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TEMA 2 La autoestima

1. AUTOESTIMA
El constructo autoestima se ha venido empleando con gran profusión en el ámbito
de la psicología y también en niveles coloquiales. Parece ser que muchos de los problemas
del ser humano se atribuyen a la denominada “falta de autoestima”, cuando en realidad
esta expresión está falta de precisión, de análisis riguroso y de contraste científico. Si
bien es cierto que “quererse a sí mismo” es fundamental para lograr cierto bienestar
personal, se han realizado numerosas afirmaciones sobre la autoestima y sus relaciones con
alteraciones psicológicas que debieran ser contrastadas. Así, por ejemplo, se ha relacionado
la autoestima con el rendimiento académico, con procesos distímicos, las habilidades
sociales, entre otras variables.
Cuando hacemos juicios valorativos sobre nosotros mismos estamos atribuyéndonos
un valor afectivo de estima personal. Es la autoestima. La autoestima es la valoración que
hacemos de nosotros mismos como personas en cada una de sus dimensiones: pensamientos,
sentimientos, comportamiento y actitudes. Es la dimensión afectiva del autoconcepto.
Indica en qué medida nos aceptamos y asignamos valor como personas.

2. DEFINICIÓN DEL CONSTRUCTO AUTOESTIMA


No existe una definición universal sobre el constructo autoestima. Se pueden dar
tantas definiciones o descripciones del término como personas traten de definirla. No
obstante, sí existe un nexo común a todas ellas como es la de autoasignarse valor a sí

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mismo, lo cual tiene una connotación afectivo-emocional. Quererse, estimarse produce
bienestar emocional, buen estado de ánimo.
En la tabla 1 se muestran algunas de las innumerables definiciones que a lo largo del
desarrollo del constructo se han realizado. No son todas, pero pueden servir para ilustrar
y/o encontrar nexos o rasgos comunes y consolidar, así, la connotación que le queramos
atribuir personalmente al término “autoestima”.

Tabla 1. Perspectiva histórica del constructo “autoestima” (Adaptación de González


Higueras, 2016).
AUTOR DESCRIPCIÓN
William James (1890) Evaluación global de la propia autovalía. La autoestima es el resultado de
la proporción entre el éxito alcanzado y las pretensiones de uno mismno.
Cooley (1912) Teoría del “yo a través del espejo”. El autoconcepto está influenciado por lo
que el individuo cree que los otros piensan de él.
Mead (1934) Influencia de los procesos sociales y culturales en las conductas de las
personas y la imagen de uno mismo.
Angyal (1941) Dos modelos de autoevaluación: de autodeterminación, con un yo sano, y
de autorrenuncia, con un yo neurótico. Los dos modelos coexisten pero uno
domina al otro según cada persona.
Lecky (1945) Un sistema que organiza los valores de la persona, aceptando o rechazando
experiencias si son o no consistentes con este sistema.
Horney (1950) Una autoimagen idealizada para que la persona pueda autorrealizarse.
Como esta idealización es imposible, se generan conductas neuróticas.
Rogers (1951, 1959) La gestalt conceptual organizada y consistente, compuesta de características
del yo o mí, y de la percepción de las relaciones del yo o del mí con los
otros y con aspectos variados de la vida, junto con el valor otorgado a estas
percepciones.
Allport (1955) El “proprium” como todas las partes de nuestra vida que consideramos
como íntimas y nuestras, y estaría constituido por siete aspectos, entre los
que se incluyen el amor de sí mismo y la autoimagen.
Sullivan, Perry y Gavel El yo surge del intento de satisfacer una necesidad dependiente de la
(1953) experiencia interpersonal con la madre en el desarrollo evolutivo.
Cattell (1965) El autosentimiento como proceso unificador de la personalidad y del resto
de sentimientos.
Rosenberg (1965) La autoestima como resultado de la cultura, sociedad, familia y las relaciones
interpersonales. Una actitud positiva o negativa hacia un objeto particular,
en concreto el yo.
Coopersmith (1967 Un juicio personal de valor que se manifiesta en las actitudes del individuo.
Epstein (1973) El autoconcepto se identifica como una teoría acerca del yo que el individuo
construye acerca de sí mismo, en cuanto persona que siente y actúa, y que
lucha con la naturaleza de su medio psicológico.

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Kohut (1977) La autoestima se desarrolla a partir de las relaciones objetales del niño y del
narcisismo primario.
Epstein (1985) La autoestima como consecuencia de una comprensión individual del
mundo, de los otros y quienes somos nosotros en relación a ellos. También
diferenció entre una autoestima global, específica y situacional.
Bandura (1986) Diferenció entre autoeficacia y autoestima. De esta manera, la autoeficacia
influirá en la autoestima si la actividad realizada es valorada positivamente
por la persona.
Higgins (1987) Teoría de la auto-discrepancia. personas presentan varias representaciones
del self: la representación real, la representación que debería ser y la de los
demás (cómo somos percibidos por personas significativas). Las discrepancias
en dichas representaciones pueden ocasionar estados afectivos negativos,
como baja autoestima.
Branden (1993) La autoestima es la predisposición a experimentarse como componente para
afrontar los desafíos de la vida y como merecedor de felicidad.
Camargo (1994) Una actitud vital que se aprende, que fluctúa y se puede optimizar,
basándose en el tomar conciencia, conocer y poner en práctica el potencial
de cada persona.
Wells y Matthews Un síndrome cognitivo atencional consistente en una remarcada atención
(1994) focalizada en el “yo”, un procesamiento de la información de carácter
rumiativo (rumiación y preocupación), sesgos atencionales, y la activación
de autocreencias y autopercepciones disfuncionales, que determinarían una
baja autoestima.
Bonet (1997) La autoestima es la valoración que tiene el ser humano de sí mismo, la
actitud que manifiesta hacia sí mismo, la forma habitual de pensar, de
sentir, de comportarse consigo mismo.
Martínez (1997) La agregación de la confianza y el respeto que debemos tener con uno
mismo.
Mruk (1999) El estatus vital de la competencia y merecimiento de un individuo al
manejar los retos de la vida a lo largo del tiempo.
Rice (2000) La consideración que tiene hacia sí misma.
Santrock (2002) La evaluación global de la dimensión de Yo o self.
La autoestima también se refiere a la autovalía o a la autoimagen, y refleja
la confianza global del individuo y la satisfacción de “sí mismo”.
Domínguez, Cueva y La autoestima es un elemento fundamental de la personalidad y cada
Prado (2002) persona forma su personalidad a partir de cómo se ve o cómo se valore,
siendo esta valoración dependiente, ya que se relaciona con la manera en
que las demás personas nos valoran.
Crocker y Wolfe (2001) Autoevaluaciones de las competencias. La autoestima dependería de las
habilidades desarrolladas por la persona.
(Continúa en la página siguiente).

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AUTOR DESCRIPCIÓN
OMS (2003) La percepción personal que tiene un individuo de su situación de vida, en
el marco del contexto cultural y valores en que vive, en relación con sus
objetivos, expectativas, valores e intereses; como la autovaloración de uno
mismo, de la propia personalidad, de las actitudes y de las habilidades, que
son los aspectos que constituyen la base de la identidad personal y que,
además, se construye desde la infancia y depende de la forma de relación
con las personas significativas, principalmente los padres.
Dandeneau y Baldwin Las personas que experimentan mayor rechazo, real o imaginario,
(2004) desarrollarían una autoestima más baja y una mayor sensibilidad para
percibir rechazo.
Roca (2005) La actitud positiva hacia uno mismo, que incluye la tendencia a
conducirnos —es decir, a pensar, sentir y actuar—, en la forma más sana,
feliz y autosatisfactoria posible, teniendo en cuenta el momento presente
y también el medio y largo plazo, así como nuestra dimensión individual y
social.
Mora y Raich (2006) La suma de un conjunto de juicios acerca del propio valor y competencia en
diferentes dominios.
Gázquez et al. (2006) La autoestima es una extensión del autoconcepto y además, a través de
la autoestima el sujeto se asigna una representación de las cualidades o
características.
Smith y Mackie (2007) La autoestima son las evaluaciones sobre el self positivas o negativas, y
cómo nos sentimos por estas evaluaciones.
VandenBos (2007) El grado en que las cualidades y características contenidas en el propio
(American autoconcepto son percibidas como positivas. Refleja la imagen o
Psychological representación física de la persona, la visión de sus logros y capacidades, así
Association) como de los valores y de la percepción del éxito… Cuanto más positiva sea
la percepción del conjunto de esas cualidades y características mayor será
su autoestima.
Borras, Boucherie, El resultado de la interacción entre la autoevaluación y el feedback social.
Mohr, Lecomte,
Perroud y Huguelet,
(2009)
Pallarés (2011) La autoestima, se refiere más a la respuesta afectiva que uno da a como se
ve, es decir, la evaluación o valoración que uno hace de sí mismo.
Evaluamos constantemente el mundo que nos rodea y que la autoestima
es, precisamente, esa evaluación que hacemos de nosotros mismos,
que incluye la fuerza y la apariencia corporal, capacidad y rendimiento
intelectual, aceptación de los demás, etc.
Haeussler y Milicic La suma de juicios que una persona tiene de sí misma; es decir, lo que la
(2014) persona se dice a sí misma sobre sí misma.
Kiviruusu, Huurre, Aro, Evaluación general subjetiva que hace el sujeto sobre sí.
Marttunen y Haukkala
(2015)
Bataller Sallent (2016). Grado de satisfacción personal del individuo consigo mismo, la eficacia de
su propio funcionamiento y actitud evaluativa de aprobación que siente
hacia sí mismo.

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Vicente (2016) La autoestima está formada por la relación entre la percepción o
autoconcepto y el ideal que tenemos de lo que debemos ser. Si el ideal va
paralelo al autoconcepto habrá más autoestima. Cuanta más diferencias
existan a favor del ideal, menor autoestima.
Quintero y Zárate La autoestima es un sentimiento que aporta valor a nuestro ser, a
(2016) quienes somos, son un conjunto de rasgos personales que le dan el toque
individual, originalidad y autenticidad a cada individuo.
Moksnes y Lazarewicz La autoestima es una característica básica de la salud mental, y también
(2016) un factor protector que contribuye a una mejor salud a través de su
función amortiguadora de experiencias negativas.

3. AUTOESTIMA Y OTRAS VARIABLES PSICOLÓGICAS


En torno a la relación de la autoestima con otras variables existe cierta controversia
entre autores expertos en el tema. Así, por ejemplo, (Leary, Tambor, Terdal, y Downs, 1995:
citados por Vicente, 2013; pág. 2) afirma: “Puede que lo que busquen las personas en
realidad sea únicamente la aceptación de los demás y ser valoradas socialmente”. Del
mismo modo, estos autores manifiestan que: “…no está constatado que la autoestima per
se, produzca directamente beneficios materiales, puesto que no se consigue ni con riquezas
ni con éxito”. A pesar de ello, la sana autoestima es necesaria para el bienestar personal, la
cual es alimentada por el sentimiento de orgullo y satisfacción personal que experimenta
una persona con motivo de autopercibirse competente, sentirse valiosa, sentirse querida
y cualquier otra autopercepción positiva que sea capaz de generarle un estado de ánimo
favorable. Si este estado de ánimo positivo es habitual, permanente (o cuasi permanente)
y está referido a su autovaloración, entonces, podrá afirmar que su satisfacción por ser
quien es y cómo es (aún a pesar de los déficits, defectos, fallos…) le permite sentirse feliz,
tener bienestar y recursos de afrontamiento ante la adversidad (resiliencia).
A luz de lo anteriormente expuesto, Vicente (2016) se plantea las siguientes
cuestiones:
a) “¿Por qué unas personas se fijan unas expectativas tan altas que difícilmente
se pueden alcanzar?
b) ¿Toda la autoestima proviene de las circunstancias externas o proviene
exclusivamente de uno mismo? Y, en cuyo caso,
c) ¿Puede aumentarse a voluntad?” (pág. 39).

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Unas breves consideraciones en torno a posibles respuestas a dichos interrogantes.
a) “¿Por qué unas personas se fijan unas expectativas tan altas que difícilmente
se pueden alcanzar?
Cada persona se establece su “proyecto de vida”, se marca unos objetivos a conseguir
en diferentes planos o escenarios: personales, familiares, académicos, laborales, etc. La
tolerancia a la frustración cuando no se consiguen objetivos es el estado afectivo propio de
la decepción. Cada persona, según su historia de vida, sus experiencias, sus temperamento,
su carácter, sus rasgos de personalidad… tiene una mayor o menor tolerancia. Hay personas
cuya duración (de la frustración-decepción) es efímera y, para otras, su duración es mayor
e, incluso, con mayor intensidad afectiva, lo cual provoca un mayor malestar psicológico
y mayor infelicidad.
Esta variabilidad afectiva entre personas podría explicar las diferencias que existen
respecto a la autopercepción de competencia. La mente humana es capaz de generar
pensamientos tan dispares con respecto a esta frustración como: “No es tan grave no haberlo
logrado” frente a “Esto es insoportable, nunca lo voy a conseguir”. Pensamientos en positivo
pueden generar una buena “apreciación” o valoración del sí mismo. Pensamientos negativos
pueden generar una depreciación, autopunición, autodesprecio y, consecuentemente una
no valoración personal.
Las expectativas altas se producen cuando no se pondera objetivamente la relación
existente entre la capacidad personal o competencia, la capacidad de aprendizaje, el interés
y la motivación, la persistencia o tenacidad, el esfuerzo personal, etc., con la dificultad
de logro del objetivo, con la previsión de variables o factores inesperados (mala suerte,
adversidades, imprevistos…por ejemplo). ¿Acaso las expectativas son elevadas por la
ausencia de esta ponderación o mesura en la estimación de resultados? A nuestro parecer,
un buen funcionamiento ejecutivo (planificación, flexibilidad, tolerancia, sensatez…) podría
regular mejor la necesaria objetividad entre lo que se desea y lo que se obtiene.

b) ¿Toda la autoestima proviene de las circunstancias externas o proviene


exclusivamente de uno mismo?
Si consideramos la autoestima como una valoración (que en realidad así es) de la
propia persona, es decir, del autoconcepto personal, podríamos considerar que el propio
individuo utiliza dos fuentes de información para autovalorarse: una de ellas es la opinión,
consideración, estima, reconocimiento… que percibe de los demás. Cuando se recibe un
halago sincero de personas con elevada ascendencia, el efecto emocional producido es
el de satisfacción, orgullo, beneplácito, complacencia, etc. El efecto cognitivo es elaborar
pensamiento derivados de tales sentimientos: “Me siento querido”, “Los demás me valoran”,
“Si los demás dicen eso es que en realidad soy competente”, y otros pensamientos similares.

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Con la información externa la mente elabora sus propias valoraciones. Por todo
ello, resulta, cuanto menos, muy complejo, poder discernir hasta qué punto la autoestima
proviene del exterior o proviene de uno mismo, cuando, en realidad, es la propia mente de
la persona quien elabora la autovaloración empleando, tanto información externa como
apreciaciones personales sin referencia a los demás.
En conclusión, a nuestro parecer, la autoestima es alimentada (sin cuantificar), tanto
por la valoración de cómo nos perciben los demás como la autopercepción. En este sentido,
es interesante la información aportada por el “Perfil del Yo” (Perfil de personalidad de
Berkeley) (Harary y Donahue, 1994), puede ser de utilidad para que una persona discrimine
la percepción que tiene de sí mismo en estos rasgos:
• Estilo expresivo.
• Estilo interpersonal.
• Estilo de trabajo.
• Estilo emocional.
• Estilo intelectual.

(En el tema 6 dedicado a la evaluación puede verse el PERFIL DEL YO como


instrumento evaluador).

c) ¿Puede aumentarse a voluntad?


Si existe motivación el ser humano es capaz de modificar su conducta, bien
instaurando una nueva, extinguiendo una inadecuada o fortaleciendo las adecuadas.
Por lo tanto, sí se puede desarrollar, aumentar, modificar la autoestima cuando existe
voluntad (motivación para el cambio). De hecho, en este curso se proponen actividades
para desarrollar la autoestima para todos los niveles de la escolaridad, desde alumnado de
edades de Educación infantil y Primaria hasta alumnos adolescentes de la ESO, incluso,
numerosas de las actividades propuestas pueden ser de utilidad para personas adultas.

4. DESARROLLO Y FORTALECIMIENTO DE LA AUTOESTIMA


En el desarrollo y fortalecimiento de la autoestima intervienen numerosos factores
personales (cognitivos, afectivos y comportamentales), familiares y sociales, especialmente,
la percepción de ayuda, apoyo y consideración social.
El desarrollo de la autoestima requiere del lenguaje interior para establecer los juicios
evaluativos en torno a la valía personal que cada uno se autoatribuye. El pensamiento y
el lenguaje verbalizado van dirigiendo el comportamiento, que constituye la dimensión
visible u observable ante los demás para poder enjuiciar si la autoestima de una persona
es baja, alta o falsa.

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En la teoría de las necesidades básicas de Maslow, la autoestima es necesaria
para alcanzar lo que el autor denomina “autorrealización” (véase el libro: “El hombre
autorrealizado” de dicho autor). La estima puede proceder de uno mismo y también de
los demás. De modo que sentirse valorado y estimado por los demás genera valoración
positiva en uno mismo.
Si la autoestima consiste en valorarse a sí mismo (subjetividad), hemos de considerar
los riesgos que comporta dicha valoración, especialmente, en lo referido a la objetividad. En
la baja autoestima, la persona focaliza su atención de modo insuficiente o inadecuado en
sus competencias personales, en la recepción de los afectos y en su sentido de pertenencia.
Percibe solamente déficits, autoatribuyéndolos a sí mismo como carente de recursos
psicológicos. Ello da lugar a comportamientos problemáticos, tales como estados de ánimo
negativos (tristeza, depresión, rabia...) y comportamientos inadaptados (abatimiento,
inhibición, agresividad...).
Por el contrario, y en el polo opuesto de la valoración, encontramos la sobredimensión
o el enaltecimiento de las cualidades personales (errores del pensamiento o sesgos
cognitivos) sin ninguna objetividad. Ello da lugar a la denominada falsa autoestima o una
exacerbación del yo y sus capacidades. Cuando esto ocurre, el rechazo social suele ser
manifiesto. Las personas que hacen excesiva ostentación de las competencias personales, de
su seguridad y de su valía suelen provocar comportamientos evitativos en los demás en las
interacciones sociales. Y, si además, esta autoimagen mostrada es percibida como falsa, se
hace una evaluación negativa de sus “habilidades sociales”. Los sentimientos de petulancia,
jactancia, arrogancia, vanidad, altivez, soberbia,... proceden de estas consideraciones.
Un caso extremo de falsa autoestima (más bien insana autoestima) lo encontramos
en los sentimientos que experimenta una persona de altanería, altivez, petulancia,
engreimiento, arrogancia, soberbia, vanidad, etc. Siendo el denominado “síndrome de
Hybris” su exponente máximo. (*)
(*) Es un concepto griego que puede traducirse como «desmesura» y que en la actualidad alude
a un orgullo o confianza en uno mismo exagerados, resultando a menudo en merecido
castigo. En la Antigua Grecia aludía a un desprecio temerario hacia el espacio personal
ajeno unido a la falta de control sobre los propios impulsos, siendo un sentimiento violento
inspirado por las pasiones exageradas, y más concretamente por Ate (en la mitología
griega, Ate era la diosa de las acciones irreflexivas y sus consecuencias) (Fuente: Wikipedia).

Cuando la valoración se realiza con cierta objetividad hacemos referencia a la


sana autoestima. Supone aceptar los componentes positivos y los negativos que cada
uno tiene, con el propósito de mejorar aquellos aspectos cognitivos (Modos de pensar),
afectivos (Modos de emocionarse y autorregularse) y conductuales (Modos de interactuar
con los demás, habilidades sociales) que le permitan la mejor adaptación personal y social
al entorno.

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En la autoestima influyen los sentimientos que tenemos, éstos son los pensamientos
valorativos sobre lo que nos ocurre y nos emociona. Según como pensamos nos sentimos
de un modo u otro. Si ante un problema con un compañero pensamos “Se va a acordar
de mí, le voy a...” nuestro sentimiento será el de indignación, furia, enfado... Sin embargo,
si el pensamiento fuese: “No le voy a hacer caso, ya pasará todo” el sentimiento será
distinto, es probable que sea de indiferencia o de leve molestia. De este modo, según como
pensamos así nos sentimos.
El estado de ánimo está formado por el conjunto de sentimientos parecidos. Por
ejemplo, cuando una persona dice “me siento feliz”, indica cómo nos sentimos para hacer
las tareas de cada día: aprender, relacionarnos, divertirse, participar, ayudar, comprender
a los demás e intentar ser felices cumpliendo las obligaciones y normas de convivencia.
Cuando esto ocurre nuestra autoestima aumenta y nuestro estado de ánimo es positivo.
Los pensamientos son modos de interpretar lo que nos ocurre. El modo de pensar
nos producirá sentimientos. Reflexionar sobre los motivos de lo que ocurre, porque
pensamos así, ¿podríamos pensar de otro modo? nos puede ayudar a controlar o regular
mejor nuestros estados de ánimo. Ayudan a ello, preguntas como:
— ¿Es adecuado y correcto cómo pienso sobre lo que me ha ocurrido?
— ¿Debo pensar de otro modo para sentirme mejor?
Las respuestas reflexivas en torno a cómo pensamos y cómo nos sentimos repercuten
en la propia autoestima.

4.1. FACTORES DE DESARROLLO DE LA AUTOESTIMA.


En el desarrollo de la autoestima se producen juicios de valor sobre uno mismo y
sobre la propia realidad, tal y como esta es percibida. Estos juicios pueden ser ajustados a
la realidad o, por el contrario pueden no serlo. Cuando los juicios valorativos se ajustan a
la realidad (objetividad, ausencia de sesgos, evidencias....) se produce una sana autoestima.
Si no se ajustan a la realidad, el desajuste puede ser:
a) Por exceso:
— Cuando se evita reconocer los defectos y las responsabilidades propias.
— Cuando se ponen en funcionamiento mecanismos psicológicos de defensa
(racionalización, fundamentalmente). Se hace un “Locus de control” externo
para aquellas cuestiones, temas o asuntos en los que podría quedar dañada
la valoración personal.
— Se evita el autoanálisis, la reflexión personal y la obtención de conclusiones
objetivas sobre los modos de pensar, de sentir y de comportarse.

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Tema 2. La autoestima
b) Por defecto:
— Los juicios valorativos son demasiado autoexigentes.
— Se producen sentimientos de culpa por no cumplir las expectativas de otros.
— Se rechazan, ignoran o menosprecian las cualidades personales.
— No se toleran debilidades, flaquezas o errores personales en el comportamiento.

En sentido positivo, existen factores que contribuyen a generarse pensamientos y


sentimientos que desarrollan y fortalecen la autoestima. Algunos de ellos son los siguientes:
— Valorar las propias capacidades.
— Afrontar las dificultades de la vida como retos personales.
— Tener actitudes resilientes.
— Detener pensamientos de preocupación excesivos.
— Valorar la estima que nos tienen los demás.
— Mostrarse asertivos.
— Tener buenas relaciones sociales.
— Tener un proyecto de vida.
— Tolerar pequeños fallos o deficiencias con la intención de mejorar.
— ---
Desde el punto de vista del Locus de control (Atribución de causas que una persona
hace sobre los acontecimientos) existen también factores internos y factores externos de
la autoestima:
a) Factores internos:
Son aquellos que se generan en la mente humana, tales como el conjunto de
pensamientos, creencias, expectativas, atribuciones, percepciones, conductas,
etc., que la persona desarrolla para percibir el mundo.
b) Factores externos:
Son los referidos al entorno en que vive una persona. Así por ejemplo, un
alumno puede escuchar opiniones sobre sí mismo de sus padres, de sus
profesores, de sus amigos, de sus compañeros, de los mensajes subyacentes
en la propia cultura, y el contenido de dichas opiniones es interiorizado en
forma de “etiquetas” que le son propia: ser buen o mal estudiante, ser amable
o antipático, ser extrovertido o tímido, etc.

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5. ALGUNAS CONCLUSIONES
Tras la lectura de las definiciones, probablemente puedan extraerse algunos rasgos,
algunas tipologías o enfoques basados en factores o variables que nos permitan clasificarlas.
Algunos rasgos que podemos encontrar son:
• La autoestima como un conjunto de sentimientos positivos.
• La autoestima como un solo sentimiento global de autosatisfacción.
• La autoestima como un conjunto de valoraciones sobre distintos ámbitos
personales.
• Autoevaluación + heterovaloración.
• Asociada con el autoconcepto.
• Valor y competencia.
• Rasgo de personalidad.
• Actitud vital.
• Autodiscrepancia.
• Autoimagen.
• Autojuicio.
• …

Como puede verse, la gran diversidad de términos empleados hace imposible adoptar
una definición estandarizada. Si bien, todos estos términos están tan profusamente
implicados que resulta complejo su delimitación, ya que todos ellos “dicen algo” de lo que
esta autoestima, sin embargo, semánticamente podríamos distinguir ente, por ejemplo:
actitud-rasgo, sentimiento-cognición, valor-emoción, personalidad-autosatisfacción. No
existe homogeneidad entre dichos términos, sino una gran heterogeneidad entre ellos y,
sin embargo, todos guardan, al menos, cierta relación con la autoestima.
Un autor de referencia, el canadiense Nathaniel Branden (1994), estableció
características del constructo autoestima, siendo relevantes las siguientes:
• La autoestima se refleja (es percibida por los demás) en las expresiones faciales
que la persona transmite en sus interacciones sociales, en la expresión de las
emociones y sentimientos.
• La percepción de éxito o fracaso personal es modulada por la estima que la
propia persona tiene de sí misma. El optimismo y el pesimismo pueden tener
una importante relación (como factores de personalidad en el modelo de
Inteligencia emocional de Reuven Baron) con la valoración positiva o negativa
de uno mismo y sus competencias, esperanzas, expectativas y afrontamiento
emocional de la adversidad).

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Tema 2. La autoestima
• La autoestima es reforzada por la estima de los demás, (satisfacción de una
de las necesidades básicas –afiliación y sentirse querido- en el modelo de
Maslow).
• La consciencia de los propios errores, carencias o fallos en el comportamiento
deben retroalimentar la modificación y/o mejora de la conducta, actitudes y
cogniciones de la persona. Tener autoestima no exige ser perfecto, sino tratar
de mejorar los aspectos personales que contribuyan al bienestar personal e
interpersonal.
• La sana autoestima se proyecta a través del contenido verbal y no verbal en
las interacciones sociales. Un exceso de valoración del “ego” y un desprecio
del valor de los demás transmite actitudes altaneras, altivas, arrogantes,
petulantes, engreídas… que provocan rechazo social.
• El orgullo es el sentimiento inherente a la autoestima. Estar satisfecho de
uno mismo respecto de cualidades personales da lugar a “sentirse bien”
(satisfacción personal). El riego de ser tildado de “orgulloso” está en función
de cómo se proyecta en los demás dicha satisfacción. Se puede adoptar una
actitud humilde en la proyección social y sentir una gran satisfacción interna
(orgullo personal).

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