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UNIVERSIDAD LAICA “ELOY ALFARO” DE MANABÍ

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

ASIGNATURA:

TEMA DE EXPOSICIÓN:
Representación Social de Esquemas de Género

INTEGRANTES:
Josseline Cedeño López
Pierina Ortiz Calderón
Kylie Oviedo Zambrano
Karina Ponce Cedeño
Yadira Villegas Santisteban
Katiuska Zambrano Monte

CURSO:
3 “C”

DOCENTE:
Ab. Vielka Palomeque

PERIODO ACADÉMICO:
2022 – 2023
El concepto de Género y origen
Los seres humanos son considerados como los únicos capaces de tener un
comportamiento racional, es decir que siempre tomara decisiones que conduzcan a un
mayor beneficio, que sea útil, para quienes lo rodean e incluso para si mismos. Pero lo
que distingue a un individuo de otro, serán sus diferencias biológicas y también aquellas
que la sociedad considera, siendo estos el sexo y el género; el sexo es la etiqueta por la
que la medicina a través de los órganos genitales concluye que él bebé nacido es
masculino o femenino; ahora el género por otro lado son aquellas diferencias aceptadas
socialmente por quienes se encuentran alrededor.

El género es el conjunto de ideas, creencias y atribuciones sociales, que se construyen


en cada cultura y momento histórico con base en la diferencia sexual. Y sus rasgos se
han ido moldeando a lo largo de la historia de las relaciones sociales. El enfoque o
perspectiva de género considera las diferentes oportunidades que tienen hombres y
mujeres, las interrelaciones existentes entre ellos y los distintos roles que socialmente se
les asignan. Las relaciones de género determinan diversas formas de acceder a los
servicios de salud, y en especial de salud sexual y reproductiva, por ejemplo. (Clara)

El antropólogo John Money propone el termino gender role, “rol de género” en 1955,
para describir los comportamientos asignados socialmente a los hombres y a las
mujeres. En 1968, el psicólogo Robert Stoller definió que gender identity, la “identidad
de género”, que no es determinada por el sexo biológico, sino por el hecho de haber
vivido desde el nacimiento las experiencias, ritos y costumbres atribuidos a cada género.
(M, 1986) El concepto de genero ha ido actualizándose con el pasar de los años, y desde
los años 70 fue acuñado por las feministas, debido a que se descubre como una potente
herramienta analítica capaz de desvelar las ideologías sexistas ocultas en los textos de
las ciencias humanas y sociales. Considerándose así en la teoría feminista como una
perspectiva de estudio que nace con el fin de eliminar las claras diferencias que situaban
al hombre por encima de la mujer, solo por el mero hecho de serlo.

La desigualdad política, económica y social fue un tema que el grupo feminista trato de
dar a entender en una época donde la opresión hacia la mujer, la rebajaba a quedarse en
casa y ser ama del hogar, por ello en los años 80, se utilizó el término “género” en
diversas disciplinas de las ciencias sociales porque demostró ser una categoría útil para
delimitar con mayor precisión la diferencia entre mujeres y hombres, colocando en el
terreno simbólico, cultural e histórico los determinantes de la desigualdad entre los
sexos.

Es así como esta acepción de genero se convierte en aquel conjunto de prácticas,


creencias, representaciones y prescripciones sociales que surgen de un determinado
grupo humano en busca de que se aclaren las diferencias biológicas entre el hombre y la
mujer, sin que se desestime a ninguno de los dos. El género produce un imaginario
social con una eficacia simbólica contundente y, al dar lugar a concepciones sociales y
culturales sobre la masculinidad y feminidad, es usado para justificar la discriminación
por sexo (sexismo) y por prácticas sexuales (homofobia). Al sostenimiento del orden
simbólico
contribuyen hombres y mujeres, reproduciéndose y reproduciéndolo. Los papeles
cambian según el lugar o el momento, pero, mujeres y hombres por igual
son los soportes de un sistema de reglamentaciones, prohibiciones y opresiones
recíprocas.

El género desde la perspectiva psicológica

Desde la psicología, el género es definido como el proceso mediante el cual individuos


biológicamente diferentes se convierten en mujeres y hombres, mediante la adquisición
de atributos que cada sociedad define como propios de la feminidad y la masculinidad.
En este sentido, el género es la construcción psíco-social de lo femenino y lo masculino.

Desde la perspectiva psicológica, el género es una categoría en la que se articulan tres


elementos básicos:

 La asignación de género: se realiza en el momento de nacimiento de la persona,


a partir de la apariencia externa de sus genitales. En América mencionan que
también se puede medir por medio de las hormonas o cromosomas en el cuerpo.
La mayor parte de la gente cree que el sexo biológico es masculino o femenino,
pero en realidad es más complicado que sólo eso. Algunas personas nacen con
órganos sexuales tanto masculinos como femeninos. A veces, los genitales son
difíciles de identificar o los cromosomas no están de acuerdo con la apariencia
física de esas personas. Estos casos, y otros similares, se llaman intersexuales, o,
en inglés, intersex. (America, 2006)
 La identidad de género: es el esquema ideo-afectivo más primario, consciente e
inconsciente, de la pertenencia a un sexo y no al otro. Se establece más o menos
a la misma edad en que se adquiere el lenguaje (entre los dos y tres años) y es
anterior a su conocimiento de la diferencia anatómica entre los sexos. La
división biológica que traemos conlleva diferencias reproductivas, pero no
diferencias actitudinales, normativas, conductuales o de roles. Tales cosas
forman parte de nuestra identidad personal, a la que en la actualidad la llamamos
identidad de género. La identidad de género se refiere a la vivencia interna e
individual del género tal como cada persona la siente profundamente
(yogyakarta, 2016), la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al
momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo y otras
expresiones de género, incluyendo la vestimenta, el modo de hablar y los
modales. Por otra parte, quienes construyen identidades de género no
correspondientes a lo que se espera socialmente de ellas, es decir, quienes nacen
con un sexo de hembra y se identifican a sí mismas como hombres y quienes
nacen con un sexo de macho y se identifican a sí mismas como mujeres se les
conoce como transgénero.
 El rol de género: es el conjunto de deberes, aprobaciones, prohibiciones y
expectativas acerca de los comportamientos sociales apropiados para las
personas que poseen un sexo determinado. Es decir, cómo se espera que
actuemos, hablemos, nos vistamos, nos arreglemos y nos comportemos según
nuestro sexo asignado al nacer. Por ejemplo, se espera que las mujeres y las
niñas se vistan de forma femenina y que sean educadas, complacientes y
maternales. A su vez, se espera que los hombres sean fuertes, agresivos e
intrépidos. Cada sociedad, grupo étnico y cultura tiene expectativas en relación
con los roles de género, pero estos pueden variar mucho entre un grupo y otro.
También pueden cambiar con el tiempo dentro de la misma sociedad. Por
ejemplo, aún hay muchas personas que consideran, el rosa un color masculino y
el celeste, un color femenino.

Por otra parte, el género ha sido conceptualizado como elemento estructurador de un


conjunto de relaciones sociales “las relaciones de género” que determinan las
interacciones de los seres humanos en tanto personas sexuadas. Las relaciones de
género son socialmente construidas y, por lo tanto, son transformables; no proceden de
la biología ni son necesariamente armoniosas, al contrario, pueden ser de oposición y
conflicto.

¿Qué es la representación social?


Esta pregunta se encamina a definir la representación social y en qué manera actúa
dentro de la sociedad. Siendo está definida por Moscovici, como un conocimiento del
sentido común, cuyo objetivo es comunicar (Moscovici, 2002). El origen de la noción
de representación social se remonta a finales del siglo XIX. En efecto, en su
construcción del objeto de la Sociología, Durkheim definió al hecho social como algo
enteramente diferente del fenómeno psicológico. La conciencia colectiva no pertenece
al mismo orden de la conciencia individual: «Las formas que revisten los estados
colectivos al refractarse en los individuos son realidades de otra especie.» Se trata de
«representaciones de otra clase» resultado de la vida común que expresan la reflexión
del colectivo respecto a los
objetos que le rodean. De ese proceso de reflexión colectivo emergen las concepciones
religiosas, los mitos y las creencias (las representaciones colectivas) comunes a los
individuos de una sociedad».

Según Duveen y Lloyd. (Duveen, 2015) Las RS intentan reconstruir en la psicología


social, una comprensión de la vida social desde una perspectiva psicológica, siendo un
requisito para entender la influencia de las relaciones sociales en los procesos
psicológicos.
En psicología, la teoría de las Representaciones Sociales ha puesto en primer plano el
papel de la construcción social de epistemologías del sentido común en la historia de la
interacción y la comunicación entre grupos, que se convierte en el resultado de la
dificultad con la que se enfrentan los individuos, en tanto son miembros de grupos, para
relacionarse con contenidos socialmente problemáticos. (Parales, 2007). Para ambos
autores la RS, busca que a través de los sistemas de valores, ideas y prácticas que esta
presenta, permita al individuo tener un lugar en el que se encuentre socialmente
aceptado, pero sin que se vea arrinconado por los demás sin tomar el control de su
propia vida, además de que permite a las personas a comunicarse, aportando códigos
que permitan el intercambio social.
Según Moscovici las RS cumplen dos roles principales, primero hacer usual o habitual
los objetos, eventos y personas que encontramos, dándole una forma definitiva, así
mismo ubicándolo en una categoría específica y paulatinamente como modelo de cierto
tipo distinto y compartido por un grupo de personas. Segundo, se prescribe en el sentido
de que es imponente ya que tiene una fuerza irresistible, esta fuerza es una combinación
de una estructura que se nos presenta antes de que empecemos a pensar y una tradición
que nos marca que debemos pensar. Resumiéndolo un poco, es lograr que una persona a
través de la representación social ubique a otros individuos, lugares o escenario que vive
cada día y logre una diferencia entre cada uno de estos, separando cada situación y
estableciendo un orden.

¿Qué son los esquemas de Género?

Un esquema de género puede considerarse como un conjunto organizado de creencias


relacionadas con el género que influyen en el comportamiento. Los esquemas de género
se forman como resultado de la observación de los niños de cómo la sociedad define lo
que significa ser hombre y mujer en su cultura. Los esquemas de género ayudan a
determinar a qué atiende el niño, cómo interpreta el mundo y qué recuerda sobre sus
experiencias. En otras palabras, los esquemas de género organizan las experiencias del
niño proporcionando un medio para que el niño entienda la nueva información social.
Por ejemplo, un niño de seis años puede tener un esquema que contenga información
sobre qué tipos de ropa son para niñas y qué tipos de ropa son para niños. Dado que los
vestidos son para niñas, el niño se negaría a usar uno si se le presentara la oportunidad.

La teoría del esquema de género fue desarrollada por primera vez por Sandra Bem en
1981 y luego ampliada por Carol Martin y Charles Halverson en 1983. Según la teoría
del esquema de género, una vez que los niños han formado una identidad de género
básica, comienzan a desarrollar esquemas de género. El esquema de genero se asocia
con los procesos de aprendizaje que desarrolla cada sexo. Al conocer el sexo biológico
de un recién nacido, los padres, los familiares y la sociedad suelen asignarles atributos
creados por expectativas prefiguradas. A las niñas desde pequeñas se les involucra en
actividades domésticas que más adelante se espera reproduzcan en el hogar y a los niños
se les educa para que sean fuertes y no expresen sus sentimientos, porque “llorar es cosa
de niñas” (Barberá, 2004). Para otro autor, esto crea un punto de vista, los niños
desarrollan una constancia de género y una motivación interna por adquirir las
características necesarias que les permitan ser competentes entre el sexo que les
corresponde; por ende, buscan identificar las conductas y actitudes de los otros
“masculinos” o “femeninos” para representarlas ellos mismos (Rocha, 2009) Es posible
que como en todo se desarrolle un expectativa de cómo debe actuar el esquema de
género en la sociedad, ante lo cual las personas esperan que cada individuo se comporte
en torno a lo que se les fue asignado al nacer o como fueron educados en su
crecimiento.

Esta equidad de género crea claras diferencias entre el hombre y la mujer, pues los
encasilla, es así que: “En muchos hogares, por ejemplo, el que tiene la voz de mando es
el hombre, la mujer está para definir las labores domésticas y no se le toma en
consideración para poder discernir también aspectos importantes como es lo económico,
o sea, la mujer tiene que dedicarse a ver porque los hijos estén bien, porque el esposo
esté contento, por organizar los eventos familiares, pero para decisiones que igual
también son trascendentales como por ejemplo la parte monetaria, lo laboral, los
proyectos de vida, es como que no se le toma mucho en cuenta”. Este es un claro
ejemplo de como la sociedad en razón de sus creencias y tradiciones tiende a dejarse
influenciar, otorgándole a un individuo un rol que debe interpretar dentro de la sociedad
para lograr ser aceptado.

Representación Social de Esquemas de Género

La importancia del estudio de la Representación Social en los esquemas de género


radica en hacer visible las creencias, los valores, los supuestos ideológicos que
establecen, con base en las diferencias biológicas, la adscripción diferenciada de
características y roles sociales que sitúan a hombres y mujeres en posiciones distintas.
El concepto género, de por si pone de manifiesto la relación desigual entre mujeres y
hombres en cuanto sujetos sociales.

La definición social de hombre y mujer, como la definición social de los patrones de


comportamiento, considerados propios a cada uno, no se limita a establecer una
diferenciación binaria entre esas categorías sociales, sino que establece, también, una
diferencia asimétrica entre ellas. Los estudios de género revelan, pues, la relación
desigual entre hombres y mujeres, existente y evidente en el terreno social. Dicha
desigualdad es debida a una construcción social de los géneros (roles) diferenciados y
valorados según el sexo de las personas, construcciones que se erigen en prescripciones
sociales con las cuales se intenta regular la convivencia.

La diferencia entre los géneros es una brutal expresión de un sistema basado en el poder
de dominación (desigualdad, opresión, discriminación). Tradicionalmente fue
considerado un sistema que alejaba a la mujer del proceso de producción y la sometía a
un exclusivo papel de reproducción dentro del marco familiar. Es así como, por
ejemplo, la sexualidad sin fines reproductivos ha estado siempre en el lado prohibido y
punible de las prácticas sexuales. En esto colaboran no solo las instituciones valóricas
como la Iglesia católica, que ha convertido el rechazo de la homosexualidad en «sentido
común» para un sector de la población, sino que también la ciencia y en particular la
psiquiatría y las instituciones de salud. El conocimiento erudito asimismo puede ser
transformado en «sentido común», o bien puede ser nutrido de este mismo. Esto es un
proceso que se compone de dos etapas: objetivización y anclaje (Jodelet, 1986).La
objetivización, como el mecanismo mediante el cual lo social se transforma en
representación; y el anclaje, mediante el cual la representación transforma lo social. Así,
la Asociación Americana de Psiquiatría y la Organización Mundial de la Salud
mantuvieron la homosexualidad como una patología hasta 1973 y 1990,
respectivamente. Por otra parte, las representaciones sociales de género tienen mucho
que ver con los sentidos comunes que operan sobre el cuerpo de las mujeres. Nos
estamos refiriendo a la representación de la mujer como ciudadana de segunda
categoría, incapaz de cumplir cargos de alta responsabilidad, como única responsable de
las labores reproductivas y domésticas; e incluso como origen de desgracias,
perversiones y calamidades (Estramiana, 2006). Se pueden observar resabios de esto
mediante el estudio y la observación del «chisme» como fenómeno social que recoge y
cristaliza, a la vez, las representaciones sociales de género. De ahí que la división del
trabajo haya confinado a la mujer durante siglos en el hogar y, para justificarlo, el
capitalismo y los organismos religiosos levantaron un gran entramado ideológico que
potenciaba la idea de que la mujer era inferior al hombre.

Es por esto que, las representaciones sociales nos pueden ayudar a comprender cómo los
estereotipos de género son transmitidos y cristalizados en sentidos comunes. Las
representaciones sociales de género son transmitidas mediante la acción conjunta de
múltiples instituciones basales de la sociedad -familia, escuela, religión, entre otras-, las
cuales determinan expectativas asociadas al comportamiento social, sexual e identitario
de los cuerpos siguiendo la lógica binaria masculino-femenino. En otras palabras, los
roles de género y todo lo que ello conlleva son transmitidos en forma de representación
social, como un sedimento cultural que tributa al posicionamiento social del individuo:
“La sexualidad, como cualquier otra acción, es una construcción social que responde a
diversos elementos culturales, económicos e incluso políticos, que reflejan una
concepción de mundo (…)” (Chávez, 2007).

Las representaciones sociales de género dibujan una barrera imaginaria de lo permitido,


por ende, están sujetas a reproche y castigo en la medida que sobrepasen el límite de lo
aceptado. Es preciso abordar la desigualdad de género bajo una mirada psicosocial e
integradora, y considerarla como un problema social que afecta a la población en
general y, en particular, a las mujeres.

La desigualdad entre hombres y mujeres es el origen de la violencia de género, dicho de


otro modo, “la violencia de género es la violencia que puede padecer cualquier mujer
por el mero hecho de serlo”. Esta definición demuestra que la violencia de género se
instala dentro de una lógica intergrupal cuando es ejercida en contra de una persona, en
tanto que ésta pertenece a la categoría social de mujer. Dichos procesos se desarrollan
de acuerdo con un modelo de transmisión de valores que determina y mantiene un orden
hegemónico que se propaga a través de la historia.

Como herencia de esa desigualdad histórica, se puede decir que ciertas actitudes y
comportamientos que priman por el predominio de un sexo sobre el otro han sido
tradicionalmente justificados y adaptados en los procesos de socialización en las más
variadas culturas, obstaculizando el desarrollo de un sistema de valores igualitarios
entre ambos sexos.

Así, entendemos que la triangulación: a) representaciones sociales acerca de lo


femenino y lo masculino, b) roles atribuidos a los sexos y los c) estereotipos sexistas,
juega un papel clave a la hora de formar universos de opinión, creencias y actitudes
compartidas que justifican y fijan las relaciones desiguales entre varones y mujeres. Por
lo que atañe al tema que nos ocupa, las RS pueden ser entendidas como un sistema
interpretativo para los miembros de un determinado grupo, un sistema que induce
procesos de clasificación social. Dichos procesos son determinantes a la hora de
delimitar creencias compartidas, imágenes, sentimientos y comportamientos adecuados.

Pese a que se ha hecho más visible el debate social sobre las consecuencias de la
convivencia desigual entre hombres y mujeres, creemos que el problema dista mucho de
estar resuelto y que todavía queda mucho camino por recorrer.

La representación social de los esquemas de género y la violencia de género

Es posible que se busque comprender como actúan los estereotipos de roles alimentados
por las representaciones sociales, como formas de violencia simbólica. Es decir, que las
expectativas sociales rígidas asociadas a los roles de género asignados al nacer devienen
en violencia, en la medida que prohíben comportamientos, gustos, formas de vestir,
etcétera; e imponen una manera binaria de constituir la identidad. Para comprender esto
a cabalidad como una forma de violencia, es necesario complejizar nuestra mirada
respecto a la violencia.

Para ello se debe desprender de la noción superficial y reduccionista de la violencia,


sobre todo en contextos escolares, en donde se entiende y reduce a la agresión física.
Señalan que la violencia escolar ha sido definida tradicionalmente como actos de
ataque, robo y/o vandalismo, debido a que es la parte observable del fenómeno y, por
ende, fácil de documentar. Esta mirada es reduccionista, debido a que soslaya elementos
fundamentales, tales como el dolor emocional y psicológico que puede resultar de un
abuso de poder y también ignora los procesos sociales que hacen daño desde una
perspectiva sistémica. Abordando desde otro punto de vista, la violencia sería el
ejercicio del poder para objetivar y «dañar» a otro/a. Una mirada integral y expansiva
nos dice que el daño puede ocurrir en muchas dimensiones, más allá del daño físico o
psíquico, el daño incluye las dimensiones de lo emocional, material, económico, social,
identitario, moral, ético, etcétera. El poder se ejerce entre personas, pero también desde
instituciones, comunidades, Estados-nación, etcétera. Siempre involucra una relación en
donde existe un lado que ejerce el poder y otro que lo padece (sojuzgado). Las
relaciones de poder están localizadas en el tiempo y el espacio, y no son sinónimo de
represión, debido a que el poder construye y articula a la sociedad en su completitud,
siempre a favor de quien lo ejerce.
Al tener esta compresión del fenómeno de la violencia, entendemos que puede ser
ejercida de innumerables formas y en distintos planos. Al respecto, y focalizando
nuestra mirada en el mundo juvenil del contexto escolar, reconocen tres planos de
análisis en torno a la violencia entre jóvenes: i) estructural, ii) institucional y iii)
situacional. Sobre la violencia estructural, se señala que son inherentes a un orden social
legítimo, por ende, se valida en un uso de la fuerza legal para su existencia. Mientras
que la violencia institucional se refiere a las formas en que distintos sectores de la
sociedad ejercen poder sobre otros, para mantener sus privilegios, y, por último, la
violencia situacional corresponde a situaciones cotidianas cuyos efectos aparecen en los
imaginarios sociales y tienen efectos inmediatos.

Para su uso dentro del género, proponen el uso de la noción «violencias de género», que
representa “todas aquellas violencias que tienen su origen en una visión estereotipada de
los géneros y en las relaciones de poder que esta conlleva o en las que se basan”. Esta
definición, según las autoras, permite incluir al género en sí mismo como configurador
de violencias, en cuanto obliga a asumir roles, actitudes y comportamientos
estereotipados que terminan causando discriminación social. Sintéticamente, podemos
decir que las violencias de género poseen cinco características: i) se encuentran
amparadas en un sistema global de opresión de una cultura masculina hegemónica; ii) si
bien pueden afectar a todos/as, se encuentran dirigidas principalmente hacia la
población LGTBIQ+; iii) son normalizadas e invisibilizadas por el orden social; iv) son
reforzadas y reproducidas por las instituciones fundamentales de la sociedad (por
ejemplo, la escuela o la familia); y v) son violencias esencialmente simbólicas, por lo
tanto, muchas veces no son problematizadas por la gran mayoría de quienes la sufren.

Ahora, tomando de modelo un estudio realizado por la Universidad Nacional de San


Juan, se tratará de ejemplificar de mejor manera, como actúa la representación social
dentro del esquema de género. Se tomo como muestra a las personas que ejercen la
gestión académica en el período 2016-2020 en la Facultad de Ingeniería (FI) y la
Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes (FFHA). La Universidad Nacional de San
Juan para poder comprender el universo de sentidos asociados al concepto de género
selecciono como andamiaje teórico la teoría de las representaciones sociales (RS). En
función de ello, presento un esquema de categorías que apunta a comprender la
heterogeneidad de perspectivas que confluyen a la hora de significar el concepto de
género.

Género como determinismo biológico

El género como una construcción binaria es quizás una de las representaciones más
convencionales de las sociedades contemporáneas. Aquí las expresiones de sentido de
las personas que ocupan cargos de gestión denotan una equiparabilidad entre el
binarismo de la sexualidad y la genitalidad (macho/hembra) con una identidad de
género que es también entendida como binaria (masculino/femenino).

El proceso de constitución del género conlleva una determinada forma de comprender lo


femenino y lo masculino, lo que es distintivo de cada sexo. Esta idea subsume una de
las discusiones contemporáneas acerca de lo que aglutina la mirada conservadora y
patriarcal sobre el género; a saber; la idea de que los sexos son sólo dos
(masculino/femenino), el supuesto que sostiene que las relaciones sexuales tienen como
fin la procreación y, por último, que la familia es una unidad natural. Muchos de los
entrevistados asumían en sus cargos una actitud de empoderamiento, pero al mismo
tiempo logrando una igualdad. Estas perspectivas que ponen en tensión la RS del género
como binario muchas veces implican para quienes ocupan cargos de gestión adoptar una
postura de sostenimiento de la igualdad de género como condición para la igualdad en la
gestión.

Género como tercero indefinido

En las expresiones de sentido aquí vertidas, encontramos que el tercero indefinido


puede ser transgénero o no heterosexual, implicando de algún modo un debilitamiento
de la RS conservadora y patriarcal que sostiene la mirada binaria.

El género entendido como indefinido aparece también aquí asociado a la idea de un


“otro” que en términos históricos fue invisibilizado y que hoy como resultado del
avance en materia de políticas públicas y derechos humanos ha generado que las
personas que ocupan cargos de gestión deban actualizar su discurso ante la existencia de
un control/sanción social y legal que ampara múltiples identidades de género y
orientaciones sexuales como sujetos de derechos. Se determino que, si se llega a
manejar de mal manera el concepto de tercero indefinido, podría llegarse a discriminar
al personal considerado de esta manera, por lo que debe existir dentro de las
instituciones un protocolo que permita gestionar estas situaciones, en caso de
presentarse.

Género como autopercepción

La RS del género como autopercepción se apoya en la premisa de la variabilidad


cultural e histórica del género, es decir, en la diferenciación del aspecto cultural y
biológico en la que se basa la dicotomía sexo-género.

En las décadas del 70 y 80 la difusión del paradigma de la identidad de género trajo


consigo un incremento de la investigación sobre las diferencias de sexo-género en los
ámbitos académicos. Asimismo, las legislaciones en materia de identidad de género han
permitido incorporar esta perspectiva a la hora de definir qué se entiende por género en
las personas que ocupan cargos de gestión en la UNSJ. Esto supone que se acepte la
forma en que cada persona quiera mostrarse ante el mundo.

Género asociado a lo femenino

Aquí subyacen RS que vinculan el género como lo femenino de manera exclusiva. En


términos históricos el movimiento feminista en los años 70 comienza a poner en el eje
del debate el género como una construcción socio-cultural y política, para dar batalla a
los estereotipos vinculados a la identidad masculina como hegemónica y a la femenina
como subordinada.

Con el devenir de la historia, esos cuerpos de ideas disruptivas terminan siendo


consideradas como sinónimo de un acontecer meramente femenino. Esto no se presenta
de manera aleatoria, más bien todo lo contrario, las disputas en el campo del género son
siempre y antes que nada representaciones del poder, de la relación de lo público y lo
privado y los roles adjudicados a cada género.

En este sentido, quienes ocupan cargos de gestión en la UNSJ desarrollan su vida en el


ámbito de lo estrictamente académico, pero, en tanto sujetos sociales no están exentos
de las perspectivas que propician determinadas RS sobre el género. El conocimiento es
un sistema de saberes situados y las RS que poseen quienes ocupan cargos de gestión en
la UNSJ está permeada por el contexto histórico social en la que se desenvuelven
determinadas problemáticas sociales.

Este estudio, busca que la representación social en los esquemas de genero sean de
alguna manera evidenciados desde un punto de vista objetivo, donde las ideas propias
no influyan en decisiones o comentarios que logren dañar u ofender a los demás,
especialmente cuando existen persona dentro de un cargo de poder y esta no sea capaz
de brindar a sus empleados o subordinados un ambiente estable en razón de su rechazo
hacia las personas que se diferencien de lo moralmente apropiado muchas veces por la
sociedad, que es lo femenino y masculino. (Valeria Gili Diez, s.f.)

Bibliografía
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