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“la filosofía llega siempre tarde.

En cuanto pensamiento del mundo,


aparece en el tiempo sólo después que la realidad ha consumado su proceso de formación y se halla ya
lista y terminada (…). Cuando la filosofía pinta con sus
tonos grises ya ha envejecido una figura de la vida que sus penumbras no pueden
rejuvenecer, sino sólo conocer; el búho de Minerva recién alza su vuelo en
el ocaso”
G.W.F. Hegel

No se trata de poner en un lenguaje coloquial lo que Hegel trabajó en un sentido


estricto y con un criterio científico. No se trata de bajar a palabras fútiles lo que exige
un esfuerzo del lector y un previo desarrollo para el conocimiento de la filosofía
hegeliana. El tema a desarrollar aquí versa sobre la controvertida tesis de Francis
Fukuyama y su libro The end of History and the last man. En él, postula una de las tesis
más polémicas del liberalismo contemporáneo. Podría tildársele de polémica a dicha
tesis; o encuadraría mejor el designio de la ausencia de capacidad interpretativa o
tergiversación maliciosa de Hegel. No es que Hegel necesite defensores (si su teoría es
justa la realidad misma se encargará de justificarla). Tampoco, como lo hiciese
Fukuyama, vulgarizar un libro científico, como lo es Principios de la filosofía del
derecho o Lecciones sobre la filosofía de la historia universal. Abajar textos a un
lenguaje más “claro” y más sucinto no sería equitativo para un trabajo filosófico a fin de
que este pueda resumirse para la mayor claridad de los “lectores”. Como sostuve al
principio la comprensión de dicha filosofía requiere de un esfuerzo del lector para
abarcar dicha amplitud teórica. No solo por parte del lector, sino también por parte de
los interpretes y más precisamente de Francis Fucuyama.
A partir de tres nociones del autor estadounidense trataremos de resolver las
contradicciones o posibles antinomias que se presentan al enunciar a hegel. Para esto
tendremos como base el texto ya nombrado de Fukuyama y tres obras más de Hegel:
Principios de la filosofía del derecho, Lecciones sobre la filosofía de la historia
universal y Fenomenología del Espíritu. A partir de aquí trataremos de comprender de
manera universal si, como lo expresa Fukuyama, la historia ha llegado a su fin, al ápice
de su realización, o a llegado ha su fin como finalización de todo gran acontecimiento.
O tal vez, sobre un criterio hegeliano, el ser ha llegado a su autocomprensión y a saberse
a sí mismo (für sich).

El triunfo de la democracia liberal sobre el comunismo e ideologías adversas.

1
Al inicio del libro, Fukuyama, da lugar a una aseveración irrevocable. Una
afirmación que tratará de corroborar a lo largo de la obra. Esta premisa polémica ha de
encuadrarse en un escrito postrimero al que aquí analizamos. En él sostenía que el
mundo contemporáneo había surgido un notable: “consenso respecto a la legitimidad de
la democracia liberal como sistema de gobierno (…) al ir venciendo a las ideologías
rivales, como la monarquía hereditaria, el fascismo y, más recientemente, el
comunismo”1. Suponer un fin para la historia, como lo asegura el autor, no quiere decir
que se hayan acabado o agotados los acontecimientos y sucesión de hechos
significantes. No, suponer un fin es decir que la historia ha arribado a su cometido, es
decir a su realización máxima; y ¿Cuál es esta realización máxima? ¿Es el liberalismo
acaso? ¿Es esta la racionalidad de la historia? ¿Quiere decir esto que no puede haber
otro fin que no sea acorde al pensamiento liberal? Fukuyama asegurará que la
democracia liberal sin duda es la máxima organización que ha alcanzado la humanidad.
Para construir sus supuestos, el estadounidense, se vale de la argumentación de Hegel.
Nociones como la de realización, fin de la historia y otras tanto, son tomadas de Hegel.
Pero Hegel, en Lecciones sobre la filosofía de una historia universal, va a plantear que
la historia tiene un principio, un fin; y a su vez medios para realizar este fin. “La obra
preexiste y los individuos han de educarse en ella, han de hacerse conforme a ella” 2, lo
que denota el pensamiento hegeliano y su comprensión de la historia es que esta tiene
una razón de ser. No es un mero acontecer de sucesos y hechos que pasan uno tras otro
en un plano inmanente. Una historia que se realiza en un plano trascendente que obtiene
su correlatividad. Valiéndose la razón de las pasiones y llevada por ella y mediada por
los hombres para realizar historias particulares, hechos propios de un pueblo, que no
escapan a la lógica de una historia universal. La historia sí tiene un fin y este es que: “el
espíritu tenga conciencia de su libertad”3. El hombre ha de saber que a la naturaleza de
su espíritu, es decir su desarrollo, ha de ser la libertad. Y la historia en sentido universal
es la exposición de cómo el espíritu labora por llegar a saber su libertad. Cada pueblo
particular, cada hecho aislado, cada situación específica solo ha de entenderse si se la
explicita en el plano de la Idea. Su compresión llegará en relación a la realización de la
libertad. Y el medio de esta realización no será otra cosa que las pasiones de los sujetos:

1
Fukuyama Francis, The end of History? The National Interest, 16 verano de 1989, pp 3-18 en El fin de
la Historia y el último Hombre, Editorial Planeta – De Agostini, S.A. Barcelona 1994
2
Hegel G.W.F., Lecciones sobre la filosofía de una historia universal, Revista de Occidente S.A. Madrid,
1994 pp 71
3
Op cit p. 68

2
“nada grande se ha realizado en el mundo sin pasión”4 la pasión es el medio del cual se
vale la historia y el espíritu para su realización. Grandes hombres ambicionaron hechos
movidos por el afán de conquista, de imperialismo y de dominación y conociendo el
espíritu de su pueblo conforme al espíritu universal (conociendo el particular se da el
plano Universal) han realizado hechos para cooperar a la realización del espíritu.
Sin duda que Hegel plantea como Fukuyama una historia con un fin (y medios
de realización que se distinguen de los del autor estadounidense como lo son la
economía de mercado y de consumo y sumado a estos la participación electoral). Pero
ambos se proponen la libertad como fin. Pero difieren en el sentido en que para
Fukuyama la libertad ha de llevar la impronta del liberalismo occidental y su lógica de
democracia y libertad de mercado como fin de la sociedad. La realización del sujeto, el
fin de las contradicciones y la muerte de las ideologías ha culminado en un sistema
democrático liberal. Las pasiones, motor de la historia hegeliana, han culminado. Los
hombres ya no serán movidos por afanes de gloria, grandes deseos y conquistas como
Napoleón o Alejandro magno. No, para Fukuyama esto ha expirado en la democracia
liberal en donde el hombre ya no busca ser reconocido por sobre los demás, ni tampoco
encarna el espíritu de su pueblo: “la democracia liberal sustituye el deseo irracional de
ser reconocido como más que otros por el deseo racional de ser reconocido como un
igual”. No habrá más pasiones y sin pasiones (sin la astucia de la razón) nada se podrá
hacer. He aquí la diferencia entre un pensador y otro. Hegel plantea el fin de la historia,
no como la realización del liberalismo democrático ni de un sistema liberal económico
con su lógica de mercado para el consumo. Hegel en, en primer término piensa el final
de la historia como la realización del espíritu cuyo fin es la libertad ¿pero libertad para
que? ¿libertad en donde? El hombre llegará a la cúspide de la libertad en el Estado:
“El estado es la realidad efectiva de la idea ética, el espíritu ético
como voluntad sustancial revelada, clara para sí misma, que se piensa
y se sabe y cumple aquello que sabe precisamente porque lo sabe (…)
el individuo tiene a su vez su libertad sustancial en el sentimiento de
que él es su propia esencia, el fin y el producto de su actividad”5
Claramente se ve que el Estado es el lugar donde la Idea de libertad encuentra su
realización, pero quien ha leído la obra de Hegel ha de saber que ante sus ojos el autor
no tenía al Estado liberal moderno, sino que ante él se encontraba Prusia; que no era
democrática en el sentido actual del término; antes bien era un estado monárquico

4
Op cit p. 83
5
Hewgel G.W.F. Principios de la filosofía del derecho. Editorial Sudamericana, Bs. As. 2004 § 257

3
centralizado en la figura de Federico II. Para Hegel Prusia sí era un modelo de libertad
al menos en cuanto a los principios de su época: el estado del pensamiento, de la libre
propiedad, de la administración que solo depende de la ley (es decir el Estado del
derecho). Pero claramente no es la democracia liberal moderna la que propone Hegel.
En principio por su oposición a lo que es la forma de gobierno. Actualmente al
pensamiento liberal (que se da plenamente en lo países económicamente desarrollados)
se propone un sistema gobierno democrático, en cambio Hegel propone una monarquía
(que puede ser constitucional) pero que encuentra su centro en el monarca y cuyas
decisiones en última instancia son propias de él. Aunque mediadas por los estamentos
(cámaras legislativas) de las cuales en una de las dos aparecen representados los
elementos de la plebe. Es claro que en Hegel el pueblo tiene una participación mínima.
Ya que sus intereses particulares (y su actividad dedicada a la ocupación) no pueden
sino alejarse del bien común. Claramente Hegel proporciona una acción ciudadana muy
recortada en donde lo que decide en última ratio es el fiat del monarca. En efecto
podemos observar como ambos autores difieren en los argumentos y elementos que se
desprenden de sus teorías. Por un lado la democracia liberal como fin de la historia (con
la participación electoral, la economía de mercado y consumo). Por el otro lado la
realización del ser en el Estado (monárquico) en donde se logra la autoaprehensión de
uno mismo y se es reconocido como ser único por el Estado.
Una segunda diferencia es que Hegel no plantea el elemento democrático de
sufragio universal, elemento que aparece en Fukuyama como el concepto que zanjará el
ansia excesiva de tymos y la necesidad de ser reconocido como más que los demás.
Claramente la tesis de Hegel es fulminante en este aspecto. Contemplando el fracaso de
la idea republicana y el ocaso en el cual acabaron las dos grandes revoluciones de
Inglaterra y de Francia que acabaron con restauraciones monárquicas. Será, en efecto,
para Hegel, el monarca quien determine lo universal. Luego del debate particular que se
de en el plano administrativo (poder gubernativo y poder legislativo -y sus dos cámaras
propietarios y no propietarios-) será el soberano (en quien se realiza la síntesis de lo
particular y lo universal) quien determine la acción a ejecutar.
Pero en lo que respecta al reconocimiento y el detrimento del tymos, este para no
es eliminado en el sufragio universal como sostiene Fukuyama. El politólogo
estadounidense sustenta que el hombre acaba con su deseo irracional de ser reconocido
por sobre los demás y se conforma con ser considerado como igual y tratado como igual
que los demás. Dicho reconocimiento de igualdad está mediado por el sufragio

4
electoral. Para Hegel esto no es así, sino que el anhelo insatisfecho del tymos encuentra
su realización en el Estado. El Estado moderno da a los ciudadanos el ser reconocido
como miembro activo de la comunidad, inter paris, y reconocido por el Estado. Cada
individuo es reconocido como valor absoluto. Pero el sufragio universal no cumple esa
función depreciativa de tymos sino que la cumple el Estado. En el cual se da el
cumplimiento y la realización del espíritu objetivo, en donde la eticidad (Estado) es el
concepto de la libertad que deviene en mundo existente y naturaleza de la
autoconciencia del hombre. Habiéndose aprehendido para sí el ser no necesita de otro
reconocimiento. El sufragio universal, vuelvo a repetir, no cumple la función de acabar
con el deseo de tymos, sino que es el Estado. Amen de esto vale aclarar que Hegel ve en
el sufragio universal (en ese elemento considerado por Fukuyama como uno de de los
medios de la historia) la preponderancia de los caprichos particulares de la plebe sobre
el monarca y en tal caso el monarca, influenciado, debería atender a las cuestiones y
caprichos particulares antes que al universal. Favorecer a las facciones antes que al bien
común. Por eso la monarquía constitucional propuesta por él no puede verse
influenciada por el pueblo o dicho de otra manera, ser fruto de la soberanía popular:
“la soberanía corresponde al Estado (…) el pueblo, tomado sin sus monarcas y
sin la articulación del todo que se vincula necesaria e inmediatamente con ellos,
es una masa carente de forma que no constituye ya un estado y a la que no le
corresponde ninguna de las determinaciones que únicamente existen en un todo
formado y organizado” 6
No queda duda que en Hegel el carácter indeterminado de la masa amorfa del pueblo no
puede determinar el universal para su realización y que en consecuencia ella nunca va a
poder pensar el espíritu en su realización absoluta y su naturaleza de la autoconciencia
sino, solamente sí, permanece en un todo armónico bajo las leyes del monarca. En
efecto: el detrimento del deseo desmedido por ser reconocido por más que los demás se
logra de maneras diferentes en ambos autores. Así como también de manera distinta se
considera la idea de soberanía popular.
Para finalizar este apartado solo queda por decir que ambos autores difieren en
el fin de la historia como desarrollo del hombre y realización del ser (liberalismo
económico contrapuesto a la libertad del espíritu). Y que ambos no conciben al sistema
de voto popular de manera similar. Uno lo considera como herramienta que ha de
acabar con el tymos y otro como expresión del capricho de la plebe Así las nociones de
Estado y sufragio se redefinen en ambos.
6
Op. Cit. § 279

5
El fin acabado o el fin realizado

Se sostiene que el liberalismo es el fin de la historia en términos hegelianos. Es


aquel punto en que el espíritu absoluto se ha desarrollado y ha logrado la comprensión
de sí mismo y logrado la libertad. ¿Libertad para que? ¿Puede ser el liberalismo el final
de la historia en sentido de la máxima realización? ¿Así lo entiende Fucuyama? O el
liberalismo es el fin de la historia en el sentido de que se ha acabado el devenir
dialéctico de sucesos que comprendía Hegel (nacer, crecer y darse lugar a algo nuevo).
Claramente Fukuyama ve al liberalismo como la ideología triunfante por sobre
los demás pensamientos: socialistas, nacionalistas, totalitarios, etc. No entiende al
liberalismo como el final de los grandes sucesos, sino como fin; como realización del
ser. Pero en términos hegelianos esto no puede ser así. Como bien lo explicita la cita
que hicimos al principio la filosofía siempre llega tarde para la compresión del
momento. El espíritu de una época cuando es comprendido ya ha culminado. El
pensamiento de una época solo aparece cuando esta se ha consumado y su proceso de
formación se encuentra ya acabado y en consecuencia terminado. Asegurar que el
liberalismo democrático occidental ha triunfado y, que como tal, es el espíritu de una
época no quiere significar que dicha época ya ha encontrado su realización. Admitir tal
compresión no quiere significar más que el búho de Minerva ha emprendido su vuelo,
es decir que dicha época ya ha terminado. La comprensión del momento no implica otra
cosa que el fin de la época. La aprehensión del ser no se da sino ya cuando se ha pintado
de tonos grises la época. No se da sino solo ahí cuando la filosofía comprende el
desarrollo de la explicitación del laboro del Espíritu en el plano de la Idea; y entender la
expresión del Espíritu no es más que captar su momento y captar el momento solo será
posible cuando este haya dejado de ser. Por que la filosofía siempre llega tarde… el
poder capturar el universal en el movimiento particular (dado que el universal se
desarrolla por medio de los particulares) solo será posible en el momento en que este ha
pasado.

El comunismo no ha perdido ni los fascismos desaparecidos.

Así como el hombre busca reconocimiento la modernidad llegó a dárselo a


través de la democracia liberal, el sufragio universal y la igualdad. Pero esta igualdad

6
que viene a romper con el tymos –como se ha planteado en la primera parte del trabajo-
no se puede esbozar para el caso de las Ideologías. El triunfo del pensamiento liberal
burgués que aclama Fukuyama no se ha logrado por medio de la igualación de las
ideologías. No se ha logrado como un proceso en el cual el hombre sí ha obtenido el
reconocimiento de sí mismo como igual a sus semejantes por medio del sufragio
universal. No este no es el caso de la ideología. Sino que la ideología ha triunfado
explícitamente por sobre el comunismo, por sobre el nacionalismo y por sobre otras
ideología como puede ser la monarquía hereditaria. Pero si planteamos esto en un marco
hegeliano y lo adentramos a la luz de la dialéctica del amo y del esclavo vemos como
claramente la tesis de Fucuyama comienza a deteriorarse.
Anteriormente he considerado el hecho de haber comprendido un momento
histórico, como en este caso el triunfo de la democracia liberal burguesa, no se puede
dar sino en el ocaso o finalización de la época. Hecho por el cual ha de considerarse que
la democracia liberal comprendida en términos hegelianos, es decir, captar el universal
en movimiento, solo es posible cuando el Búho de Minerva ha emprendido su vuelo.En
este caso consideraremos el triunfo del pensamiento liberal en términos dialécticos, más
precisamente, como lo plantea Hegel en la Fenomenología del Espíritu. En él se
considera que la humanización del hombre no pasa sino por el desprecio de la vida. Que
el hombre solo se sabe a sí mismo, se autoaprehende, cuando pone en riesgo su vida. En
un primer movimiento en que se da la reflexión sobre si mismo, se de un conocimiento
en sí, una conciencia que no es para el otro sino que es de mi mismo, pero esta
conciencia del ser no es en función de otro sino que es de uno mismo. El conocimiento
en el que ser se autoaprehende solo se da en la lucha. En la puesta a muerte de su propia
vida, solo así se logra una conciencia para sí. El conocimiento para sí es una
autoaprehensión del ser: “la autoconciencia es en y para sí en cuanto que y porque es
en sí y para sí para otra autoconciencia; es decir, sólo es en cuanto se la reconoce” 7.
Solo el ser será autoconciente cuando se de a la lucha contra otro y sea reconocido. De
esta lucha surge una raza de amos y esclavos, pero de esta lucha es el Señor el que sale
desfavorecido ya que no encuentra una autoconciencia suficiente para que lo reconozca
como tal. Dado que el reconocimiento del esclavo hacia el amo no es suficiente ni
completo sino que es carente de plenitud. En cambio el esclavo es el que tiene todo el
desarrollo por delante para ser reconocido: “la verdad de la conciencia independiente

7
Hegel, G.W.F Fenomenología del Espíritu, Fondo de Cultura Económico p. 113

7
es, por tanto, la conciencia servil (…) la servidumbre es autoconciencia” 8. El esclavo
en su lucha por ser reconocido por el amo tiene todo por delante. En la medida en que
para la servidumbre la esencia está en el amo: el esclavo tiene por delante la lucha y el
trabajo de ser conciencia en si mismo y de hallar su esencia que se encuentra en otro y
hacerla suya. Es decir de buscar el reconocimiento que se encuentra en el otro y logara
así ser conciencia para sí. Se halla que el esclavo es el que hace la historia. Los
sometidos son aquellos que guiados por las pasiones, la avidez, la puesta de la vida al
servicio de la muerte son los que hacen la historia y los grandes hechos. No los señores
que no luchan por ser reconocidos. Sino que nada se ha hecho sin esta necesidad de ser
reconocidos. El trabajo ahora es la búsqueda del reconocimiento, del ser para sí.
Dado esto cabe observar si la victoria del liberalismo en el plano universal (en el
desarrollo de la explicitación de la Idea sobre la razón) supone la victoria final y como
plantea Fukuyama El fin de la Historia y la muerte del comunismo y nacionalismo.
Claramente esto no es posible en términos hegelianos. Solo cabe afirmar que en la lucha
por el reconocimiento de las ideologías el liberalismo ha triunfado. Se ha puesto por
encima de la ideología comunista y la ha esclavizado. Pero esto no significa el fin de la
historia, sino que de forma contraria es el socialismo, son los nacionalismos los que
tiene la historia por delante. Los que han de laborar en el plano de la Idea los que han de
reclamar la autoconciencia. El triunfo del pensamiento liberal burgués no es más que el
ocaso de este. Y lo podemos asegurar en doble sentido. El ocaso, en primer término, en
la compresión de una época, comprensión que solo se logra cuando la época ha
concluido y se ha acabado. Y en segundo término el ocaso del liberalismo queda
explicitado en su triunfo por sobre el socialismo, triunfo que no hace otra cosa que darse
a si mismo y carecer de un semejante que logre satisfacer su necesidad de
reconocimiento y que a tal efecto quien tiene todo el trabajo por delante, quien ha de
hacer la historia, quien ha de luchar en el mundo y lograr así explicitar la libertad en el
plano universal no son más que los esclavos por medio del trabajo. No es más que la
ideología en su lucha por el reconocimiento de su ser: “la conciencia no es en esto para
ella misma y no el ser para sí. Pero a través del trabajo llega a sí misma” 9. Esto
entraña el arriesgar la propia vida por parte del esclavo. Y es allí en donde Fukuyama
dice que si bien no todo el mundo, ni todos los países adoptan el tipo de régimen liberal
democrático, y que algunos caen en gobiernos teocráticos o totalitarios, ninguno puede

8
Op. Cit p. 119
9
Op. Cit. p. 120

8
superar el ideal de la democracia liberal. Pero en estos puntos que él marca son en los
cuales hay que trabajar, o mejor dicho en los cuales trabajaran las ideologías sometidas
por el pensamiento liberal. Y que agraciadamente el autor llega a la misma conclusión
en que del lado de la izquierda se sostiene que la: “división del trabajo que ipso facto
implica un reconocimiento desigual”10. Pero el autor plantea esta carencia de
reconocimiento al interior de la relación del sistema liberal y no entre las ideologías
existentes. Él sostiene que la critica que realiza la izquierda es al interior del sistema y
no entre los sistemas de pensamiento y la labor de la izquierda para ser reconocida por
sobre el liberalismo.
Para finalizar este punto es necesario reconocer que a diferencia de lo que piensa
Fukuyama la izquierda no ha perdido su valor en el mundo actual liberal burgués. Sino
que por el contrario es la izquierda la que tiene el trabajo de llevar adelante la
emancipación de este sistema y lograr ser autoconciencia aprehendida a partir de los dos
supuestos de Fukuyama, la compresión de la historia en movimiento que canta a la
desaparición del orden vigente y la victoria del pensamiento burgués en la lucha a
muerte por la conciencia para sí. Estos dos anclajes son los que en la negatividad del ser
han de posibilitar la lucha por la recuperación del ser en y para sí de la ideología
comunista que Fukuyama afirma muerta.

Conclusión

Simples comprensiones hemos de sacar de este escueto análisis propagado por la


filosofía hegeliana acerca del texto de Francis Fukuyama. El argumento central de
Fukuyama el triunfo del pensamiento democrático liberal burgués por sobre el
socialismo –y demás ideologías- parece caerse con el solo hecho de que en la misma
afirmación se encuentra la negación y la superación del principio y el paso al universal
concreto (que contiene en sí los elementos anteriores pero los supera). Desde el
momento que Fukuyama afirma el triunfo del pensamiento burgués, desde el momento
en que se jacta de comprender y captar la compresión en el movimiento de una época;
desde el instante en que la filosofía comprendió una época en su movimiento el búho de
Minerva alza su vuelo en el ocaso. Es decir, la época comprendida ha finalizado y
comenzado un nuevo estadio. O tal vez esta aclaración, en referencia a la dialéctica del
10
Op. Cit. p 23

9
amo y del esclavo, sea aún más demostrativa y es cuando se trabaja en términos de la
búsqueda de reconocimiento. En esa batalla a muerte y desprecio del ser que se tiene
enfrente surge una raza de amos (vencedores –democracia liberal-) y un esclavo
(quebrantados –socialismo-) pero el reconocimiento del vencedor es precoz, ya que no
ha de alcanzarle con el reconocimiento de su sometido y no posee pares que lo
reconozcan como mayor. Es por eso que en esa disputa a muerte quien tiene todo el
trabajo por buscar el reconocimiento de su superior es el socialismo. Es la doctrina
social la que ha de laborar por llegar a saber lo que es en sí misma y comprender su ser.
Llegar a saber su libertad y explicitarla en el plano de la Idea (en la historia). Es por eso
que me atrevo a decir que Fukuyama al tratar de enterrar al socialismo no hace más que
exhortarlo a la labor de procurar su reconocimiento como instancia superadora del
pensamiento actual. Como quien lucha por el reconocimiento y su realización como tal.
En lo que respecta a la soberanía popular, por un lado Fukuyama sostiene que
esta viene a romper ese anhelo en el hombre desmedido de desear el reconocimiento
(tymos) el sufragio universal no viene sino a igualar a los hombres y que estos
solamente deseen ser reconocidos como sujetos de derechos iguales que los demás. Para
Hegel no es así sino que es el Estado el que iguala a los hombres y no la soberanía
popular ejercida en el acto delegativo de elecciones sufragantes. No, no es así, sino que
el Estado: “El estado es la realidad efectiva de la libertad concreta (…) que consiste en
que la individualidad persona y sus intereses particulares tengan su total desarrollo y
el reconocimiento de su derecho”11. Es el Estado el que iguala el interés particular de
los hombres y lo universal del interés común, en el Estado se realiza la síntesis de la
universalidad y de la particularidad. Y en esta redefinición del estado al sufragio
universal solo ha de quedarle la definición de ser la expresión de los caprichos de la
plebe sobre las instancias del monarca.
Luego de esta relectura de Fukuyama a la luz de la teoría hegeliana se aclaran
los matices que presenta el texto del politólogo estadounidense. La precariedad de su
comprensión y quien sabe o no, su servilismo al pérfido sistema liberal.

11
Op. Cit. § 260

10

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