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Artículo 72. La ley puede, sólo por razón de seguridad nacional, establecer
temporalmente restricciones y prohibiciones específicas para la adquisición,
posesión, explotación y transferencia de determinados bienes.
Código Civil de 1984 limita la autonomía privada de los particulares. Una fuerte
crítica que se dirige contra el Código Civil de 1984 está referida a los plazos de
duración de los contratos u otras figuras jurídicas, como el plazo para solicitar
la prescripción adquisitiva de la propiedad, los cuales han sido fijados
arbitrariamente por el legislador, pero que ha considerado idóneos atendiendo
a los antecedentes legislativos, la legislación comparada, la doctrina y en
algunos casos a la jurisprudencia y por supuesto, el propio ejercicio
profesional. Sin embargo, en muchos casos los plazos establecidos por el
legislador son muy estrechos y la realidad negocial exige plazos más largos.
Esto ha generado que, por ejemplo en la nueva Ley General de Sociedades se
amplíe la autonomía privada en una clara contradicción con el Código Civil.
En tal sentido, viene al caso señalar que de conformidad con el artículo 1361
del Código Civil, los contratos son obligatorios en cuanto se haya expresado
en ellos, este artículo recoge el principio pacta sunt servanda el cual significa
que los acuerdos entre las partes o pactos deben cumplirse en sus propios
términos, no pudiendo exigirse algo distinto de lo convenido salvo que ellas
mismas, expresa o tácitamente acuerden modificar los alcances de lo
convenido. En consecuencia, habiendo las partes pactado voluntariamente
(por cuanto ninguna de las partes ha cuestionado el contenido del convenio) el
contenido del Convenio en el cual, si bien se estableció la posibilidad de
modificar o ampliar los alcances del mismo (lo cual incluye el incremento del
presupuesto
Claramente compatibles con los principios del derecho mercantil son, por un
lado, la afirmación de la libertad de contratación y, por el otro, el efecto
vinculante del contrato, que lleva como apéndice el corolario de que los jueces,
como regla general, no deben inmiscuirse en cuestiones propias del tráfico y
por lo tanto no les es dable alterar lo acordado por las partes contratantes.
Cierto es que las ideas que predominaron en el siglo XIX requirieron una
adaptación a la realidad social que la sucedió. De ahí que los principios
considerados básicos de toda relación jurídica, como es el respeto por lo
acordado y a limitar la intervención de terceros entre las partes (incluyendo al
juez) fue evolucionando al compás de los cambios sociales, pero también
influido por las ideas políticas.
Del temor a la interferencia del Estado en los contratos surge también el temor
a la intervención judicial en el ámbito contractual y la necesidad de enfatizar
que ello solo puede ocurrir en puntuales circunstancias. Como dice el artículo
960, cuando sea a pedido de alguna de las partes en los supuestos que la ley
lo autorice o cuando de un modo manifiesto se afecte el orden público (lo que,
por definición, debería ocurrir en mínimas y puntuales ocasiones).
En dicho contexto, nosotros hemos optado por definir el contrato como un acto
creador de normas jurídicas a través del acuerdo de las partes. se trata, pues,
de una relación jurídica resultante del ejercicio de la libertad contractual de las
partes.