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En cuanto al marco político de este siglo veremos como el Estado se encargará de un conjunto de
leyes para regular los asuntos públicos y administrativos; ejército, finanzas, infraestructuras,
monopolio de la violencia, el reconocimiento internacional o la proyección. Tendrá tres pilares
fundamentales: el ejército, la diplomacia y la burocracia.
La monarquía hereditaria es la que va a estar a cargo del Estado teniendo a su servicio súbditos y
vasallos, esta época queda marcada por políticas nacionales e internacionales; relacionadas con los
intereses dinásticos-hereditarios. Todos los actos de legislación, administración y jurisdicción se
apoyaron en última instancia en el poder de la monarquía. A su vez, veremos la existencia de unos
límites teóricos necesarios para definir sobre qué espacios y ámbitos imponía el soberano su
autoridad. Además, será importante el papel de las Asambleas para contener el papel del monarca.
Era necesario mantener lo particular para definir la zona en la que el monarca podía reivindicar su
condición de soberano. Este poder absoluto tendrá que cumplir unas leyes fundamentales, estas
leyes serán de obligado cumplimiento y se enfocaran en temas como: la sucesión al trono, la
imposición de tributos o aquellas leyes consuetudinarias relativas a la participación del ciudadano.
En cuanto a la práctica absolutista podemos decir que el estado tiende eficazmente en mayor o
menor medida, nunca plenamente, a absolutizar el poder. Entre el siglo XVI y XVII se va instalando
en el aparato de las distintas monarquías el poder absoluto. El absolutismo monárquico no
eliminó la capa de relaciones señoriales existentes, pero procuró absorber esta pluralidad de
jurisdicciones, privilegios, derechos tributarios… Frente a esto, veremos como se van a producir
revueltas y revoluciones en las que todos los grupos sociales participaron contra ese absolutismo
divinizado.
(1º revolución industrial; Inglaterra)
En este siglo empezamos a ver como los estados pretenden aplicar la luz de la razón, estamos ante
un absolutismo ilustrado donde iban a estar muy próximos teoría y práxis, política y filosofía.
Algunas monarquías absolutas que van a destacar iban a ser la de Federico II el Grande, rey de
Prusia, Catalina II, reina de Rusia, Carlos III rey de España, Gustavo III rey de Suecia o el Marqués
de Pombal. En Inglaterra no vamos a encontrar un monarca de este tipo, mientras en Francia
encontraremos que sí tienen una monarquía absoluta. Todos son modelos de absolutismo ilustrado.
→ Este absolutismo ilustrado va a consistir en utilizar el poder absoluto de la monarquía para llevar
a la práctica el programa de la ilustración. En el siglo XVIII veremos que hay amigos y enemigos
de la Ilustración. Este absolutismo ilustrado es el gobierno bajo los principios de la razón.
Algunos filósofos van a aceptar el absolutismo en medida que sea el canal que permite llevar a la
práctica medidas ilustradas que encaminan la satisfacción económica, personal y política de esa
minoría intelectual. Muchos de estos ilustrados proceden de la burguesía emergente. Los monarcas
centralizarán y organizarán su poder de manera racional, (esto hará reforzar su poder. Implantaron
impuestos únicos, se necesitaba saber cuanta población había, para saber cuanto generaban, donde
vivían, que poseían… Destaca el Catastro de la Ensenada, el cual daba datos de carácter socio-
económico para saber el estado de riqueza nacional y después elaborar impuestos.
Los reyes salen en defensa del poder estatal frente a la Iglesia. El espíritu laico se va a ver en el
regalismo. En 1773 el papado expulsará a los jesuitas debido a su poder y riqueza, ambos
excedidos. La Ilustración aportará un nuevo volcabulario, vamos a pasar de “El Estado soy yo” a la
idea del rey servidor, ese soberano preocupado por el progreso y la buena marcha del pueblo; “todo
para el pueblo, pero sin el pueblo.” → Todo esto es una contradicción ya que la preocupación del
monarca es en todo momento el aumento del poder, tanto externo como interno.
Se crea una sociedad más rica, eficiente, justa… Derechos considerados naturales ahora son la vida,
la libertad y la propiedad. La ideología, el pensamiento, las realizaciones prácticas de los
gobiernos de la mayoría de los países de la 2ª mitad del siglo XVIII tienen un eje común: el afán
reformista, de cambio y transformación. (Se apoyan en las ideas de los filósofos para incrementar su
poder.)
El alcance de las reformas será distinto en cada territorio, unos verán con buenos ojos las reformas,
otros se opondrán. En España el reformismo deriva en revolución, por un lado tenemos a Menéndez
Pelayo (historiador), que considera a este siglo XVIII como poco español donde habían llegado
ideas extranjeras sin tradición española, por eso se produjo años después una revolución. Por otro
lado tenemos una visión triunfalista, ya que podemos decir que estas reformas ayudaron al reinado a
la modernización política y económica de los reinados de los borbones, destacando sobre todo el
reinado de Carlos III.
Entre 1766 y 1788, veremos como se llegó a producir una identificación entre gobernantes e
ilustrados como no se había producido en todo el siglo. Este instante excepcional vino precedido de
la expulsión de los jesuitas y actuaciones que parecían marcar un retroceso de la política ilustrada,
como el famoso proceso contra Olavide a manos del Santo Oficio (el cuál la Inquisición estaba en
declive, pero aún fue capaz de encarcelar al político ilustrado con el beneplécito de Carlos III, entró
en la cárcel y dos años después fue condenado por hereje), y terminó de modo dramático con la
movilización de todos los enemigos de las Luces.
Durante el reinado también se creó la Academia de Artillería en Segovia, los reales colegios de
cirugía de Bcn, el jardín botánico y el observatorio astronómico.
¿Triunfó o fracasó el reformismo en España? Cada uno sacará sus propias conclusiones, pero en
muchos lugares los condicionantes que se oponían al triunfo de la reforma eran muchos. Había
gente a la que no interesaba un pueblo formado y crítico ya que suponía perder privilegios, además,
muchos de los contrarreformistas no veían con buenos ojos la separación estado-iglesia, ni las
teorías que separaban los poderes legislativos y ejecutivos, estaban en contra de estas nuevas
corrientes antiabsolutistas que se centraban en los derechos naturales del hombre y cuestionaban ese
poder divino del monarca. Aún así, el reformismo llegó a conseguir una centralización avanzada,
unas instituciones más fuertes, un ejército más formado y un aumento demográfico que no iba a ser
del todo suficiente para todo lo que hacía falta.