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EDUCATIVA
Módulo I
Las primeras interrogantes relacionadas con esta disciplina aparecen en los comienzos de
la filosofía griega, a partir de los planteamientos Demócrito (siglo V a.C), quien escribiera
sobre las ventaja de la escolaridad y la influencia del hogar en el aprendizaje. Luego un
siglo más tarde, (siglo IV a.C) fueron Aristóteles y Platón. Estos mismos autores abordaron
temas de tanta trascendencica como los fines de la educación, la naturaleza del
aprendijzae, educación diferenciada, desarrollo de las habilidades psicomotoras, formación
del carácter, incluso ya hablaban de la relación establecida entre el profesor y su alumno.
Quintiliano (siglo I d.C) defendió la educación pública frente a la privada a fin de preservar
los ideales democráticos, condenando el uso de la fuerza física como método correctivo
(Beltrán, 2011).
Igualmente, fue Descartes quien defendió la tesis acerca del protagonismo de las ideas
innatas como base del conocimiento y Locke, quien hacía hincapie respecto a la
importancia de la experiencia. (Beltrán, 1987, citado por Arancibia, 2008).
Ya para el siglo XVI, van emergiendo libros de educación en los que se van enfatizando la
forma más efectiva de llevar a cabo la enseñanza. Así tenemos a Juan Vives (1492 – 1540)
quien fuera pionero en la psicología educativa, quien señaló la importancia de los procesos
de percepción y memoria en el proceso educativo, así como la didáctica de la materias, las
diferencias individuales o la evaluación (Arancibia, 2008).
Beltrán (2011) señala que este autor se adelantó a su tiempo, tocando temas que fueron
más adelante desarrollados por psicólogos renombrados. Recomendó a los responsables
educativos que debe hacer una presentación ordenada de los hechos que se van a
aprender, así como también advirtió respecto a que la práctica es importante para
consolidar un aprendizaje (anticipado a Thorndike con su ley del ejercicio). Escribió también
sobre las diferencias individuales y las necesidades de ajustar la instrucción a todo aquel
estudiante que presentara una condición “especial”. (ciego, sordo, etc). Al mismo tiempo, le
interesó discutir sobre el rol que cumplen las escuelas en el desarrollo moral de los niños
(anticipando de esta manera los trabajo de Dewey, Piaget, Kohlberg). Escribió también
acerca de que el aprendizaje es dependiente de la actividad del yo, siendo el precursosr de
la metacognición que se encarga de estudiar las maneras en qu el yo controla su propia
actividad. Finalmente destacó la necesidad de que los estudiantes sean evaluados sobre la
base de sus propias ejecuciones pasadas y no en comparación con otros estudiantes
anticipando así el trabajo de los teóricos de la motivación actual que evitan las
comparaciones sociales y de los investigadores que encuentran elementos perniciosos en
la evaluación referida a la norma que superan algunas de sus ventajas.
Entre otras figuras destacadas, habría que mencionar a Comenio (1657) que influyó en el
pensamiento psicoeducativo escribiendo textos basados en la teoría evolutiva y apuntó el
uso de ayudas visuales para la instrucción. Recomendó que la instrucción empezara por lo
general y fuera progresivamente a lo particular. El objetivo de la instrucción no era la
memoria sino la comprensión.
Descartes y Locke defendieron posiciones contrapuestas: Descartes (1596-1650) defiende
el protagonismo de las ideas innatas como base del conocimiento, mientras que Locke
(1632-1704) apela a las impresiones sensoriales, es decir, a la experiencia. Pero todos los
especialistas están de acuerdo en reconocer a Thorndike como padre de la psicología
educativa.
Thorndike se entrenó en el área de la psicología experimental, primero con James en
Harvard y luego en Columbia con Cattell. Él fue, ante todo, un diseñador experimental en
el campo de la educación. (Beltrán, 2011)
Posteriormente, en los siglos XVIII y XIX aparecen figuras relevantes como Pestalozzi y
Herbart, quienes contribuyeron con sus aportes hacia la reformulacón del sistema de
enseñanza.
Johann Pestalozzi (1745-1827) quien fuera un pedagogo suizo, influido por Rousseau,
fundó numerosas escuelas, especialmente orientadas hacia los más pobres e imprimió un
rumbo nuevo a la función de la educación como un proceso orientado hacia el niño como
ente individual y especial en sí mismo. Le preocupaba que los niños estuviesen siendo
socializados para el trabajo, siendo que según su parecer las escuelas debiesen estar
“formando personas”, cuyo conocimiento estuviese orientado por estándares morales
(Palmer, 2003, citado por Arancibia 2008). Es así que este autor puso especial énfasis en
el aprendizaje por observación y el aprendizaje experiencial, minimizando,
consiguientemente, el aprendizaje memorístico, lo que resultó revolucionario para su época.
Igualmente, reconoció la importancia del desarrollo moral y resaltó la importancia de la
relación entre profesores y alumnos considerándolo como un aspecto crítico de la
educación del niño. (Downs, 1975, citado en Glover y Ronning, 1987, citado por Arancibia,
2008).
Johann Herbart (1776-1841), filósofo, psicólogo y pedagogo alemán, por su parte, influido
por Kant, plantea que el aprendizaje se potencia a través del interés, el cual surge por
autogeneración en el alumno y por intervención del profesor. Su teoría de la percepción y
de la masa perceptiva se convirtió en el paradigma educativo del siglo XIX, renovando
profundamente la metodología educativa al sugerir que dentro del proceso instruccional
deben presentarse los conocimientos nuevos de tal manera que sean asimilados y lleguen
a formar parte del contenido mental. Estas ideas tuvieron un amplio eco en los círculos
pedagógicos y parecen resonar todavía hoy en las teorías de autores bien recientes, como
el aprendizaje significativo de Ausubel o las corrientes psicológicas que apelan a la noción
de esquema.
Pese a las influencias de estos autores, sin embargo, los especialistas consideran que no
fue hasta el siglo pasado, en el período que va de 1880 a 1920, que se marca el comienzo
de la Psicología de la Educación, dadas las aportaciones decisivas que se producen por
parte de una serie de autores cualificados que contribuyeron decisivamente al nacimiento
de esta disciplina.
Ruiz (2015) nos ofrece una clasificación breve de acuerdo al desarrollo histórico de la
Psicología educacional, mencionando cuatro fases de acuerdo con la aparición de las
funciones más significativas que la psicología educativa ha ido asumiendo.
FASE 1. Así la primera época (1880-1920) se caracteriza por la preocupación por el
estudio de las diferencias individuales y la administración de test útiles para el diagnóstico
y tratamiento de los niños problemáticos, de modo que en sus orígenes la psicología
educativa aparece fuertemente ligada a la educación especial.
Aparecen figuras como Galton, quien inventó los primeros test psicológicos para medir la
inteligencia basada en la discriminación sensorial. Pero fue James Catell, con su estudio
de las diferencias individuales y la aplicación de test mentales (a él se le debe la acuñación
de test en 1890). Igualmente, tenemos a William James (padre de la psicología Americana,
quien propone una psicología funcionalista que enfatiza la interacción natural entre el
cuerpo y la mente. Defiende la idea de que la mente no es pasiva, si no que se va adaptando
a las circunstancias; por tanto es activa, espontánea y selectiva.
Alfred Binet realiza, sin duda, una de las mayores contribuciones a la psicología de la
educación al desarrollar el primer test de inteligencia individual, introduciendo así la
objetividad en un campo que carecía de investigación claramente definida. Para
diagnosticar y suministrar un tratamiento adecuado a los sujetos sospechosos de retraso
mental, construyó una escala métrica, es decir, test con ítems dispuestos en orden de
dificultad creciente y en relación con diferentes niveles mentales.
FASE 2.
En un segundo momento (1920-1955) el impacto del movimiento de salud mental promueve
la proliferación de servicios psicológicos para tratar los problemas psicológicos infantiles
dentro y fuera de la escuela y divulga la idea de una psicología "escolar" no limitada al
diagnóstico y tratamiento de los problemas de aprendizaje escolar, sino ocupada también
en la atención a los aspectos emocionales, afectivos y sociales del alumno.
En tal sentido, fue también de alta importancia la influencia del filósofo y pedagogo
norteamericano John Dewey (1859-1952), a quien Le preocupó mucho el ajuste en los
seres humanos: físico, mental y moral. Puede considerarse asimismo como revolucionaria
su interpretación del aprendizaje en términos de “by doing” (aprender haciendo), que
planteaba la importancia de utilizar técnicas de enseñanza centradas en el niño y la defensa
de la orientación escolar cooperativa. Dewey consideraba que los intereses e impulsos de
los niños deben ser el punto de partida del curriculum del colegio, ya que si el niño no ve el
propósito de la actividad a desarrollar, tendrá menor voluntad para aprender (Mulcahy, 200,
citado por Arancibia, 2008). Aportes, contrario a Thorndike quien planteaba que los alumnos
sólo podían aprender en respuesta a un estímulo, ya sea éste castigo o recompensa, Dewey
consideraba que el niño hace conexiones de una experiencia a otra, y que uno necesita
internalizar y construir el conocimiento.
El norteamericano Edward Thorndike fue el primero que mereció el nombre de psicólogo
de la educación, expresión utilizada en su nombramiento por el Teacher College de
Columbia, donde desplegó su trabajo durante más de cuarenta años, dando un impulso
definitivo al afianzamiento de la psicología de la educación como disciplina científica. En
este contexto publica dos grandes obras, como fueron, Elements of Psychology (1905),
que contiene sus experiencias sobre el aprendizaje y las ya famosas leyes del efecto, del
ejercicio y de asociación; y su obra más señalada, Educational Psychology (1903) en la
que expone los resultados de sus investigaciones y se considera como el prototipo de un
cierto modo –el modo clásico- de hacer psicología de la educación. En esta obra propuso
el método de la observación y medición objetiva por sobre el cuestionario usado hasta
entonces en la psicología infantil (Glover y Ronning, 1987, citados por Arancibia , 2008).
FASE 3.
En la tercera fase (1955-1970) empieza a considerarse la necesidad de formar a los
profesores en los avances del conocimiento psicológico y en su integración en la
metodología didáctica y se piensa en el psicólogo como el profesional que actúe de puente
entre tal conocimiento psicológico y la práctica escolar.
En ese contexto surgió el interés por el trabajo de Skinner, lo cual sumado al deseo de éste
por enfrentar problemas educacionales, llevó a una verdadera revolución en relación al
concepto de aprendizaje en psicología educacional. El viejo mentalismo de la motivación,
variables intervinientes y constructos hipotéticos, fue directamente atacado desde la
perspectiva de un conjunto (presumiblemente) de eventos simples y directamente
observables: estímulos, respuestas y consecuencias de las respuestas. Rápidamente
surgió una extensa literatura del manejo de clases basada en este paradigma, y fue
adoptada por la psicología educacional y escolar en la aproximación a los problemas de
aprendizaje en clases (Glover y Ronning, 1987, citado por Arancibia, 2008).
FASE 4.
A partir de 1970, comienza la búsqueda de modelos alternativos basados en las teorías
cognitivas, sistémicas, organizacionales, ecológicas y en la psicología comunitaria
intentando dar un giro al esquema tradicional de atención individualizada a los casos
problemáticos subrayando la importancia del contexto, tanto instruccional como socio
comunitario (Ruiz, 2015).
Los diseñadores instruccionales se ocupaban de planificar todo el sistema escolar, lo que
incluía desde los objetivos instruccionales, las evaluaciones de los programas, los costos
de la instrucción, análisis de tareas, objetivos operacionales. Al mismo tiempo de
desarrollarse el diseño instruccional, el trabajo de Skinner llevó al análisis operante del
comportamiento humano, lo que constituyó una herramienta eficaz en la disminución de
problemas individuales de aprendizaje. De esta manera, la psicología de la conducta usó
técnicas de condicionamiento operante para disponer contingencias ambientales de modo
de maximizar el cumplimiento de un objetivo de enseñanza. Así con esta técnica, una vez
claramente definidos los objetivos operacionales de un sistema, se podrían llevar a cabo
los pasos para lograr el éxito del programa.
Sin embargo, el excesivo foco en la conducta llevó a críticas y cuestionamientos por parte
de la psicología humanista y la psicología cognitiva. Por una parte, los humanistas
argumentaban que el comportamiento humano y la educación van más allá que el simple
arreglo de las contingencias. Los cognitivistas, por su parte, aducían que el enfoque
conductual no consideraba la importancia de los eventos internos, los cuales dan fuerza y
forma a los comportamientos complejos, tales como la resolución de problemas.
Es así que, la psicología humanista, a pesar de haber tenido poca fuerza como movimiento
dentro de la psicología educacional originalmente, tuvo gran impacto dentro de ésta en
relación a profundizar en otros temas, que los anteriores enfoques no habían priorizado
como la motivación, los afectos y la importancia de la naturaleza de la interacción profesor-
alumno para ofrecer un ambiente óptimo de aprendizaje. Últimamente, la revisión de
constructos como la autoestima, los valores y los afectos, constituyen un aporte
fundamental a la disciplina. (Arancibia, 2008).
En relación al Perú, los inicios de la psicología educativa están unidos a los comienzos de
la psicología científica ya que fue el interés en la psicología aplicada al contexto escolar y
a la orientación profesional el motor de desarrollo de esta disciplina.
A partir de los años sesenta y más sólidamente a partir de los años setenta, se produce
una recuperación de la tradición científica que se concreta con la llegada de la Psicología,
al mundo académico ( siendo la Universidad de San Marcos la primera entidad en crear
una escuela de psicología) lo cual supone un salto cualitativo hacia su institucionalización
pese a las fuertes tensiones estructurales que se dan en su seno (entre investigación y
profesión, entre formación básica y especializada, así como por la diversidad teórica de
partida debida en parte a la variabilidad de escuelas y enfoques con que cuenta la
psicología). En forma paralela a la actividad psicopedagógica en centros educativos
estatales, se constituyen los servicios psicológicos en los colegios privados, pero como por
la época el énfasis en la formación profesional de los psicólogos era clínico, éstos dedicaron
sus esfuerzos a tratar con casos "problema", a conducir evaluaciones de diagnóstico, a
brindar orientación individual y a atender problemas de desajuste emocional (Tapia, 1975,
citado por Meza, 1990).
En este sentido, pueden hacerse dos observaciones, por un lado, la explosión demográfica
de titulados en psicología ha venido más de la demanda vocacional (más notoria en
inclinación por él área clínica) que de la demanda específica de tales especialistas en el
mercado laboral, salvo quizás en el campo educativo donde ha habido un desarrollo
significativo de la atención a los temas psicopedagógicos y ,por otro lado, existe un fuerte
distanciamiento entre la dimensión académica y la profesional que repercute en la
cualificación de especialistas en psicología aplicada.(Ruiz, 2015).
Se configura a partir de los años setenta, una demanda social de intervención
psicoeducativa, que está asociada tanto a la difusión y generalización de ideas
"psicologizantes" como a la extensión de la oferta de los primeros titulados, y se concreta
en las primeras prácticas de psicología educacional, desde un enfoque psicotécnico en
actuaciones de aplicación de pruebas, informes estandarizados, orientación en cursos
claves y ocasionalmente en actividades de reeducación. Los protagonistas eran psicólogos
que independientemente o en grupo ofrecen sus servicios y establecen relaciones laborales
irregulares ( porque todavía no se aplica plenamente la Ley de Trabajo Profesional
pese a los esfuerzos del Colegio de Psicólogos de Perú en ese sentido desde varios
años atrás). De allí que se entablen contratos con asociaciones de padres de familia (
APAFA) , promotores y directores de centros escolares privados ( la mayoría) o se labore
cubriendo plazas de docentes u otros en entidades del estado ( unos pocos) con el
riesgo de perder el puesto dada la irregular situación laboral de los Psicólogos. En
Tr5ujillo , como en Lima la situación laboral de los psicólogos educacionales requiere
de oportunidades de trabajo para coadyuvar a la formación integral de los estudiantes
en una época de cambios rápidos en la sociedad.
Actualmente, la educación en el Perú presenta una serie de cambios tanto positivos como
negativos; sin embargo, son muchas las falencias las que más destacan y es Ruiz (2015)
quien nos ofrece un diagnóstico de la realidad educativa en nuestro peruana la cual nos
invita a reflexionar acerca de la labor que debe alcanzar la psicología educativa. Así
tenemos:
La Psicología Educacional difiere de las otras ramas de la Psicología porque tiene como
meta principal la comprensión y el mejoramiento de la educación.
Los psicólogos educativos estudian lo que la gente piensa , siente y hace al enseñar
y aprender un programa o curso en particular, en un ambiente especial en el que se
pretende que tengan lugar la educación y la capacitación (Berliner , 1992, citado por Ruiz,
2015).
Tomando en cuenta, por tanto, todo lo mencionado anteriormente, podemos concluir que la
psicología educativa (o psicología educacional) es el área de la psicología que se dedica al
estudio de la enseñanza humana dentro de los centros educativos; comprende, por tanto,
el análisis de las formas de aprender y de enseñar, la efectividad de las intervenciones
educativas con el objeto de mejorar el proceso, la aplicación de la psicología a esos fines y
la aplicación de los principios de la psicología social en aquellas organizaciones cuyo fin es
instruir. La psicología educacional estudia cómo los estudiantes aprenden y se desarrollan,
a veces focalizando la atención en subgrupos tales como niños superdotados o aquellos
sujetos que padecen de alguna discapacidad específica.
Además, da soporte a una amplia gama de especialidades que se ubican dentro de los
estudios educacionales, incluyendo aprendizaje organizacional, tecnología educativa,
desarrollo de planes de estudios, diseño educacional, gestión del aula y educación especial,
y contribuye con las ciencias del aprendizaje y con la ciencia cognoscitiva, de las cuales
toma ciertos aspectos.
Así mismo, la psicología educativa si cumple con su objetivo principal, entonces habrá una
generación de estudiantes competentes, listos para cumplir con sus metas y ofrecerle al
mundo todos los conocimientos adquiridos para mejorar esta sociedad.
Ruiz (2015) hace mención que aunque los términos “psicología educacional” y “psicología
escolar” son frecuentemente utilizados como sinónimos, los teóricos e investigadores
prefieren ser identificados como psicólogos educacionales, mientras que los profesionales
que desempeñan específicamente sus labores en escuelas o en tareas relacionadas con
la escuela se identifican como psicólogos escolares.
El Instituto de Psicología Psicode de Madrid (2018) afirma que estos términos son
intermedios a la psicología y a la educación. La distinción entre la Psicología de la
Educación y Psicología Escolar se presenta clara en EEUU.
Allí́ el psicólogo de la educación es el psicólogo cuya actividad consiste en investigar,
diseñar, elaborar y evaluar métodos, procedimientos y técnicas para el aprendizaje en el
aula, mientras que la actividad del psicólogo escolar es más práctica y consiste en el
diagnóstico, orientación y ayuda a los escolares. En otros países como Inglaterra o España
no existe esta diferenciación.
La Psicología escolar nace como una actividad de diagnóstico y orientación limitada a los
alumnos inadaptadas y/o fracaso escolar. Ahora el objetivo general de la orientación se
dirige a todos los alumnos, a todo el proceso educativo: aspectos de organización y
funcionamiento del centro, función principal de asesorar y colaborar con el profesorado en
el diseño y desarrollo del proceso enseñanza–aprendizaje.
La Psicología Escolar se nos presenta como una psicología aplicada, rama instrumental de
la psicología de la Educación. Se ocupa de aspectos directamente aplicados al ámbito
escolar. La función del psicólogo escolar es práctica, y consistirá en asesorar y colaborar
con el profesorado en el diseño y desarrollo del proceso enseñanza-aprendizaje.
La labor de la Psicología de la Educación consiste en identificar, analizar y describir los
procesos y variables psicológicas que intervienen en el proceso de enseñanza-aprendizaje
y diseñar, desarrollar y evaluar procedimientos para la instrucción. Su función es
investigadora.
La actividad del psicólogo escolar se desarrolla en la escuela y se resume en 3 objetivos:
1. Conocimiento de las características intelectuales, emocionales y sociales del alumno, de
manera que pueda emitir un diagnóstico de sus características personales y de sus
necesidades y posibilidades educativas.
2. Ayudar a los alumnos a que tomen conciencia de ellas para que estos, de un modo
consciente y responsable, consigan un progreso escolar satisfactorio, un desarrollo
constructivo de su personalidad y un ajuste escolar, familiar y social.
3. Cooperar, mediante el asesoramiento y consejo, con los demás estamentos de la
institución escolar, para conseguir la mayor eficacia posible en la consecución de los
objetivos educativos
Teorías psicológicas aplicadas a la educación.
Esta concepción define que para hablar de aprendizaje hay que tener una percepción
multiforme o comprensiva de todos los aspectos que influyen en este proceso.
Así mismo otorga importancia al refuerzo, a la contigüidad y a la práctica. Desde el punto
de vista de los mecanismos internos del educando es importante activar en el alumno las
funciones mentales como son la percepción selectiva, la memoria a corto y a largo plazo,
la codificación, el almacenamiento y recuperación de la información, etc. Se intenta, según
esta concepción, articular estas funciones en el trabajo docente que definan un modelo de
instrucción y de enseñanza.
Otro aspecto distintivo es el enfoque eminentemente práctico para formular una jerarquía
del aprendizaje, que requiere toda una infraestructura tecnológica organizando a la
influencia del medio ambiente. Se crean situaciones de aprendizaje escolar planificados
entendiendo la enseñanza como un proceso que puede ser diseñado.
En lo que significa la instrucción, una línea de trabajo a partir de este modelo prescriptivo
de reglas para enseñar y generar aprendizaje en el niño, existen: TRES SUPUESTOS
BÁSICOS:
"El acto de aprendizaje se concreta, cuando el aprendiz recibe información sobre la manera como sus
respuestas responden a las expectativas y motivación iniciales que han impulsado el proceso de
aprendizaje, es decir, mediante el proceso de retroalimentación. (Basil y Coll, 1992, citado por Ruiz, 2015)
GAGNÉ RECOMIENDA:
Fig, 01
En este sentido, se tiene que tomar en cuenta los eventos ordenados del ambiente. Esta
explicación permite apreciar que. En la experiencia del escolar es importante reconocer: La
ocasión en que un aprendizaje ocurre, la respuesta del niño ante un estímulo, y el
reforzamiento que forma la relación entre estímulo educativo y respuesta del alumno como
evento de aprendizaje.
Los reforzadores en el plano escolar son las consecuencias específicas que aumentan las
posibilidades de que cualquier respuesta del niño se produzca de nuevo en el futuro. Ello
bajo condiciones similares que pueden definir a su vez, la facilitación del almacenaje de la
respuesta, la transferencia de una respuesta a una situación nueva por la existencia de
elementos similares en los estímulos y/o las respuestas. Por último, se deben tomar en
cuenta los aspectos esenciales de la historia del reforzamiento del niño en el ambiente
escolar.
Skinner recomienda:
Fig. 02
Piaget recomienda:
Favorecer el logro del aprendizaje escolar en función de la competencia cognitiva
del alumno.
Ordenar y secuenciar el aprendizaje de acuerdo al nivel operatorio que definen las
competencias cognitivas del escolar.
Comprender que asimilación y acomodación son fenómenos indisociables en el
aprendizaje escolar.
Determinar procedimientos basados en la naturaleza interactiva del fenómeno de
aprendizaje.
Respetar la actividad autoestructurante del educando.
Intervenir a nivel docente para fomentar la producción de ideas y la exploración
experimental en el alumno.
Provocar procesos de desequilibrio-reequilibrio mental en el alumno, de acuerdo a
su nivel cognitivo, tareas y experiencia.
Fomentar el reconocimiento, la reconstrucción y la educación mediante imágenes
y el lenguaje.
Generar procesos intelectuales de naturaleza lógico matemática.
Asumir un rol mediador entre los contenidos del currículum escolar y los esquemas
del alumno.
Recuerde: El crecimiento educativo en el escolar, se
produce por los cambios provocados por la
acción o estimulación ambiental desde el
período sensoriomotor hasta el de las
operaciones concretas y desde éste al período
de las operaciones formales.
Aportes de Vygotsky:
Vygotsky (1956, citado por Arancibia, 2008) concede igual importancia a la ACTIVIDAD
INTERNA y EXTERNA para el desarrollo intelectual del niño.
El proceso de interiorización implica que los procesos externos se vuelven internos,
haciendo consciente para el niño todo fenómeno de cambio y, aprendizaje. De ello, se
concluye que este proceso se mejora y optimiza cuando los procesos externos de
mediación social e instrumental se dan de forma escalonada y adaptada a su nivel de
actividad posible.
La actividad externa pasa a ser mental, gracias a este proceso. En referencia a estos
escalones, es preciso considerar diversas variables en el plano de las actividades o
tareas escolares:
a) Concepciones preliminares determinadas en el educando.
b) Acciones en base a objetos en el niño.
c) Acciones o aplicación basadas en la comprensión verbal.
d) Transferencia de la acción educativa. A partir de este punto de vista, se ejecutarán
en base al diseño de actividades y tareas, a partir de operaciones y acciones dirigidas
ordenadamente hacia metas específicas.
Las etapas del desarrollo representan la construcción de nuevas formaciones integradas,
a partir de los procesos de mediación social - instrumental, dentro del crecimiento socio -
cultural del niño. Por lo tanto, las asignaturas tienen una función en esta evolución, para
favorecer de manera significativa el desarrollo. De allí, que el DESARROLLO SIGUE AL
APRENDIZAJE, que crea una zona de desarrollo potencial, gracias a la ayuda de la
mediación social-instrumental (enseñanza, materiales, ayuda pedagógica, etc.)
Vygotsky recomienda:
Brindar atención central al conocimiento previo y al desarrollo cultural del niño (funciones
superiores).
Captar el proceso de inicio y formación de las capacidades del niño, para la planificación
escolar (actividades).
Examinar que cada materia escolar tenga una relación propia y modificable con el curso
del desarrollo del niño (currículum).
Valorar que la instrucción sólo es buena cuando precede al desarrollo; activando
funciones que están en la ZDP (potenciación).
Considerar la mediación social en la construcción de procesos mentales superiores en
el niño escolar (aspectos sociales).
Intervenir a nivel psicopedagógico, operacionalizando los aspectos mentales con la
ayuda instrumental en el educando (acción).
Evaluar a partir de la ejecución actual el nivel de ejecución que alcanza el alcanza en el
plano potencial (área de desarrollo).
Respetar el carácter individual del desarrollo del aprendizaje escolar y el apoyo del
adulto.
Obtener indicadores en el alumno que permitan conocer e integrar su nivel de
aprendizaje actual y futuro (ZDA - ZDP)
Realizar acciones para apoyar la Zona de Desarrollo Próximo, sus aspectos
instrumentales y su interiorización en el niño (aspecto externo e interno).
Fig. 03
La realización de este proceso se basa en elementos y funciones superiores que han sido
investigadas sistemáticamente como también aplicados al campo educativo (Siena y
Canetero, 1992,). Nos referimos a los esquemas y la definición de una MEMORIA
MULTIALMACÉN, como aspectos claves para la adquisición y manejo de información en el
sujeto que aprende.
Aportes de la Corriente :
El aprendizaje está influenciado por la función de los esquemas en relación a la
codificación y recuperación de la información, mediante esquemas o
representaciones, definiéndola como cambio interno, por la reorganización del
conocimiento.
Los procesos mentales se presentan utilizando la metáfora del ordenador o
computadora, y están basadas en el alto grado de organización, proceso en el cual
los esquemas cumplen función primordial en la actividad cognitiva del sujeto en un
contexto educativo.
En este sentido, las acciones de representación y adquisición de conocimientos o
nuevos contenidos en la memoria del alumno, nos hace determinar de manera
precisa, que no son una reproducción pasiva de la realidad, sino más bien, son el
producto de procesos constructivos guiados por la activación de esquemas
mentales.
A nivel de los esquemas, esta concepción sostiene sus funciones dentro de dos
procesos de memoria. En cuanto a la codificación, la primera de ellas, una memoria
eficaz para el aprendizaje debe basarse en formas que permitan la selección de
aspectos relevantes, abstracción de lo significativo de la información seleccionada,
la interpretación de contenidos consistentes con el esquema activado y la
integración de la información con el conocimiento previo y otras informaciones
relacionadas que se han activado durante todo el proceso. Estas se complementan
con las acciones de recuperación de los contenidos almacenados, siendo una parte
esencial en la memoria (Rumelhart, 1984, citado por Ruiz, 2015). Desde la
perspectiva educativa, esta función de la MEMORIA determina las siguientes
consecuencias:
Las claves dadas en las tareas de recuperación, son de recuerdo o
reconocimiento (PROPORCIONAR INIDICADORES).
Las mismas activan los sistemas de reconstrucción de la información
(ACTIVAR)
Los recuerdos aparecen con más posibilidades, si esta tarea se encuentra
relacionada con esquemas anteriormente utilizados en la recuperación
(VINCULAR CON ESQUEMAS ANTERIORES).
La información brindada para el recuerdo, debe ser CONSISTENTE para
seleccionar y verificar esquemas anteriores en la memoria recuperándose la
información de forma clara (CONSISTENCIA).
Entre la presentación de una tarea y su recuerdo, son IMPRESCINDIBLES
estrategias de recuperación en el educando (Síena y Canetero, 1992, citado por
Ruiz, 2015).
El carácter cognitivo de la teoría de Ausubel (1963, citado por Beltrán, 2011) aporta a la
educación la valoración de la integración de los nuevos contenidos en las estructuras
mentales existentes en el alumno. En ella se reconocen diversos tipos y dimensiones del
aprendizaje, destacando la presencia de organizadores previos en el funcionamiento verbal
del alumno, por lo que esta línea psicoeducativa, de gran influencia actual, considera como
supuesto principal el APRENDIZAJE VERBAL significativo, variable fundamental en el
proceso de enseñanza-aprendízaje.
En detalle, la naturaleza del aprendizaje escolar requiere para este autor de distinciones,
caracterizando por un lado el aprendizaje por recepción y aprendizaje por descubrimiento,
y por otro la dimensión del aprendizaje significativo frente al aprendizaje-repetitivo. Gracias
a estas dimensiones, son explicadas diferentes actividades humanas de aprendizaje.
El comportamiento del alumno en cada una de ellas nos lleva a las siguientes conclusiones:
* En el aprendizaje por recepción, el alumno recibe los contenidos a aprender en forma
final y acabada, pasivamente, sin exploración, de la misma manera como podrá
reproducirlos, y en donde su performance es mínima.
* En el aprendizaje por descubrimiento, implica una actuación distinta, el alumno recibe el
contenido no en su forma acabada, sino que tiene que ser comprendido por un
descubrimiento o reorganización del material para asimilarlo, reordenándolo antes de
adaptarlo a su estructura cognoscitiva.
* El aprendizaje significativo, como anteriormente ha sido descrito, está vinculado a la
relación que hace el alumno entre el nuevo contenido y su experiencia previa, y requiere
de él una actitud favorable para la tarea.
* El aprendizaje repetitivo, implica que el alumno debe asimilarlos tal cual los percibe ya
que los contenidos de la tarea son específicos y mayormente complejos, haciendo uso de
su memoria de forma "mecánica".
Ausubel (1990, citado por Ruiz, 2015) propone que el aprendizaje es significativo a partir
de la interacción entre los nuevos conceptos que recibe el alumno y los ya existentes, pero
destacando la capacidad transformadora del individuo. Este proceso supone la adecuación
de la enseñanza que debe garantizar que los nuevos materiales sean potencialmente
sustantivos y claros, que el alumno posee ideas relevantes sobre un tema y
fundamentalmente exprese su disposición hacia el aprendizaje, con una ACTITUD ACTIVA.
La capacidad del docente en evaluar estos requisitos; estructura, material y motivación, es
indispensable para la asimilación cognoscitiva que puede realizar el niño en clase.
Mediante este tipo de asimilación el alumno evita el aumento del bloqueo o pérdida de
información. El aprendizaje significativo otorga a la asimilación, estabilidad y asociabilidad,
ya que las conexiones logradas SON SIGNIFICATIVAS Y SIN INTERFERENCIAS. Se
pueden establecer anexos, diferenciaciones y a su vez permiten la adquisición de nuevos
aprendizajes. Estos son aspectos favorables en comparación con aprendizajes repetitivos.
A ello se complementa, la disposición activa y receptiva ya mencionada, por lo que los
cambios parecen ser más favorables en el alumno si en cada disciplina académica aprende
por recepción significativa sin que ello deje de destacar el aprendizaje por descubrimiento,
útil en los primeros años escolares, o en algunas situaciones didácticas iniciales en clase.
Asimismo, este aprendizaje mayormente favorable se presenta a través del lenguaje, por lo
que Ausubel (1978) concede importancia a nivel escolar dentro de un marco cognoscitivo,
al aprendizaje oral y expositivo. La didáctica que inicie y desarrolle la asimilación
principalmente en la lectura, debe basarse en conceptos generales o inclusores que deben
ser activados como organizadores previos en el material que se va a aprender. Este es un
"andamiaje" o base para la asimilación. El organizador puede presentarse de manera
expositiva (claves para que el alumno describa el material) o de forma comparativa (claves
para que el alumno establezca semejanzas y diferencias). En síntesis, podemos afirmar
que el aprendizaje por ASIMILACIÓN COGNOSCITIVA, es un APRENDIZAJE VERBAL
SIGNIFICATIVO.
Ausubel te recomienda:
Estimular el aprendizaje receptivo en el alumno.
Conocer la estructura cognoscitiva del niño que aprende.
Presentar hechos relacionados y organizados mediante
explicaciones claras.
Utilizar procedimientos de evaluación que mida la habilidad del alumno para
exponer y comparar datos, hechos y conceptos.
Brindar organizadores previos como claves del aprendizaje verbal, como ideas
puente entre lo nuevo y lo conocido.
Considerar las características del material, la edad del alumno y su nivel de
familiaridad con la información que se le presenta.
Determinar procedimientos didácticos que desarrollen el aprendizaje significativo a
nivel cognitivo y actitudinal.
Estimular en el educando la comprensión de lectura en base al uso de abstracciones
y clasificaciones (inclusividad) del material.
Programar situaciones de aprendizaje que permitan vincular la estructura
conceptual de una asignatura con la estructura cognoscitiva mental del alumno.
Desarrollar actividades de aprendizaje por descubrimiento guiado y por
autodescubrimiento dentro de las materias a asimilar por el educando.
Aportes de Rogers:
Para los defensores de esta teoría, la imagen y papel del profesor como MODELO
HUMANO, garantiza una acción educativa eficaz en todos sus niveles. Con una
personalidad capaz de generar confianza, seguridad y autoestima en sus alumnos para
aprender; promoviendo la persona mediante la ayuda y generando condiciones para que
ella sea competente, autónoma y digna a través del desarrollo de sus potenciales. Como
señala Ayres es el docente animador que también se AUTOREALIZA en esta experiencia.
De esta forma, el aprendizaje centrado en el alumno de la corriente rogeriana, se traduce
a partir de que el aprendizaje efectivo es:
a) Experimental a nivel afectivo-cognitivo;
b) autoiniciado por el alumno;
c) profundo para cambiar las actitudes del educando, modificando su conducta;
d) automotivado según objetivos significativos y, específicos;
e) autoconstructivo para el educando y el docente; autodirigido por el estudiante por su
competencia; y por último;
g) evaluada por el propio alumno para generar un aprendizaje responsable.
Rogers recomienda:
Conocer las características de personalidad del
alumno, en cuanto a sus esquemas cognitivos, emociones e
intereses
Proponer temas de estudio de acuerdo a las
necesidades del educando.
Fomentar la búsqueda de alternativas y soluciones para los problemas que se
presentan a nivel grupal.
Respetar el estilo y ritmo propio de aprendizaje que conduzcan al alumno a la
competencia y también sus limitaciones.
Proporcionar un clima de interacción social alumno-docente, alumno-alumno, docente-
grupo.
Renovar la enseñanza de acuerdo a las capacidades y habilidades del niño.
Estimular en el alumno el auto análisis, la autoevaluación y la autoestima.
Establecer un clima de grupo a fin de que el niño aprenda a vivir con otros de manera
constructiva.
Mantener un clima permisivo autónomo a fin de que el alumno descubra los
conocimientos de acuerdo a sus expectativas y necesidades.
Propiciar la motivación a resolver situaciones-problema que dirijan al alumno a la
investigación con compromiso afectivo.
Diálogo
"Sr. Psicólogo... ¿Cómo reconocer que un alumno pueda estar adaptado a un tipo
de enseñanza humanística? - pregunta un profesor interesado en estos temas-.
"Bueno, existen varios criterios, pero puedo resumirlos en algunos de orden
práctico:
- El alumno SE ADECÚA Y ACEPTA EL TRABAJO GRUPAL para favorecer su
desarrollo personal.
- El alumno escoge su actividad de acuerdo a sus condiciones y habilidades.
- Acepta que los problemas a veces tienen más de una solución y valoriza el aporte
de "otros".
- Se interesa por lo que el profesor sugiere…
- y por último se motiva a investigar y compite en un clima de grupo que le ayuda a
aprender"
- "Es cierto ... así tengo varios casos? - contestó satisfecho el profesor.
…. "Yo soy un profesor humanista... no lo sabía" - dijo para sí mismo.
"La exitosa aplicación de los conceptos de estrategias cognoscitivas tendrá que comenzar
con un análisis de los límites generales implícitos en la naturaleza de los sistemas
educativos" (Chadwick, 1988, p. 198, citado por Beltrán, 2011).
Como bien afirma este autor, el uso apropiado de las estrategias cognoscitivas para
aprender, requieren de la estimulación de las variables afectivas en el escolar,
representadas por los estados anímicos de diversa índole que delimitan el uso de sus
capacidades. Ellos, como indicadores de la personalidad del niño escolar son
principalmente: el autoconcepto, la motivación de logro, los intereses, las atribuciones de
control y el nivel de ansiedad. De alguna forma direccionan el uso de estrategias y acciones
propias del trabajo escolar, del alumno, haciendo que las funciones cognoscitivas para el
rendimiento se presenten más flexibles y en el plano comportamental permitan al educando
ejecutar conductas apropiadas.
Tomando como referencia a Chadwick (1985, citado por Arancibia, 2008), el estudio de la
imagen de sí mismo en el niño es un punto esencial producto y condicionante a su vez de
sus habilidades sociales e interacciones. El reconocimiento personal como proceso
cognitivo (AUTOCONCEPTO) y afectivo (AUTOESTIMA) se estructura en el alumno, siendo
un factor primordial para sentirse hábil y competente, aumentando su seguridad y auto
confianza para afrontar situaciones sociales, familiares y de enseñanza-aprendizaje; por lo
que sus posibilidades de asimilación futura de las tareas son altas. Cuando se aprecia un
adecuado desarrollo del concepto de sí mismo.
El control externo, como atribución del niño, lo hace asignar las causas de su rendimiento
a factores fuera de sí mismo, por lo que el alumno poco motivado o sin interés, es el que
piensa que los resultados de sus esfuerzos no son suyos. Así piensa que en sus estudios
interviene la suerte, desvalorizando sus propios esfuerzos y capacidades. Es evidente
entonces, que el niño con locus de control interno enfatiza la importancia de sus habilidades
en su rendimiento académico y resolución de tareas. En cambio niños con locus de control
externo, presentan inestabilidad y desconfianza respecto a sus capacidades.
Asimismo, los niveles de motivación más favorables para la competencia académica
parecen responder a diversos estímulos externos, basado en el uso apropiado de refuerzos
en las situaciones de enseñanza-aprendizaje, influyendo en su disposición afectiva para
actuar con éxito en las actividades de clase. Como fuente de retroalimentación cerca de
comportamientos adecuados y deseados por el profesor y compañeros; funciona también
como motivación intrínseca o interna, ampliando los intereses del alumno, estimulando la
satisfacción y el empeño personal para el dominio de las tareas.
El control de un nivel de ansiedad "disparador" o elemento de predisposición para el
aprendizaje es una reacción emocional necesaria para responder a situaciones escolares.
La ansiedad como reacción puede ser de forma estable (ansiedad o rasgo) o transitoria
(ansiedad estado) o constante como característica de la personalidad del niño (Spelberg
1966, citado por Meza (1990).
En el contexto de un proceso de enseñanza aprendizaje, la reducción de niveles de
ansiedad en los alumnos, es un objetivo esencial para facilitar una acción educativa eficaz.
Padres y maestros como principales fuentes de ansiedad en el alumno deben comprender
las ventajas de eliminar amenazas, castigos y verbalizaciones que inhiban o bloqueen las
capacidades del niño escolar.
Aportes de Chadwick:
La integración de las diversas variables afectivas condicionan una serie de
manifestaciones de conducta, que determinan el desarrollo de la personalidad delniño
escolar en su interacción con ambientes y personas. La experiencia educativa como
campo de construcción de esta personalidad escolar y la capacidad de aprender son los
indicadores más significativos de este desarrollo.
En general, las vinculaciones entre las variables afectivas que tienen influencia en el
aprendizaje, señalan a nivel de la imagen de sí mismo, la necesidad de conductas
positivas en el docente, como modelo de autovaloración y a su vez de organización de
situaciones de enseñanza, buscando en el niño la manifestación de su responsabilidad
y grado de eficacia ante las tareas escolares. El control interno como predictor de la
estabilidad afectiva para aprender, como percepción de los resultados por su esfuerzo,
y la habilidad del docente para fomentar una conducta de éxito en el alumno, permite
vincular las situaciones educativas a experiencias que determinen la autoevaluación de
su capacidad y esfuerzo. De esta forma, se previene en alejar ideas vinculadas a la
suerte, la influencia de otros o la exagerada sobredimensión de la dificultad de las tareas
escolares.
Si un alumno percibe el control que ejerce sobre sus actividades, y tiene una adecuada
autoestima académica tendrá más interés en aquellas labores escolares que mejoran
esta apreciación, acostumbrándose a buscar la motivación interna, propia y personal, y
por consiguiente aumentando la auto eficacia, la satisfacción y la destreza para cumplir
sus labores de conocimiento diario. Aunque existan desequilibrios pequeños como
activadores del aprendizaje, ellos, elementos ansiosos, pueden orientar también al
alumno a mejorar su rendimiento. En caso contrario, la dependencia externa, la ansiedad
excesiva y la baja autoestima predisponen al niño al fracaso.
La utilización de estrategias afectivas permitirán adecuar las exigencias docentes para
el manejo afectivo del niño escolar, haciendo que la experiencia de aprendizaje no se
encuentre alejada de sus capacidades. Es más, el dominio efectivo de las estrategias
cognitivas requiere de una evaluación consciente y afectiva para mejorar
motivacionalmente su disposición a actuar con competencia, autocontrol y valoración de
sí mismo. Utilizar estrategias afectivas es ampliar la autoconciencia en el escolar,
haciendo que su permanencia en el aula y su desempeño continuo sean para él
EXPERIENCIAS AGRADABLES
Chadwick recomienda:
Estimular en el niño un mayor grado de conciencia afectiva respecto a su experiencia
de aprendizaje.
Organizar la enseñanza de forma que permita al alumno autovalorarse con
sentimientos de eficacia y seguridad.
Desarrollar en el educando la dimensión interna del locus de control fomentando la
responsabilidad de sí mismo.
Valorar con el niño la capacidad y el esfuerzo personal.
Enseñar al alumno que su aprendizaje y rendimiento dependen de factores que él
puede controlar.
Orientar a que el niño mantenga su nivel de competencia y esfuerzo personal con un
interés compartido con padres y maestros.
Informar y retroalimentar al educando en relación a sus capacidades y resultados ante
tareas.
Reducir la ansiedad en el niño hasta niveles que no generen tensión excesiva.
Desarrollar en el alumno la capacidad de autocontrol del ambiente de aprendizaje y
estudio.
Orientar al alumno a percibir cierta estabilidad en su desempeño académico.
La teoría de Bandura (1963; 1982; 1987, citado por Ruiz, 2015) concede valor e importancia
al pensamiento en el control y regulación de la conducta del sujeto. Caracteriza de una
forma completa los factores que intervienen en el aprendizaje, desde el punto de vista
descriptivo, taxonómico y explicativo; centrándose en aquellas variables que
autodireccionan la conducta de aprendizaje escolar desde un punto de vista intencional y
reflexivo.
El modelo de Bandura desde una perspectiva cognitiva social, señala una determinación
específica de los procesos de aprendizaje con la influencia recíproca entre los aspectos
personales, el ambiente y la conducta del sujeto. En el plano personal, los factores están
referidos a distintas capacidades:
Dentro de este contexto, cabe resaltar el papel activo-cognitivo del niño que aprende a partir
de los estímulos y señales que recibe. La competencia cognitiva para predecir las
consecuencias de una conducta o situación de aprendizaje, se basa en la competencia
simbólica del niño que nos hace concluir que el educando aprende expectativas y no sólo
respuestas, siendo un predictor activo de las consecuencias de su conducta y de los demás
(compañeros, profesor, etc.).
A partir de ello, Arancibia (2008) refiere que se puede concluir que la conducta de
aprendizaje, está regulada motivacionalmente a partir de que el alumno realiza acciones y
las repite si ellas generan recompensas o las elimina si son castigadas. Esta capacidad es
denominada por Bandura como de AUTOREGULACIÓN y AUTOREFUERZO. Son el
fundamento de la motivación intrínseca y transmitidos en base a MÓDELOS,
proporcionando información sintetizada cognitivamente por el niño, en términos de
conducta-consecuencias en su ambiente escolar y social. Resulta interesante entonces,
señalar algunos aportes de este modelo que explica el comportamiento cognitivo-social en
el educando.
Aportes de Bandura:
La importancia de los PROCESOS AUTOREGULADORES de la conducta y sus efectos
en los procesos de aprendizaje, amplían la visión del profesor al reconocer la influencia
de las variables cognitivas y su interacción con las contingencias ambientales.
Los procesos de atención y entendimiento en el niño escolar están involucrados en su
capacidad de observación del medio ambiente, modelos e incentivos de influencia en su
aprendizaje. En tal sentido, la teoría cognitivo-social del aprendizaje señala la función de
las recompensas e incentivos directos, vicarios y autoproducidos, en la imitación y auto
eficacia que el niño manifiesta en su comportamiento escolar.
EL MODELADO, que incluye la observación y la réplica de las conductas del otro en el
niño, se presenta a nivel ―verbal‖ o ―conductual‖ y tienen papel decisivo en la
instrucción del niño, ya que es posible que mayores cambios de conducta y de
rendimiento se encuentren en niños con modelado conductual si va acompañado de
modelado verbal (Rosenthal y Zimmerman, 1978, citado por Ruiz, 2015). Asimismo, la
instrucción puramente verbal puede ser menos motivadora y productiva que cuando se
integran ambas formas.
El valor formativo del incentivo, se examina en su amplitud si no se desconoce la
capacidad cognitiva activa del niño como sintetizador y predictor de información social
en su medio ambiente escolar. La habilidad del observador y el modelo y los mecanismos
para la autorregulación y auto esfuerzo no pueden ser descuidados en su desarrollo,
como objetivos de toda actividad educativa según Bandura (1966).
Por último, un aporte esencial desde esta línea es reconocer que dentro del desempeño
del niño en el contexto del trabajo escolar, cumple especial papel las consecuencias
anticipadas que realiza el educando sobre los resultados de su conducta (contingencias).
Diversos estudios recogidos por Bandura (1987, citado por Arancibia, 2008) y Riviére
(1992) indican interesantes conclusiones al respecto:
Bandura recomienda:
Desarrollar en el alumno la capacidad de autoevaluación
y autorecompensa, para regular su conducta.
Fomentar situaciones donde los alumnos puedan
establecer por sí mismos criterios para valorar sus
rendimientos y actitudes.
Acentuar en el ambiente educativo, la relación entre las conductas y contingencias
(consecuencias) que sean reconocibles por el alumno.
Conceder importancia al papel de las acciones de otros en la organización del
pensamiento y acción del niño escolar.
Adecuar la experiencia vicaria a los objetivos de aprendizaje escolar.
Desarrollar las habilidades conceptuales como requisito de estimulación del aprendizaje
observacional.
Brindar oportunidades atractivas de aprendizaje observacional en los alumnos, e
incentivos adecuados y suficientes para aprender.
Estimular en el alumno la autoevaluación y los sentimientos de auto eficacia.
Reforzar las conductas apropiadas de aprendizaje en el momento apropiado, propiciando
la asimilación progresiva de criterios de auto refuerzo.
Recordar siempre la importancia de la acción educativa a través de modelos adecuados
de conducta y aprendizaje.
Hoy en día existe gran cantidad de evidencia que indica una relación positiva entre los
niveles de autoestima y autoconcepto, y el rendimiento escolar. Aquellos niños con mejor
autoconcepto académico son quienes tienen también un mejor rendimiento. Así por
ejemplo, tenemos que, en un estado del arte realizado por Vélez (1993, citado por Laguna,
2017) sobre factores asociados al buen rendimiento académico, la autoestima apareció con
una relación positiva significativa con rendimiento en 7 de los 14 estudios revisados. Sin
embargo, los múltiples estudios realizados al respecto se cuidan de señalar una dirección
causal: aunque es posible que un desarrollo afectivo bueno eleve el rendimiento de los
escolares, también es razonable pensar que un niño con buen rendimiento tendrá más
probabilidades de tener un autoconcepto elevado.
La autoestima y autoconcepto no sólo son importantes en la predicción del rendimiento,
sino que juegan un rol fundamental en la salud mental y buen desarrollo afectivo de los
escolares. Sin duda, la experiencia escolar será un factor determinante para el desarrollo
de la autoestima, dado el gran impacto de las experiencias de rendimiento escolar tanto en
el niño como en su familia. Según Milicic (1995, citado por Laguna, 2017), la experiencia
escolar determinará en forma importante el bienestar socioemocional de un niño y tendrá
efectos significativos durante la vida adulta de éste.
De aquí la importancia de evaluar cómo el contexto escolar afecta el desarrollo de una
autoestima positiva o negativa en los niños, analizando la cuestión de si las condiciones
actuales de los sistemas escolares fomentan o no una autovaloración positiva en los niños.
Locus de control
Un segundo recurso interno que ha sido estudiado en relación con el rendimiento escolar
es la percepción que tiene el niño del grado de control que tiene sobre su ambiente.
El Locus de control de una persona, se define como una expectativa general de que sus
refuerzos sean controlados por fuerzas internas o externas (Rotter, 1966, en Santiago,
Crider, Goethals, Kavanaugh y Solomon, 1989, citado por Arancibia, 2008). Así, la persona
con predominancia de un locus de control interno considera que gran parte de los eventos
de su vida son consecuencia de sus esfuerzos, perseverancia o habilidad, mientras que
aquellas personas en quienes predomina un locus de control externo atribuyen las cosas
que les suceden a la suerte o las oportunidades. En general, los autores concuerdan en
que las personas con predominancia de un locus de control interno tienden a tener más
iniciativa propia, a ser más persistentes y a tomar más acciones orientadas a obtener lo que
desean.
Asimismo, y además de su efecto directo sobre el rendimiento, varios autores señalan que
la forma en que el alumno percibe el control que tiene sobre su propio rendimiento, es capaz
de modular el efecto positivo que han demostrado tener ciertas prácticas educativas, a tal
extremo de incluso poder anular dicho efecto (Perry y Tunna, 1988; Perry y Magnusson,
1989, citado por Arancibia, 2008). Según estos autores, la efectividad de un profesor
expresivo, por ejemplo, versus uno no expresivo al dictar una clase, puede resultar positiva
para el rendimiento de los alumnos con locus de control interno, pero podría no dar
resultados en el caso de los alumnos con locus de control externo.
¿Cómo se puede explicar esta relación? En general, Arancibia (2008) refiere que esto ha
sido explicado planteando que una mayor sensación de control sobre los refuerzos conduce
a los niños a desarrollar patrones de persistencia y mayor esfuerzo, en especial frente a las
tareas difíciles, mientras que la sensación de que los esfuerzos no conducirán a un mejor
desempeño, conduce a los niños a cesar en su persistencia. Una constante experiencia de
no-contingencia entre el compromiso con la tarea y los esfuerzos puestos en ella provoca
en el alumno una reacción de desesperanza aprendida, donde los sujetos abandonan todo
intento de cambiar la situación, porque no se sienten dueños de ella. Boekaerts (1988)
señala que, cuando los alumnos aumentan su compromiso, esfuerzo y motivación en una
tarea, pero ello no redunda en mejores resultados, (ya sea en términos de notas o de la
aprobación del evaluador o los pares), ellos corren el riesgo de percibir una vía no
contingente o discrepancia entre sus esfuerzos y sus logros.
Motivación.
Muchos autores han intentado comprender cómo es que la motivación afecta nuestras
conductas en todos los aspectos de nuestras vidas. Entre ellos, Murray (1938, citado en
Schunk y Zimmerman, 2006), en la misma línea de Maslow, plantea que la motivación es
el resultado del deseo de satisfacer nuestras necesidades; Atkinson (1957, 1966, 1974,
citado en Schunk y Zimmerman, 2006, citado a su vez por Arancibia , 2008), plantean que
la conducta es resultado de dos factores: uno que tiene que ver con las expectativas de
alcanzar un resultado contingente con las conductas desplegadas, y el otro, es el valor que
nosotros ponemos en ese resultado. La motivación resulta entonces de la creencia de que
podemos alcanzar un resultado valioso.
Arancibia (2008) concluye que desde esta perspectiva, la motivación sería definida como
un deseo, como una condición de activación o iniciativa. En momentos particulares, los
alumnos tienen un nivel de motivación específico que experimentan fenomenológicamente
que determinaría el comienzo y compromiso con una tarea.
Por ejemplo, entre quienes buscan comprender cómo es que la motivación afecta el
rendimiento académico, se encuentran Gage y Berliner (1988, citados por Ruiz, 2015),
quienes describen tres maneras en que la motivación afecta el aprendizaje:
1. La motivación define lo que constituye un refuerzo: según sus intereses y motivos,
distintas personas considerarán como valiosas distintas cosas, por lo tanto, lo que
constituye un buen “premio” o refuerzo depende de cada persona.
2. La motivación explica la orientación a objetivos: cada secuencia de conductas está
dirigida a un fin. La motivación de una persona contribuye a explicarnos la razón por
la cual esa persona se involucra en dicha secuencia de conductas.
3. La motivación determina la cantidad de tiempo que se invierte en diferentes
actividades: uno de los hallazgos más certeros en el estudio es la relación positiva
entre la motivación por un determinado tema y el tiempo invertido en el estudio de
ese tema. Como sabemos, el tiempo y esfuerzo invertido en una tarea es, a su vez,
uno de los predictores del desempeño en la tarea.
El tipo de motivación más ampliamente estudiado en relación con el logro escolar es la
llamada motivación de logro, definida como la motivación por tener éxito, por ser bueno en
algo (Gage y Berliner, 1988, citado por Arancibia, 2008). La necesidad de logro es
importante para diversos tipos de aprendizaje, y no dice relación únicamente con el
desempeño académico, sino con cualquier área en la que el sujeto desea destacar. En
cuanto al desempeño escolar, la motivación de logro se expresa en diversas conductas. En
general, los niños con alta motivación de logro en lo académico tienden a:
1. Escoger compañeros de trabajo de buen desempeño;
2. Muestran mayor persistencia;
3. Mantienen altos niveles de rendimiento sin vigilancia externa;
4. Completar las tareas que han sido interrumpidas;
5. Escoger tareas de dificultad moderada en lugar de fáciles.
Estilos de enseñanza:
Los "estilos de enseñanza" conforman un tema complejo y poco definido aún. Esto se debe
en gran medida a que las definiciones existentes son muy parciales, o bien, cada una de
ellas toma elementos diferentes que no permiten delimitar de manera precisa un concepto
universalmente aceptado. Una definición que parece válida es considerar el estilo de
enseñanza como el sello más o menos personal y propio con que el profesor dirige y
configura los modos de educar y enseñar, de acuerdo con su concepción de los objetivos
pedagógicos y las características de los educandos (Detrish en Brundage, 1980, citado por
Arancibia, 2008).
Por lo tanto, el estilo de enseñanza se transforma en aquel modo particular que tiene el
profesor de estructurar y ejecutar el proceso de enseñanza-aprendizaje, de acuerdo con los
objetivos que se propone, sus propias características personales y las que percibe en los
educandos.
Brundage (1980, citado por Arancibia, 2008) distingue tres estilos de enseñanza: el estilo
directivo, el estilo facilitador, y el estilo colaborador.
Lewin (1988 en Brundage, 1980, citado por Arancibia, 2008), por otra parte, plantea que la
funcionalidad de un determinado estilo se relaciona significativamente con el contenido a
enseñar, y Ausubel (1980) enfatiza la importancia de considerar el tipo de aprendizaje que
se quiere lograr en el grupo de alumnos.
De esta manera, no se podría decir que un estilo es mejor que otro antes de observar el
desarrollo de las prácticas educativas ya que, un buen profesor debiera ser capaz de utilizar
los distintos estilos en diversas combinaciones, de acuerdo a la consideración de los
elementos nombrados con anterioridad.
Se ha observado, que las estrategias o métodos que estarían asociadas a un rendimiento
superior de los alumnos son aquellas que el profesor, a partir de su propia experiencia como
estudiante, utiliza para enfrentar las condiciones que se les presentan en la sala de clases.
La mayoría de estas prácticas no son enseñadas en cursos formales, sino que están
basadas en la capacidad del profesor para darse cuenta de qué forma sus alumnos pueden
aprender mejor, lo cual se lograría gracias a que el profesor es capaz de ponerse en el lugar
de sus estudiantes.
El estilo de enseñanza es aquel sello más o menos
personal y propio con que el profesor dirige y
configura los modos de educar y enseñar, de
acuerdo con su concepción de los objetivos
pedagógicos y las características de los educandos
(Detrish en Brundage, 1980, citado por Beltrán
2011)
Interacción profesor-alumno:
La importancia de la interacción en la vida del ser humano resulta innegable ya que somos
seres sociales y a través de la interacción se satisfacen la mayoría de las necesidades
humanas. En el sistema educacional el niño aprende en relación con otros y la sala de
clases resulta un contexto adecuado para que el alumno desarrolle sus habilidades para
interactuar con otras personas.
Así, el continuo de esta variable se refiere a la relación profesor-alumno, y se mueve entre
los polos de una relación horizontal (democrática), en la cual ambas partes interactúan en
igualdad de condiciones, y una relación vertical (jerárquica), donde uno de los miembros
-el alumno- se encuentra subordinado al otro.
Al considerar esta variable como un continuo dentro del cual se deben variar las opciones,
implica que es necesario que el profesor favorezca distintos tipos de relación según el
contexto situacional en el que se da la relación de enseñanza-aprendizaje. Según este
punto de vista, el profesor negociará (relación democrática) los objetivos, actividades,
contenidos, etc., o bien, ejercerá su autoridad (relación jerárquica) para determinar lo que
debe hacerse, lo cual no significa que debe utilizar métodos coercitivos, sino que puede
tomar una decisión pero explicando las razones a los alumnos de manera tal que
comprendan el sentido de la misma.
Rosenthal y Jacobson (1978, citado por Arancibia, 2008), quienes en 1968 efectuaron un
experimento sobre la influencia de las expectativas de los profesores en el rendimiento de
los alumnos, mostraron que las expectativas sobre el rendimiento de los alumnos
provocadas experimentalmente en el maestro repercutían en las calificaciones de ellos. Los
alumnos de los que se esperaban mejores resultados de hecho los obtenían a pesar de
que tales expectativas carecían de fundamento.
Revisemos también el ta famoso Efecto Pigmalión, relacionado a la expectaiva sobre el
rendimiento de un alumno.
Fuente: webdelmaestrocmf.com/portal/10-cualidades-esenciales-y-7-caracteristicas-que-
diferencian-a-un-buen-maestro/
LA FAMILIA Y LA ESCUELA
La familia es el primer núcleo social del cual el hombre tiene conciencia y, durante la
historia, ha tenido distintas formas que han determinado su relación con el medio
educacional. Es así, por ejemplo, que anteriormente a la Revolución Industrial, la familia
extensa y tradicional era la más común. Como la madre permanecía en el hogar, era ella
quién cumplía las tareas de cuidado de los hijos, formación básica, entrenamiento,
orientación. La familia era responsable de la salud mental y física de sus hijos.
En los momentos actuales, en cambio, se han generalizado una serie de instituciones que
han suplido muchas de estas tareas de la familia, la cual ya no está capacitada para
cumplirlas. Es así que la educación ha pasado a manos de instituciones escolares, que
satisfacen necesidades que la familia ya no logra. Existen actualmente dos instituciones,
familia y escuela, que se ocupan del proceso educativo. La escuela se encarga de los
procesos más colectivos, mientras que la familia presta una atención más individual.
Asimismo, no puede desestimarse la gran fuerza que están teniendo los medios de
comunicación de masas en el proceso educativo, los cuales informan e influyen a través de
sus canales comunicacionales.
Otras diferencia a la que se refieren Velázquez y Loscertales (1987, citado por Arancibia,
2008) es que la familia satisface predominantemente las necesidades emocionales de los
niños. El núcleo familiar le sirve al niño de punto de referencia, donde establece sus
relaciones más íntimas. En cambio, la escuela satisface también necesidades intelectuales,
pues se espera que el profesor, no sólo acepte a los niños y respete su emocionalidad, sino
que también logre enseñar, de manera que propicie el aprendizaje en sus alumnos. Es
importante considerar estas diferencias y no visualizarlas como tareas contrarias e
incompatibles, sino por el contrario visualizar la posibilidad de trabajar juntos para satisfacer
ambas necesidades en los niños. Es así que las instituciones escolares han sentido la
necesidad de organizar conferencias, jornadas de trabajos con los padres, etc.
Asimismo, invitarlos a participar en actividades de la escuela. Por otra parte, los padres,
también han sentido la necesidad de participar y han creado Centros de Padres, por
ejemplo.
Por lo tanto, actualmente, cobra gran importancia el tema de la familia y su rol dentro de la
labor educativa. Esto guarda relación con la pregunta de si las escuelas deben funcionar
como organizaciones autónomas que no deben incorporar a la familia dentro de su
quehacer o si, por otra parte, resulta relevante incluir a los padres dentro de su labor,
generando una relación colaborativa que propicie la búsqueda de objetivos compartidos y
un trabajo conjunto en beneficio de los aprendizajes de sus hijos. Éste será uno de los
temas a ser a tratar en este capítulo, considerando los aportes de la Psicología Educacional
en relación a qué aspectos debieran considerarse para generar esta relación colaborativa
y cuál es su importancia en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Asimismo, este tema
cobra más fuerza cuando se consideran los aportes de diversas investigaciones que
estudian la relación entre variables de la familia y el rendimiento de los niños, pues sus
resultados muestran la incidencia de variables de la familia, como la intencionalidad
pedagógica de los padres, sus actitudes ante la educación o su nivel de escolaridad. Por
esto, este tema también será abordado en este capítulo, pensando que la consideración de
estas variables puede ayudar a la labor de los educadores y aportar en la generación de
programas de mejoramiento educativo.
Estas investigaciones plantean que los niños de familias intactas rinden mejor
académicamente que los niños de familias uniparentales; pero a su vez los niños de familias
reconstituidas obtenían también mejores desempeños. Esto indicaba que las familias
reconstituidas (que tenían mejores rendimientos que las uniparentales) servían como un
ambiente "sanador" que ayudaba a rescatar a los niños de la disolución familiar. Por otra
parte, otras investigaciones mostraron que los niños de familias reconstituidas estaban
sometidos a un stress distintivo; así, el re-matrimonio funcionaría como un restaurador de
algunas áreas de pérdida, pero constituye también un sistema con problemas y desafíos
propios, al tener que adaptarse a un nuevo marco familiar (Zimiles y Lee, 1991, citado por
Beltrán, 2011).
Por ejemplo, la investigación de Featherstone (1992, citado por Ruiz, 2015) analizó
diferencias en el comportamiento escolar y el rendimiento académico entre familias intactas,
reconstituidas y uniparental. Este autor evaluó niños entre sexto básico y primero medio
(entre 11 y 17 años). Los resultados indicaron que los niños de familias intactas tuvieron
mejores evaluaciones, seguidos por los niños de familias reconstituidas y luego por las
uniparentales.
Los niños de familias intactas tenían mejores promedios de nota que los otros, menos
ausencias y atrasos, eran mejor evaluados y eran considerados por los profesores como
niños con menos actitudes desinteresadas e influencias disruptivas. Así, pareciera ser que
el logro de los objetivos educativos se puede asociar a la estructura familiar. Este estudio
apoya la proposición teórica de que la presencia ininterrumpida de ambos padres marca
una ventaja para el desarrollo escolar.
Otra variable que ha sido estudiada en su relación con el desempeño escolar de un niño y
su nivel de adaptación al sistema escolar son los estilos de relación que existen al interior
de la familia. Es decir, la percepción que tiene el niño en relación al apoyo brindado por sus
padres y el grado de cercanía con cada uno de ellos, así como la existencia de un ambiente
grato, apoyador, en el que primen buenas relaciones interpersonales.
En relación con esto, desde la perspectiva de las teorías ecológicas y de sistemas, los
aspectos relacionales de los ambientes familiares y escolares son especialmente
importantes para el desarrollo (Moos, 1976; Sameroff, 1983, citados por Arancibia, 2008).
En el desarrollo social del niño, se encontró que la calidad de las relaciones experimentadas
en el hogar y en el colegio eran un determinante importante (Moos, 1976, citado por Ruiz,
2015). Es así como buenas relaciones entre padres e hijos se han asociado con diversas
medidas de desarrollo social, como bajos índices de delincuencia, buena adaptación y
autoestima (Bretherton, 1985; Wachs y Gruen, 1982, citados por Arancibia, 2008).
Asimismo, resultados de varios estudios muestran que a los niños que tienen una buena
relación con sus padres les tiende a ir mejor en el colegio (Dornbusch y cols., 1987; Estrada
y cols., 1987; Kurdeck y Sinclair, 1988; Rollins y Thomas, 1979, citados por Arancibia,
2008).
Pulkinen (1982, en Crouter, 1990, citado por Beltrán, 2011), por su parte, encontró que los
padres más centrados en sus hijos, que se comunicaban frecuentemente con ellos, que
mostraban interés por sus actividades diarias y que mostraban conocimiento de dónde
estaban, tenían hijos más responsables, socialmente competentes, cercanos a sus padres
y orientados hacia el logro y el rendimiento.
Asimismo, las relaciones fuertes y de apoyo con los padres podrían asociarse a varios tipos
de interacciones padres-hijos que facilitan resultados académicos positivos (Maccoby y
Martin, 1983, citados por Arancibia, 2008). Por ejemplo, relaciones positivas entre padres e
hijos podrían proveer una valiosa fuente de ayuda adulta en las tareas escolares para los
niños. Un lazo fuerte con los padres también puede facilitar el éxito en la escuela a través
de otros mecanismos menos directos, tales como servir de fuerza disuasiva contra la
emergencia de patrones de conductas delictuales (por ejemplo, faltar a clases sin permiso)
que se asocian estrechamente con dificultades académicas.
Relación Familia-escuela: generando una relación Colaborativa
Al que los padres se involucren en la educación de sus hijos se relaciona positivamente con
el progreso escolar del niño. Hay muchas razones para esto, tal como se describió en el
apartado anterior, por ejemplo, a través de su interés en el rendimiento escolar, los padres
le demuestran al niño la importancia que le dan a la educación y a ellos mismos como
personas con futuro. Tal interés parental frecuentemente va asociado con ofrecerles ayuda
en las tareas, ir a las reuniones de padres y estar involucrado con la escuela. Conocen a
los profesores de los niños, están más dispuestos a pedirles consejo, y los profesores se
benefician ya que conocen mejor el ambiente familiar del niño y pueden discutir problemas
en que los padres pueden ayudar (Fontana, 1981, citado por Ruiz, 2015).
Ante esto, surge la pregunta de cómo incorporarlos dentro de la dinámica escolar, de tal
manera que su rol se transforme en un aporte y no en un obstaculizador de la educativa.
Ésta es una de las constantes interrogantes que se hace el profesor, el director el psicólogo
educacional. La respuesta pasa por utilizar de la mejor forma las herramientas con las que
cuenta el sistema escolar, como son, las reuniones de padres, las posibilidades de realizar
talleres para padres, las tareas escolares, etc.
Asimismo, intentar descubrir cuáles son las causas de que los padres no estén participando
en las escuelas, no recurriendo a juicios como “no les preocupan sus hijos”, “no les interesa
la escuela”, sino preguntarse si acaso no será que los padres se sienten pasados a llevar
los profesores, o se avergüenzan del rendimiento de sus hijos, o de su baja escolaridad, o
puede ser que la escuela no ha encontrado la forma de impresionar a los padres motivarlos
a involucrarse en ella. Por lo tanto, no debe olvidarse que más allá de la utilización de
medios motivantes los padres, hay que considerar que lo que la familia necesita es sentirse
parte de un sistema, en el que en general no participó en su planificación, un sentirse parte
que requiere fortalecer su rol, valorarlo y devolverle su responsabilidad en el proceso de
enseñanza- aprendizaje, diferenciando entre su rol y el propio de la escuela. Cada uno en
lo desde sus distintos roles socializadores, pueden contribuir a que un niño logre mejores
resultados y se comprometa en su propio proceso de aprendizaje. Éste es el desafío.
ANEXOS
LECTURA 01:
HACIA UNA EDUCACION DE CALIDAD
INTRODUCCIÓN:
El siglo XXI ofrecerá recursos sin precedentes tanto para la circulación y almacenamiento
de informaciones como para a comunicación. Planteará a la educación una doble exigencia:
- trasmitir masiva y eficazmente conocimientos teóricos y técnicos y
- definir orientaciones que sean como las “cartas náuticas” para navegar en un mundo
complejo y en perpetua agitación.
El ser humano deberá estar en condiciones de aprovechar y utilizar toda la vida cada
oportunidad que se le presente de actualizar, profundizar y enriquecer sus primeros saberes
y de adaptarse a un mundo en permanente cambio.
Para cumplir estas misiones la educación debe estructurarse en torno a cuatro
aprendizajes fundamentales:
aprender a conocer
aprender a hacer
aprender a vivir juntos y
aprender a ser.
La enseñanza escolar se orienta esencialmente a los dos primeros. Los otros dos
aprendizajes dependen de circunstancias aleatorias... Pues bien, la Comisión internacional
sobre la educación para el siglo XXI estima que en cualquier sistema de enseñanza
estructurado, cada uno de esos cuatro ―pilares de conocimiento‖ debe recibir una atención
equivalente, a fin de que la educación sea para el ser humano, en su calidad de persona y
de miembro de la sociedad, una experiencia global y que dure oda la vida en los planos
cognitivo y práctico.
4º APRENDER A SER
La Comisión afirma enérgicamente un principio fundamental:
“La educación debe contribuir al desarrollo global de cada persona: cuerpo y mente,
inteligencia, sensibilidad, sentido estético, responsabilidad individual, espiritualidad. Todos
los seres humanos deben estar en condiciones de dotarse de un pensamiento autónomo y
crítico y de elaborar un juicio propio, para determinar por sí mismos qué deben hacer en las
diferentes circunstancias de la vida”.
Este desarrollo del ser humano, que va del nacimiento al fin de la vida, es un proceso
dialéctico que comienza por el conocimiento de uno mismo y se abre a las relaciones con
los demás. En este sentido la educación es ante todo un ―viaje interior", cuyas etapas
corresponden a las de maduración constante de la personalidad.
Resumen del Cap. 49 de: La educación encierra un tesoro. Santillana - Ediciones UNESCO
Lectura 2:
AULAS NEURODIVERSAS: ESCUELAS INCLUSIVAS
El enfoque de educación inclusiva implica modificar sustancialmente la estructura,
funcionamiento y propuesta pedagógica de las escuelas para dar respuesta a las
necesidades educativas de todos y cada uno de los niños y niñas, de forma que todos
tengan éxito en su aprendizaje y participen en igualdad de condiciones. En la escuela
inclusiva todos los alumnos se benefician de una enseñanza adaptada a sus
necesidades y no sólo los que presentan necesidades educativas especiales.
UNICEF
El poder de la neurodiversidad
La búsqueda de la inclusión en nuestras aulas puede pasar por muchas etapas y plantear
diferentes fases de abordarla, sin embargo, el cambio de actitud por parte de todos los
agentes educativos que la hacen posible, será una de las claves para conseguirlo (Márquez,
2015). La transformación, el cambio… precisan pasar a la acción, y qué mejor impulso que
las aportaciones de la neuroeducación para comprender que la atención a la diversidad
representa un enfoque natural lleno de nuevas oportunidades. Si los procesos de
transformación del sistema educativo precisan de un cambio de creencias, será necesaria
una nueva visión de la persona con NEAE. Para ello, la neurociencia y la psicología positiva
pueden aportar un nuevo enfoque a la hora de entender y atender a la persona considerada
como diferente.
Es curioso que el término de escuela inclusiva se utilice, fundamentalmente, para referirnos
al modelo educativo del alumnado discapacitado o también denominado de Necesidades
Educativas Especiales (NEE). Pero en la última década, desde la neurociencia ha surgido
un nuevo concepto que defiende la necesidad de apostar por las aulas inclusivas: la
neurodiversidad. Como concepto, sólo tiene diez años de antigüedad. Se originó como un
movimiento entre individuos diagnosticados con trastornos del espectro autista (TEA) que
querían ser considerados diferentes, pero no discapacitados. Podemos definir la
neurodiversidad como: “una idea que afirma que el desarrollo neurológico atípico
(neurodivergente) constituye una diferencia humana normal que debe ser tolerada y
respetada como cualquier otra diferencia humana”. Está claro que necesitamos una nueva
mirada que conciba los cerebros humanos como las entidades biológicas que son, y que
sea capaz de apreciar las enormes diferencias naturales que existen entre un cerebro y otro
en lo relativo a sociabilidad, aprendizaje, atención, estado de ánimo y otras importantes
funciones mentales. Hemos de admitir que no existe un cerebro estándar y que, de hecho,
la diversidad entre cerebros es tan maravillosamente enriquecedora como la biodiversidad
y la diversidad entre culturas y razas (Armstrong, 2012).
Partir desde este concepto, implica rechazar el pensamiento basado en la enfermedad, y
abrazar una visión más positiva del trastorno o la enfermedad mental. Las recientes
evidencias que se están dando en la ciencia del cerebro, la psicología evolutiva y otros
campos, sugieren que entre los daños y las disfunciones presentes en los cerebros de
personas diagnosticadas con trastornos de salud mental pueden observarse destellos
brillantes, deslumbrantes, de promesa y posibilidades sobre sus capacidades. Por esta
razón, será esencial que empecemos a utilizar un lenguaje más positivo para hablar del
cerebro en sus múltiples variaciones. Así como utilizamos los términos diversidad cultural y
biodiversidad para referirnos a la rica variedad de la herencia social o de la vida biológica,
la educación necesita un término que exprese la riqueza de los diversos tipos de cerebros
existentes dentro de nuestras aulas. Si cada uno de nuestros cerebros es único, significa
que todos somos diversos, y que atender a la diversidad es una necesidad real y tangible
en todas nuestras aulas, independientemente de que tengamos alumnado con Asperger,
Síndrome de Down, TDAH, etc. Por esta razón, la educación inclusiva debe entenderse
como un desafío y una oportunidad para enriquecer las diferentes formas de enseñar y
aprender. La idea de una escuela inclusiva, tiene que ver con todo el alumnado,
constituyendo una palanca para la innovación y la mejora de las prácticas educativas
basadas en la neuroeducación.
José Ramón Gamo (ver video en el enlace) lo explica de una manera genial: “Si eres miope,
y yo te explico toda mi materia con presentaciones con letra roja, pequeña y te siento al
fondo de la clase, no podrás ver nada, y por lo tanto perderás el hilo de mi explicación. En
ese momento, tú, persona miope, te conviertes en un discapacitado/a. ¿Tiene esto lógica
alguna? No. Basta con cambiar ciertos aspectos para integrarse en la clase, y que puedas
trabajar con los demás. La pregunta es: ¿Por qué en nuestras clases no adaptamos
nuestras materias, metodologías y estrategias para conseguir que todo el alumnado
participe? ¿O a alguno de nosotros se le ocurriría quitarle las gafas al alumnado miope, ya
que con eso cuenta con una ventaja con respecto a los demás?”
Thomas Armstrong (2012) ha identificado, en su libro “El poder de la neurodiversidad”,
ocho principios que sustentan este nuevo enfoque hacia la persona con NEAE. Algunas de
las ideas básicas que se derivan de los mismos son las siguientes:
El cerebro tiene una enorme habilidad para transformarse como respuesta al
cambio.
Los seres humanos y sus cerebros existen a lo largo de espectros continuos de
competencia.
La percepción de lo que son los trastornos mentales refleja los valores de un periodo
social e histórico determinados.
El éxito en la vida también depende de la modificación de tu entorno para ajustarlo
a las necesidades de tu cerebro único.
Las experiencias ambientales alteran directamente la estructura cerebral.
Considerar nuestras capacidades interiores refuerza nuestra autoconfianza, nos
infunde valor para perseguir nuestros sueños y fomenta el desarrollo de habilidades
específicas que pueden reportarnos una profunda satisfacción en la vida. Esto nos
proporciona un bucle de retroalimentación que ayuda a contrarrestar el círculo vicioso en el
que caen muchas personas con trastornos mentales como resultado de sus capacidades.
En relación con esto, nos gustaría también destacar que la terminología utilizada despierta
ciertas controversias. Por ejemplo, Flórez (2015) rechaza la idea de sustituir el término de
discapacidad por el de diversidad funcional, o el de discapacidad intelectual por el de
neurodiversidad. Según dicho autor, la diversidad funcional y la neurodiversidad son
propiedades que definen a todo ser humano. La discapacidad, en cambio, queda definida
por las limitaciones en las funciones cognitivas y conductas adaptativas que condicionan el
funcionamiento en la vida diaria. En palabras del propio Flórez (2016): “Lo que intentamos
mediante el análisis y el estudio neurocientífico del cerebro es comprender y ofrecer
soluciones a esa diversidad funcional que observamos en la discapacidad, que es estricta
consecuencia de la neurodiversidad, y fruto de la ineludible fragilidad consustancial a la
biología humana.”
Independientemente de lo comentado anteriormente, hemos de admitir que apostar por un
enfoque inclusivo en el tratamiento del alumnado con NEAE, implica una nueva forma de
mirar a la persona en su totalidad. Teniendo en cuenta en todo momento su proceso de
enseñanza-aprendizaje, sus potencialidades y sus necesidades educativas. Necesidades
que serán especiales en función de la planificación de los servicios y apoyos que se oferten
desde la comunidad educativa. La persona neurodiversa no recibe un favor sino que debe
acceder a lo que por derecho natural le corresponde: el goce de la condición humana.
“Inclusión”, y todo el paradigma que invoca, deberá ser reemplazado por un modelo basado
en la noción de “convivencia”. Entenderemos, solamente así, que la sociedad es diversa en
sí misma, esa es su mayor riqueza. Entonces, la escuela ha de ser también diversa en sí
misma y en ella han de convivir todos. Bajo esta óptica podremos crear modelos y, además,
legislar con mayor acierto. No para que las escuelas acepten “cuotas” de “incluidos”, sino
para derribar en sí los filtros de la “normalización” y entender que sin diversidad estamos
condenados al fracaso como sociedad (Reaño, 2015).
Neuroeducación en el aula
En consonancia con lo que sabemos sobre la plasticidad cerebral, siempre es mejor
mantener en el aula ordinaria a todo nuestro alumnado, ya que eso estimulará más su
proceso de cambio y adaptación continua. De hecho, existen programas y ejemplos, como
el de Bárbara Aerosmith-Young (ver video) o el del propio José Ramón Gamo, que
demuestran cómo una persona puede cambiar su cerebro
A diferencia de lo que creíamos hace algunos años, en la actualidad sabemos que nuestro
cerebro es tremendamente moldeable y que, como consecuencia de esta plasticidad, puede
reorganizarse de forma estructural y funcional adaptándose continuamente al aprendizaje.
Esta propiedad inherente al cerebro posibilita que el aprendizaje se dé durante toda la vida
y constituye una puerta abierta a la esperanza porque sugiere que siempre podemos
esperar la mejora de nuestros alumnos, algo especialmente importante en aquellos con
dificultades de aprendizaje (Guillén, 2016). Etiquetar a los alumnos, tal como se ha hecho
tantas veces, no está en consonancia con los conocimientos que disponemos sobre el
cerebro humano y su enorme plasticidad. Y ello puede perjudicar gravemente la evolución
académica -y también personal- del estudiante porque se ha identificado que la valoración
del maestro sobre el progreso del alumno es el factor que tiene mayor incidencia sobre su
aprendizaje (Hattie, 2015).
Relacionado con todo lo anterior, qué importante resulta no alejarnos de la educación
artística, el deporte o el aprendizaje de idiomas, que son fundamentales para un buen
desarrollo cerebral y el aprendizaje competencial. Y fomentar la inclusión en el aula
mediante el trabajo cooperativo, promueve la adquisición de una gran variedad de
competencias básicas imprescindibles para un aprendizaje real. De hecho, desde el
nacimiento, tenemos la capacidad para aprender interactuando con los demás porque
disponemos de unas neuronas espejo que se activan cuando realizamos una acción, pero
también cuando observamos a otros realizarla. Sin olvidar que el trabajo cooperativo
constituye una recompensa per se, ya que estimula nuestro sistema de recompensa
asociado a la dopamina facilitando la empatía y la creación de nuevos vínculos sociales
(Stallen y Sanfey, 2015). El buen funcionamiento del hipocampo y sus conexiones con la
corteza pre frontal agradecen un aula en la que prevalece un ambiente acogedor y de
respeto en el que se aceptan con naturalidad las diferencias. Un aula inclusiva.