Está en la página 1de 3

CATEDRAL DE CIUDAD DE MÉXICO

1. HISTORIA.

Para realizar una aproximación certera a la Catedral de la Ciudad de México primero


hemos de saber que en 1524 existía una primera iglesia construida por mandato de Cortés,
de proporciones reducidas y materiales sencillos, reaprovechados de edificios
prehispánicos, que forzosamente se amplía cuando diez años después se crea la diócesis,
y, seguidamente, adquiere la condición de catedral metropolitana.
Tras una primera intervención, los problemas de la superficie lacustre, arcillosa e
inestable en la que se asienta empiezan a afectar seriamente al edificio, optando por su
completa demolición en 1625.
Antes de eso, y ante la falta de practicidad del antiguo templo, en 1571 se había empezado
a trabajar paralelamente en una segunda catedral a instancias del arzobispo Fray Alonso
de Montúfar, recayendo el diseño y las trazas en Claudio de Arciniega.
Aún con cambios que se producirían a lo largo de su historia, remodelando y adaptando
varias partes a los nuevos gustos y corrientes imperantes, esta segunda edificación es la
que aún hoy en día se puede contemplar.

2. PLANIMETRÍA.
Corren a cargo de Claudio de Arciniega los planos de esta nueva catedral, diferente al
templo al que sustituye no solo en tamaño, sino en orientación, pues esta se situará en
dirección norte-sur a diferencia de la orientación este-oeste de la anterior, en busca de una
mayor interrelación de la sede religiosa con la vida urbana. Encontramos por norma
general en todas las catedrales hispanoamericanas de esta época una gran influencia de
los modelos de la península, sin dejar de nombrar en este caso la Catedral de Jaén.
La planta nos muestra tres naves, la central más ancha que las laterales. A los pies
encontramos la portada triple, continuando hacia el gran coro situado, por supuesto, en la
nave central, que se cierra con una bóveda de medio punto con lunetos. Encontramos un
crucero que no sobresale en planta, pero sí en altura, coronado por una cúpula. A
continuación, se sitúa el altar mayor y tras este la Capilla de los Reyes, espacio habitual
en la arquitectura catedralicia hispanoamericana.
En las naves laterales, techadas con bóvedas vaídas, se sitúan capillas entre los
contrafuertes, que se hacen necesarios ante las dificultades geográficas del terreno.
Será en el siglo XVIII cuando Lorenzo Rodríguez añade el edificio del Sagrario a un
costado de la catedral, que va a actuar al mismo tiempo como parroquia. Se le da una
planta de cruz griega y contrastará su diseño interior de aspecto renacentista en
consonancia con el resto de la catedral frente al exterior plenamente barroco.
Aunque la planimetría apenas sugiere un avance del Renacimiento, será en el alzado
donde encontremos algunos tintes barrocos, sobre todo a medida que nos vamos
acercando hacia los pies del templo, teniendo en cuenta que es lo más tardío de la
construcción, pues siempre se empiezan las obras desde la cabecera.

3. ALZADO.
Deteniéndonos en las cubiertas, es preciso saber que el primer proyecto se cambia en el
siglo XVII tras una consulta a Juan Gómez de Mora, quien sugiere sustituir una planta de
salón con bóvedas de crucería por una planta de tres naves, siendo la central elevada en
altura para permitir una mejor iluminación. Se consigue de esta manera un aspecto mucho
más renacentista, incluyendo la bicromía que tanto se veía en Italia (aunque aquí con
materiales más ligeros) en la bóveda de medio cañón con lunetos —de nuevo, elemento
sumamente renacentista— de la nave central, y en las bóvedas vaídas de las naves
laterales.
El edificio se sustenta con pilares con semicolumnas adosadas (referencia directa a la
Catedral de Jaén) que se unen a través de arcos de medio punto, sobre los cuales se abren
vanos alrededor de todo el edificio, aportando luz natural a todo el conjunto. Tanto las
capillas que ocupan las naves laterales como el coro se cierran con rejerías.
Al exterior, observamos los materiales típicos de la zona de Ciudad de México, el gris
aportado por la chiluca como material sustentante y el rojizo, fruto de la piedra volcánica
tezontle, utilizada en lugares de relleno, aunque esta bicromía se verá sobre todo en el
edificio del Sagrario.

4. FACHADA PRINCIPAL Y PUERTA DEL PERDÓN.

Gómez de Trasmonte
La fachada, levantada en el siglo XVII ––pese a que el remate y las torres son del siglo
XIX–– ofrece una imagen nítida de los cambios que el barroco introdujo en la arquitectura
hispanoamericana, dotando a los edificios de una verticalidad mucho más notable e
incluyendo elementos también desarrollados al otro lado del Atlántico, como la ruptura

pero no tan acusada como en otros ejemplos


de entablamento o el uso de columnas salomónicas; todo ello muy bien integrado por el
arquitecto Gómez de Trasmonte.
Significativo por la peculiaridad que representa es el uso masivo de contundentes
contrafuertes terminados en ménsulas. Esto se explica por la ya mencionada inestabilidad
del suelo pantanoso sobre el que se asienta toda la ciudad, y de hecho, sirven además para
dividir los tres accesos de la fachada, donde se destaca la Portada del Perdón en el centro.

Conocida así por ser la zona de acceso al templo de los penitentes de la Inquisición,
culmina en 1672, si bien sufrirá varios añadidos en los siglos posteriores que mantendrán
esa sensación bastante clásica en su conjunto.
Se compone en altura por tres cuerpos que, a su vez, se dividen en tres calles, siendo
mayor la central.
En el primer nivel, el acceso al interior permanece franqueado por dos pares de columnas
toscanas que a ambos lados custodian las figuras de San Pedro y San Pablo.
Dirigiéndonos al segundo cuerpo, encontramos un entablamento muy clásico, compuesto
por triglifos y metopas, aunque con notable movimiento de entrantes y salientes, y
encima, un potente pedestal donde apean columnas jónicas que, de nuevo en los laterales,
albergan las esculturas de Santiago Apóstol y San Andrés. Dejan, por tanto, la calle
central al gran relieve dedicado a la Asunción, obra de Miguel Ximénez.
Este cuerpo queda coronado por una cornisa profusamente decorada con formas vegetales
que van anunciando tenuemente la llegada del Barroco más exuberante, que sustituirá al
presente, de factura más reservada.
El último cuerpo, no obstante, se corresponde con un remate ya de etapa neoclásica.

5. CONCLUSIÓN
La Catedral de México, tal y como se nos muestra aquí, sirve de ejemplo para mostrar la
transición de la arquitectura hispanoamericana desde el Renacimiento hasta el Barroco
decorativista, sin dejar de lado tampoco las particularidades locales.

También podría gustarte