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2. Constitución de 1931
Los partidos republicanos, el PSOE y los nacionalistas periféricos obtuvieron una amplia mayoría en las
Cortes Constituyentes de junio de 1931. Los anarquistas no participaron en las elecciones y los partidos
extremistas de derecha e izquierda fracasaron.
La nueva Constitución, aprobada en diciembre de 1931, recogió las aspiraciones de los partidos reformistas,
mayoritarios en las Cortes, siendo sus características principales:
- Laicidad del Estado: se reconoció la libertad de cultos y se estableció una estricta separación Iglesia-
Estado (supresión de la financiación pública del clero, prohibición de enseñanza a las órdenes religiosas,
disolución de la Compañía de Jesús y aprobación del matrimonio civil y del divorcio).
- Jefatura de Estado: El Presidente de la República era elegido conjuntamente por las Cortes y por un
número de compromisarios igual al de diputados. Ostentaba el cargo durante 6 años. Actuaba como poder
moderador, siendo sus principales competencias la elección del Jefe de Gobierno (que debía ratificar las
Cortes) y la capacidad de disolver las Cortes hasta dos veces cada mandato (aunque si en su primera sesión
las terceras Cortes estimaban que no habían existido razones de peso para la segunda disolución, el
Presidente era cesado).
- Legislativo: Cortes unicamerales (Parlamento), que legislaban y controlaban la acción del Gobierno.
- Sufragio universal: establecía por primera vez el derecho de voto de la mujer.
- Descentralización territorial: reconocimiento del derecho de autonomía de las regiones, dentro de un
Estado integral.
- Creación del Tribunal de Garantías Constitucionales: velaba por la constitucionalidad de las leyes.
- Derecho a la educación: el Estado debía garantizar la educación primaria a toda la población. Además, la
Constitución definió un nuevo modelo de enseñanza: pública, laica y mixta.
Aprobada la Constitución, las Cortes eligieron a Niceto Alcalá-Zamora como Presidente de la República y a
Manuel Azaña como Presidente del Gobierno (y ministro de la guerra).
El Gobierno tuvo que enfrentarse a una durísima oposición a lo largo de todo el Bienio Reformista:
- Para los sectores conservadores (Ejército, Iglesia, terratenientes e industriales) las reformas eran
inadmisibles por la alteración del status quo. Por ello, primero intentaron liquidar el sistema por la fuerza
(fallido golpe de Estado del general Sanjurjo, agosto de 1932) y cuando esto fracasó alentaron el recurso a la
vía política mediante la creación de partidos como la CEDA (Confederación Española de Derechas
Autónomas), liderada por Gil-Robles bajo el lema “Religión, patria, familia, propiedad y orden”, Falange
Española, formación fascista fundada por José Antonio Primo de Rivera y las JONS (Juntas de Ofensiva
Nacional Sindicalista) de Onésimo Redondo y Ramiro Ledesma.
- Por el contrario, para socialistas y anarquistas los cambios resultaban insuficientes. La crisis económica
dificultó la financiación de las reformas, desencadenando una fuerte conflictividad social (huelgas,
ocupaciones, etc.) y una dura represión. La izquierda comenzó a rechazar al Gobierno de Azaña.
Finalmente, el asesinato de unos campesinos por la Guardia Civil en Casas Viejas (Cádiz, enero 1933) acabó
provocando la dimisión de Azaña y del Gobierno republicano-socialista en el verano de 1933. Alcalá-
Zamora disolvió las Cortes y convocó elecciones, ganadas por amplia mayoría por la CEDA (110 escaños) y
el Partido Republicano Radical de Lerroux (100 escaños). Las izquierdas obtuvieron apenas 100 escaños (58
eran socialistas).
TEXTOS
Constitución, 1931
“Art. 1. España es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de
Libertad y de Justicia.
“Los poderes de todos sus órganos emanan del pueblo.
“La bandera de la República española es roja, amarilla y morada.
“Art. 3. El Estado español no tiene religión oficial.
“Art. 8. El Estado español, dentro de los límites irreductibles de su territorio actual, estará integrado por
Municipios mancomunados en provincias y por las regiones que se constituyen en régimen de autonomía.
“Art. 27. La libertad de conciencia y el derecho de profesar y practicar libremente cualquier religión
quedan garantizados en el territorio español, salvo el respeto debido a las exigencias de la moral pública.
(...)
“Art. 34. Toda persona tiene derecho a emitir libremente sus ideas y opiniones, valiéndose de cualquier
medio de difusión, sin sujetarse a la previa censura. (…)
“Art. 36. Los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de 23 años, tendrán los mismos derechos electorales
conforme determinen las leyes.
“Art. 38. Queda reconocido el derecho a reunirse pacíficamente sin armas.
“Art. 39. Los españoles podrán asociarse o sindicarse libremente para los distintos fines de la vida humana,
conforme a las leyes del Estado.
“Art. 43. (…) El matrimonio se funda en la igualdad de derechos para ambos sexos, y podrá disolverse por
mutuo disenso o a petición de cualquiera de los cónyuges, con alegación en este caso de justa causa. Los
padres están obligados a alimentar, asistir, educar e instruir a sus hijos.
(…) Los padres tienen para con los hijos habidos fuera del matrimonio los mismos deberes que respecto de
los nacidos en él.
“Art. 51. La potestad legislativa reside en el pueblo, que la ejerce por medio de las Cortes o Congreso de los
Diputados.
“Art. 67. El Presidente de la República es el Jefe del Estado y personifica a la Nación. (…)
“Art. 68. El Presidente de la República será elegido conjuntamente por las Cortes y un número de
compromisarios igual al de Diputados. (…)
“Art. 81. […] El Presidente podrá disolver las Cortes hasta dos veces como máximo durante su mandato,
cuando lo estime necesario. (…)
“En el caso de segunda disolución, el primer acto de las nuevas Cortes será examinar y resolver la
necesidad del decreto de disolución de las anteriores. El voto desfavorable de la mayoría absoluta de las
Cortes llevará aneja la destitución del Presidente”.
Manuel Azaña: Discurso, Congreso de los Diputados, 13 de octubre de 1931
“(...) La revolución política, es decir, la expulsión de la dinastía y la restauración de las libertades públicas,
ha resuelto un problema específico de importancia capital, ¡quién lo duda!, pero no ha hecho más que
plantear y enunciar aquellos otros problemas que han de transformar el Estado y la sociedad españoles
hasta la raíz. Estos problemas, a mi corto entender, son principalmente tres: el problema de las autonomías
locales, el problema social en su forma más urgente y aguda, que es la reforma de la propiedad, y este que
llaman problema religioso, y que es en rigor la implantación del laicismo del Estado con todas su
inevitables y rigurosas consecuencias. Ninguno de estos problemas los ha inventado la República (...). Cada
una de estas cuestiones, señores diputados, tiene una premisa inexcusable, imborrable en la conciencia
pública, y a venir aquí, al tomar hechura y contextura parlamentaria es cuando surge el problema político.
Yo no me refiero a las dos primeras, me refiero a eso que llaman problema religioso. La premisa de este
problema, hoy político, la formulo yo de esta manera: España ha dejado de ser católica; el problema
político consiguiente es organizar el Estado en forma tal que quede adecuado a esta fase nueva e histórica
el pueblo español. Yo no puedo admitir, señores diputados, que a esto se le llame problema religioso. El
auténtico problema religioso no puede exceder de los límites de la conciencia personal, porque es en la
conciencia personal donde se formula y se responde la pregunta sobre el misterio de nuestro destino (...)”.
GRÁFICAS