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porras, hachuelas, chuquis, macanas, etc. y los instrumentos que usa
ban, como pífanos, guayllacos, angaras, atambores, etc. El Inca traía
consigo cuarenta mujeres con sus orejeras llautos y patenas de plata
y brazaletes. A l fin traían un carro en el que estaba un monte es
peso artificiosam ente compuesto con mucha caza de todos animales,
y en seguida otro carro donde se representaba el castigo que se dio a
los caciques Pende y Jumande que se sublevaron en la provincia de
los Quijos. Ambos ejércitos marcharon con'sus bagajes de chicha,
a jí, coca, etc., que venían en una m ultitud de llamas. Los jefes o ca
pitanes estaban con los rostros embijados y ostentando un luio extra
ordinario. Las camisetas del ejército eran de lana y oro, y los som
breros o morriones adornados de vistosas y brillantes plumas. En la
plaza representaron el combate al son de sus instrumentos bélicos y
la algazara con tanta realidad que representaban fielmente los que
se acostumbraban dar en tiempo de los Incas. Term inó la escena con
la muerte de la reina de Cochasquí y el remedo del modo con que
los indios cantaban la victo ria" (3).
La pintura de aquella jornada es fresca y viva, y la intención del
narrador de rem itim os a tiempos de Incario queda patente: . re
presentaban fielm ente los que se acostumbraban dar en tiempo de
los Incas". Con este relato coinciden otros, de cronistas que asistie
ron a funciones semejantes en los primeros días de la Colonia o tu
vieron noticia de que ellas fueron costumbre del Incario. A s í el pa
dre Juan de Velasco, quien al reseñar en el libro II de su "H isto
ria A n tig ua", los meses y fiestas en el reinado de Huaynacapac, di
ce del Capac-Raym i: "S e celebraba concluida la siembra del m aíz,
como fiesta última o de cabo de año. En ella representaban sus co
medias muy instructivas y morales, compuestas por las personas más
sabias de la real fam ilia para la instrucción del pueblo. Concluidas
las comedias, comenzaban diversas especies de juegos. ."'(4 )
Ni cabe duda de que aquellas acciones de que da noticia Modesto
Chávez Franco en sus "Crónicas del Guayaquil antiguo” , debieron
haber sido prolongaciones de los juegos escénicos aborígenes, pues
nada semejante hallamos en la Península. Esto es lo que cuenta Cha-
vez Franco: "Desde por los años de 1550 los ciudadviejeños hacían su
teatro G R IE G O al aire libre, en la plaza de la Matriz primera, des
pués de Santo Domingo, en donde las más veces bajo la dirección
personal de sus propios corregidores y de los jefes militares se daban
ejercicios y simulacros de ataques y defensas de la plaza entre indios
i conquistadores, o entre moros i cristianos. ." (5)
Las noticias ecuatorianas de un teatro anterior a la conquista es
pañola, salvo aquello del P. Velasco de las "comedias muy instructi
vas y m orales", nos dejan más ante pantominas masivas y juegos co
m unitarios, que ante libretos elaborados y representados por cua-
10
dros de actores, al tenor de lo que era el teatro occidental del
tiempo
De tales pantomimas y juejjos apenas podemos esperar que hayan
dejado huellas literarias. Y , sin embargo, sabemos que hubo una lite
ratura precolombina quichua, y que en ella, junto a la épica y la lír i
ca, se cultivó el teatro. Jesús Lara nos ha hablado del wanka y el
aranway. " E l primero era de carácter eminentemente histórico y se
encargaba de rememorar la vida y hazañas de los monarcas y de los
grandes adalides del imperio. En este punto es preci'so poner de relie
ve que el protagonista debía ser un personaje que en la vida real ha
bía dejado de existir. No se perm itía, por ley o por costumbre, llevar
a escena hechos de personajes que aún vivían. El género aranway dis
ponía de una temática más amplia, pues podía abordar cualesquiera
episodios relacionados con la vida ordinaria" (6).
Jesús Lara y todos los estudiosos del teatro indio precolombino
reconstruyen lo que pudiera haber sido la vida teatral del Incario a
base de los cronistas. M artín Morúa nos ha hablado de una épica dia
logada y coral; Sarm iento de Gamboa, de una - specie de drama his
tórico en tiempos de Pachacutec Inca Yupanqui, cuando el soberano
mostró las momias de los Incas, sus antecesores, y se representaron
escenas de la vida de cada uno de ellos (/ ). Pero todo esto es, para
nosotros, historia; no teatro. El teatro ha podido entreverse en ese
vago pasado, y la historia ha suaerido pistas para rescatar algo de lo
por ella referido. Tal el caso del mismo Lara, y otrosquichuistas, que
por años han buscado una pieza sobre la muerte de Atahualpa, de la
que la historia les había hablado repetidas veces. Pero parece que to
dos han fracasado en la empresa. Hasta Lara, que, al decir de hom
bre tan seguro en la materia como es Guillerm o Ugarte Chamorro, se
ha ilusionado demasiado a la ligera con cierto hallazgo y lo ha dado,
sin más, por esa pieza de la muerte de Atahuallpa tan nombrada y
tan buscada
( El tema de la muerte de Atahualpa parece haber dado origen a nu
merosas obras, a lo largo de todo lo que fuera el Tahuantinsuyo. De
aquel verdadero ciclo creemos que podrían hallarse en el Ecuador
vestigios, y no sería raro que al menos materiales hubiesen servido
l>ara cierta representación habida en Lo ja, ya por el 1839, en honor
ni Presidente Juan José Flores, con el títu lo de " L a Tragedia de Ata-
halipa” , de la que nos da noticia Ricardo Descalzi) (8).
11
mo " E l Diun-D iun". Por si fuese poco tanto anuncio, Descalzi nos
dio en el primer tomo de su "H isto ria C rítica del Teatro Ecuatoria
no" el texto de " E l D iun-Diun" en quichua con su versión española,
autenticidad,
Pudo haber sido asunto que pusiese en su seguimiento a sabuesos
que husmeasen su antigüedad, su autenticidad, su originalidad, en
zarzándose en interminables discusiones —piensese en el "O lla n ta y "
sobre el cual tanto se discute y tanto se cambia de pareceres hasta
hoy, y va ya la cosa para más de un siglo.
Ventajosamente toda esta maquinaria se vino al suelo cuando el
profesor Manuel del Pino, a quien Descalzi citaba como el recopila
dor y traductor al castellano de la obra (9 ), declaró a un diario qui
teño que él era el autor del "D iu n -D iu n " y que él mismo, a pedido
de Descalzi, tradujo su pequeña pieza al quichua. (10)
En dos artículos aparecidos en " E l T iem p o ", en mi columna "Mi-
croensayo" d iscutí el lamentable asunto, rechazando, como era na
tural, autenticidad y antigüedad de aquella que se había querido
hacer pasar por pieza de teatro indio ecuatoriano — precolombina, o
al menos de importante antigüedad—. Anote que otra cosa podía ser
la leyenda: parecía que el profesor del Pino había recogido una le
yenda para hacer su pequeña pieza, destinada a cierto acto escolar
en la región de Achupallas. Pocas semanas después viajó a Achupa-
llas el eminente antropólogo Alfredo Costales Samaniego y tras pro
lijas averiguaciones llegó a la misma conclusión: Había en aquel rin
cón de nuestros Andes la leyenda; no había habido teatro (11).
* * *
Más allá de lo que nos contaron los cronistas, hay un único cam i
no que puede permitirnos hacer calas en nuestro teatro precolombi
no: el de las supervivencias folklóricas. Juegos pantom ímicos, masi
vos y comunitarios, cargados de recordación histórica y de sentido
ritual, y hasta mágico, merced al respeto que merecen a las com uni
dades indígenas aquellas funciones que tienen el lugar de afirm acio
nes de su mismo ser y de manifestaciones culturales, se han manteni
do intactos durante largos años en que antropólogos y folclorólogos
los han observado. A l recurrir cada año las fechas señaladas -- algu
nas acomodadas sincréticamente al calendario católico — se han re
producido idénticos, paso por paso, juego por juego, rito por rito,
sin que hayan podido cambiarlas, en lo esencial, ni la religión católi
ca — ortodoxa, celosa, unificadora—, ni la invasión de la civilización
desacralizadora y desmitificadora. (Es verdad que hallamos la pre
sencia de tal cual elemento de menor edad. Pero en muchos de esos
casos cabe pensar que detrás quedó, apenas velado, el elemento arcai-
12
co. Asi', en los ángeles, que bien pueden encubrir elementos demo-
nológicos quichuas). Este es argumento suficientemente fuerte para
presumir que tales manifestaciones dramáticas arrancan de muy le
los, de tiempos precolombinos, o como se hallan ahora, o al menos
m una forma que late, apenas oculta, tras los hechos folklóricos ac
tuales.
En este campo de las supervivencias folklóricas de hechos teatra
les, la investigación más seria que se haya hecho en nuestro pai's se la
debemos a los antropólogos Piedad y Alfredo Costales (1 2 ), a quie
nes seguiremos en un repaso de las superviviencias más importantes.
La primera en importancia de esas supervivencias es la fiesta de
la Inga Palla, Curipaccha o Guaminga —que con esos tres nombres se
la conoce—, que se celebra el 29 de junio (día de San Pedro: el sin
cretismo a que habíamos aludido) en Licán, provincia del Chim bo-
razo.
La fiesta conmemora el matrimonio que contrajo el emperador
I luayna-Cápac con la princesa Cacha-Duchicela, como remate a su
empresa de conquista del Reino de Quito.
Los personajes son el Inca, con sus arengas; Palla, representando
.1 la princesa; Guamingas: cuatro personas, que cumplen papel de
ujieres y avisan la llegada de la pareja real; y, por fin , el Angel o Loa.
El escenario es m últiple: la plaza de Licán, el atrio de la iglesia y
los caminos de la comunidad de M acají a Licán.
En la acción se pueden distinguir hasta cuatro pasos:
1: El anuncio que hacen los guamingas a toda la comarca, del des-
l>osorio de Inca con la Palla;
2: Entrada al pueblo y danza;
3: Loa y arengasdel ángel y del Inca;
4: Fiesta de la Inqa Palla.
Casi complemento de la Inga Palla, y , propiamente, la fiesta de
la Inga-Palla, es la celebarción que acontece en la tercera semana de
octubre de cada año, por la Pura y Lim pia Concepción y Santa L u
cía, en la parroquia Tisaleo de la provincia de Tungurahua.
A q u í los personajes son dos capitanes, uno del pueblo de Tisaleo
y otro del barrio de Santa Lu cía , a los que se llama "m icuhuanos";
el alférez; el paje; la Palla; el Inca; la infantería; la caballería y el An-
<iel del culto o Loa.
Son escenario, otra vez, la plaza y el campo. El campo es en este
caso el pucará que se alza sobre Santa Lucía.
Las escenas o pasos se suceden así:
1: Entrada a la plaza, con las arengas;
2: Danzas rituales;
3: Lucha por la posesión del pucará entre el capitán del pueblo y
d del barrio. Le lucha comienza al tiempo de iniciar el ascenso y
13
se alterna con la búsqueda de un "tesoro” . Ese tesoro, y centro de la
fiesta, junto con la Palla, es una vasija de chicha " Y a m u r" enterra
da el año anterior en algún lugar de la cumbre del pucará.
La fiesta de la Inga-Palla conoce una variante, el Inga-Palla o Sa
rao de Quisa pincha.
En el pueblo de Quisapiriuha, provincia de Tungurahua, por el 4
de octubre, o en Corpus Christi o en la Octava de Corpus, recibe,
muy temprano, la visita del "h u asayo ", o maestro de ceremonias,
que llega precediendo a la Palla, con su comitiva de cosa de treinta
inga-pallas o saraos, y otros treinta "yu m b o s".
Tam bién en esta celebración el centro déla búsqueda del Yam ur,
escondido en la plaza.
Pero la búsqueda se convierte en escena sacrificial. Los yumbos
acuestan a la Palla en el sitio donde creen que está el yam ur. La ro
dean en círculos concéntricos, y, ci'rculo tras circu lo , le van arrojan
do sus lanzas. El último yumbo simula que mata a la reina con la úl
tima lanzada, y la lanza llega a la chicha. De entre las lanzas que la
han cubierto, la Palla se alza, resucitada.
La acción, m ulticolor por los vestidos con plumas y cintas de los
yumbos, está animada con loas, retos y arengas.
Otras manifestaciones que, según Carvalho Neto, podrían consi
derarse "te atro " en sentido lato son " L o s A ricu ch o s", " L o s Capora
les", " L o s Corazas", " L a mama negra", "Sanjuanes" y "V aca loca".
(13) Pero se los halla ahora solo como elementos sueltos, adscritos a
contextos muy diferentes, y hasta como simples regocijos que siguen
a funciones religiosas católicas.
De estas supervivencias folklóricas que pueden ayudarnos a hacer
nos una idea de como pudieron haber sido estas "acciones" dram áti
cas precolombinas, entregamos en este primer volumen de teatro de
la biblioteca de Autores Ecuatorianos una verdadera joya, poco me
nos que absolutamente desconocida lo mismo para antropólogos que
para hombres de teatro (1 4 ): las " A R E N G A S " con que los embaja
dores del Tihuantinsuyo, (Cuzco y Quito) concurren a Licán, a fe li
citar al emperador Huayna-Cápac por su matrimonio con la princesa
Paccha de Purúha, hija del último S h iry, Cacha Duchicela. . traba
jo de recopilación y versión del quichua por el deán Juan Fé lix Proa
ño (15)
Lo que confiere especial importancia a esas "Arengas", amén de
su relación directísim a con la fiesta de la Inga-Palla que, como he
mos dicho ya, consideramos la supervivencia teatral precolombina
más im portante, es la personalidad científica de su autor. El deán de
Riobamba, Juan Fé lix Proaño (1850 1938) fue uno de los estudio
sos más serios de la historia v el fo lklo r ecuatorianos. Por lo que a
nuestra materia hace, ya en 1923 escribió un serio artículo titula-
14
do "F o lk lo re de Licán. La fiesta de la Inga-Palla", aún más en el te
rna en 1930 en "folk-loore de los indígenas de Lic á n " (" E l Telégra
fo ", 3 de marzo de 1930). Convecido, pues de la importancia que la
fiesta de Inga-Palla tenía como supervivencia histórica, el Deán Proa-
ñq se empeñó en revivirla en todo su esplendor, en 1923, y para esa
solemne ocasión redactó Ies "Arengas". Siempre cabe preguntarse:
¿E l deán de Riobamba recogió de la tradición oral esas proclamas, a
las que dio forma? ¿De haberlo hecho, al recogerlas tuvo el cuidado
de establecer su autenticidad y antigüedad de modo riguroso? No
creemos que estas dos preguntas hayan tenido respuestas todavía.
Sin embargo, caló tan hondo en nuestro fo lklo r el deán Proaño y
supo respetarlo siempre tan celosamente, que las "A rengas" nos me
recen enorme sim patía y respeto (16).
T E A T R O C O L O N IA L
15
los primeros siglos de la Colonia, sobre el cual ha trabajado la far
tasía poética popular, hasta llegar a lugares de sabor tan ingenuo co
mo éstos:
" Z A C A R IA S (rechazando la actuación de Herodes):
Oh, Señor! Oh, Señor!
el más caro pintor, con un pincel peregrino
nunca calará en su duro pecho
Por los siglos de los siglos
resonará su maldad".
Y más adelante, ante los reproches de Herodes, dice:
" T e prometo desaparecer
que venga por ti la parca
y te dé fea muerte
y con esto me despido
de tu triste fortuna
que viéndote comido de los gusanos
morirá según el tiem po".
Parlamentos de raigambre americana son los del rey negro, tan ori
ginales como éste:
"Caracum bé, caracolé
yo soy un negrito
que no tengo nada que comé
yo soy un negrito
que vengo por acá
sin gallinita ni nada que comé
caracumbé, caracolé".
El elemento coral logra momentos de alto lirism o, como el poema
ternísim o que dicen, al final, los ángeles y que funde español y qui
chua:
"T re s reyes amantesadoranguimi
y otro rey tirano persequingami
naciste tan frío nacinga canghuimi
y harás carchi hielo chuchuiicunguimi
tiernas lagrimitas guacapanguimi
y este tu pechito rupac cunguim i".
Otros autos de reyes se han hallado en Yaruquíes y Gatazo G ran
de, y un auto navideño en P ujilí.
Darío Guevara ha estudiado con lujo de datalles el que el llama
"A u to de la adoración del niño Jesús", "A u to de los Reyes Magos"
o simplemente, "H isto ria de los Reyes", que se ha representado des
de comienzos del siglo en una extensa zona del cantón Pelileo de la
provincia de Tungurahua. La "H istoria de los R eyes", dice Guevara,
existe en cuatro textos diferentes. Alcides Manjarrés, poseedor de
uno de estos textos, informo al folklorólogo haberlo representado'
desde 1904, ininterrumpidamente, hasta 1954, y añadió que él ha
bía insertado en ei texto aquei otro, correspondiente a ia "A d o ra
ción ai Niño Jesús", copiado de un manuscrito que él poseía y que
se representaba en Nochebuena. Darío Guevara nos ha dado, en al ar*
tículo a que nos estamos refiriendo, el texto de ese Auto de la
"Adoración al Niño Jesús'', seguido de unas "Lo a s dialogadas del in
dio borracho y su m ujer” , de inconfundible sabor indígena (17)
La segunda parte de nuestro teatro colonial es criolla. Hubo gran
afición en aquellos tiempos por el teatro, y en muchos cronistas
y escritores hemos hallado datos que permiten reconstruir holgada-
damente las costumbres dramáticas de la época. El más sabroso aca
so sea Fray Gaspar de Villarroel que en su "G obierno Eclesiástico
P acífico " (V er la obra en esta Biblioteca de Autores Ecuatorianos)
tuvo que referirse a ios espectáculos escénicos como a uno de los ca
sos de conciencia que podían plantearseal Obispo (18). A Villarro el,
que en esa obra señala al teatro como fuente de riesgos para tas cos
tumbres cristianas, sobre todo de clérigos jóvenes y timoratas don
cellas, ello no le estorbó festejar su exaltación al Obispado de Sars-
i iago con la representación de tres comedias.
De Quito también tenemos noticias de representaciones. Como la
conservada por González Suárez en su "H isto ria General" (V er la
"Historia Genera!" en esta Biblioteca de Autores Ecuatorianos). Na
ira el Obispo historiador que cuando los jesuítas instalaron el Cole
r o de San Luis en su definitiva sede celebraron el suceso con la
i>u«:sta en escena del "Convite del Rey Azuero", obra de asunto reli
gioso eucarístico (19) Para el P Luis Gallo Alm eida, en su "L ite ra
iir; Ecuatorianos", ésta habría sido la primera pieza dramática re-
i >ii-sentada en el Ecuador (20)
Las ííesías religiosas más solemnes tenían como acto central una
.<-,ión dramática. Estas funciones tuvieron siempre un mismo corte:
r .ilirían por una "lo a " recitada, seguían con un "entrem és", y ofre-
i i.m como plato fuerte un "sainete’ .
Documento precioso para el conocimiento de estas sesiones y la
liin .iiu ra dramática que en ellas subió a escena es el "R am illete de
Mi/is y diversas flores compuesto por Diego Molina, Clérigo y Pres-
inicn». Colegial que fue de ¡os Reales de San Fernando y después del
■i-i rn»ñores de S. Luis, en la ciudad de Q uito, año de 17 3 2 ", manus-
■i ii oque se conserva en la Biblioteca Nacional.
i i *1manuscrito y otro d^l bibliógrafo don Cristóbal de Gangote-
iiii y .lijón manejó Isaac J. Barrera para darnos una suma de las for-
nrrr. ii.imáticas del tiempo. Según Barrera, esas formas eran el mo-
......... i", H diálogo, el paso, ia farsa, la égloga, la loa, el apropósito, el
..lind e i;l eritremes, y, acaso, e! coloquio (que, según Barrera, po-
i quipararje al apropósito y, tal vez, al paso) (2 1).
17
La loa resulta especialmente interesante por su supervivencia en
festividades y festejos populares religiosos.
Jacinto de Evia insertó en su "R a m ille te de varias flores poé
ticas. (Madrid, 1676) el texto de quince loas de su propia cose
cha.
El coloquio debió haber calado muy hondo en el gusto quiteño,
tan dado a agudezas de ingenio. Dos coloquios se han recogido en el
Códice de Gangotena, uno de Nochebuena y otro que lleva por t ít u
lo "Coloquio de las comparaciones de Da. Elena y el casamentero".
El coloquio se cerraba con música y baile.
El sainete, que también se aclimató muy bien en el medio quite
ño, y, por ello mismo, ha sobrevivido hasta nuestros dt'as, se nutrió
de las costumbres populares de la época. Molina tiene el "B a y le o
sainete del m ercachifle", quiteñísim a historia de un nuevo rico que
se empobrece por dárselas de galán; empobrecido, de m ercachifle re
hace su fortuna, y entonces se muestra inabordable a tres damas de
m antilla y pañico que quieren obtener sus favores.
(Asunto que calaba hondo en la entraña quiteña, donde pesaban
mil pobrezas que se querían encubrir a toda costa, fue éste de fam i
lias venidas a menos, de nuevos ricos, de ajetreos por "pescar" en ca
samiento a ricos y otros de parecido tenor. De esa veta arrancará su
materia la deliciosa "Receta para viajar" que el lector hallará en el
presente volumen).
El entremés era un sainete más breve y menos criollo.
18
E L S IG L O X IX Y COM IEN ZOS D E L A R E P U B LIC A
Al cronista del Guayaquil antiguo pertenece la más sabrosa y
completa noticia de nuestra vida escénica en los comienzos del siglo
X IX.
" Y a por 1811, cuenta Chávez Franco, venían compañías de co
mediantes, pues el Cabildo nombra una comisión que se entienda en
las fiestas de toros i comedias "para que los actores no pongan pre
cios arbitrarios; que se dé comienzo a las 8 en punto i que los toros
no se permitan comenzar mientras no esté el juez de plaza" (23).
La casa preferida para esas funciones era la de la fam ilia Meneses,
vasto caserón de teja, con claustro y gran patio (2 4 ), y el corralón
de ño Chavarria donde el teatro "nació de verdad el año 1812" (25).
El cronista nos da a conocer un pintoresco programa que consti
tuye el más fehaciente documento de aquella farándula: " E l cómo
do local escogido es el sabido aq uí con el nombre de La Lechería del
Señor Polo C havarria" —leemos en él (26)»Aquella ocasión se dio al
público " E l desdén con el desdén". Un programa de 1827 anuncia,
para el Coliseo: "Mañana en la noche se presenta la semi-tragedia El
delincuente honrado" (2 7 ).
En Quito una verdadera vida teatral parece haber comenzado mu
cho más tarde, cosa no d ifícil de explicarse si se tiene en cuenta que
subir desde Guayaquil, el puerto, a la capital andina suponía una
verdadera aventura en la cual no sabemos si eran mayores las inco
modidades o los riesgos. (E n los tiempos que preceden a la primera
administración garciana no cabe duda: los riesgos eran muy superio
res a las incomodidades, por graves que éstas hubiesen sido. A Jal
punto había llegado la desmoralización y anarquía del país. Uno de
los empeños del grande hombre fue, precisamente, hacer segura y 'o
menos incómoda posible la comunicación entre Guayaquil y Quito
a través de esa carretera que fue durante el siglo X I X el nervio de la
vida ecuatoriana).
Ed. André, viajero llegado a Quito con una misión especial del
Gobierno francés, escribía por 1876: "La s distracciones en Quito
son m uy escasas. No hay teatro, y todo queda reducido a las tertu
lias, que se diferencian poco de las del Perú, única nota alegre en la
monótona vida de las familias. En los días festivos hay corridas de
toros. ." (2 8 ).
19
NOTAS
36
cano d e F o lk lo re. A ñ o X III. N. 13. 1 965. L im a, Perú. Pg. 37-51. Publi
cado p o r d T e a tro U niv ersitario d e la U.N.M . d e San M arcos, L im a, en
sus “ E studios de T e a tro L atin o a m e rican o ” , serie V , N . 20, 1968.
IH S obre las conclu sio n es a q u e llegó V illarroel, véase: G uillerm o U garte
C h a m o rro . F R A Y G A SPA R D E V IL L A R R O E L Y LAS R E P R E S E N
T A C IO N ES T E A T R A L E S . E studios de T e a tro P eiu an o , publicados por
el T e a tro U niversitario d e la U niversidad de San M arcos de L im a, serie
IV, N 30, 1962.
I '> G onzález S uárez: H IS T O R IA G E N E R A L . T. III
.'(I Luis G allo A lm eida: L IT E R A T O S E C U A T O R IA N O S. Q u ito , T ip. de la
“ P rensa C a tó lica” , 1 9 2 1 , Pg. 15.
'I Isaac J. B arrera; H IS T O R IA D E LA L IT E R A T U R A E C U A T O R IA N A .
Q u ito , Casa d e la C u ltu ra, 1 954. V ol. II, Pg. 312, y passim .
'2 : J. L uis T re n ti R o cam o ra: E L R E P E R T O R IO DE LA D RA M A TIC A
C O L O N IA L H ISPA N O -A M ER IC A N A . E stu d io s de T e a tro L atin o a m e
rican o del T e a tro U niversitario d e la U niversidad de San M arcos, serie
V, N o. l .L i m a , 1 9 5 9 , P g .2 0 .
M Chávez F ra n co , o b . cit. pg. 466
.’4 Ibid., pg. s 64.
.'S: Ibid., pg. 4 6 8 .
16: Ibid., pg. s 69.
’7: Ib id ., pg. 4 7 1 .
’K En QU ITO A T R A V E S DE LOS SIG LO S, reco p ilació n y n o ta s bio-bi-
b licg iaficas p o r Eliecer E n n q u e z B. Q u ito , Im p re n ta M unicipal, 1938.
Pg. 200.
"> Jo sé L eG o u h ir: H IS T O R IA D E LA R E PU B L IC A D E L ECU A D O R .
Q u ito , E d it. E cu a to ria n a , 1935 (2 edic). T. I, pg. 604.
10 Chávez F ran co , ob. c i t Pg. s 74.
<1 Ib id . Pg. 47 4 .
11- D escalzi, o b . cit. T. I, pg. 196.
I' C a rta al te n ie n te co ro n el F ra n cisco V illavicencio, fech ad a en abril de
1932,
'1 A belardo M oncayo: A N O R A N ZA S. Q u ito , T alleres T ipográficos Na
cionales, 1 9 3 2 . “ El te a tro en Im b a b u ra ” de la pg. 17 0 a la 221
IV Véase D escalzi, H IS T O R IA C R IT IC A , T. I, pg. 258-266.
K> A lal p u n to so c o rrid o q u e, com o lo ha n o ta d o Descalzi, al tie m p o que
M oncayo en Ib arra, d ram atizaba la.gesta heroica E m ilio A bad en el aus
tro . El tem a se tra ta ría hasta lograr su p u n to m ás a lto c o n G uillerm o
Dávila en su LAS VICTIM AS D E L 2 D E A G O STO , de 1923.
i/ UN D RA M A EN LA S CATACUM BAS. C uenca, Im p re n ta del Clero, 1877.
IK ESPIN AS Y A B R O IO S . G uayaquil, T ip o g rafía “ El V igilante” , 1910.
V) E sta ed ició n d e E L L IB RO D E LAS PASIO N ES fue hech a p o r Publica-
caciones d e la R evista d e la U niversidad de La H abana (T .III>, colección
37
TEATRO ECUATORIANO
PRIMER TOMO
ARENGA
SAINETE DEL MERCACHIIIE
RECETAS PARA VIAJAR
IN T R O D U C C IO N D E
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riano de todos los tiempos: la Biblioteca de Autores E-
cuatorianos de Clásicos A riel.