mediando intimidación, hostigamiento, deshonra, descrédito,
persecución, acoso y/o amenazas, impida o limite el desarrollo propio de la vida
política o el acceso a derechos y deberes políticos, atentando contra la normativa
vigente en materia de representación política de las mujeres, y/o desalentando o
menoscabando el ejercicio político o la actividad política de las mujeres, pudiendo
ocurrir en cualquier espacio de la vida pública y política, tales como instituciones
estatales, recintos de votación, partidos políticos, organizaciones sociales,
asociaciones sindicales, medios de comunicación, entre otros.

En lo que hace al desarrollo de este trabajo centramos la atención en la violencia


que se desarrolla dentro del ámbito domestico, entendiendo que en dicho ámbito
puede desarrollarse algunos de los tipos de violencia mencionados anteriormente
pero en los peores de los casos un entramado de los diversos tipos de violencia.
Esto genera un nivel de relación vincular especialmente complejo.

Así, la víctima muchas veces no sabe que se encuentra inmersa en una relación
de estas características o sabiéndolo no le resulta posible salir de la misma.

En la Recomendación N.° 9 de la CEDAW se sostuvo que “en las relaciones


familiares, se somete a las mujeres de cualquier edad a violencia de todo tipo,
como lesiones, violación, otras formas de violencia sexual, violencia mental y
violencia de otra índole, que se ven perpetuadas por las actitudes tradicionales.
La falta de independencia económica obliga a las mujeres a permanecer en
situaciones violentas. La negación de sus responsabilidades familiares por parte
de los hombres puede ser una forma de violencia y coerción”.

Así las cosas, es necesaria una intervención judicial adecuada que advierta estas
cuestiones; en relación a la temática de autonomía de la voluntad sobre la que
reflexionamos, citamos a modo de ejemplo un párrafo de un acuerdo celebrado
entre partes: “Del acuerdo privado presentado (…) el que se celebró en franca
violación de las medidas cautelares vigentes, surge que la Sra. C y el Sr. H son
copropietarios en partes iguales del inmueble; en la cláusula primera, la Sra. C
ofrece retirarse voluntariamente de la casa llevando consigo sus enseres
hogareños de su propiedad, prestando conformidad a que el Sr. H, se instale a
vivir en dicho inmueble (…) Como puede observarse la celebración del
mencionado acuerdo no fue nada más que continuar ejerciendo violencia
económica contra la Sra. C., por parte no solo ya del Sr. H, sino también por
parte de su abogado”. Por lo tanto, entre otras medidas se ordena urgente vista
a la Defensoría Civil a fin de que asesore de forma integral y patrocine a la Sra.
C., respecto del acuerdo firmado y agregado en autos y la validez del
mismo[…]”(1era. Inst. Familia, Niñez y Adolescencia, 4ª C. J. Junín de los Andes,
Neuquén (Expte. 51049/2017).

También compartimos el siguiente desarrollo jurisprudencial por su claridad en la


forma de transmitir los conceptos y las bases aplicables en los casos de que se
trata siendo que si bien se extrae de un fallo en materia penal bien pueden
aplicarse los principios transmitidos a los procesos de violencia y familia: “Los
hechos investigados deben ser estudiados bajo una perspectiva de género: a).
He sostenido reiteradamente la tesis de que en el enjuiciamiento penal el
concepto de Ley Vigente abarca a la Constitución Nacional, a los Pactos
Internacionales de Derechos Humanos con jerarquía constitucional, a los
restantes Pactos Internacionales y al Código Penal y al Código Procesal Penal de
la Nación (C.F.C.P. Sala IV causas nº 1619 caratulada “Galván, Sergio Daniel
s/recusación”, Reg. 2031.4, rta. el 31/8/1999, nº 2509 caratulada “Medina,
Daniel Jorge s/recusación”, Reg. 3456.4, rta. 20/6/2001 y nº 335 caratulada
“Santillán, Francisco s/casación”, Reg. Nro. 585.4, rta. el día 15/5/1996).
Asimismo, puntualicé que en casos donde pueda encontrarse comprometidos los
derechos de las mujeres, debe siempre privilegiarse el estudio de la causa desde
una perspectiva de género (cfr. causa FLP 51010899/2012/CFC1, caratulada
“Luna Vila Diana s/ recurso de casación”, Registro nº 1337/16.4, rta. 20/10/16 y
causa FLP 58330/2014/CFC1 “Internas de la Unidad 31 SPF s/ habeas corpus”,
Registro nº 2326/14.4, rta. 4/12/15, del registro de esta Sala IV). Es por ello
que, para analizar el presente caso, debe resaltarse que, la Convención
Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer,
conocida como “Convención de Belém Do Pará”, aprobada por ley 24.632,
promulgada el 1/4/1996 dispone en su artículo 2do. que “Se entenderá que
violencia contra la mujer incluye la violencia física, sexual y psicológica: a. que
tenga lugar dentro de la familia o unidad domestica o en cualquier otra relación
interpersonal, ya sea que el agresor comparta o haya compartido el mismo
domicilio que la mujer…”. Asimismo, establece en el artículo 5to. que: “Toda
mujer podrá ejercer libre y plenamente sus derechos civiles, políticos,
económicos, sociales y culturales y contará con la total protección de esos
derechos consagrados en los instrumentos regionales e internacionales sobre
derechos humanos…” (el resaltado no es del original). En igual sentido, la
Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la
Mujer, aprobada por ley 23.179 y promulgada el 27/5/1985 y que cuenta con
rango constitucional (artículo 75 inciso 22 de la Constitución Nacional)
expresamente dispone en su artículo 16 que “Los Estados Partes adoptarán todas
las medidas adecuadas para eliminar la discriminación contra la mujer en todos
los asuntos relacionados con el matrimonio y Cámara Federal de Casación Penal
9 Causa N.° CFP “R., E. Á. por delito de acción pública” -Sala I- C.F.C.P las
relaciones familiares y, en particular, asegurarán, en condiciones de igualdad
entre hombres y mujeres: (…) h. Los mismos derechos a cada uno de los
cónyuges en materia de propiedad, compras, gestión, administración, goce y
disposición de los bienes, tanto a título gratuito como oneroso” (el resaltado me
pertenece). El Comité creado por la Convención sobre la eliminación de todas las
formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) emitió la Recomendación
Nº21 en donde explicó los alcances de la igualdad en el matrimonio y en las
relaciones familiares (artículos 15 y 16 de la referida Convención). Allí se afirma
que “El derecho de la mujer a la propiedad, la administración y la disposición de
los bienes es fundamental para que pueda tener independencia económica y en
muchos países será de crítica importancia para que pueda ganarse la vida y tener
una vivienda y alimentación adecuadas para ella y para su familia”, y respecto al
consentimiento que debe brindar la mujer previo a la enajenación de un bien
propiedad de ambos cónyuges, el Comité sostuvo que “En muchos Estados, hasta
los que reconocen la comunidad de bienes, no existe la obligación legal de
consultar a la mujer cuando la propiedad que pertenezca a las dos partes en el
matrimonio o el amancebamiento se venda o se enajene de otro modo. Esto
limita la capacidad de la mujer para controlar la enajenación de la propiedad o
los ingresos procedentes de su venta”. En igual dirección, en la referida
recomendación se sostuvo que cuando los países permiten que los individuos
limitan o restrinjan los derechos económicos de las mujeres, les están negando
su derecho a la igualdad con el hombre y limitan su capacidad de proveer a sus
necesidades. En la Recomendación Nº 9 también de la CEDAW se sostuvo que
“En las relaciones familiares, se somete a las mujeres de cualquier edad a
violencia de todo tipo, como lesiones, violación, otras formas de violencia sexual,
violencia mental, y violencia de otra índole, que se ven perpetuadas por las
actitudes tradicionales. La falta de independencia económica obliga a las mujeres
a permaneces en situaciones violentas. La negación de sus responsabilidades
familiares por parte de los hombres puede ser una forma de violencia y
coerción”. En el ámbito nacional y siguiendo los parámetros convencionales
anteriormente reseñados, la ley de Protección Integral a las Mujeres, ley nº
26.485 promulgada el 1/4/2009, enumeró en el artículo tercero los derechos
protegidos, dentro de los cuales se hace mención a: “La integridad física,
psicológica, sexual, económica o patrimonial”. Asimismo, define en el artículo
cuarto a la violencia contra la mujer como “…toda conducta, acción u omisión,
que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado,
basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad,
integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también
su seguridad personal…”. La citada ley describe a la violencia económica y
Cámara Federal de Casación Penal 11 Causa N.° CFP “R., E. Á. por delito de
acción pública” -Sala I- C.F.C.P patrimonial como “la que se dirige a ocasionar un
menoscabo en los recursos económicos o patrimoniales de la mujer, a través de:
a) La perturbación de la posesión, tenencia o propiedad de sus bienes; b) La
pérdida, sustracción, destrucción, retención o distracción indebida de objetos,
instrumentos de trabajo, documentos personales, bienes, valores y derechos
patrimoniales; c) la limitación de los recursos económicos destinados a satisfacer
sus necesidades o privación de los medios indispensables para vivir una vida
digna…” (el resaltado me pertenece). Finalmente, respecto a las modalidades en
la que se manifiesta el tipo de violencia contra la mujer, en el caso, económica y
patrimonial, el artículo 6 dispone que: “Violencia domestica contra las mujeres:
aquella ejercida contra las mujeres por un integrante del grupo familiar,
independientemente del espacio físico donde esta ocurra, que dañe la dignidad,
el bienestar, la integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, la
libertad, comprendiendo la libertad reproductiva y el derecho al pleno desarrollo
de las mujeres. Se entiende por grupo familiar el originado en el parentesco sea
por consanguinidad o por afinidad, el matrimonio, las uniones de hecho y las
parejas o noviazgos…” (el resaltado no es del original). De lo expuesto se colige
que un tipo de violencia contra la mujer -tanto en el orden internacional como en
el legislado en el ámbito nacional- es toda conducta orientada a defraudar los
derechos patrimoniales y económicos de la mujer, dentro de una relación
familiar, como lo es el matrimonio. Asimismo que, en general, la violencia
económica va acompañada de violencia psicológica. Ello así, porque tales
conductas repercuten negativamente en el plan de vida de las mujeres,
impidiéndoles el pleno goce y ejercicio de los derechos reconocidos en la
Constitución y por los tratamientos internacionales sobre derechos humanos
(artículo 75 inciso 23 de la Constitución Nacional). En este sentido, cabe traer a
colación el informe de la Oficina de Violencia Domestica de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación en el cual se efectuó un estudio estadístico de los tipos de
violencia observada en el período comprendido entre los años 2008 y 2016 y
arrojó como resultados que la violencia económica ocupa un lugar importante
(entre un 30 y 40 % de los casos) precedida en primer lugar por la violencia
psicológica (90%), la violencia física (entre 60 y 70%), la violencia ambiental
(40%) y la simbólica (60%).”

Por último, en lo que respecta a este apartado, entendemos que no puede dejar
de señalarse que el abordaje de este tipo de situaciones está signado por la
obligación de debida diligencia, es decir, la obligatoriedad de que la
administración de justicia tome todos los instrumentos jurídicos a su alcance,
sean de origen nacional o internacional, aplicando el principio de pro persona.

3. Toma de decisiones: Autonomía de la voluntad. Elementos


constitutivos

El principio de autonomía de la voluntad constituye la base fundamental sobre la


cual se asienta el derecho privado, y consiste en la condición de la voluntad en
cuya virtud los ciudadanos tienen la facultad de autodeterminarse y de sujetarse
a determinado orden.

Existe autonomía cuando se ejerce un poder con libertad y capacidad para


manifestar el propio propósito y vincular a los demás a él. Como todo poder,
posee una fundamental cuestión de límites, como toda libertad limita con la
libertad de los demás. Los límites son normas, restricciones o imperativos de
carácter ordinario, vienen establecidos en la ley, son inevitables, van atados al
Derecho desde su origen, integran el contenido del propio contrato. Los límites se
encuentran en el concepto mismo del derecho, que es lo normado, lo reglado, lo
recto.

Decimos entonces que los actos jurídicos son válidos cuando son llevados a cabo
con discernimiento, intención y libertad. Ahora bien, cabe preguntarnos ¿qué
sucede cuando uno de estos elementos se encuentra ausente?; esto nos lleva a
reflexionar si nos encontramos ante un acto viciado.

Asimismo, hay que recalcar que los vicios de los actos jurídicos son la lesión, el
fraude y la simulación y se diferencian de los vicios de la voluntad (error, dolo y
violencia) porque no atacan directamente la voluntad, ni constituyen vicio de ella,
sino más bien son circunstancias que la ley ha creído conveniente erigir en
causas de nulidad del acto. Como refuerzo de ello, la Dra. Dematties ha
destacado que “los vicios de la voluntad son aquellos que afectan dos de los
elementos internos de la voluntad: la intención y la libertad y que por su parte, el
discernimiento no tiene vicios, sino causas obstativas, tales como la falta de
edad, de salud mental o de conciencia”.

Al decir de Galego Carrillo “el grado de autonomía de una persona va a depender


de la percepción que la persona tenga del contexto y de los sucesos que
acontecen, de sus razones para actuar y de sus motivaciones personales. Como
resultado, se distinguen dos tipos de contextos (apoyo autónomo versus apoyo
controlador) y tres tipos de sucesos (informativos versus controladores versus
amotivacionales). De acuerdo con los contextos, estos se convierten en “apoyos
de autonomía” cuando alientan a activar procesos de elección y de toma de
decisiones por iniciativa propia. En cambio, se convierten en apoyos
controladores cuando estos ejercen presión sobre la conducta para conseguir un
determinado resultado”.

Si tomamos a la violencia como un acto de coacción para hacer o no hacer algo


para tener o no tener una conducta, podemos colegir que las personas víctimas
de violencia al ser coaccionadas no actúan libremente al tomar sus decisiones o
al actuar en el desarrollo de su vida; como ya hemos visto tenemos diferentes
tipos de violencias las que se encuentran contempladas y reguladas tanto en
nuestras leyes internas como así también en los tratados internacionales.

Ahora bien, una persona víctima de violencia familiar, quien padece opresión,
control, violencia física, psicológica, económica y emocional, con un contexto
totalmente adverso, ¿está en condiciones de decidir libremente sobre su vida?
¿Se encuentra en condiciones de autorregular los caminos a recorrer?, o su
voluntad se encuentra totalmente viciada no solo por la violencia a la que es
sometida sino que además en un contexto totalmente desfavorable para revertir
esta situación y poder definir en libertar y en pleno uso de su autonomía de la
voluntad estar en una relación, o poder salir de la misma, poner límites
necesarios al arrasamiento de su subjetividad personal.

Sostiene Galego Carrillo que “Una vez satisfechas las necesidades fisiológicas, el
alcance de la autonomía personal se desglosa en dos estadios que se van
adquiriendo a lo largo de la vida. Nivel I: la autonomía como agente de libertad.
En este nivel la palabra “agente” significa, la habilidad para reflexionar, elegir y
actuar de manera determinada. Este nivel está formado por tres variables: Por
un lado, el nivel de comprensión que la persona tiene sobre sí misma, su cultura
y lo que espera de ella como persona dentro de la misma. Por otro, la capacidad
psicológica de la que dispone para tomar decisiones, y por último las
oportunidades objetivas de actuar en consecuencia y la libertad implícita de ello.
Esto último lleva a los autores a introducir un segundo nivel basado en la
Autonomía crítica. Nivel II: Autonomía crítica. Este nivel requiere que las
personas ejerzan como agentes de libertad con altos niveles de reflexión y que
gocen de libertad ideológica. Los elementos que influyen sobre este nivel son:
por un lado la capacidad para comparar reglas culturales, reflejar sobre estas su
propia cultura y trabajar con otros para cambiarla. Y, por otro lado, la capacidad
para moverse de una a otra cultura si hiciera falta. Esta distinción merece
especial atención, por el paralelismo que brinda con el empoderamiento al
equipararse la autonomía como agente de libertad, a su dimensión individual y
autonomía crítica a la dimensión colectiva”.

Las personas víctimas de violencia familiar están sometidas a un stress


constante, lo que las lleva a vivir en el síndrome de adaptación permanente,
perdiendo el sentido de alarma de las situaciones a la que están sometidas,
dejando de lado la resistencia a vivir estas situaciones e ingresando en la fase de
agotamiento que produce un nivel de desesperanza y convicción que la realidad
en la que viven es imposible de cambiar y modificar sobre adaptándose a vivir en
estas condiciones, más aún cuando el contexto socio económico cultural y
familiar no la ayudan a romper esa estructura y a encontrar la salida, logrando
empoderarse y poder elegir libremente y vivir en pleno uso de su autonomía. Es
ahí donde las y los operadores del Derecho debemos actuar definiendo esta
tensión y evaluando cada caso en particular, (la persona, su historia, su
contexto) si privilegiamos la autonomía de la voluntad de las víctimas de
violencia quienes en ocasiones solicitan se dejen sin efectos las medidas
cautelares dictadas o interpretamos que en base al análisis de la situación en su
conjunto esta persona no está en condiciones de decidir libremente ya que la
violencia a la que es sometida le vicia su voluntad de elegir una relación, un
trabajo una forma de vivir, poniendo así en riesgo su vida.

Si bien estamos convencidas que debe primar el principio de autonomía de la


voluntad personal, creemos que en ocasiones extremas es imperioso actuar a
pesar de la voluntad (viciada) de la víctima protegiendo su vida y
fundamentalmente en ese tiempo dotar a la persona de los elementos necesarios
para así poder hacer uso de su autonomía en el futuro, como son tratamientos
psicoterapéuticos para que se empodere y recupere su subjetividad, trabajar en
su contexto socio económico cultural para así poder brindarle otras herramientas
que le permitan autonomía económica, laboral, y habitacional en caso de ser
necesario. En casos extremos como en los que en ocasiones nos toca intervenir,
si no se pone a disposición de la víctima de violencia todo el aparato estatal y se
realiza un trabajo consciente de todos los operadores intervinientes (salud,
desarrollo social, justicia, etc.) con la persona es muy difícil que esta pueda
revertir su situación y así ser una persona que en pleno uso de sus facultades,
sin tener viciada su voluntad pueda dirigir su vida con discernimiento, intención y
libertad.

4. Juzgar con perspectiva de género

En el contexto que desarrollamos, si bien no pretendemos extendernos sobre


conceptos sociológicos, entendemos necesario formular algunas precisiones
acerca de la forma en que los diferentes organismos internacionales han
desarrollado el concepto de género, y la categoría de análisis de la perspectiva de
género.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos (en adelante Corte IDH), ha


evolucionado en el reconocimiento y consagración de derechos humanos de las
mujeres. La Convención Americana sobre Derechos Humanos, no habla de
orientación sexual, ni de identidad de género, pero si por su naturaleza viva de
todos los tratados de derechos humanos, ha emitido pronunciamientos que
lograron interpretar el contenido del Pacto de San José de Costa Rica, en sus
opiniones consultivas o en las decisiones sobre casos que han llegado a su
conocimiento.

En el caso Atala Riffo vs. Chile (2012) encontramos tal vez una primera
aplicación a la perspectiva de género como categoría de análisis, aun cuando no
se defina expresamente como tal. En esta evolución el fallo reciente dictado en el
Caso Azul Rojas Marín y Otra c/ Perú (marzo 2020) en el que expresamente
habló de orientación sexual, identidad de género y/o expresión de género.

En el mismo sentido el Comité contra la Eliminación de la Discriminación contra la


Mujer, ha evolucionado en procura de determinar conceptos. El párrafo 5 de la
Recomendación 28 de la CEDAW ha explicitado el concepto género: “[…]Si bien
en la Convención solo se menciona la discriminación por motivos de sexo, al
interpretar el artículo 1 junto con el párrafo f) del artículo 2 y el párrafo a) del
artículo 5 se pone de manifiesto que la Convención abarca la discriminación
contra la mujer por motivos de género. El término “sexo” se refiere aquí a las
diferencias biológicas entre el hombre y la mujer. El término “género” se refiere a
las identidades, las funciones y los atributos construidos socialmente de la mujer
y el hombre y al significado social y cultural que la sociedad atribuye a esas
diferencias biológicas, lo que da lugar a relaciones jerárquicas entre hombres y
mujeres y a la distribución de facultades y derechos en favor del hombre y en
detrimento de la mujer. El lugar que la mujer y el hombre ocupan en la sociedad
depende de factores políticos, económicos, culturales, sociales, religiosos,
ideológicos y ambientales que la cultura, la sociedad y la comunidad pueden
cambiar. La aplicación de la Convención a la discriminación por motivos de
género se pone de manifiesto en la definición de discriminación contenida en el
artículo 1. Esta definición señala que cualquier distinción, exclusión o restricción
que tenga por objeto o por resultado reducir o anular el reconocimiento, el
disfrute o el ejercicio por las mujeres de sus derechos humanos y libertades
fundamentales constituye discriminación, incluso cuando no sea en forma
intencional. De esto se desprendería que el trato idéntico o neutro de la mujer y
el hombre podría constituir discriminación contra la mujer cuando tuviera como
resultado o efecto privarla del ejercicio de un derecho al no haberse tenido en
cuenta la desventaja y la desigualdad preexistentes por motivos de género...”.

En el mismo sentido el Comité de Expertas del Mecanismo de Seguimiento de la


Convención de Belém do Pará, explicó que el “género es una categoría de análisis
proveniente de las ciencias sociales, no es una ideología sino un instrumento
metodológico para examinar y revelar las relaciones desiguales de poder entre
hombres y mujeres, así como para defender los derechos humanos de las
mujeres”.
La Recomendación N.° 33 sobre el acceso de las mujeres a la justicia indicó que
la presencia de estos estereotipos en el sistema judicial impacta en los derechos
humanos de las mujeres, particularmente en aquellos que son víctimas y
supervivientes. En concreto destacó que daban lugar a decisiones basadas en
mitos dado que los jueces emplean normas rígidas sobre lo que consideran
debería ser un comportamiento apropiado de una mujer, castigando a aquellas
que no se ajustan a esa concepción social. (párrafo 28)

Dicho esto, entendemos que quienes nos desempeñamos en el ámbito del


Derecho, en especial juezas y jueces que deben tomar decisiones, tenemos la
obligación de juzgar con conocimiento de los derechos humanos, los que siempre
mirando las circunstancias concretas de cada caso, deben ser la pauta rectora tal
como disponen los artículos 1, 2 y consecutivos del Código Civil y Comercial de la
Nación. La normativa mencionada, de manera enunciativa, nos permite advertir
el ejercicio que debemos llevar adelante para conjugar acertadamente el respeto
a la autonomía de la voluntad de las mujeres que padecen violencia en el ámbito
familiar y deciden no ratificar las denuncias. En todas aquellas situaciones que
llegan a conocimiento de los diferentes dispositivos judiciales (sea por denuncias
anónimas, de personas de su entorno, instituciones que toman conocimiento
directo o indirecto) o que luego de formulada la denuncia y dispuestas las
medidas cautelares en su protección se presentan a desistir del proceso en su
totalidad o a solicitar el levantamiento de aquellas medidas más restrictivas que
resultan respuesta a la gravedad de la situación evaluada.

Esa conjugación resulta de la exigencia de tener presente que es frecuente que


aquellas denunciantes que solicitan si bien lo hacen en un aparente ejercicio de la
autonomía de la voluntad, consagrada y respetada constitucionalmente es muy
posible que tengan afectada su posibilidad de decidir libremente. Tal como indica
el ya citado párrafo 5 de la Recomendación 28, el trato idéntico o neutro de la
mujer y el hombre podría constituir discriminación contra la mujer cuando tuviera
como resultado o efecto privarla del ejercicio de un derecho al no haberse tenido
en cuenta la desventaja y la desigualdad preexistentes por motivo de género.

Es decir que las decisiones de los jueces ante estos supuestos de desistimiento
deben ser indefectiblemente miradas con lentes de perspectiva de género.
Asumiendo las desigualdades preexistentes, no debemos tomar decisiones en
base a estereotipos y comportamientos esperados, la mujer que no se comporta
como la “buena víctima”.

Ancestralmente estamos inmersos en estructuras sociales en las que la seguridad


de lo “femenino” la preservación del cuerpo de ellas, es una responsabilidad que
les es asignada en primer lugar. A diferencia de otros bienes como el de
propiedad (que el Estado defiende como bien jurídico incluso si nosotros como
titulares nos opusiéramos a que el robo de lo que nos pertenece sea investigado)
el cuidado del cuerpo femenino es, según se nos enseña desde muy pequeñas
tarea primaria de las mujeres. Este cuidado esta sostenido por un conjunto difuso
de represiones, en particular aquellas que son administradas por la vía de la
autoregulación y la autocensura basadas en estereotipos, conformándose así una
primera malla de dominación hegemónica. Cuando este tejido no funciona o es
desafiado por quienes debieran portarlo, aparece como recurso privilegiado el
reflejo de responsabilizar a la víctima.

La razón por la que traemos el último comentario, es para mencionar como en


algunos aspectos relacionados con las denuncias de mujeres, el abordaje es
sesgado, esperando que “la buena víctima” siempre esté en condiciones de poner
distancia con el victimario, dejando en la víctima la responsabilidad del
autocuidado, que paradojalmente no ocurre con otros bienes protegidos por las
leyes.

Sin evaluar otras circunstancias concretas, tales como las etapas del círculo de la
violencia, la denuncia es efectuada de inmediato al episodio violento y la
retractación es altamente probable que ocurra durante la luna de miel posterior.
Para decidir disponer o mantener medidas o diferentes intervenciones estatales
más allá de las manifestaciones de las mujeres víctimas es imperativo aplicar
perspectiva de género en el análisis de la situación, considerar concienzudamente
los informes interdisciplinarios que evalúan el riesgo. Si de los mismos resulta
que existe cronicidad y naturalización de la violencia, roles estereotipados que
condicionan el accionar de la mujer “[…] que debe perdonar y entender que su
pareja, se pone así por su culpa […]”, roles rígidamente asignados que
determinan la dependencia económica del denunciado. La naturalización de los
roles productivos-reproductivos, los desempeños sociales la mujer en el ámbito
domestico y el hombre en el espacio público, asignados siempre desde una
mirada binaria, y determinista que genera habitualmente en la denunciante la
idea de estar “incumpliendo con lo que de ella se espera” cuando denuncia a su
pareja. Todos aspectos que deben ser sopesados en aquellas situaciones
evaluadas como de alto riesgo, en que la mujer expresa ante las diferentes
autoridades su “voluntad” de desistir o dejar sin efecto las medidas dispuestas
cautelarmente en su protección.

Esta situación no resulta simple ni carente de controversias a la hora de tomar


decisiones ya que naturalmente todos los casos son diferentes entre sí y no basta
la enunciación de la perspectiva de género como un eslogan para decidir
arbitraria o autoritariamente más allá de lo requerido por la mujer. Esas
decisiones deben ser respaldadas en la consideración (como hemos referido en el
párrafo anterior) de la historicidad de la relación, la asimetría y muchas veces la
ausencia de alternativas que le permitan a la denunciante proyectarse por fuera
de esa relación violenta.

Es frecuente que carezca de redes familiares o de afecto que la contengan, o tal


vez más grave, su familia de origen en caso de existir condena su decisión de
denunciar, por ende ante el dictado de las medidas advierte que se “queda sola”,
estos aspectos deben ser atendidos por los y las operadoras del Derecho que
deben de inmediato articular con otros organismos o instituciones responsable de
actuar para contener y acompañar a las mujeres en el difícil camino a recorrer de
desarmar vínculos violentos.

También es frecuente que se encuentren cuestionadas por los hijos e hijas que
reclaman por la presencia del progenitor, que frecuentemente acude al contacto
con ellos para acceder de modo indirecto a la denunciante. Estos aspectos que
aparecen como emergentes deben ser atendidos y evaluados, a la hora de
valorar las decisiones a tomar a requerimiento de aquellas mujeres que desisten
en apariencia de manera libre y reflexionada.

5. Apreciaciones finales

Resulta oportuno destacar que la Convención Interamericana para Prevenir,


Sancionar y Erradicar la violencia contra la Mujer -Convención de Belém do
Pará-, que impone la obligación de los Estados de actuar con diligencia para
prevenir, investigar y sancionar con celeridad y sin dilaciones todos los actos de
violencia contra las mujeres cometidos tanto por actores estatales como no
estatales, significó un gran avance en materia internacional para abordar el
problema de la violencia de género y buscar soluciones.

Un componente de la debida diligencia a la que están obligados los Estados, es


justamente la obligación de acceso a la justicia; es el establecimiento de
procedimientos legales, justos y eficaces que deben ir acompañados con la
garantía de acceso efectivo de las mujeres víctimas a esos recursos que amparen
sus derechos. En esta línea, en el caso González y otras c/ México de la Corte
IDH -conocido como caso “campo algodonero” -, surge con claridad que en los
casos de violencia contra las mujeres la administración de justicia y los auxiliares
de esta, deben actuar con perspectiva de género, lo que permitirá en la
investigación remover los obstáculos de hecho y de derecho que permiten la
impunidad.

El género es una categoría de análisis, donde el conjunto de características,


comportamientos, roles, funciones y valoraciones son impuestas
dicotómicamente a cada sexo a través de procesos de socialización, mantenidos
y reforzados por la ideología, estructuras e instituciones patriarcales. Este
concepto, sin embargo, no es abstracto ni universal, en tanto se concreta en
cada sociedad de acuerdo a contextos espaciales y temporales, a la vez que se
redefine constantemente a la luz de otras realidades - interseccionalidades- como
la de clase, etnia, edad, nacionalidad, educación, etcétera. La inclusión de la
perspectiva de género enriquece el contexto de abordaje de los conflictos
jurídicos en razón que otorga un instrumento integral de trabajo a las y los
profesionales intervinientes, permite reconocer los estereotipos de género en las
conflictivas y, al mismo tiempo, posibilita considerar los factores de violencia
para el análisis vinculado al poder de actores. El enfoque de la perspectiva de
género es detractor del orden patriarcal, contiene de manera explícita una crítica
a los aspectos nocivos, destructivos, opresivos y enajenantes que se producen
por la organización social basada en la desigualdad, la injusticia y la
jerarquización política de las personas basada en el género. Por esta razón, el
enriquecimiento de la perspectiva de género es un proceso abierto de creación
teórico-metodológica, de construcción de conocimientos, interpretaciones y
prácticas. El fortalecimiento en la concienciación y comprensión sobre la
igualdad de género como paso necesario para una perspectiva de género en el
trabajo diario de abordaje de conflictivas requiere un acorde accionar en relación
a las realidades sociales actuales.

La aplicación de una perspectiva de género permite observar y entender el


impacto diferenciado de programas, proyectos, políticas y normas jurídicas sobre
las personas, con el fin de evitar que se reproduzcan situaciones de
discriminación y exclusión y que, por lo tanto, se pueda brindar una mejor y
mayor protección a sus derechos. Por tanto, la perspectiva de género debe
considerarse como una estrategia para asegurar que las experiencias y
preocupaciones, tanto de los hombres como de las mujeres, constituyan una
dimensión integral en el diseño, implementación, monitoreo y evaluación de
políticas y programas en las esferas políticas, económicas y sociales, de modo
que hombres y mujeres se beneficien igualmente y que las desigualdades no se
perpetúen.
En este marco, cabe señalar, que en algunas situaciones de violencia las
personas no están en igualdad de condiciones para la toma de decisiones por lo
que juez/jueza deciden sobre medidas oportunas desde el imperativo de aplicar
perspectiva de género en el análisis de la situación y desde la exigencia de tener
presente que es frecuente que aquellas denunciantes que aparentan un ejercicio
de la autonomía de la voluntad, consagrada y respetada constitucionalmente, en
algunas ocasiones es muy posible que tengan afectada su posibilidad de decidir
libremente, ya sea por la historicidad de la relación, la asimetría de poder entre
las personas, como así también, por la ausencia de alternativas que le permitan a
la denunciante proyectarse por fuera de esa relación violenta. Estas
circunstancias deben ser consideradas y merituadas, a la hora de valorar las
decisiones a tomar a requerimiento de aquellas mujeres que desisten en
apariencia de manera libre y reflexionada.

Ante ello, es importante reflexionar sobre la necesidad de efectuar un trabajo en


conjunto sobre la autonomía de la voluntad de la víctima, merituada mediante
equipos técnicos. El trabajo realizado por los profesionales con la víctima,
además de evaluar la autonomía de la mujer para decidir, permitirá que se ejerza
el reclamo al derecho a ser oída. Desde el marco de la debida diligencia es
preciso considerar si al momento de decidir, juezas y jueces lo hacen de manera
arbitraria, en función de la situación de peligro y necesidad de protección o si por
el contrario existen elementos objetivos que permiten afirmar que existe vicio de
voluntad.

No debemos caer en la trampa de la dicotomía autonomía de la voluntad-


protección contra la violencia, sino que debemos tener la suficiente formación y
capacitación para revisar nuestras prácticas advirtiendo siempre que todas las
personas hemos sido formadas en un sistema patriarcal, en el que hemos
adquirido valores y formas de percibir el mundo. Al juzgar “conforme las
máximas de la experiencia o la sana crítica, no hacemos otra cosa que aplicar
ese modo de ver el mundo”, no carente de prejuicios y estereotipos. En relación
a la autonomía de la voluntad de la víctima, la Corte IDH ha expresado en
diferentes fallos respecto de la autonomía personal que el desenvolvimiento del
ser humano no queda sujeto a las iniciativas y cuidados del poder público. Es
importante tener presente que en muchos casos de violencia de género, se
aprecia una dominación del hombre sobre la mujer, lo cual genera vulnerabilidad
en la libre voluntad de la mujer y las decisiones que pudiera tomar bajo presión.
Por ello, debemos ponderar entonces el delicado equilibrio entre el respeto a la
autonomía de la voluntad y las intervenciones protectorias que deben ser
respetuosas, no arbitrarias ni autoritarias. Esto último significaría replicar el
modelo violento que asume la incapacidad de las mujeres para tomar decisiones
por sí.

Es por eso que entendemos como elementos fundamentales contar con abordajes
interdisciplinarios, que permitan ver más allá de lo que se enuncia. Para ello,
entendemos que es prioritario que magistradas/os y funcionaria/os cuenten con
formación en derechos humanos, con especial capacitación en perspectiva de
género y fundamentalmente con la posibilidad de revisar permanentemente
nuestras prácticas y los paradigmas desde los cuales se llevan adelante el
tratamiento a las mujeres denunciantes en el marco de las situaciones de
violencia familiar.

Bibliografía
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León, Magdalena. Capítulo 5: “Autonomía y economía de las mujeres y Justicia


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Portalis, Jean-Étienne-Marie. “Discurso preliminar sobre el Proyecto de Código


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Valdivieso Ide, Magdalena. Capítulo 4: “Estado, políticas públicas, demandas de


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de género. Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), 2020-2021.

Notas

* Silvina Arancibia Narambuena. Abogada Especialista en Derecho de Familia,


Niñez y Adolescencia, Replicadora de Talleres de Género de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación. Diplomada en Abordaje de Conflictos Jurídicos con
Perspectiva de Género. Especialista en Justicia Constitucional y Derechos
Humanos. Jueza de Familia Niñez y Adolescencia, con competencia en Violencia
Familiar de la II Circunscripción Judicial de la Provincia de Neuquén con asiento
en la Ciudad de Cutral-Có.

**Karina Edith Battola. Doctora en Derecho y Ciencias Sociales por la Facultad de


Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba. Funcionaria Judicial Mediadora y
Conciliadora Penal, Ministerio Público Fiscal, Poder Judicial de Neuquén. Docente
de Posgrados. Autora del libro Justicia Restaurativa, Nuevos procesos penales,
prólogo del Dr. José Cafferata Nores, Editorial Alveroni, Córdoba, 2014 y otras
publicaciones.

***María Carolina Dörpinghaus. Abogada. Diplomada en Abordaje de Conflictos


Jurídicos con Perspectiva de Género. Funcionaria del Juzgado de Familia, Niñez y
Adolescencia de la IV Circunscripción Judicial de la Provincia de Neuquén.

****Andrea Di Prinzio Valsagna. Juez de Primera Instancia, Familia, Niñez y


Adolescencia de la IV Circunscripción Judicial de Neuquén. Especialista en
Derecho de Familia por la Universidad Nacional de Rosario. Especialista en
Justicia Constitucional y Derechos Humanos por la Universidad de Bolonia, Italia.
Diplomada en Abordajes Jurídicos con Perspectiva de Género por la Universidad
de San Isidro. Mediadora Familiar.

1 Jean-Étienne-Marie Portalis, “Discurso preliminar sobre el Proyecto de Código


Civil”, Historia del Derecho, n.° 31 (2014).

2 Cfr. Marisa Herrera, Manual del Derecho de las Familias, 2da Edición
actualizada y ampliada, (Buenos Aires: Abeledo-Perrot, 2019), 989 y 990.

3 Cfr. Corte Suprema de Justicia de la Nación, Oficina de la Mujer (OM),


“Violencia de Género. Definición/tipos/modalidades/jurisprudencia”,
https://www.csjn.gov.ar/om/index.jsp

4 Diario Digital Femenino, “Sonia Vaccaro: Abuso Sexual en la Infancia”, 4 de


septiembre de 2016, https://diariofemenino.com.ar/df/sonia-vaccaro-abuso-
sexual-en-la-infancia/

5 Marina Fernández, “Violencia vicaria: definición, ejemplos, características,


casos y datos”, AmecoPress, 16 de junio de 2021,
https://amecopress.net/Violencia-vicaria-definicion-ejemplos-caracteristicas-
casos-y-datos

6 Cám. Nac. Cas. Pen., Sala I, 30/12/2016, “R., E. Á. por delito de acción
pública”.

7 A partir de las posiciones doctrinarias que surgen del fallo “Góngora”, resulta
imprescindible analizar si la víctima cuenta con capacidad para considerar sobre
la continuidad del proceso y, si el mismo, puede resultarle más perjudicial que
beneficioso. [Cfr. Karina Edith Battola, “Suspensión del juicio a prueba y
violencia de género. Ocho años del fallo ‘Góngora’”, La Ley, 2021].

8 Dematties, cit. por Manuel Leguizamón y Ezequiel Cooke, “Reflexiones sobre


los vicios de la voluntad en contextos de violencia y desde una perspectiva de
género”, al día Argentina Microjuris, 10 de febrero de 2021,
https://aldiaargentina.microjuris.com/2021/02/10/doctrina-reflexiones-sobre-
los-vicios-de-la-voluntad-en-contextos-de-violencia-y-desde-una-perspectiva-de-
genero/

9 Cfr. Vanesa Galego Carrillo, “Autonomía personal y afrontamiento en Mujeres


en situación de maltrato”, Tesis doctoral, Universidad de Deusto (Bilbao), 2015.

10 Cfr. Galego Carrillo, “Autonomía personal…”, 76.

11 Nos referimos a mujeres no como el concepto biológico lo indica sino aplicado


al género.

12 Cfr. Ileana Arduino, “La mala víctima”, Revista Anfibia, 24 de septiembre de


2014, https://www.revistaanfibia.com/la-mala-victima/

13 La mencionada perspectiva ha cobrado una importancia significativa en los


últimos años, con la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y
Erradicar la Violencia contra la Mujer -“Convención de Belém do Pará”- (adoptada
por la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos, el 9 de
junio de 1994, ratificada por la República Argentina el 5 de julio de 1996 y
convertida en Ley Nacional N.° 24.632), con la Ley N.° 26.485, como así
también, tras la publicación de la Resolución N.° 1325/2000 del Consejo de
Seguridad de la Naciones Unidas cuyo instrumento focaliza en los impactos
diferenciales que los conflictos tienen en la población femenina.

14 Sobre brechas de género, cfr. Magdalena Valdivieso Ide, capítulo 4: Estado,


políticas públicas, demandas de las mujeres “La persistencia de las brechas y
barreras de género, la complejidad creciente para su abordaje por el
entrecruzamiento de distintas variables, plantean grandes desafíos para las
políticas públicas, en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la
agenda regional de género”; Magdalena T. León, Capítulo 5: “Autonomía y
economía de las mujeres y Justicia de Género”; Cristina Carrasco, Capítulo 6: “La
economía feminista: una apuesta por toda economía”; en relación a estereotipos,
cfr. Rodríguez, Pando Canteli, y Berazategui, Capítulo 11: “¿Generan estereotipos
de género los medios de comunicación? Reflexión crítica para educadores”; En
cuanto a la temática de violencia, cfr. Larissa Arroyo Navarrete, capítulo 11:
“Violencia contra las mujeres y libertad de expresión: tensiones jurídicas”,
Cuadernos Intercambio sobre Centroamérica y el Caribe, Vol. 14, n.° 2, (2017).
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/6152132.pdf; Marco jurídico
internacional de protección especial a las mujeres.

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