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Sistema Inmunitario. Biología.

Colegio Salesiano Ángel Zerda. Biología. Periodo lectivo 2022.


Sistema Inmunitario. Biología.
Anexo teórico.
Inmunidad: las barreras.
Cuando las barreras primarias han sido vencidas, los agentes patógenos se adhieren al
tejido por medio de distintos tipos de mecanismo, penetran en él, lo colonizan y se desarrollan.
Es entonces cuando entran en acción los leucocitos (glóbulos blancos), principalmente los
polimorfonucleares (PMN) o granulocitos, así como los monocitos y los macrófagos, conocidos con
el nombre general de fagocitos.
Los PMN poseen lisosomas, los cuales destruyen a los agentes patógenos. Los macrófagos, que
como ya veremos también intervienen en la formación de anticuerpos, capturan y destruyen los
distintos microorganismos por medio de la fagocitosis, que consiste en envolver o englobar al
agente patógeno y destruirlo mediante la acción de las enzimas.
Tanto las barreras primarias como las secundarias constituyen la inmunidad no específica, o
inespecífica, porque atacan a cualquier tipo de agente patógeno, y natural, porque cada especie la
recibe por la herencia. La fagocitosis es un mecanismo fundamental mediante el cual todos los
animales se defienden contra las infecciones. Pero, en los vertebrados, el proceso es un poco más
complejo. Las células del área adyacente a la herida segregan histamina y otras sustancias químicas,
las cuales incrementan el flujo sanguíneo y la permeabilidad de los capilares vecinos. Los leucocitos
circulantes, atraídos por esas sustancias químicas, pasan a través de las paredes celulares y se
aglomeran en el lugar de la herida. Esta propiedad se conoce como diapédesis (del griego diá, a
través de, y pédesis, salto).
Además, los macrófagos liberan determinantes antigénicos (o epitopos), que serán luego
reconocidos por los linfocitos T auxiliares. La última barrera defensiva del cuerpo está constituida
por distintos órganos -como el timo, el bazo y los ganglios linfáticos- que producen o completan el
desarrollo de dos tipos de leucocitos: los linfocitos B y los linfocitos T. Estas células actúan sobre los
agentes patógenos de manera muy específica, es decir, pueden distinguir entre “lo propio” y “lo
ajeno” y guardarlo en la memoria. ¿Cómo se las arregla, entonces, el sistema inmunitario para
distinguir entre “lo propio” y “lo ajeno”, es decir, entre las células propias y las extrañas? Esta
característica, denominada tolerancia inmunológica, se desarrolla por medio de mecanismos muy
complejos, qué constituyen la respuesta inmunitaria. La respuesta es provocada por
macromoléculas extrañas al hospedador, por ejemplo, las proteínas de la pared celular o las toxinas
producidas por los microorganismos.
A las macromoléculas reconocidas por el sistema inmunitario se las denomina antígenos.
Antígeno es toda molécula genéticamente extraña al organismo, es decir, que éste no reconoce
como propia y que tiene la capacidad de provocar la formación de anticuerpos. Como ejemplos de
antígenos podemos señalar las proteínas que forman la cápsula viral, los lípidos de la cápsula
bacteriana, etcétera. El reconocimiento de los antígenos y el ataque al invasor son acciones llevadas
a cabo conjunta y coordinadamente por los macrófagos, los linfocitos B y los linfocitos T. Los
linfocitos B, estimulados por un tipo especial de linfocitos T, producen los anticuerpos, o
inmunoglobulinas, macromoléculas especiales de naturaleza proteica que neutralizan a los agentes
patógenos y generan inmunidad en el organismo.
Existen cinco clases de inmunoglobulinas o anticuerpos: IgM (es la primera que se forma en los
recién nacidos); IgG (predomina en el suero); IgE (predomina en las alergias); IgA (predomina en la
saliva y en la leche materna); IgD (se desconoce).
Los anticuerpos actúan por medio de diversos mecanismos, como la aglutinación -recubren las
partículas extrañas y hacen que se aglomeren de tal modo que puedan ser capturadas por células
fagocíticas- y la neutralización -se combinan con los antígenos para evitar su acción dañina.
Sistema Inmunitario. Biología.

La inmunidad específica es muy eficaz pero bastante lenta, tarda varios días en llevarse a cabo.
Sin embargo, tiene una propiedad singular: la memoria inmunológica. El término inmunidad (del
latín immunis, libre, exento) es utilizado para indicar la capacidad de resistencia de los organismos
vivos frente a la virulencia de los diferentes tipos de microorganismos que alteran el estado general
de la salud. En todos los animales, los macrófagos se encuentran activos antes de que ingrese el
invasor, por lo que se cree que constituyen el sistema de defensa más antiguo.
A este tipo de inmunidad se la conoce como innata.
• Los linfocitos T maduran en el timo, donde se preparan o sensibilizan para su acción
inmunológica. En presencia de un antígeno, no segregan anticuerpos hacia la sangre, sino que,
por medio de la interacción con otras células somáticas, directamente lo atacan.
• Los linfocitos B maduran en la médula ósea. Son los encargados de sintetizar los anticuerpos
y liberarlos en la, sangre. El cuerpo humano contiene más de 100.000 millones de linfocitos
B, cada uno de los cuales segrega anticuerpos específicos.
Aliados inmunitarios: las vacunas y los sueros
La inmunidad adquirida se clasifica en dos tipos: activa y pasiva.
• Inmunidad activa: se adquiere mediante una enfermedad determinada, ya sea por sus
manifestaciones preclínicas, clínicas o, incluso, sin manifestaciones (natural), o cuando se
aplica una vacuna (artificial).
• Inmunidad pasiva: se adquiere a través de los anticuerpos matemos durante el proceso de
gestación o de lactancia (natural) o por la administración de sueros o de inmunoglobulinas
(artificial).
Las vacunas son antígenos o mezclas de antígenos que inducen una inmunidad activa.
Constituyen uno de los avances científicos de mayor importancia social, por su capacidad de
prevenir determinadas enfermedades infecciosas.
Las vacunas necesitan entre una y dos semanas para producir anticuerpos. En algunos casos, se
requiere más de una dosis para que el organismo pueda producir su máximo nivel de
anticuerpos. Las nuevas dosis reciben el nombre de refuerzos, y son indispensables frente a
algunas enfermedades, como la poliomielitis y la tuberculosis.
¿Cómo se preparan las vacunas?
Los microorganismos que constituyen los antígenos pueden estar vivos o muertos. En el primer
caso, se atenúa su virulencia mediante diferentes procesos de naturaleza fisicoquímica.
Para la fabricación de vacunas, se cuenta con métodos novedosos que en un futuro no lejano
reemplazarán a los tradicionales. El más simple es el desarrollo de péptidos sintéticos, por ejemplo,
un péptido de veinte aminoácidos que constituya la porción antigénica de la proteína relacionada
con la producción de anticuerpos.
Respecto de la inmunidad pasiva artificial, el material utilizado para inducirla es el suero que
contiene antígenos, es decir, el antisuero o antitoxina.
Existen notorias diferencias entre vacunas y sueros:
• Las vacunas se inoculan a personas sanas, y los sueros, al comienzo de alguna enfermedad.
• La vacuna tarda cierto tiempo en formar los anticuerpos, mientras que el suero tiene acción
inmediata.
• La vacuna produce inmunidad de larga duración, y el suero, de corta duración.
Las vacunas se emplean como medida preventiva, para proteger a las personas contra futuros
ataques de agentes patógenos. Los sueros, en cambio, son eminentemente terapéuticos, y se
aplican en el momento en que la persona está padeciendo la enfermedad, con el fin de curarla.
Tanto las vacunas como los sueros son importantes herramientas que utiliza el hombre para
colaborar con el sistema inmunitario.
Sistema Inmunitario. Biología.

Actualmente, sabemos que la función fundamental de los sistemas inmunitarios es reconocer y


distinguir las células, los tejidos y los órganos -que son parte legítima del propio cuerpo- de los
elementos extraños. A esa tarea le sigue otra igualmente importante: eliminar a los invasores
foráneos, que suelen ser bacterias o virus peligrosos. Y, además, el sistema inmunitario puede
reconocer, y por lo general eliminar, “elementos propios alterados”, es decir, células o tejidos de
su cuerpo que han experimentado cambios por lesiones o enfermedades (por ejemplo, cáncer). Y
que, en el caso de casi todos los vertebrados, a la inmunidad innata causada por los macrófagos se
agrega la inmunidad adquirida relacionada con los linfocitos B y T.
Todo microorganismo patógeno -es decir que provoca un estado de enfermedad en el hospedador-
debe alcanzar los tejidos y multiplicarse antes de que se manifieste la patogenia, o enfermedad
específica. La mayoría de los virus y de las bacterias desencadena la infección específicamente en
determinadas células. La palabra infección se refiere al crecimiento de los microorganismos en el
hospedador y. en este sentido, no es sinónimo de enfermedad, ya que no siempre provoca daños.
Si bien la alteración del organismo hospedador puede manifestarse en seguida, en ocasiones el
microorganismo actúa produciendo toxinas, sustancias químicas que provocan directamente el
daño.
En el ser humano y en los vertebrados superiores se distinguen las barreras defensivas, cuya función
es impedir la entrada y el desarrollo de los agentes patógenos.
A continuación, se describen las barreras.
• La piel es la primera barrera defensiva que impide el ingreso de los agentes patógenos en el
organismo, y por eso es fundamental mantenerla limpia.
• El sudor tiene un pH levemente ácido; esta característica impide la supervivencia de muchos
microorganismos.
• Los ácidos grasos producidos por las glándulas sebáceas inhiben el desarrollo de ciertas
bacterias.
• En los orificios corporales (boca, fosas nasales, orificios urogenitales, etc.), la piel recibe el
nombre de mucosa. Las células mucosas segregan mucus, que actúa como una trampa eficaz.
• Las lágrimas y la saliva producen lisozimas, sustancias químicas capaces de destruir la pared
celular bacteriana.
• Los jugos digestivos, ricos en ácido clorhídrico, provocan la destrucción de los
microorganismos presentes en los alimentos.
• Las bacterias de la flora intestinal colonizan el intestino e impiden el desarrollo de otras
bacterias perjudiciales.
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