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T E A T R O EC U A TO R IA N O

D ESD E LOS O R IG E N E S H ASTA 1892

A pesar de que el títu lo , asi' de universal, simple y categórico


—"T ea tro Ecuato riano "—, parezca exigir crónica rigurosa y comple­
ta desde los más oscuros comienzos, no siendo el nuestro quehacer
de arqueólogos, y ni siquiera de historiadores, sino de crítico s, nos
reduciremos a trazar el cuadro más somero —y, por ello mismo, más
seguro— de las manifestaciones teatrales de la literatura ecuatoriana,
precolombinas y coloniales.
T E A T R O P R E C O LO M B IN O
Ningún texto dram ático hay en la literatura ecuatoriana que pue­
da tenerse con alguna, no solo certeza, pero ni remota probabilidad
por precolombino.
Sin embargo, antropólogos y folclorólogos han creído hallar ves­
tigios de manifestaciones escénicas. T a l el caso del primer compila­
dor de nuestros estudios folclóricos, Paulo de Carvalho Neto, y el de
los más acuciosos investigadores de nuestro folclor, los esposos A l­
fredo y Piedad Costales Samaniego.
Paulo de Carvalho ha tratado el tema lo mismo en su "D iccionario
del folclore ecuatoriano" (1) que en su artículo " E l teatro folcló ri­
co" (2 ). En la "In tro d u cció n " al Diccionario, Carvalho Neto dedica
especial lugar a los "au to s" o "teatro fo lcló rico ", y trae un texto re­
cogido por Pablo Herrera que da la imagen de una representación
que muy bien pudiera hundir sus raíces en tiempos prehispánicos
(3 ). Según aquel documento, una de los actos que para solemnizar
algún fasto español se hicieron en Quito, a comienzos del siglo X V II ,
representaba "la conquista de Huaynacapac y el castigo de los rebel­
des en Q uijos".
A si aparece aquella representación, que da una idea de otras se­
mejantes, en los "Apuntam ientos de algunos sucesos que pueden ser­
vir para la Historia de Q u ito ", de Pablo Herrera: "En traro n en la pla­
za los ejércitos de la última Reina de Quito y del Inca. Los de la pri­
mera estaban compuestos de compañías de las ocho naciones llama­
das quillaisingas, jíbaros, cojanes, litas, quijos, gungas, niguas y man-
(|ais. Todos componían un número de más de cuatro mil hombres ar­
mados con las armas propias de los indios, a saber: hondas, flechas.

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porras, hachuelas, chuquis, macanas, etc. y los instrumentos que usa­
ban, como pífanos, guayllacos, angaras, atambores, etc. El Inca traía
consigo cuarenta mujeres con sus orejeras llautos y patenas de plata
y brazaletes. A l fin traían un carro en el que estaba un monte es­
peso artificiosam ente compuesto con mucha caza de todos animales,
y en seguida otro carro donde se representaba el castigo que se dio a
los caciques Pende y Jumande que se sublevaron en la provincia de
los Quijos. Ambos ejércitos marcharon con'sus bagajes de chicha,
a jí, coca, etc., que venían en una m ultitud de llamas. Los jefes o ca­
pitanes estaban con los rostros embijados y ostentando un luio extra
ordinario. Las camisetas del ejército eran de lana y oro, y los som­
breros o morriones adornados de vistosas y brillantes plumas. En la
plaza representaron el combate al son de sus instrumentos bélicos y
la algazara con tanta realidad que representaban fielmente los que
se acostumbraban dar en tiempo de los Incas. Term inó la escena con
la muerte de la reina de Cochasquí y el remedo del modo con que
los indios cantaban la victo ria" (3).
La pintura de aquella jornada es fresca y viva, y la intención del
narrador de rem itim os a tiempos de Incario queda patente: . re­
presentaban fielm ente los que se acostumbraban dar en tiempo de
los Incas". Con este relato coinciden otros, de cronistas que asistie­
ron a funciones semejantes en los primeros días de la Colonia o tu ­
vieron noticia de que ellas fueron costumbre del Incario. A s í el pa­
dre Juan de Velasco, quien al reseñar en el libro II de su "H isto ­
ria A n tig ua", los meses y fiestas en el reinado de Huaynacapac, di
ce del Capac-Raym i: "S e celebraba concluida la siembra del m aíz,
como fiesta última o de cabo de año. En ella representaban sus co
medias muy instructivas y morales, compuestas por las personas más
sabias de la real fam ilia para la instrucción del pueblo. Concluidas
las comedias, comenzaban diversas especies de juegos. ."'(4 )
Ni cabe duda de que aquellas acciones de que da noticia Modesto
Chávez Franco en sus "Crónicas del Guayaquil antiguo” , debieron
haber sido prolongaciones de los juegos escénicos aborígenes, pues
nada semejante hallamos en la Península. Esto es lo que cuenta Cha-
vez Franco: "Desde por los años de 1550 los ciudadviejeños hacían su
teatro G R IE G O al aire libre, en la plaza de la Matriz primera, des­
pués de Santo Domingo, en donde las más veces bajo la dirección
personal de sus propios corregidores y de los jefes militares se daban
ejercicios y simulacros de ataques y defensas de la plaza entre indios
i conquistadores, o entre moros i cristianos. ." (5)
Las noticias ecuatorianas de un teatro anterior a la conquista es­
pañola, salvo aquello del P. Velasco de las "comedias muy instructi­
vas y m orales", nos dejan más ante pantominas masivas y juegos co­
m unitarios, que ante libretos elaborados y representados por cua-

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dros de actores, al tenor de lo que era el teatro occidental del
tiempo
De tales pantomimas y juejjos apenas podemos esperar que hayan
dejado huellas literarias. Y , sin embargo, sabemos que hubo una lite­
ratura precolombina quichua, y que en ella, junto a la épica y la lír i­
ca, se cultivó el teatro. Jesús Lara nos ha hablado del wanka y el
aranway. " E l primero era de carácter eminentemente histórico y se
encargaba de rememorar la vida y hazañas de los monarcas y de los
grandes adalides del imperio. En este punto es preci'so poner de relie­
ve que el protagonista debía ser un personaje que en la vida real ha­
bía dejado de existir. No se perm itía, por ley o por costumbre, llevar
a escena hechos de personajes que aún vivían. El género aranway dis­
ponía de una temática más amplia, pues podía abordar cualesquiera
episodios relacionados con la vida ordinaria" (6).
Jesús Lara y todos los estudiosos del teatro indio precolombino
reconstruyen lo que pudiera haber sido la vida teatral del Incario a
base de los cronistas. M artín Morúa nos ha hablado de una épica dia­
logada y coral; Sarm iento de Gamboa, de una - specie de drama his­
tórico en tiempos de Pachacutec Inca Yupanqui, cuando el soberano
mostró las momias de los Incas, sus antecesores, y se representaron
escenas de la vida de cada uno de ellos (/ ). Pero todo esto es, para
nosotros, historia; no teatro. El teatro ha podido entreverse en ese
vago pasado, y la historia ha suaerido pistas para rescatar algo de lo
por ella referido. Tal el caso del mismo Lara, y otrosquichuistas, que
por años han buscado una pieza sobre la muerte de Atahualpa, de la
que la historia les había hablado repetidas veces. Pero parece que to ­
dos han fracasado en la empresa. Hasta Lara, que, al decir de hom­
bre tan seguro en la materia como es Guillerm o Ugarte Chamorro, se
ha ilusionado demasiado a la ligera con cierto hallazgo y lo ha dado,
sin más, por esa pieza de la muerte de Atahuallpa tan nombrada y
tan buscada
( El tema de la muerte de Atahualpa parece haber dado origen a nu­
merosas obras, a lo largo de todo lo que fuera el Tahuantinsuyo. De
aquel verdadero ciclo creemos que podrían hallarse en el Ecuador
vestigios, y no sería raro que al menos materiales hubiesen servido
l>ara cierta representación habida en Lo ja, ya por el 1839, en honor
ni Presidente Juan José Flores, con el títu lo de " L a Tragedia de Ata-
halipa” , de la que nos da noticia Ricardo Descalzi) (8).

Sobre un fondo tan vago, hecho de noticias de los cronistas, pre­


sunciones y laborioso rastreo de huellas centenariamente deforma­
das, sonó fascinante el anuncio hecho por Ricardo Descalzi en su
"Historia C rítica del Teatro Ecuatoriano” de haber descubierto una
pieza de teatro indio ecuatoriano, a la que decía haber bautizado co­

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mo " E l Diun-D iun". Por si fuese poco tanto anuncio, Descalzi nos
dio en el primer tomo de su "H isto ria C rítica del Teatro Ecuatoria­
no" el texto de " E l D iun-Diun" en quichua con su versión española,
autenticidad,
Pudo haber sido asunto que pusiese en su seguimiento a sabuesos
que husmeasen su antigüedad, su autenticidad, su originalidad, en
zarzándose en interminables discusiones —piensese en el "O lla n ta y "
sobre el cual tanto se discute y tanto se cambia de pareceres hasta
hoy, y va ya la cosa para más de un siglo.
Ventajosamente toda esta maquinaria se vino al suelo cuando el
profesor Manuel del Pino, a quien Descalzi citaba como el recopila­
dor y traductor al castellano de la obra (9 ), declaró a un diario qui­
teño que él era el autor del "D iu n -D iu n " y que él mismo, a pedido
de Descalzi, tradujo su pequeña pieza al quichua. (10)
En dos artículos aparecidos en " E l T iem p o ", en mi columna "Mi-
croensayo" d iscutí el lamentable asunto, rechazando, como era na­
tural, autenticidad y antigüedad de aquella que se había querido
hacer pasar por pieza de teatro indio ecuatoriano — precolombina, o
al menos de importante antigüedad—. Anote que otra cosa podía ser
la leyenda: parecía que el profesor del Pino había recogido una le­
yenda para hacer su pequeña pieza, destinada a cierto acto escolar
en la región de Achupallas. Pocas semanas después viajó a Achupa-
llas el eminente antropólogo Alfredo Costales Samaniego y tras pro­
lijas averiguaciones llegó a la misma conclusión: Había en aquel rin ­
cón de nuestros Andes la leyenda; no había habido teatro (11).
* * *

Más allá de lo que nos contaron los cronistas, hay un único cam i­
no que puede permitirnos hacer calas en nuestro teatro precolombi­
no: el de las supervivencias folklóricas. Juegos pantom ímicos, masi­
vos y comunitarios, cargados de recordación histórica y de sentido
ritual, y hasta mágico, merced al respeto que merecen a las com uni­
dades indígenas aquellas funciones que tienen el lugar de afirm acio­
nes de su mismo ser y de manifestaciones culturales, se han manteni­
do intactos durante largos años en que antropólogos y folclorólogos
los han observado. A l recurrir cada año las fechas señaladas -- algu­
nas acomodadas sincréticamente al calendario católico — se han re­
producido idénticos, paso por paso, juego por juego, rito por rito,
sin que hayan podido cambiarlas, en lo esencial, ni la religión católi­
ca — ortodoxa, celosa, unificadora—, ni la invasión de la civilización
desacralizadora y desmitificadora. (Es verdad que hallamos la pre­
sencia de tal cual elemento de menor edad. Pero en muchos de esos
casos cabe pensar que detrás quedó, apenas velado, el elemento arcai-

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co. Asi', en los ángeles, que bien pueden encubrir elementos demo-
nológicos quichuas). Este es argumento suficientemente fuerte para
presumir que tales manifestaciones dramáticas arrancan de muy le­
los, de tiempos precolombinos, o como se hallan ahora, o al menos
m una forma que late, apenas oculta, tras los hechos folklóricos ac­
tuales.
En este campo de las supervivencias folklóricas de hechos teatra­
les, la investigación más seria que se haya hecho en nuestro pai's se la
debemos a los antropólogos Piedad y Alfredo Costales (1 2 ), a quie­
nes seguiremos en un repaso de las superviviencias más importantes.
La primera en importancia de esas supervivencias es la fiesta de
la Inga Palla, Curipaccha o Guaminga —que con esos tres nombres se
la conoce—, que se celebra el 29 de junio (día de San Pedro: el sin­
cretismo a que habíamos aludido) en Licán, provincia del Chim bo-
razo.
La fiesta conmemora el matrimonio que contrajo el emperador
I luayna-Cápac con la princesa Cacha-Duchicela, como remate a su
empresa de conquista del Reino de Quito.
Los personajes son el Inca, con sus arengas; Palla, representando
.1 la princesa; Guamingas: cuatro personas, que cumplen papel de
ujieres y avisan la llegada de la pareja real; y, por fin , el Angel o Loa.
El escenario es m últiple: la plaza de Licán, el atrio de la iglesia y
los caminos de la comunidad de M acají a Licán.
En la acción se pueden distinguir hasta cuatro pasos:
1: El anuncio que hacen los guamingas a toda la comarca, del des-
l>osorio de Inca con la Palla;
2: Entrada al pueblo y danza;
3: Loa y arengasdel ángel y del Inca;
4: Fiesta de la Inqa Palla.
Casi complemento de la Inga Palla, y , propiamente, la fiesta de
la Inga-Palla, es la celebarción que acontece en la tercera semana de
octubre de cada año, por la Pura y Lim pia Concepción y Santa L u ­
cía, en la parroquia Tisaleo de la provincia de Tungurahua.
A q u í los personajes son dos capitanes, uno del pueblo de Tisaleo
y otro del barrio de Santa Lu cía , a los que se llama "m icuhuanos";
el alférez; el paje; la Palla; el Inca; la infantería; la caballería y el An-
<iel del culto o Loa.
Son escenario, otra vez, la plaza y el campo. El campo es en este
caso el pucará que se alza sobre Santa Lucía.
Las escenas o pasos se suceden así:
1: Entrada a la plaza, con las arengas;
2: Danzas rituales;
3: Lucha por la posesión del pucará entre el capitán del pueblo y
d del barrio. Le lucha comienza al tiempo de iniciar el ascenso y

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se alterna con la búsqueda de un "tesoro” . Ese tesoro, y centro de la
fiesta, junto con la Palla, es una vasija de chicha " Y a m u r" enterra­
da el año anterior en algún lugar de la cumbre del pucará.
La fiesta de la Inga-Palla conoce una variante, el Inga-Palla o Sa­
rao de Quisa pincha.
En el pueblo de Quisapiriuha, provincia de Tungurahua, por el 4
de octubre, o en Corpus Christi o en la Octava de Corpus, recibe,
muy temprano, la visita del "h u asayo ", o maestro de ceremonias,
que llega precediendo a la Palla, con su comitiva de cosa de treinta
inga-pallas o saraos, y otros treinta "yu m b o s".
Tam bién en esta celebración el centro déla búsqueda del Yam ur,
escondido en la plaza.
Pero la búsqueda se convierte en escena sacrificial. Los yumbos
acuestan a la Palla en el sitio donde creen que está el yam ur. La ro­
dean en círculos concéntricos, y, ci'rculo tras circu lo , le van arrojan­
do sus lanzas. El último yumbo simula que mata a la reina con la úl­
tima lanzada, y la lanza llega a la chicha. De entre las lanzas que la
han cubierto, la Palla se alza, resucitada.
La acción, m ulticolor por los vestidos con plumas y cintas de los
yumbos, está animada con loas, retos y arengas.
Otras manifestaciones que, según Carvalho Neto, podrían consi­
derarse "te atro " en sentido lato son " L o s A ricu ch o s", " L o s Capora­
les", " L o s Corazas", " L a mama negra", "Sanjuanes" y "V aca loca".
(13) Pero se los halla ahora solo como elementos sueltos, adscritos a
contextos muy diferentes, y hasta como simples regocijos que siguen
a funciones religiosas católicas.
De estas supervivencias folklóricas que pueden ayudarnos a hacer­
nos una idea de como pudieron haber sido estas "acciones" dram áti­
cas precolombinas, entregamos en este primer volumen de teatro de
la biblioteca de Autores Ecuatorianos una verdadera joya, poco me­
nos que absolutamente desconocida lo mismo para antropólogos que
para hombres de teatro (1 4 ): las " A R E N G A S " con que los embaja­
dores del Tihuantinsuyo, (Cuzco y Quito) concurren a Licán, a fe li­
citar al emperador Huayna-Cápac por su matrimonio con la princesa
Paccha de Purúha, hija del último S h iry, Cacha Duchicela. . traba­
jo de recopilación y versión del quichua por el deán Juan Fé lix Proa­
ño (15)
Lo que confiere especial importancia a esas "Arengas", amén de
su relación directísim a con la fiesta de la Inga-Palla que, como he­
mos dicho ya, consideramos la supervivencia teatral precolombina
más im portante, es la personalidad científica de su autor. El deán de
Riobamba, Juan Fé lix Proaño (1850 1938) fue uno de los estudio­
sos más serios de la historia v el fo lklo r ecuatorianos. Por lo que a
nuestra materia hace, ya en 1923 escribió un serio artículo titula-

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do "F o lk lo re de Licán. La fiesta de la Inga-Palla", aún más en el te­
rna en 1930 en "folk-loore de los indígenas de Lic á n " (" E l Telégra­
fo ", 3 de marzo de 1930). Convecido, pues de la importancia que la
fiesta de Inga-Palla tenía como supervivencia histórica, el Deán Proa-
ñq se empeñó en revivirla en todo su esplendor, en 1923, y para esa
solemne ocasión redactó Ies "Arengas". Siempre cabe preguntarse:
¿E l deán de Riobamba recogió de la tradición oral esas proclamas, a
las que dio forma? ¿De haberlo hecho, al recogerlas tuvo el cuidado
de establecer su autenticidad y antigüedad de modo riguroso? No
creemos que estas dos preguntas hayan tenido respuestas todavía.
Sin embargo, caló tan hondo en nuestro fo lklo r el deán Proaño y
supo respetarlo siempre tan celosamente, que las "A rengas" nos me­
recen enorme sim patía y respeto (16).

T E A T R O C O L O N IA L

En dos grandes ramas se dividen las manifestaciones teatrales de


nuestra colonia. A la primera pertenecen las representaciones indíge­
nas, que conservan muchos rasgos del teatro quichua precolombino.
El m últiple sincretismo que caracteriza el primer período de acultu-
ración hispánica en nuestras tierras - el sincrético que era no solo el
más fácil, pero hasta el único modo de catequizary españolizar al al­
cance de tan pocas gentes como comprendieron tan vasta labor—.ocu­
rre también en el teatro. Autos precolombinos se cargan de senti­
mientos cristianos y españoles —cosa que reprocharon al "O llan tay"
Bartolomé Mitre y José María Arguedas- . Por otra parte, dentro de
las formas genéricas del teatro quichua se elaboran, atendiendo en
muchos casos a sugestiones catequéticas, temas cristianos. Nacen
Autos americanos, desprovistos de la riqueza conceptual de los espa­
ñoles de los Siglos de Oro, pero de deliciosa ingenuidad y fresca poe­
sía y con las características, tan valiosas para dar vida al espectáculo
escénico, del teatro quichua, de masivo, m ím ico y comunitario.
Autos de aquellos sobreviven en el folklor de algunas áreas del
Ecuador. El D r. Manuel Landívar, folklorista azuayo, ha hecho un
estudio m uy serio del "A u to de los R eyes", acción popular y masiva
que desde hace más de un siglo representa en Guachapala, Paute,
i 50 kilóm etros de Cuenca. Intervienen en el espectáculo, que tie­
ne por escenario la plaza del pueblo, ochental y seis nativos. Los per
zonajes principales son Herodes, Sim eón, el anciano Zacarías —a
quien representa desde hace varias decenas de años el mismo nativo,
lia Virgen representada por la joven más bella del pueblo- , tres reyes
magos, y personajes originales, de raíces americanas, como cierto la­
drón y los negro-danza.-
La obra parece proceder de un romancero español llegado en

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los primeros siglos de la Colonia, sobre el cual ha trabajado la far
tasía poética popular, hasta llegar a lugares de sabor tan ingenuo co­
mo éstos:
" Z A C A R IA S (rechazando la actuación de Herodes):
Oh, Señor! Oh, Señor!
el más caro pintor, con un pincel peregrino
nunca calará en su duro pecho
Por los siglos de los siglos
resonará su maldad".
Y más adelante, ante los reproches de Herodes, dice:
" T e prometo desaparecer
que venga por ti la parca
y te dé fea muerte
y con esto me despido
de tu triste fortuna
que viéndote comido de los gusanos
morirá según el tiem po".
Parlamentos de raigambre americana son los del rey negro, tan ori­
ginales como éste:
"Caracum bé, caracolé
yo soy un negrito
que no tengo nada que comé
yo soy un negrito
que vengo por acá
sin gallinita ni nada que comé
caracumbé, caracolé".
El elemento coral logra momentos de alto lirism o, como el poema
ternísim o que dicen, al final, los ángeles y que funde español y qui­
chua:
"T re s reyes amantesadoranguimi
y otro rey tirano persequingami
naciste tan frío nacinga canghuimi
y harás carchi hielo chuchuiicunguimi
tiernas lagrimitas guacapanguimi
y este tu pechito rupac cunguim i".
Otros autos de reyes se han hallado en Yaruquíes y Gatazo G ran­
de, y un auto navideño en P ujilí.
Darío Guevara ha estudiado con lujo de datalles el que el llama
"A u to de la adoración del niño Jesús", "A u to de los Reyes Magos"
o simplemente, "H isto ria de los Reyes", que se ha representado des­
de comienzos del siglo en una extensa zona del cantón Pelileo de la
provincia de Tungurahua. La "H istoria de los R eyes", dice Guevara,
existe en cuatro textos diferentes. Alcides Manjarrés, poseedor de
uno de estos textos, informo al folklorólogo haberlo representado'
desde 1904, ininterrumpidamente, hasta 1954, y añadió que él ha­
bía insertado en ei texto aquei otro, correspondiente a ia "A d o ra­
ción ai Niño Jesús", copiado de un manuscrito que él poseía y que
se representaba en Nochebuena. Darío Guevara nos ha dado, en al ar*
tículo a que nos estamos refiriendo, el texto de ese Auto de la
"Adoración al Niño Jesús'', seguido de unas "Lo a s dialogadas del in­
dio borracho y su m ujer” , de inconfundible sabor indígena (17)
La segunda parte de nuestro teatro colonial es criolla. Hubo gran
afición en aquellos tiempos por el teatro, y en muchos cronistas
y escritores hemos hallado datos que permiten reconstruir holgada-
damente las costumbres dramáticas de la época. El más sabroso aca­
so sea Fray Gaspar de Villarroel que en su "G obierno Eclesiástico
P acífico " (V er la obra en esta Biblioteca de Autores Ecuatorianos)
tuvo que referirse a ios espectáculos escénicos como a uno de los ca­
sos de conciencia que podían plantearseal Obispo (18). A Villarro el,
que en esa obra señala al teatro como fuente de riesgos para tas cos­
tumbres cristianas, sobre todo de clérigos jóvenes y timoratas don­
cellas, ello no le estorbó festejar su exaltación al Obispado de Sars-
i iago con la representación de tres comedias.
De Quito también tenemos noticias de representaciones. Como la
conservada por González Suárez en su "H isto ria General" (V er la
"Historia Genera!" en esta Biblioteca de Autores Ecuatorianos). Na
ira el Obispo historiador que cuando los jesuítas instalaron el Cole­
r o de San Luis en su definitiva sede celebraron el suceso con la
i>u«:sta en escena del "Convite del Rey Azuero", obra de asunto reli­
gioso eucarístico (19) Para el P Luis Gallo Alm eida, en su "L ite ra
iir; Ecuatorianos", ésta habría sido la primera pieza dramática re-
i >ii-sentada en el Ecuador (20)
Las ííesías religiosas más solemnes tenían como acto central una
.<-,ión dramática. Estas funciones tuvieron siempre un mismo corte:
r .ilirían por una "lo a " recitada, seguían con un "entrem és", y ofre-
i i.m como plato fuerte un "sainete’ .
Documento precioso para el conocimiento de estas sesiones y la
liin .iiu ra dramática que en ellas subió a escena es el "R am illete de
Mi/is y diversas flores compuesto por Diego Molina, Clérigo y Pres-
inicn». Colegial que fue de ¡os Reales de San Fernando y después del
■i-i rn»ñores de S. Luis, en la ciudad de Q uito, año de 17 3 2 ", manus-
■i ii oque se conserva en la Biblioteca Nacional.
i i *1manuscrito y otro d^l bibliógrafo don Cristóbal de Gangote-
iiii y .lijón manejó Isaac J. Barrera para darnos una suma de las for-
nrrr. ii.imáticas del tiempo. Según Barrera, esas formas eran el mo-
......... i", H diálogo, el paso, ia farsa, la égloga, la loa, el apropósito, el
..lind e i;l eritremes, y, acaso, e! coloquio (que, según Barrera, po-
i quipararje al apropósito y, tal vez, al paso) (2 1).

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La loa resulta especialmente interesante por su supervivencia en
festividades y festejos populares religiosos.
Jacinto de Evia insertó en su "R a m ille te de varias flores poé­
ticas. (Madrid, 1676) el texto de quince loas de su propia cose­
cha.
El coloquio debió haber calado muy hondo en el gusto quiteño,
tan dado a agudezas de ingenio. Dos coloquios se han recogido en el
Códice de Gangotena, uno de Nochebuena y otro que lleva por t ít u ­
lo "Coloquio de las comparaciones de Da. Elena y el casamentero".
El coloquio se cerraba con música y baile.
El sainete, que también se aclimató muy bien en el medio quite­
ño, y, por ello mismo, ha sobrevivido hasta nuestros dt'as, se nutrió
de las costumbres populares de la época. Molina tiene el "B a y le o
sainete del m ercachifle", quiteñísim a historia de un nuevo rico que
se empobrece por dárselas de galán; empobrecido, de m ercachifle re­
hace su fortuna, y entonces se muestra inabordable a tres damas de
m antilla y pañico que quieren obtener sus favores.
(Asunto que calaba hondo en la entraña quiteña, donde pesaban
mil pobrezas que se querían encubrir a toda costa, fue éste de fam i­
lias venidas a menos, de nuevos ricos, de ajetreos por "pescar" en ca­
samiento a ricos y otros de parecido tenor. De esa veta arrancará su
materia la deliciosa "Receta para viajar" que el lector hallará en el
presente volumen).
El entremés era un sainete más breve y menos criollo.

En cuanto a autores ecuatorianos de teatro colonial, sin que se


hayan podido precisar y menos aún hallar obras, se sabe que Lu ­
cas Larrea, riobambeño, escribió algunas piezas dramáticas. Se pue­
de presumir también que para alim entar la ininterrum pida vida tea­
tral del Colegio de los jesuítas, algunos profesores habrán compues­
to obrilias, que, por algún fragmento conocido muy de segunda ma­
no, podemos suponer fueron teatro edificante sin mayores calida­
des.
Mas, éste es campo donde aún no se han hecho las suficientes re­
buscas en archivos y bibliotecas de Am érica. A ver si los primeros:
datos importantes son aquellos que nos promete J. Lu is Trenti Ro-
camora en su " E l repertorio de la dramática colonial hispano-ameri-
cana", donde escribe: "D el Ecuador existen algunas piezas inéditas,
cuyos textos comentados, con una consideración general sobre la
dramática colonial de ese país, serán publicadas por el estudioso Jo ­
sé Manuel Rivas Sacconi de Bogotá y el autor del presente trabajo"
(22 )

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E L S IG L O X IX Y COM IEN ZOS D E L A R E P U B LIC A
Al cronista del Guayaquil antiguo pertenece la más sabrosa y
completa noticia de nuestra vida escénica en los comienzos del siglo
X IX.
" Y a por 1811, cuenta Chávez Franco, venían compañías de co
mediantes, pues el Cabildo nombra una comisión que se entienda en
las fiestas de toros i comedias "para que los actores no pongan pre­
cios arbitrarios; que se dé comienzo a las 8 en punto i que los toros
no se permitan comenzar mientras no esté el juez de plaza" (23).
La casa preferida para esas funciones era la de la fam ilia Meneses,
vasto caserón de teja, con claustro y gran patio (2 4 ), y el corralón
de ño Chavarria donde el teatro "nació de verdad el año 1812" (25).
El cronista nos da a conocer un pintoresco programa que consti­
tuye el más fehaciente documento de aquella farándula: " E l cómo­
do local escogido es el sabido aq uí con el nombre de La Lechería del
Señor Polo C havarria" —leemos en él (26)»Aquella ocasión se dio al
público " E l desdén con el desdén". Un programa de 1827 anuncia,
para el Coliseo: "Mañana en la noche se presenta la semi-tragedia El
delincuente honrado" (2 7 ).
En Quito una verdadera vida teatral parece haber comenzado mu­
cho más tarde, cosa no d ifícil de explicarse si se tiene en cuenta que
subir desde Guayaquil, el puerto, a la capital andina suponía una
verdadera aventura en la cual no sabemos si eran mayores las inco­
modidades o los riesgos. (E n los tiempos que preceden a la primera
administración garciana no cabe duda: los riesgos eran muy superio­
res a las incomodidades, por graves que éstas hubiesen sido. A Jal
punto había llegado la desmoralización y anarquía del país. Uno de
los empeños del grande hombre fue, precisamente, hacer segura y 'o
menos incómoda posible la comunicación entre Guayaquil y Quito
a través de esa carretera que fue durante el siglo X I X el nervio de la
vida ecuatoriana).
Ed. André, viajero llegado a Quito con una misión especial del
Gobierno francés, escribía por 1876: "La s distracciones en Quito
son m uy escasas. No hay teatro, y todo queda reducido a las tertu­
lias, que se diferencian poco de las del Perú, única nota alegre en la
monótona vida de las familias. En los días festivos hay corridas de
toros. ." (2 8 ).

En estos comienzos del X IX y primeros años de vida republicana


ocurren los primeros títu lo s de obras de teatro ecuatoriano. Sin em­
bargo, apenas nos queda de esas obras más que la noticia. A tal pun­
to que José LeG ouhir, historiador informado y serio, que pudo ma­
nejar las mejores bibliotecas literarias de Quito y Guayaquil, prícti-

19
NOTAS

1: P aulo d e C arvalho-N eto: D IC C IO N A R IO D E L F O L K L O R E EC U A T O ­


R IA N O . Q u ito , Casa de la C u ltu ra E cu ato rian a, 1964.
2: P aulo d e C arvalho-N eto: E L T E A T R O K O L K L O R IC O E C U A T O R IA ­
NO . E n “ L etras d el E c u ad o r” , Q u ito , diciem bre 1965.
3: R elació n d e Dn. D iego R o d ríg u ez de U rbán só b re la s fiestas del p rín c i­
pe C arlos, celeb rada en Q u ito en 1631. R ecogida p o r P ablo H errera en
su “ A PU N T A M IEN TO S D E A L G U N O S SUCESOS Q U E PU ED EN
S E R V IR PA R A LA H IS T O R IA D E Q U IT O , SA CA D O S DE L A S AC­
TAS D E L CO N CEJO M U N IC IPA L Y D E L C E D U L A R IO D E LA C O R ­
T E SU PREM A ” , 1851. T am b ié n lo cita Mons. Silvio L uis H a to en su
A TA H U A LPA D U C H IC ELA .
4: Ju a n d e V elasco: HISTORIA^ A N TIG U A . L. II, 5, 14. E n la edición de
la B iblio teca E cu ato rian a M ínim a, Pg. 7 7; en “C lásicos A iiel” , v ol I.
Pg. 99
5: M odesto Chávez F ran co : C R O N IC A S D E L G U A Y A Q U IL A N T IG U O .
G u ay aq u il, Im p ren ta y talleres m unicipales, 1 9 30. Pg. 4 6 4 .
6: Jesús L ara: p ró lo g o a T R A G E D IA D E L FIN D E A T A H U A L LPA . Co-
ch ab am b a, Im p re n ta U niversitaria, 1 957. Pgs. 15-16. C itad o p o r José
Cid Pérez y D olores M a rtín ez d e C id en T E A T R O IN D IO PRECO ­
LOM BIN O. M adrid, A guilar, 1 9 6 4 , Pg. 106.
7: C ronistas citad o s por José Cid Pérez y D olores M a rtín ez de C id. Ob. cit.
“ T e a tro q u e c h u a ” , pgs. 105 y ss.
8: R ica rd o D escalzi: H IS T O R IA C R IT IC A D E L T E A T R O E C U A T O R IA ­
NO . Q u ito , Casa de la C u ltu ra E cu ato rian a, 1 9 6 8 , T . 1. Pg. 31.
9: Descalzi, Ob. cit. T. I, pg. 54.
10: D iario “ E l T ie m p o ” de Q u ito , 4 de noviem bre d e 1 9 7 0 , pg. 9-
11: V éanse m is “ M icroensayos” “ El “ c aso ” del “ D iun D iu n ” . de 7 y 14 de
noviem bre de 1970, en “ El T ie m p o ” de Q u ito .
12. E stos estu d io s de A lfred o y P iedad C ostales están en varias acepciones
de su D iccio n ario de F o lclo r E cu ato rian o , titu la d o “ E l Q uishihuar o el
A rbol d e D io s” , aún m e d ito en su m ayor parte. H an visto la luz dos en­
tregas. El T. I. (L etras a , b y c), en 1 9 66, y el T II (L etras ch, d y e), en
1968.
13: C arvalho-N eto. A r t cit. en la n o ta 2.
14: A sí D escalzi, que dedica o n ce páginas a Ju an F élix P roaño (V o l II, pgs.
5 7 2 -5 8 3 ), p arece n o conocer la existencia de estas “ A rengas” .
15: E jem plar m ecanografiado y au to g rafiad o , q u e hem os hallado en la Bi­
b lio teca d e D n. C arlos M anuel L arrea, y que entregam o s te x tu a lm e n te
al le c to r e n el p resen te volum en de la B iblioteca de A u to res E c u a to ­
rianos.
16: S o b re el D eán Ju an F élix P ro añ o , ver dos “ M icroensayos” titu la d o s “ El
a u to m ás an tig u o del te a tro e c u a to ria n o ” , en “ E l T ie m p o ” de Q u ito , de
21 y 2 8 d e no v iem bre de 1970.
17: D arío G uevara: A U T O D E LA A D O R A CIO N A L N IÑ O JE SU S, EN EL
E C U A D O R . En ‘‘F o lk lo re am e ric a n o ” , órgano del C o m ité In te ra m e ri­

36
cano d e F o lk lo re. A ñ o X III. N. 13. 1 965. L im a, Perú. Pg. 37-51. Publi­
cado p o r d T e a tro U niv ersitario d e la U.N.M . d e San M arcos, L im a, en
sus “ E studios de T e a tro L atin o a m e rican o ” , serie V , N . 20, 1968.
IH S obre las conclu sio n es a q u e llegó V illarroel, véase: G uillerm o U garte
C h a m o rro . F R A Y G A SPA R D E V IL L A R R O E L Y LAS R E P R E S E N ­
T A C IO N ES T E A T R A L E S . E studios de T e a tro P eiu an o , publicados por
el T e a tro U niversitario d e la U niversidad de San M arcos de L im a, serie
IV, N 30, 1962.
I '> G onzález S uárez: H IS T O R IA G E N E R A L . T. III
.'(I Luis G allo A lm eida: L IT E R A T O S E C U A T O R IA N O S. Q u ito , T ip. de la
“ P rensa C a tó lica” , 1 9 2 1 , Pg. 15.
'I Isaac J. B arrera; H IS T O R IA D E LA L IT E R A T U R A E C U A T O R IA N A .
Q u ito , Casa d e la C u ltu ra, 1 954. V ol. II, Pg. 312, y passim .
'2 : J. L uis T re n ti R o cam o ra: E L R E P E R T O R IO DE LA D RA M A TIC A
C O L O N IA L H ISPA N O -A M ER IC A N A . E stu d io s de T e a tro L atin o a m e­
rican o del T e a tro U niversitario d e la U niversidad de San M arcos, serie
V, N o. l .L i m a , 1 9 5 9 , P g .2 0 .
M Chávez F ra n co , o b . cit. pg. 466
.’4 Ibid., pg. s 64.
.'S: Ibid., pg. 4 6 8 .
16: Ibid., pg. s 69.
’7: Ib id ., pg. 4 7 1 .
’K En QU ITO A T R A V E S DE LOS SIG LO S, reco p ilació n y n o ta s bio-bi-
b licg iaficas p o r Eliecer E n n q u e z B. Q u ito , Im p re n ta M unicipal, 1938.
Pg. 200.
"> Jo sé L eG o u h ir: H IS T O R IA D E LA R E PU B L IC A D E L ECU A D O R .
Q u ito , E d it. E cu a to ria n a , 1935 (2 edic). T. I, pg. 604.
10 Chávez F ran co , ob. c i t Pg. s 74.
<1 Ib id . Pg. 47 4 .
11- D escalzi, o b . cit. T. I, pg. 196.
I' C a rta al te n ie n te co ro n el F ra n cisco V illavicencio, fech ad a en abril de
1932,
'1 A belardo M oncayo: A N O R A N ZA S. Q u ito , T alleres T ipográficos Na­
cionales, 1 9 3 2 . “ El te a tro en Im b a b u ra ” de la pg. 17 0 a la 221
IV Véase D escalzi, H IS T O R IA C R IT IC A , T. I, pg. 258-266.
K> A lal p u n to so c o rrid o q u e, com o lo ha n o ta d o Descalzi, al tie m p o que
M oncayo en Ib arra, d ram atizaba la.gesta heroica E m ilio A bad en el aus­
tro . El tem a se tra ta ría hasta lograr su p u n to m ás a lto c o n G uillerm o
Dávila en su LAS VICTIM AS D E L 2 D E A G O STO , de 1923.
i/ UN D RA M A EN LA S CATACUM BAS. C uenca, Im p re n ta del Clero, 1877.
IK ESPIN AS Y A B R O IO S . G uayaquil, T ip o g rafía “ El V igilante” , 1910.
V) E sta ed ició n d e E L L IB RO D E LAS PASIO N ES fue hech a p o r Publica-
caciones d e la R evista d e la U niversidad de La H abana (T .III>, colección

37
TEATRO ECUATORIANO
PRIMER TOMO

ARENGA
SAINETE DEL MERCACHIIIE
RECETAS PARA VIAJAR

IN T R O D U C C IO N D E

H E R N A N R O D R ÍG U E Z C A S T E L O

EDITADO POR PUBLICACIONES EDUCATIVAS “A R IE L ”

Guayaquil — Q uito
E cuador
Selección de libros y estudios críticos:

Sr. Ledo. Dn. Hernán Rodríguez Castelo

Miembro de la Academia
Ecuatoriana de la Lengua

Coordinación General:

Sr. Ledo. D n. Tom ás Rivas Mariscal

Impreso por: C R O M O G R A F S. A .

Antepara 526, G uayaquil.

Propiedad A rtístic a y Literaria Registradn, Conlorm e a la Le y .


A Biblioteca
R IE L
de Autores
Ecuatprianos

P U B L IC A C IO N E S E D U C A T IV A S A R I E L rinde home­
naje a la Cultura Nacional con lo que creemos sincera­
mente constituye el m ayor esfuerzo editorial ecuato­
riano de todos los tiempos: la Biblioteca de Autores E-
cuatorianos de Clásicos A riel.

Cien libros nítidam ente impresos, cuidadosamente se­


leccionados, bajo la asesoría invalorable de nuestro
Consejo Editorial de Honor, a cuyos miembros reitera­
mos nuestra imponderable gratitud, dan la visión más
completa de la Cultura Ecuatoriana, desde la Colonia
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Esta Biblioteca viene a responder a la necesidad ¡mise­


riosa del pueblo ecuatoriano de poder conocer las gran­
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