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1. AUTOESTIMA
El constructo autoestima se ha venido empleando con gran profusión en el ámbito
de la psicología y también en niveles coloquiales. Parece ser que muchos de los problemas
del ser humano se atribuyen a la denominada “falta de autoestima”, cuando en realidad
esta expresión está falta de precisión, de análisis riguroso y de contraste científico. Si
bien es cierto que “quererse a sí mismo” es fundamental para lograr cierto bienestar
personal, se han realizado numerosas afirmaciones sobre la autoestima y sus relaciones con
alteraciones psicológicas que debieran ser contrastadas. Así, por ejemplo, se ha relacionado
la autoestima con el rendimiento académico, con procesos distímicos, las habilidades
sociales, entre otras variables.
Cuando hacemos juicios valorativos sobre nosotros mismos estamos atribuyéndonos
un valor afectivo de estima personal. Es la autoestima. La autoestima es la valoración que
hacemos de nosotros mismos como personas en cada una de sus dimensiones: pensamientos,
sentimientos, comportamiento y actitudes. Es la dimensión afectiva del autoconcepto.
Indica en qué medida nos aceptamos y asignamos valor como personas.
Como puede verse, la gran diversidad de términos empleados hace imposible adoptar
una definición estandarizada. Si bien, todos estos términos están tan profusamente
implicados que resulta complejo su delimitación, ya que todos ellos “dicen algo” de lo que
esta autoestima, sin embargo, semánticamente podríamos distinguir ente, por ejemplo:
actitud-rasgo, sentimiento-cognición, valor-emoción, personalidad-autosatisfacción. No
existe homogeneidad entre dichos términos, sino una gran heterogeneidad entre ellos y,
sin embargo, todos guardan, al menos, cierta relación con la autoestima.
Un autor de referencia, el canadiense Nathaniel Branden (1994), estableció
características del constructo autoestima, siendo relevantes las siguientes:
• La autoestima se refleja (es percibida por los demás) en las expresiones faciales
que la persona transmite en sus interacciones sociales, en la expresión de las
emociones y sentimientos.
• La percepción de éxito o fracaso personal es modulada por la estima que la
propia persona tiene de sí misma. El optimismo y el pesimismo pueden tener
una importante relación (como factores de personalidad en el modelo de
Inteligencia emocional de Reuven Baron) con la valoración positiva o negativa
de uno mismo y sus competencias, esperanzas, expectativas y afrontamiento
emocional de la adversidad).