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¿POR QUÉ FILOSOFAR?

CUATRO CONFERENCIAS (1964) Jean-François Lyotard

Este libro consta de cuatro partes que se corresponden con cuatro conferencias dadas a los
estudiantes de Propedéutica en la Sorbona durante el último trimestre de 1964.

¿POR QUÉ DESEAR?

Cuando nos preguntamos por qué filosofamos, lo que estamos haciendo es tratar de dar una
explicación, una justificación, una argumentación, motivos, razones, elementos que nos permitan
dar cuenta de por qué hacemos eso, cuáles son los resortes últimos que permitirían dar cuenta de en
este caso la realización o la pervivencia de la filosofía. Ahora bien, preguntarse por qué filosofar
manifiesta la posibilidad de no hacerlo. Por qué filosofamos cuando podríamos -ahorrándonos
tiempo y esfuerzo- no hacerlo. Esto nos pone de cara ante un rasgo de la filosofía: que parece
responder en última instancia al deseo, a la voluntad, a la libertad de llevar a cabo un ejercicio
motivado simplemente por el deseo de hacerlo. Se desea porque el filósofo -como Eros, dice
Lyotard- es hijo de la pobreza y la abundancia, porque busca respuestas vitales. Lo esencial del
deseo descansa en esta estructura que combina la presencia y la ausencia.

También lo vemos en Freud: Lyotard afirma que la obra del austriaco sigue siendo de enorme
relevancia porque pone en comunicación la vida sexual con los demás ámbitos de la vida -lo
afectivo, lo social, lo religioso- profundizando en una una simbología del deseo común a todos
ellos. Y, haciendo su interpretación de El Banquete de Platón, concluye Lyotard que para Sócrates la
neutralización de la lógica de Alcibíades es el único objetivo perseguido, eso significaría que se ha
comprendido al final que la sabiduría no puede ser objeto de intercambio, porque jamás está segura
de sí misma, y sobre todo porque no hay objeto, sino únicamente intercambio. En vez de buscar la
sabiduría nos valdría más buscar por qué buscamos. Filosofar no es desear la sabiduría, es desear el
deseo.

Y esto podemos comprobarlo si miramos nuestra historia: el diálogo platónico, las meditaciones
cartesianas, las críticas kantianas, la dialéctica hegeliana, la dialéctica marxista, todos estos son
momentos de Occidente, modalidades de su palabra filosófica, que ni mucho menos han
desaparecido sino que más bien siguen acompañándonos y son el suelo en el que nos movemos. Y
es el movimiento del deseo el que mantiene unido lo separado o separado lo unido, y para esto
podría decirse que filosofamos. Dice Lyotard que si se nos pregunta por qué filosofar, siempre
podremos responder con otra pregunta: por qué desear. Y ante ello responder: filosofamos porque
queremos.

FILOSOFÍA Y ORIGEN

Hay que filosofar porque se ha perdido la unidad. El origen de la filosofía es la pérdida del uno, la
muerte del sentido. Anima Lyotard a buscar el origen de la filosofa desde los presocráticos, cuando
el momento trágico en la unidad del sentido se podía atestiguar, ya, y al mismo tiempo que se
ocultaba. O desde Hegel para quien la escisión es la fuente de la necesidad de practicar la filosofía.
¿Cuándo y de qué manera se ha perdido entonces el sentido del uno?

Si a lo largo de la historia de la filosofía siempre se ha preguntado la filosofía por esa escisión, si


siempre ha habido una continuidad en el deseo de la unidad es porque en sí, la filosofía misma es
una lucha contra la desaparición del sentido. La pérdida de la unidad, la escisión que separa la
realidad y el sentido, no es entonces un acontecimiento que haya que buscar en la historia sino
justamente su motivo.

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¿POR QUÉ FILOSOFAR? CUATRO CONFERENCIAS (1964) Jean-François Lyotard

Tenemos necesidad de filosofar entonces porque se ha perdido la unidad y porque vivimos y


pensamos en la escisión, pero continuamente, es por tanto algo actual y presente. La filosofía es
resistencia. Se pregunta Lyotard -otra vez- qué es lo que tiene que ver el filosofar con esta pérdida
única, permanente, del sentido, de la unidad, que se pierde una y otra vez.

SOBRE LA PALABRA FILOSÓFICA

Se estudia aquí la relación entre la palabra y la filosofía. Si la filosofía en su origen es deseo como
un esfuerzo por hablar tratando de recomponer la unidad perdida, se trata entonces de estudiar en
qué consiste la palabra filosófica, la que piensa sobre el pensar y sobre el sentido de lo que es dicho.
Realmente, es entonces una palabra dadora de sentido. El filósofo es el que intenta decir algo de las
cosas, el que intenta superar la insatisfacción en su búsqueda del objeto de deseo. Pero el filósofo
no habla solo, e incluso cuando lo hace, no está solo. Hablar es comunicar, que no es recitar un
discurso prefabricado. Pero se trata también de prestar atención a las interpelaciones que siempre
nos dirige un interlocutor y que nos hace redirigirnos hacia lo que pensábamos. Lyotard lo expresa
como un intercambio de roles, yo por el del otro y el otro por mí.

Ahora bien -dice Lyotard- el filosofar comienza con el desamparo, cuando Dios enmudece, cuando
se pierde la unidad de la multiplicidad, que es cuando lo diferente deja de hablar. Es lo paradójico
de la filosofía, que es la palabra que se alza cuando el mundo y el hombre parecen haberse callado.
El filósofo comienza a hablar en busca de ese verbo que no termina nunca de retenerlo.

Termina Lyotard esta sección diciendo que podemos responder a ‘¿por qué filosofar?’ con ‘¿por qué
hablar?’ Y puesto que hablamos, ¿qué es lo que hablar quiere decir y no puede decir?

SOBRE FILOSOFÍA Y ACCIÓN

La realidad de la filosofía procede solamente de la irrealidad de la realidad, de la carencia que


experimenta la realidad, del deseo de otra cosa, de otra organización de las relaciones entre los
hombres en la sociedad, de la imposibilidad de liberarse de las viejas formas sociales. Por la
carencia del mundo humano hay en él deseo, y la filosofía puede construir en esa carencia un
mundo no-humano, metafísico, un allende, un más allá.

El ‘ahora se trata de transformar el mundo’ (Marx) significa, que hay que cambiar la vida para que
no haya que soñar, para que no haya que filosofar, que debemos tomar posesión de nosotros mismos
no en el mundo separado y desequilibrado del sueño nocturno, sino en ese mundo que todos
tenemos en común. ¿Pero qué puede entonces hacer el filósofo estando en ese allende o más allá?
Una acción transformadora: destruir o contribuir a destruir lo que hace posible la falsa conciencia,
colmar en la práctica la carencia cuyo origen es la desorientación ideológica. Si hay que transformar
el mundo es porque hay en él una aspiración a otra cosa, es porque lo que le falta ya está ahí, es
porque su propia ausencia está presente ante él, porque como hemos dicho antes, es necesaria la
lucha por el sentido. Si no hubiera en la realidad lo que los marxistas llaman tendencias, no habría
transformación posible. Dicho de otra manera, ya existe un sentido que ronda por las cosas, por las
relaciones entre los hombres; transformar realmente el mundo entonces es liberar ese sentido. Por
esto la acción transformadora no puede dejar de ser una teoría en el verdadero sentido de la palabra,
una palabra que se arriesga a decir lo que pasa y sus consecuencias, que desea realmente el deseo de
la realidad.

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¿POR QUÉ FILOSOFAR? CUATRO CONFERENCIAS (1964) Jean-François Lyotard

¿Cómo saber que la lectura que vamos a dar de la realidad es correcta, que la tendencia por la que
apostamos es la tendencia que preocupa efectivamente al mundo? No hay política infalible. De esa
falibilidad de la acción el marxismo nos da al menos una buena razón sobre la que hay que
reflexionar, razón que nos aproxima a las relaciones entre filosofía y acción: si hay un sentido en la
realidad que pide acontecer para satisfacer una necesidad de transformar el mundo y no acontece, es
porque algo lo impide. Así, la interpretación de la realidad, la comprensión del enunciado de lo que
desea realmente la sociedad, y por lo tanto la misma teoría revolucionaria, a los ojos del marxismo,
está separada de la práctica, está obstruida por lo que Marx llama las ideas dominantes, las de las
clases dominantes. Por eso para Marx la palabra no puede llegar hasta lo que tiene necesidad de ella
de una manera sencilla o inocente sino contradictoria. El proletariado no puede tener acceso libre y
directo al lenguaje y a la articulación, a la teoría y a la organización.

Por una parte el sentido latente del mundo que nos circunda, entre nosotros y en nosotros -parece
que habla Jean-Luc Nancy- se apoya en la palabra y sostiene y guía el sentido, pero por otra parte
hay siempre una separación que mantiene la realidad total más allá de nuestra conciencia. Pensar,
desde el punto de vista de la acción, es ante todo luchar contra todo lo que impide al deseo tomar la
palabra y con ello el poder, contra el capitalismo como eso que se interpone entre los hombres y lo
que ellos mismo hacen, entre el hombre y los demás, y también entre el hombre y lo que piensa.

No se puede transformar el mundo si no es comprendiéndolo, y la filosofía puede parecer un adorno


o un pasatiempo -dice Lyotard- pero también puede conseguir que el deseo del sentido que está en
la realidad venga a sí mismo, que la carencia que padecemos como individuos y como grupo se
tematice y pueda ser transformada.

Por lo tanto -concluye Lyotard- hay que filosofar porque existe el deseo, porque existe ausencia en
lo presente, y porque nuestra tendencia así como nuestras capacidades nos permiten articular y
organizar aquello que lo necesita. También hay siempre distancia, hay diferencia entre lo que
creíamos conseguido y aquello a lo que hay que llegar, entre lo dicho y el decir, porque no podemos
dejar de atestiguar la presencia de la falta con la palabra. ¿Filosofar? Pero hombre -podríamos
protestar para terminar- ¿cómo no vamos a tener la necesidad de hacerlo?

Y acabo con una reflexión sobre los dos textos que he trabajado en la asignatura y que expongo
ahora en este examen, y que en ningún momento los escogí -o al menos eso creo- con el ánimo de
compararlos o buscar similitudes entre ellos, pero las similitudes, haberlas haylas. Después de la
lectura de estos dos libros hay algo que salta a la vista, algo relacionado con la importancia que se
da al sentido. Un sentido percibido, diría yo, desde esa perspectiva negativa que nos envía esa
'pérdida' de la 'postmodernidad' desde eso que ya todos hemos dado por hecho, y que llamamos con
Lyotard, la caída de los meta-relatos, más acotado por parte de Nancy en uno de estos, en el
comunismo. Tanto en uno como en otro texto late un reclamo, una petición, un esfuerzo por
desvelar un sentido que como dice Lyotard está ahí, latente, en las cosas, entre nosotros y en
nosotros -en el ser-en-común de Nancy. Y ese esfuerzo requiere de la praxis, que es acción, pero
cuya mejor herramienta es la 'palabra'. Y por esto, claro, no es causal que en estas dos obras
aparezca aquella solicitud marxiana de 'transformar' del mundo. Probablemente diría Nancy a
Lyotard que sí, que los meta-relatos han caído pero han dejado un legado.

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