Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
ASIGNATURA:
TEMA DE EXPOSICIÓN:
Representación Social de Esquemas de Género
INTEGRANTES:
Josseline Cedeño López
Pierina Ortiz Calderón
Kylie Oviedo Zambrano
Karina Ponce Cedeño
Yadira Villegas Santisteban
Katiuska Zambrano Monte
CURSO:
3 “C”
DOCENTE:
Ab. Vielka Palomeque
PERIODO ACADÉMICO:
2022 – 2023
El concepto de Género y origen
Los seres humanos son considerados como los únicos capaces de tener un
comportamiento racional, es decir que siempre tomara decisiones que conduzcan a un
mayor beneficio, que sea útil, para quienes lo rodean e incluso para si mismos. Pero lo
que distingue a un individuo de otro, serán sus diferencias biológicas y también aquellas
que la sociedad considera, siendo estos el sexo y el género; el sexo es la etiqueta por la
que la medicina a través de los órganos genitales concluye que él bebé nacido es
masculino o femenino; ahora el género por otro lado son aquellas diferencias aceptadas
socialmente por quienes se encuentran alrededor.
El antropólogo John Money propone el termino gender role, “rol de género” en 1955,
para describir los comportamientos asignados socialmente a los hombres y a las
mujeres. En 1968, el psicólogo Robert Stoller definió que gender identity, la “identidad
de género”, que no es determinada por el sexo biológico, sino por el hecho de haber
vivido desde el nacimiento las experiencias, ritos y costumbres atribuidos a cada género.
(M, 1986) El concepto de genero ha ido actualizándose con el pasar de los años, y desde
los años 70 fue acuñado por las feministas, debido a que se descubre como una potente
herramienta analítica capaz de desvelar las ideologías sexistas ocultas en los textos de
las ciencias humanas y sociales. Considerándose así en la teoría feminista como una
perspectiva de estudio que nace con el fin de eliminar las claras diferencias que situaban
al hombre por encima de la mujer, solo por el mero hecho de serlo.
La desigualdad política, económica y social fue un tema que el grupo feminista trato de
dar a entender en una época donde la opresión hacia la mujer, la rebajaba a quedarse en
casa y ser ama del hogar, por ello en los años 80, se utilizó el término “género” en
diversas disciplinas de las ciencias sociales porque demostró ser una categoría útil para
delimitar con mayor precisión la diferencia entre mujeres y hombres, colocando en el
terreno simbólico, cultural e histórico los determinantes de la desigualdad entre los
sexos.
La teoría del esquema de género fue desarrollada por primera vez por Sandra Bem en
1981 y luego ampliada por Carol Martin y Charles Halverson en 1983. Según la teoría
del esquema de género, una vez que los niños han formado una identidad de género
básica, comienzan a desarrollar esquemas de género. El esquema de genero se asocia
con los procesos de aprendizaje que desarrolla cada sexo. Al conocer el sexo biológico
de un recién nacido, los padres, los familiares y la sociedad suelen asignarles atributos
creados por expectativas prefiguradas. A las niñas desde pequeñas se les involucra en
actividades domésticas que más adelante se espera reproduzcan en el hogar y a los niños
se les educa para que sean fuertes y no expresen sus sentimientos, porque “llorar es cosa
de niñas” (Barberá, 2004). Para otro autor, esto crea un punto de vista, los niños
desarrollan una constancia de género y una motivación interna por adquirir las
características necesarias que les permitan ser competentes entre el sexo que les
corresponde; por ende, buscan identificar las conductas y actitudes de los otros
“masculinos” o “femeninos” para representarlas ellos mismos (Rocha, 2009) Es posible
que como en todo se desarrolle un expectativa de cómo debe actuar el esquema de
género en la sociedad, ante lo cual las personas esperan que cada individuo se comporte
en torno a lo que se les fue asignado al nacer o como fueron educados en su
crecimiento.
Esta equidad de género crea claras diferencias entre el hombre y la mujer, pues los
encasilla, es así que: “En muchos hogares, por ejemplo, el que tiene la voz de mando es
el hombre, la mujer está para definir las labores domésticas y no se le toma en
consideración para poder discernir también aspectos importantes como es lo económico,
o sea, la mujer tiene que dedicarse a ver porque los hijos estén bien, porque el esposo
esté contento, por organizar los eventos familiares, pero para decisiones que igual
también son trascendentales como por ejemplo la parte monetaria, lo laboral, los
proyectos de vida, es como que no se le toma mucho en cuenta”. Este es un claro
ejemplo de como la sociedad en razón de sus creencias y tradiciones tiende a dejarse
influenciar, otorgándole a un individuo un rol que debe interpretar dentro de la sociedad
para lograr ser aceptado.
La diferencia entre los géneros es una brutal expresión de un sistema basado en el poder
de dominación (desigualdad, opresión, discriminación). Tradicionalmente fue
considerado un sistema que alejaba a la mujer del proceso de producción y la sometía a
un exclusivo papel de reproducción dentro del marco familiar. Es así como, por
ejemplo, la sexualidad sin fines reproductivos ha estado siempre en el lado prohibido y
punible de las prácticas sexuales. En esto colaboran no solo las instituciones valóricas
como la Iglesia católica, que ha convertido el rechazo de la homosexualidad en «sentido
común» para un sector de la población, sino que también la ciencia y en particular la
psiquiatría y las instituciones de salud. El conocimiento erudito asimismo puede ser
transformado en «sentido común», o bien puede ser nutrido de este mismo. Esto es un
proceso que se compone de dos etapas: objetivización y anclaje (Jodelet, 1986).La
objetivización, como el mecanismo mediante el cual lo social se transforma en
representación; y el anclaje, mediante el cual la representación transforma lo social. Así,
la Asociación Americana de Psiquiatría y la Organización Mundial de la Salud
mantuvieron la homosexualidad como una patología hasta 1973 y 1990,
respectivamente. Por otra parte, las representaciones sociales de género tienen mucho
que ver con los sentidos comunes que operan sobre el cuerpo de las mujeres. Nos
estamos refiriendo a la representación de la mujer como ciudadana de segunda
categoría, incapaz de cumplir cargos de alta responsabilidad, como única responsable de
las labores reproductivas y domésticas; e incluso como origen de desgracias,
perversiones y calamidades (Estramiana, 2006). Se pueden observar resabios de esto
mediante el estudio y la observación del «chisme» como fenómeno social que recoge y
cristaliza, a la vez, las representaciones sociales de género. De ahí que la división del
trabajo haya confinado a la mujer durante siglos en el hogar y, para justificarlo, el
capitalismo y los organismos religiosos levantaron un gran entramado ideológico que
potenciaba la idea de que la mujer era inferior al hombre.
Es por esto que, las representaciones sociales nos pueden ayudar a comprender cómo los
estereotipos de género son transmitidos y cristalizados en sentidos comunes. Las
representaciones sociales de género son transmitidas mediante la acción conjunta de
múltiples instituciones basales de la sociedad -familia, escuela, religión, entre otras-, las
cuales determinan expectativas asociadas al comportamiento social, sexual e identitario
de los cuerpos siguiendo la lógica binaria masculino-femenino. En otras palabras, los
roles de género y todo lo que ello conlleva son transmitidos en forma de representación
social, como un sedimento cultural que tributa al posicionamiento social del individuo:
“La sexualidad, como cualquier otra acción, es una construcción social que responde a
diversos elementos culturales, económicos e incluso políticos, que reflejan una
concepción de mundo (…)” (Chávez, 2007).
Como herencia de esa desigualdad histórica, se puede decir que ciertas actitudes y
comportamientos que priman por el predominio de un sexo sobre el otro han sido
tradicionalmente justificados y adaptados en los procesos de socialización en las más
variadas culturas, obstaculizando el desarrollo de un sistema de valores igualitarios
entre ambos sexos.
Pese a que se ha hecho más visible el debate social sobre las consecuencias de la
convivencia desigual entre hombres y mujeres, creemos que el problema dista mucho de
estar resuelto y que todavía queda mucho camino por recorrer.
Es posible que se busque comprender como actúan los estereotipos de roles alimentados
por las representaciones sociales, como formas de violencia simbólica. Es decir, que las
expectativas sociales rígidas asociadas a los roles de género asignados al nacer devienen
en violencia, en la medida que prohíben comportamientos, gustos, formas de vestir,
etcétera; e imponen una manera binaria de constituir la identidad. Para comprender esto
a cabalidad como una forma de violencia, es necesario complejizar nuestra mirada
respecto a la violencia.
Para su uso dentro del género, proponen el uso de la noción «violencias de género», que
representa “todas aquellas violencias que tienen su origen en una visión estereotipada de
los géneros y en las relaciones de poder que esta conlleva o en las que se basan”. Esta
definición, según las autoras, permite incluir al género en sí mismo como configurador
de violencias, en cuanto obliga a asumir roles, actitudes y comportamientos
estereotipados que terminan causando discriminación social. Sintéticamente, podemos
decir que las violencias de género poseen cinco características: i) se encuentran
amparadas en un sistema global de opresión de una cultura masculina hegemónica; ii) si
bien pueden afectar a todos/as, se encuentran dirigidas principalmente hacia la
población LGTBIQ+; iii) son normalizadas e invisibilizadas por el orden social; iv) son
reforzadas y reproducidas por las instituciones fundamentales de la sociedad (por
ejemplo, la escuela o la familia); y v) son violencias esencialmente simbólicas, por lo
tanto, muchas veces no son problematizadas por la gran mayoría de quienes la sufren.
El género como una construcción binaria es quizás una de las representaciones más
convencionales de las sociedades contemporáneas. Aquí las expresiones de sentido de
las personas que ocupan cargos de gestión denotan una equiparabilidad entre el
binarismo de la sexualidad y la genitalidad (macho/hembra) con una identidad de
género que es también entendida como binaria (masculino/femenino).
Este estudio, busca que la representación social en los esquemas de genero sean de
alguna manera evidenciados desde un punto de vista objetivo, donde las ideas propias
no influyan en decisiones o comentarios que logren dañar u ofender a los demás,
especialmente cuando existen persona dentro de un cargo de poder y esta no sea capaz
de brindar a sus empleados o subordinados un ambiente estable en razón de su rechazo
hacia las personas que se diferencien de lo moralmente apropiado muchas veces por la
sociedad, que es lo femenino y masculino. (Valeria Gili Diez, s.f.)
Bibliografía
America, I. S. (2006). ISNA. http://www.isna.org/faq/what_is_intersex
Valeria Gili Diez, F. A. (s.f.). Las representaciones sociales sobre el concepto de género en
personas que ejercen cargos de gestión en la Facultad de Filosofía Humanidades y Arte
y la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de San Juan.
https://www.redalyc.org/journal/373/37358839004/html/#fn7