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TEMA 2: LA PENÍNSULA IBÉRICA EN LA EDAD MEDIA: AL-

ANDALUS (SIGLOS VIII-XIII)

A comienzos del siglo VIII la península Ibérica fue conquistada por los
musulmanes. Este hecho se inscribe dentro del proceso de expansión por el
Mediterráneo occidental de los musulmanes, los cuales desde la muerte de Mahoma
(632) edificaron un vasto imperio que se extendía por el este más allá del imperio
sasánida y se asomaba por el oeste al océano Atlántico. De esta forma, la Península
quedó incorporada al ámbito de la nueva civilización. El territorio dominado por los
musulmanes en la Península recibió el nombre de Al-Ándalus. Podemos considerar a
Al-Ándalus como un doble puente cultural:
• Un puente que conectó la Edad Media con la Antigüedad Clásica
• Un puente que relacionó oriente y occidente y que conectó a Europa
económica y culturalmente con el Próximo Oriente

1.- EVOLUCIÓN POLÍTICA HASTA EL SIGLO XI

Al Andalus coexistirá durante ocho siglos con los reinos cristianos que se
formarán en el norte peninsular. Será una convivencia cambiante, entre períodos de
guerra y períodos de paz, entre momentos de intercambio cultural y momentos de
hostilidad. Durante los tres primeros siglos Al-Andalus (siglos VIII-X) mantuvo su
superioridad sobre los pequeños núcleos cristianos del norte, tanto en el terreno político
como en el económico y cultural. Pero a principios del siglo XI, con la caída del califato
de Córdoba, se inicia el declive del poder islámico en la Península que ve reducidas sus
fronteras hasta quedar fijadas desde mediados del siglo XIII en torno al reino de
Granada.

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1.1.- La conquista musulmana de la Península
Aunque las fuentes cristianas presentan como causa de la invasión el conflicto
entre facciones de la nobleza visigoda (en efecto la monarquía visigoda se encontraba
en una situación de crisis, tanto por el excesivo poder de la Iglesia y de la nobleza como
por el carácter electivo de la monarquía), en realidad la decisión de invadir la Península
ya había sido adoptada con anterioridad por los gobernadores de Ifriquiya en el marco
de su expansión territorial por Occidente.
En el 711 el gobernador del norte de África, MUSA, decidió enviar una
expedición dirigida por TARIQ, quien consiguió atravesar el estrecho de Gibraltar y dos
meses después derrotó al rey don Rodrigo en la batalla del río Guadalete. Al año
siguiente, MUSA cruzó el estrecho con un nuevo ejército y se unió en Toledo a las
tropas de Tariq. En poco tiempo (712-714) se consumó la conquista de casi toda la
Península
La conquista de la Península Ibérica por los musulmanes fue pues un proceso
rápido y aparentemente sencillo. Los factores que propiciaron esto fueron:
• La escasa resistencia encontrada, pues en la mayoría de los casos la
aristocracia hispanogoda decidió capitular ante los invasores (capitualación
de Teodomiro o Tudmir en Murcia)
• Las tropas islámicas no pretendían ocupar todo el territorio sino controlar
solo los puntos clave estableciendo guarniciones militares
• El respeto manifestado por los musulmanes hacia los cristianos
• Una parte de la población estaba descontenta con la monarquía visigoda y
apoyó a los invasores musulmanes

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1.2.- Emirato dependiente (714-756)
Durante este período la Península fue una mera provincia del califato de
Damasco, gobernada por un walí* que actuaba como delegado del califa. o gobernador
dependiente del califa omeya de Damasco. La capital establecida inicialmente en Sevilla
se trasladó a Córdoba (716).
En este período no cesaron las campañas militares, algunas de las cuales
concluyeron en derrotas, que marcaron los límites del avance islámico hacia el norte.
Entre ellas destaca la batalla de Covadonga (722) que garantizó la independencia del
pequeño núcleo cristiano de Asturias, y la victoria de los francos en la batalla de
Poitiers (732), que frustró los intentos de expansión al otro lado de los Pirineos.
Para someter las áreas conquistadas se adoptaron las siguientes medidas:
• La ordenación del territorio en coras
• La imposición de tributos a los habitantes de las zonas sometidas
• El reparto de las tierras a los guerreros, que a partir de entonces
empezaron a residir en la Península
• Sustitución progresiva de los dirigentes de las ciudades importantes por
gobernadores árabes
• Creación de áreas de carácter defensivo en las fronteras del territorio
conquistado (marcas)
Por otro lado, estos fueron años de gran inestabilidad política, marcada por los
enfrentamientos entre los propios grupos conquistadores (árabes y bereberes). El
abandono por parte de los bereberes de sus guarniciones en la Meseta norte favorecerá
la expansión asturiana (campañas de Alfonso I de Asturias). A este conflicto se sumaron
las disputas entre árabes y sirios. Estos enfrentamientos impidieron el establecimiento
de un poder fuerte y centralizado en la Península.

1.3.- Emirato independiente (756-929)


En el 750 una sublevación abbasí acabó en Damasco con la familia de los
Omeyas. Solo un miembro de esta familia, ABDERRAMÁN I (756-788), consiguió
escapar, se refugió en el norte de África y, después, logró apoderarse del gobierno de al-
Andalus en 756 y proclamarse emir, rompiendo así la dependencia política con el
califato abbasí, aunque en el plano religioso se siguió reconociendo la supremacía
espiritual del califa de Bagdad.
Durante siglo y medio el Emirato atravesó alternativamente por períodos
cierta estabilidad y por otros de fuertes tensiones. La primera mitad del siglo IX fue
una fase de relativa tranquilidad, en la que se consolidó y reorganizó el poder
musulmán en Al-Ándalus. En la corte quedó centralizada la administración del Estado,
atendida por gran cantidad de funcionarios al frente de los cuales se encontraba el
hachib o primer ministro.
No obstante, no faltaron los problemas internos. A las tensiones entre las
familias árabes por controlar el gobierno, se suma el descontento de los bereberes,
que continuaban marginados del poder y de las clases populares, en especial mozárabes
por el aumento de la presión fiscal (“jornada del foso” en Toledo y “motín del arrabal”
en Córdoba).
A finales del siglo IX y comienzos del siglo X, la situación se hizo insostenible
tras la sublevación protagonizada por el muladí OMAR BEN HAFSÚN que se hizo
fuerte en la región de Ronda y Málaga y que no fue sofocada hasta la subida al trono de
Abderramán III. (928).

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1.4.- Califato de Córdoba (929-1031)
Cuando ABDERRAMAN III llegó al poder buena parte de Al Ándalus
permanecía en rebelión contra el gobierno de Córdoba. Una vez sofocada la rebelión
inició una serie de campañas contra el reino de León; y aunque fue derrotado por los
cristianos en Simancas, los cristianos del norte debieron de mantenerse en sus fronteras
y pagar tributos a cambio de renunciar a las campañas de saqueo.
En 929 ABDERRAMAN III se autoproclamó califa, lo que suponía la
independencia política y religiosa de Al Ándalus respecto a cualquier autoridad exterior.
La crisis que atravesaba en este momento el califato de Bagdad llevó a Abderramán III
a adoptar esta medida. Pero con ello también pretendía hacer una demostración de
fuerza frente al avance amenazador de los fatimíes. En cualquier caso, durante su
mandato Al Ándalus alcanzó el punto culminante del poder político y económico
gracias a:
• Riqueza conseguida de la recaudación de tributos y del control de las caravanas
de oro del Sahara
• La fuerza del ejército que pasó a estar controlado por un grupo de esclavos de
origen europeo -los saqalibas o eslavos-.
En el ámbito exterior, para demostrar su poderío, se apoderó de Ceuta, Melilla y Tánger,
estableciendo un semiprotectorado sobre lo que hoy es Marruecos.
Esta prosperidad se prolongó también durante el reinado de su hijo AL-
HAKAM II, que mantuvo el dominio militar sobre los cristianos y continuó con el
reforzamiento de las zonas fronterizas. Además, el esplendor cultural de Córdoba
alcanzó su punto culminante; el califa reunió una gran biblioteca, y atrajo a la ciudad
a los mejores escritores y juristas de su época. También a su reinado corresponde la
ampliación más suntuosa de la mezquita de Córdoba.
Cuando Alhakam murió en el 976, el nuevo califa quedó arrinconado por su
hachib ALMANZOR. Se inició entonces la dictadura de Almanzor, quien basó su
poder en:
• Reforzamiento del papel del ejército formado exclusivamente por mercenarios
beréberes. Recurrió también a los mercenarios eslavos a los que empleó en la
administración.
• Mantenimiento de una estricta ortodoxia, lo cual le creó enemistades entre
muchos intelectuales.
• Sucesión de aceifas (incursiones de castigo) victoriosas contra los cristianos,
como medio para obtener un cuantioso botín. Entre estas destacan los saqueos de
Barcelona y Santiago de Compostela en los años 985 y 997, respectivamente.
A la muerte de Almanzor (1002) le sucedieron sus hijos en el cargo de hachib, pero sólo
lograron mantenerlo hasta el 1009. En este año una rebelión en Córdoba obligó a
HISAM II a abdicar. Se inició entonces un período de inestabilidad caracterizado por la
guerra civil entre tres grupos: los mercenarios beréberes, los árabes andalusíes y los
mercenarios eslavos. Por último, en el año 1031 una asamblea de notables decretó en
Córdoba el final del califato.
Las cusas de su derrumbamiento son difíciles de explicar. Por un lado, el espíritu
de guerra santa que había animado la expansión del Islam estaba agotado. Por otro, el
imperio abasí se encontraba disgregado y numerosas familias se habían hecho con el
control en las provincias. A esto hay que añadir en el interior de Al Ándalus las
tensiones entre árabes y los grupos de bereberes y eslavos y el descontento de la
población campesina y artesana.

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2.- LA CRISIS DEL SIGLO XI

A partir del siglo XI la situación política da un giro decisivo. Al Ándalus


experimenta una continua debilidad y disgregación política lo cual le convierte en presa
de los reinos cristianos del norte que les exigen parias y se expanden a su costa. La
supervivencia de Al Ándalus depende así de las invasiones de los imperios bereberes
norteafricanos (Almorávides y Almohades). Estos unifican momentáneamente Al
Ándalus, pero a cambio acaban con el carácter tolerante del Califato.

2.1.- Reinos taifas (1031-1090)


Durante sesenta años el territorio de Al Ándalus quedó dividido en una serie de
reinos independientes (taifas), dominados por familias destacadas de las diferentes
etnias (árabes, bereberes y eslavos), que se repartieron el control del territorio. Con
frecuencia, estos reinos se hallaban enfrentados entre sí lo que les hacía más vulnerables
a los ataques cristianos. A finales de siglo todos los taifas eslavos (salvo Baleares) y
bereberes (excepto Granada) habían sido absorbidos por los árabes o conquistadas por
los reinos cristianos.
Esta fue por tanto una época de debilidad militar e inestabilidad política.
Pero esta debilidad política no se tradujo, sin embargo, ni en crisis económica ni en
decadencia cultural; las cortes de alguno de estos reinos fueron famosas por su labor
de mecenazgo y el prestigio de sus intelectuales y artistas.
A finales del siglo XI, ante el avance militar y la fuerza creciente de los reinos
cristianos, los reinos taifas comprendieron la necesidad de ponerse de acuerdo para

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hacer causa común y solicitar ayuda exterior. En 1085 Alfonso VI, rey de Castilla y
León, conquista Toledo. Ante esta situación, los reyes taifas de Sevilla y el Algarve
pidieron ayuda a los almorávides del norte de África: el emir Yusuf atravesó el
estrecho con su ejército bereber y en unión del rey de Sevilla Motamid, derrotó a
Alfonso VI en Zalaca o Sagrajas (Badajoz), volviendo a unificar Al-Ándalus.

2.2.- Almorávides (1090-1145)


Tras unificar Al Ándalus los almorávides pusieron freno al avance cristiano y
formaron un gran imperio que se extendía desde los ríos Senegal y Níger, en África,
hasta el valle del Ebro, en la Península ibérica. La rapidez de la conquista almorávide
se debió a la debilidad de los reinos de taifas y al descontento popular contra sus
gobernantes. A esto hay que añadir, la supresión del régimen de parias que alivió los
impuestos y el control de las rutas de oro transahariano que revitalizó la economía. Pero,
pronto comenzó su decadencia a la que contribuyeron los siguientes factores:
• Por el sur tuvieron que hacer frente a los almohades que se erigían sobre las
ruinas del decadente imperio almorávide.
• En la Península perdieron Zaragoza (que fue recuperada por los cristianos-
Alfonso I el Batallador) y fracasaron ante Toledo, lo que contribuyó al
desprestigio militar de los almorávides entre los hispanomusulmanes.
• Su celo en hacer cumplir la ortodoxia islámica provocó el descontento no solo
de cristianos y judíos, sino incluso de amplios sectores de población musulmana.
En estas circunstancias el Imperio almorávide se desintegró en 1145, apareciendo
entonces los segundos reinos taifas.

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2.3.- Almohades (1172-1212)
Los almohades consiguieron reunificar de nuevo los taifas y formar un imperio
en España con capital en Sevilla. Los últimos años del siglo XII representaron su
momento de mayor esplendor, con victorias sobre los reinos cristianos como la de
Alarcos (1195). Pero estos últimos reaccionaron unificando sus fuerzas y derrotaron a
los almohades en la decisiva batalla de las Navas de Tolosa (1212), que significó el fin
del califato almohade en Al-Ándalus y en el norte de África y un nuevo impulso
reconquistador de los reinos cristianos.

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Aunque existen similitudes entre la evolución política de Al-Ándalus con los
almorávides y con los almohades (fueron incapaces de frenar los avances de los reinos
cristianos, fueron incapaces de integrar en un Estado a los andalusíes cultos por su
estricta ortodoxia), son también considerables las diferencias:
• Los almohades no llegaron a Al-Ándalus ni reclamados ni por los reinos
taifas ni como libertadores frente a la amenaza cristiana, sino con el fin
de destruir de forma definitiva lo que quedaba del imperio almorávide.
• No gozaron en ningún momento con el apoyo de la población hispana
• Ante la falta de apoyo social el único soporte del imperio almohade fue
su fuerza militar, por lo que, cuando esta quedó maltrecha tras la batalla
de las Navas de Tolosa, el imperio empezó a desmoronarse.
El debilitamiento del poder almohade supuso el surgimiento de nuevos reinos
taifas. Pero, ante el avance cristiano, fueron sucumbiendo todos, excepto el de Granada.

2.4.- El reino nazarí de Granada (1232-1492)


El reino nazarí de Granada fue fundado por Muhammad I, del linaje árabe de los
nazaríes, que se rebeló contra los almohades y se proclamó sultán en 1232 en Arjona.
Tras ser reconocido por varias localidades entró en Granda en 1237. Los nazaríes
dominaron un amplio territorio que equivalía a las actuales provincias de Almería,
Granada y Málaga. Este reino logró sobrevivir hasta la época de los Reyes Católicos
gracias a la confluencia de varios factores: la hábil gestión diplomática, tanto ante los
cristianos como ante los benimerines, su situación estratégica, la cohesión que se logró
establecer entre los diversos territorios y la llegada masiva de andalusíes procedentes de
otros reinos musulmanes que huían de la conquista cristiana.

El reino nazarí alcanzó su mayor esplendor durante el siglo XIV (crisis en


Castilla), bajo el reinado de YUSUF I y su hijo MUHAMAD V. En este momento se
produjo la reorganización administrativa y militar del reino, así como la construcción de
alguno de sus monumentos más emblemáticos (Alhambra de Granada).
Pero a fines del siglo XIV y principios del XV la situación comenzó a cambiar
con los problemas sucesorios del reino nazarí y tras la unión de Castilla y Aragón en

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1479. En este contexto, las principales ciudades del reino fueron cayendo en manos
cristianas. Finalmente, los Reyes Católicos pactaron con el rey BOABDILL la
rendición de Granada en 1492, finalizaba así más de ocho siglos de dominio
musulmán en la Península.

3.- ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y SOCIAL. EL LEGADO CULTURAL

3.1.- Las instituciones políticas


Durante los primeros cuarenta años, los dirigentes de Al Ándalus eran delegados
del gobernador de la provincia de Ifriquiya, que controlaba sus actividades en nombre
del califa de Damasco. Con la fundación del emirato, el emir aunque dependía
directamente del califa, contaba con plenos poderes políticos, económicos y
administrativos. Finalmente con la proclamación de Abderramán III como califa acabó
rompiéndose también la sumisión religiosa. A partir de este momento el califa gozó de
poderes prácticamente absolutos: presidía la oración del viernes, juzgaba en última
instancia, acuñaba moneda en su nombre, era el jefe supremo del ejército y dirigía la
política exterior. Desde el siglo XIII estos soberanos ostentaron el título de sultanes.
Después del califa el personaje más importante era el hachib, una especie de
primer ministro con atribuciones similares a los visires orientales. Estaba al frente de la
casa real, pero también supervisaba los servicios administrativos de la corte, la hacienda
y la cancillería. Casi siempre eran elegidos entre las familias árabes, aunque
excepcionalmente hubo algunos bereberes e incluso eslavos. En cambio, los visires en
Al-Andalus eran ministros secundarios o simples secretarios. Sólo en el periodo nazarí
éstos gozaron de cierta importancia detentando atribuciones administrativas, políticas y
militares.
El califa era el juez supremo, pero con frecuencia delegaba la administración de
justicia en unos delegados especializados, los cadíes. La mayoría de estos cadíes eran
árabes, pero ya durante el período califal algunos libertos y bereberes alcanzaron
también esta dignidad.
Desde el punto de vista de la organización territorial, parece que Al Ándalus se
encontraba dividida en coras, distritos que tendían a reproducir los límites de la división
eclesial de época visigoda. A su frente estaba un gobernador civil o valí. Aparte estaban
las marcas o circunscripciones fronterizas de tipo militar, colindantes con los reinos
cristianos, al frente de las cuales se encontraba un qaid o jefe militar, generalmente un
muladí.
Las rentas del Estado se nutrían del diezmo de los musulmanes, de los impuestos
de mozárabes y judíos (jarach y chizya) y de los tributos aportados por los reinos
cristianos. Pero el aumento de las necesidades del Estado obligó a introducir una serie
de tasas extraordinarias, algunas de las cuales pasaron después de la conquista al mundo
cristiano.
El ejército era un instrumento fundamental tanto para la conquista militar y el
mantenimiento de las fronteras como para la preservación del orden interno, pero
experimentó muchos cambios a lo largo de los siglos. Al principio estaba constituido
por una minoría de árabes y por contingentes bereberes. Pero desde el siglo X los califas
fueron incorporando cada vez más nuevos contingentes norteafricanos y eslavos,
muchos de los cuales ascendieron a los puestos de mando. Con la llegada de os
almorávides y almohades aumentó la separación entre soldados, traídos del norte de
África, y la población andalusí, lo que seguramente contribuyó a debilitar a largo plazo
la resistencia militar.

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3.2.- Economía y sociedad
Frente a la economía cerrada de los reinos cristianos del norte, Al Ándalus tuvo
una economía abierta centrada en la producción artesanal y el comercio, aunque sin
despreciar por ello el papel de la agricultura. Por tanto, el Islam recuperó la economía
urbana de la Antigüedad rompiendo con el proceso de ruralización iniciado en el Bajo
Imperio Romano
En el terreno de la agricultura debemos a los musulmanes: la introducción de
nuevos cultivos como arroz, el azúcar, el azafrán o los agrios y la intensificación de las
técnicas de regadío existentes en la Península desde época de los romanos (norias,
acequias). Para regular los riegos, además, se desarrolló todo un sistema de derechos y
de reparto, cuya huella puede rastrearse aún en el Tribunal de las Aguas valenciano.
La gran propiedad era el tipo de explotación más frecuente, pero en los regadíos
también abundaba la mediana y pequeña propiedad. Además, los musulmanes
introdujeron un nuevo tipo de contrato para la explotación agraria, la aparcería, por la
que el propietario de la tierra y el arrendatario se repartían los productos de la misma.
Con respecto a la ganadería, fue muy relevante la cría del ganado ovino
orientada sobre todo a la producción de alimentos, más que de lana. La ganadería era,
por lo general, trashumante y se localizaba, sobre todo, en las marcas fronterizas. La
minería se revitalizó con respecto a la época visigoda, destacando el hierro y el cobre,
además del mercurio de Almadén
En el campo de la producción artesanal destacó, ante todo, la producción textil
(brocados cordobeses, tejidos de lino de Zaragoza), el trabajo de las pieles y cuero, el
papel (Játiva) o los metales preciosos (Granada). La fabricación se realizaba en talleres
agrupados en barrios céntricos, y al frente de cada oficio había en todas las ciudades una
autoridad (amin) que vigilaba la producción, la calidad del producto y la condiciones de
trabajo.
El comercio se vio favorecido por la abundancia de moneda acuñada en oro
(dinar) o plata (dirhem), la consolidación de una extensa red urbana y el desarrollo de
un eficaz sistema de comunicaciones y transporte. Al Ándalus mantuvo relaciones

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comerciales tanto con el resto del mundo islámico como con los reinos cristianos.
Importaban oro, especias, pieles, armas y esclavos y exportaban productos agrarios, en
especial aceite, pero también tejidos y manufacturas en general.
El centro de toda esta actividad artesanal y comercial fueron las ciudades.
Herencia de épocas anteriores (Córdoba, Sevilla, Toledo) o de nueva creación (Madrid,
Almería, Calatayud) las ciudades se convirtieron además en centros religiosos,
administrativos e intelectuales. La ciudad más poblada fue Córdoba que alcanzó a fines
del siglo X los 100.000 habitantes, pero había otras ciudades que superaron los 15.000
habitantes como Sevilla, Toledo, Granada, Almería o Valencia. No obstante, la mayoría
de estas ciudades entraron en un período de decadencia a partir de la desmembración del
califato. En cualquier caso, con los musulmanes se rompió con la tendencia a la
ruralización iniciada en el Bajo Imperio romano y acentuada después con los visigodos.
Su urbanismo se caracteriza por las calles estrechas y sinuosas (adarves),
interrumpidas por muros, pasadizos y puertas que facilitaban su cierre nocturno. El
centro de las mismas era la medina, barrio en el que se concentraban los edificios más
representativos (mezquita, zoco, alcázar o alcazaba). Un primer cinturón lo formaba la
alcaicería, conjunto de callejuelas dedicadas al comercio de lujo, y las alhóndigas, que
servían al mismo tiempo como depósito de mercancías y como lugares de alojamiento
de los mercaderes que llegaban a la ciudad. En las afueras se encontraban los arrabales,
barrios añadidos que albergaban a ciertos grupos étnicos como los judíos.

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Desde el punto de vista social el principal elemento diferenciador era el
religioso: por una parte, los musulmanes y por otra, los no musulmanes (judíos y
cristianos). Los primeros desempeñaban todas las funciones públicas, administrativas,
militares o judiciales y estaban exentos del tributo personal. En cambio, los no
musulmanes tenían más restringidos sus derechos: contaban con sus propias
autoridades, que debían responder ante las musulmanas, aplicaban sus propios códigos
jurídicos, debían pagar impuestos y eran los encargados del servicio militar. A su vez
dentro de estas dos categorías, y a pesar de las pretensiones igualitarias del Islam,
existían notables diferencias sociales según el origen étnico, la riqueza o el poder.
Dentro de los musulmanes se distinguían los siguientes grupos:
• Los baladíes, árabes y sirios que monopolizaban el poder político y religioso y
eran los dueños de las mejores tierras situadas en el valle del Guadalquivir. No
obstante, las tensiones entre árabes y sirios, e incluso entre linajes rivales fueron
constantes
• Los bereberes, establecidos en las zonas más pobres. Su posición de
sometimiento respecto a los árabes les llevó a adherirse a doctrinas islámicas
radicales de signo igualitario.
• Loa muladíes o renegados son los cristianos convertidos al Islam por razones
económicas y sociales. Se dedicaban fundamentalmente a la agricultura. Su
arabización no impidió que protagonizaran revueltas contra la aristocracia árabe.
Por su parte, los dimmis o protegidos (mozárabes y judíos) podían seguir
practicando su religión. A los cristianos que vivían en Al-Ándalus se les llamaba
mozárabes. Hablaban el árabe y estaban impregnados de las costumbres islámicas, pero
conservaban su religión. A partir del siglo XI su número disminuyo significativamente.
Los judíos tuvieron, sin duda, más libertad que en época visigoda y se integraron más
plenamente que los cristianos en la vida y, sobre todo, en las actividades comerciales de
las ciudades andalusíes. También participaron de forma brillante en la actividad cultural
de las élites de Al-Ándalus, empleando tanto el hebreo como el árabe. Aunque en época
nazarí perdieron la posición económica preeminente y comenzaron a ser rechazados.
En la base de la sociedad se encontraban los esclavos, extranjeros de diversa
procedencia:
• Los eslavos o saqalibas, prisioneros de origen europeo. Muchos de ellos
tras su manumisión se incorporaron a los ejércitos califales. Algunos
incluso aprovecharon su jefatura militar para erigirse en reyes de taifas a
la caída del califato.
• Los negros, en su mayoría de origen sudanés, que se solían emplear en el
servicio doméstico.
Sin embargo, a diferencia de lo que ocurría en la Antigüedad clásica los esclavos no
constituyeron nunca una pieza clave de la economía.
Al margen de estas diferencias religiosas los rasgos más distintivos de esta
sociedad fueron el incremento de las clases medias frente a la bipolarización típica de la
sociedad visigoda, la aparición de una clase de pequeños y medianos propietarios en el
campo ante la difusión de los regadíos y la sustitución de una nobleza de sangre por otra
de servicio, proceso bien visible desde el siglo X.

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3.3.- El legado cultural y artístico
Al Ándalus fue la vía de transmisión a Occidente de la ciencia griega y de
gran parte de la hindú, que habían sido recuperadas y desarrolladas por los árabes
(sistema de numeración de origen indio, valor del cero..)
La España musulmana tuvo, pues, un elevado desarrollo cultural y científico.
La creación de una importante red de escuelas y universidades contribuyó a reforzar la
atracción que la cultura andalusí ejerció sobre los reinos cristianos.
Desde finales del siglo VIII se impuso en Al Ándalus la doctrina malequí,
caracterizada por su rigidez en la interpretación del Corán y por su actitud intransigente
ante cualquier desviación de la ortodoxia. Esta circunstancia limitó en parte el
desarrollo del pensamiento especulativo en los comienzos de la España musulmana.
Las manifestaciones culturales alcanzaron durante el califato de Alhakam II su
cota más elevada. El clima de libertad intelectual, propiciada por los califas, convirtió a
Córdoba en un centro cultural de primer orden, con un gran desarrollo de las más
variadas disciplinas-matemáticas, astronomía, botánica, medicina, historia, geografía-,
así como de la literatura, y en especial de la poesía, tanto clásica como popular. (Las
contribuciones más originales de la poesía andalusí fueron la moaxaja y el zejel que
tendrán gran proyección en la literatura de los juglares).
Tras la caída del califato los reinos taifas compitieron en la práctica del
mecenazgo y el fomento de las artes y de las ciencias: Sevilla fue famosa por sus poetas
(su propio rey Almutamid), Zaragoza, por sus astrónomos, Toledo, por sus científicos.
En este período IBN HAZAM escribió “El collar de la paloma“, uno de los mejores
tratados sobre el amor de la literatura universal.
Los almorávides y almohades, con su rigorismo e intolerancia religiosa
impusieron una seria limitación al pensamiento. No obstante, en el siglo XII surgieron
en Al Ándalus grandes figuras en historia y geografía (AL-IDRISI) y en el terreno de la
medicina y de la filosofía AVERROES y el judío MAIMÓNIDES. Ambos
pretendieron conciliar el pensamiento aristotélico con sus respectivas concepciones
religiosas, y sus escritos ejercieron gran influencia en Occidente cristiano.

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Por último, el reino nazarita de Granada fue escenario también de una gran
actividad cultural, en el campo científico (matemáticas, astronomía y medicina,
principalmente) y en el literario, con la figura sobresaliente de IBN ZAMRAK, cuyos
poemas decoran los muros de la Alhambra
Dentro del terreno artístico hay que destacar sobre todo la arquitectura. Esta es
fruto de la fusión de la tradición romano-visigoda con las soluciones islámicas
orientales y fórmulas helenísticas. Su rasgo más destacado es la rica ornamentación que,
al no poder contar con la representación humana, tuvo que nutrirse de motivos
geométricos, vegetales y epigráficos. Otras características generales de la arquitectura,
tanto de Al Ándalus, como de todo el ámbito islámico son: el empleo de materiales
pobres como el mampuesto o el ladrillo, y un mayor interés por el interior que por el
exterior del edificio. Sus construcciones más significativas son las mezquitas como la de
Córdoba, construida en el transcurso de dos siglos, de fines del siglo VIII a fines del
siglo X, y los palacios, como los de Madinat al-Zahra a las afueras de Córdoba, o la
Alhambra de Granada, en donde los más destacado es la combinación de la arquitectura
con el entorno natural.
El arte musulmán andalusí pervivió a través del arte mozárabe, que al trasladarse
a los reinos cristianos del norte influyó en los orígenes del arte románico, y en el
mudéjar, arte de albañiles musulmanes que trabajaron hasta el siglo XVI en la España
cristiana.

En definitiva, Al Ándalus se convirtió en un eslabón en la transmisión al


Occidente cristiano de la ciencia y de la cultura árabe, procedente de Oriente y de la
Antigüedad clásica, sobre todo griega. Como hemos tenido ocasión de comprobar aún
son apreciables las huellas del Islam en España, tanto en el vocabulario como en las
técnicas o en los restos arqueológicos. Pero esta influencia hay que valorarla más si
cabe, porque si exceptuamos Sicilia y el sur de Italia, la islamización no se produjo en el
Occidente medieval.

Interior de la Mezquita de Córdoba Patio de los Arrayanes. Alhambra de Granada

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