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Biología.
SISTEMA OSTEO, ARTRO, MUSCULAR. (Periodo lectivo 2022)
Función de relación
Los órganos de los sentidos constituyen las vías de entrada de la información prove-
niente del ambiente al sistema nervioso. Dicha información es procesada por este sis-
tema, el cual tiene la capacidad de elaborar respuestas a esa información. Una de las
manifestaciones de esas respuestas es la actividad muscular. Así, por ejemplo, una
persona puede desplazarse para abrir la puerta de su casa al escuchar el timbre. Pero
también es posible que el sistema nervioso reciba información del interior del propio
organismo que genere, por ejemplo, sensación de sed. En respuesta, una persona
puede estirar un brazo para alcanzar un vaso con agua. La integración funcional de los
músculos y el esqueleto es la que permite el movimiento y el desplazamiento del
organismo. Esto constituye una forma de relación del organismo con el ambiente.
Órganos y funciones de los sistemas esquelético y muscular.
El sistema esquelético, constituido por los huesos y las articulaciones. Dichos
movimientos son posibles gracias a las articulaciones, que son uniones, en su mayoría
móviles, entre los huesos. Los músculos se hallan unidos a los huesos. De ese modo,
cada músculo al contraerse “tira” del hueso al que se encuentra unido y determina un
movimiento. Los sistemas esquelético y muscular, entonces, se integran en un sistema
más complejo constituido por el conjunto de huesos, articulaciones y músculos.
Además de los músculos insertados en los huesos, también poseen tejido muscular las
vísceras (como el corazón y el estómago). Esos músculos presentan algunas diferencias
estructurales respecto de los músculos esqueléticos. Desde el punto de vista funcional,
su principal diferencia consiste en que la contracción de los músculos viscerales se lle-
va a cabo de manera involuntaria. Aunque es común pensar en los huesos como
estructuras sin vida, éstos son órganos y, por lo tanto, están constituidos por tejidos.
Los osteocitos son las células del tejido óseo, cuyo metabolismo mantiene con vida a
los huesos. Entre los osteocitos se encuentra la denominada “sustancia intercelular”,
que está compuesta por minerales y proteínas. El principal componente mineral del
hueso es el calcio y las proteínas actúan como un “pegamento” para los minerales. Si
bien la dureza y la rigidez características del hueso están determinadas por el calcio,
la presencia de las proteínas es imprescindible. Sin ellas los huesos resultan
extremadamente frágiles, al punto de poder romperse con los dedos. Como otras
estructuras del organismo, el hueso está en permanente renovación. En este proceso,
participan otras células presentes en el tejido óseo. El recambio es muy eficiente hasta
alrededor de los 40 años. A partir de ese momento, es mayor la destrucción del tejido
óseo. El esqueleto está constituido por huesos de diferentes formas y tamaños.
Algunos son planos, como los de la pelvis; otros son largos, como los de las
extremidades, y los hay cortos, como las vértebras de la columna.
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Estas diferencias se relacionan con las diversas funciones que cumplen los huesos:
soporte, locomoción, protección de órganos y almacenamiento de sustancias. La
contracción de los músculos unidos a los huesos también determina el movimiento y
desplazamiento del organismo. Algunos huesos planos limitan cavidades que protegen
en su interior órganos muy delicados, como el cerebro encerrado en el cráneo. Los
huesos constituyen un importante lugar de reserva de calcio (mineral que interviene
en la contracción muscular y en la transmisión de estímulos nerviosos), al que el
organismo recurre en caso de necesitarlo y no disponer de él en la sangre. Debido a la
rigidez de los huesos, el esqueleto está constituido por uniones de varias piezas óseas
que permiten su movimiento. Las articulaciones, entonces, desempeñan un papel
importante en el movimiento y desplazamiento del organismo. Las distintas partes del
cuerpo varían en su grado de movilidad. Por ejemplo, el brazo se mueve libremente a
la altura del hombro, pero con limitaciones a la altura del codo. Los movimientos de
las costillas son aún más limitados; simplemente se elevan o descienden modificando
el tamaño de la caja torácica. Finalmente, algunos huesos carecen de movimiento,
como los que forman parte del cráneo. Estas diferencias se relacionan con la existencia
de distintos tipos de articulaciones: inmóviles, móviles y semimóviles.
Las articulaciones inmóviles son uniones fijas entre huesos que, por lo tanto, funcionan
como si se tratara de una pieza única. Es el caso de los huesos del cráneo, que incluso
pueden soldarse con los años. En las articulaciones móviles y semimóviles, existen
diferentes estructuras que permiten, a la vez, mantener los huesos unidos y facilitar
sus movimientos. Esas estructuras son los ligamentos y los cartílagos. Los ligamentos
son estructuras con cierta elasticidad que mantienen unidos los huesos que se
articulan, pero que permiten su movimiento. Los cartílagos están formados por un
tejido más blando que los huesos, flexible y resistente. Entre algunos huesos también
existen estructuras de cartílago a modo de una "almohadilla". Es el caso de los
denominados "meniscos” que se ubican entre los huesos que constituyen la
articulación de la rodilla y que amortiguan el impacto, por ejemplo, al saltar. También
presentan meniscos las articulaciones entre las vértebras que forman la columna, que,
en este caso, contribuyen a soportar el peso corporal.
La forma del cuerpo está dada por el conjunto de todos los músculos que se insertan
en el esqueleto. Los músculos poseen la capacidad de contraerse y de relajarse, es
decir de volver a su estado original después de la contracción. Estas capacidades se
relacionan con la composición química de las células musculares, las cuales poseen
proteínas contráctiles. Las moléculas de dichas proteínas tienen forma de filamento y
se ubican, una al lado de la otra, en un mismo sentido dentro de la célula muscular.
Los músculos largos se encuentran en las extremidades. Los músculos planos y anchos
se ubican, en especial, en la parte anterior y posterior del tronco, y contribuyen a
mantenerla postura corporal. Durante una actividad muscular intensa, las células
musculares necesitan mayor nivel de energía, que obtienen a partir del proceso de
respiración.
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Este proceso, que ocurre en estructuras celulares denominadas “mitocondrias”,


requiere glucosa y oxígeno. Estas sustancias están disponibles en las células, ya que
contienen glucógeno y mioglobina. El glucógeno constituye una reserva de glucosa
porque está constituido por la unión de muchas moléculas de esta sustancia. La
mioglobina es una proteína cuyas estructuras y función son similares a las de la
hemoglobina de la sangre, es decir que tiene la capacidad de unirse a las moléculas de
oxígeno transportadas por la sangre. Esta proteína constituye una importante reserva
de oxígeno que el músculo tiene a su disposición en los momentos en que incrementa
su actividad. A pesar de esta reserva de oxígeno, la cantidad de éste puede no ser
suficiente para transformar la glucosa en dióxido de carbono y agua. En ese caso la
glucosa se transforma en otra sustancia, el ácido láctico, que se acumula en los
músculos provocando su fatiga y dolor, el que a veces puede llegar a una contracción
muy intensa conocida como “calambre”.
La locomoción.
Integración funcional de músculos y esqueleto. El organismo se mueve como resultado
de la acción de los músculos, que se unen a los huesos a través de tendones. Pero los
músculos ejercen fuerza sobre los huesos sólo al contraerse y no al relajarse. Es decir,
la actividad muscular "tira” de un hueso, pero no lo "empuja”. Cada movimiento
entonces está determinado por la acción conjunta de por lo menos dos músculos, que
realizan funciones opuestas. Cada músculo del brazo, al unirse a puntos diferentes del
mismo hueso, determina con su contracción que los huesos se acerquen o se alejen
según se contraiga el músculo unido a la parte anterior o a la posterior. La fuerza
muscular no siempre determina movimiento. Incluso en reposo, los músculos
esqueléticos poseen una mínima contracción denominada “tono muscular”, que
mantiene la postura del cuerpo. Por esta razón, el estar de pie aun sin moverse cansa,
ya que se está realizando un esfuerzo muscular. El adecuado funcionamiento de los
sistemas que participan en el movimiento no sólo se relaciona con el control que
ejerce sobre el sistema nervioso. También es importante el aporte de materia y
energía a todas las estructuras que lo constituyen. Para el recambio del tejido óseo,
por ejemplo, es importante el consumo de calcio y proteínas, que proporcionen los
materiales necesarios para la renovación de dicho tejido. El organismo tiene, durante
toda su vida, la misma cantidad de células musculares que al momento del
nacimiento, ya que éstas no poseen la capacidad de dividirse. Pero permanentemente
están renovando las proteínas contráctiles que las constituyen. Por lo tanto, también
es importante el aporte de proteínas de la dieta, que proporciona los materiales
necesarios para dicha renovación. El buen estado de los sistemas esquelético y
muscular también se ve favorecido por la actividad física, que estimula la renovación
del tejido óseo y la formación de proteínas en las células musculares permitiendo en
consecuencia un aumento de la fuerza provocada por la contracción muscular.

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