Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La buena fe
Dos acepciones se han dado de la buena fe: i) la buena fe creencia; y ii) la buena fe probidad
La buena fe creencia resultaría de cierto estado psicológico y de una convicción sincera del
espíritu, que deberá estar fundada con moderada razonabilidad, y no en el simple creer
candoroso. Es una firme persuasión sobre la legitimidad con que se adquiere y mantiene una
determinada situación jurídica. Por su parte, la buena fe probidad es la conducta en el obrar, el
proceder recto y leal, sin engañar a nadie y sin intentar perjudicar, descartando también hacer
uso de los derechos o facultades con extremo o innecesario rigor, de modo tal que pueda
surgir de este obrar un daño injusto respecto de la otra parte o de un tercero.
En el art. 9º del nuevo Código la buena fe está regulada como un principio general aplicable al
ejercicio de los derechos, lo que luego se complementa con reglas específicas aplicables a
distintos ámbitos.
2. El principio de publicidad
Otro de los principios del Derecho Comercial o Mercantil es el principio de publicidad que
presenta dos diferentes visiones dentro de un mismo instituto, cual es la transparencia y el
conocimiento de la actividad comercial respecto de los terceros:
El nuevo Código Civil y Comercial de la Nación incluye una serie de normas positivas
específicas que, modificando el criterio originario del Código de Vélez, imponen una
presunción de onerosidad respecto de ciertos actos jurídicos y contratos, al mismo tiempo en
que mantiene dicho principio presuntivo en normas que anteriormente se encontraban
contempladas en el Código de Comercio derogado.
Ello, además del régimen especialmente protectorio que el propio Código otorga a aquellos
actos cumplidos a título oneroso en lo que hace al ejercicio de las defensas invocables por
contratantes y terceros, respecto de los efectos y de su oponibilidad.
4. La apariencia
La apariencia no constituye una categoría autónoma abstracta, sino que opera en el ámbito de
un acto o de un negocio jurídico. El acto o negocio es afectado por una irregularidad de origen,
atribuible a la inexistencia de la situación jurídica que constituye su presupuesto ordinario
según la correspondiente previsión normativa. La situación jurídica presupuesta es, para ser
precisos, aquella situación jurídica sobre cuya existencia recae el error objetivamente
excusable. Y puesto que esta situación opera como fuente de legitimación respecto del acto o
del negocio, su ausencia debería conducir, directamente, a la ineficacia. El papel jurídico de la
apariencia es, justamente, obviar lo más posible esta causa de ineficacia, y permitir, por lo
tanto, que el acto o negocio irregular produzca de todas maneras los efectos que les son
propios.
Para que la apariencia sea fuente de representación, es necesario que exista una actividad del
representado que genere en los terceros la creencia que una determinada persona reviste el
carácter de representante. Es decir que no basta que el que se pretende representante actúe
haciendo creer a los terceros que reviste tal calidad sino que debe ser el propio representado
el que genera la situación de confianza en los terceros.
El nuevo Código menciona como ejemplo —en el art. 368— tres situaciones que generan
representación aparente; es decir que hay representación aún sin un acto expreso de
apoderamiento, estableciéndose una presunción al respecto:
i) quien de manera notoria tiene la administración de un establecimiento abierto al público,
pues se lo reputa apoderado para todos los actos propios de la gestión ordinaria de éste;
ii) los dependientes que se desempeñan en el establecimiento a quienes se presume
facultados para todos los actos que ordinariamente correspondan a las funciones que realizan;
y
iii) los dependientes en cargados de entregar mercaderías fuera del establecimiento a quienes
se presume facultados para recibir el precio y otorgar el correspondiente recibo.
Puede así decirse que la doctrina de la apariencia busca tutelar la seguridad dinámica de un
tercero que actuó de buena fe confiando en lo que verosímilmente se le presentaba como
cierto, anteponiéndola a la seguridad estática de quien alega una representación o un derecho
que no tiene y del mandante o titular del derecho, que permite que tales apariencias se
muestren en su establecimiento o ante su vista, sin hacer nada para evitarlo o acotar tal
posibilidad.
5. Confianza
La doctrina ha señalado que existe consenso en entender que la confianza es la exigencia que
se impone a todo aquel que con sus conductas o sus manifestaciones de voluntad, suscite en
otro una razonable creencia con respecto a ellas, estando obligado a no defraudar esa
expectativa. Existe además un inevitable punto de contacto entre la buena fe —art. 1061 del
mismo Código— y la confianza.
Las reglas se aplican por medio de la subsunción, en cambio, los principios se aplican mediante
la ponderación, a veces conocida como razonabilidad, proporcionalidad —en sentido lato— o
interdicción de la arbitrariedad.
Los principios deben aplicarse proporcionalmente no debiendo excluirse entre sí, sino que en
cada caso se debe ponderar o pesar cuál ha de tener la preferencia y en qué medida.
En relación con los principios del Derecho Comercial o Mercantil, podemos señalar que los
mismos conforman una red de interaplicación, en la que —de un modo funcional—
interactúan y se complementan entre sí conformando un sistema de principios que cuentan
como núcleo central con la buena fe, y desde y hacia la cual se desprenden y convergen —
simultáneamente— los cuatro principios restantes, tales como la publicidad, la presunción de
onerosidad, la apariencia y la confianza legítima.