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15.3 Funciones y responsabilidades del tutor
Las funciones del tutor en la tutela de los pupilos impúberes se concretan en las dos
más importantes: la gestión de los negocios del tutelado (negotiorum gestio) y la
asistencia a los actos del pupilo mediante la interposición de su autoridad (auctoritatis
interpositio).
1) Negotiorum gestio: Consiste en la gestión de los negocios del pupilo que realiza el
tutor en nombre propio y también en la administración de sus bienes, se da
especialmente en el caso de los pupilos menores de siete años que carecen de
capacidad para negociar. En el caso de que existiesen varios tutores para un mismo
pupilo, éstos responden solidariamente de la administración de los bienes del pupilo.
2) Interpositio auctoritatis: Era el acto complementario realizado por el tutor para dar
eficacia o validez al negocio realizado por el pupilo mayor de siete años. La
jurisprudencia admitió que el pupilo pudiese negociar su patrimonio sin la intervención
del tutor, pero no disminuirlo o asumir deudas. Determinados actos, como la
aceptación de herencia, o la petición de herencia pretoria o fideicomisaria,
necesitaban necesariamente de la asistencia del tutor.
Acciones: la responsabilidad del tutor se exige por el ejercicio de las siguientes actios:
a) Actio rationibus distrahendis: en los supuestos de tutela legítima tenía carácter
penal y con ella se conseguía el doble de lo defraudado por el tutor.
b) Accusatio suspecti tutoris: en los casos de tutela testamentaria. Consiste en una
acción pública en la que cualquiera podía actuar como acusador contra el tutor.
c) Actio tutelae: acción de buena fe e infamante con la que se perseguía la conducta
dolosa del tutor contraria a la fides. El tutor respondía originariamente por dolo, pero
en la época clásica también por culpa o negligencia y se concede una actio utilis tutelae
contra el tutor que se muestra negligente o inoperante.
El tutor podía reclamar del pupilo los gastos o desembolsos hechos en la gestión de la
tutela mediante una actio tutelae contraria. En contra y a favor de la persona que
creyéndose tutor ejercía la tutela, se concede la acción pro tutela directa y contraria en
derecho justinianeo.
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implicaban la gestión y disposición definitiva de los bienes de la mujer. La tutela venía
a ser un medio de suplir la potestas del paterfamilias o la manus del marido sobre la
mujer. Actuaba mediante el testamento o por ley.
A medida que la antigua comunidad familiar se disgrega y se produce a la vez cierta
liberación de la mujer en todos los órdenes, el régimen de la tutela mulieris pierde su
razón de ser. A través de diversas modificaciones termina siendo un relicto histórico
que es abandonado pronto. Siguen existiendo algunas formas más que nada para la
protección de la mujer. Puede ella por ejemplo solicitar del magistrado la tutela
dativa, pero con la progresiva independencia de la mujer es solo un formalidad que
puede perfectamente superar. Existe además la posibilidad de que el tutor de la mujer
fuese el propio marido.
15.5 La curatela
La curatela consiste en la administración tanto de bienes públicos, con especiales
competencias administrativas, como de bienes privados. En relación con los
incapaces, las formas más antiguas de curatela son las de los locos y los pródigos:
1) cura furiosi (curatela de los locos): cuando carece de paterfamilias, el patrimonio
del loco es administrado por su pariente varón púber más cercano o por los gentiles.
En defecto de un curador legítimo, es nombrado por el pretor.
2) cura prodigi (curatela de los pródigos): la curatela de los pródigos recae sobre
aquellas personas que son declaradas incapaces por dilapidar su patrimonio. El
curador interviene sólo en los negocios que supongan una obligación o una
disposición, no en los que suponen un aumento del patrimonio, como es una herencia.
3) cura minorum: aplicada a los mayores de 14 años y menores de 25, en previsión de
posibles engaños por su inexperiencia en los negocios. El pretor concedió una exceptio
legis Plaetoriae contra la acción que se ejercitase contra el menor por un negocio en el
que éste resultase engañado.
En Derecho clásico se considera a estos menores con plena capacidad y al curador
como un gestor voluntario por lo que las relaciones entre ambos se limitan a la gestión
del negocio realizado.
En el Derecho postclásico, se equiparan la tutela y la curatela, considerándose la
función del curador como estable y permanente y se establece la plena capacidad de
obrar a los 25 años, pudiendo pedir al emperador el reconocimiento de la plena
capacidad a partir de los 20 mediante la venia aetatis.
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