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INSTITUTO INTERNACIONAL PARA EL DESARROLLO

INTAL

MAESTRÍA EN EDUCACIÓN ESPECIAL

TÍTULO:
“Trastorno de la Identidad de género”

ASIGNATURA:
Sexualidad y Discapacidad.

NOMBRE DEL PROFESOR (A):


Dra. María Elena Sinclair Baró

TETRAMESTRE: IV

INTEGRANTES DEL EQUIPO:


Mario de la Rosa Ramírez
Valeria Montserrat Fernández López
Judith Guadalupe Mancilla Jiménez
Analía Morales Fajardo

SEDE:
Nuevo Laredo, Tamps.

Abril 2018
TRASTORNO DE LA IDENTIDAD DE GÉNERO
Introducción
La construcción de la identidad de género, es un proceso complejo que involucra
factores biológicos, sociales, culturales y psicológicos. Existen diferentes modelos
que pretende conceptualizar la manera en la cual desde la infancia las personas
desarrollan un sentido personal de sí mismo; existen algunas dificultades en torno
a la conceptuación de este término y en gran medida dichas aproximaciones sólo
enfatizan un aspecto particular del desarrollo de la identidad de género dejando de
lado su complejidad y multifactorialidad.
Debido al dilema que subyace en el concepto de la identidad, algunas veces se
confunde la identidad personal con el autoconcepto o la autoestima, en gran
medida porque todos estos aspectos hacen referencia al sentido del sí mismo o al
“yo”. Sin embargo, pese a que todos son conceptos relacionados entre sí, existe
una importante diferenciación entre ellos. En lo que respecta al autoconcepto es
importante decir que éste hace referencia al conjunto de ideas, imágenes,
sentimientos y pensamientos que una persona tiene de sí misma.
Los sexos se dividen en dos: macho y hebra y varón y mujer. El término género se
refiere a la lingüística y se aprecian tres géneros: masculino, femenino y neutro.
Mientras que el primer término es biológico, el segundo es una construcción
cultural correspondiente a los roles o estereotipos que en cada sociedad se
asignan a los sexos.

Desarrollo
Por otra parte, la identidad se refiere a aquellos aspectos o características que
permiten diferenciarse de otras personas y a la vez ubicarse como parte de un
grupo ante el reconocimiento de rasgos o comportamientos que sirven de
referencia. La identidad constituye entonces una construcción personal en tanto
involucra el reconocimiento de la singularidad, la unicidad y la exclusividad que
permiten a un individuo saberse como único, pero a su vez, es también y de
manera muy importante una construcción social, en tanto recoge los atributos que
una sociedad emplea para establecer categorías de personas (identidad étnica,
identidad de género, identidad nacional, etc.), de manera que una persona puede
identificarse con determinado grupo y diferenciarse de otro. Se refiere al sentido
individual de ser hombre o mujer, que se suele consolidar hacia los 3 a 4 años de
edad.
El DSM-IV ha introducido varios cambios en la clasificación de diagnósticos del
Trastorno de Identidad de Género (TIG) y de sus criterios. Existen dos criterios
importantes.
El criterio A especifica conductas que significan la identificación acusada y
persistente con el otro sexo (no sólo con el deseo de obtener las supuestas
ventajas relacionadas con las costumbres culturales). En los niños el trastorno se
manifiesta por el deseo repetido de pertenecer al otro sexo, de vestir como el sexo
contrario, marcada preferencia por el papel del otro sexo o fantasías referentes a
pertenecer al otro sexo, juguetes y preferencia de actividades del otro sexo, y
preferencia marcada por compañeros de otro sexo. En los adolescentes y adultos
la alteración se manifiesta por síntomas tales como el deseo firme de pertenecer al
otro sexo, ser considerado como del otro sexo, un deseo de vivir o ser tratado
como del otro sexo o la convicción de experimentar las reacciones y las
sensaciones típicas del otro sexo.
El criterio B especifica conductas de malestar persistente con el propio sexo o
sentimiento de inadecuación con su rol. En los niños la alteración se manifiesta
por sentimientos de que el pene o los testículos son horribles o van a desaparecer,
de que sería mejor no tener pene o aversión hacia los juegos violentos y rechazo a
los juguetes, juegos y actividades propios de los niños; en las niñas, rechazo a
orinar en posición sentada, no querer poseer pechos ni tener la regla o aversión
acentuada hacia la ropa femenina. En adolescentes y adultos la alteración se
manifiesta por síntomas como preocupación por eliminar las características
sexuales primarias y secundarias o creer que ha nacido con el sexo equivocado.
El diagnóstico de TIG no coexiste una enfermedad intersexual. A dichos individuos
con dificultades en la identidad del género se les puede asignar el diagnóstico
residual de TIG no especificado.
Finalmente, como con otros diagnósticos DSM-IV, el individuo debe manifestar
evidencia de malestar clínicamente significativo o deterioro en cualquier área su
actividad como resultado del trastorno. Aunque el sufrimiento puede ser más difícil
de determinar en los niños más pequeños, la investigación muestra evidencia de
déficits en las habilidades del mismo sexo y las interacciones con sus coetáneos.
En los últimos años, las diferentes teorías sostienen que las hormonas sexuales
prenatales tienen efecto en la definición de la conducta sexual típica consecuente
y en la posible orientación sexual. Aunque esta teoría no ha sido confirmada en
niños con TIG, la extrapolación puede hacerse desde los estudios de adultos con
TIG, de hombres y mujeres homosexuales, y de individuos con anormalidades
hormonales.
Dos variables demográficas familiares que han sido estudiadas en hombres
homosexuales y que han resultado robustas son la ratio de sexo entre los
hermanos y el orden de nacimiento. Tanto los hombres homosexuales con género
disfórico como los chicos con TIG tienen un mayor número de hermanos que de
hermanas. Además, en consistencia con los descubrimientos en hombres
homosexuales con género disfórico o no, los niños con TIG tienen un nacimiento
más tardío en el orden familiar.
Basándose en los altos niveles de psicopatología internalizada observada en niños
con TIG, algunos estudios han propuesto la inhibición y la reacción al estrés como
factores constitucionales que hacen a estos niños más vulnerables.
Existen muy diversas formas de definir o entender lo qué es la identidad de una
persona. Dentro del campo de la Psicología, Erickson (1968) fue uno de los
pioneros al hablar de identidad, refiriéndose a ésta como una afirmación que
manifiesta la unidad de identidad personal y cultural de un individuo. Bajo tal
perspectiva el desarrollo de la identidad es una tarea larga que inicia en la
infancia, adquiere gran importancia en la adolescencia y continúa a lo largo de la
vida. Erickson (1968) propuso que la identidad se daba como resultado de tres
procesos: biológico, psicológico y social. Sin embargo, aún cuando su modelo del
desarrollo de la identidad fue llamativo y generó controversia en distintos campos,
las diversas connotaciones alrededor del término hicieron que este constructo
fuese difícil de investigar.
Bajo una postura más sociológica, Parsons (1968) refiere que la identidad es un
sistema central de significados de una personalidad individual, que orienta de
manera normativa y da sentido a la acción de las personas. Dichos significados no
son meras construcciones arbitrarias definidas por el individuo, sino que surgen en
relación estrecha con la interiorización de valores, normas y códigos culturales que
son generalizados y compartidos por un sistema social. Esto es, la definición que
una persona hace de sí misma no solo deriva de su interacción cotidiana, de cómo
se observa y cómo actúa, sino de todos los aspectos que cultural y socialmente
internaliza en torno a su yo. La cultura entonces se convierte en otro ingrediente
fundamental del desarrollo de una identidad en la medida en la cual el desarrollo
de una autodefinición está impregnado de un carácter histórico y social. De
manera que la forma en la cual una persona llega a definirse a sí misma y concibe
su propio “yo” no es un situación estática e inamovible y mucho menos universal,
sino que está supeditada a las condiciones históricas de un momento determinado
y a su vez, a la variabilidad intercultural.
La Teoría Multifactorial de la Identidad de Género. Finalmente una perspectiva
teórica que ha sido acogida en las últimas décadas es la que deja entrever la
complejidad y multifactorialidad de la identidad de género como un constructo
psicológico. Hacia la década de los setenta surge una tendencia por explicar lo
que podría englobarse bajo la denominación general de la tipificación sexual o de
género. Dentro de tales aportaciones destaca la propuesta realizada por Block
(1973) quien elabora un marco integrador de seis etapas, que van desde las vagas
nociones de lo que puede significar la identidad de género durante la infancia,
hasta las que suponen la idea estructurada de un rol que encaja con el concepto
de androginia psicológica propuesto por Bem (1974). Este concepto, hace alusión
a la posibilidad de poseer al mismo tiempo características socialmente vinculadas
a la feminidad y a la masculinidad lo cual rompe la visión de estas dimensiones
como polos opuestos y excluyentes. En esta misma lógica, Pleck (1975) propone
tres fases en el proceso de identificación genérica, estableciendo una primer fase
caracterizada por la confusión del propio género, una segunda fase en las que los
individuos muestran una aceptación de los parámetros sociales en tanto reglas y
normas relacionados con cada sexo y finalmente, una tercera fase, centrada
nuevamente en el concepto de androginia (Bem, 1974).
Lo anterior tiene una relevancia vital en términos de comprender que el
determinismo biológico no es suficiente para hablar del desarrollo de una identidad
de género en las personas, pues en gran medida los estereotipos que matizan
dichas identidades varían de cultura a cultura y, dentro de cada cultura, están
sujetos a las transformaciones sociales. De esta forma, cuando se habla del
desarrollo de una identidad genérica, no sólo debe pensarse en el proceso de
socialización como eje fundamental de dicha identidad, sino también en otra serie
de procesos que se vinculan directamente con la cultura. Uno de estos procesos
que resulta fundamental en la adquisición de los estereotipos de género por parte
de las personas es lo que se conoce como endoculturación, esto es, el proceso a
partir del cual la gente absorbe la información sin darse cuenta por medio del
lenguaje y otros símbolos. Tal como lo señaló Díaz-Guerrero (1972), el lenguaje y
los símbolos que se congregan en los mitos, los refranes y el bagaje cotidiano –
reflejo de la cultura – son cruciales en la conformación de las normas y reglas que
rigen el comportamiento humano.
Sin embargo, pese a que la socialización y la endoculturación son dos vías
fundamentales para transmitir la información que configura las identidades de
género, existen otros factores fundamentales. Desde hace dos décadas, la
psicología se ha interesado en los determinantes actitudinales de los
comportamientos diferenciales entre hombres y mujeres (Deaux & Lewis, 1984;
Sutherland & Veroff, 1985).

Conclusión
Tomando en cuenta las consideraciones anteriores, es posible ahora adentrarse
en la conceptuación y desarrollo de una identidad peculiarmente trascendental en
la vida de las personas indistintamente de su etnia, clase o credo, una identidad
que se forja en el entramado de un cuerpo biológicamente diferente y un
conglomerado de valores y significados en torno a éste; la identidad de género.
Tal como la identidad general, la configuración de la identidad de género implica
diversas variables y procesos. Conceptuar el constructo de identidad de género no
ha sido sencillo, entre otras cosas por la confusión conceptual que acompaña al
término género.
el desarrollo de la identidad de género es un proceso complejo, dinámico y
multifactorial, que involucra no una, sino múltiples variables tanto culturales,
sociales e individuales. En gran medida, la socialización y la endoculturación
juegan un papel muy importante pero no son los únicos factores que intervienen.
La identidad no es una tarea de la infancia sino un proceso continuo y
permanente, sujeto a los cambios que observamos en los otros, a los contextos
sociales, a las experiencias individuales y por supuesto vinculadas también a los
costos y ganancias que se desprenden de ésta.

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