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organización y
funciones de la
defensa
inmunitaria
antimicrobiana
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1. Conceptos generales:
Según la definición clásica, por inmunidad se entiende la capacidad de nuestro organismo
de determinar si una célula, conjunto de células o moléculas forman parte del mismo (es
decir, si estuvieron presentes durante nuestro desarrollo embrionario), o si se trata de
agentes extraños, susceptibles de causarnos daño. Esta acción discriminativa entre “lo
propio” y lo “no propio” ha sido tradicionalmente considerada como la función principal
del llamado “Sistema inmunitario, inmunológico o inmune”. En consecuencia, la
inmunidad antimicrobiana, se refiere a nuestra capacidad de identificar a los
microorganismos patógenos como agentes extraños, mediante el reconocimiento de sus
componentes estructurales, a los que se denomina de manera general “antígenos”. Por
oposición, nuestro sistema inmune deberá reconocer como propias todas las estructuras
que se encuentran en la superficie de nuestras células, tejidos y órganos, y contra las
cuales no dirigirá ninguno de sus mecanismos de defensa (anergia). Sin embargo, debe
señalarse que la frontera entre lo propio y lo no propio puede sufrir alteraciones, así, por
ejemplo, una infección viral es capaz de modificar las estructuras de sus células diana,
convirtiéndolas en “no propias” y susceptibles por tanto de sufrir un ataque inmunitario.
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En términos simples, la inmunidad innata corresponde a un “nivel de protección básica”
contra todos los microorganismos agresores, mediante mecanismos inmunológicos no
específicos, espontáneamente activos, y dispuestos de manera permanente e inmediata
(minutos u horas) en la sangre y tejidos de todos los individuos sanos.
La piel y las mucosas son la interfase entre “lo propio” y lo “no propio”, la “frontera” de
nuestra identidad biológica, y se alzan como nuestra primera línea de defensa contra los
microorganismos patógenos. Su acción protectora no se debe únicamente a un “efecto
barrera” sino que cuenta con diversos mecanismos protectores físicos, químicos y
biológicos. La piel de un adulto promedio cubre un área de 1,5-2 m2, mientras que sus
mucosas totalizan una superficie aproximada de 200-400 m2.
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La epidermis es, en términos físicos, una barrera de contención con un espesor variable
de 0,1 a 1 mm. Cuenta con una capa protectora de queratina impermeable, que se
descama constantemente, dificultando así la colonización por microorganismos
patógenos. Está dotada de una relativa sequedad y un pH ácido (5 a 6) resultado del ácido
láctico, presente en el sudor, y los ácidos grasos insaturados segregados por las glándulas
sebáceas. Los queratinocitos son capaces de reconocer patrones moleculares asociados
a patógenos (PAMP) y daño (DAMP).
Las mucosas que tapizan las vías respiratorias el tubo digestivo y el aparato urogenital
contienen células caliciformes secretoras de moco. El moco atrapa microbios y partículas
extrañas, facilitando su eliminación por los cilios de las vías respiratorias y el tránsito
intestinal. La orina asegura el constante barrido hacia afuera de las mucosas urogenitales
y en la mujer las secreciones ácidas vaginales complementas esta acción. La acidez
gástrica también cumple un importante efecto protector, desactivando rápidamente
gérmenes y toxinas mientras que los enterocitos secretan péptidos antimicrobianos,
defensinas, catelicidinas, lisozima y lactoferrina.
Piel y mucosas cuentan con una importante microbiota que incluye entre 15.000-36.000
especies diferentes. La microbiota intestinal, además de prevenir la colonización
intestinal por microorganismos patógenos, contribuye con la digestión, la maduración de
los enterocitos y al desarrollo de los tejidos linfoides asociados a la mucosa intestinal.
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mayor, así, el microbioma presente en el ser humano es 100 veces mayor que el total de
nuestros genes.
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- En ambas: Células dendríticas, linfocitos NKT y linfocitos T (γδ).
Origen y maduración:
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La generación y maduración de los granulocitos en la médula ósea (granulocitopoyesis),
toma alrededor de 2 semanas, tras las cuales estas células ingresan a la circulación. Los
diferentes estadios celulares de la granulocitopoyesis son: mieloblasto, promielocito,
metamielocito, célula en banda (característica de los neutrófilos) y granulocitos maduros.
Una vez que han alcanzado la madurez, las células inmunitarias pueden residir en los
tejidos periféricos, circular en la sangre por el sistema circulatorio, o en la linfa a través
del sistema linfático (por el que finalmente estas células regresan al torrente circulatorio).
Las células dendríticas inmaduras salen de la médula ósea y pasan a residir en los tejidos,
en donde madurarán solo después de un eventual encuentro con microorganismos
patógenos.
Características y funciones:
Las primeras células de nuestro organismo que se enfrentan al agresor microbiano son
las células epiteliales cutáneas y mucosas presentes en los tractos respiratorio, intestinal
y genitourinario, los que, gracias a su continuidad, constituyen una eficiente barrera de
contención. Pero el “efecto barrera” no es lo único que aportan estas células a nuestra
defensa antimicrobiana, también son capaces de reconocer la presencia de gérmenes
(gracias a unos receptores especializados de los que hablaremos más adelante en el
curso) y producir moléculas que promueven la inflamación (citoquinas proinflamatorias)
y péptidos antimicrobianos que destruyen directamente los gérmenes.
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Los neutrófilos son los granulocitos más abundantes (50-70% de los leucocitos
circulantes), poseen un núcleo multilobulado característico y un diámetro de entre 10 y
20 µm. Juegan un rol mayor en la defensa antimicrobiana y en la inflamación aguda
gracias a su función de fagocitos y al contenido enzimático de sus gránulos
citoplasmáticos (más de 100 enzimas diferentes). En sus gránulos primarios (lisosomas)
encontramos hidrolasas ácidas, mieloperoxidasa, lisozima (muramidasa) y péptidos
antimicrobianos tales como las defensinas y seroprocidinas. Estas células liberan gránulos
y sustancias citotóxicas al medio extracelular cuando son activadas por anticuerpos
unidos a antígenos microbianos (inmunocomplejos). Los neutrófilos son las células más
importantes en la respuesta inmune innata, siendo las primeras en ser reclutadas en los
tejidos en los casos de infección bacteriana, en donde tendrán una vida muy breve.
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Los basófilos son los menos abundantes de los granulocitos, apenas el 0,2% de los
leucocitos. Poseen un núcleo bilobulado y gránulos metacromáticos de gran tamaño que
contienen histamina y sustancias citotóxicas y proinflamatorias. Poseen numerosos
receptores de activación para participar en los procesos inflamatorios y las infecciones
por helmintos. Su vida media es de unas 60 horas aproximadamente.
Los mastocitos completan su maduración en los tejidos, en donde adquieren sus gránulos
y aunque parecen provenir de una línea diferente a los basófilos, comparten muchas
propiedades funcionales. Se ubican en la proximidad de los vasos sanguíneos. Su vida
media puede alcanzar varias semanas.
Tanto basófilos como mastocitos, tras ser activados, vuelcan numerosas sustancias en los
tejidos comprometidos, entre las que destacan la histamina y el Factor de Necrosis
Tumoral Alfa (TNF-α), produciéndose un poderoso efecto inflamatorio (calor, rubor,
edema y dolor).
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Los macrófagos se encuentran prácticamente en todos los tejidos, muchos de ellos desde
la etapa embrionaria y otros provenientes de la maduración de los monocitos circulantes
que se forman en la médula ósea, migrando posteriormente a los diferentes tejidos,
cavidades y órganos (en donde los encontramos como histiocitos, células de Kupffer,
macrófagos alveolares, microglía, osteoclastos etc.). Poseen una vida media de semanas
y meses larga. La función primordial de estas células es la fagocitosis, para la que cuenta
con numerosos receptores de tipo PAMP/ DAMP y numerosas enzimas, y la presentación
de antígenos.
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Los linfocitos ILC constituyen una población heterogénea de linfocitos, de la cual hasta el
momento se han identificado 6 linajes. Los ILC poseen una variedad de receptores de
membrana que les permiten reconocer tanto células infectadas por microorganismos
intracelulares, como los virus, así como células portadoras de mutaciones endógenas,
induciendo su apoptosis. Entre estos linfocitos tenemos:
Los linfocitos B y T se generan en la médula ósea, pero mientras los primeros alcanzan
su madurez allí mismo, los segundos lo hacen a nivel del timo. La vida media de estas
células es bastante variable pudiendo ir de algunos días hasta varios años, según las
funciones que desempeñen. Estos linfocitos poseen subpoblaciones con funciones
diferenciadas en la inmunidad adquirida y que serán estudiadas más adelante en esta
unidad.
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5. Moléculas del sistema inmune:
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7. Tejidos y órganos del sistema inmune:
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8. Funciones de la inmunidad antimicrobiana:
Como ya hemos señalado previamente, las funciones centrales del sistema inmunológico
(para los alcances de este curso) consiste en su capacidad de reconocimiento y de
eliminación/neutralización de los patógenos microbianos y sus toxinas. Ambas funciones
serán vistas en detalle en diferentes sesiones teóricas de la Unidad.
Función de reconocimiento:
Debido a la velocidad con que se multiplican los microorganismos patógenos una vez que
ingresan a nuestro organismo, el sistema inmunológico debe reconocerlos rápidamente
para asegurar una defensa eficaz. La células de la inmunidad innata no requieren de un
contacto previo con el germen agresor para su reconocimiento (memoria), sino que lo
hacen gracias a que cuentan con receptores de reconocimiento de patrones (PRR),
capaces de detectar la presencia de patrones moleculares microbianos muy conservados,
los denominados PAMP (Patrones Moleculares Asociados a Patógenos). Como ejemplos
de estos PAMP podemos mencionar al lipopolisacárido de las bacterias gramnegativas y
los genomas ARN bicatenarios virales.
Función de eliminación:
Las células y moléculas que componen el sistema inmune innato desencadenan los
siguientes procesos para eliminar los patógenos microbianos:
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- Inflamación: Respuesta inespecífica durante la cual se producen atracción y
migración de diversas células y moléculas, desde la sangre hasta el lugar donde se
encuentra el microorganismo invasor.
- Fagocitosis: Proceso mediante el cual se ingiere y destruye los microorganismos
extracelulares.
- Citotoxicidad: Acción dirigida principalmente a la destrucción de células infectadas
por microorganismos intracelulares.
Las células y moléculas del sistema inmune adaptativo al interactuar con la inmunidad
innata reciben la orientación necesaria acerca del tipo de respuesta requerida para
contrarrestar microorganismos específicos. Todo esto involucra un lenguaje químico a
través de las llamadas citoquinas y sus correspondientes receptores.
Tras el reconocimiento del patógeno, las células del sistema inmune adaptativo se
activan y proliferan abundantemente para hacer frente de manera eficaz a la infección,
en un proceso conocido como “expansión clonal”.
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