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1) Concepto: La tutela en el derecho romano, era una figura jurídica, por la cual se le daba
protección al menor y a las mujeres; un poder que se daba a una persona libre para que
protegiera a otra que por su corta edad no pudiera hacerlo. En general, a los varones, pero
en algún caso también a las mujeres. La tutela fue considerada carga pública, para cuyo
ejercicio se requería ser varón romano púber. Podía ser tutor el hijo de familia, ya que la
patria potestad apenas tenía efectos en el orden privado. El nombrado tutor no podía
rehusar la función asignada, aunque le estaba permitido hacer valer las causales de
excusas previstas por la ley
2) Clases.
La tutela originaria
En la regulación romana, como en el Código civil vigente, existen dos instituciones para la
protección de los que no pueden defenderse por si mismos: la tutela y la curatela.
En el derecho antiguo, se considera que existen personas que aunque sean libres y sui iuris,
necesitan estar protegidas en cuanto son titulares de un patrimonio que no pueden gestionar
por sí mismos.
Cuando desaparece la antigua concepción de la familia agnaticia, las distintas clases de tutela
y curatela asumen una función protectora y asistencial del incapaz.
"Actio Rationibus Distrahendis", con carácter penal para obtener el pupilo la devolución
de valores que el tutor hubiere mal empleado o sustraído. La condenación es al duplo.
Derecho Pretoriano: El pretor establece la "Restitutio in integrum" para hacer que se
anularan los actos del tutor que lesionaran al pupilo; y concedió dos nuevas garantías.
"Cautio rem pupilli salvam fore". Obliga al tutor por un contrato de estipulación, garantizado
por fiadores, a administrar bien y a restituir los bienes finalizada la tutela.
Al final de la República: se creó la "Actio tutelae directa" que corresponde al pupilo para
hacerse restituir los bienes y hacerse indemnizar por las faltas cometidas por el tutor en
su administración y la "Actio tutelae contraria", que corresponde al tutor contra el pupilo
por los anticipos y perjuicios que hubiese tenido en su ejercicio.
Bajo el emperador Claudio, los parientes del pupilo podían citar ante los cónsules al tutor
por inacción, por responsable de no administrar; bajo Marco Aurelio se resolvió, sin
intervención de los cónsules, que el tutor es responsable de su omisión en las gestiones
desde que tiene noticias de su nombramiento.
Derecho Imperial: En razón de las reformas precedentes, el tutor era responsable de las
faltas que hubieran cometido en la gestión del patrimonio del pupilo, pero no estaba
obligado a administrarlo, faltaba establecer esta obligación a su cargo, haciéndolo
responsable de su inacción.
Ultimo Estado del Derecho: Al recibir el cargo el tutor debe hacer inventario de los bienes
del pupilo y obligarse por un contrato de estipulación, dando fiadores, a administrar
debidamente. Durante la gestión está obligado a administrar como buen padre de familia y
al terminar la tutela, debe dar cuenta y restituir los bienes.
Por lo demás, la condición de las mujeres sometidas a tutela era mucho mejor que la de los
pupilos, puesto que administraban siempre su patrimonio y sólo en algunos casos era necesaria la
interposición de la auctoritas del tutor. Tales casos eran especialmente los siguientes: la
realización de un acto jurídico solemne, como el agere lege o legitimo iudicio, la mancipación,
la in manum conventio, la constitución de una dote, la adición de una herencia, el testamento, la
manumisión, la enajenación de una res mancipi y la imposición de una obligación pasiva.
La tutela de las mujeres cesaba particularmente por su matrimonio cuando pasaban a la manus del
marido; por la abdicatio, que no era permitida más que al tutor testamentario, y por la cesión in
iure, mediante la cual sólo el tutor legítimo podía transmitir la tutela a otra persona.
1) Concepto.
2) La curatela de los enfermos mentales.
3) La curatela de los pródigos.
4) Las curadurías tutelares
5) La curatela de los menores de 25 años.
La ley Plaetoria –del año 190 a.C.–, aproximadamente –concede al púber menor de veinticinco
años, y huérfano de padre, derecho a solicitar del magistrado un curador, cuando para ello le
asistan razones especiales. La excepción acaba convirtiéndose en regla, eximiéndose al solicitante
de alegar razones. El púber, aunque menor de edad, sigue siendo plenamente capaz de obrar, aun
cuando se le nombre un curador; pero su patrimonio queda sujeto a la administración de éste, el
cual, desde Diocleciano, lo regenta de modo exclusivo, sin darle a aquél intervención. Los actos
adquisitivos del menor son siempre válidos, mas los que impliquen algún gravamen o
enajenación, o le impongan obligaciones, no pueden hacerse efectivos sobre su patrimonio, si el
curador no los aprueba antes, después o en el momento mismo de su celebración.
6) La “venia aetatis”.
Hacia finales del Siglo III de la era cristiana, fue consagrada por los emperadores como beneficio
a los menores adultos, esto es, a quienes no habían cumplido los veinticinco años, para que sus
actos se entendieran como realizados por los mayores de esta edad.
Dicho beneficio, para ser otorgado por rescripto imperial como correspondía, requeria la práctica
de un examen tendente a establecer la conveniencia de la pedida habilitación de edad para
varones y mujeres no menores de veinte y dieciocho años respectivamente.
Si la venia aetatis era otorgada por el emperador, las consecuencias eran las de poner término a la
curatela a que estuviera sometido el púber menor, quien, además, perdía el derecho de acudir a la
in integrum restitutio por razones de minoridad, supuesto que, a partir del favor de la venia
aetatis, la posibilidad de la restitución sólo iba a ser factible en los mismos casos en que lo sería
para los mayores de veinticinco años.
Una vez resueltos los interrogantes anteriores establezca en un cuadro las similitudes y
diferencias entre la Tutela y la Curatela romanas en comparación con la misma la institución del
derecho civil colombiano.