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Contexto axiológico de la decisión

Alberto Bayardo Pérez Arce

De acuerdo con Simon (1944, p. 19), las decisiones son la consecuencia de dos tipos de premisas: las
axiológicas y las factuales, correspondientes en última instancia a los fines y los medios, de modo que la
combinación existente de valores y alternativas determinan en un momento dado cuál será la decisión
“correcta”, es decir aquella que se adecua mejor a los fines buscados, conforme a las posibilidades
ciertas de realización. El propio Simon establece que si la elección de los medios se deja a la discreción
de un subordinado solo puede tomar una decisión correcta, pero en el caso de que se deje a criterio del
subordinado la elección de los fines la “corrección” de la elección dependerá de los valores con base en
los que se juzgue la elección, por lo que no habrá un criterio universal aplicable. De este modo, las
políticas públicas, en cuanto mecanismos de decisión pública, se desenvuelven dentro de un marco
axiológico (juicios de valor) y un marco factual (juicios de hecho), cuyo entrecruce determina cuál es la
mejor solución posible al problema que se pretende resolver.

En otras palabras, si los juicios de hecho están bien sustentados no están sujetos a discusión; pero los
juicios de valor sí son discutibles, y dado que tienen un peso muy importante en la toma de decisiones
públicas, son motivo de discusión política, puesto que darle peso a uno u otro marco axiológico no es un
asunto indiferente, dado que dentro de cierto marco una decisión puede ser aplaudible y desde otro
puede ser reprobable, y ya que no existe una metodología técnica o científica que permita determinar
cuál marco es mejor, esa decisión debe ser fruto de la deliberación social, o al menos así se espera que
sea en un contexto democrático.

De ahí que, haciendo extensiva a la disciplina de las políticas públicas la crítica que Sjoberg y Vaughan
(1993) hicieron al marco axiológico sobre el que se construyó la sociología americana durante la
primera mitad del siglo XX, podemos reconocer que si bien las políticas públicas se reivindican como
una disciplina eminentemente técnica cuya única pretensión es servir de puente entre lo deseable y lo
posible (Aguilar, 2012 p. 44), fundamenta sus decisiones en un marco axiológico definido por las teorías
de las que se auxilia. Dado que la corriente dominante en la elaboración de políticas públicas se ha
desarrollado en torno a la teoría de la elección racional, se basa en una ética utilitarista y sus principios
fundamentales que son la efectividad, la eficacia y la eficiencia, ya que se pretende lograr el mayor bien
para la mayoría de las personas.1 En sí esos tres principios son un aporte positivo a la administración
pública, pero cuando son los únicos que se consideran al tomar una decisión puede ocurrir que se
sacrifique a las poblaciones vulnerables que no tienen poder para hacer que se tomen en cuenta sus
opiniones y necesidades; y esto se debe a que se concibe a las políticas públicas como medios para
atender las necesidades insatisfechas (de las mayorías), por lo que quienes reciben el beneficio de la
política son considerados como “usuarios” y no como sujetos de derechos.

De este modo, la crítica de Sjoberg y Vaughan llama la atención sobre una cuestión fundamental: tomar
como fundamento axiológico de una decisión pública el principio utilitarista implica asumir que no
todas las personas tienen la misma dignidad, por lo que la decisión pública debe asumir la
responsabilidad de sacrificar el bienestar de algunas poblaciones en aras de obtener el mayor bien para la
mayor parte de la sociedad.

Referencias

Aguilar, L. F. (2012). Política Pública (L. F. Aguilar (ed.); 1a ed.). Siglo XXI Editores/Escuela de
Administración Pública del Distrito Federal.

Parsons, W. (2007). Políticas públicas. Una introducción a la teoría y la práctica del análisis de políticas
públicas (1a ed.). FLACSO México.

Simon, H. (1944). Decision-making and administrative organization. Public Administration Review,


4(1), 16–30.

Sjoberg, G., y Vaughan, T. (1993). The ethical foundations of sociology and the necessity for a human
rights alternative. En A critique of contemporary American sociology (pp. 114–159). New York: General
Hall.

1
Recomiendo el excelente resumen de Parsons (2007, pp. 455-476) sobre las corrientes académicas que abordan el tema de
las políticas públicas.

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